Capítulo 6



(30 de julio de 2017, Virginia)

Mi primer trabajo no está nada mal. Lo único que debo hacer es quedarme detrás de esta mesa y proveerles a las personas sus bebidas. En ocasiones, cuando veo que ya han terminado sus bebidas voy y les ofrezco mas.  En ocasiones Camila, la señora que me ofreció el puesto, me pide ayuda para repartir aperitivos. 

La música Pop retumba por todo el lugar y algunas chicas al parecer de mi edad, me sonríen y me piden refrescos y jugo. Los sirvo y se los entrego. El ambiente es demasiado familiar para mi gusto. Todos ríen, bailan y hacen juegos para ganarse premios. En una ocasión una canción reconocida se escuchó por los altavoces y todos se levantaron a bailar. Fue gracioso ver como los padres de familia intentaban seguir el ritmo y la coreografía y sus propios hijos se burlaban de estos.

No sé qué hora es pero la tarde ha caído y la gente está comenzando a irse. Estoy demasiado ocupada colocando la basura en bolsas plásticas cuando alguien carraspea y levanto la mirada. Es un chico con cabello castaño oscuro y una sonrisa deslumbrante.

—Hola, ¿estás en esta fiesta?

—Bueno, estoy aquí así que supongo que sí. —Digo, haciéndole un nudo a la bolsa de plástico. Y luego, acomodándolo cerca del bote de basura.

—Lo siento me expresé mal, me refiero a que si eres invitada. —Lo observo. Nunca lo he visto. Parece un chico normal que solo intenta conversar, pero para ser sincera no estoy interesada en lo mas mínimo. Sin embargo, evito ser grosera solo porque no lo conozco y no quiero ser despedida el primer día.

—No, solo estoy ayudando a Camila, —respondo—. Me ofreció el trabajo esta mañana.

—Oh, yo acabo de llegar.

—Que bien, —paso por su lado y parece no querer rendirse porque me persigue cuando me introduzco dentro de la cocina y descarto las bandejas vacías. Siento su presencia detrás de mi así que volteo y lo miro con una ceja alzada—. ¿Necesitas algo?

—No, —se interrumpe— bueno sí, es que nunca te había visto y decidí acercarme a conocerte. Creo que te gustará lo que tengo para ofrecer.

Muy mal jugado amigo. Así no conseguirás chicas.

Lo observo de pies a cabeza evaluándolo, no es tan apuesto pero supongo que tiene lo suyo —. No me malentiendas, —digo luego de unos minutos— pero esa no es la manera correcta de acercarte a una chica y mucho menos si intentas algo con ella. Pareces un acosador. —Sonríe ampliamente, cuando termino de hablar —. Aparte, no me sigas, estoy intentando trabajar.

Perfecto Gabriela, ahora el chico se echará a llorar justo aquí mismo y te echarán por no poder mantener tus pensamientos para ti misma.

—No estoy así como interesado en ti, sino en...no sé. Verás yo tengo mi propio negocio.

Comienza a decir rascándose el cuello. ¿Vende drogas?

—¿Sí?

—Sí, hago batidos y preparo pasteles, cupcakes y otras recetas. Me preguntaba si estabas interesada en comprar algo de lo que preparo. No lo sé, ¿alguna fiesta de un familiar tal vez? Es que necesito el dinero porque en tres días comienzan las clases y aun no tengo lápices para el nuevo año académico. — Explica y no puedo evitar sentir compasión por él—. Soy muy bueno lo prometo. —Coloca un brazo encima de la barra y señala una bandeja—. Los aperitivos los preparé yo mismo.

—Vaya, eso es impresionante, para ser un chico bastante joven.

—Lo se, —estira su mano en mi dirección—. Soy Dano Alejandro, pero solo dime Dano. Siempre pienso en Lady Gaga siempre que alguien me dice Alejandro.

No tengo dinero Dano, puedo escuchar a Gabriel en mi cerebro.

Sin ser consiente suelto una carcajada que nos sorprende a los dos. Es decir, ¿de verdad estoy riendo como una demente por una idiotez?

El chico me observa confundido, pero luego se ríe conmigo.

—¿De qué nos reímos? —pregunta luego de cercar sus lágrimas.

—Nada, solo que me recordaste algo.

—Espero que sea algo bueno.

—¿Conoces a Gabriel Serrano?

Suelta un bufido.

—Por supuesto, aun me debe dinero. Hace una semana preparé algunas galletas y él las comió como si fueran para él. Era de un maldito pedido y tuve que hacerlas nuevamente, el dinero que gaste en huevos y harina nunca lo devolvió. —Se cruza de brazos molesto y mi boca forma una sonrisa—. ¿Lo conoces?

—Es mi hermano.

—¿Hermano?

—Sí

—¿Gabe?

—Sí

Levanta ambas cejas, —vaya, creí que Paul mentía sobre ti.

—¿Quién? —pregunto aturdida, nunca he escuchado ese nombre. Y, ¿Por qué tendría que estar hablando de mi un chico que ni siquiera conozco?

—Gabriela, hay que recoger la basura que hay en el área de la piscina. —Camila interrumpe nuestra charla—. Danito, hola cariño. ¿Viniste por mí?

—Seguro que sí abuela, —le da un beso en la mejilla y se voltea en mi dirección—. Me alegra conocerte por fin.

—Lo mismo.—Digo sin estar muy segura de eso último. La verdad es que no quiero tener ninguna relación amistosa con ningún amigo de mi hermano. Para ser más específica no quiero tener nada que ver con nadie. Así que fingiendo mi última sonrisa me despido y procedo a limpiar junto a Camila.

