(one-shoot) :'v TWO DAYS (1)
Hoooollaaaaa!!!! ....*sonido de grillos * si si se que me odian 😔 pero tambien se ... que las voy a hacer llorar como PERRAS de las calle!!! Muajajajajajajaja , okno okno okno xD bueno lo unico que les voy a decir ... es que me van a querer matar despues xD pero no las culpo pinches pendejas yo se que me amas con todo en kokoro y SI NO LEYERON LO DE NEGRO A PUSH NO SE A LA VERGA CON USTEDES XD bueno como decia este es un pequeño one-shoot o como moercoles se escriba coño!!! Jajaja bueno mejor no las interrumpo a si que lean este hermoso one-shoot llamado ... DOS DIAS!!!!
En mis sueños aún veo su figura. Dentro de mi corazón late el deseo de tenerlo conmigo, de poder tocarlo y escuchar su voz junto a mí, pronunciando cálidas y reconfortantes palabras.
---
¿Quién soy?, ¿acaso el nombre no es lo que identifica?; si yo dejara de ser yo, ¿no merecería también dejar de llamarme de esta forma?
Quizás... sólo deba seguir soñando.
---
El planeta Vegeta era un lugar grande y frío, no por el clima, en realidad, sino más bien por el terreno, algo rocoso e infértil. Por esa razón, los colonizadores de ese planeta, los saiyajin, se dedicaban a la lucha y a la conquista de planetas cercanos para su posterior venta. Sobrevivían gracias a los conocimientos que los verdaderos habitantes del planeta, los tsufurujin, habían dejado antes de ser cruelmente exterminados por los colonizadores, quienes en un principio pretendieron convivir amistosamente con ellos.
Pero, como dije, el planeta era muy grande y, milagrosamente, había en él una pequeña área que era ideal para la agricultura, en realidad, era la única parte del planeta que era idónea para albergar vida. Sin embargo, los saiyajin eran una raza guerrera y por más que pudiesen no cambiaban la lucha por nada del mundo, así que tuvieron que modificar ligeramente su organización.
En este planeta nacían montones de saiyajin, los cuales eran enviados a conquistar planetas que tuvieran habitantes con un nivel de pelea con el que pudieran lidiar. Dentro de estos saiyajin bebés siempre habían algunos que, debido a su deficiente nivel de pelea, eran enviados a planetas sin guerreros o con guerreros de bajísimo nivel comparado con el de un saiyajin transformado en Oozaru. Así que desde ese momento, los que nacieran de la clase más baja serían enviados a esa área como agricultores o trabajadores que servirían a los guerreros en todo lo que estos no podían hacer.
Todo funcionaba relativamente bien hasta que empezaron a haber conflictos ideológicos, administrativos y militares entre todos los estratos sociales del planeta, y, como he mencionado antes, es un gran planeta, por lo que se hace aún más difícil un acuerdo. Todo este caos descadenó una guerra entre dos bandos, quisiera decirles cuál era el objetivo final de cada uno, pero no podría. De lo único de lo que estaba seguro es que ambos luchaban por dominar el planeta incluyendo nuestra pequeña área llena de vida.
---
Kakarotto vivía con su padre, su madre y su hermano en una pequeña casa ubicada en el área de trabajo del planeta Vegeta. Había nacido con un bajo nivel de pelea por lo que había tenido la oportunidad de vivir junto con su familia. Su labor era la misma casi todos los días, sembrar, regar y cuidar de los cultivos que servirían, junto con los de las demás familias, para abastecer a todo el planeta; además también se ocupaba de trasladar la cosecha hasta los puntos de entrega, y de realizar cualquier otra labor relacionada a este proceso. Podía sonar como un trabajo arduo o aburrido, y lo era, pero lo especial de Kakarotto radicaba en algo muy simple pero muy complicado de igualar: él era completamente feliz así; podías darle a escoger cualquier otra vida y él no aceptaría ninguna, y eso le permitía repartir amor y alegría entre las personas, los animales y las plantas que crecían más hermosas bajo sus cuidados y sus sonrisas.
Podríamos llamar a ese joven de cabello negro, desordenado y caótico, un ángel; su corazón puro y sus acciones sutiles lo hacían digno de ser cuidado como un espécimen en peligro de extinción, como una flor rara y hermosa que nace en un rosedal rodeado de fango. Pero no a todo el mundo le importaba o se percataba siquiera de que esa pequeña área de trabajo se había convertido en un rincón donde reinaba el buen humor, y por sobre todo, donde se podían encontrar joyas tan preciadas como el corazón de Kakarotto.
Pronto el paraíso mental de este joven decayó al más oscuro de los infiernos.
Los puntos de entrega en los últimos meses se habían vuelto confusos, los agricultores ya no sabían si estaban haciendo bien su trabajo entregándoselo a cualquier saiyajin sin identificación, pero también había pasado mucho tiempo sin que vieran a uno que sí la tuviera, y eso los hacía dudar de sus decisiones. Un tiempo después se enteraron de que allá afuera se había creado un sanguinario campo de batalla, que los guerreros se habían dividido en dos grandes grupos y en otros más pequeños también, y que no faltaría mucho tiempo para que, por la escasez de tropas, empezaran a reclutar a los trabajadores, de los cuales muchos no sabían absolutamente nada de cómo luchar, ni siquiera de cómo disparar o sostener un arma.
Las familias, asustadas, pero resignadas por los rumores esparcidos, empezaron a analizar la situación y a discutir quién debería ir a la guerra, seguramente a morir. Muchos padres y madres se eligieron voluntariamente, sacrificándose para evitar que sus hijos pierdan largos años de vida que aún les quedaban; mientras, los hijos se levantaban valientemente para ofrecerse a ir a luchar, después de todo ellos aún eran jóvenes y tenían más posibilidades de sobrevivir debido a su fuerza y agilidad.
En la familia de Kakarotto, una tristeza inmensa se sentía en el ambiente, era tan fuerte que podría desgarrar sus ojos en un llanto perpetuo o tal vez simplemente dejar un vacío total en el corazón. Su madre se eligió a sí misma primero, intentando convencerlos de que ella sí sabría cómo salir de esa situación por haber observado al abuelo de Kakarotto largos años en sus entrenamientos; por supuesto, rechazaron tajantemente esa idea, porque ella era la pieza central de esa familia, y sin ella, nada podría funcionar bien. Su padre fue el siguiente, decía tener a su favor su fuerza, que aunque no estaba entrenada servía para dar una paliza a algún saiyajin débil; todos rechazaron también esa propuesta, ¿cómo podrían dejar ir al hombre que le daba al hogar energía y equilibrio?; su hermano continuó y aunque de antemano le dijeron que era imposible que mandaran a su hijo a ese lugar, Raditz quiso explicar que él era el joven más robusto y el mayor de los dos hermanos, y que si alguien debería ir a pelear ese sería él; pero como había mencionado, eso sería imposible para sus padres. Kakarotto observaba en silencio esa escena, mientras su cuerpo se sentía adolorido por la tristeza que estaba experimentando, ¿en serio uno de ellos debía ir a un lugar tan terrible?, no podía creerlo, ver a su familia rota y sufriendo sería el peor castigo para cualquiera de ellos, pero al parecer no había otra opción. Después de un largo debate familiar, se acostaron todos sin llegar a un acuerdo a pesar de que lo más probable era que recogieran a los reclutados al día siguiente. Sin embargo, el menor ya había tomado una decisión.
Al día siguiente cuando el vehículo que recogía a los futuros soldados pasó por la casa de Kakarotto, este corrió decidido y se presentó ante el guerrero que habían enviado a supervisar, lo revisó con una corta mirada y le dio la aprobación para que subiera al camión. El joven estaba terriblemente asustado, pero feliz de que no tuviera que ser otro de sus familiares el que estuviera en su lugar. Miró hacia atrás rápidamente y dedicó una sonrisa cariñosa a su familia que lloraba y gritaba desconsoladamente en la puerta de su casa; sus padres sostenían a Raditz fuertemente para que por su angustia no se lo llevaran a él también por error. La gente miraba con pena la escena, todos conocían al joven y sabían que su ausencia se sentiría como un duro golpe en sus corazones; y ver a sus familiares en ese estado era algo suficiente como para romper el corazón de cualquiera.
Pero Kakarotto en serio sentía que debía ser él. Era el único que no cumplía una función específica dentro de su hogar, y no es que eso le molestara, simplemente era por ser el menor, y esa era la razón por la que su casa podría prescindir de él. Aun así, tenía la esperanza de regresar algún día con su familia y reconstruir el sueño roto de la armonía que se estaba perdiendo con este acto. En serio... deseaba con toda su alma no equivocarse
El caso es que la guerra lo envió a un lugar peor incluso que el campo de batalla, una celda enemiga. Encerrado en un frío compartimento con una puerta de barrotes pasó varios días, quizás semanas, o quizás meses, quién sabe, lo único que se podía decir, era que para él había sido casi como haber pasado allí una vida entera, sin ruidos humanos, sin ver casi por completo en la infinita oscuridad. Sin embargo, su corazón no había cambiado, estaba terriblemente asustado, y la frustración lo invadía completamente, pero aún seguía siendo el mismo chico bondadoso y amable que siempre fue, y que siempre se suponía que fuese.
