02 - He's not coming back, is he?
El olor a chocolate y pan recién horneado impregnaba el aire, la cena servida en la mesa.
Cecilia amaba ese olor desde pequeña, pero ahora solo se limitó a quedarse sentada en silencio, ni siquiera mirando la comida.
Sus ojos estaban en el asiento vacío a su lado, donde su hermano debería estar.
Bibi no actuaba muy diferente de ella - solo estaba ahí callada, con la mirada perdida.
Mortis miró a su familia con preocupación. Quería hablar, consolarlas de alguna manera, pero no encontraba las palabras.
¿Y que había por decir? La ausencia de alguien en la mesa era obvia.
Él tampoco tenía mucha hambre a decir verdad.
Bibi alejó su plato y se levantó, y el vampiro la miró esperando que dijera algo, pero se fue sin una palabra.
Volteó a ver a su hija. Tuvo que forzar sus lágrimas de ocultarse.
— Cici, no has comido en todo el día.
La niña levantó la mirada hacia su padre.
— No tengo hambre.
—Mi niña, vas a enfermar. Por favor, come.
Miró con disgusto su comida. Le dio una mordida al pan y volvió a dejarlo en el plato.
— ¿Ya me puedo ir?
— ¿Bueno, a donde irás?
No tenía una respuesta. Quería alejarse de todo y todos y encerrarse en un mundo perfecto.
Uno donde Dimitri todavía estaba ahí.
— Solo cómete al menos la mitad, por favor.
La tristeza en los ojos de su padre hería a Cecilia. Empezó a comer a regañadientes.
Fue a medio plato que noto que él solo estaba sentado mirando a la silla vacía.
— Papá, ¿tú tampoco quieres comer?
— No te preocupes vampirita, me lo acabaré después.
Lo miró como si no le creyera realmente, pero de todas formas continuó para no verlo más triste.
No podía evitar sentirse culpable. No quería causar más dolor.
Sin acabar su plato, se bajó de la silla con un saltito, abrazó la pierna de Mortis y se fue corriendo a su cuarto.
¿Cómo podrían las cosas volver a la normalidad? ¿Alguna vez lo harían? Esos y más pensamientos rondaban su cabeza.
Deseaba regresar a cuando lo único en que pensaba era que próximo juego inventarse. No entendía lo que sentía pero era doloroso.
Al entrar a su cuarto, vio a su madre metiendo cosas en una bolsa.
Los juguetes de Dimitri.
— ¿Qué haces?
Bibi se sobresaltó, volteando rápido para ver a su hija parada en la entrada.
— Oh. Solo eres tú. — Suspiró.
Siempre hacía eso.
— ¿Qué haces? — Repitió.
Bibi bajó la mirada por unos segundos. No tenía las palabras para hacerle entender a su cabecita que se las llevaba porque eran un recuerdo constante, haciendo la ausencia de su dueño aún más pesada.
— Dimitri no las necesitará más.
La idea de qué no volvería la hirió como dagas. Se quedó parada en el mismo lugar, cerrando los puños e intentando aguantarse las lágrimas que querían salir.
Bibi solo pudo mirarla.
Cecilia sólo se fue corriendo para evitar la realidad.
Fue a buscar a su padre a su cuarto, pero lo encontró aún sentado en el comedor, su comida apenas había sido tocada.
Le abrazo la pierna.
— Papi — sollozó. — Dimitri va a regresar, ¿verdad?
Mortis bajó la cabeza a verla con la mirada sombría.
¿Cómo podría saberlo cuando ni siquiera estuvo ahí?
Cuando sus hijos lo necesitaban, él estaba a kilómetros de distancia, incapaz de hacer algo más que gritar sus nombres por las calles.
Quería decirle que sí, que pronto volvería y todo volvería a estar bien, pero mentirle solo haría las cosas peores.
— No lo sé, vampirita.
— ¿Es mi culpa?
¿Por qué pensaba eso?
— No, no, nada de eso cariño. Estoy seguro que no hiciste nada malo.
— ¿Entonces por qué no regresa? ¡Lo quiero de vuelta!
Mortis tomó a su hija en brazos y la sentó en sus piernas. Forzó una sonrisa y le acarició la mejilla.
Entonces el hombre se quebró ahí mismo, abrazando con fuerza a su pequeña.
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