Capítulo 15
Había comenzado a creer que el tiempo se encargaría de borrar todo lo que había pasado en mi antigua ciudad. Sin embargo, me había dado cuenta de que eso no iba a pasar. Que por muy oculto que lo tuviese o por más que intentara alejarlo de mí, eso quedaba ahí. En mi pecho. Como una maldita semilla, obligándome a sentir otra vez. Y no. Eso era lo menos que quería.
No quería sentir otra cosa que no fuera dolor.
No quería sentir otra cosa que no fuera culpa y arrepentimiento.
No quería sentir otra cosa que no fuera soledad.
No quería sentir otra cosa que no fuera desolación.
Y eso se estaba yendo por el caño.
Estaba empezando a sentir empatía por mi hermano.
Estaba empezando a sentir amor fraternal por Dano.
Estaba empezando a sentir algo, que no sabía todavía que era por Paul, algo que se supone que estuviera bloqueado en mi sistema. Y eso me aterraba.
Me aterraba tanto la idea de volver a sentir algo por alguien que, por un segundo, dude. Dudé mucho de lo que estuve a punto de hacer, hasta que lo hice y me arrepentí...
No había hablado mucho con Gabriel durante el camino. El ambiente era incómodo, habíamos tenido una pequeña charla sobre eso que había ocurrido ayer. Para él era como un avance y para mi había sido un horrible error. No podía creer que estuve a punto de bajar todos mi muros y dejar entrar a mi hermano en mi vida. No quería hacerlo. Hacerlo suponía dejarlo conocer mi historia, mis miedos y no era algo por el que me sentía ansiosa por compartir, al contrario. Estaba mas que cerrada, peor que una almeja. No quería dejar que nadie se metiera en mi vida y mucho menos me conociera.
En cuanto llegamos a la escuela, mi hermano simplemente carraspeo y dijo: —Estaré en el aula.
Me quedé en un trance a medida que se alejaba y solo pude responder con un asentimiento mientras lo veía caminar hasta el final del pasillo.
—Claro, —dije en cuanto su cuerpo desapareció.
Me dispuse a caminar hasta mi casillero y guardar los libros que no utilizaría hoy. Sin embargo...
—¿Ahora hablas sola?
Gruño frustrada porque claro, no podía faltar el guapo de la clase. Todo él me hartaba. Era egocéntrico, se creía el chulito de la clase, veía a todos con superioridad, creía que todo debía hacer lo que él dijera y creía que bajaba bragas con tan solo decir cualquier estúpido comentario. Era el típico chico de las películas. No podía, me daba nauseas imaginar que un chico así estaba interesado en mí.
—Cierra la boca, —pase por su lado olímpicamente, ignorando todo su fornido y trabajado cuerpo. Incluso, ignore el hecho de que tenia su cabello bien peinado y usaba una chaqueta de cuero azul.
—Veo que me extrañaste, —suelta una risa, sé que me persigue y eso me molesta.
—¿Por qué no puedes irte por ahí y acosar a otra chica? —gruño llegando a mi casillero. Se recuesta en el próximo casillero y se rasca la barbilla mientras responde.
—Por qué no quiero—dice repasándome con la mirada, —hoy te vez bien, no me decepcionas Gabriela.
—No pretendo impresionarte.
—Pero lo haces, ni siquiera te esfuerzas en verte bien. Solo lo eres y ya.
Respiro profundamente porque sé que si respondo tengo todas las de perder, este chico no va a callarse y no tengo la suficiente energía para discutir con él.
—¡Brad! —un chico lo llama desde el otro lado del pasillo y miro sobre su hombro.
—Deberías irte. —Digo cerrando mi casillero y buscando con la mirada a Paul, ni siquiera sé porque lo hago. Es mas que obvio que no va a hablarme.
—No quiero. —Ladea el rostro, —¿Qué harás este fin de semana?
No respondo.
