VIII. The Girl Who Loved Too Easily


CAPÍTULO OCHO
LA CHICA QUE AMA CON DEMASIADA FACILIDAD

"Back when we were still changin' for the better, wanting was enough. For me, it was enough to live for the hope of it all"


Para poder investigar todos los dibujos y escritos que habían encontrado en la cueva Lockwood, Alaric había decidido hacer fotos de todo e imprimirlas, puesto que en aquella cueva había mucha más información de la que creían. Entre ella, información sobre la familia Original.

—Las imágenes cuentan una historia. Y para entenderla, tendremos que descifrarla—comenta Alaric—

Arielle asiente y observa las fotos con interés mientras Damon intentaba ayudar a Elena con su entrenamiento de defensa contra vampiros.

—Torpe—se queja el ojiazul—

—Calla—le responde una molesta Elena—Soy novata en esto.

—El fantasma de la navidad, Mason Lockwood, dijo que la cueva nos llevaría al arma que mata a Klaus—comenta Damon mirando a su mejor amigo y a su hermana de reojo—

—Pero ¿Mikael no tiene un arma?—cuestiona Arielle, confusa—

—Si, lo que significa que la pared nos llevará a Mikael, al que ya hemos encontrado y perdido—responde, parando un ataque que Elena intenta contra él—Pum. Estás muerta.

—Estas imágenes al menos nos dirán de que arma se trata—señala Ric—

—Pues solo hay que conseguir descifrarlas—suspira la rubia, situándose a su lado—

—Vale, vale. Siento no ser tan supermegaoptimista como vosotros, pero ¿cómo lo haremos?—cuestiona Damon—

—Si la historia trata de la familia Original, preguntémosle a alguien que pertenezca a la familia.

—¿Quieres hablar con Rebekah sobre papá Original? Vale, hermanita, definitivamente estas loca.

—Ella tiene razón—comenta Elena, llamando la atención de todos—Rebekah es la fuente.

—Genial, se os ha ido la olla.

Elena le ignora por completo, abandonado el piso de Alaric, siendo rápidamente seguida por Damon. Alaric suspira y agarra unos post-its para escribir las traducciones de cada uno de los dibujos de la cueva, muchos de los cuales aún tenían que descifrar.

—Los nombres—comenta Arielle, separándolos del resto de los dibujos—¿Sabes lo que significan estos dos?

Observa ambas imágenes con interés.

—No. Y, sinceramente, prefiero no saberlo. Significaría que tendríamos que conocerles.

Agarra otras dos fotos y escribiré su traducción en un post-it. Arielle se acerca y observa los dos dibujos viendo así su parecido. Con la simple diferencia de que uno tenía un sol y otro tenía una luna.

Ric suspira y quita el post-it con la palabra "vampiro" de la foto a la que se la había puesto, la de la luna, para ponerlo en la otra, la del sol.

—Hombre lobo—indica Arielle señalando la luna—

Ric asiente y lo escribe en otro post-it.

—Sé lo que hago, Damon—Elena entra de nuevo en el apartamento mientras habla por teléfono con el mayor de los Salvatore—Si averiguamos cómo matar a Klaus, Stefan quedará libre de su orden. ¿Cómo está?

Alaric continúa descifrando las fotos y comienza a colocarlas por toda la pared de su cocina. Arielle, sin embargo, prefiere escuchar la conversación entre su hermano y Elena.

—Pálido y afligido—responde Damon al otro lado de la línea, claramente refiriéndose a Stefan—

Arielle rueda los ojos.

—Tendrá que superarlo. Llámame luego—Elena cuelga el teléfono y posa su mirada en Arielle y Alaric—Rebekah nos lo dirá.

—¿Estás segura?—inquiere Ric, no muy convencido—Es un vampiro de mil años. Ten claro que domina el arte de la paciencia.

—Es un vampiro de mil años en un equipo de animadoras—le corrige Elena—Aquí se juega con otras reglas, Ric. Yo me encargo.

