Noche de tragos y traiciones inesperadas.

Capítulo IX:

Noches de tragos y tradiciones inesperadas.

Tenerle aquí no me hacía ninguna gracia y menos aún confiaba en su repentino cambio de bando. ¡Oh, vamos! Es de Astaroth de quien hablamos, el jodido tesorero de los infiernos. El maldito perro faldero de Lucifer, ¿y ahora era nuestro aliado? ¡Patrañas! Pensaba descubrir que planes tenía e iba a desenmascararlo, como sea.

Aunque mi lado ingenuo quería depositar su confianza en ese capullo, mientras la racional quería darle una paliza. ¿A cuál debía obedecer? ¿A la ingenua o la racional? Pues no lo sabía con certeza, sólo tenía una cosa clara y esa era que no podía confiar por completo en él.

Doy un sorbo a mi taza de café, mientras no le quitó los ojos de encima; esperando su siguiente movimiento. A la mínima que cometiera un error, estaba fuera. Eso lo tenía presente, aunque odiaba que Uriel confiase en él así sin más. ¿Se olvida quien es? Joder. Puedo recordar la conversación de la noche anterior, no pude contenerme y fui a enfrentarle algo cabreado por la situación. Tal vez, sólo tal vez; me pase un poquitín. Vale, me fui a la mierda con todo lo que dije.

« —¿Podemos hablar? —pregunté y por su parte asintió.

Ambos salimos fuera de la cocina y nos dirigimos a un lugar más privado. Necesitaba decirle lo que pensaba hacia está extraña alianza con ese cabrón, no me agradaba. Una vez que encontramos el lugar perfecto, entramos en el cerrando la puerta.

—¿De que querías hablar, Gabriel? —quiere saber, dejando a la curiosidad hablar por él.

—De Astaroth —voy directo al grano—. No me gusta su presencia aquí, quiero que se largue —avisé y negó.

—Está de nuestro lado —dice—. Le necesitamos para saber que planea Lucifer y él es quien puede ayudarnos —explica y bufó.

¡Maldición! Esto era de no creer, me negaba a estar a su lado.

—No podemos confiar en ese capullo —siseé—. ¡Hablamos del puñetero tesorero de los infiernos! ¡Joder! ¿Entiendes eso? ¡Es nuestro puto enemigo! ¡Nos va a traicionar! ¿Y que harás si sucede? ¿Tomaras la responsabilidad de ello? —exijo saber, ya cegado por el cabreo.

Todo esto me ponía de mala hostia y era evidente, tampoco es que intentará disimularlo. Pero aunque quisiera no podría, era muy transparente con mis emociones o eso decía mi padre.

—No vamos a seguir hablando de esto —advierte—. Astaroth se queda, te guste o no te guste —sentencia, para luego salir de la habitación y dejarme con mil cosas por decir. ¡Jodido imbécil! »

Suelto un suspiro ante eso, la discusión de anoche se repetía en mi mente; una y otra y otra vez. Quizá no debí decir nada y quedarme con todo eso dentro. Pero no pude, tenía que decirlo e intentar que Uriel comprendiera el error que estaba cometiendo. Aunque claro, es un cabezota y no ha querido seguir escuchando. Demonios.

—¿Podrías dejar de verme así? —pregunta y un gruñido es mi respuesta, eso lo hace reír—. A mí tampoco me agrada hacer equipo con vosotros, pero aquí estoy intentando ayudaros —sonríe de esa manera que tanto me molesta.

Le regalo mi sonrisa más cínica.

—Qué sepas que no confío en ti —avisé—. Te estaré vigilando, esperando que cometas un error y cuando lo hagas; será tu fin —amenace.

Ríe a carcajada limpia por mis palabras y niega con su cabeza.

—No es como si vosotros fueran de mi agrado, querido emplumado —dice divertido—. ¿Pero que ganaría mintiendo? —pregunta.

—Destruirnos, eso ganarías —digo—. Te ganas nuestra confianza y cuando menos lo esperasemos, nos apuñalas por la espalda. ¿Me crees tan idiota para no saber eso? —espeto.

Una sonrisa cargada de malicia y diversión; se expande en su rostro.

—No te preocupes, no tengo intenciones de traicionarles —me guiña un ojo y sale de la cocina.

Imbécil.

Terminó mi taza de café y me encaminó hacia la salida, tenía que apresurarme o llegaría tarde a mi primera clase del día. Había tenido un fin de semana demasiado largo, primero con lo de Rafael y ahora con lo de Astaroth. ¿Acaso nada bueno puede pasarnos?

—¿Estas listo, princesa? —quiera saber, Gonzalo.

Ruedo los ojos ante su manera de llamarme, idiota.

—Claro que si, cariño —respondo en tono meloso y él niega.

—Me da vergüenza ser tu amigo —dice y suelto una risa.

—Y a mí que tu lo seas —correspondo divertido.

Ambos subimos a su coche, comenzando nuestro camino a la universidad. No tenía cabeza para ello, pero debía distraerme con algo o sino me volvería loco.

(…)

Muevo mi cuello de un lado a otro, me sentía estresado y cansado. Mi horario laboral parecía no acabar más y lo único que deseaba era llegar a casa e intentar dejar de darle tantas vueltas a todo este asunto. Joder.

¡Maldito Astaroth!

Suelto un suspiro cargado de frustración, mientras pasó mis manos por mi rostro. Siento como alguien aprieta mi hombro y giró mi rostro; encontrando a Jace.

—¿Te sientes bien? —quiere saber y asiento poco convencido de ello. 

—Sí, estoy perfectamente —miento y su ceño se frunce.

