23 Gustos

Los hermanos Agreste estaban sentados en una mesa algo apartada de una cafetería cercana al colegio, era el inicio del nuevo año escolar, lo que para ellos significaba reorganizar su horario para distribuir las horas de estudio de las materias del colegio y sus actividades extracurriculares.

Ambos discutían llevándose de vez en cuando algo de comida a la boca, pero sus alimentos estaban bastante olvidados mientras hablaban sobre como harían con las prácticas de piano.

Un par de ojos verdes ingresaron al lugar y de inmediato su atención fue captada por los hermanos que ni habían reparado en su presencia.

Emilie Graham no era para nada una chica que supiese pasar desapercibida o controlar sus emociones, por lo que más de un cliente notó la mirada fija que tenía sobre los Agreste.

La mayoría lo atribuyó a que solo le habría llamado la atención el gran parecido entre ambos jóvenes, por algo eran hermanos, pero la realidad era un tanto distinta.

A Emilie le había llamado la atención uno de los hermanos Agreste, Gabriel tenía un "no-sé-que" que encontraba fascinante.

Lástima que no pudiese decir lo mismo de su hermano.

No era que los conociese mucho, pero era sorprendente lo diferente que podían llegar a ser entre ellos.

Gabriel era interesante, creativo, un artista. Y si bien no era la persona más simpática del mundo, era todo un encanto al lado de su hermano, quien parecía despertar con el pie izquierdo todos los días.

Más de una chica había tenido cierto interés en los Agreste, pero el carácter de estos era tal que ellas no tardaban en desistir en cuanto se hacían una idea de cómo eran en realidad.

Ese era un detalle que agradecía profundamente otra joven que intercambiaba miradas discretas entre el libro que llevaba y la mesa de los hermanos.

Felícita Harpine era una chica con un don nato para pasar inadvertida, por lo que nadie volteó para ver la pequeña sonrisa tímida que decoraba su rostro al mirar los pequeños gestos que hacía el mayor de los hermanos.

Nadie excepto la última persona cuya atención quisiese captar Felícita y que justo entraba al lugar para encontrarse con la escena.

Audrey no era del todo una mala persona, pero después del trago amargo que pasó con el desencanto con los Agreste... necesitaba desquitarse un poco. Y al parecer acababa de encontrar a su víctima.

— ¿Qué haces Harpía? — preguntó la rubia sobresaltando a la mencionada.

— A-Audrey. — murmuró sorprendida la joven, comenzando a asustarse.

Sabía bien que ella no era una persona llamativa, y el que de repente se le acercase de esa forma una chica tan popular y que hace poco había pasado un mal rato, de inmediato encendió una alarma interna que le advertía del peligro vecino.

— Si soy yo y te hice una pregunta. ¿Qué crees que estás haciendo? — respondió sarcástica y arrastrando amenazante la última oración.

— No quiero problemas, solo estoy leyendo. — contestó tímida pero intentando ocultar su inseguridad.

— No intentes mentirme Fealísima, no soy tan tonta como tú. — dijo mordaz y comenzando a mostrar su enfado.

— ¡Hola Audrey! — interrumpió el saludo de otra rubia, Emilie ni siquiera había reparado en el ambiente tenso entre las otras chicas, solo pensó en saludar a su amiga en cuanto la vio.

— Emilie que gusto verte ¿Cómo has estado? — saludó Audrey con voz amable, no pareciendo la misma persona que hace solo unos segundos.

— Estoy muy emocionada ¡No puedo creer que ya estamos en el segundo año de la secundaria! Me siento toda una adulta. — respondió entusiasmada con un arrebato que parecía infantil. — Oh lo siento Harpía, no te vi. ¿Las interrumpí o algo? — preguntó al notar la presencia de la otra chica que había permanecido callada.

