Capítulo 5.
Caleb.
—Olvídenlo, lo que haya ocurrido en el pasado y sus diferencias, olvídenlas; están en un otro planeta y aquí hay reglas; y si no las cumplen nos ponen en peligro—, al principio ese sujeto me pareció tranquilo, pero esto último fue muy directo y fulminó con la mirada a Elián.
—Es cierto, ¿dónde estamos?— dije, con todo ello había olvidado preguntar.
—Estas en Ttalgi, un planeta invadido por Kenhan, el emperador de Subak.
—Wow—, eso no me lo esperaba, —entonces, ustedes son...
—Los pocos Ttalgianís libres que quedamos; mi nombre es Dacio, él es Carlo, Hemir, y quien conduce es Milo—, tenían razón, sus rasgos eran similares, rubios y de piel clara; —¿Pero cómo; también escaparon?
—No, nunca fuimos capturados, tenemos un refugio secreto; ésta es Ahura, nuestra antigua capital, era limpia y pacífica, ahora no es más solitarias ruinas.
—¿Y cuál fue el motivo de esto?... Es que... Boksunga fue atacado también, poseemos Lapislázuli y Bae lo quiere—, miré a Elián, parecía no interesarle, él siempre decía que yo hablaba demasiado pero esta vez tenía los brazos cruzados sobre el pecho y viró el rostro.
—Este planeta es rico en Feldespato; actualmente existen varias minas, esta ciudad es el centro de acopio y distribución, tanto de esclavos como de recursos— explicó.
Nos quedamos callados un momento ya que habíamos llegado a una caseta de revisión; el joven que conducía explicó al guardia que había dejado una carga de Feldespato así que nos dejaron salir sin problema.
—Mi nombre es Caleb Sill y vine en una misión de rescate— hablé cuando ya nos habíamos alejado de la ciudad; miré a mi compañero, —Elián y yo debemos regresar a nuestro planeta.
Dacio sonrió, tal vez la palabra "rescate" no era acorde ya que al final el rescatado fui yo, —lo sé, pero no es posible; tu nave ha sido retenida y la de tu amigo está deshecha—, explicó.
—Debe haber alguna manera; no podemos quedarnos aquí por mucho tiempo, nuestra gente nos necesita— expliqué.
—Capitán, podemos ayudarles— murmuró preocupado el chico llamado Hemir al momento que tiraba del traje de su líder; —ellos aún pueden salvar su planeta—, lo miró suplicante.
Dacio lo pensó unos segundos, luego suspiró lentamente; —tal vez haya una forma—, escuché que Elián se acomodó en su asiento, por su puesto que esto llamó su atención; —existe un par de Ttalgianís que podrían reparar la nave de tu amigo pero no aseguro nada; puede que ellos no deseen hacerlo.
—¿Por qué no?— como siempre Elián brilló por su falta de tacto y prepotencia.
—No puedes obligarlos— intervino Carlo; —si ellos desean lo harán y punto—; mi compañero apretó los puños ante la respuesta que obtuvo.
—¿Dónde podemos encontrarlos? ¿Podemos hablar con ellos?— pregunté tratando de restarle importancia al comportamiento de Elián.
—Claro, están en el escondite secreto, en Bandal, donde nos dirigimos ahora mismo.
Llegamos a un escondite subterráneo donde la entrada se encontraba tras una gran roca, Elián parecía carente de emociones ya que nada le sorprendió.
Fuimos guiados hasta un edificio con varias recámaras donde se me fue asignada una para descansar, contigua a la mía estaba la de Elián.
—Regresaremos por ustedes en un par de horas—, dijo Dacio antes de retirarse.
Tomé una ducha, la habitación tenía solamente un pequeño cuarto de baño y una cama, eso era suficiente; pensé en dormir pero decidí que lo mejor era ir a hablar con Elián.
—¿Qué quieres?— dijo de manera seca al abrir la puerta.
—Vine por ti, deberías agradecer.
—¡Ja! Y yo fui por ti a esa asquerosa celda—, me dio la espalda para dirigirse a su cama; yo entré y cerré la puerta a mis espaldas.
—Te conozco y puedo apostar que no lo hiciste de buena fe— respondí, el puso los ojos en blanco antes de dejarse caer en el desgastado colchón.
—Como sea— murmuró.
—Yass se preocupó mucho— dije tratando de contener mis ganas de golpearlo de nuevo.
—¿Ah si?— giró sobre su costado dándome la espalda.
—¡¿Qué rayos te sucede?! ¿Por qué no lo crees? ¿Acaso el gran Elián Norh nunca va a necesitar a nadie?
—Pues su plan no fue muy brillante que digamos; míranos, estamos aquí varados—, se incorporó y se sentó en la orilla de la cama para mirarme de frente.
—Eres un estúpido e inmaduro. ¡¿Crees que fue su culpa?! Un tercio de las fuerzas Julieta-Romeo fue designada para tu búsqueda ¿y así lo agradeces?—; se puso de pie y fue entonces cuando le lancé un golpe tan fuerte que se estrelló contra la pared.
Lentamente llevó una mano hasta su cintura y sacó un arma; abrí los ojos en demasía, ¿sería capaz de dispararme? Sonrió y segundos después arrojó el arma lejos.