Varios minutos más tarde terminamos de limpiar todo y ella me agradece con un abrazo y entregándome mi parte acordada. Me pide el número de teléfono y me promete que me llamara si aparece otro trabajo igual. Sonrío agradecida por la oportunidad y camino de vuelta hasta mi casa, pero me detengo. Como ya ha caído la noche solo se pueden observar los coches, los alumbrados y las luces de las casas. En la cancha sentado en una esquina, hay un chico leyendo algo en su móvil. De repente, una persona pasa por mi lado y disimulo estar buscando algo en mi bolso. Ladeo el rostro un poco y la persona se le acerca y le entrega un billete de veinte. El chico le entrega un sobre pequeño, con unas pastillas dentro.

—¿Necesitas que te lleve a tu casa? —me sobresalto y observo a Camila junto a Dano.

—Estoy bien, vivo allí— señalo el fondo de la carretera.

—Esta bien, te llamaré pronto. Adios Gabriela, suerte. —Rodea el auto y la pierdo de vista.

—Gracia, adiós Dano. —Levanta la mano y la agita.

—Dile a tu hermano que es un imbécil.

—Lo hare.

Cuando ambos se marchan, me volteo en dirección a la cancha donde esta aquel chico. El desconocido se ha ido y prácticamente estamos solos.

—No deberías estar aquí. —Su voz ronca hace que me estremezca, pero no me asusto. —¿Se te perdió el camino a casa?

Me acerco un poco más, arrepintiéndome por completo. ¿Qué estoy haciendo? Doy media vuelta lista para irme pero entonces, todos esos pensamientos que me hacen tanto daño me atraviesan como balas y giro sobre mis talones.

—Quiero eso que estas vendiendo.

—¿Cómo sabes que vendo algo? —se levanta de suelo luciendo confundido.

—Tal vez deberías tener un poco mas de cuidado, te vi.

—Tu no me tienes que decir cómo debo hacer las cosas niña estúpida. —Suelto un suspiro y saco un billete de veinte.

—Quiero un sobre, no me importa lo que tenga dentro. Solo dámelo, necesito sacarme la mierda que tengo en mi cabeza. —El chico luce feliz por mi comentario, porque saca una cartera pequeña y rebusca algo dentro y saca un una bolsita ziploc pequeña con dos pastillas color blanca.

—Diez por cada una. —Estira la mano abriendo la palma y le entrego el dinero. Él hace lo mismo. —No me entra en la cabeza que una chica tan bonita quiera hacerse mierda con esto. —Levanto una ceja.

—A mi no me cabe en la cabeza que luciendo tan joven te quieras destrozar el futuro vendiendo esta mierda, —levanto la bolsita—. Y arriesgarte que la policía te encierre en una cárcel.

—No soy tan joven, solo tengo veinte. —Guarda el dinero dentro de su bolsillo y coloca ambas manos en sus bolsillos—. Y respondiendo a eso, la gente hace lo que tiene que hacer para sobrevivir en esta ciudad. —Me observa encogiéndose de hombros—. Mejor no nos juzguemos.

—Tu empezaste. —Ruedo los ojos guardando el sobre en mi bolsillo.

—Solo porque me caes bien, te daré mi número. No voy a decirte que ni siquiera intentes consumir esta mierda porque de eso vivo, así que, si quieres más, llama y te diré donde encontrarme.

Guardo su número como ÉL. Salgo de allí y hago mi recorrido hasta la casa. Creo que son las diez de la noche o un poco más.

Cuando llego a la puerta intento abrirla y para mi sorpresa esta abierta. Entro y escucho a dos chicos hablando en la cocina, me acerco un poco. La puerta esta entreabierta. Un chico con cabello castaño oscuro me da la espalda, y Gabriel se encuentra al otro lado de la isla con ambos codos apoyados de esta y su cabeza inclinada. El chico desconocido lleva el vaso hasta su boca, los músculos de su brazo tensándose en el proceso. Lleva una camiseta y unos pantalones cortos para hacer deporte. Mi hermano tiene una banda alrededor de su cabeza y lleva una camisa que pone: "Si eres fiel levanta una mano". El chico murmura algo que puedo entender bien.

— Cálmate Gabriel, pareces su padre.

—Ella no se manda, —levanta la cabeza para mirar al chico pero se da cuenta de mi presencia. —¡Ahí estas, ven aquí señorita! —entro en pánico y subo corriendo las escaleras. Siento sus pasos detrás de mí—. Gabriela Serrano, detente. — Exige. Entro a mi habitación y cierro la puerta con seguro. No voy a hablar con él.

Toca la puerta.

—Déjame en paz.

—Gabriela, estaba preocupado, no estabas en tu habitación, no tenía tu número, entiende.

—Vete.

—Lo siento, ¿sí? Solo...solo lo siento. Me preocupo demasiado.

—Pues deja de hacerlo y ahórrate la molestia. —No escucho nada mas así que me relajo, busco algo de ropa y abro la puerta lentamente para asegurarme que mi hermano ya se fue. Salgo de la habitación con pasos sigilosos y dentro de su habitación escucho voces. Nuestras puertas están una al lado de la otra, mi habitación queda en el lado izquierdo y la habitación de mi hermano en el lado derecho.

—Debes darle tiempo, —dice una voz—. Tuvo una situación difícil, aún no está preparada.

¿Quién es ese chico?

—¿Y cuándo lo estará Paul? —silencio—¿Cuándo volverá a ser mi hermana?

¿Paul? ¿Ese es el chico que habló de mí?

—No lo sé amigo, no lo sé.

Sacudo mi rostro y me dirijo hasta el baño, definitivamente tengo que hacer algo. No quiero que Gabriel malinterprete las cosas y crea que volveremos a ser como antes.

No quiero que eso pase. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top