— Solo estábamos hablando, pero ya se iba ¿Verdad? — contestó por ella Audrey, dedicándole una mirada significativa a Felícita. — Después seguiremos hablando Harpía. — la despidió ocultando su amenaza. — Emilie cuéntamelo todo ¿En qué club vas a entrar este año? — siguió hablando con la otra rubia e ignorando a la asustada chica.

Ambas amigas se retiraron a una mesa conversando animadas, dejando detrás a una nerviosa Felícita que no entendía lo que acababa de pasar.

— ¿Es cosa mía o Harpía se veía algo nerviosa? — preguntó Emilie a su amiga.

— Se puso así en cuanto llegaste, no sé si debería decirte esto Emilie... pero eres mi amiga y no quiero guardarte secretos tan importantes... a Harpía le gusta Agreste. — respondió Audrey como si revelase el mayor y más oscuro secreto del mundo.

— ¡¿Qué ella qué?! — se sobresaltó la chica de ojos verdes.

Era sabido que Emilie sentía cierta atracción por Gabriel, y hasta el momento era la una chica que había mantenido firme su interés en uno de los Agreste a pesar de conocer su carácter.

No se esperaba tener otra rival que aún siguiese en pie.

Siguieron hablando entre ellas un rato hasta que a Audrey le dio por cambiar su maquillaje y fue al baño a arreglarse. Emilie se quedó esperándola en su mesa, algo aburrida echando una mirada distraída alrededor.

Estaba mirando desinteresada a los demás clientes cuando su vista se detuvo un momento sobre la "mesa de los Agreste", al parecer los hermanos ya se habían puesto de acuerdo y ahora solo "conversaban" con pocas palabras, a veces parecía que esos dos tenían telepatía o algo así para comunicarse solo con miradas.

Pero sus pensamientos se cortaron de repente al notar como a un par de mesas de ellos, Harpía sentada con un libro en mano los observaba sonriente. Audrey tenía razón, Harpía quería el mismo chico que ella.

Emilie no se consideraba una persona celosa o resentida, pero si demasiado sentimental e impulsiva, y el amor de por sí hace perder la cabeza y cometer estupideces.

Se acercó sigilosa a su rival por detrás, sin tener un plan o idea de que hacer pero sin poder detener el impulso que traía.

— Te atrapé Harpía. — sintió Felícita que le susurraban por atrás.

La chica ahogó un chillido que quiso salir de su garganta por el susto dado de haber sido atrapada in fraganti.

— E-Emilie. — murmuró sorprendida al voltear y reconocer a la persona que le había hablado.

— Así te quería encontrar ¿Qué estás haciendo? — inquirió acusadora la rubia.

— Yo-o... So-Solo leía... — balbuceó nerviosa la otra chica.

Emilie solo le dedicó una mirada que expresaba claramente que no le creía en lo absoluto.

— Yo-o ¡No estaba haciendo nada malo! — intentó defenderse Felícita ¡Ni que hubiese estado dedicando alguna mirada sospechosa o algo así! ¡Solo volteaba a ver los gestos que hacía el chico que le gustaba!

— Admite que no mirabas tu libro, te vi mirando a la otra mesa. — exigió molesta la rubia.

Felícita frunció el ceño, seguía nerviosa y algo intimidada pero ya estaba harta de que las personas se metieran tanto con ella.

— E-Escúchame Emilie, no creo que sea el modo apropiado de hablarme cuando ni siquiera he hecho algo para ofenderte. Es muy grosero de tu parte el venir a acusarme como hubiese cometido alguna clase de crimen o falta, cuando solo estoy pasando el rato en el café. — Dijo decidida ocultando lo mejor posible sus nervios — Y-Y si me siento atraída por alguien es un asunto mío y personal en el que no te corresponde inmiscuirte. — terminó de decir sonrojada.

Emilie se detuvo un momento a pensar mejor lo que hacía, estaba siendo bastante grosera con Harpía y ella no le había hecho nada, no pudo evitar sentirse como una niña regañada al portarse mal sin pensarlo.

Pero su cerebro olvidó cualquier rastro de culpa en cuanto escuchó la última frase.

