027
Mirai POV
Cuando era niña la vida quizás era más sencilla que ahora; sólo tenía que obedecer a mi mamá y no molestarla bajo ninguna circunstancia. Durante todos los años que estuve con ella, jamás sentí ni una pizca de alegría, pero no tenía que preocuparme por la cosas que ahora me tienen agobiada.
Mamá me odiaba, pero ya me había acostumbrado a eso.
A pesar de que me dolía pensar en mi progenitora como alguien a quien debía odiar, según palabras de mi hermano, porque a mí se me hacía difícil verla así. No recuerdo mucho de lo que me hizo, y aunque sé que debió de ser muy malo como para que mi hermano me oculte todo lo que ocurrió, simplemente no sé cómo odiar a la persona que debería ser la que más debió haber apoyado.
De vez en cuando, todavía vienen a mi mente algunas de las cosas que me hacía; cada una más dolorosa que la anterior. Era como si mi mente estuviera tratando de recordarme constantemente la horrible persona que era ella cada vez que se cruzaba por mi mente la idea de perdonarla.
Recuerdo una ocasión en especial, y a pesar de que siempre se repite el mismo escenario en mi memoria, estoy segura de que sucedió muchas otras veces.
Tenía quizás unos 6 años; mi mamá me pidió que hiciera alguna cosa y yo, para variar, lo arruiné de manera tan patética que hasta a mí me me dio vergüenza ser tan inútil. Recuerdo también el miedo que me invadió de pronto al escuchar los pasos de mi madre desde el segundo piso bajando las escaleras; sabía que estaba en problemas y que ella era lo suficientemente despiadada como para hacer algo que cualquiera podría considerar inhumano.
— ¿Qué fue lo que hiciste? — su voz estrangulada y tartajosa de rabia tenía el poder de hacerme llorar en un segundo, pero aguanté las lágrimas que sentí acumularse en mis ojos con la esperanza de que fuera comprensiva, al menos esta vez.
— Mamá.... fue un accidente. — le confesé con sinceridad, sabiendo lo mucho que ella odiaba que le mintiera. Mi cabeza baja y mis pequeñas manos aferrándose a mi ropa en un intento de calmar la ansiedad que me consumía lentamente.
— ¿Es eso cierto?
— Sí... — la escuché suspirar y, por un segundo, todo estuvo en silencio.
Tal vez esta vez estaba calmada.
Tal vez en esta ocasión no iba a echarme toda la culpa.
Tal vez entendería que las personas cometen errores a veces.
Pero no, lo siguiente fue su mano dándome una bofetada que hizo eco en la habitación; enseguida sentí arder la zona donde me había golpeado y no pude seguir conteniendo el llanto. No podía verme la cara, pero sabía con certeza que me había quedado una marca de nuevo.
— Escúchame bien, — la oí decir agachada justo frente mí. — tú no eres nadie. No eres bonita ni talentosa, y ¿qué crees que pasará contigo cuando seas adulta, eh? ¿Lo sabes? ¿Por qué no tratas de adivinar?
— No lo sé... — fallé en el intento de que mi voz no saliera quebrada mientras me sostenía la mejilla que ahora se sentía cálida y mojada por el golpe que recibí y las lágrimas que aún salían de mis ojos sin que yo pudiera controlarlas.
— Pues seguirás siendo nadie; eres tan decepcionante que jamás podrás encontrar empleo en ningún lugar. Entonces tú única esperanza será casarte con alguien que tenga suficiente dinero para que vivas como una mantenida; como si tu existencia de por sí no fuera lo suficientemente insignificante. Y además esa persona tendría que ser lo suficientemente tolerante como para soportar tu personalidad; la cual, por cierto, también es desagradable.
No sé si era más doloroso el concepto de lo que estaba escuchando o el hecho de que yo me lo creía, pero era una niña. ¿Qué niño no cree todo lo que le dicen sus padres? Incluso si a mí me llenaba de tristeza escucharlo, pensaba que si mamá decía que jamás iba a ser nadie en la vida era porque tenía razón.
— Lo siento...
— No quiero tus malditas disculpas, porque las dos sabemos que no lo sientes.
— Pero sí lo siento....
— ¿Me estás contradiciendo? ¿Cuantas veces te he dicho que no tienes derecho a quejarte sobre la manera en que te hablo? Sabes que lo que digo es la pura realidad, y tu opinión no es válida para mí ni para nadie. Estoy haciendo ésto por tu propio bien; así no vas a darte falsas esperanzas nunca ¿entiendes? No estoy enojada, lo que hago se llama disciplina.
— Ya lo sé...
— Y creo que también te he dicho que no hables a menos que yo te pregunte algo ¿verdad? No abras la boca sin mi permiso. — de pronto me tomó con fuerza del brazo; me hacía daño en forma de advertencia para no desobedecer. — Vamos, estás castigada y ya sabes lo que significa eso.
