Capítulo 12.

Jackson.

—Entraremos por el lado sur del castillo— indiqué al momento que ponía los planos sobre la mesa; todos estaban reunidos, excepto Rhin y Hemir, por ser los más jóvenes prefería mantenerlos al margen de situaciones como estas; Milo sí estaba con nosotros, pero durante nuestra ausencia se quedaría a vigilar a aquellos dos.

—No creo que sea prudente— intervino Carlo, —hay muchas patrullas por ese rumbo—; él iba constantemente a Ahura, era nuestro espía y siempre nos mantenía informados de los movimientos de las tropas de Kenhan.

—Entonces por el ala este, ¿les parece?—, Carlo miró a los soldados a su cargo y estos asintieron.

—Sí, está bien— contestó.

—Entonces no hay tiempo que perder; nos dividiremos como siempre; Caleb— me dirigí a él, —tu vendrás conmigo—; contestó con un movimiento afirmativo con la cabeza.

Tomé un par de armas y me coloqué los intercomunicadores, él me imitó, y un par de minutos luego ya estábamos en los vehículos, listos para ir hasta el castillo, en Ahura.

Elián.

Me arrastré para tratar de alejarme ya que ese extraño ser me golpeó repetidas veces en los muslos impidiendo que me pusiera de pie.

—¡Espera!— gritó Rhin justo cuando intenté defenderme dando una patada; —lo lastimarás—, dijo al momento que se acuclillaba junto al animal.

—Calma, calma.— susurró mientras acariciaba su cabeza.

—¿Qué estás haciendo?— cuestioné.

—Ese Boksunniano feo te asustó, ¿verdad?— me ignoró y siguió su charla con ese monstruo, —¿me extrañaste?— le sonrió mientras seguía acariciándolo.

—¿Le estás hablando a esa cosa?— me incorporé.

—No es una cosa, es un kitam— me miró y frunció el ceño.

—¿Un qué?— para ese entonces ya me encontraba de pie y me dispuse a sacudir la parte trasera de mi pantalón.

—Ya, olvídalo— exclamó desviando la mirada nuevamente hacia el bicho raro, luego le dio un par de palmadas suaves en el lomo y este se fue como si nada hubiera ocurrido, —si lo tratas con cariño no te hará daño— explicó y se incorporó, —si desde el inicio no lo hubieras asustado y no hubieras sido tan agresivo, quizá no...— de repente guardó silencio y se aproximó a mí, —¿te duele?— bajó su mirada hacia mi muslo derecho.

—¿Eh?— no comprendí, hasta que noté la mancha de sangre y la tela rasgada de mi pantalón; —no— continué, —ni siquiera lo había nota... ¡Ey!— me quejé cuando tocó de manera descuidada la herida.

—Sí, si te duele; y no te quieras hacer el fuerte conmigo Elián— movió el dedo índice para señalar mi rostro, entonces me encontré nuevamente con su mirada, ahora más cerca que antes y permanecí estático por unos instantes.

—Iremos al lago, tenemos que limpiarte— sonrió, esta vez pude ver como sus ojos se cerraban con ese gesto, tanto que parecían ahora dos pequeñas líneas bajo sus cejas, era simplemente único; —vamos— indicó sacándome del trance.

Caleb.

Por el acceso oculto salimos de Bandal y ya en la superficie nos dirigimos a Ahura; según los informes de Carlo estos días Kenhan no se encontraba en el palacio y había un lado del mismo menos vigilado, confiando en eso partimos.

Los vehículos recorrieron una gran distancia por el árido desierto y cuando llegamos a la caseta de revisión de la entrada Dacio dijo que llevaba cargamento y esclavos así que los soldados sólo echaron un vistazo rápido y nos dejaron entrar.

Una vez en la ciudad, nos dirigimos directamente al palacio, lo rodeamos y aparcamos.

—Por aquí— indicó Jackson y nos colamos por una vieja y al parecer abandonada puerta.

Los pasillos, o mejor dicho túneles estaba húmedos y algunas ratas paseaban por ellos, las paredes eran de ladrillos y la única iluminación eran las antorchas que llevábamos.

Empezamos a escuchar voces y murmullos, entonces Carlo indicó algo con un movimiento de manos y todos los que llevaban antorchas las apagaron, ahora sólo nos guiaríamos por los auriculares y nuestro instinto.

Pegamos nuestras espaldas a la pared en espera de que los murmullos cesaran, pero en vez de eso, se hicieron más notorios; era un grupo de soldados que cruzaba por allí, de repente sentí que alguien tomaba mi mano y me guiaba tras una columna, agudicé mi vista y noté que era Jackson, la patrulla pasó muy cerca de nosotros, casi tuvimos que contener el aliento para no ser notados, pero una vez que los soldados desaparecieron, mi mano fue soltada y seguimos nuestro camino.

—Joven Jackson— tras avanzar unos metros más escuchamos una voz femenina, —por aquí—; el líder de los rebeldes, al igual que los demás, no dudó en seguir esa instrucción.