Era cierto que no era quien para venir a reclamarle a otra chica solo porque mirase al chico que le gustaba... ¡Pero que no mirase a SU chico!

— ¿Entonces admites que te gustan los Agreste? — preguntó directa pero intentando no ser tan... bravucona con Harpía.

El rostro de Felícita se coloreó intensamente al instante, había abierto la boca de más al tratar de defenderse.

— Bu-Bueno yo... tal vez... un poco... sí. — murmuró avergonzada.

— ¡Lo sabía! A ti también te gusta Gabriel. — dijo Emilie algo frustrada, no tenía nada en contra de Harpía pero de verdad le molestaba que alguien más mirase a Gabriel como ella. ¡¿Qué se suponía que iba a hacer con una rival en el amor?!

— ¿Qué? A mí no me gusta Gabriel. — dijo extrañada Felícita, la primera frase que lograba decir sin titubear o ponerse nerviosa.

Emilie parpadeó confundida ante esa afirmación, no parecía que Harpía estuviese mintiendo.

— ¿De qué hablas? Acabas de admitir que te gust... ¡Oh por Shakespeare! ¡Tiene que ser una broma! — exclamó al entender entonces quien le gustaba a su supuesta rival.

Si no le gustaba Gabriel, cosa bastante extraña, solo quedaba otro Agreste que estaba sentado justo en la misma mesa que él.

¡¿Pero qué le había visto Harpía al aburrido y antipático hermano de Gabriel?!

Felícita quiso correr a esconderse en cuanto miró a su alrededor, no solo estaba avergonzada por las palabras de la rubia sino que ahora con su grito la gente había volteado a mirarlas. Odiaba ser el centro de atención de las personas.

Los Agreste se sobresaltaron al escuchar el grito y se giraron para ver qué pasaba, al ver que quien había gritado era Emilie y que no le pasaba nada ambos hermanos suspiraron al mismo tiempo volviendo a su posición inicial.

— Esa loca de Graham. — murmuró molesto el mayor. — ¿Por qué tiene que ser tan dramática para todo? — se quejó cansado, de verdad esa chica era bastante molesta.

— No sabía que Emilie era amiga de Harpía. — observó simplemente el otro.

— Se llama Felícita Harpine, no Harpía. Harpine. — le corrigió algo molesto.

Harpine, Harpie. Son casi lo mismo, solo cambia una letra. — dijo restándole importancia. — ¿Y a ti desde cuando te interesan los nombres de las personas? — preguntó con desgano algo curioso, su hermano solía referirse a los demás por el apellido.

El mayor solo le respondió en silencio dedicándole una mirada que Gabriel rápidamente interpretó como un claro mensaje de "A ti no te importa" acompañado de "No te metas".

Solo rodó los ojos ante la actitud de su hermano mayor.

Ambos dieron por terminada la conversación mirando otra vez hacia donde ambas chicas se encontraban, y vieron a Audrey acercase a ellas, eso solo significaba problemas.

Felícita continuaba intentando calmar a Emilie, quien no dejaba de preguntarle cómo era que le gustaba ese chico y pedía más detalles de cómo fue que él llegó siquiera a agradarle.

— Vamos Harpía, al menos dime si hizo algo que llamó tu atención. — seguía insistiendo la rubia.

— Y-Ya te dije que es algo sin importancia. — balbuceó nerviosa intentando que dejase el tema.

— ¿Qué le estás haciendo a mi amiga, Harpía? No molestes a Emilie. — las interrumpió molesta Audrey.

Felícita se asustó ante la presencia de la otra rubia, lo que menos quería eran más problemas.

— Yo-o no le estoy haciendo nada. — dijo apresurada intentando no tener que sufrir otra vez el enojo de Audrey.

— Tranquila Audrey, solo estamos hablando. — quiso tranquilizar Emilie a su amiga, Audrey podía ser algo... difícil en ocasiones y aun más después de lo ocurrido con los Agreste.