De pronto comenzó la peor parte, y comenzó también el fin de esa alma pura y noble que hoy sólo puedo aspirar a recordar.
---
Un día más, todo seguía igual, y eso no hacía otra cosa que aumentar su angustia y su tristeza. Quería saber de una vez cuál sería su destino, y sobre todo, quería escuchar una voz, ver a alguna persona, confirmar mediante sus sentidos que aún se mantenía vivo en el planeta Vegeta. Y sus deseos se cumplieron, pero no de la forma que él esperaba. Ese día entró a su celda un saiyajin alto y fornido, tenía una armadura que parecía pertenecer a una de las clases más altas. Kakarotto tardó un tiempo en acostumbrarse a la luz entrante generada por unas antorchas; cuando finalmente pudo ver bien se dio cuenta de que el rostro de ese hombre era severo y frío y, también, de que venía acompañado de un grupo de tres hombres. Muy dentro de sí, el moreno sabía que se venía algo muy malo desde ese momento, pero por fuera guardaba una pequeña esperanza de haberse equivocado.
- Tu nombre - Dijo firmemente el saiiyajin que se encontraba frente a él. Haciendo zumbar sus oídos por la falta de uso.
- Di...disculpe, ¿podría repertirlo?, aún no me acost...
Antes de que pudiera terminar de articular aquella palabra, una bofetada tan fuerte como para dejarle una marca en el rostro impactó contra la mejilla del joven, haciéndole brotar un poco de sangre de esta.
- No me colmes la paciencia, niño - Pronunció clara y amenazantemente - No tengo tiempo de juegos. Dime tu nombre
- Ka...Kakarotto - Respondió después de unos minutos, con la palma de su mano sobre su mejilla y algo de furia escondida entre sus labios.
- Bien, así me gusta - Sonrió sádico, mientras sus acompañantes reían detrás de él - Ahora dime ¿Por qué estás aquí?
Buena pregunta, bastardo. Lamentablemente, el joven no lo sabía, no recordaba con claridad nada de lo ocurrido, sin embargo con el tiempo que he tenido para escudriñar en las memorias de este chico, yo podría contarlo ahora mismo.
En kilómetros lo único que se divisaba eran cuerpos sin vida regados por toda la extensión de lo que había sido el campo de batalla. El ambiente era realmente aterrador y desesperanzador para cualquiera que pudiera presenciarlo. Kakarotto se despertó, entonces, después de haber quedado inconsciente por un golpe recibido en la nuca durante la contienda; observó el paisaje desolador por largos minutos como si intentara encontrar un ser inexistente o tal vez sólo fue que la escena tuvo gran impacto en él. El corazón le dolía, al igual que el cuerpo, y las esperanzas que tenía de poder regresar y volver a su vida de siempre se desvanecían poco a poco, ¿quién podría ser el mismo después de ver tantos rostros jóvenes sin vida sobre la tierra?, y, además, ¿por qué confiarse en tener la suerte que no tuvieron todas esas personas fallecidas?
Los ojos de Kakarotto se detuvieron en la visión confusa de unos hombres que se acercaban a lo lejos. Parecían estar explorando el terreno, quizás buscando sobrevivientes; aquello hubiera sido una buena noticia, maravillosa en realidad, si no fuese porque aquellos saiyajin tenían sus armaduras marcadas con los colores de el bando contrario al "suyo", lo cual significaba que el joven, para ellos, estaba identificado como un enemigo. En ese momento, Kakarotto experimentó un miedo más real que el de la propia batalla, el miedo que te produce ver el peligro inminente frente a tus ojos, y la tristeza de ver pasar tus recuerdos y sueños como estrellas fugaces que llegan y se van en un instante. Para cuando reaccionó y despertó de su letargo, se dio cuenta de que aún tenía una salida: podía fingir estar muerto; luego se las arreglaría para volver a casa de alguna manera, pero el objetivo principal en ese momento era sobrevivir.
Cuando los pasos de los hombres llegaron hasta el cuerpo de Kakarotto, lo inspeccionaron unos minutos, y finalmente se alejaron un poco de él. El moreno, manteniendo su posición y respirando casi imperceptiblemente, se sentía aliviado, daba por hecho que había logrado salvarse de esa situación y que, aún mejor, casi podía tocar la libertad con cada fibra de su ser. Sin embargo, el destino parecía haber preparado un escenario totalmente distinto para el joven e ingenuo muchacho.
Uno de los saiyajin tenía una lanza en una mano cuya punta miraba al cielo mientras que su base se apoyaba sobre el suelo rocoso del lugar. Había algo extraño en ver un cuerpo muerto tan limpio, sin desangramiento, sin marcas de un golpe mortal; tenía que estar vivo, y él lo sabía. Mientras sus compañeros empezaron a avanzar por el largo camino que aún les esperaba, el guerrero tomó su lanza, la giró con ambas manos y, en un golpe débil, la enterró en la piel de Kakarotto. Este abrió los ojos apenas el dolor empezó a controlar todo su cuerpo al mismo tiempo que la sangre corría fresca desde su herida y caía sobre el suelo. Soltó un gemido de dolor muy bajo, debido a sus intentos de reprimirlo, pero fue suficiente para que todos los presentes se percataran de su mentira.
Después de aquello, sé que se lo llevaron arrastrando, ya que la herida había hecho que perdiera mucha sangre y estabilidad, pero sin herir ningún punto vital. Al llegar al puesto de guerra más cercano lo entregaron como prisionero y lo mantuvieron encerrado de la misma forma hasta la llegada del hombre del que les hablaba.
Como decía, él preguntó por qué Kakarotto había llegado aquí, pero este no lo recordaba, debido a que la escasa comida, sueño y comunicación habían deteriorado sus funciones cerebrales por el momento. Su mirada inquisidora se posaba sobre la apariencia paupérrima del prisionero, esperando la respuesta que no saldría de sus labios.
- Bueno, ¿vas a responder o no?
- Yo... no recuerdo, sólo sé que estaba en batalla y luego me encerraron aquí.
- ¿Será que recibió un golpe en la cabeza? - Le preguntó uno de sus acompañantes al que me había estado hablando antes y que parecía ser un teniente o tal vez algo mayor.
- Quizás, pero aún puede servirnos para interrogatorio, manden a que lo lleven a una ducha y le den ropa nueva
Los ojos de Kakarotto se abrieron grandes por la sorpresa. Era el primero que le había dado siquiera un poco de importancia desde que estaba en esa celda: ropa nueva, poder ducharse; eso era suficiente para que el pobre chico recuperara sus ganas de vivir y sus esperanzas para el futuro.
Regresó a la celda al cabo de unas horas, con el cabello y cuerpo mojados, envuelto en una fragancia dulce y limpia. Su ropa se parecía ahora más a la de un prisionero, pero eso no importaba, estaba totalmente nueva, olía a recién hecha y era suave y cómoda. Se apoyó en la piedra fría de la que estaba hecha la pared y sonrió un poco, ese hombre le había hecho sangrar la mejilla, pero quizás había decidido disculparse con este último gesto.
Sin embargo, su ingenuidad era aún su mayor enemiga, y el que pensó sería la primera persona amable que conocería en ese lugar, terminaría siendo su peor pesadilla, el recuerdo más doloroso y malvado que alguien pudiese haberle dejado; y que aún hoy, yo evito reproducir en mi mente, por la inocencia que hizo creer a Kakarotto que ese "favor" dado había salido de la nobleza y bondad de un hombre que se había compadecido de él. No se imaginó lo que estaría a punto de pasar esa misma noche.
A veces el único entretenimiento que tenía Kakarotto era recordar canciones. Las cantaba en su mente, pero no lo hacía en voz alta, su voz no era algo de lo que pudiera enorgullecerse. Sin embargo, de vez en cuando tarareaba aquellas canciones en el silencio de la prisión, no tenía vergüenza de ello, ya que no había nadie realmente a su alrededor. Ese día, tomando como excusa su soledad, empezó a cantar. Lo hacía con sentimiento, como si reviviera cada momento en familia, en su hogar, con cada palabra. Esas canciones le recordaban sobre todo a su madre, cuando él era pequeño, y ella cantaba mientras trabajaban la tierra. Se preguntaba mucho por ellos, ¿qué estarían haciendo?, los extrañaba demasiado, y le dolía un poco haberlos dejado así, sin que ellos siquiera conociesen su ubicación o su estado; definitivamente era mejor eso a que supieran que estaba encerrado en un lugar en el que era tratado de forma deplorable.
- Así que te gusta cantar...
Kakarotto se puso totalmente rojo, lo último que se imaginó es que alguien estuviera escuchándolo. Intentaba ver quién era, pero la oscuridad se lo hacía un poco difícil, hasta que una vela se encendió al otro lado de los barrotes, dejándole observar el rostro de aquella persona. Este sonrió con un poco de gracia y se acercó, mientras el moreno había quedado totalmente paralizado por la presencia de aquel hombre en su celda.
