10 Ojos

Cuando apenas habían empezado su relación como pareja, Emilie le había dicho a Gabriel que entre los motivos por los que se había enamorado de él estaban sus ojos.

A ella le gustaban los ojos azules de Gabriel, tan profundos y misteriosos, cargados de las emociones que rara vez mostraba de otra forma, esas fuertes miradas que le atravesaban el alma solo con dirigirse hacia ella, lo imperturbable y fuerte que lo hacían ver, esa sensación de seguridad que sabían transmitirle, esa forma que tenía para expresar todo un mensaje con solo una mirada. Todo eso la enamoraba.

Pero Gabriel no lo entendía, para él los ojos de Emilie eran mucho más hermosos que los suyos.

Ese color esperanza que los hacía parecer un par de esmeraldas, esa mirada dulce cargada de amor, el brillo de estos cuando se emocionaba por alguna cosa, el ánimo que irradiaban cuando practicaba su actuación o hablaba de algo que adorase, esa calidez que transmitían, la sinceridad de estos y el cómo sabían desarmarlo y derretirlo solo con dirigirse hacia él. Todo eso lo enamoraba.

Sin duda sus ojos no se comparaban con la belleza de los de ella.

Años más tarde, Emilie le había dicho que si tenían un hijo le gustaría que heredase los ojos de Gabriel, este otra vez volvió a no entender a lo que se refería su pareja.

¿Por qué desear que el bebé que tendrían sacase sus ojos si podía heredar los de Emilie? En ocasiones solo sabía resignarse a que jamás terminaría de entender del todo a esa maravillosa mujer de la que se había enamorado.

Aunque claro, cuando pasó el tiempo y el pequeño fruto de su amor abrió por primera vez ese par de joyas, Gabriel solo pudo sentir el orgullo de la victoria al ver el color de estas.

Ahora él salía ganando al tener un nuevo par de verdes esmeraldas en su vida.

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