—¡Brad! —vuelve a gritar el mismo chico—. ¡Mueve tu trasero! —Juro que me sorprende lo próximo que hace. Realmente no había visto esa expresión en el chico egocéntrico que siempre sonríe y se cree superior. En cuanto el chico vuelve a gritar, Brad se tensa y su rostro adopta una expresión de molestia, ni siquiera recuerdo que alguna vez desde que lo conozco haya fruncido el ceño ni soltar un suspiro de frustración. Ni siquiera hace uno de sus típicos comentarios, simplemente se da la vuelta y camina lentamente hasta ese chico. En cuanto se acerca, lo agarra por la camisa y lo sacude con brusquedad. Eso realmente me sorprende. Sacudo el rostro intentando dejar de verlo y me dirijo hasta la primera clase.
Nunca había sentido tanto miedo en mi vida.
Es decir, me había pasado por la cabeza ofrecerle una disculpa a Paul. Sé que lo que hizo estuvo mal, eso de intentar obligarme a besarlo o una estúpida amenaza fue demasiado, pero admito que me pase, yo no tenía que golpearlo en sus partes anatómicas solo por poner un punto.
Lo primero que veo es su cuerpo, está sentado en el suelo, con una pierna estirada y la otra flexionada, sus espalada recostada de la pared, lleva una chaqueta roja. Tiene unos audífonos y en su mano esta su móvil. Mientras me acerco en mi mente se comienza a producir diferentes escenas con finales alternativos, en la primera imagino que él es quien me pide disculpas y yo acepto y luego seguimos como si nada hubiera pasado. En la segunda, imagino que me disculpo y él acepta y me pide que seamos amigos. En la tercera, imagino que ambos no nos hablamos y ahí queda todo.
En cuanto me acerco, mi estomago se revuelve, realmente tengo terror, jamás había considerado disculparme con una persona que prácticamente me sobornó para que lo besara. Me detengo frente a él y espero que levante el rostro.
Carraspeo.
No me mira.
Toso.
Tampoco me mira.
Lo último que hago es tocar su rodilla con mi zapato. En cuanto se da cuenta de mi presencia levanta el rostro y uno ojos oscuros cargado de aborrecimiento me observan desde abajo. Me estremezco y abro la boca para hacer un intento fallido de pedirle disculpas, pero no. Todo se tenía que complicar.
Realmente lo intento.
—Lo siento, —digo rápidamente. No obstante, se impulsa para levantarse y pasa de mi como si yo no estuviera frente a él. Lo sigo con la mirada hasta que desaparece por el pasillo.
Una pequeña punzada me hace fruncir el ceño. Realmente se siente fatal ser rechazado.
(...)
—Lo digo en serio, eran como diez contra uno—dijo Matthew el amigo de mi hermano. Estábamos en una de las mesas de la cafetería desayunando. Ya era viernes y como podrás darte cuenta, Paul no me había hablado desde el miércoles. Estaba enojado conmigo, ya lo pillo, pero ¿seguirá molesto conmigo la semana que viene? Paul no tiene pinta de ser rencoroso. Sin embargo, ¿por qué mierda estoy pensando en él?
Alex, Cameron, Gabriel y Dano, estaban desayunando y el único amigo que me faltaba por conocer estaba hablándome sobre el viaje que había tenido en Jamaica. Inmediatamente nos caímos bien. Mathew es un chico carismático, alegre pero cuando la conversación se torna seria, él también lo hace. Me contó que había tenido una novia que era un poco violenta en la cama (información innecesaria si me preguntas), también me habló de que tiene una hermana en otro instituto. Ella es menor que nosotros por un año. No recuerdo si había dicho, Anna o Hanna o algo así.
Si me preguntas por qué razón estoy sentada en la misma mesa que mi hermano, hablando con sus amigos como si fueran los míos, jamás lo creerías. Gabriel y yo habíamos hecho un trato el pasado miércoles en la noche. Iríamos poco a poco. Él tenía que respetar que yo no quisiera estar hablando sobre mí todo el tiempo y yo tenía que respetar que él quisiera estar junto a mí por lo que quedaba de año. Estos días habían sido geniales. Los silencios incómodos habían desaparecido, pero aun quedaba ese sentimiento de culpa como si estar acercándome a mi hermano fuera un pecado. No lo sé quizás mi mente sigue jugando conmigo y me hace sentir culpable por estar ocultándole la discusión que tuve con mi padre antes de que muriera.
