XIV. The Charms Of A Salvatore
CAPÍTULO CATORCE
LOS ENCANTOS DE UNA SALVATORE
"She's a killer queen. Gunpowder, gelatine, dynamite with a laser beam, guaranteed to blow your mind, anytime"
—Entonces todo esto no ha servido de nada. Marie hizo un hechizo localizador para nada—se queja James—
—No ha sido para nada—asegura Arielle, observado como camina por la habitación con frustración—
—No tenemos el anillo, así que me parece que si a sido para nada.
—Pero sabemos donde está, habrá otra oportunidad—comenta Luna con tranquilidad—
—No, no lo sabemos, Marie solo veía a una chica rubia.
—Cada vez que lo buscaba veía a Rebekah—recuerda Marie—Arielle cree que...
—Creo que Klaus lo metió en su ataúd—completa, mirando al hombre lobo—James, tuve que irme. El padre de Thomas a muerto.
—Lo sé. Lo entiendo. Es solo que...
—El anillo es cosa mía, vosotros solo accedisteis a ayudarme porque os dejé quedaros aquí. En serio, no entiendo por qué estás tan ansioso por encontrarlo.
—Si, tienes razón. Es solo que Klaus me pone de los nervios—suspira, frustrado—
—No eres el único créeme—le sonríe, acercándose a él—Voy a por mi chaqueta. Nos vemos luego abajo para ir a ver a Tom, ¿de acuerdo?
James asiente y se sienta al lado de su hermana. Arielle suspira y sale de la habitación para adentrarse en la suya.
Su ceño se frunce al ver una caja de color blanco encima de su cama. Cierra la puerta detrás de ella y se acerca para abrirla, pero sus ojos se topan con un sobre con su nombre escrito con delicadeza en él.
"La familia Mikaelson te invita está noche a las 19:00.
Habrá baile, brindis y festejos"
Arielle observa las palabras con confusión antes de darle la vuelta a la tarjeta para ver si había algo más escrito.
"Espero que te guste mi regalo, amor. Sería un honor que me guardaras un baile para esta noche" —Klaus
Arielle deja caer la invitación en su cama. Observa la caja y decide abrirla, pues, aunque no quisiera admitirlo, la intriga por saber cual era el regalo de Klaus la estaba matando por dentro.
Sus ojos azules se abrieron como platos al observar el interior de la caja. Se trataba de un vestido azul claro, con tonos rosas en la falda. Arielle juraría que pocas veces había visito un vestido tan bonito como ese en su vida. Y mucho menos juraría haber tenido uno.
Junto a su hermano mayor, Arielle se adentra en la mansión de los Mikaelson. Sus ojos observan el lugar con atención mientras Damon se separa de ella para acercarse a al alcaldesa Carol Lockwood, la madre de Tyler.
Mientras observaba la decoración y a los invitados, pudo notar como alguien la observaba desde la distancia. Sus ojos buscaron al culpable, sintiendo un escalofrío recorrer sus cuerpo al reconocerle.
Los ojos azules de Klaus la admiraban con una pequeña sonrisa. Ella llevaba el vestido que le había regalado.
—Creo que no nos han presentado—habla un chico de su edad situándose a su lado para entregarle una copa de champán—
Arielle aparta la mirada de Klaus y observa al castaño frente a ella. Recoge la copa que le entrega y le dedica una pequeña y amable sonrisa.
—Soy Kol Mikaelson, un placer—se presenta el chico, besando el dorso de su mano con delicadeza—
—Arielle Salvatore—le responde ella, sorprendiendo al chico—
—Eres más hermosa que cualquiera de tus hermanos.
—Y más amable—añade Elijah, acercándose a ellos con una sonrisa—Me alegra verte aquí, Arielle. Supongo que fue mi hermana quien te invitó.
—De hecho... fue Klaus—responde, sorprendiendo a ambos hermanos—Aunque ahora que lo dices, me encantaría saber donde está Rebekah.
—Ocupada con sus uñas probablemente—comenta Klaus, acercándose a ellos—
—Perdónale, disfruta burlándose de sus hermanos—habla otro hombre castaño a su lado—Finn Mikaelson.
—Vaya, debo de ser una privilegiada si tengo la atención de todos los hombres Mikaelson.
