XI. Happy Death Day
CAPÍTULO ONCE
FELIZ DÍA DE TU MUERTE
"Cause I can't pretend it's okay when it's not. It's death by a thousand cuts"
Arielle se remueve confusa al notar su cuerpo tumbado sobre una superficie dura, entonces los recuerdos de la noche anterior vuelven a su mente y una pequeña sonrisa se hace presente en su cara. Klaus no se encontraba a su lado y su cuerpo desnudo se encontraba tapado por una manta.
Con rapidez, se pone en pie, se coloca su ropa interior y sus pantalones, observando la sala en busca se su camiseta, pero al no encontrarla decide agarra la camiseta que Klaus llevaba puesta el día anterior. Recoge su chaqueta de cuero del suelo y camina por la casa hasta encontrase a Klaus hablando con un par de híbridos.
—Encontradle—les ordena antes de darse la vuelta para mirarla—¿Te vas ya, amor?
—Es el cumpleaños Caroline. Dije que iría.—le explica, bajando un par de escalones hasta llegar a él—Bueno, se lo prometí a Thomas.
El original aprieta su mandíbula al escuchar el nombre del chico, apartando la mirada levemente de la chica frente a él.
—¿Vas a llevarte mi camiseta?—cuestiona, formando una sonrisa en sus labios y volviendo su mirada a ella—
—Tú tienes más, ¿no?—sonríe, inclinado la cabeza—Además, no encuentro la mía.
—Calló en un bote de pintura.
—Entonces está claro que me llevo esta—le asegura, señalando la camiseta negra, la cual cubría su cuerpo hasta los muslos, pues le quedaba grande—
Klaus la observa con una sonrisa, que rápidamente desaparece al recordar el malentendido que tenía con el hermano pequeño de la rubia.
—¿Dónde está Stefan?
Arielle frunce el ceño ante su pregunta.
—¿Crees que porque nos hayamos acostado voy a ser tu perrita faldera domesticada?—cuestiona, cruzándose de brazos con molestia—Aunque lo supiera no te lo diría.
Pasa por su lado, chocando su hombro con el suyo, pero él es mas rápido y la sujeta de la muñeca, obligándola así a frenar sus pasos y mirarle.
—Arielle...
—Crees que todas caerán a tus pies, pero yo no soy una chica cualquiera. Que nos hayamos acostado no cambia nada. Mis hermanos siempre estarán primero que cualquier otra persona. Y te recuerdo que mataste a mi mejor amigo.
Se zafa de su agarre y abandona la casa sin mirar atrás. Klaus la sigue con la mirada hasta verla desaparecer con su velocidad sobrenatural. Su expresión se endurece y aprieta los puños con frustración.
Tras recibir un mensaje de su hermano mayor, Arielle llega a la casa donde quemaron a las brujas años atrás. Pero al llegar se encuentra a Stefan enfrentando a un de los híbridos de Klaus. Sin dudarlo un segundo, se coloca detrás de él y le arranca el corazón antes de que ataque a su hermano.
El híbrido cae al suelo en el mismo momento en el que Damon llega a su lado. Él y Stefan la observan con asombro.
—Estos híbridos. Están echando a perder el vecindario—comenta, tirando el corazón al lado del cuerpo—
—Me alegro de verte, Ari—le sonríe Damon con orgullo—¿Dónde estabas?
—He llegado en el momento justo, ¿En serio vas a hacerme un interrogatorio?—bufa con frustración—
—¿De quién es esa camiseta?—pregunta Stefan, llamando la atención de sus dos hermanos mayores—
—Mia.
—No, Stefan tiene razón, te queda grande—concuerda Damon, observándola—Es de un chico, ¿verdad?
—¿Ahora vais a hacer de hermanos sobreprotectores?—cuestiona, cruzándose de brazos con incredulidad—Es tuya.
Posa su mirada en Damon.
—No es cierto—niega, formando una mueca con sus labios—No pasaste la noche en casa. ¿De quién es?
—A ver si os queda claro. No tengo que daros explicaciones.
Stefan y Damon comparten una mirada. Arielle rueda los ojos al notarlo y decide ignorarles, adentrándose en la casa para bajar al sótano de esta, lugar donde Bonnie se encontraba esperándoles, junto a los cuatro ataúdes. Los ataúdes de Klaus. Su familia.
—Hola, Arielle—saluda la bruja—Tengo que irme. Es el cumpleaños de...
—Caroline, lo sé—completa, observando los ataúdes—Ya me diréis a donde vais. Si puedo unirme a la fiesta, claro.
—Descuida—le sonríe antes de subir las escaleras—
Arielle se acerca detenidamente a uno de los ataúdes, y, con cuidado, decide abrirlo. Encontrándose en su interior con el cuerpo inmóvil de Elijah. Damon no tarda en bajar, agarrando una pala entre sus manos para intentar abrir el cuarto ataúd, que al parecer no podía abrirse como los demás.
—Pierdes el tiempo. No se abre—informa Stefan, situándose junto a Arielle—¿Has enterrado el cuerpo?
—Si—responde Damon, soltando la pala con frustración—¿Algún otro amiguito híbrido?