En fin, Gabriel, comenzaba a caerme bien, es decir, era irritable y apestaba, pero era mi hermano. Podía lidiar con ello.
—No quisiera estar en una pelea así, —digo removiendo mi comida. No he probado bocado.
—Te lo digo, yo no vuelvo. Ni siquiera entiendo por qué razón comenzaron a pelear. Estábamos en un puesto de comida rápida y de repente, todos comienzan a golpearse. Era como ver una pelea de perros.
—Wow, pensé que Jamaica era un sitio tranquilo, —responde Alex, el cual tiene una mano bajo su mentón. Se ve un poco distraído. Dice aquello mirando hacia una de las mesas que quedan al fondo donde hay una chica y un chico muy pegados secreteando quien sabe qué.
—Sabes, también lo creí, pero ya sabes, cosas así pasan en cualquier país—dice Matthew mientras muerde una pera.
—Yo una vez fui a un supermercado y la chica del mostrador discutía por teléfono, mientras me atendía. —Comienza a decir Dano, —mientras me daba el cambio, soltó un grito de guerra y tiro el móvil al suelo. Fue épico, el móvil se rompió en cuatro pedazos y en ese momento llegó el gerente y la obligó a salir de allí. ¿Saben que fue lo mejor de todo aquello? —todos negamos—. El cambio que me había dado incluía dos billetes de cincuenta y los diez dólares que le había dado para pagar los moldes de biscocho.
—¿Te robaste ciento diez dólares? —pregunta mi hermano totalmente desconcertado.
—No lo veas así, imagina que fue una señal para comprar otros siete moldes e ingredientes para hacer cupcakes. —Alex deja de mirar hacia la mesa del fondo y se golpea la frente.
—Este loco no aprende.
Los chicos continúan hablando sobre cosas que no me interesan y me pongo a pensar en cómo Gabriel y Brad se evitan. Me he dado cuenta de que Gabriel odia a Brad. Tengo la ligera sospecha de que algo muy grave ocurrió entre ellos, me pregunto que habrá sido. Incluso, me he dado cuenta de que Paul y Brad a pesar de hablarse en clase lo hacen con un aire de incomodidad. Rayos, me pregunto por qué mierda me da tanta curiosidad.
El timbre suena de repente y me levanto del asiento y me acerco a Matthew. Tengo que hacerlo, si quiero salir de duda y de eliminar todas las teorías que tengo en mi cabeza, tengo que preguntar. Los chicos se despiden y se marchan a sus respectivos salones.
—Oye, Matthew. —Deja de ver su móvil y me observa—. ¿Tú sabes qué pasó con Paul, Gabriel y Brad?
Levanta una ceja y guarda su móvil—. ¿Qué te hace pensar que algo ocurrió?
Me encojo de hombros. —No lo sé, lo digo porque Gabriel no puede ni siquiera mirar a Brad y este último, lo evita y es demasiado evidente cuando lo hace. —Ambos comenzamos a caminar—. Me he dado cuenta de que cuando se acerca a hablarme lo hace mirando hacia todos lados. Y con Paul, bueno...—agarro un mechón de cabello, —Paul, es a veces una buena persona, y luego es un cretino. Me he dado cuenta de que cuando está cerca de Brad, lo fastidia.
—¿Qué te hace pensar que Paul molesta a Brad?
—Porque es obvio que si alguien te fastidia vas a poner cara de culo cada vez que lo tienes cerca.
Se ríe abiertamente, y algunos voltean a vernos. Ambos nos detenemos, creo que frente a la puerta que da con su salón de clases. Suelta un suspiro y su rostro adopta el de alguien que va a dar una mala noticia.