—Somos amigos, ¿lo sabes? —pregunta—. Puedes contarme lo que sea y si necesitas hablar, aquí estoy —se ofrece y le regalo una pequeña sonrisa.

—Gracias, lo tendré en mente —agradezco y me dispongo a atender una de mis mesas; la cual fue ocupada por una familia.

Ojalá fuese tan fácil hablar lo que me estaba sucediendo, porque no lo era y eso estaba claro. ¿Cómo podría explicar que soy un ángel? ¿Lo entendería? ¿Podría? ¿O le tomaría por un loco? Maldición, tantas preguntas y ninguna respuesta. Esto era de no acabar.

(…)

Cierro mi casillero, mientras cuelgo mi mochila en mi hombro izquierdo. Al fin mi turno había acabado, ya podía regresar a casa y descansar de todo. Necesitaba un respiro, un momento de tranquilidad. Donde Lucifer no intenta destruir a la humanidad, donde Rafael no se ha unido a él y en donde Astaroth no está de nuestro lado.

Camino fuera del vestuario de los empleados y me encaminó hacia la salida de la cafetería. Sabía que Gonzalo me esperaba en el auto y odia que demore tanto en cambiarme. Exagerado.

Una vez fuera, subo en el coche y me llevo la sorpresa de ver a Jace en los asientos traseros. ¿Qué demonios?

—¿Por qué está aquí? —pregunté aún sorprendido por su presencia.

—Quiere ir a tomar unos tragos —explica con sencillez, mi mejor amigo.

¿Unos tragos? ¿Entre semana? ¡Se volvió loco!

—Vayan ustedes —digo.

—¡No seas así! ¡Ven con nosotros! Sólo serán unos pocos tragos —me suplicó Jace y yo suspire con fuerza.

Me encontraba entre la espada y la pared.

—Bien, vayamos —accedí a regañadientes—. ¡Pero sólo será un trago! —advertí.

Ambos asintieron, sonriendo como dos críos. ¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo es que me he dejado arrastrar a esto? ¿Cómo? Ni yo lo sabía.

Gonzalo condujo hacia el bar más cercano, una vez que estuvimos frente al lugar; entramos en él. Nos acomodamos en una mesa apartada de todos y esperamos que nos atendieran.

Una mesera se nos acerco, preguntando que deseábamos beber y una vez acabado nuestro pedido; se alejó en busca del mismo. Observé el lugar a detalle, era bastante acogedor para tratarse de un bar.

Había bastante gente y eso que apenas comenzaba la semana; me sorprendía ello. Gonzalo y Jace conversaban de algo, a lo que no le estaba prestando la mínima atención. 

Luego de unos minutos, la mesera regreso con nuestros tragos. Le agradecemos y sin esperar comenzamos a beber. Si Miguel me viese, me asesinaría sin piedad alguna. Sonreí ante eso.

—¿Entonces que sucede? —la pregunta que sale de los labios de Jace, me desconcierta.

—¿A que te refieres? —inquiero.

Una sonrisa se adueña de su rostro y eso no me da buena espina. ¿Qué sucedía con él?

—Ya sabes, con Astaroth de vuestro lado —suelta y yo me atragantó con lo que estaba bebiendo.

Miro a Gonzalo y él me mira de la misma manera; no comprende una mierda.

—¿De que estas hablando? —pregunté estupefacto por sus recientes palabras—. ¿Donde has sacado esa mierda? —exigí saber.

Apoya sus codos en la mesa y coloca sus manos debajo de su mentón; mientras nos observa de manera burlona. Cómo si supiera algo, que nosotros desconocemos. ¿Donde estaba Jace?

—Sólo he venido a daros un aviso de parte de Lucifer —dice—. Os quiere hacer entender que aunque tengáis a ese imbécil de Astartoh, no podréis ganar. Esta vez está dispuesto a todo y no piensa perder. —comunica el supuesto aviso de ese cobarde.

Me levanto de mi asiento, tomando a Jace de su camiseta y acercándole a mi rostro de manera amenazante.

—¿Qué acabas de decir? —masculle, cegado por el cabreo.

Ríe, mientras niega.

—Me has oído perfectamente, ángel Gabriel —suelta con burla.

Y antes de siquiera hacer algo, siento como alguien me lanza lejos de Jace. Maldición. Me estrelló con fuerza contra una mesa y en cuanto le repongo, veo a Rafael junto a quien creía mi amigo. ¿Siempre estuvo de su lado? ¿Todo había sido mentira? ¿Su amistad también lo fue? ¡Jodido traidor!

Rafael se acerca a mí y se agacha; quedando a la altura de mi rostro. Quería matarlo.

—Te diré un sola cosa, no te fíes de nadie —había burla en su voz—. Ya que pueden traicionarte sin una pizca de remordimiento —dice, se endereza y camina hacia Jace; su nuevo aliado.

—¡Quedaos ahí! —advertí.

—No estás en condiciones de pedir nada —Rafael parecía divertirse con la situación, de un momento a otro agarró a Gonzalo y así sin más lo lanzó hacia la barra—. Ve por tu amigo, Gabriel —soltó una carcajada ante sus palabras y luego ambos desaparecieron como por arte de magia.

Las personas a nuestro alrededor también desaparecieron, dejando ante nosotros un viejo y abandonados bar. ¿Acaso se atrevió a manipularnos y hacernos ver una clase de espejismo? Mierda. Todo se complicaba y no parecía ver vuelta atrás.

Habíamos sido traicionados nuevamente.

(…)

Así estáis vosotros porque al fin actualicé xD Perdonen la tardanza, espero os guste el capítulo.

Espero sus comentarios y estrellitas :3 Amo leerles!!

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Nos estamos leyendo, os amo.

—Vicky—

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