C i n c o

Pasaron varias semanas, Edward poco a poco logró acercarse más a Galaxia, logró entenderla un poco más. 

Una noche ella lo invitó a su casa al anochecer, subieron al techo. Finalmente Galaxia podía admirar el cielo nocturno, las hermosas estrellas, con alguien más. 

— Ya veo porque te fascinan tanto las estrellas — dijo Edward.

— Son hermosas ¿no es así? Es lo único que el mundo no ha arruinado completamente.

— ¿Por qué piensas que las estrellas te dicen cosas? 

— Siempre he crecido con esa idea. 

— Bueno, ya tienes 15 años ¿no? Ya no estamos para cuentos de niños.

— Me he aferrado a esa idea, a ese cuento que me contaban mis padres antes de irme a dormir porque así puedo recordar cuando les importaba. 

— ¿Estás diciendo que ya no les importas? 

— Exactamente, ya no les importo. Les comenzó a importar más el dinero y el trabajo, en el bebé que mi madre perdió, y se olvidaron de mi por completo.

— Lamento mucho escuchar eso, pero déjame decirte que a mí si me importas — Galaxia lo miró a los ojos, y por un momento pareció haber visto las mismísimas estrellas en los ojos de Edward. Volvió a mirar el cielo, y entonces una estrella brilló.


Capítulo editado


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