—No hablará tan fácilmente—le asegura Arielle, mirando el mensaje que Thomas acababa de enviarle—Tengo que irme. Si necesitas algo, no me llames. Y, Ric, si averiguas algo, mándamelo.

Sin esperar una respuesta por parte de ninguno, Arielle abandona el apartamento sin nada más que decir.


—¿Qué has hecho qué?—cuestiona, incrédula—Damon, Stefan está en plan destripador homicida, no puedes soltarle.

—Sabes que odio la dieta de Lexi y su plan de desintoxicación de sangre humana. Así que voy a llevarle a dar una vuelta—le responde desde el otro lado de la línea—Hazme un favor y ve a casa con Elena. No quiero que esté sola con la rubia Original.

—Eso, Damon, no ocultes que te gusta la novia de tu hermano—comenta con una mueca—Y para tu información, estoy entrado por la puerta. Me aburría en el Grill.

—¿Pero no estabas con Ric?

—Si, hasta que fui al Grill—le responde—Ahora, deja de controlarme. Dios, creo que están en la habitación de Stefan.

Cuelga la llamada y guarda su teléfono, dejando a su hermano mayor con la palabra en la boca. Sube las escaleras y se encuentra a Elena apoyada en el umbral de la puerta de la habitación.

—Ha cambiado mucho desde los años 20–comenta Rebekah desde el interior de la habitación—

—¿Vas a registrar todas sus cosas o vas a contarme tu historia?—cuestiona Elena con cansancio—

—No eres nada divertida. ¿Verdad, Elle?

Elena se gira confusa hasta posar su mirada en la mediana de los Salvatore.

—No, pero ella tiene razón—le asegura—Rebekah, espiar a mi hermano es caer bajo.

—Bueno, ¿qué queréis saber?—cuestiona, caminado por la habitación—

—Según Elijah, tu padre era terrateniente en Europa—comenta Elena, adentrándose en la habitación—¿Cómo acabasteis aquí?

—Cuando mis padres formaron una familia, una plaga asoló su país. Perdieron a un hijo. Decidieron huir y proteger a su futura familia del mismo destino.

—¿Y cómo acabasteis aquí?—insiste Elena—Esta parte del mundo no se había descubierto.

—No por nadie de tus libros de historia—sonríe Rebekah—Mi madre conocía a la bruja Ayana, que supo por los espíritus de una tierra mística donde todos gozaban de salud. Y estaban bendecidos con fuerza y rapidez. Eso trajo a mi familia aquí, donde vivimos con ese pueblo.

—Los hombres lobo—murmura Arielle—

—Para nosotros, solo eran vecinos. Vivimos en paz con ellos más de 20 años y, en ese tiempo, mi familia tuvo más hijos, incluida yo.

—Haces que parezca normal—comenta Elena—

—Lo era—asegura, mirando por la ventana—Una vez al mes, mi familia se escondía en las cuevas bajo la aldea. Los lobos aullaban toda la noche y por la mañana, regresábamos a casa. Una luna llena, Klaus y mi hermano pequeño Henrik intentaron ver transformarse a los hombres en bestias. Estaba prohibido. Henrik pagó el precio. Ese fue el final de la paz con nuestros vecinos. Y uno de los últimos momentos de mi familia como humanos.

Elena frunce el ceño, confusa. Pero, en ese momento, su teléfono vibra, anunciando una llamada.

—Más vale que contestes. Será Damon para ver cómo estás—le informa Arielle a su lado—

Elena suspira con pesadez antes de contestar a la llamada.

—Hola.

—Hey—se oye a Damon al otro lado de la línea—

—Damon, ¿dónde estás?—cuestiona ella, confusa por la música que se oía de fondo—

—Ni idea. Pero voy demasiado elegante para el garito. ¿Aún sigues viva?

—Si. Estoy bien. Arielle esta aquí. Ahora no puedo hablar.

—Voy a la barra—Arielle frunce el ceño al oír la voz de su hermano pequeño—

—¿Ese era Stefan?—cuestiona Elena, confusa y preocupada—

—Si, me he salido un poco del guión. Pero tú tranqui, sé lo que hago—asegura Damon—

—¡¿Cómo has podido dejarle salir?!—exclama, incrédula—

—Está controlado, Elena.