- ¿Qué? ¿Por qué...? - No lograba articular palabra alguna, y la forma en cómo aquel tipo se aproximaba a él se lo ponía aún más difícil.
- No me tengas miedo, es sólo que me sentí muy mal por haberte tratado de esa forma más temprano, y ya no tenía ningún trabajo hasta dentro de dos días, así que decidí visitarte y pedirte perdón, creo que no basta sólo con darte ropa nueva y una ducha. ¿Crees que hice mal? - Se apoyó sobre una pared cercana a Kakarotto y sonrió.
El soldado, teniente, mayor, o lo que fuese, tenía una apariencia intimidante. Le quedaba muy bien el papel, hasta en sus facciones se notaba lo bajo, sádico y maldito que podía llegar a ser. Sin embargo, a pesar de todo eso, también tenía una habilidad increíble para ser encantador y aún mayor habilidad tenía para hacer que creyeran lo que él quisiese, como en aquel momento. Dejando aparte la personalidad de mierda que lo envolvía y lo convertía en la escoria que era, podría decirse que tenía una apariencia agradable. Era, como todo saiyajin luchador, alto, fuerte y con un cabello oscuro que se acomodaba perfectamente a su rostro. Sus ojos tenían la capacidad de lanzar miradas que te hacían sentir analizado, y sus demás facciones ayudaban a completar en él un aire a "persona que está planeando usarte como sujeto de pruebas", por lo menos eso es lo que yo... bueno, Kakarotto recuerda.
- No, eh... Está bien - dijo con desgano el muchacho. Aún le costaba hablarle por la vergüenza y desconfianza que le inspiraba.
- Pues bien, también hay otro motivo...
- ¿Ah, sí?
- Sí - Sonrió - A veces durante la guerra no somos en lo absoluto capaces de ver algo de felicidad, no somos capaces de mantener una conversación alegre con alguien. Eso me mata, y cuando me di cuenta de que dentro de ti guardabas parte de esa felicidad que tanto anhelo, supe que debía cuidarte; así como tú cuidas ese amor por la vida y lo proteges dentro de ti para que nadie sea capaz de arrebatártelo - Kakarotto sentía que había quedado al descubierto en parte, por todo aquello que había dicho de su forma de guardar todo dentro de él. Volteó la mirada hacia otro sitio y dejó que continuara hablando - Sólo quiero que conversemos ahora y me muestres cómo eres en realidad, quiero conocerte.
Esas últimas palabras lograron calar hondo en su mente, "quiero conocerte", ¿significaba eso, acaso, que estaba interesado en él como persona? Quizás, y eso, de alguna forma, ponía feliz al joven saiyajin. Y no era muy difícil adivinar por qué, el hecho de estar confinado en la soledad y el frío silencio de un calabozo hace que, si eres un poco como Kakarotto, te haga ilusión que venga alguien y de la nada te diga que quiere conversar contigo y conocerte. Lo vio por un momento como su salvación, encantador, amable y delicado, parecía haber olvidado la forma cómo lo había tratado antes, y que unas disculpas no arreglaban un maltrato que se notaba venía desde el fondo de su putrefacto corazón.
- Yo... no entiendo para nada su interés. Pero, no tengo ningún problema en lo que dice - Intentó sonreír de forma amable, mas no podía ocultar su emoción.
- ¡Qué bueno! Me encantaría que me contaras cómo era tu vida antes de llegar aquí, cómo era tu hogar, lo que sea, que me digas lo que quieras decirme - Se sentó en el suelo y miró al más joven con entusiasmo, como si fuese un niño a punto de escuchar una historia maravillosa.
- ¡¿Quiere decir ahora?! - exclamó sin reparó a sonar insolente o algo parecido.
- ¿Te parece mal?
- Eh... bueno, no es como si anduviese muy ocupado últimamente - rio, y pronto escuchó la risa de su acompañante - Sí, no es muy agradable estar aquí, pero cuando siento que mis fuerzas están decayendo pienso en mi familia, en mis amigos, en aquellos que hicieron maravillosa, la vida que llevaba en mi pueblo. Ellos, su recuerdo, me traen de vuelta la vitalidad y el amor por los saiyajin, por mi mundo, y por mi vida; esa es la fuente a la acudo siempre cuando estoy sediento de esperanza. Bueno, estoy hablando de forma muy empalagosa ya. Mi tierra era el área oeste de los proveedores, ¿conoces ese lugar? Seguramente no, pero es hermoso, las plantas alcanzan metros y metros de alto, y ni hablar de los árboles, ¡son gigantescos! A veces llegaba a ser complicado sacar los frutos que salían de ellos porque, con tanta altura, caían y se destrozaban al llegar a tierra...
Y así, pasaron horas. ¿Quién hubiese dicho que Kakarotto podría hablar tanto de forma improvisada?, hay cosas que las personas sólo pueden descubrir de sí mismas cuando llega un determinado momento. El asunto es que, por primera vez después de mucho tiempo, el joven se sentía importante; y esa era un arma letal que el mayor sabía utilizar muy bien. El muchacho se sentía cansado, ya hacía unas horas que debería estar durmiendo, pero el otro saiyajin parecía estar totalmente lúcido, y consciente del estado del moreno.
- ¿Estás a punto de dormirte?
- Creo que sí, lo siento. Estaba pasando un buen momento conversando contigo pero mi cuerpo parece no resistir más - dijo mientras se tapaba la boca para bostezar.
- Mmmn... ¿Y si te doy algo para que puedas dormir menos horas hoy? - esbozó una pequeña sonrisa, casi imperceptible.
- ¡¿Qué?! - Exclamó sorprendido - ¿Existe algo así?
- Claro, nosotros tenemos acceso a muchas de estas cosas porque tenemos que estar siempre alertas y no podemos darnos el lujo de dormir siempre que queramos; por lo menos, no por ahora - suspiró - ¿Qué dices? ¿Lo pruebas?
- Bueno... - pensó Kakarotto por un momento, para después sonreír y continuar - Veamos si en serio funcionan estas cosas
La tomó en su mano. Era una especie de cápsula que tenías que tragar y hacía efecto al instante. Fue un gran error haber confiado en alguien que no conocía, fue un gran error creer que aún había gente en la que confiar en medio de esa situación. Abrió su boca e introdujo aquel "regalo" en ella, lo pasó fácilmente mientras esperaba con curiosidad sentirse más despierto tal y como había dicho su acompañante. Pero no fue así, en vez de eso, sus piernas temblaban como si no pudiesen cargar el peso de su cuerpo; su corazón latía muy fuerte, y su temperatura había subido; e irónicamente, su capacidad mental no había disminuido, es más, podría decirse que efectivamente estaba más lúcido que antes, mas no de la forma en que debía ser.
- Ugh... ¿Qué me sucede? - dijo Kakarotto, dejándose caer sentado al suelo.
- Maravilloso - rio - no pensé que este efecto sería tan rápido.
- ¿De qué hablas? - Y ahí fue cuando se dio cuenta de su error - ¡¿Qué rayos me diste?!
- Creo que debería conservarlo como un secreto. Tienes calor, ¿verdad? - Empezó a acercarse mientras se quitaba la armadura para quedar solamente en una camiseta y un short negro.
- No te acerques - Lo miró amenazante - ¡Vete!
- Probablemente debería liberarte de ese calor, ¿no? - rio con malicia - Después de todo es mi culpa...
Los ojos del joven se abrieron más grandes que nunca; su corazón empezó a latir más fuerte, si eso fuese posible; su cuerpo empezó a sudar por el nerviosismo y el miedo que le producían aquellas palabras. Ese fue el momento en el que se dio cuenta de quién era aquel saiyajin, cuáles eran sus intenciones, y que estaba a punto de vivir una pesadilla en la vida real. Algunas lágrimas empezaron a caer de sus ojos, imaginándose todo lo que le pasaría después, hasta cosas que al final no sucedieron, pero que él creía que le ocurrirían esa misma noche. Su cuerpo se sentía débil y tembloroso, quería intentar golpearlo pero sabía que no podía; estaba a punto de resignarse a pensar que no había forma de detenerlo.
"No llores" decía, "No lo sentirás". Su mente cruel y enfermiza estaba tendiéndole una trampa de nuevo, haciéndole creer que los efectos de esa cápsula incluían quitar la sensibilidad de su cuerpo; pero era una mentira, hasta podría decirse que era todo lo contrario. Su sonrisa sádica logró impactar realmente al moreno, a llenarlo de un escalofrío general que no hacía más que convertir el momento en una pesadilla hecha realidad.
Se quitó la camiseta y la tiró a un lado. Por fin quedó a unos centímetros de Kakarotto. Lo acomodó para que quedara sentado de manera correcta, y el muchacho sólo cerraba los ojos y crujía los dientes. Con sus manos arrancó la ropa del menor como si fuese papel, dejándolo sólo en ropa interior y arruinando aquello que acababa de conseguir ese día y que lo había puesto feliz por unas horas. El moreno luchaba para no dar señales de sufrimiento o tristeza, y menos aún de miedo, a pesar de que estaba experimentado las tres en ese momento; no quería demostrarlo porque sabía que eso era exactamente lo que él quería, que eso le producía alegría y satisfacción, y no quería darle el gusto en algo como eso.
