Capítulo 18.

Elián.

Un maravilloso sueño, esas palabras se quedaban cortas para describir lo que había vivido. Nos habíamos entregado y declarado nuestros sentimientos, había sido una experiencia extraordinaria.

Con cuidado de no despertarlo, salí de la cama y me coloqué mis ropas; me acerqué y lo observé, se veía tranquilo y hermoso, besé su frente y me dirigí a la puerta. Nadie debía saber sobre lo nuestro.

Caminé presuroso hacia el edificio que se nos había asignado y justo cuando llegaba a la entrada, vi que un vehículo aparcó y de él bajó Caleb, se despidió de Jackson y de otros que se encontraban dentro.

—¿Dónde andabas?— indagué una vez que el auto se marchó; ambos nos dirigimos al interior de la vieja construcción.

—Eso debería preguntar yo— dijo sin detener el paso.

—Salí a caminar; ya sabes, en unas horas partiremos— expliqué, —¿pero tú dónde estabas?

—Fui a una misión de rescate.

—¿Qué?

—Bueno, más bien fue una emboscada. Acechamos a una caravana que llevaba prisioneros y los liberamos.

—¿De verdad?— nos detuvimos ya que habíamos llegado a nuestras habitaciones.

—Sí, y jamás me había sentido tan vivo. Ayudé a salvar a esos Ttalgianís de ser usados como esclavos, ¿puedes creerlo? Nunca antes me había sentido tan útil— sonrió, imité su gesto, era imposible no hacerlo, debía admitir que Caleb era muy jovial.

—Me alegro por ti— no mentí, coloqué una mano en su hombro.

—Gracias— suspiró, —pero será mejor que descanse unas cuantas horas; te veo luego— entró a su habitación; yo hice lo mismo.

Me eché de espaldas en la cama, era hora de pensar las cosas y sobre mis acciones futuras.

Aceptar ante todos que Rhin prácticamente me tenía comiendo de la palma de su mano sería declararme vulnerable, y yo no podía hacer eso, al menos no así como así; Elián Norh pertenecía a la división Alfa-Bravo, era de los mejores; no podía mostrarse frágil ante los demás.

—¿A quién quiero engañar? Adoro a Rhin— musité y sonreí antes de girar sobre mi costado para acomodarme mejor. Dejé escapar un suspiro largo; en verdad me sería muy difícil aceptar mi enamoramiento ante los demás, pero debía hacerlo; no sabía cómo pero lo haría ya que había prometido regresar a Ttalgi.

Las horas pasaron y no pude dormir profundamente, probablemente la idea de dejar pronto ese planeta y a Rhin me tenía un poco preocupado.

Escuché el rechinido de la puerta y me incorporé; —estás despierto— afirmó Caleb, —es hora de ir por la nave.

Sin mucho ánimo me puse de pie para seguirlo. Mi vista estaba clavada en su espalda mientras mi mente ideaba la forma en la cual podría abordar el tema.

"Caleb, así como Jackson y tú han estrechado lazos, Rhin y yo hemos hecho lo mismo". No, eso sonaba muy tonto.

"¿Qué crees? Amo a Rhin". Tampoco, eso era demasiado directo y cursi.

—¿Crees que Yasser haya mandando a alguien en nuestra búsqueda?— aminoró el paso al cuestionarme; creo que era la primera vez que hablábamos de eso.

—Supongo que sí— contesté, —sería difícil reemplazarnos; no cualquiera alcanza un rango como el nuestro, nos necesitan.

Se detuvo por completo y me encaró; —¿por qué tienes que decir esas cosas?— frunció el ceño.

—¿Qué cosas?

—¡Eso! Siempre te haces el importante; sin ti no se puede hacer nada, ¿no recuerdas que se lo decías todos los días a Galaz, Kris, Karim y a todos nuestros compañeros?

—No es verdad— refuté.

—Elián, un día de estos tu orgullo será tu perdición— me señaló con su dedo índice.; —deja a un lado tu vanidad por una vez en tu vida.

—No me mires así— le pedí, no me gustaba que me observara de esa manera, parecía querer corregirme y regañarme por todo. Entonces lo decidí, a él no le diría sobre mi relación con Rhin; si lo hacía era más que seguro que me cuestionaría y saldría con argumentos extraños sobre mi personalidad, justo como en ese instante.