— Vamos Emilie ¿Por qué desperdiciarías tu tiempo y voz en hablar con alguien como ella? De seguro hizo algo para llamar tu atención. — dijo despectiva y acusadora.

Emilie frunció un poco el ceño, no era necesario hablar así de Harpía cuando ella no había hecho nada malo.

— Audrey estás siendo algo grosera, Harpía no hizo nada malo. Solo conversábamos. — dijo la chica de ojos verdes.

— Por favor Emilie, míranos a nosotras y mírala a ella. No tenemos nada en común para hablar, deberías dejarla y juntarte con alguien que esté más a tu altura. — dijo burlesca.

— Audrey vo-voy a pedirte que no me hables de esa forma, no te he dado ningún motivo para que te comportes así conmigo. — intentó defenderse Felícita sin buscar problemas.

— No seas ridícula Harpía, mejor cállate que me molesta tu espantosa voz. Vete con tus libros y no te entrometas. — dijo despreciándola.

La mencionada apretó su libro con fuerza contra sí, abrazándolo en busca de consuelo y valor para no echarse para atrás.

Iba a intentar hablar otra vez cuando sintió una mano sobre su hombro transmitiéndole apoyo. Por un momento pensó que sería Emilie, pero cuando volteó no se encontró precisamente con un par de ojos verdes.

— La única persona que está haciendo el ridículo aquí eres tú, Bureaucratie. — se escuchó una voz masculina con enojo contenido.

Las féminas se sobresaltaron y vieron con sorpresa al dueño de la voz y la persona que venía con él.

— ¿Y ustedes que quieren Agreste? Nadie los invitó. — farfulló ofendida Audrey, disimulando sus nervios. No esperaba que esos hermanos se involucraran.

— Todo el escándalo que están montando en un espacio público es una invitación directa a que alguien venga a controlar la situación. Y si vamos a hablar de inoportunos, tú fuiste quien se entrometió primero en una conversación ajena a la que no estabas invitada. — respondió el otro hermano con voz monótona y relajada.

— ¿Y a ustedes desde cuando les importa tanto lo que yo u otras personas hagan? No son del tipo que se la pasa prestándole tanta atención a los demás. — acusó molesta Audrey.

— Tienes razón, a mí al menos no me importa en lo más mínimo lo que personas como tú hagan para sentirse bien consigo mismas ni como hagan para alimentar ese infundado y gigantesco ego. Pero estás siendo demasiado escandalosa e irritante. Y además de humillarte a ti misma das una mala imagen de las personas de clase alta. Aunque clase es lo que menos demuestras tener. — respondió el mayor de los hermanos con tono aburrido y fastidiado.

La rubia solo pudo rechinar los dientes con rabia al no saber cómo responder ante esas palabras.

— Eres un... — farfulló irritada.

— Cuida tu vocabulario ¿O también quieres estropear tu imagen de "dama fina"? Mejor hazte un favor y vete mientras aun conservas algo de dignidad, de lo contrario seguirás humillándote tú sola. — le interrumpió el Agreste menor regañándola como a toda una niña pequeña.

Audrey ahogó un chillido de indignación y miró furiosa a Felícita, quien se inquietó nerviosa ante tal mirada.

— Esta me la pagas Harpía, que no se te olvide. — dijo amenazante caminando un par de pasos hacia ella.

— Su apellido es Harpine, no Harpie. Y se llama Felícita, si vas a armar tanto griterío por ella al menos apréndete su nombre. — corrigió el hermano mayor dejando entrever un peligroso enojo creciente a través de sus ojos.

La temperatura del lugar pareció descender drásticamente en segundos, y esos despiadados ojos azules parecían estar hechos del más gélido hielo.

— Co-Como sea, no vuelvas a molestarme Felícita Harpine. — dijo nerviosa Audrey dirigiéndose a la salida del lugar — Esto es absurdo, completamente absurdo. — terminó por irse exclamando molesta.