Damon cuelga la llamada, dejándola con la palabra en la boca. Elena suspira, frustrada, mientras posa su mirada en Arielle quien observa como Rebekah lee uno de los diarios de su hermano pequeño.

—¿No has espiado ya bastante?—cuestiona Elena, posando su mirada en la Original—¿Puedes seguir con la historia?

Rebekah suelta el diario y se levanta de la cama para continuar observando la habitación.

—Sinceramente, no os veo como pareja—comenta al ver una foto de Stefan y Elena—

—Es normal, no tienes ni idea de quién es en realidad.

—Bueno, yo estoy de acuerdo con ella y conozco a mis hermanos mejor que a mi misma—comenta Arielle sacándole una sonrisa a Rebekah—

—Sé perfectamente quién es—asegura la rubia observando a Elena—Es un vampiro. Una especie depredadora. No nos preocupan los humanos ni sus insignificantes vidas.

—¿Por eso has hecho el desfile de antes?—eleva las cejas, confusa—¿Porque no te importa el Baile de Bienvenida?

Rebekah da un paso atrás, sin dejar de mirarla.

—¿Sabes qué? Me marcho—declara Elena—

—No sabes ni la mitad de la historia—la frena Rebekah—

—Y no vas a contármela—asegura Elena dándose la vuelta—Estás aburrida y buscas a quien fastidiar. Juega con Arielle o obliga a alguien a ser tu amigo.

—Stefan no podía regalar el colgante—habla Rebekah, impidiendo que se vaya—Pertenecía a la bruja Original.

—¿La que lanzó la maldición sobre Klaus?—inquiere Arielle—

—No solo la de los híbridos. Ella nos convirtió en vampiros—revela—

Elena frunce el ceño, compartiendo una mirada con Arielle.

—Tengo sed, ¿queréis un trago?—cuestiona Rebekah, dedicándoles una sonrisa—

Acto seguido, sale de la habitación, feliz por haber atraído la atención de Elena y Arielle de nuevo hacia ella y su historia.

—¿El vampirismo fue una forma de protección?—cuestiona la castaña, siguiendo sus pasos hasta el piso inferior—

—¿Qué más podía ser?—inquiere Rebekah—

—Una maldición—comenta con obviedad—

—Mis padres lo vieron como una forma de mantener con vida a sus hijos.

—Ya, pero ¿por qué se quedaron si tanto temían a los hombres lobo? ¿Por qué no os fuisteis?

—Por orgullo—responde, frenando sus pasos para posar su mirada en ambas—Mi padre no quería seguir huyendo. Quería luchar e imponerse a los hombres lobo. Si ellos mordían, morderíamos más fuerte. Si eran rápidos, nosotros más. Agilidad, fuerza, sentidos. Ayana se negó, así que mi padre lo dejo en manos de mi madre.

—¿En sus manos?—cuestiona Arielle, confusa—¿Qué podía hacer ella?

—Mi madre también era una bruja.

—¿Qué?—Elena la observa con sorpresa—

—La bruja de la familia Original. La bruja Original—señala, adentrándose en la biblioteca—¿Donde guardáis vuestra mejor cosecha?—cuestiona, buscando algo de beber—

—Pero si tu madre era una bruja, tú...

—¿Si lo soy yo? No—la interrumpe—Los brujos son sirvientes de la naturaleza y los vampiros abominaciones. O eres una cosa o la otra. Nunca ambas. Mi madre nos hizo esto, pero no se convirtió.

—¿Cómo os convirtió?—le pregunta Arielle entonces—

—Invocó al sol pidiendo vida y al antiguo roble blanco, objeto eterno de la naturaleza, la inmortalidad—responde, llenándose una copa de vino—Esa noche, mi padre nos ofreció vino mezclado con sangre. Y nos clavó su espada en el corazón.

