Hoy les vengo con un escenario de Matchi chiquita, donde aún le decían Mirai, y creo que es todo.

Básicamente relata la historia de cómo mi bebé descubrió su amor por la repostería. Ahora sí, a lo que vinimos

Vean a Matchi chiquita, toda traumada, toda chiquita

Aquellos tiempos cuando la menor de los Hanma era pequeña fueron los más extraños, en especial después de sus 8 años. Shuji para ese entonces debería tener unos 10, y a esa edad fue cuando la madre de ambos fue arrestada por el maltrato a menores de edad; todo mientras la más pequeña se recuperaba en el hospital de lo ocurrido en el día que ahora el denominaba “el incidente”.

Para cuando ella salió del hospital, su madre ya no estaba con ellos, y tuvo que ser él quien se la llevó de vuelta a su casa. Ahora tenía que lidiar con dos problemas:

El primero era decirle a su hermana que su nombre no era Mirai, sino uno que simbolizaba todos los sentimientos que tenía su mamá por ella, es decir, que era un error. Sin embargo, no podía hacer eso de inmediato; habían pasado demasiadas cosas y ella no iba a soportarlo. Quizás lo haría después de unos años, cuando no esté tan llena de traumas y su estabilidad emocional sea la suficiente como para digerir ese hecho que bien podría cambiarle la vida.

Y segundo, su padre nunca estaba en casa, por lo que era él quien tendría que encargarse de cuidar a la menor.

Al llegar a su casa, ella parecía no entender el hecho de su madre no estaba con ellos; al menos no parecía saber que no regresaría. Simplemente se quedó sentada en una esquina donde no podía hacer nada que fuera a molestar a alguien.

Sin decir nada, sin tocar nada, sin hacer nada.
Sin causar problemas.

El mayor de los dos se acercó a donde estaba y le habló.

— Ella no va volver; — afirmó esperando que entendiera. — ya no tienes que hacer eso.

Mirai se quedó en silencio; no comprendía lo que eso significaba, pero también tenía miedo de arriesgarse a hacer algo y que su madre volviera.

Muchas cosas pasaron después; tuvo que conseguirle ropa nueva debido a que su madre sólo le daba la de él que dejaba de quedarle. Después de un año, ella empezó a hablar otra vez, con la diferencia de que ahora estaba pegada a él como un chicle; al parecer no soportaba la idea de quedarse sola y lo seguía a todas partes.

Tenía 11 años cuando el cumpleaños de su hermana menor llegó; era el primero desde que su mamá se había ido de sus vidas. Ella siempre se negó a celebrar el cumpleaños de la menor, por alguna razón, así que Mirai en realidad no tenía ni idea de lo importante que tenía esa fecha; sólo lo siguió por la ciudad viendo que entraba a las tiendas y compraba cosas.

Alguien tenía que hacerlo, después de todo, y al parecer debía ser él; por lo menos hasta que ella aprendiera a hacerlo por su propia cuenta.

Al llegar a su casa, ambos estuvieron sentados en el sillón de la sala, uno junto al otro, sin decir nada en absoluto. Cuidar a esa niña durante un año había sido como cuidar a un bebé; ella era tan inexperta en lo que ocurría a su alrededor que le sorprendía que supiera leer y escribir, en especial considerando que nunca fue a la escuela.

Quien sabe cómo y cuándo aprendió.

Shuji sacó de una de las bolsas que traía una caja pequeña y se la entregó a la menor, quien lo miró confundida.

— ¿Qué es? — le preguntó.

— Es un pastel.

— ¿Y eso qué es?

— Es algo que puedes comer.

— ¿Y por qué me lo das?

A veces a él le resultaba algo fastidioso que ella hiciera tantas preguntas todo el tiempo, pero no había nada que pudiera hacer al respecto, y tampoco iba a ayudar en nada si le gritaba o le decía que se callara.

— Porque... hoy es tu cumpleaños.

— ¿Lo es?

— Sí, hace nueve años, en ésta misma fecha, naciste. Por eso te estoy dando pastel; aunque sólo es una rebanada.

— ¿Estamos... celebrando mi nacimiento?

— Sí.

Parecerá una pregunta tonta, pero para ella era extraño pensar en que debía alegrarse por haber nacido; por eso le pareció raro celebrarlo como si fuera algo especial e importante.

— ¿Por qué?

— Porque sí, se supone que así debe ser; sólo cómete el pastel ¿sí? Es un regalo.

Aún algo confundida, la menor abrió la caja y vio la rebanada de pastel en el interior. Se veía bien decorado y tenía una fresa encima, además de que olía delicioso; no podía evitar querer probarlo.

Su hermano le pasó un tenedor y con eso comió un bocado; era por mucho lo mejor que había probado en su corta — y hasta ese momento triste — vida. Estaba esponjoso y suave, dulce sin llegar a ser empalagoso, la fresa le daba un toque ligeramente ácido que balanceaba los sabores y la hacía querer más; era delicioso. No podía pedir más en la vida que seguir comiendo eso por siempre.

Terminó de comerlo más rápido que antes, y una vez terminó se sentía tan feliz que se lanzó a abrazar al mayor de los dos.

— Gracias.

— Ya.... está bien. — le dio un par de palmadas en la cabeza.

— ¿Podemos comprar más? — le preguntó justo después de haberlo soltado.

— Está bien, de todas maneras no es nuestro dinero; es el que papá nos deja. Y es tu cumpleaños, así que supongo que está bien cederte un capricho por un día. Se ve que te gustó mucho.

— Era increíble; quisiera saber cómo se hacen, y así podría hacerlos cuando quisiera.

Fue así como la pequeña descubrió su amor por lo postres y se interesó en la repostería; ahora tenía algo que hacer además de seguir a su hermano a todas partes, y podía disfrutar de eso todo el tiempo que quisiera. Algún día quizás podría sacar provecho de aquello y hacer cosas increíbles.

👁️ Ya no tengo tanto tiempo para actualizar, mis padres salen a trabajar y yo quedo a cargo de todo en mi casa. Incluso si quisiera que mi hermano ayude, él no lo hace; a mí me toca cocinar, lavar los platos, acomodar la ropa limpia, ayudarle con su tarea, etc. Es como si la vida me estuviera entrenando para tener un hijo, porque si he lidiar con mi hermano por 15 años puedo con lo que sea que la vida me lance.

/procede a evadir el hecho de que se volvió adicta a Obey me y anda apurada para acabar el evento.

Besitos en las manos, cuídense y tomen mucha agua.