Y finalmente se deshizo de lo único que les quedaba de ropa a ambos; tomó la ropa interior de Kakarotto y amarró sus manos con ella. Cuando se acercaba lo suficiente, el menor aprovechaba para hacerle el poco daño que podía mordiéndole lo que estuviera a su alcance; llegó a hacerle brotar sangre de varias partes, y eso contentaba un poco al muchacho y lo hacía sentir con más control de la situación. Estaba llegando a un punto en el que la agresividad del joven era insoportable para el otro; sin embargo, en lugar de irse como el moreno deseaba, dirigió toda su ira contra el pobre chico que tenía indefenso en frente suyo; puños, patadas, rasguños, jalones de cabello, todo lo que pudo hacer para vengarse lo hizo. Kakarotto estaba sangrando; su cuerpo marcado por la violencia de ese saiyajin no era capaz de aguantar ni un esfuerzo más; sus ojos conteniendo las lágrimas, estaban hinchados; su mente lo traicionaba con pensamientos que no hacían más que empeorar la situación.
El animal que miraba al joven como a su presa se sentía un poco frustrado, ese chico era hermoso y ahora no iba a ser capaz de disfrutar de su belleza en todo su esplendor por su propia culpa. Pero, bueno, no importaba tanto. Sonrió y le dijo con una risa sádica y cruel: "lamento haber arruinado tu ropa". Finalmente empezó con su "trabajo".
El dolor que sentía el muchacho era extraño, casi insoportable; y me refiero tanto al emocional como al físico. Las heridas ya no le producían tanta molestia, pero lo que estaba haciendo aquel hombre con él, era doloroso de igual manera. Pasó por lo menos una hora antes de que la tortura terminara, pero el cruel saiyajin se quedó en su celda más tiempo; satisfecho por su logro, feliz por haber arruinado la mente de un chico de 19 años que había tenido el cielo donde ahora sólo habían restos de un corazón machacado por el dolor. Cuando se fue, salió airoso, dejando al menor con heridas, moretones, rasguños, odio, dolor y un cuerpo y una mente manchados de la satisfacción de un tipo que había logrado hacerle soltar sus recuerdos, pensamientos y sueños para tomarlos y hacerlos polvo con sus manos.
Esa noche Kakarotto lloró en la oscuridad de su celda, en un rincón. Lloraba y no podía parar, no sabía que más hacer, ya no sabía ni qué pensar; observó el rastro que había dejado aquel hombre sobre su cuerpo y lo odió, y se odió a sí mismo. Poco a poco, día tras día, empezó a perder el concepto de su propia persona, no sabía quién era, no concebía su existencia, no era capaz de verse como un ser viviente ni aceptar el hecho de que tenía sentimientos y emociones. Consumido por el odio hacia todo, la desesperanza, la locura que le producía desde hace mucho la soledad y el silencio (y que no había hecho más que acentuarse) trató de olvidar, pero era imposible, se sentía muerto. Con esos conceptos como base, forjó su identidad desde cero, creando una personalidad nueva, que no se parecía ni remotamente a la que había tenido antes.
Así nací yo.
.
.
.
.
.
(Por alguna razon extraña siento que me van a querer matar x"D)
.
.
.
.
.
.
.
.
.
TWO DAYS:
En este lugar en el que vivo desde hace mucho tiempo, hay dos tipos de personas. Los que se compadecen de mí, y los que siguen el ejemplo de aquel saiyajin y me usan a su antojo. La verdad, a estas alturas, ya no es un problema para mí, simplemente he aceptado que así es como la vida ha querido tratarme; tal vez este es mi destino, ser el juguete sexual de los soldados que son tan ridículamente inútiles que no pueden desfogar su agresividad en el campo de batalla y buscan el sexo para sentir que son fuertes, para sentirse los amos, que controlan por completo la situación. Yo obedezco todas las órdenes que me dan, no porque lo disfrute, es porque he encontrado que esa es la mejor manera de lidiar con ello, no me maltratan más de lo necesario y se van más rápido; he dejado de pensar que puedo acabar con esta situación. A veces, me da curiosidad por observar que es lo que hacen conmigo que me hace sentir cosas tan extrañas, así que lo hago de vez en cuando; juro que no entiendo por qué hacen algo así, es decir, sé que ellos lo llaman de muchas formas, pero una de las personas que "se compadeció de mí" me explicó que eso se llamaba "sexo", o que así lo conocía él; no me dijo mucho más, y es por eso que para mí es, de cierta forma, un acto incomprensible.
Pero sí sé qué cómo portarme y qué hacer en cada momento; es más, hay unos pocos que vienen con frecuencia, y también conozco sus particularidades; a uno le gusta esto; al otro le gusta aquello, y así a veces acaba antes de lo esperado y puedo regresar a dormir o a pensar en cualquier otra cosa en mi soledad.
Antes dije que también había otro tipo: los que se compadecían de mí. En ciertos momentos no sabía quiénes eran peores. Estos solían visitarme pero no me pedían nada. A veces simplemente me observaban como si yo fuese un animal raro, otras veces escuchaba que hablaban, acerca de mí, de mi aspecto, de mis heridas (Porque claro, a veces aparecía alguno que otro que me quería para desfogarse a base de maltratos hacia mí; y ahí estaba, nuevamente la sangre escapando hacia el exterior, y corriendo por mi cuerpo, mientras un tipo me contemplaba como si acabase de conseguir una mascota). Algunas veces aparecía alguien que me llevaba comida de mejor calidad que la que me daban normalmente, ropa, o me llevaba hasta las duchas, o me vendaba las heridas. A las mujeres sobre todo les gustaba hacer eso por mí, ellas también eran guerreras, por lo que no podían quedarse mucho tiempo, pero aunque se tardaran, siempre aparecía una; y eventualmente, uno.
Un día como cualquier otro para mí, regresaba de la ducha después de haber estado por horas con un tipo que me había dejado adolorido totalmente. Ahora, más relajado, caminaba despacio debido a la bola de metal que cargaba con mi pie, esa era la única forma de que me dejaran salir de mi celda, debido a que de otro modo estaban seguros de que me escaparía; lo gracioso es que ni siquiera yo estaba tan seguro como ellos, siempre estaba muy cansado y escapar sería un desgaste mental y físico que no estaba seguro de querer hacer. En fin, como decía, estaba caminando lentamente hacia mi celda, cuando en eso escuché unas voces provenientes de un lugar cercano. Había entre ellos algunas voces conocidas, entre ellas, una que decía "Sí, sí, es muy liberador hacerlo", y otra que agregaba "Es más, puede hacer lo que usted quiera", las demás voces se perdían entre el eco de las paredes y las dos voces que mencioné antes. Caminé lo más rápido que pude a mi celda, y me senté en el suelo; algo me decía que estaban hablando de mí, y lamentablemente no me equivocaba. Pronto aparecieron 4 personas frente a los barrotes, tres de ellos eran conocidos, muy acostumbrados a hacerme visitas cortas. Pero uno de ellos no me resultaba familiar, ¿sería alguien que acababan de asignar a esta base? Se veía más ostentoso que cualquier otro que hubiera pasado por ahí antes. Era obvio que le habían estado recomendando ir a verme, imagino por qué. Los cuatro entraron juntos y se me acercaron, me miraron por un momento y uno le dijo al desconocido: "Muy bonito, ¿verdad?"; ¡me fastidió tanto eso!, escucharlos hablando de mí como si fuese un plato de comida apetitoso o algo así. Sin embargo había algo extraño, aquella persona no me apartaba los ojos de encima, me observaba fijamente intentando cruzarse con mi mirada, pero no con deseo ni compasión, simplemente me miraba y yo evitaba por cualquier medio hacer contacto visual con él. Hablaron unos segundos más, conversación que no pude escuchar por aquellos ojos sobre mí, que empezaban a ponerme sumamente nervioso. Los otros tres se fueron después de un rato, no sin antes acercarse uno a cogerme del mentón y susurrarme con una sonrisa algo acerca de una visita pronto. Y así, me quedé sólo con esa persona.
Varios minutos el silencio al que estaba acostumbrado reinó en el lugar. Él observaba todo lo que había a su alrededor, y yo simplemente me mantenía en mi lugar. ¿Por qué no decía nada?, me estaba cansando de la incertidumbre que traía a mi espacio. No me agradaba demasiado la presencia de cualquier persona ahí, me incomodaba tener que ver gente conmigo, me incomodaba no poder simplemente estar solo. Tal vez el hombre era algo tímido, quizás debía hacer yo el trabajo para que se fuera de mi prisión más rápido.
Me acerqué rápidamente a él, se veía joven, aunque no tanto como yo. Su rostro era... agradable. Su cabello marrón oscuro terminaba en una punta algo extraña y su traje tenía una elegancia que no había visto nunca antes en otro de ellos. Me arrodillé frente a él hasta quedar con su entrepierna frente a mí, tomé el borde del pantalón que llevaba bajo su armadura y lo bajé. Me acerqué más a aquello que formaba un bulto bajo su ropa interior, cuando en eso sentí su mano sobre mi frente empujándome hacia atrás.