—Será a mano limpia, me la debes— masculló y se abalanzó sobre mi.
—¡Ey!—, escuché una voz conocida y luego alguien jaló a Elián para quitármelo de encima, en ese momento me iba ganando.
Era el muchacho llamado Hemir quien había llegado acompañado de uno más corpulento, este último sujetó a Elián y le torció el brazo colocándolo tras su propia espalda; mi compañero se quedó inmóvil.
—Son camaradas, ¿cómo es posible que le hagas esto?—, preguntó Hemir a mi atacante, éste sólo desvió el rostro; luego el joven Ttalgianí se dirigió a mí; —el capitán Dacio supuso que estarían impacientes, así que es hora de irnos.
Asentí.
Salimos del edificio en silencio y nos dirigimos a lo que parecía una pequeña carreta ya que nuestro destino se encontraba en la misma ciudad subterránea.
—El capitán ya nos espera en el taller— dijo Hemir —por cierto, él es Remmy— señaló a quien había detenido a Elián; asentía a manera de saludo y procedí a presentarme al igual que a mi mal agradecido compañero.
—Por cierto, no te he dado las gracias— le dije al joven.
—¿Eh?
—De no haber sido por ti tal vez tu capitán no habría considerado una solución—; le recordé lo sucedido en el camión al salir de Ahura.
—Oh, no tienes qué agradecer; yo.... A mi no me gustaría que tu gente sufriera lo que nosotros—, bajó el rostro, tal vez tenía como unos dieciséis o diecisiete eclipses; me sentí incómodo, no sabía qué más decirle, él era muy joven para haber estado en una guerra, Yass siempre decía que debíamos proteger a los niños, ¿pero y a este, quién lo protegía?
—¿Conoces a quienes nos podrían ayudar a repara la nave?—, por fin se me ocurrió algo.
—Si, ellos son muy inteligentes con esto de la tecnología; pero eso sí, nadie debe saber que ellos les ayudarán—, bajó la voz al decir lo último.
—¿Por qué?
—Porque de lo contrario, toda la gente a quienes les hemos damos refugio y que no son Ttalgianís querrán regresar a su planeta, y si lo hacen es obvio que las fuerzas de Subak al ver varias naves despegar se den cuenta de que estamos escondidos; para Kenhan nosotros estamos muertos, en especial quienes les ayudarán a reparar su nave.
—Podrían negarse, no tienen porqué ayudar a todos— dijo Elián, yo le intenté transmitir un "¡cállate!" Con la mirada.
—Lo pueden hacer— intervino Remmy, —incluso con ustedes— sonrió de lado retando a Elián, odiaba cómo mi compañero se ganaba enemigos.
—No es eso, lo que queremos es evitar una revolución o revuelta en este refugio; hay veces que es mejor que algunas cosas no se sepan—, no entendí muy bien lo que Hemir quiso decir pero decidí ya no preguntar más, suficiente teníamos con su amable disposición.
Llegamos a un especie de taller, la puerta estaba cerrada pero Remmy supo como abrirla.
Entramos y allí al final del pasillo estaba Dacio con un chico que llamó mi atención.
Elián se acercó a mí para susurrar en mi oído, —¿ése nos va a ayudar? Parece una nena—, su comentario despectivo y prejuicioso me enfureció pero me contuve de golpearlo; el Ttalgianí desconocido tenía delgada cintura, piernas largas y ojos rasgados; no parecía para nada rudo.
Coloqué la palma de mi mano en el pecho de Elián para detener su andar y lo empujé hasta que estuvimos a solas en un pasillo.
—Escúchame bien, de la buena impresión depende que nos ayuden, así que ni se te ocurra hacer tus comentarios estúpidos, ¿entendiste?—; él bufó de manera despreocupada, —mejor vete y deja que yo hable; anda, ve a dar una vuelta— ondee mi diestra indicándole que se fuera.
—¿Lo dices enserio?—, levantó una ceja.
—No seas tonto; si sabes que no puedes evitar tus comentarios es mejor que no estés presente; piénsalo, ¿quieres quedarte aquí para siempre?—; mi comentario funcionó, ya que tras unos segundos me dio la espalda y comenzó a caminar.
—No tardo, veré que encuentro por allí— metió las manos a sus bolsillos y desapareció a la vuelta de la esquina.
—¿Qué sucedió?— preguntó Dacio apenas nos encontramos.
—Elián desea reconocer el área— contesté, —ya viste lo impulsivo que puede llegar a ser—; él nada más suspiró y luego me indicó que lo siguiera.
Estando en otra habitación volví a ver a aquel sujeto.
—Él es Jackson— dijo mi guía, —es una de las personas que te platiqué.
—Hola, bienvenido— me sonrió, —así que eres de Boksunga, ¿eh? ¿Cómo te llamas?
Tragué saliva al ver esos afilados y escrutiñadores ojos de cerca, —Caleb— respondí.
—Vaya, es un nombre un poco común, pensé que por ser Boksunniano tendrías un nombre raro—, rió.
—Bien, entonces me retiro— noté que Dacio hizo una leve reverencia; —Caleb, explícale tu situación—, se fue dejándome a solas con aquel Ttalgianí que robó mi atención.
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