VIII. Bourbon Street


CAPÍTULO OCHO
CALLE BOURBON

"You gave them all those old time stars. Through wars of worlds, invaded by Mars. You made them laugh, you made them cry. You made us feel like we could fly"


Arielle estaba al tanto de que Elena había dormido en su casa, de hecho estaba más que al tanto, ella y Damon no fueron discretos precisamente. Fue por eso por lo que decidió agarra su chaqueta, colocarse los zapatos y salir de la casa en medio de la noche para no tener que escucharles. No era muy divertido oír como su hermano mayor se acostaba con la ex novia de su hermano pequeño.

Sin saber a donde ir, se vio llegando a la mansión Mikaelson, donde encontró a Klaus en su estudio.

—¿A qué se debe esta maravillosa visita, amor?—cuestiona el rubio sin dejar de pintar—Es tarde.

—Lo sé, lo siento—se disculpa con incomodidad—Es por Damon y Elena. No me apetecía oírles.

Una sonrisa cínica aparece en sus labios ante su explicación.

—Déjame adivinar, has venido aquí porque era el único lugar al que podías ir.

—Pues si—admite—Jeremy es un cazador de vampiros que intento matar a su propia hermana, así que su casa es peligrosa para mi. Stefan está con Caroline. La casa Lockwood está más que descartada y no me apetece darle explicaciones a Luna.

—Puedes dormir en una de las habitaciones vacías de arriba—le dice, sin apartar la mirada del cuadro frente a él—

—No tengo sueño.

—Bueno, podemos buscar alternativas más divertidas—comenta, dándose la vuelta para mirarla con una sonrisa en sus labios y las cejas alzadas—

—No te ilusiones. No volverá a pasar—le asegura, cruzándose de brazos—

Se levanta de la silla y con su velocidad vampirica la acorrala contra la pared.

—Eso ya lo veremos, amor—sonríe, bajando su mirada a sus labios—

—Podríamos pintar—propone ella, quitándole el pincel de las manos—

Le empuja y pasa por su lado hasta llegar al lienzo que se encontraba pintando segundos antes.

Frunce el ceño con confusión al ver de que se trata el cuadro.

—¿De dónde lo has sacado?—su voz se convierte en un pequeño hilo apunto de ser roto por el llanto—

—Pensé que te gustaría.

—¿Cómo...?

—El día que te di mi sangre por el mordisco de mi híbrido—explica, colocándose detrás de ella, quien no deja de mirar el cuadro—No te diste cuenta. Entraste al baño y yo me fui. Pero antes de eso, la vi...

—Carina—murmura, observando la pintura con nostalgia—

—Encontré una foto, estaba encima de un cuaderno de dibujo.

—¿Y creíste que podías cogerla?—cuestiona, dándose la vuelta para mirarle con incredulidad—

—Arielle...

—Déjalo, Klaus, no quiero tus explicaciones. Solo he venido para distraerme y no escuchar como mi hermano y Elena tienen sexo por toda la casa—suspira, saliendo del estudio—

Se dispone a irse cuando Klaus se coloca delante de ella, impidiéndoselo.

—No te vayas—le pide—Podemos hacer otra cosa.

—No vamos a acostarnos, Klaus—le asegura, cruzándose de brazos—

Él asiente, bajando la mirada como un cachorro pidiendo disculpas. Se veía bastante tierno.

—Vale—acepta, dejando caer sus brazos a cada lado de su cuerpo—¿Qué quieres hacer?

—Bueno, mis formas de divertirme no creo que sean de tu gusto en estos momentos, como ya me has expresado—comenta con una sonrisa—Se reducen a pintar, matar y...

—Tener sexo—completa ella con frustración—

—¿Tienes alguna otra idea, amor? A estas horas todo está cerrado.

Arielle suspira y le mira con las cejas alzadas ante su insistencia porque ella le hiciera compañía.

—Podríamos ver un peli—propone—

La sonrisa de Klaus se amplía cuando la mira con sorpresa e intriga.

—No soy muy fan de las cosas mundanas.