- ¿Qu... qué haces? - dijo asustado, mientras sostenía su mano en mi frente, lejos de él.
- ¿No ha venido a esto? - contesté, sintiéndome un poco fastidiado al darme cuenta de que de nuevo no sabía sus intenciones.
- ¡No! - Sus mejillas se enrojecieron ligeramente y su expresión cambió a una de molestia - No es mi pasatiempo aprovecharme de la primera persona de la que pueda hacerlo.
- Entonces, ¿a qué ha venido? - Me levanté de mi posición y lo miré frente a frente.
- Simplemente... Había escuchado de ti. Quería saber cómo eras, y por qué te habías hecho de esa fama - comentó mientras se acomodaba la ropa.
- ¿Fama? - reí un poco - ¿Qué fama?
- Mmmn... ya sabes, ellos dicen... muchas cosas de ti.
- ¿Por ejemplo?
- No me gustaría mencionarlo.
- Bueno, me imagino a qué se refieres - me volteé y me dirigí a una de las esquinas de la celda.
- ¡Ellos te ven como a un juguete!, eres... muy servicial. Prácticamente permites de todo. No pareces sentir absolutamente nada - Lo miré, tenía una expresión un poco triste - Eso es un poco de lo que me han dicho
- Ah - reí divertido - ¿Y qué si es cierto?
- Entonces, ¿es verdad todo eso?
- Tal vez, tal vez incluso aquello que no me quiere decir - sonreí. Hace mucho había dejado de importarme lo que dijeran, hace mucho había decidido dejar de tener control sobre mí, era demasiada responsabilidad para alguien como yo.
- Ya veo... - Bajó la mirada - No lo creo.
- ¿Eh? - Mi expresión cambió.
- Yo sé que hay algo diferente dentro de ti, puedo verlo en tus ojos; en tu mirada hay resentimiento y dolor, y sé que no siempre fue de ese modo.
- Claro... - contesté, para cambiar el tema por el momento - Entonces, ¿qué quiere conmigo?
- No lo sé. Debe sonar pretencioso, pero quiero ayudarte, quiero hacer algo por ti, algo que pueda hacerte volver a ser como yo... supongo que fuiste antes.
- Mmmn... está perdiendo el tiempo conmigo. No creo ser la persona que necesita. Parece querer hacer buenas obras para sentirse bien consigo mismo. Le informo que no le agradeceré por ninguna cosa que crea que me gustaría recibir - Algo me llamaba a hablarle "de usted" a pesar de estar siendo insolente con él.
- No espero que me agradezcas. Tampoco quiero sentirme bien por esto. Sólo quiero que tú te sientas mejor, te traeré buena comida, mejor ropa, te dejaré ir a ducharte sin una bola de metal encadenada a tu tobillo; no sé, quiero que estés un poco feliz.
- ¿Ah sí?, ¿quieres decirme que alguien de tu rango se interesa en un prisionero como yo?, ¿que harás prácticamente lo que yo te pida? - reí sarcástico - ¿Estás jugando conmigo de una nueva forma de la que aún no estoy enterado?
- Exactamente eso, lo que tú pidas es tuyo. Y no... no jugaría contigo de ese modo...
- Sácame de aquí, entonces, llévame a algún lugar donde pueda estar libre y solo - En ese momento perdí los formalismos por culpa de mis emociones. Algunas lágrimas quisieron escapar de mis ojos, pero se esfumaron inmediatamente, llorar ya no era algo habitual en mí.
- Lo... siento. Eso es lo único que no puedo hacer por ti. Me encantaría hacerlo, lo juro. Pero yo no tengo el control de la forma cómo se produce la captura de prisioneros, no puedo interferir con lo que los demás generales acuerden. Lo lamento tanto.
- Entonces sólo eres otro de esos hipócritas que dicen ayudarme pero no pueden hacer nada para hacerme feliz. Otro de esos que se vanaglorian en su posición y me tratan como a un ignorante o a un pobre chico que es débil y que vive un infierno. Estoy harto de eso. No quiero que además de ser utilizado de la forma en que lo hacen habitualmente también me usen como el ejemplo del mal peor, o de mascota a la que darle atención y compadecerse de ella. ¡Yo sólo quiero que me dejen en paz, que se ocupen de sus propios problemas y no de mí! - Lo miré con furia en mis ojos, dándole una señal de que no estaba dispuesto a ser ayudado, que lamentablemente ya era muy tarde para mí.
- Entiendo, entiendo perfectamente todo lo que dices. Pero comprende que yo no quiero usarte de ninguna forma, no puedo sacarte de aquí, pero puedo hacer otras cosas por ti, sólo déjame demostrártelo, por favor - me pidió. Sus ojos y su voz parecían sinceros, pero ya habían pasado, para mí, las épocas de ser confiado.
- ¿Puedes hacer lo que yo quiera, eh? - Me eché sobre el frío suelo, acurrucándome en la esquina donde me encontraba - Entonces, déjame sólo.
Sus pasos lentamente se alejaron de aquel lugar, dejando los barrotes cerrados nuevamente, no sin antes lanzarme una última mirada. Sinceramente no esperé que me hiciese caso. En sus ojos pude notar que se iba lastimado, pero que se iba, porque tal vez quería darme una prueba de sus palabras. Cerré los ojos y traté de soñar algo que me hiciera salir de aquel lugar, un sueño que se viera tan real que cuando despertase pensara que en serio mi sufrimiento había acabado. Soñé con un paisaje verde, un campo, rodeado de plantas hermosas en una extensión inimaginable; atrás de mí, una cerca, y al otro lado de ella, un suelo rocoso y oscuro sin vegetación, sin nada más que la figura de un hombre que me observaba de lejos, su rostro estaba cubierto por la sombra, haciéndome imposible verlo; corrí hasta él, me acerqué a la cerca, y en ese momento todo se convirtió en un abismo, y ahí estaba yo cayendo por él.
Una pesadilla.
Me desperté en ese instante, sorprendido por aquel sueño tan extraño. Me senté apoyado en la pared, esperando por algo que me sacara de mis pensamientos. Escuché un ruido de una llave, y los barrotes abriéndose, una luz entraba y tras de ella, el hombre que había venido antes.
- Hola, lamento haber regresado el mismo día que me dijiste que querías estar solo; pero tenía que traerte algo de comer - dijo enseñándome una bandeja de comida hermosa, todo se veía apetitoso y lamentablemente no pude evitar delatarme en mi sorpresa.
- ¡¿Eso es para mí?! - exclamé mirando todo aquello. Me calmé y continué - Eh... gracias... - Miré hacia un lado para no parecer tan interesado.
- De nada. Espero que te agrade. La verdad estaba un poco preocupado de que me echaras de aquí.
- Mmmn... no me gusta mucho tener compañía, pero hasta ahora no tengo motivos para tratarte así - me senté y empecé a comer - ¿Tú no tienes hambre?
- No - sonrió - hace algunas horas comí lo suficiente. ¿Me permitirías quedarme contigo?
- Supongo... que no tengo problema - suspiré y seguí comiendo.
No sé si lo había mencionado ya, pero los saiyajin comemos mucho, necesitamos bastante comida para saciarnos, aunque yo había disminuido un poco mi hambre desde que había llegado aquí, en primer lugar debido a que no me daban de comer lo necesario, y en segundo lugar porque no tenía actividad física desgastante todo el tiempo. Sin embargo, al ver toda aquella comida mi hambre pareció haber regresado; y la velocidad para comer, incrementado.
- ¿Por qué me miras comer? - le pregunté al saiyajin quien no apartaba su vista de mí desde hace rato.
- Lo siento, ¿te molesta? - me respondió, como si no se hubiese dado cuenta de que me estaba observando.
- Ah... - suspiré - No... - continué comiendo - A propósito, ¿eres un general o algo así? No había visto esa clase de ropa nunca por aquí.
- Podría decirse que sí - rio.
- ¿"Podría decirse"?, ¿qué eres entonces?
- Pues... sí soy un general, pero ese no es mi verdadero rango, o por lo menos no es el que los demás toman en cuenta normalmente - Se detuvo, observó mi interés en el asunto y continuó - La mayoría de gente me llama "Príncipe" - Sonrió.
- ¡¿Qué?! - Exclamé, a punto de tirar la comida que restaba de los platos. Mi expresión cambió a una más incrédula - ¿Un príncipe?
- Así es, soy el hijo del rey de los saiyajin; aunque no me agrade mucho decirlo de esa forma. Me enorgullece serlo, pero no es algo que me agrade mencionar por todos lados. Prefiero que me reconozcan por mi habilidad y mi fuerza que por mi familia.
- No sabía que el planeta Vegeta tenía un rey... - No salía de mi asombro, definitivamente aún habían muchas cosas que no sabía acerca del mundo.
- Sí, ¿de dónde crees que salió ese nombre?
- ¿Entonces tu padre se llama así? ¿Es el rey Vegeta? ¿Y tú eres...?