Entré en pánico y comencé a forcejear tratando de que me oyera, al menos por un momento.
— ¡No, espera! ¡Ahí no, mamá! ¡No me metas ahí otra vez! ¡Lo que sea menos eso, por favor! ¡Mamá!
— ¡Cállate de una vez! Es por esta razón que lo hago, para que no actúes como una niña malcriada y caprichosa; no todo se trata de lo que tú quieres.
Era inútil resistirme; ya me sentía débil de los golpes que me había dado durante toda la semana y ella era mucho más fuerte que yo. Sin mucho esfuerzo me llevó escaleras arriba y dobló hasta el fondo del pasillo hasta un armario; ese mismo maldito armario de mis pesadillas que ahora mi hermano mantiene cerrado bajo llave para que nadie pueda entrar.
Me lanzó sin cuidado ahí dentro y solté un quejido por el dolor que me causó chocar contra la pequeña pared. Mi madre cerró la puerta puerta con llave antes de que siquiera tuviera la oportunidad de levantarme y escapar, pero aún así traté con todas mis fuerzas de abrir de nuevo y salir de allí; odiaba estar dentro del armario.
No había nada en especial ahí dentro; sólo estaba sumergida en una completa oscuridad que no me permitía ver ni mis propias manos, y de pronto la sensación de las paredes cerrándose sobre mí apareció de nuevo. Sentí como me faltaba el aire y poco a poco empezaba a hiperventilar; me senté en el suelo abrazando mis rodillas tratando de buscar consuelo en mí misma.
Nadie iba a venir por mí y estaría sola en mi agonía durante toda la noche.
Y mientras más tiempo pasaba, peor se ponía; sentía que me ahogaba cada vez que estaba ahí dentro y todo lo que hacía era llorar deseando que todo fuera sólo un sueño, uno muy horrible.
No sabía si era de día o de noche, pero escuché de repente una voz al otro lado de la puerta.
Esa no era mi mamá.
— Mirai, ¿estás bien? — escuché a mi hermano susurrar. — Lo siento, seguramente te sientes horrible. Sé que no estás dormida, pero no hagas ruido o mamá va a descubrir que vine.
— ¿Shuji? — le susurré de vuelta; ésta vez las lágrimas que estaba soltando eran de alivio al encontrar mi salvación. Me levanté y apenas dos pasos fueron suficientes para llegar hasta la puerta.
— Sí, soy yo; tengo la llave del armario así que voy a abrir ¿está bien? Pero en silencio porque mamá está dormida. Debes tener hambre ¿verdad? Te traje comida.
— Gracias...
— Oye, desde aquí te oigo llorar; no hagas mucho rui-
— ¿Qué estás haciendo tú ahí, Shuji? — otra vez la voz de mi mamá, ¿no se supone que estaba dormida?
Retrocedí de nuevo hasta la pared por el miedo a lo que fuera a pasarle a mi hermano por tratar de ayudarme, pero sabía que ella no iba a ser tan dura con él porque lo quería más que a mí.
— Yo... sólo estaba....
— ¿Estabas tratando de sacar a tu hermana del armario? Ella se portó muy mal hoy; el castigo es justo lo que se merece. Vamos, devuelve la llave.
— Está bien. — respondió de mala gana, y ahí se fue mi única esperanza.
— Déjala ahí, saldrá cuando yo lo considere.
Me sentí mal, no era nada justo la manera en que reaccionaba con cada uno de nosotros y le daba preferencias a uno. Era desolador, no había día en que no quisiera que mamá me tratara un poco mejor.
Tengo frío.
Me duele.
Tengo hambre.
Quiero salir.
Me siento sola.
¿Por qué no puedo tener yo también el amor de mamá?
Yo también lo quiero.
Quiero sentirme amada.
🔮 Espero que haya quedado tan triste como esperaba, aún soy inexperta en ese ámbito y la verdad no sé si quedó bien narrado.
Se me hizo un poco difícil también describir el sentimiento de la claustrofobia, porque yo no tengo esa fobia, pero tengo una amiga que sí y de hecho ella siempre me pedía que fuera con ella al baño en la escuela porque no le gustaba encerrarse. Decía que sentía que le faltaba el aire y que las paredes se cerraban.
¿Ustedes a qué le tienen fobia? Yo al océano y los dentistas. Es decir talasofobia y odontofobia.
Es la primera vez que muestro a la mamá de Mirai, ¿qué les pareció? ¿Cuánto la odian en una escala del 1 al 10?
Yo sigo sintiendo que la mamá de Mirai se parece al papá de Kazutora jsahajsja en fin, la que les espera cuando se vayan a conocer Mirai y Kazutora.
Besitos en las manos, cuídense y tomen mucha agua.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top