Nos adentramos por un pasadizo secreto y llegamos a un lugar donde habían grandes calderos y fogones, al igual que los obsoletos utensilios de madera, eso llamó mi atención, estábamos en una cocina.

—Pueden llevarse esos sacos y barriles— era la misma voz que nos había indicado el camino, pertenecía a una chica de cabello largo y rubio, con un peculiar lunar cerca del labio inferior, tenía un vestido gastado y un delantal, no cabía duda de que era una de las cocineras del palacio.

—Gracias, Nicole— contestó Jackson.

—A ti... — ella me miró, —no te había visto antes.

—Es que yo... yo acabo de unirme a la causa— expliqué.

—¡Rápido! No tardará en pasar la patrulla otra vez— dijo Dacio, los demás ya tenían sobre sus espaldas el cargamento que Nicole había señalado.

—Haremos que esto parezca un ataque— exclamó Jackson; —gracias— le sonrió a la chica.

—No es nada, su alteza— hizo una reverencia; entonces Carlo volteó una mesa haciendo caer todas las ollas y utensilios.

—Salgamos de aquí— nuevamente Jackson tomó mi mano para salir del lugar; entonces escuché los gritos de las cocineras.

La estrategia fue simple, la rebelión tenía a sus infiltrados, en este caso, Nicole y las demás que se hallaban en la cocina; la idea era fingir un ataque y un robo, de esa manera ellas no serían castigadas y los Ttalgianís seguían teniendo alimentos.

Rhin.

Usualmente me dirigía al él como "maldito Boksunniano", pero creí que esta vez no era conveniente hacer eso, ya que a pesar de haber sido algo rudo con ese animal Elián había sido herido.

—Iremos al lago, tenemos que limpiarte— le sonreí, —vamos— indiqué.

Asintió con la cabeza de manera torpe y comenzamos a caminar.

—Los colmillos del kitam son de los más filosos que hay— intenté hacer más amena la caminata, —no me sorprende que no lo hayas sentido.

—¿Hace cuanto tiempo que conoces este lugar?— preguntó ignorando me explicación previa.

—No lo sé, he perdido la cuenta, tal vez unos cuatro eclipses, no había pasado mucho desde que escapamos de Ahura.

—¿Escaparon? Pensé que dijiste que fueron invadidos.

—Escapamos porque fuimos invadidos, ¿qué no prestas atención?, ¿cuánto tiempo llevas aquí y aún no comprendes?

—No soy de las personas que andan inmiscuyéndose en lo que no le importa— se defendió.

—La situación es más que obvia, como si no lo notaras— aparté una gran hoja de mi camino, habíamos llegado a un lugar donde la vegetación era un poco más espesa, cerca del lago.

—Mi habilidad para las relaciones sociales es casi nula, por si no lo habías notado—; ante lo que dijo detuve mi paso en seco y voltee a verlo.

—¿Qué?— se mostró indignado, —¿que no prestas atención? es más que obvio— repitió mis palabras, yo no pude más que estallar a carcajadas, incluso tuve que abrazar mi estómago.

—¿Que es tan gracioso?— cuestionó.

—Tú— respondí con la respiración entrecortada a causa de mi ataque de risa, —tú eres gracioso y tonto.

Nada más noté como rodó los ojos y luego comenzó a sacudir algo a su alrededor, entonces recordé su herida, la sangre ya estaba algo seca y eso atraía a algunos insectos del lugar, por eso era importante limpiarla, si esperábamos más tiempo podríamos ser atacados por enjambres.

Quité de mi rostro algunas lágrimas que había salido y seguimos nuestro camino unos cuantos metros hasta que llegamos a la orilla, era un lugar despejado, sólo había pasto y una que otra roca.

Me quité la mochila y de ella saqué las cosas que siempre traía conmigo cuando iba a ese jardín secreto.

Sumergí una toalla pequeña en las cristalinas aguas y luego regresé hasta donde estaba Elián, quien se encontraba mirando la cascada que teníamos como fondo.

—Siéntate— le dije y él me obedeció sin cuestionar, yo hice los mismo junto a él, sobre el césped.

—La sangre seca atraerá a los insectos, por eso debemos limpiar esto pronto— expliqué al momento que comenzaba a frotar suavemente la herida, —sería algo realmente incómodo que los bichos nos estuvieran siguiendo—, sentía su mirada sobre mí, estaba atento a todos mis movimientos y eso por alguna razón me puso nervioso, por ello para romper esa atmósfera presioné la herida, él se quejó y se removió.

—Perdón— me disculpé, —si no fueras tan...

—Si no fuera tan agresivo esto no hubiera sucedido, lo sé— repitió nuevamente mis palabras, —pero ten cuidado, eres pésimo curando heridas.

—No suelo hacer esto, así que no te quejes, hago lo mejor que puedo— me levanté y me dirigí otra vez al lago para lavar la toalla.