—Pues yo si, así que te aguantas—le responde, mirando la casa con atención—Acepto otras ideas. ¿Tal vez algún juego de mesa? ¿Alguna historia interesante de tus 1000 años de vida?

—La verdad, no tengo historias tan interesante—se encoge de hombros. Arielle rueda los ojos—¿Qué hay de ti?

—¿Qué hay de mi?—repite, confusa—¿Quieres escuchar historia de mi vida?

Klaus asiente.

—Esto no funciona así, Klaus. Si yo te cuento algo, tú deberías contarme algo a mi.

—No estamos negociando, amor.

—Bueno, yo creo que si lo hacemos. Mataste a mi mejor amigo. No lo he olvidado, el elefante sigue en la habitación, por mucho que ahora seamos... amigos.

Klaus sonríe levemente ante sus últimas palabras.

—Quieres saber por qué—asume. Arielle asiente—El anillo. El anillo de día que tú le diste.

—Rebekah se lo dio a William y yo lo encontré. ¿Por qué es tan importante para ti?—inquiere, confusa y frustrada—

—Porque ese anillo no es un anillo de día normal. Sé que lo sabes. Su objetivo no era ser un anillo de día, se creó para otra cosa. Coincidencia que la piedra que utilizaron para fabricarlos fuera la misma, pero cuando fueron forjados, los vampiros ni siquiera existían.

—¿Cómo lo sabes?

—Rebekah le robó ese anillo a mi hermano Kol. Él lo estuvo buscando durante años, hasta que un día le obligue a contarme por qué era tan importante.

—¿Le obligaste? Dices que le amenazaste con clavarle una daga en el corazón, ¿no?—asume ella. Klaus suspira, caminando por la sala—

—El dijo que ese anillo nos llevaría hasta una bruja muy poderosa. Pero claramente mentía.

—¿Mentía?—Arielle frunce el ceño—

—Habló de una familia de brujos muy antiguos y poderosos, pero cuando me entregaste el anillo hice que una bruja rastreara a esa familia, a esa bruja tan poderosa. Y no hay ni rastro de ellos. No existen.

Mentira. Si existían. Pero Klaus no lo sabía. Rachel se lo había contado, la familia Bluemoon era real, Arielle conocía a dos de ellos.

—Por eso me lo devolviste—asume—

Klaus suspira en respuesta, volviendo a mirarla.


Tras una llamada con Caroline, Stefan se adentra en la biblioteca de su casa, encontrándose con su hermano mayor. No estaban pasando por un buen momento como hermanos, pues ahora Elena había roto con él y parecía estar enamorada de Damon. Las cosas se habían complicado cuando él y Caroline habían descubierto que lo más probable es que Elena estuviera vinculada a Damon, de la misma forma que los híbridos lo estaban a Klaus.

—¿Qué haces?—cuestiona, mirando todos los papeles esparcidos por la sala—

—Elena está vinculada a mi. Tenias razón—le responde—¿Contento?

—No, no estoy contento. ¿Cómo vamos a arreglarlo?

—Bueno, estoy en ello. Toma—le entrega una pequeña postal antigua—¿Te acuerdas?

—Nueva Orleans—reconociendo la ciudad de la postal—

—En el año 1942.

—¿Y qué había en Nueva Orleans en el 42?—inquiere, sentándose en uno de los sillones—

—¿Aparte de bourbon y lentejuelas? Nosotros, Stefan. Tú y yo.

—Ah, si. ¿Cómo se llamaba esa chica con la que estabas?

—No era una chica cualquiera. Era Daphne—le responde—Estaba loca por mi desde que nos conocimos. Y cuando me pidió que la convirtiera, lo hice. Mató a un hombre después de que una noche le dijera que no tuviera piedad con quien se acercara a mi copa. Ahí empecé a sospechar.

—Estaba vinculada a ti—asume Stefan—Y supongo que te aprovechaste del tema hasta que te aburriste de ella.

—Se puso en plan atracción fatal conmigo. Tuve que cortar por lo sano.

—¿Cómo lo hiciste?