—No, solo el muerto.
—Klaus tiene seis hermanos—recuerda Arielle, observando la ataúdes—Rebekah está ahora con él. Uno murió en el viejo mundo, otro en el nuevo mundo. Lo que nos deja a Elijah y a otros dos.
—Hay tres Originales dormidos y cuatro ataúdes—señala Damon—¿Quién está en la caja fuerte?
—Ni idea—responde Stefan—Pero sea quien sea, Bonnie cree que nos ayudará a matar a Klaus. Cuanto antes lo abramos, antes sabremos si es verdad.
—¿Y crees que los espíritus de los brujos, que pueden hacer un ataúd invisible, no puede descubrir cómo abrirlo?—cuestiona Damon elevando la voz, como si los espíritus fueran a responderle—¡Vale! No ayudéis.
—Todo esto se volverá en nuestra contra si los híbridos de Klaus encuentran el escondite—comenta Arielle—
—Si, tienen que irse—señala Stefan—
—Si, claro, qué buena idea, Stefan. Pídeles que hagan la maleta y se vayan de vacaciones—comenta Damon con sarcasmo—Mejor mantén la calma. Y no llames la atención sobre lo que intentamos ocultar.
—No voy a quedarme a la defensiva cuando tengo lo que quiere Klaus. O hace lo que le digo o lanzo a su familia al fondo del océano.
—Y luego te mata a ti y a todos tus conocidos, como, por ejemplo, a nosotros dos—le recuerda su hermana—
—No, eso es un farol. Su familia es lo más importante para él.
—¿Estás seguro?—cuestiona Damon—
—No lo sé, Damon. Pero solo hay una forma de averiguarlo, ¿no? Desafiarle.
—Para el carro. Cuando desafías a alguien, Stefan, te arriesgas a perderlo todo si te equivocas.
Stefan no responde, simplemente se limita a observar a sus hermanos antes de salir de la casa. Damon y Arielle comparten una mirada llena de preocupación.
—A ver si me queda claro—habla Arielle al llegar al cementerio—¿Queríais las llaves del panteón de mi familia?
—Eso es—sonríe Elena—
Arielle asiente y se las lanza a Bonnie. Thomas se coloca a su lado y, junto a Matt, Caroline, Bonnie y Elena, caminan hasta el panteón con el nombre Salvatore escrito en él.
—Esto es una locura—comenta Bonnie al abrirlo—Hasta para nosotros.
—No, Caroline tiene razón—asegura Elena, entrando con la tarta entre sus manos—Técnicamente, está muerta. Lo siento. Pero no necesitas un cumpleaños. Necesitas un funeral. Tienes que despedirte de tu otra vida para poder emprender la nueva.
—Me sorprende decir esto, pero Elena tiene razón—asegura Arielle—
—¿Tú tuviste un funeral?—le pregunta Thomas con interés—
—No, pero al irme de este pueblo sentí que todo era distinto. Como si empezara una nueva vida. Si Caroline aún no puede hacer eso, al menos se merce un funeral.
—Vale—suspira la aludida, quitándose al corona de cumpleañera—Aquí yace Caroline Forbes.
—Animadora. Miss Mystic Falls... campeona de rayuela en tercero—comenta Elena—
—Amiga. Hija. Empollona.—continúa Bonnie—
—Un pelin mala—añade Matt—A veces, no te ofendas.
Sonríe.
—No me ofende—le asegura Caroline, devolviéndole la sonrisa—
—Hermana. Un dolor de muelas.—comenta Thomas—
—Tenía 17 años, y tuvo una vida maravillosa—asegura Elena, poniéndole las velas a la tarta—Descansa en paz para que puedas pasar página. Que es lo que necesitas. Lo que necesitamos todos. Amén. O salud, o lo que sea.
Todos se ríen mientas Matt bebe un poco de la botella de bourbon.
—Bonnie—pide Elena, señalando las velas—
La bruja sonríe y cierra los ojos para concentrarse en encenderlas.
—Pide un deseo—la anima Arielle, con una sonrisa nostálgica—
Caroline sonríe y cierra los ojos. Arielle la observa recordando así los cumpleaños que solía pasar con Andrew en Barcelona, donde él le insistía en que tenía que pedir un deseo cada vez que las soplaba.
Thomas y Arielle deciden dejar a Elena, Caroline, Matt y Bonnie a solas y salir a caminar por el bosque. Hablaron de distintas cosas. De la vida de Arielle, de Marie, Luna y su hermano James, quienes por fin habían conseguido que el hechizo de ocultación funcionara. De lo que estaba ocurriendo últimamente con Klaus. De cómo se sentía Arielle al ver a su hermano pequeño sin humanidad.d
Tras batimos minutos, Arielle por fin se atrevió a preguntarle cómo había averiguado que su ex novia era bruja. A pesar de decir que no tenía importancia, Thomas tuvo que rendirse y contárselo. Arielle era muy insistente y, aunque él quisiera negarlo, la chica le gustaba y quería conocerla más, por lo que sabía que debía contarle las cosas para que ella confiara en él lo suficiente.
