Capítulo 6.
Elián.
Dejar la situación en manos de Caleb me tenía intranquilo, pero por primera vez acepté su punto de vista, yo era bastante directo y sí, tenía razón, eso podría complicar las cosas.
Caminé por los alrededores y a sólo unas cuantas calles encontré un conjunto de puestos de comida.
—¡Una orden de kekén asado por tres cuarzos!— gritaba un comerciante; el olor despertó mi apetito y me hizo caer en la cuenta de que no conocía las monedas ni objetos de intercambio de ese planeta; en Boksunga usábamos el Zafiro, la Amatista y la Kunzita; pero al parecer en Ttalgi se hacía uso del cuarzo y de quien sabe qué otras piedras.
Revisé mis bolsillos y sólo llevaba dos Zafiros; pensé en hacer el intercambio con el comerciante pero justo en ese momento un sujeto al pasar a mi lado me golpeó e hizo que los Zafiros cayeran al suelo; los recogí de inmediato.
—¡Ey!—, gruñí molesto ya que el desconocido pasó de largo, su andar era extraño, movía la cabeza ligeramente de un lado a otro y susurraba algo; —¡Oye, te estoy hablando!— levanté la voz pero no obtuve respuesta; lo seguí y dando un par de zancadas lo alcancé, lo sujeté del hombro y lo hice voltear hacia mi, era un joven rubio y delgado, era un Ttalgianí.
—¡¿Qué demonios te sucede?!— gritó, ya que lo había jalado de manera brusca; seguido de ello retiró unos pequeños dispositivos de sus oídos.
—No me gusta que me ignoren cuando habló.
—¿Y se supone que eso me incumbe?— frunció el ceño.
—Discúlpate, es lo mínimo que deberías hacer—, ¿cómo se atrevía ese chiquillo a hablarme así?
—¡Estas loco! ¿Me agredes de la nada y ahora quieres que me disculpe? Tantos golpes ya te afectaron la cabeza, soldado—, rió burlón.
—¡Rhin!— Milo y Carlo aparecieron entre la multitud; —te hemos estado buscando, los Boksunnianos ya deben estar con Jacks... — detuvo su discurso al notar mi presencia; —veo que ya conociste a uno.
—¿Eres Boksunniano?— el chiquillo me miró de arriba abajo; —no me sorprende, he oído que la mayoría de los habitantes de Boksunga son muy violentos y mal educados— cruzó sus brazos sobre el pecho.
—¡Oye! ¿Cómo te atreves a decir eso?— apreté los puños y traté de acercarme a él; pensé tomarlo por el cuello de su camisa para asustarlo, pero Carlo se interpuso en mi camino.
—¡Ya fue suficiente!—, se acercó a mí, era casi de mi estatura; —maldito Boksunniano, mas vale que te comportes— exclamó.
—Vamos, Jackson está en el taller— indicó Milo; inhalé profundamente para contenerme y decidí tratar de olvidar el incidente, pero al parecer el chiquillo no, ya que me miraba detrás de los recién llegados con una mueca y una ligera sonrisa de satisfacción; en otras circunstancias le hubiera dado sus merecido.
Cuando regresamos al lugar, encontré a Caleb sentado a la mesa con aquél sujeto.
—Rhin, ya era hora de que regresaras. Me tenías preocupado—, el desconocido se puso de pie y abrazó al chiquillo.
—Sólo salí a dar una vuelta y a escuchar música— dijo malhumorado.
—Ey, ¿qué te sucede?— le acarició el cabello.
—Este tonto comenzó a molestarme— me señaló; de inmediato Caleb me miró.
—¡¿Qué?!— exclamé.
—Estoy seguro que fue un mal entendido—, el chico desconocido trato de apaciguarlo.
—Si, Jack; seguramente— dijo con una clara pizca de ironía.
—¿Eh?— el sujeto miró a Milo y a Carlo, estos negaron con la cabeza.
—Gracias, pueden retirarse—; hicieron un movimiento con la cabeza y se marcharon; eso me llamó un poco la atención, pero la voz del Ttalgianí dirigiéndose a mí me hizo restarle importancia al gesto en ese momento; —Rhin suele ser a veces un poco grosero, me disculpo.
—¡Jack!— se quejó pero fue ignorado.
—Mi nombre es Jackson, y Caleb ya me explicó su situación—; pensándolo bien y dejando de lado que tenía rasgos bastante finos, este Ttalgianí no parecía ser tan malo, probablemente nos ayudaría, —debemos echarle un vistazo a su nave para saber qué tan grave es y...
—¿Debemos?—, nuevamente Rhin intervino.
—Si; ellos deben regresar a su planeta, tienen una batalla que librar.
—Yo no; no quiero ayudarle a este patán—, me señaló.
—Mocoso del demonio— susurré, pero él me escuchó.
—No soy un mocoso, ¡he vivido casi veinte eclipses!
—Rhin, compórtate— le indicó Jackson; el nombrado nada más desvió el rostro de manera súbita sin borrar la expresión de molestia en su rostro y se marchó dando un portazo.
Un silencio incómodo inundó la habitación por unos instantes.
—Iré a ver cómo se encuentra—, dijo por fin Jackson; —vuelvo enseguida—, siguió los pasos del otro.
—Bien hecho tonto; ahora si echaste todo a perder—, Caleb dio un largo suspiro tras decir eso.
—No creo que el mocoso sea tan importante—, me acerqué y me senté junto a él, apoyé lo codos sobre la mesa.