—O una desgraciada—comenta Rebekah, sujetándola del brazo—Dejarla respirar. Ven conmigo, Elle. Por cierto estás preciosa.
Arielle sonríe ante su alago y ambas se alejan de los hermanos sin mirar atrás a pesar de que ellos las seguían con sus miradas. Bueno, todos menos Finn, quien se alejó de ellos.
—Los encantos de una Salvatore—murmura Kol con asombro—Es hermosa.
—Y demasiado inteligente como para acercarse a ti, Kol—le asegura Klaus, alejándose de él—
Kol le dedica una mirada incrédula antes de posar sus ojos sobre Elijah, quien se encoge de hombros con una pequeña sonrisa en sus labios antes de caminar hacia las grandes escaleras del salón. Kol suspira con frustración antes de seguirle.
—Acercaos todos, por favor—pide Elijah al llegar al lado de Rebekah y Klaus, quienes ya les esperaban en las escaleras—Bienvenidos. Gracias por venir. Veréis, cada vez que mi madre consigue reunir a la familia, es tradición comenzar la velada con un baile. Para esta noche, hemos elegido un vals centenario. Así que elegid todos a vuestra pareja y acompañadnos al salón de baile.
Arielle les observa bajar de las escaleras, y decide acercarse a Rebekah. Sin embargo, Matt llega antes hasta ella y la sujeta del brazo para llevarla a bailar. Arielle suspira frustrada, ella no había venido con pareja.
—Me prometiste un baile, amor—habla Klaus, situándose a su lado—
—No te prometí nada—le recuerda ella—Tú me escribiste que sería un honor que te guardara un baile. No quiere decir que lo haya hecho.
Klaus sonríe ante su actitud y estira su mano hacia ella.
—Por favor—insiste, sorprendiéndola—
—¡Vaya! Klaus Mikaelson diciendo "por favor". Creo que es algo único en la vida.
—Por un baile contigo suplicaría, amor—le asegura él—
Arielle suspira, posando su mano sobre la suya.
—Un baile—le sonríe—
Ambos caminan hasta la sala de baile y se colocan en sus posiciones, junto al resto de los hermanos Mikaelson, sus parejas, Damon, Elena y Stefan. La música suena y todos comienza a bailar al ritmo de esta.
—Estás preciosa, por si no lo sabes—murmura al colocar su mano en la cintura de la chica—
—Gracias—le responde, agradecida, sin dejar de mirarle a los ojos—
—Me alegra que hayas venido.
—Bueno, era esto o quedarme en casa sola.
—Me han dicho lo del padre de Thomas.
—No sigas—le interrumpe ella—En serio.
—De acuerdo—suspira—Pasemos a temas de cortesía, como lo arrebatadora que estás con ese vestido.
—No tenía otro. Y no he podido ir de compras—le responde con firmeza. Klaus sonríe levemente—
—¿Y cuál es tu excusa para llevar la pulsera que te regale en los años 20?—cuestiona, elevando las cejas con curiosidad. Ella no le responde y simplemente continúa bailando—Oye, bailas muy bien.
—Damon me enseñó cuando era pequeña. Resulta que adoro la música.
—Lo sé—sonríe antes de hacerla girar para el cambio de pareja—
Su cuerpo choca con el de Elijah, quien la sujeta con delicadeza de la cintura para continuar bailando con ella.
—En verdad estás preciosa, Arielle—admite Elijah con una sonrisa—Me alegra que hayas venido. Niklaus parece contento.
—Gracias. No podía negarme a venir, ¿no?—murmura, mirándole a los ojos—Mis hermanos venían, Rebekah estaba despierta y... luego el vestido, claro. He de admitir que es hermoso. Tu hermano tiene buen gusto.
—Siglos de experiencia—bromea, ganando una sonrisa de su parte. Elijah la observa con ternura, devolviéndole el gesto—Y dime, ¿por qué tuviste que irte tan rápido la otra noche?
—El padre de Caroline y Thomas—responde, incómoda—No quiero hablar de ello.
—Por supuesto, no pretendía incomodarte.
—No lo haces, es solo que es un tema delicado—le contesta, dedicándole una sonrisa amable mientras observa a la gente bailar a su alrededor—Tu hermano Kol, no deja de mirarme.