Al parecer, Marie y él se habían conocido en Washington, lugar al que él había ido después de cumplir los dieciocho. La chica trabajaba en una tienda fotografías y ambos se enamoraron a primera vista. Si, de la forma más cliché del mundo. En una cita ella encendió una vela sin querer y decidió contarle su secreto. Era bruja y su familia venía de un pueblo de Francia con mucha historia sobre brujería.
Sin embargo, su conversación se vio interrumpida por Matt, quien cargaba a Caroline entre sus brazos.
—¡Caroline!—exclama Thomas con preocupación—¿Qué a pasado?
—La ha mordido Tyler—responde Matt—Hay que llevarla a casa.
Thomas asiente y los cuatro se suben al coche del rubio. Arielle agarra su teléfono con rapidez y le manda un mensaje a Klaus para que vaya a la casa de los Forbes. Necesitaban su sangre, necesitaban la cura para un mordisco de hombre lobo.
Arielle se sienta en el porche de la casa mientras Thomas, Matt y la sheriff Forbes cuidaban de Caroline.
—Has venido—comenta al ver a Klaus delante de ella—
—Me has llamado—le recuerda—
—Pero no pensé que vinieras—admite—Tú le ordenaste a Tyler que la mordiera.
—Lo hice, si. Pero tú me has pedido que la salve.
Los ojos de la chica demuestras sorpresa ante sus palabras.
—Mi sangre es la curara. Por favor, pídele a la sheriff que me invite a entrar.
—Ya me conozco el juego—habla Liz desde la puerta—Quieres algo a cambio.
—Solo tu apoyo—responde, dirigiendo su mirada hacia ella—
—Pasa—cede Liz—
Klaus le hace caso y, junto a Arielle, entra en la casa y se dirige a la habitación de Caroline, donde también se encontraban Matt y Thomas, quienes miran al híbrido con odio.
—¿Vas a matarme?—cuestiona Caroline al verle—
—¿En tu cumpleaños?—pregunta, incrédulo—¿Tan mal concepto tenéis de mi?
—Si—responden Caroline, Matt y Thomas a la vez—
Klaus suspira y le deja beber de su sangre bajo la atenta mirada de todos los presentes en la casa. Se da la vuelta y sale de ella, dejándoles solos. Arielle no tarda en seguirle para poder hablar con él.
—Gracias—le dice, haciendo que se de la vuelta para mirarla—
—Ella es lo que se llama una víctima colateral. No es nada personal.
—Eso es lo que serán mis hermanos, ¿no? ¿Víctimas colaterales?—cuestiona, mirándole a los ojos—
—Tus hermanos conspiran contra mi—le recriminan, enfadado—
—Porque tú has querido matar a Elena y luego has obligado a Stefan a apagar su humanidad. Así que mi pregunta es, ¿soy yo un daño colateral?
Klaus la observa de arriba a abajo y relaja su expresión.
—Aún llevas mi camiseta—observa—
—No he tenido tiempo para pasar por mi casa.
Suspira y aparta su mirada de ella. Observa las estrellas y nota los ojos azules de Arielle posados en su perfil.
—Me encantan los cumpleaños—suelta de repente—
—Si, ya. Soplarás mil millones de velas—comenta con sarcasmo, cruzándose de brazos—
—Al convertirte, tienes que ajustar tu percepción del tiempo, Arielle. Celebrar que ya no estás sometida a las triviales convenciones humanas.
—Las convenciones humanas me gustan—asegura ella, llamando su atención—Pedir un deseo al soplar las velas, los regalos en Navidad, los reuniones familiares los domingos, los aniversarios. Todo es bonito.
Una sonrisa aparece en los labios del híbridos al escucharla.
—Eres libre.
—No—niega ella—Voy a morir. Puede que no hoy, pero lo haré. Todos los que me importan han muerto, o lo harán pronto. Carina está muerta, y tú seguramente acabarás matando a mis hermanos. Y yo moriré con ellos, protegiéndoles. Porque eso es lo que yo hago. Es lo que siempre haré. Dar mi vida por mi familia.
Klaus la observa con detenimiento antes de acercarse a ella.
—Puedo dejarte morir—murmura, confundiéndola—Si eso es lo que quieres. Si de verdad crees que tu existencia solo tiene un sentido, proteger a tus hermanos, luchar por ellos. Puedo dejarte morir. Puedo dejarte ir—Arielle observa con detenimiento, escuchando cada una de sus palabras—Pero voy a contarte un pequeño secreto. Hay todo un mundo esperándote ahí fuera. Ciudades maravillosas, arte y música. Sitios en los que en tu larga vida aún no has estado, estoy seguro. Hay auténtica belleza, Arielle. Y está todo al alcance de tu mano. Yo te lo puedo enseñar. Arielle, puedes tener mil cumpleaños más. Puedes soplar las velas que quieras, pedir los deseos que quieras. Solo tienes que pedírmelo. Y yo haré que se cumplan.
—Es precioso lo que dices—admite en un suspiro—Pero Klaus, yo no soy como Caroline, o como Elena. No me vale una promesa vacía. Y, ¿sabes?, morir no es tan malo si lo haces luchando por algo que merece la pena. Alguien que merece la pena.
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