15 Hielo

Gabriel nunca había sido considerado una persona "cálida" o afectiva, siempre había sido más cerrado y distante incluso con su propia familia a lo largo de toda su vida. Algo común en la personalidad de los Agreste.

Él consideraba que el frío podía ser incluso más doloroso que el calor, por algo el mismísimo Dante Alighieri había puesto un lago de hielo en lugar de fuego en el último y peor nivel del infierno.

El fuego quemaba y devastaba para destruir de forma dolorosa, pero se detenía una vez no quedase nada por consumir y quemar. El frío en cambio calaba hasta los huesos, torturando y entumeciendo despiadadamente, el hielo aún si congelase todo seguiría ahí sin dar tregua alguna ni desaparecer.

Sin duda el frío era el peor de los infiernos.

Muchos podrían acusar a Gabriel de ser frío y él no negaría que tuviesen razón, solo que ignoraban que el hielo también quema.

Porque podía ser doloroso abrir la boca de más en un ataque de ira, pero era devastador el no poder hablar para socorrer a un ser querido o saber pedir ayuda. Podría ser embarazoso hacer un drama y conmoverse por cualquier tontería, pero era todo un tormento el no poder inmutarse ante nada ni comprender el dolor ajeno para ayudar a sanarlo. Podría ser un martirio vivir sintiendo siempre el dolor de otros como propio incluso más intensamente, pero era una completa tortura el sentir que era uno mismo quien causaba ese dolor sin comprender las cosas.

Llegaba a ser una pesadilla constante el sentir remordimiento y dolor porque algo no le doliese.

El fuego era como una bestia que mordía con colmillos afilados y desgarraba la carne con fuerza entre sus fauces, pero el hielo era un monstruo con dientes sin filo que roía y perforaba pero sin la fuerza para arrancar sino que torturaba devorando viva a su presa.

Gabriel estaba seguro que el fuego eterno del infierno, ese que jamás se apagaba y quemaba a su presa por toda la eternidad sin consumirla, debía sentirse como el hielo congelando sus huesos y carne.

¿Cómo es que alguien como Gabriel Agreste podría saber y tener esta clase de pensamientos? Muy fácil, él vivía en una pesadilla helada.

Preferiría discutir con Emilie cada día con la esperanza de reconciliarse en cuanto cediese su orgullo, a esas jornadas eternas cargadas de su ausencia. Quisiera tener que tolerar sus extrema sensibilidad que tanto lo llegaba a sacar de quicio, aprehender soportar esos perpetuos silencios llenos de soledad. Daría cualquier cosa por escucharla gritarle enfadada por su absurda terquedad y orgullo, con tal de poder oír su voz una vez más.

Porque Emilie era el calor y la luz en su vida, y al irse lo había sumergido en un invierno infinito de agonía y oscuridad del que no sabía cómo escapar.

Su trizado y congelado corazón solo podía añorar que la primavera de sus ojos esmeralda algún día volviese a derretir el hielo y devolver la calidez a su vida.

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