—Mira Gabriela, entiendo que te cause curiosidad eso que crees que esta pasando, pero como te habrás dado cuenta, todos somos amigos y tenemos nuestras diferencias.
—Brad no es amigo de Gabriel, —digo como prueba.
—Ellos no, pero nosotros sí. — Y con eso se da la vuelta y me deja allí, con más dudas de las que tenía al principio.
Entonces, todos son amigos de Gabriel y Brad, pero ellos dos no lo son. Definitivamente algo ocurrió entre ellos.
¿No tienes mejores cosas en las que pensar?
No
¿Segura?
Eh, no.
Camino hasta la sala de clases, con la esperanza de encontrar a Paul afuera, pero no. De hecho, no hay nadie afuera excepto algunos estudiantes que corren como si los zombies los estuvieran persiguiendo. Entro a la sala de clases y varios rostros voltean a verme. Aun no conozco a la mayoría. La profesora me observa tipo: Es la tercera vez en la semana que llegas cinco minutos tarde a mi clase, la próxima te vas derechito a la dirección. Y yo le sonrío tipo: Tu faltas casi todo el tiempo y nadie te dice nada.
Ni siquiera puedo entender como me he adaptado tan rápido en dos semanas. Supongo que debo hacerlo si quiero sobrevivir en este instituto.
La clase comienza como de costumbre y me acomodo en mi asiento de siempre, junto a Dano, quien esta garabateando todo lo que dice la maestra.
—¿Crees que mañana vaya mucha gente a la fiesta de la comunidad? —susurra, lo imito y trato de escribir algunas cosas que están en la pizarra.
—Ni idea, tu abuela solo me dijo que trabajaría con ella.
—Por lo general no va mucha gente, recuerda que muchos trabajan y no tienen tiempo para fiestas. —Lo miro y ruedo los ojos.
—Entonces, para que preguntas—suelto un bufido muy bajo.
—Solo las conversar, esta clase me aburre. —Rasca su cuello y se recuesta en su silla en un gesto de cansancio—. Un día tendré dinero suficiente para tener mi propia cafetería.
Lo dejo fantasear por un rato y me dedico a observar la gente que hay en mi clase. Gracias al cielo, Samanta no me ha fastidiado, al contrario, pasa de mi como si no existiera, justo como lo hace Paul. Hablando de él, hoy lleva una gorra con la visera hacia atrás. Tiene una camiseta sin mangas, el cual me deja apreciar sus brazos marcado y joder...se ve caliente. Me quedo mas tiempo del permitido babeando literalmente por él hasta que un carraspeo me trae de vuelta a la realidad.
—Ni se te ocurra, —dice Dano de repente.
—¿De qué estás hablando?
Me hago la idiota y mi vista se dirige a la pizarra, la cual tiene otra información. La oración que estaba escribiendo se quedó a la mitad, maldigo en voz baja por eso.
—Con Paul no, Gabriela.
—Dano, deja de hablar como si supie—me interrumpe.
—He visto cómo lo miras, por favor Gabriela, no. No sabes como es. —Ambos volteamos a verlo.
Eso enciende mi curiosidad, si Matthew no me dijo nada tal vez Dano, suelte un poco la lengua.
—No, no lo sé. —Le doy la razón—. Pero tú me lo dirás, ¿verdad? —Se rasca la cabeza, mirándome incómodo, luego mira hasta donde creo que se encuentra la maestra, luego hacia Paul y así continua.
—Es que yo...—se queda en silencio.
—Me dirás, quién es Paul y por qué es un idiota de repente y luego una buena persona— pregunto sin poder ocultar mi desespero.
—Bueno, yo realmente no puedo hablar sobre eso—la prominente voz de la maestra interrumpe nuestra interesante conversación.
—Dano Alejandro y Gabriela Marie, ¿los estoy interrumpiendo?
Ambos nos sobresaltamos y nos sentamos derecho en los asientos.
—No —decimos al unísono.
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