- Yo me llamo igual que mi padre, soy el príncipe Vegeta. Es un poco monótono y tonto, lo sé.
- Eh... - Ciertamente lo era - Príncipe Vegeta, entonces.
- Llámame Vegeta, es poco práctico que me digan príncipe; además al fin y al cabo estoy al mismo nivel que los otros a la hora de morir y todo lo demás. Bueno, ¿y qué hay de ti? ¿cuál es tu nombre?
- ¿Mi nombre? No lo sé, no me había puesto a pensar en eso. Este rostro antes era conocido como Kakarotto, pero me niego a usar ese nombre; yo no me siento como él, Kakarotto era un alma pura y alegre, lleno de amor y bondad; no puedo utilizar ese nombre para mí, cuando lo que más siento es rencor, y mi mente está manchada por todo lo que ha sucedido en este tiempo - Lo miré amenazadoramente y le advertí - Si me llamas de esa forma, estarías ensuciando el nombre de un hombre verdaderamente especial.
- Entiendo, quisiera haber podido conocerlo y que no hubiera tenido que pasar por cosas tan malas. Pero quizás no habría tenido sentido mi existencia en su vida si así fuese - sonrió un poco triste - Entonces, ¿cómo puedo llamarte?
- Sólo no me llames de ninguna forma, es más fácil así; sólo háblame sin darme un nombre - Terminé de comer y dejé a un lado la bandeja - Muchas gracias por eso.
- No tienes por qué agradecerme. ¿Te molesta si me quedo aquí?
- No lo creo. Pero debe ser aburrido para ti, no hay nada qué hacer en este lugar.
- Quizás, podamos hablar, o simplemente quedarnos en silencio - Se acomodó, cerca de mí, y yo sólo atiné bajar la mirada.
Era un comportamiento extraño el suyo. Me trataba demasiado bien para no querer nada a cambio, me dejaba ser arrogante y malcriado, soportaba el mal humor permanente que me caracterizaba. Casi podía llegar a pensar que en serio le importaba. Sin embargo, dejarme llevar por algo así, ya no era mi estilo.
- ¿Tienes sueño? - Esa frase me puso alerta, me hizo recordar lo que le había hecho aquel maldito a Kakarotto hace tiempo.
- No, sólo estoy un poco cansado.
- He escuchado cosas también... acerca de eso - Me llamó la atención su comentario - He oído que a veces no puedes dormir, que a veces interrumpían tu sueño con visitas nocturnas, y que tú sólo hacías lo que tenías que hacer... y luego volvías a dormir. Odio saber que no piensen ni un poco en ti; detesto pensar que ellos no sienten ni un poco de culpa por lo que te hacen - Cerró fuertemente sus manos haciendo puños, y yo me quedé sorprendido. ¿Parecía... molesto?, ¿por qué lo ponía así el hecho de que yo pasara por esto?
- Ehh... tranquilo - dije aún sorprendido - Hace mucho dejó de ser un gran problema para mí.
- Lo siento si parezco muy dramático. ¿Podría dormir aquí? - Me preguntó poniendo la mano en su cabeza - Debo ser muy molesto pero... quisiera poder pasar tiempo contigo, y ocupar este espacio para que nadie entre esta noche, al menos.
- De... De acuerdo - Me confundía un poco aceptar todo lo que me pedía. Eso era algo habitual en mí, y por eso me confundía que me pareciera extraño hacerlo con este hombre, quizás porque implicaba permitirq cosas... más personales - ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Claro, dime - Pareció sorprenderle que le hablara de algo.
- Tú dices que harás lo que to te pida, ¿no?; quiero que me expliques algo entonces: ¿por qué vienen a hacer esas cosas conmigo? Es decir... sé que les gusta sentirse poderosos y les gusta darme órdenes, pero no entiendo por qué les gusta hacer aquello conmigo, ya sabes "sexo", ese es su nombre , ¿verdad? - me detuve un momento - ¿Qué les produce? ¿Por qué vienen todo el tiempo?, nadie nunca ha querido contestarme eso.
- Pues... - vaciló un poco antes de contestarme, siempre me había dado cuenta de que todo el mundo titubeaba antes de hablar de ese tema; ¿era algo tan malo? - El sexo no debería ser de este modo. Es algo que debería ser por voluntad de cada persona, no deberían obligarte a hacerlo; esto es una violación. El sexo es placentero, es algo divertido por decirlo así, pero debe ser por mutuo acuerdo. Ellos son guerreros, están en constante batalla, no saben cuándo morirán, y por eso tienen apetito por tenerlo, y buscan a la primera persona que puede dárselo. Tú... Debe ser que tú no sientes placer alguno en ello, porque es una violación, porque te obligan a satisfacerlos, y quizás porque has adquirido algún trauma por eso. Esto es lo que puedo decir acerca del tema. El sexo puede hacerse por muchas razones, por satisfacción pura, por dinero, por... amor, aunque a veces dudo si alguien a mi alrededor lo hace realmente por eso.
- Ya... veo. Ahora comprendo todo perfectamente. Ya había escuchado antes de eso, pero nunca me habían dicho cómo se llamaba. ¿Así que eso se hace también por amor?, ¿cómo?
- Así es, pero no por amor como el que sientes por algún familiar o un amigo; se hace cuando amas a alguien como pareja, como alguien con quien quisieras tener un hijo, o como alguien con quien quisieras formar tu propia familia. Es el tipo de amor que tiene tu padre por tu madre. ¿Comprendes?
- Sí, entiendo. Y tú, ¿lo has hecho alguna vez?
- Eeh... sí, lo he hecho, creo que todo el mundo lo ha hecho ya a mi edad.
- ¿A tu edad?
- Tengo 24 años. Tú debes ser más joven que yo, ¿verdad?
- Sí, tengo 19, o eso recuerdo - Hubo un breve silencio antes de continuar - Y dime, cuando lo hiciste, ¿lo hiciste por amor?
- No realmente - sonrió, avergonzado - No he tenido la oportunidad de amar a alguien de ese modo aún. Lo hice porque es placentero hacerlo, a veces hasta necesario.
- ¿En serio? Creo que no lo he necesitado nunca realmente.
- Pues tal vez aún no, o tal vez sólo lo quieras cuando conozcas a alguien que te atraiga.
- Mmmn... interesante. Quisiera conocer a esa persona - sonreí.
Me quedé dormido en algún momento; mis ojos ya pesaban, y se había hecho tarde según él. Yo me recosté en una esquina, y él en la otra, aunque luego pude darme cuenta que durante la noche se había acercado mucho más a mí. Cuando desperté en la que yo imagino que sería la mañana, ya se había ido; quién sabe cuándo volvería, quizás simplemente había tenido que ir a otra base y ya no tenía nada que hacer ahí. Me asustaba pensar que lo estaba extrañando, me asustaba creer que... me había encariñado con él en muy pocas horas, tal y como Kakarotto lo había hecho con aquel hombre hace tiempo, el que lo destruyó como persona. Yo no quería que eso volviera suceder.
Pasaron varias horas o eso creo. El tiempo se me hacía lento, quizás había pasado más de un día en esos momentos. Hasta que por fin una luz se acercó a mi celda y no pude evitar sonreír por la emoción. Ahí estaba él, devolviéndome la sonrisa, y con un montón de cosas que no podía llegar a identificar bien.
- ¡Hola! - dijo mientras entraba - Veo que estás de mejor humor hoy.
- No lo sé - reí - ¿Qué es todo eso?
- Algunas cosas que traigo para ti. Comida deliciosa, agua, ropa nueva, un espejo y un regalo. Te traje el espejo porque... ¿quién sabe? Pensé que tal vez te daría curiosidad ver tu rostro después de tanto tiempo.
- Podría ser... divertido - Me puse nervioso. No me hacía mucha ilusión la idea a decir verdad, no es como que hubiese superado por completo mi poco aprecio por mí mismo - Gracias por todo - sonreí ligeramente - ¿Y ese regalo? ¿Qué es?
- ¿Tienes curiosidad? - Se sentó cerca a mí y me dio todo menos el paquete donde estaba aquello que aún no sabía qué era - No sé si te gustará, pero algo me dijo que debía dártelo. Pertenecía a mi madre, ella falleció y me lo quedé yo; ha sido algo especial para mí, pero quiero que tú lo tengas - Estiró sus brazos hacia mí y me lo entregó. Lo abrí, y encontré dentro una pequeña caja, era una caja de música. Verdaderamente era hermosa, tenía detalles muy lindos y estaba perfectamente conservada.
- Es muy bonita... - Giré la cuerda para que sonara la música, era una canción triste pero dulce, y sobre todo preciosa - ¿Por qué haces esto? ¿Por qué me das algo tan preciado para ti?
- ¿Sabes una cosa?, yo también quisiera saber por qué. Simplemente nace de mí. Acepta lo que te doy y no me preguntes por qué, ¿de acuerdo? - dijo amablemente - Ahora, come, antes de que se arruine la comida.
- Gracias.