—Él es así—suspira, dirigiendo su mirada hacia el aludido—Creo que le gustas.
—Que se ponga a la cola—suspira—Aunque me cae bien.
—Creo que si se acercará a ti, Niklaus le mataría. Encontraría la forma.
—Klaus solo me presta atención para molestar a mis hermanos. No haría eso.
—No le conoces como yo, Arielle—le asegura con una pequeña sonrisa—Mi hermano te mira de manera especial. Nunca le había visto esa mirada. Créeme.
Tras el baile, Arielle decide salir a los jardines de la mansión a tomar un poco el aire. Sus ojos brillan al encontrarse con unos caballos y decide caminar hasta ellos mientras se coloca la chaqueta. Aún así, el aire frío le golpea al pelo, el cual llevaba recogido en un moño.
Acaricia a uno de los animales con delicadeza al sentir como unos pasos se acercaban a ella por detrás.
—¿Te gustan los caballos?—cuestiona el rubio de acento inglés—
—No pienso hablar contigo hasta que me digas por qué me has invitado—le responde ella, cruzándose de brazo—
—Me gustas—su confesión sorprende a Arielle, quien gira la cabeza con brusquedad para mirarle—¿Tanto te cuesta creerlo?
—Si.
—¿Por qué?—cuestiona confuso—Eres preciosa, fuerte, lista y estas llena de luz. Me atraes.
—Más bien oscuridad—murmura, volviendo a mirar al caballo—
—Eso también me gusta—le asegura él—Es lo primero en lo que me fije. La oscuridad que ocultas bajo tu precioso pelo rubio, tus hipnotizantes ojos azules y tu brillante sonrisa.
—Pues ponte a la cola de todos a los que les atrae eso—suspira, frustrada—
—No me digas. Thomas, el humano.
Arielle no responde y continúa con su mirada puesta en los animales.
—Los caballos son justo lo opuesto a las personas—comenta Klaus, llamando su atención—Son leales. Mi padre estuvo persiguiéndome mil años y solo se acercó el día que mató a mi caballo favorito. Le cortó el cuello con una espada, como advertencia.
—Te entiendo—esas palabras habían salido de su boca sin siquiera pensarlo—Y si, me gustan los caballos. Mi padre los odiaba. Damon me enseñó a montar, en secreto por supuesto. Mi padre mato a mi novio en el establo el día antes de que me convirtiera. Y eso que yo si que era su hija de sangre.
Su último comentario logró sacarle una pequeña sonrisa a Klaus. La chica tenía humor, uno que también le atraía.
—Si, me temo que mi relación con mi padre era un poco más compleja que la tuya.
—Bueno, tu padre te manto para que te convirtieras en vampiro. El mío me mató y a consecuencia de ello yo me convertí en vampiro. No es una relación tan diferente—señala—
Klaus la escucha con atención. Le gustaba conocer más aspecto de su pasado. Le gustaba poder conocerla más.
—¿Me dejas mostrarte algo?—cuestiona entonces, con esperanza de que ella accediera—
—Supongo—suspira, mirándole—
Klaus sonríe y comienza a caminar de vuelta al interior de la casa, siendo seguido por ella. La gente no les presto atención al verles de nuevo en el salón, y ambos salieron de él lo más rápido posible.
Llegaron a un pasillo con unas cuántas puertas, Klaus se acercó a una de ellas, abriéndola de par en par para luego dejarla entrar en la sala. Se trataba de una sala llena de cuadros. Y Arielle no tardó en notar que aquella habitación se le hacía conocida. Era la habitación donde se habían acostado cuando la casa aún estaba en construcción.
—¿Qué querías enseñarme?—pregunta, algo incomoda—
—Una de mis pasiones—le responde, señalando uno de los cuadros colgados—
—Es impresionante—admite al verlo—Supongo que en el Louvre no tenían verbena.
—Si, ese fue su error—murmura Klaus con una sonrisa—
—¿Y la pulsera? ¿Donde la robaste?—cuestiona, recordando el día que se la había regalo, un siglo atrás—
—Es una larga historia—responde, observándola—Pero ten por seguro que la lució una princesa casi tan hermosa como tú.