—Es inútil razonar contigo— exhaló y se relajó, —mejor olvídalo y démonos prisa.

Justo eso haría, olvidaría su comentario sobre mi dizque vanidad; por supuesto que yo no era orgulloso.

Caleb.

Era un testarudo arrogante; sí, eso era; pero no debía perder mi tiempo al tratar de que entrara en razón, era un caso perdido.

Le pedí que lo olvidara y seguimos nuestro camino.

Llegamos al lugar donde se había realizado la prueba de la nave; allí estaba nada más Jackson.

—Llegaron a tiempo— sonrió, yo lo imité; —sólo ajusté algunas cosas, la prueba de ayer fue de ayuda, había unos cuantos detalles que resolver.

—¿Y... ya está todo listo?— pregunté.

—Sí, lo está. La llevaremos a la superficie; en el lado noreste podrán despegar, es más segura ya que el ejército de Kenhan tiene descuidada esa zona.

—Pero aún le falta un poco de combustible— dijo mi compañero.

—¡Cierto!— exclamó Jack, —los barriles están en la bodega. Iré por ellos.

—No— intervine, —nosotros lo haremos— era lo menos que podíamos hacer; los Ttalgianís habían hecho un excelente trabajo al reparar la nave.

Jack nos indicó el camino y Elián y yo nos dirigimos al almacén.

—Muy pronto estaremos en Boksunga, ¿no estás preocupado?— me preguntó mi compañero cuando estábamos cerca de nuestro destino.

—¿Eh?

—Han pasado dos semana; muchas cosas pudieron haber ocurrido. ¿Has pensado en la posibilidad de que Bae...?

—No lo digas— lo interrumpí al entrar al almacén sin dejar de caminar.

—Que no lo diga no quiere decir que no pueda suceder.

—No seas negativo— le pedí mientras buscaba con la mirada algo que se pareciera a un barril de combustible; habían muchas cosas en ese lugar, sería una tarea difícil.

—Sólo digo lo que pienso— contestó imitándome.

—Pues no sabes lo que dices— refuté adentrándome a uno de los pasillos para observar si detrás de unas grandes cajas estaba lo que buscábamos; —lo que queda después de una invasión no es nada agradable—; salí del pasadizo sin tener éxito.

—¿Te refieres a los prisioneros?— movió un par de cosas al decir aquello.

—Es que, —detuve mi labor y me quedé en medio del lugar; —tú no viste lo que yo; mujeres y niños eran llevados como esclavos.

—Creo que te simpatizaste demasiado con los Ttalgianís.

—¿Y cómo no hacerlo?— fruncí el ceño; no me gustaba que fuera un insensible.

—Me parece que exageras las cosas— se detuvo también para quedar frente a mí.

—¿Entonces, no piensas volver?— pregunté, hasta ese momento yo pensaba que él también había simpatizado con los habitantes de ese planeta, en especial con Rhin.

—Para nada, este planeta es horrible.

—Pensé que te llevabas bien con Rhin así que supuse que me acompañarías cuando regresara, por lo menos para saludarlo—, fui directo y específico.

Elián.

Yo había querido abordar el tema de nuestro regreso a Boksunga y él había salido con sus cuestionamientos sobre mi deseo de regresar a Ttalgi. Por supuesto que iba a negarlo.

—¿Entonces, no piensas volver?— preguntó.

—Para nada, este planeta es horrible— dije eso para que no siguiera preguntado, pero no funcionó.

—Pensé que te llevabas bien con Rhin así que supuse que me acompañarías cuando regresara, por lo menos para saludarlo.

Bufé y reí; —¿eso parece?—, traté de sonar lo más despreocupado y desinteresado posible.

—Elián discúlpame si mal interpreté las cosas, pero creí que detrás de sus infantiles insultos había alguna amistad o camaradería; de hecho me sorprendió que tus ofensas no fueran tan dañinas, y eso que yo sé cómo eres, no olvides que he presenciado tus riñas con Galaz y los demás.