Ya había olvidado lo bien que se sentía esto. Había olvidado qué era ser cuidado, protegido, querido; y quizás me estaba equivocando, quizás él no sentía aprecio por mí - y no me parecería imposible de creer, después de todo soy un alma extremadamente negativa, desde mi expresión en el rostro hasta mis palabras y mi tono de voz. Pero ¿eso importaba ahora realmente?, ya no podían hacerme más daño del que me habían hecho todo este tiempo (¿Tendré yo 20 años ya y no me he dado cuenta?), y si alguien era capaz de traerme felicidad aunque sea a base de mentiras, no tenía ningún problema con eso. ¿Desde cuándo pensaba tanto? Mi mente se había vuelto un depósito demasiado grande para mi gusto, que tomaba absolutamente todo lo que le daban para guardarlo eternamente. De pronto escuché una risa, que me sacó totalmente de mi reflexión.
- ¿De qué te ríes? - dije un poco fastidiado.
- Pones una cara muy graciosa cuando piensas - contestó aún terminando de soltar algunas risas.
- Eh... - Resoplé con fastidio - Tienes que recordar que no tengo mucha relación con la gente hace tiempo. No tengo consciencia de cómo me veo la mayoría del tiempo.
- ¡Y para eso es el espejo! - Tomó el objeto y lo puso frente a mí.
Pude ver mi rostro después de mucho y aquella vista la sentí casi como un golpe; me dio lástima. Ojeras enormes, cabello desaliñado, labios cuarteados. Alejé un poco el espejo para verme completamente. Mi cuerpo estaba muy delgado, igual que mi cara, mis brazos tenían algunas cicatrices; y en mi rostro, algunas manchas de heridas recién cicatrizadas se dejaban ver ligeramente. Quité aquella visión de mi mente y dejé a un lado el espejo. ¿De esa forma me veía yo?, así que eso era lo que miraba la gente al verme a mí, qué desagradable.
- ¿Te sucede algo? - Me giré para verlo, pero agaché la cabeza inmediatamente para que no pudiera ver más lo mal que estaba. Su rostro mostraba preocupación.
- No... No pasa nada - Aún no podía superar aquello que había visto. Siempre supe que debía verme muy mal, pero nunca pensé que el mal fuera de esa magnitud.
- Tal vez no debí haber traído esto - me dijo, tomando el espejo en sus manos con fuerza, al punto de casi romperlo - Pensé que te gustaría verte después de tanto tiempo, recordar cómo eres. Pensé que así quizás te identificarías contigo mismo de nuevo; que te darías cuenta de que no has cambiado tanto y que dentro de ti aún eres aquel chico alegre y entusiasta que...
- Basta...
¿Qué estaba pasando conmigo?, mi sensibilidad parecía ir en aumento, estaba a punto de empezar a llorar, pero no lo haría; me había controlado por tanto tiempo que no echaría todo al agua por una cosa como esta. No sólo estaba afectado por la sorpresa de verme así, además de eso, las palabras de Vegeta habían tocado mi corazón. ¿Que no he cambiado tanto y que aún soy, de alguna forma, como Kakarotto? ¡Qué más quisiera yo!, pero él no entendía, no sentía lo que yo sentía, ya no era asunto de decisión; yo no podía identificarme con los recuerdos de Kakarotto, cuando pensaba en situaciones de la vida diaria que él había vivido y me ponía a mí en ellas, llegaba a respuestas y acciones totalmente distintas, no me imaginaba haciendo lo mismo que él; ya no sentía un nexo con esa persona; de él sólo tenía el recuerdo.
- Lo lamento.
- Olvídalo, soy un caos total. Entenderme debe ser un dolor de cabeza. Tal vez no debiste haberte involucrado con alguien como yo.
- ¡No! - Su respuesta tan efusiva me sobresaltó - Yo quiero ayudarte, no importa cómo, no importa si no logro nada al final, por lo menos sabré que lo intenté. Quiero acompañarte, eres interesante, me caes muy bien, nunca había conocido alguien como tú. A mí todos me sonríen y me tratan delicadamente porque soy un "príncipe", nunca me muestran su verdadera cara, se portan mejor porque están en mi presencia. Yo no quiero eso, quiero que los demás sean sinceros conmigo, que me dejen verlos cuando están molestos, que me pidan ayuda, o que alguna vez cometan un error conmigo y luego tengan que disculparse. Me gustas porque no te importa quién esté en frente tuyo, tú sólo eres como quieres ser - sonrió, tal vez sin darse cuenta, porque no lo hizo de forma normal - Eres rudo con tus palabras, cambias de humor constantemente, eres impredecible, indiferente, haces expresiones raras sin darte cuenta, has pasado por muchas cosas y aún así aceptas que te acompañe; tienes cosas que nadie más se atrevería a mostrarme, y no me arrepiento de haberte conocido, tal y como eres. Pero lamento que hayas tenido que pasar por todo eso para llegar hasta aquí, quisiera haberte podido evitar todo sufrimiento que hayas tenido. Quisiera haber podido conocerte en otras circunstancias.
Había hablado mucho, y yo había escuchado todo, pero algo había quedado grabado en mi mente: "Me gustas...", ¿a qué se refería con eso?, ¿quería decir que le gustaba como algo extraño que observar?, ¿que le gustaba para algo en específico?, ¿que le gustaba como persona, quizás simplemente lo había dicho por decir y yo estaba llevando todo al extremo, de nuevo.
- Mhm... ¿Ah sí? - Reí - Me halagas. No creo merecer tantas palabras bonitas. Y bueno, yo tampoco quisiera tener estos malos recuerdos, pero ya no puedo hacer nada para cambiarlo. Sin embargo, no creo que haya manera de que hagas que sea como antes, no te esfuerces en ello. En cuanto al espejo, tal vez sí fue un error, porque mi apariencia demacrada me deprime aún más; no sé cómo no me lo habías dicho antes, que me veo totalmente horrible.
- Es que no lo pienso. Me gusta cómo te ves. Detrás de lo que tú llamas "aspecto demacrado", yo veo belleza.
- Otra vez esa palabra... - solté en voz baja.
- ¿Qué dijiste?
- ¿Eh? No, nada - Me miró con seriedad, esperando una verdadera respuesta - Ya lo habías dicho antes... "gustar", "me gustas". ¿Por qué dices algo así?
- ¿Tiene algo de malo? - Sus palabras me impactaron; era como si fuese algo recurrente en él.
- No lo sé...
- Mira... - Se levantó de su asiento, y se dirigió hacia mí - Desde que te conocí no me entiendo yo mismo. Quiero hacerte feliz, quiero que confíes en mí. Y digo esas cosas sin pensar, pero luego no puedo decir que no son ciertas. Dime, ¿por qué lo hago? - Puso sus manos en mis hombros y esperó una respuesta que no podía darle.
- ¿Cómo... podría saber? - Mi cuerpo estaba tenso, a través de sus manos me transmitía su propio nerviosismo. Quisiera saber cómo se había creado ese ambiente de la nada - Yo tampoco entiendo por qué me siento de esta forma.
- ¿"De esta forma"? - Mantenía su posición frente a mí.
- Nervioso - Me detuve un momento y continué - Quiero pasar más tiempo contigo. Me interesas, me agradas tal y como eres, y quiero interesarte y agradarte también por cómo soy. Me gusta tu compañía, pero al mismo tiempo tengo una sensación extraña cuando te veo, es algo que no se me hace familiar, y no sé cómo explicarlo.
- Ya veo - dijo con un rostro resignado - Eso me basta.
De pronto sucedió algo que no me esperaba, que no hubiera imaginado nunca. Con esas palabras se detuvo, esperó a que cruzáramos miradas y se inclinó más cerca a mi rostro. Lo tuve frente a frente; y luego, una sensación cálida en mis labios, cuya suavidad había disminuido considerablemente por la sequedad. Sus ojos estaban cerrados, y cuando pude darme cuenta, eran sus labios los que me producían esa sensación; eran suaves y tibios, y la forma cómo los apretaba contra los míos me relajaba bastante. Se separó de mí y me miró algo asustado, yo me preguntaba por qué, pero ninguno de los dos se atrevía a hablar, hasta que pasaron varios segundos y él rompió el silencio con una voz tímida y suave.
- Lo...lamento. No debí hacer eso - Bajó la cabeza avergonzado y a mí aún me intrigaba su actitud.
- ¿Por qué? - Levantó la cabeza sorprendido - ¿Eso que hiciste... es malo?
- Depende de cómo lo veas...
- ¿De qué manera lo sería?
- No tienes idea de lo que hice, ¿verdad? - preguntó algo frustrado.
- Si te refieres a que si sé por qué lo hiciste, pues no. En realidad no sé qué es o qué significa, o por qué lo haces. Sólo sé que se sintió... relajante. No me parece algo malo.
- Ah - sonrió levemente - ¿Has escuchado hablar de un beso?
- Creo que he escuchado el nombre.
- Esa es otra de las cosas que hace la gente que... se tiene un cariño "especial" - rio nervioso.
- Como mi madre y mi padre, ¿cierto?
