Capítulo 11

Paul en multimedia.

Segunda semana, creo que he sobrevivido. En casa, las cosas siguen igual entre Carol, Gabriel y yo. La única diferencia es que ya no discutimos como en los primeros dos meses. Creo que estamos progresando y solo porque estoy agotada de tanta discusión y pelea. No me hace bien. Todos los días es como una rutina para mí, por lo menos cuando salgo de casa. Me levanto temprano, utilizo mi patineta para dirigirme hasta aquí, pero en el camino me detengo en una cafetería. En cuanto llego al instituto no tengo idea de lo que va a pasar. Intento lo más que puedo evitar al imbécil de Bradly, no sé cómo lo hace, pero logra irritarme de una manera que no puedo comprender. Se aparece de la nada, me persigue, me hostiga, me molesta y no se cansa. Siempre tiene una excusa para hablarme o sino pretende tener alguna. Me he dado cuenta de que solo me habla cuando estamos en los pasillos y cuando no hay casi nadie o mi hermano no está cerca. Es como si estuviera evitando que nos viera juntos, no lo puedo adivinar.

Cuando llego a la escuela, camino sin prisa alguna por el pasillo debido a que hoy decidí llegar temprano. No es para nada extraño porque odio estar en esa casa de gente sin alma.

Me río ante ese pensamiento, ¿a quién quiero engañar? Ellos son seres humanos no animales ni algún objeto inanimado, son personas que tienen sus propios problemas. Claro que tienen almas, la que no tiene soy yo. Es decir, cada día abro los ojos, mi cuerpo se mueve por toda la habitación automáticamente. No soy capaz de reír genuinamente, no veo la vida como otros la ven, no soy capaz de confiar nuevamente, ni siquiera soy capaz de perdonarme a mí misma por sentir lo que siento cuando me veo al espejo. Quiero que el dolor agudo que siento en mi pecho se vaya. Quiero que pare.

Me odio.

Quiero golpear a esa chica al otro lado del espejo, decirle que es el ser humano más despreciable que todavía habita en este miserable mundo.

Me detengo frente al casillero que me asignaron. Agarro mi mochila, la abro y procedo a guardar mi patineta dentro de esta, pero una voz demasiado molesta me hace soltar un bufido.

—Linda patineta. —Dice el molesto de Paul. Desde que se atrevió a tratarme como si me conociera, no hace más que molestarme, haciendo comentarios estúpidos que no son para nada graciosos. Supongo que su etapa de Señor soy amable hoy ya pasó. Ahora se comporta como un niño estúpido—. ¿De qué año es? —Al principio no entiendo su pregunta. Frunzo exageradamente mi ceño pensando en lo que acaba de decir.

Oh, él está fingiendo de que mi patineta es un auto o una moto.

Se ríe de mí.

—Solo tú, puedes ser el único estúpido que pregunta eso. — Cierro demasiado fuerte mi casillero molesta porque a veces no entiendo sus comentarios y doy media vuelta. No tengo que soportar su linda y extravagante cara. Camino por el pasillo dándome igual si me persigue o no. No hay demasiada gente a esta hora y los que están, parecen zombi, no creo que estén cien por ciento despiertos. Creo que vi una chica con la camisa al revés.

—¿Por qué eres amargada? —Pregunta con curiosidad—. Pareces mi madre cuando está en sus días. Solo soy un chico tratando de tener conversación con una linda chica.

No puedo evitar mirarlo con cierta desconfianza.

—Para empezar, eso no se le debería decir a una chica y segundo: ahórrate el cumplido, — respondo caminando de prisa.

—¿Por qué? —pregunta, enderezando su gorra—. ¿No te gustan los cumplidos?

Piensa rápido Gabriela.

—No me gustan los chicos, —respondo luego de algunos segundos. Permanezco caminando despreocupada, parece que mi confesión lo ha sorprendido porque se detiene. Doblo por una esquina y escucho el sonido de sus pisadas cuando corre en mi dirección.

—No —responde—eso es imposible. —Lo observo divertida, no puede creer lo que le he dicho. Ni siquiera yo puedo creer que le haya dicho algo así—. Es decir, mírate, tienes todas las cualidades para estar con un chico. — Se toca la barbilla—. Tienes bonito rostro...— lo observo de reojo. Mientras habla, levanta cada uno de sus dedos—. Buen perfil...buen trasero, buen cuerpo, incluso unas largas piernas que vuelven loco a todos.

Estúpido.

—Supéralo. Esas cosas pasan.

—Oh, claro que no. Tuvo que haberte pasado algo más.

—No me pasó nada, Paul.