—No; te equivocas. Él es el experto ¿recuerdas?; si se me pasaba la mano con los insultos puede que ya no quisiera ayudarnos. ¿No has escuchado eso sobre mantener a tus amigos cerca pero a tus enemigos aún más cerca? Fue una táctica muy ingeniosa, Rhin es muy inteligente, por supuesto que no podía portarme exageradamente mal con él—; obviamente lo que dije era absurdo, jamás me acerqué a él con esa intención, de hecho no tenía ninguna intención en específico, simplemente las cosas se fueron dando entre nosotros.

—¿Enemigos? Los Ttalgianís no son nuestros enemigos— espetó Caleb.

—Sólo fue un decir— entonces me pregunté por qué Caleb no se callaba de una vez; a veces era demasiado curioso.

—Vaya; el hecho de habernos quedado varados en este planeta no te cambió en lo absoluto, ¿cierto?— exclamó y pude notar algo raro en su voz, tal vez estaba decepcionado de mi.

—Tú lo dijiste antes; sabes cómo soy— en verdad deseaba que ese interrogatorio terminara.

—Bien, olvidemos el hecho de que eres un caso perdido; creo que mejor iré a preguntarle a Jackson dónde se encuentra el barril de combustible, espérame aquí.

¡Por fin! Ya era hora de que se callara e hiciera algo útil; lo vi abandonar el lugar y sólo entonces pude exhalar tranquilo. Sin embargo así, con la misma rapidez con la que la calma llegó, se esfumó.

Escuché un sollozo y volteé. Sentí que la sangre abandonar mi cuerpo e inconscientemente dejé respirar, sólo pude decir su nombre con el poco aire que contenían mis pulmones.

—Rr-Rhin.

—No puedo creerlo. ¡Me usaste! Eres un miserable— reclamó, un dolor se instaló en mi pecho con solo pensar que había escuchado todo lo que dije.

—Rhin, no es lo que crees— intenté aclararle las cosas, pero él comenzó a agitar la cabeza frenéticamente de manera negativa.

—¡No! No quiero escucharte.

—Déjame explicarte, lo que ocurrió entre nosotros...

—¡No hay nosotros! Al parecer nunca lo hubo.

Oí algo similar al ruido que hizo la puerta de la oficina de Yasser; un día yo estaba molesto y la azoté tan fuerte que los cristales se partieron en mil pedazos; ¿acaso ese ruido fue de mi corazón al romperse?

—Yo...

—¡Vete!— no me dejó hablar; —¡lárgate y no vuelvas jamás!—, señaló la puerta.

—Pero Rhin... — sentí que en cualquier momento las lágrimas abandonarían la seguridad de mis ojos; en ese instante no pude recordar cuando había sido la última ocasión en la que había llorado.

—¡Lárgate, bastardo infeliz!— gritó.

—No, las cosas no son... — golpeó mi mejilla; me merecía eso y más; así que tras el impacto no lo miré, no podía, sólo dejé la cabeza gacha.

—Creí en ti; incluso la idea de irme contigo pasó por mi mente. Pero qué estúpido fui. ¿Cómo pude creer que un cretino y egoísta Boksunniano logró enamorarse de mí?—; por supuesto que me había enamorado de él; y en ese instante me di cuenta de lo cierto de sus palabras; yo era un bastardo infeliz, cretino y egoísta que lo había echado todo a perder; —¿sólo querías que reparara tu maldita nave y de paso acostarte conmigo?

—¡No!— protesté y entonces busqué su mirada, pero esta sólo hizo que me sintiera el peor ser viviente de todo la galaxia; —eso no es cierto; yo te am...

—¡Cállate! No quiero volver a verte nunca más. ¡Vete y jamás regreses!— se alejó dando un par de pasos hacia atrás; —escúchame bien, no me busques, para ti Rhin está muerto—; quise decirle que yo había sido un estúpido, pero no pude siquiera moverme cuando lo vi salir corriendo por la puerta lateral.

Tardé varios minutos en reaccionar, me había quedado allí de pie analizando todo lo sucedido.

Las palabras de Caleb retumbaban en mi cabeza; lo maldije por tener razón.

Pensé que había sido una buena decir todos aquellos disparates pero no fue así, había cavado mi propia tumba.

En cuanto recuperé el control de mis piernas, hice que se movieran y fui directo a la habitación de Rhin, si no estaba allí, iría a aquél jardín; debía aclarar el mal entendido antes de partir.