—Esos dos trabajan juntos, Jackson es un hábil mecánico y Rhin es un conocedor en cuanto a tecnología; necesitamos de ambos.
—¿Y tu cómo lo sabes?— cuestioné.
—Pues porque pregunté, el diálogo es algo que deberías practicar.
—Tengo mis medios para averiguar las cosas— me justifiqué.
—¿Cuáles? ¿Insultar a los demás? ¿Confiar en que Yass hará siempre todo por nosotros? Si es así lamento decirte que no eres más que fuerza bruta, un maldito carente de razón.
Azoté el puño en la mesa, —¡No te permito que me hables así! Te voy a...
—Golpéame si quieres. ¡Adelante! Eso no cambiará las cosas.
Guardé silencio; el que estuviera dispuesto a recibir una paliza le quitaba lo interesante.
Llevé ambas manos a mi rostro frotándolo; necesitaba pensar.
Fingir sería una buena opción, al menos para obtener lo que quería: salir de allí; si tenía que ser amable lo haría, me costaría mucho, eso ni dudarlo, pero al fin y al cabo una vez que abandonara ese sitio no pensaba regresar jamás, era un planeta devastado, sombrío, saqueado y sin futuro; mi lugar estaba en Boksunga, en las fuerzas Alfa-Bravo.
—Elián—, había permanecido por varios minutos distante hasta que Caleb se incorporó y me señaló, —te juro que, si por tu culpa...
—Chicos— Jackson regresó a la habitación, —creo que esta vez Rhin habla en serio—, suspiró.
—¡¿Qué?!— gritó mi compañero.
—Iré a disculparme—, me puse de pie empujando la silla, ésta rechinó al arrastrase; sólo vi a Caleb abrir los ojos enormemente al igual que la boca, mis palabras lo sorprendieron, —Ha-ha-¿Hablas en serio?— tartamudeó luego de unos segundos.
Asentí; nadie debía saber que fingiría o que al menos lo intentaría a partir de ese momento, ¿cierto?
—¿Dónde puedo encontrarlo?— traté de sonar preocupado cuando le pregunté esto a Jackson; él dudó un poco al ver la expresión de Caleb, pero al final me lo indicó.
—Sígueme.
Al salir por la puerta lateral atravesamos algo similar a una bodega; pasamos por otra puerta y ya estábamos fuera del edificio, habíamos salido por la parte trasera; cruzamos la calle y entramos a otro, era similar a aquél donde nos habían asignado habitaciones a mi compañero y a mí; subimos tres niveles y llegamos a una habitación nada especial, tan común como las demás.
—Esperemos que quiera hablar contigo— el Ttalgianí señaló la puerta y se marchó.
Tragué saliva antes de tocar; tendría que esforzarme mucho en "ser amable"
—Jack, ya te dije que no lo haré— habló en voz alta.
—Él no está— contesté, escuché sus pasos al acercarse a la puerta; —¿quién es?—, indagó.
—Soy Elián.
—¿Quién?—; abrió sólo unos centímetros para poder observar; —¡Ah! ¡Eres tu!—, cerró de golpe, —¡Vete!
—Perdóname—, bajé el rostro y pegué la frente a la puerta, pude notar su sombra por debajo de ella, se había quedado allí, así que aproveché, —a veces suelo ser impulsivo, lo reconozco; pero entiéndeme, ¿cómo te comportarías si estuvieras en mi situación? Caí en un lugar desconocido y no sé qué sucedió con mi gente—; se recargó en la puerta, había captado su atención, —estoy preocupado por ellos, debo regresar. Ayúdanos, por favor.
—¿Q-qué fue lo que sucedió?— susurró, se escuchaba más calmado; recordé que Caleb sólo le había explicado a Jackson.
—Boksunga fue atacado por Bae; mi nave fue dañada y llegué a este planeta; Dacio me dio asilo, luego mi compañero también llegó y fue capturado; logramos rescatarlo, pero su nave aún se encuentra en Ahura, no creo que podamos recuperarla, sería muy peligroso; por ello nuestra única opción es usar mi nave—; guardé silencio esperando una respuesta, pero no llegaba, aún estaba del otro lado de la puerta.
—No quiero ni imaginar lo que le puede ocurrir a mi gente ¿Qué dices? ¿Nos ayudarás?— el tono de súplica que logré me sorprendió.
—Lo pensaré—, ya no estaba molesto, eso lo podía notar en su voz.
—Gracias, muchas gracias.
—¡Dije que lo pensaré!— escuché sus pasos al alejarse; sonreí de lado, qué fácil había sido, fingir tal vez no sería problema.
Giré sobre mis talones, debía regresar al taller así que bajé un nivel y justo cuando iba a dar la vuelta a la esquina por las escaleras escuché una voz conocida, aceché con cautela y vi a Jackson y a otro Ttalgianí que no había visto hasta ese momento.
—¿Ya buscaron en la zona norte?— preguntó Jackson.
—Aún falta parte del desierto de Bal, mi señor; pero el ejército de Subak anda cerca, tendremos que esperar a que se retiren.
¿Mi señor? ¿Quién era en realidad este tal Jackson?
Suspiró, —entonces hagan lo que crean conveniente, pero sean discretos, y avísenme si encuentran algo, por favor.
—Claro que si, su majestad—, el Ttalgianí desconocido hizo una marcada reverencia y se marchó.
"Nadie debe saber que ellos les ayudarán"; a mi mente llegó aquella frase.
¿Acaso lo que Hemir nos dijo a Caleb y a mi tenía undoble significado?
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