—¿Os mató?—murmura Elena, horrorizada—

—Y no fue precisamente delicado—asegura—Tuvimos que beber más sangre para completar el ritual. Sentía euforia. La sensación de poder era indescriptible. Pero la bruja Ayana acertó sobre las consecuencias. Los espíritus se revelaron y la naturaleza se defendió—las observa, bebiendo de su copa—Por cada fuerza, había una debilidad. El sol se convirtió en nuestro enemigo. Nos tuvo semanas encerrados. Hasta que mi madre encontró una solución. Pero había otros problemas. Los vecinos que nos habían abierto sus puertas, ahora querían mantenernos fuera. Las flores al pie del roble blanco nos quemaban y anulaban nuestras órdenes. Y el hechizo impuso que el árbol que nos dio la vida, podría quitárnosla. Así que lo quemamos—Arielle la escucha con atención, sentándose en el sofá—Pero la consecuencia más oscura fue algo con lo que mis padres nunca contaron. El hambre. La sangre nos había hecho renacer y era sangre lo que deseábamos por encima de todo. No podíamos controlarlo. Y así nació la especie depredadora.

Elena respira hondo al procesar la historia.

—¿Por qué se volvió Mikael en contra de Klaus?—cuestiona Arielle, levantándose del sofá—

—Cuando Nik mató a su primer humano, mostró su gen de hombre lobo—explica Rebekah—Y se convirtió en la mayor vergüenza de mi padre.

—Si, Elijah me contó esa parte de la historia—recuerda Elena—Tu madre tuvo un romance con un hombre lobo de la aldea. Klaus no era hijo suyo.

—Ella intentó arreglarlo—asegura, algo incomoda por la historia—Lanzó la maldición del híbrido sobre Nik para anular su lado licántropo y le volvió la espalda. Pero la mayor debilidad de Mikael, como humano, era su orgullo. Y como vampiro, se magnificó. Perdió la cabeza y asesinó a media aldea. Luego vino a casa y la mató.

—¿Mikael mato a tú madre?

—Dijo que ella le rompió el corazón y él rompería el suyo. Se lo arrancó del pecho delante de Nik. Después de aquello, mi padre se fue enfurecido y el resto de mi familia se dispersó. Nik se quedó para ayudarme a enterrarla. Sabía que necesitaba despedirme de mi madre. Junto con Elijah, hicimos un pacto. Unidos por y para siempre.

—Por y para siempre—repite Arielle en un susurro—

—¿Aunque te metiera en un ataúd 90 años?—cuestiona Elena—

—Somos vampiros. Magnificamos las emociones—señala Rebekah—Yo soy terca, Elijah noble y Nik... no muestra clemencia con quienes le defraudan. En más de mil años como familia, todos hemos caído en ese error alguna vez. Yo lo he hecho varias veces.

—Pero ¿aún así le quieres?

—Es mi hermano—señala, observándola con obviedad—Y soy inmortal. ¿Es mejor pasar la eternidad sola?

Arielle lo entendía, ella misma experimentaba eso desde 1864. Sus hermanos lo eran todo para ella. Se apoyaban, se ayudaban y, lo más importante, siempre estaban ahí a pesar de todo. Porque pasar la eternidad solos sonaba como su peor pesadilla.


Tras su conversión, Elena abandonó la casa Salvatore, pero Arielle pudo oír cómo poco después volvía a entrar en ella para tener una breve conversación con Rebekah, revelándole la verdadera historia de la muerte de su madre, la cual había descubierto gracias a los dibujos de la cueva. Tras aquello, Arielle pudo escuchar los sollozos de Rebekah desde su habitación, lo que la obligó a bajar hasta el salón principal de la casa, encontrándosela en el suelo, llorando.

—Bex—murmura, agachándose junto a ella—

—Él la mato—murmura entre sollozos—Nik mato a mi madre.

Arielle la observa dudosa antes de envolverla en un abrazo. Rebekah solo ansiaba el amor de su familia, la lealtad y el amor. Arielle sabía lo que era eso. Y a pesar de lo que Klaus les hubiese hecho a William y a Andrew, Rebekah no había dañado a nadie que le importara de verdad. Arielle sabía que, en fondo, solo era una chica con el deseo de recibir amor.



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