— Que bruja tan dramática y odiosa. — murmuró hastiado el mayor de los Agreste.

— ¡Raphael! — regañó Gabriel a su hermano.

— No te pongas así Gabs, admite que tú también la detestas. — dijo hastiado, no había expresión en su rostro pero su mirada era de pura burla.

— ¡¿No te llamas Harpía?! ¡De verdad lo siento! No tenía idea, en serio creí que ese era tu nombre. — se disculpó apresurada Emilie llena de vergüenza.

— Descuida, ya estoy acostumbrada. — perdonó Felícita.

— Me siento terrible, no sabía que te estuve insultando todo este tiempo. Prometo compensártelo de alguna forma. — insistió decidida la rubia.

— De-e verdad no es nada, no te preocupes. — repitió amable, no iba a guardarle rencor por un malentendido.

— ¿Te encuentras bien Felícita? — preguntó preocupado Raphael posando nuevamente su mano en el hombro de la fémina.

Gabriel arqueó curioso una ceja mientras la chica asentía con un fuerte sonrojo, algo se le hacía extraño con esos dos.

— Yo... muchas gracias. — Agradeció tímida Felícita con el rostro sonrosado — No-o tenían porque hacerlo, muchas gracias de verdad.

— Esa loca es insoportable y se estaba metiendo con alguien inocente sin motivo, claro que teníamos que hacerlo. — respondió Gabriel restándole importancia al asunto.

— ¿No vas a seguir a tu insufrible amiga, Graham? — preguntó inexpresivo Raphael a Emilie.

— Cuando se pone así lo mejor es dejar que se calme sola, se pondrá peor si la acompaño. — explicó la rubia mirando un poco preocupada por donde se fue su amiga.

El Agreste mayor solo se encogió de hombros, no era que le importase mucho el asunto.

— Un momento, si tu nombre es Felícita... — empezó diciendo la rubia — ¿Por qué la llamas por su nombre y no el apellido como a todos? — preguntó curiosa a Raphael, sabiendo que él se refería a los demás de esa forma.

Gabriel y Felícita miraron al mencionado con curiosidad, ellos también tenían esa duda.

Él solo los miró inexpresivo un momento antes de responder calmado.

— Porque me gusta mucho ese nombre — contestó sereno, siendo el leve sonroso en sus mejillas notado únicamente por Gabriel.

El rostro de Felícita se tiñó de rojo y una pequeña sonrisa se asomó involuntaria de sus labios. No se esperaba una declaración así de parte de él, y eso la hacía muy feliz.

Después de lo ocurrido, los cuatro se sentaron en una mesa a terminar de comer juntos.

Las chicas se llevaron una pequeña sorpresa al descubrir el gusto de los hermanos por las cosas dulces, Gabriel disfrutando de una buena porción de flan y Raphael saboreando un postre de chocolate con almendras.

Pero bueno, ellas no eran quienes para hablar, a ambas les gustaban un par de chicos un tanto... singulares.

Al parecer, sobre gustos no había nada escrito.

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Bonus:

— Dime Raphael — llamó Gabriel a su hermano una vez estuvieron solos en su hogar — ¿Te gusta Felícita? — preguntó curioso.

— ¿Gustarme? — Cuestionó extrañado — Supongo que sí, es una chica bastante agradable. — respondió franco sin ahondar en el tema. — ¿Y qué hay de ti Gabs? ¿Te gusta Graham? — regresó la pregunta.

— ¿Emilie? No veo porque no, parece una buena persona, quizás hasta podríamos llegar a ser bueno amigos. — contestó sincero restándole importancia.

Ambos sin saber que el no saber "reconocer los tipos de gustos" sería algo que heredarían a la próxima generación.

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Nota/Aclaración de autora:
Harpie significa Harpía en francés.

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3052 palabras... no pregunten, simplemente no podía separarme del teclado ni dejar de escribir sobre esto...

En fin, está loca historia está dedicada a KalpanaRSaotome, espero que te guste

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