- Ajá. Y bueno hay muchas formas de hacerlo... y muchos momentos, igual que... el sexo, claro - Se dio la vuelta, tal vez estaba demasiado avergonzado para darme la cara.
- Ya veo. ¿Entonces por qué lo hiciste tú?
- Ay... - se quejó - ¿Por qué nunca entiendes lo que trato de decir? Parece que quisieras hacerme sufrir diciendo cosas incómodas.
- Si no quieres no lo digas... - Me reí por su forma de complicar las cosas.
- ¡Es que quiero que sepas! - Tomó aire y me miró frente a frente - Tú... Yo te... quiero... de esa forma - Bajó la cabeza y continuó - Me gustas todo tú, te quiero como tus padres se quieren, te quiero de esa forma y por eso quiero besarte. Hay algo dentro de mí que no entiendo, pero cuando estas palabras salen de mi boca lo hacen porque todo mi cuerpo está de acuerdo en ello. Yo te quiero, pero si tú no me quieres... está mal que te bese.
- Oh... - Por primera vez, en el tiempo en el que lo conocía, entendí perfectamente sus palabras. Quizás él me lo dejó claro porque le interesaba mucho que yo lo supiera - Y dime una cosa... - continué con seriedad.
- ¿Eh? - Cuando vio la seriedad de mi rostro y de mi voz se sintió algo triste, al parecer - Sí, dime.
- ¿Quisieras enseñarme de qué otra forma se puede besar?
Su ojos brillaron, pero su expresión era más de sorpresa que de otra cosa. Mi expresión aún era seria, pero algo en mí estaba feliz por haber escuchado aquello que él había confesado desde el fondo de su corazón. Era difícil para mí saber si lo quería, ¿qué era "querer" a todo esto?. Yo, después de tanto tiempo, pienso que no se puede definir; pienso que no es algo de lo que puedes decir "si sientes esto por él, lo quieres", creo que es simplemente una de esas cosas que sólo se saben cuando pasa mucho tiempo y analizas tu forma de pensar y tus acciones, y dices "en serio tuve que quererlo mucho para actuar o pensar así". Quizás yo en ese momento debí haber dicho que lo quería, pero ¿cómo saberlo?, nunca antes había querido a alguien de esa forma.
- ¿Eso significa que tú...?
- ¿Lo harás? - Lo interrumpí - ¿Harás eso por mí?
- Claro - sonrió - Sólo los que yo conozco.
Se acercó de nuevo a mí, me besó como antes, presionando un poco más fuerte sus labios contra los míos, esta vez yo también cerré los ojos. "Ese es un beso muy delicado. Para mí, expresa más cariño que los demás" dijo separándose de mí. "¿Por qué cerramos los ojos?" pregunté, "Para sentirlo con más intensidad. Y porque el sentimiento es tanto que los ojos casi adormecidos a veces prefieren cerrarse. También podría ser porque tenemos algo muy cerca de ellos, y su primera señal es protegerse, pero eso no es nada romántico, ¿no es así?" me contestó riendo, yo sonreí y asentí para que supiera que lo había entendido. Volvió a acercarse a mí y me dijo "abre un poco la boca ahora", yo obedecí, y continuó "Sí, así. Haz lo mismo que yo, ¿bien?". Su boca entreabierta encajó con la mía y es un poco difícil explicar lo demás, él empezó a mover sus labios sobre mi labio inferior, y me di cuenta de que yo debía hacer lo mismo con su labio superior. Era un movimiento extraño que no podía controlar bien, él se detuvo y me indicó: "Tranquilo. No lo hagas tan rápido, despacio está bien, así lo puedes hacer mejor", me avergoncé un poco por pensar lo mal que lo debía estar haciendo, pero no podía detenerme a pensar en eso, por lo que lo intentamos de nuevo. Esta vez pude sentirme más tranquilo, nuestros labios se movían con más armonía, aunque un poco torpes; duró un buen rato, durante el cual cerré los ojos la mayor parte del tiempo, y los abrí cada poco. Podría decirse que era extraño, pero se sentía agradable, también me producía calor en todo el cuerpo y relajación en la mayor parte del rostro. "Esa forma de besar sería más común verla en los amantes, en las parejas. Debe ser placentero pero sin llegarlo a ser demasiado" me informó y luego continuó "Y este que te enseñaré ahora es el último que sé. Tienes que hacer de igual manera lo que yo haga, ¿bien?, inclina un poco tu cabeza hacia tu derecha". Así lo hice, y él se acercó a mí con la cabeza ligeramente inclinada hacia el otro lado, al comienzo hizo algo parecido a lo anterior, pero luego su lengua empezó a lamer mi labio inferior, para después abrir mi boca con ella poco a poco, yo no me opuse pero no entendía cómo funcionaba el asunto. Su lengua se abrió paso al interior de mi boca, lamiendo la mía delicadamente. Mis ojos que hasta ahora habían estado abiertos se cerraron, y el puso su mano en mi nuca, empujando mi cabeza hacia él; su otra mano se posó en mi muslo, y la apoyó ahí durante todo el beso. Mi lengua se movió cerca de la suya, por el juego que él estaba haciendo; la dirigí con temor hacia su boca, y la suya retrocedió para darme lugar, la introduje en él y la moví vacilante tocando algunas partes del lugar, mientras él acariciaba su lengua con la mía. Mi mano se colocó, casi sin dejarme pensarlo, en su mejilla, y la otra en su cintura, él saltó un poco y se acomodó mejor para que yo pudiera mantener esa posición. Separamos nuestras bocas cuando se hacia difícil conseguir respirar y la temperatura de mi cuerpo subió aún más, mi corazón latía fuertemente y algo extraño recorría mi cuerpo de arriba abajo.
- Este... normalmente se da en un momento erótico o mientras dos personas tienen sexo - Sus mejillas estaban casi imperceptiblemente rojas, tal vez por el mismo motivo que me había hecho sentir tanto calor en mi cuerpo.
- ¿Esos son los tres que conoces?, ¿y cómo los aprendiste? - Dije con una voz algo extraña.
- Pues... - Rio nervioso - Ya he tenido alguna pareja antes. He aprendido porque he tenido que hacerlo - Se sentó cerca a mí.
- Entiendo.
- ¿Sentiste algo? - me preguntó.
- Sí. Podría decir que me gustó, me hizo sentir relajado y cálido; hasta que vino el tercero. No me malentiendas, me gustó también, pero me hizo sentir algo extraño, que no sabría explicar.
- Bueno, es una buena reacción, dentro de todo - sonrió y buscó apoyarse sobre la pared.
- Ahora quisiera que me respondieras otra pregunta... - volteó a mirarme atento - Si tú me quieres de esa forma, ¿significa eso que tú también quieres tener sexo conmigo?
- ¿"También"?, yo no soy como las personas que te quieren sólo para que les permitas satisfacerse un momento - Esto lo dijo muy serio, casi como un juramento - Y si tu pregunta es esa... no puedo evitar responderte la verdad. Sí quiero hacerlo contigo, pero es porque te quiero y me gustas, y con eso viene el deseo, la atracción. No quiero darte detalles innecesarios de eso, pero sólo quiero informarte que no se me cruzaría jamás por la mente hacerte daño u obligarte a tener sexo conmigo; ahí radica la diferencia entre hacerlo con cariño y sólo por placer - Milagrosamente esta vez habló muy serio, normalmente se ponía nervioso o avergonzado.
- Entonces... te doy permiso. No tienes que obligarme.
- ¡¿Qué?! - Me miró sobresaltado - No juegues con eso, no puedes simplemente decirme que lo hagamos si no sientes nada por mí. No es como decirme que te enseñe cómo es besar, esto involucra más que curiosidad.
- Quiero hacerlo contigo - Vegeta se sonrojó un poco - No puedo decir que te corresponda, pero no es porque no lo haga, es simplemente porque no sé cómo darme cuenta si te quiero o no. Pero algo dentro de mí me pide que me acerque a ti, y cuando tu mano tocó mi pierna, sentí sentí hervir toda esa parte como el fuego. Haces que me ponga extraño, y hasta yo entiendo que eso es importante - Le sonreí, y luego volví a mi expresión normal - Además, no quisiera recordarte esto, pero yo ya lo he hecho antes, no tienes que tratarme con tanta delicadeza, no hay nada que no haya hecho ya.
- ¿En serio?, no pensé que te hubiera hecho sentir nada especial - sonrió - Me alegra mucho. Y ya no me recuerdes esas cosas, no son agradables ni aceptables para mí, no quiero que ese sea tu concepto del sexo. La delicadeza puede no ser necesaria, pero cuando lo haces por primera vez con alguien hay que tener cuidado de todas maneras.
- Entonces cambia mi concepto de él - Me incliné hacia él, y presioné mis labios contra los suyos - Yo... tampoco quiero recordar.
- Lo siento - dijo separándose sólo unos pocos centímetros de mí - Es difícil contenerme si me lo pides tanto - Me besó de nuevo, más pasionalmente, colocando su mano en mi cabello.
- Por eso te digo que no te contengas, hazme sentir algo diferente. Serás el primero, entonces.
- Espero hacerlo bien - sonrió.
Continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top