Sus palabras, hacen que ruede los ojos antes de observar una mesa llena de bocetos.
—Espera. ¿Los...? ¿Los has hecho tú?—cuestiona entonces, asombrada—
—Si—suspira—Uno de mis paisajes está expuesto en el Hermitage, aunque nadie lo sepa. ¿Has estado?
—España, Milán, Chicago, Nueva York y este pueblo es lo único que he pisado en mi vida.
—No está mal para 15o años—le asegura él—Te llevaré. A donde tú quieras. Roma, Paris... ¿Tokio?
—¡Vaya!—exclama, sorprendida de su palabras—Es una suerte tenerlo todo con solo chasquear los dedos. ¿Por eso coleccionas híbridos? ¿Sirvientes que te llevan adonde quieras y te obedecen?
—Eso son suposiciones—le responde, aprendo la mandíbula con frustración—
—Oh, es cierto, en realidad es por el miedo a estar solo. ¿No es así?—se cruza de brazos—Tus híbridos tienen familia, amigos, una vida y tú se la arrebatas como si nada. Deja a Tyler en paz. Aléjate de James y Luna Gomez.
—Oye, ha sido una velada divertida, pero creo que ya es hora de que te vayas.
—Lo entiendo, Klaus—le asegura, plantándole cara—Como tu padre no te quería, das por hecho que nadie lo hará. Y por eso obligas a la gente o los engendras, o intentas comprarlos—señala, deshaciéndose de la pulsera en su muñeca—Pero así no funcionan las cosas. No conectas con los demás porque ni siquiera intentas entenderlos.
Se da la vuelta y abandona de la sala encontrándose con Elijah en el pasillo.
—¿Estás bien?—cuestiona él al verla—
—Necesito una copa—le responde, pasando por su lado—
—El brindis está apunto de empezar—le informa. Ella asiente, alejándose por el pasillo—
Elijah frunce el ceño, observándola con curiosidad.
—Buenas noches, damas y caballeros—habla Esther, desde lo alto de la escalera, cuando Arielle vuelve a adentrarse en el salón—Van a empezar a servir el champán. Os invito a acompañarme en este brindis—Arielle agarra la copa que uno de los camareros le ofrece—Nada me produce una mayor alegría que ver que mi familia se ha vuelto a reunir. Gracias a todos por hacer posible esta espectacular velada. Salud—Arielle se acerca la copa a los labios y observa a Klaus al otro lado del salón, bebiendo de la suya—
Al cabo de un rato, Arielle pudo observar como Stefan abandonaba la casa con rapidez. Sin dudarlo un segundo, deposita su copa vacía en una bandeja y decide seguirle.
—¡Damon!—exclama al verle pelearse con Kol en la entrada de la mansión—¿Estás loco?
Elena y el resto de los Mikaelson se colocan al lado de Arielle para observar la escena.
—Puede que un pelin—admite, posando su mirada en Elena—Pero no pretendía daros más problemas.
Acto seguido se da la vuelta y se aleja de la casa.
—Joder—se queja Arielle, agarrando la falda de su vestido para correr tras él—
Stefan intenta pararla, agarrándola del brazo con delicadeza, pero Arielle se deshace de su agarre, siguiendo a su hermano mayor bajo la atenta mirada de Elena y los hermanos los Mikaelson.
Tras un intento fallido de hablar con Damon, Arielle decide irse a su habitación. Su cuerpo cae tumbado sobre la cama, aún con el vestido puesto. Gira su cabeza hacia su mesilla de noche y se da cuanta de que en ella había depositado un pequeño dibujo, apoyado contra su lámpara. Estira el brazo con confusión y lo agarra entre sus dedos para poder observarlo.
Se trataba de un dibujo de ella junto a los caballos. Además de una frase escrita en una de las esquinas del papel.
"Gracias por tu sinceridad" —Klaus
Un suspiro cansado abandona sus labios mientras se incorpora de nuevo. Entonces lo ve, al lado de la lámpara. Lo sujeta con los dedos y lo observa confusa. Se trataba del anillo de día de Andrew. Klaus se lo había devuelto, junto con la pulsera que ella misma se había quitado aquella noche.
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