Jackson.

Estaba revisando por última vez los controles cuando Caleb llegó de nuevo al lugar de pruebas.

—¿Lo encontraron?— cuestioné.

—No te ofendas, pero ese lugar necesita ser organizado—; reí ante su comentario; luego le expliqué, —Rhin fue a auxiliarlos.

—Pues yo no lo vi, a menos que hubiera otro almacén.

Negué con la cabeza, —vamos— lo tomé de la mano y caminamos hasta el lugar.

—Entraremos por la puerta lateral, detrás de los anaqueles, de ese lado está el combustible.

—Eso lo explica todo, nosotros entramos por la puerta principal— dijo.

Al estar allí notamos la puerta entre abierta; —¿Será que Rhin esté aquí?— dije más para mí mismo que para él. Entremos y no había nadie.

Recorrimos los pasillos y entonces vimos a Elián solo, de repente camino a toda pisa hacia la salida principal y desapareció.

—¿Cuál es su problema?— Caleb frunció el ceño.

—¿Eh?— no sabía a lo que se refería.

—Elián es un tonto demasiado orgulloso, casi nadie en nuestra fuerza soporte sus ataques de "yo todo lo puedo"— hizo comillas con los dedos, —es un patán.

—Déjalo; no tiene caso que te enojes por eso; ya llegará el momento en el cual deberá dejar su vanidad a un lado; aunque a veces a las personas como él les sucede demasiado tarde.

—¿Creerás que insinuó que Boksunga ya había sido conquistado? ¿Cómo se le ocurre semejante disparate?

Con el ceño fruncido se veía más atractivo; sólo sonreí y me posicioné frente a él para luego rodear su cuello con mis brazos y atraerlo hacia mí. Cuanto más pronto se fuera, más pronto estaría de regreso.

Elián.

Toqué a la puerta y no hubo respuesta. Volví a intentarlo y luego pegué la oreja a ella; mi corazón se partió al notar un leve sollozo.

—Rhin, sé que estás allí— dije, —abre por favor; necesito...

—¡Vete!— chilló, escuché su voz entre cortada, estaba llorando.

Tragué saliva antes de decirle; —no me iré hasta hablar contigo y sabes lo obstinado que puedo ser.

—Ya tienes lo querías ¿no? Tu preciosa nave; ahora lárgate de mi planeta.

—Me iré hasta después de que abras esta puerta.

Hubo un silencio y luego el cerrojo se movió. Un rechinido inundó mis oídos y luego apareció él, la habitación estaba en penumbras.

Di un paso y sujeté su nuca para besarlo, no dejaría que me reclamara, debía demostrarle lo que sentía por él.

Para mi sorpresa, no me correspondió, no movió sus labios, sólo siguió llorando haciendo que sus lágrimas se mezclaron con las mías y unos segundos después me empujó.

—Dijiste que después de que abriera la puerta te irías; ahora largo— musitó sin sentimiento alguno.

—Rhin déjame explicarte; lo que escuchaste no es verdad— me apresuré a decir.

—¿La verdad?— su voz se quebró, pero luego inhaló para continuar; —la verdad es que querías una nave reparada y como extra follarte a un Ttlagianí.

—¡¿Qué?!— no pensé que usara esa palabra para referirse a lo que había pasado entre nosotros. Tomé su rostro con ambas manos y lo obligué a mirarme. —No es cierto; lo que nosotros hicimos fue el amor. Yo te amo— me acerqué un poco más y mis manos viajaron hasta los costados de su cuello.

—Pues yo te odio—, me quedé atónito ante las palabras que salieron de su boca.

Una vez escuché a Yasser decir que el odio era "el amor enojado"; en ese momento reí y dije que eso era una reverenda estupidez. Ahora era diferente. Esas palabras y lo que veía en sus ojos iban más allá de un simple enojo. Yo había decepcionado y traicionado la confianza de alguien en quien descubrí el amor. La chispa de sus orbes avellana era otra, no se había apagado sino que su intensidad era distinta y ya no había amor ni comprensión en ella.

—Te odio— repitió, como queriendo que me entrara de una vez en la cabeza, y así fue. Lo solté y di un par de pasos hacia atrás.

Él cerró la puerta en mis narices y entonces mederrumbé. 

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