—¿Por qué es tan importante eso?— señaló mi mochila, la cual había dejado a un lado de una roca, se encontraba abierta y dejaba al descubierto mi cuaderno.

—Porque... no es importante— no quise darle explicaciones.

—¿Ah no?— tras decir aquello se puso de pie en un sólo movimiento y tomó mis pertenencias, —entonces puedo...

—¡No!— intenté acercarme pero me esquivó, —¡dame eso!— esta vez sí pude arrebatárselo a la primera, luego le di la espalda.

—Vamos Rhin, ¿qué tienes?— preguntó de manera un poco más seria.

Vacilé unos segundos, pero al final le contesté, —no tengo nada, es sólo que... — exhalé algo molesto y di media vuelta para enfrentarlo, pero no contaba con que él estuviera tan cerca de mí así que inevitablemente choqué contra su torso y terminamos en la misma posición que en la carreta, él debajo de mí y yo con las manos sobre su pecho.

Algo similar a una descarga eléctrica recorrió toda mi piel haciendo que me erizara, y aquello empeoró cuando sentí sus grandes manos posarse en mi cintura, fue entonces que vi un brillo especial en sus ojos.

Esto era extraño, parecía que era una persona totalmente diferente, sus ojos oscuros eran como dos enormes ventanas hacia su alma, poseía un espíritu competitivo, lleno de vida, valiente y protector, características que ni él mismo había advertido puesto que no las había explotado como se debería, y sus gruesas cejas le daban más fuerza a su mirada pero sin llegar a ser agresivo como él mismo quería aparentar.

—Tu... tu herida— musité, —te harás daño— me incorporé restándole importancia a esa incómoda situación.

—No, eso no es nada para alguien como yo— y allí estaba, pretendiendo ser extremadamente fuerte; ignoré lo que dijo y entonces me senté sobre el césped y recogí mis piernas para acomodarme mejor.

—En este cuaderno— expliqué, —tengo los dibujos y notas de las cosas que he vivido y aprendido desde que tengo memoria, es como mi diario; es muy personal— lo abracé contra mi pecho; él me observó pero no contestó.

—Suelo hacer bocetos y dibujos de las cosas que me gustan, así como eso— señalé un gran ave multicolor posada en un árbol, cruzando el lago.

Emocionado saqué un par de lápices de mi mochila, abrí mi cuaderno y me dispuse a hacer algunos trazos; no siempre podía ver de cerca a un ave arcoíris.

Elián.

Después de haber dicho aquello comprendí la valor de ese viejo cuaderno; tras una invasión y saqueo a su planeta aquellas notas eran lo único que le quedaba como recuerdo de su pasado.

Pude notar el empeño que le ponía a sus dibujos, habían pasado algunos minutos y yo seguía observándolo embelesado, tanto que logré identificar cada uno de sus gestos; fruncía el ceño cuando un trazo no quedaba como él quería, inflaba sus mejillas en el momento que se trataba de detalles minuciosos y se mordía el labio cada vez que usaba el dedo anular para difuminar el grafito en el papel.

De repente, sus labios se curvaron y sonrió satisfecho, —listo, ya quedó— anunció feliz, inconscientemente imité su gesto.

—¿Puedo verlo?— le pedí pero él me miró receloso, y no lo culpaba, la verdad ni yo mismo creía que me interesara aquello; en otro momento de mi vida seguramente lo hubiera criticado y humillado por tan estúpido pasatiempo.

—Supongo que sí— contestó girando el cuaderno para dejar que lo viera; quedé impresionado, parecía una fotografía, como las que habían en el palacio de Boksunga, el salón principal estaba lleno de ellas y justo así de real lucía esta imagen.

—Wow, es impresionante— es seguida dije lo que pensé.

—¿Tú crees?

—Por supuesto, no es común ver un dibujo tan preciso y detallado.

Se quedó pensativo observándolo, —tienes razón, es magnífico.

—Vaya, sí que eres modesto— dije con ironía; él me miró y luego estalló a carcajadas, yo no pude evitar hacer lo mismo.

Jackson.

La misión había sido un éxito; a pesar de tener a nuestros contactos dentro del palacio debíamos tomar nuestras precauciones, nunca estábamos exentos de algún contratiempo o de algún ataque.

Solté la mano de Caleb cuando logramos salir del palacio, para ese entonces, ya sonaban las alarmas dentro del edificio.

Subimos al vehículo y acomodamos los sacos y barriles en la parte de abajo del área de carga, no tardamos más de tres minutos, ya teníamos práctica en ello.

En nuestro camino de regreso, habiendo salido de Ahura, muy cerca de la entrada a Bandal, mi radio captó una señal; era Milo.

—Aquí Jackson— contesté.

—No encontramos al joven Rhin por ningún lugar.

—¿Y Hemir? ¿No está con él?

—Negativo, ya recorrimos todo Bandal y Rhin es el único Ttalgianí que no se ha reportado.

"Ese niño me va a escuchar"; pensé alestrujar el aparato con mi diestra; ya se las vería conmigo cuando loencontrara.    

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