—Toma—le entrega otro papel—

—¿Quien es Juliette Bluemoon?—inquiere, leyendo el nombre escrito en aquel papel—

—La bruja que me ayudo a romper el vínculo de Daphne conmigo.

Stefan frunce el ceño, sorprendido.

—Haz las maletas, hermanito. Volvemos a la calle Bourbon.


Klaus y Arielle se encontraban sentados en el borde de la terraza compartiendo una botella de bourbon. Se había pasado la noche y la mayor parte del día hablando de distintas cosas. Arielle incluso había decidido hacer unas galletas. Algo que solía hacer con Carina, todo porque Klaus había insistido en conocerla más.

La verdad es que el tiempo se pasaba volando entre ellos, pues mientras hablaban casi se habían olvidado de las galletas, las cuales casi se habían quemado en el interior del horno.

Klaus se burló de ella por su poca atención y ella le respondió lanzándole harina a la cara sin pensarlo. Pero Klaus no reaccionó mal, simplemente le devolvió el golpe.

Y fue el sonido de su teléfono el que hizo que pararan su lucha de harina.

—Genial—exclama Arielle al leer el mensaje—Mis hermanos se han ido a Nueva Orleans.

—Míralo por el lado positivo, hoy podrás dormir sin que nadie te moleste—señala Klaus mientras se sacude la harina de su ropa—

—Si, supongo que tienes razón—suspira, imitándole—Debería irme.

Los ojos azules de Klaus se posan en ella ante su anuncio. Asiente sin expresión alguna y continua sacudiendo el polvo blanco.

—Gracias—murmura ella acercándose a él—Por hacerme reír a pesar de todo. Y el cuadro es precioso. Siento haberme enfadado.

Sus ojos vuelven a conectarse.

—Deberías llevarte las galletas—suelta él sin ninguna emoción—

Arielle rueda los ojos y bufa con frustración por su cambio de actitud. Agarra la bandeja de galletas y se dispone a irse, pero su cuerpo frena a pesar de las ordenes de su cabeza que le repetían que se fuera.

—Klaus, no es malo divertirse o ser vulnerable con alguien, si esa persona es la adecuada—suelta, haciendo que él la mire con seriedad—Me lo he pasado muy bien. Me alegra haber venido y haber conocido una parte de ti que no conocía. Espero que no fuera algo momentáneo. En serio lo espero. Porque gracias a ti me he olvidado del mundo entero y me he sentido bien a pesar de todo. Hacia mucho tiempo que no me pasaba eso. Espero que a ti te haya pasado lo mismo. Porque a ese Klaus si quiero conocerle. Ese Klaus puede ser mi amigo.

Sin esperar una respuesta por su parte, se da la vuelta y sale de la casa sin mirar atrás. Dejándole solo y confuso.


Elena recogía el salón principal de la casa cuando Arielle cruzo la puerta con la bandeja de galletas en sus manos.

—Hola, ¿qué a pasado?—cuestiona, confusa por la actitud enfadada de la castaña—

—Nada—se queja sin mírala—

Entonces Caroline y Bonnie aparecen por el pasillo, haciendo que Arielle lleve su mirada hacia ellas.

—Elena, vamos—murmura Bonnie—

—La fiesta a terminado. Largaos de aquí—les pide ella, sin molestarse en míralas—

Arielle suspira y deja la bandeja de galletas en la mesa del comedor.

—No te enfades, ¿vale? Solo nos preocupamos por ti—se justifica Caroline—

Arielle las escucha con atención, sin saber de que iba esa conversación o por qué Elena estaba tan enfadada.

—¿Creéis que me hace feliz que odiéis a Damon?—cuestiona, incrédula—Lo entiendo. Tiene un pasado lleno de altibajos, pero yo no le odio. No puedo. Creo... Creo que me estoy enamorando de él.

Su confesión sorprende a Arielle.

—No te estás enamorando de él, Elena—asegura Caroline con molestia—¡Estas vinculada a él!