—Ahora no voy a poder dejar de pensar en eso. No puedo creerlo.

—No es mi problema.

Me detengo frente al salón de clases. No hay nadie más y Paul al parecer ya no tiene intenciones de hablar o mas bien, de molestarme porque se va por el pasillo dejándome sola. No me molesta la verdad. Intento adelantar la asignación que por supuesto no hice ayer a pesar de que tenia todo el fin de semana libre, y me coloco los audífonos.

Creo que la única llamada que recibí fue la de mi nueva jefa y fue para avisarme que este fin de semana es la bienvenida de algunas familias y se celebrará en la piscina con los vecinos. Eso me asustó demasiado. No estaba acostumbrada a interactuar con demasiada gente desde que estaba en Virginia. Sin embargo, debía hacerlo, necesitaba el trabajo si estaba dispuesta a continuar con mi orgullo y no pedirle dinero a esa mujer llamada Carol.

Los minutos comienzan a pasar y entonces la multitud comienza a invadir los pasillos. Gabriel viene junto a un chico. El chico me sonríe de una manera tierna. Ambos se detienen frente a mí.

—Hola. Me llamo Cameron, pero puedes llamarme Cam. Tu hermano me ha hablado muy bien de ti. —Estira su mano—. Es un gusto conocerte por fin.

Tiene un gorro de lana color negro, una camisa de cuatros color roja con varias tonalidades de ese mismo color y por dentro una camiseta negra. Lleva unos jeans rasgados en la parte de los muslos y unas Convers color gris. Un chico a la moda.

—Cam—mi hermano lo regaña creo que le advirtió que no hiciera eso. El chico ni se inmuta y permanece con la mano estirada en mi dirección—. Te dije que ella no...—se interrumpe de golpe cuando estrecho mi mano con la de Cameron.

—El placer es todo mío Cam, sin embargo, no había escuchado de ti. ¿Estás en el último año? —Responde de inmediato asintiendo y Gabriel no hace más que observarnos mientras tenemos una calurosa y amistosa conversación frente a él. El chico intenta incluir a Gabriel en la conversación, pero no lo permito porque inmediatamente interrumpo a Gabriel y pregunto otras cosas. Sí lo sé, soy demasiado inmadura.

El chico se llama Cameron Collins y aspira a ser modelo. Es apuesto hay que admitirlo, pero es demasiado delgado para mi gusto. Digo, para el gusto los colores. Sin embargo, no es mi tipo. Intento con todas mis fuerzas ignorar a mi hermano y lo logro en algunos minutos.

Cuando el timbre suena anunciando el inicio de clases entro para acomodarme en uno de los asientos al final, donde me he sentado desde el primer día. Se me hace extraño que Dano no llegue, por lo tanto, paso el resto de la clase sin compañía.

Paul me lanza algunas miradas de confusión. Parece que mi confesión lo ha asombrado, confundido o traumado. No me importa, si con eso comenzará a alejarse, estoy más que dispuesta a aceptarlo. Es decir, es lo que quiero, ¿no? Que los chicos se alejen y dejen de intentar invitarme a salir. Creo que por el momento estoy bien con la idea de que sepa eso de mí, ya me encargaré para que no lo diga por ahí y eso llegue a oídos de mi hermano. Realmente no quiero que él lo sepa. Tengo que hacer algo para evitarlo.

La clase pasa demasiado rápido y cuando quiero darme cuenta ya estoy caminando hasta la próxima clase. Se me hace extraño que Brad no este, es decir, el como que siempre está molestándome y andando de entrometido. Es normal que de repente lo extrañe.

Me doy un golpe mental, ¿de verdad acabo de admitir que extraño al egocéntrico y para nada atractivo de Brad?

No, mejor olviden que admití eso. El chico realmente me saca de mis casillas, mejor así, mientras mas ausente este, mejor será para mi y mis pensamientos estúpidos acerca de él.

La hora del almuerzo llega más rápido de lo que esperé, así que aquí me encuentro caminando hacia el comedor o "cafetería" como le dicen aquí. La gente corre de un lado a otro y los que están corriendo, lo hacen en dirección a los alimentos que están sirviendo. Parecen caballos de establos. Me detengo frente a las puertas, pensando que será mejor que no me mezcle con estas personas. No hoy. Siento que mi ánimo está muy decaído y no quiero comenzar a llorar mientras devoro el pedazo de pizza. Seria vergonzoso y una escena muy divertida si eres Samanta y sus secuaces. Así que doy media vuelta sin percatarme que un chico de cabello castaño bastante claro venía detrás de mí. La bebida energética que lleva en su mano se estrella contra mi pecho, al igual que su alto y musculoso cuerpo. Varias exclamaciones de asombro se pueden escuchar y de repente hay un silencio horrible.