—¿Qué?—exclaman Arielle y Bonnie a la vez—

—¿De qué estás hablando?—pregunta Elena, frunciendo el ceño—

—Yo... Lo siento—murmura Caroline, acercándose a ella—Se me ha escapado, Elena, pero es cierto. Te convirtió la sangre de Damon. No podías digerir sangre animal ni de bolsa porque él te lo dijo. Luego te dijo que volvieras a probar la sangre de bolsa y de repente...

—No. No—niega Elena—No puede ser.

—¿Estas segura?—inquiere Bonnie, observando Caroline—

—No. La pregunta es si es posible—señala Arielle—

—Si, estoy segura—declara Caroline—Y es posible. Preguntadle a Stefan. Él podrá explicároslo mejor que yo.

—¿Cómo? ¿Has hablado con Stefan de esto?—cuestiona Elena con incredulidad—

—Genial, mis hermanos acabarán matándose—murmura Arielle, agarrando una galleta y llevándosela a la boca—

—No es culpa tuya, Elena, ¿vale?—le dice Caroline—Damon se ha aprovechado de ti.

—Si Damon lo supiera no se habría acostado con ella—asegura Arielle, cabreada por la actitud de la rubia para con su hermano mayor—

—Vale. Largaos de aquí—les pide Elena a sus dos amigas—Ahora.

Camina hacia la puerta principal para abrirla.

—Elena—se queja Caroline, viendo como abre la puerta—

—Hola, chicas—saluda una de las híbridas de Klaus apareciendo tras la puerta principal—

Entonces de un segundo a otro, ella y un amigo suyo entran en la casa y golpean a Elena. La híbrida sujeta a Caroline del cuello mientras Arielle intenta separa a Elena del otro chico.

Es en ese momento cuando Bonnie utiliza su magia haciendo que las lámparas exploten mientras ellos continúan forcejeando.

—Parad—les pide la chica que sujeta a Caroline—Un mordisco de híbrido y vuestra amiga está muerta.

Arielle suspira, dejando de pelear y Bonnie para de hacer magia cuando Elena cae al suelo.

La chica híbrido desaparece de la casa con Caroline y el chico que la acompañaba.

—¿Estáis bien?—Arielle se acerca a Bonnie y a Elena. Ellas asisten en respuesta—Tenemos que ayudarla. Hay que llamar a Tyler y a James.

—Yo lo haré. Quedaos aquí—les indica Elena—

—Espera, Elena...

La castaña desaparece, dejándola con la palabra en la boca.

—Debería ir con ella.

—No creo que ninguna debamos ir—niega Bonnie—Tyler salvará a Caroline. Y ella y Elena deberían hablar a solas.

—¿Seguro?

—He pasado estos últimos años ayudándolas. Pero sé ver cuando algo no es mi lucha.

—Bueno, está claro que no es la mía, pero si algo le pasa a Elena mis hermanos me mataran.

—¿Lo harían?—Bonnie la observa con sorpresa—

—La verdad, no lo sé—admite en un suspiro—

Una hora después, Arielle y Bonnie recibieron un mensaje de Elena, asegurándoles que Caroline estaba a salvo y que esos híbridos no volverían a atacar a nadie más. Eso hizo que Arielle soltara un suspiro de alivio, observando como su hermano pequeño se adentra en la casa.

—¿Que tal el viaje a la calle Bourbon?—inquiere, dedicándole una leve sonrisa—

—Productivo—suspira Stefan—Me voy. Damon esta aparcando el coche. Te pondrá al día.

—Créeme. Ya estoy al día—le asegura, agarrando una galleta—

Stefan asiente.

—Bonito cuadro—señala hacia el pasillo antes de irse—

Arielle frunce el ceño y se pone en pie, caminando hasta el pasillo, donde sus ojos se encuentran con el cuadro de Carina apoyado sobre una de las paredes. Estaba terminado y era precioso. Pero lo que más nerviosa le ponía era que ni siquiera se había dado cuenta de cuándo Klaus había estando en su casa para dejarlo allí.

Se acerca para obsérvalo mejor, y entonces encuentra un pequeño papel blanco sobre el mueble situado a su derecha.

"Todo lo que pasó fue real para mí también. Pero quiero ser más que tu amigo, Arielle Salvatore"

—Klaus




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