Estoy a punto de entrar en pánico. ¡La gente me está mirando!

Me estremezco por el líquido que comienza a bajar por mi camisa.

—Lo siento tanto, —mira con horror mi ropa. Su rostro demuestra culpabilidad y vergüenza—. Déjame... déjame por favor compensártelo. Lo siento, no te vi. No fue mi intención. Perdón. Perdón. Qué vergüenza, sé que soy un bruto. Realmente no quise dañar tu camiseta de mi segunda banda favorita.

—No te preocupes, estaré bien. —Le digo en plan de: no importa casi me bañas con Gatorade pero no moriré—. Esta banda tendría que ser tu favorita, ¿qué te ocurre? —Digo intentando aligerar el ambiente. ¿Qué me ocurre? ¿Por qué de repente quiero bromear con este chico lindo?

Miro hacia mi camisa de Artic Monkeys.

—Lo siento, soy fiel a Linking Park. —Ambos sonreímos, pero él continúa mirándome con culpa—. Realmente no te vi. Estaba tan distraído. Déjame darte una camiseta, tengo una extra en mi casillero.

—Bueno, esta bien. —Volteamos para caminar por el pasillo, algunos voltean a verme de manera no discreta. Solo soy una chica con una mancha azul por toda la parte frontal de la camiseta. Nada del otro mundo.

—Por cierto, soy Alex. —Dice cuando nos detenemos frente a lo que creo que es su casillero.

—Y yo Gabriela. —Lo abre y rebusca entre sus libros hasta que me entrega una camiseta del equipo de atletismo de la escuela. Es azul marino.

—Vaya forma de conocernos, —se rasca la cabeza incómodo. Tiene unos lindos ojos color ámbar, su rostro es como el de un ángel caído. Es pálido, facciones marcadas, tiene un lunar debajo del labio y su cabello luce despeinadamente perfecto. No sé si me entienden.

—Gracias, —digo viendo el tamaño de la camisa. Creo que me quedará debajo de las rodillas.

—¿Eres la hermana de Gabriel verdad? —pregunta de repente—. La nueva.

—¿Tu eres su amigo?

—Sí, —me sonríe.

—¿Cuántos son ustedes en total? Siento que nunca voy a terminar de conocer a los amigos de mi hermano.

—Bueno esta Paul, Cameron, Dano, Mathew y yo.

—Oh, bueno, yo voy a colocarme esto. Gracias Alex, eres muy amable.

Y eso lo digo en serio, porque la verdad su personalidad me dan ganas de mantenerlo cerca. Es tranquilo y su presencia brinda cierta confianza y seguridad, me gusta...como amigo.

—Espero verte por ahí otra vez, no todos los días se ven chicas lindas en esta escuela.

Sí, acaba de decir eso. Y sí, me he sonrojado.

Me congelo en mi sitio observándolo. Él tiene una sonrisa en el rostro como si no estuviera avergonzado de hacer un cumplido. ¿Por qué no puedo mandarlo a la mierda como haría con Paul o con Brad? ¿Por qué es más difícil con él?

¡Cielos! Desearía en este momento quitarme este maldito color del rostro. Estoy avergonzada de haberme sonrojado, ahora va a creer que soy como estas típicas chicas tontas que se sonrojan hasta porque les digan que tienen un ratón muerto y descompuesto encima del cabello.

Ni siquiera me despido, doy media vuelta y salgo prácticamente corriendo, con un montón de pensamientos rondando mi cabeza. ¿Serás idiota Gabriela? Estoy fracasando y fallando en mi intento de no hacer amigos, alejar, no confiar, actuar como una total perra y odiar.

Doblo por un pasillo para llegar hasta el baño, pero una cabellera castaña y un rostro muy bonito me obliga a detenerme. Y no porque se haya atravesado o algo por el estilo, sino que se ve muy a gusto, tocándole la mejilla a una chica con el cabello oscuro negro. Ella me da la espalda así que no puedo ver su rostro, pero Paul, esta recostado de los casilleros ligeramente inclinado hacia ella, hablándole como si estuvieran compartiendo un secreto. ¿Quién es ella?

¿Y eso a ti que te importa Gabriela?

Cierto.

Lo observo una vez mas y justo en ese momento levanta la mirada y su mirada se encuentra con la mía. Levanta ambas cejas al percatarse de la macha en mi camiseta y sonríe burlón.

Efectivamente, Paul es un idiota sin remedio pero... yo lo soy aún más.





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top