V. Welcome To Italy
CAPÍTULO CINCO
BIENVENIDOS A ITALIA
"There is a longing inside of my chest, for what could have been. The weight is heavy, tell the sender that I am ready, to see you again. We are all caught in the in between, of what's real and what's a dream"
Damon y Stefan estaban en total desacuerdo con su decisión de irse a Italia con Klaus. Ambos intentaron impedírselo, alegando que era un asesino, que no debía confiar en él y un montón de cosas más que Arielle prefirió ignorar.
Ella les explicó que solo iba a ir con él porque sabía donde estaba la tumba de Carina, y ella quería despedirse. Además les recordó que fuera del pueblo estaría más segura, pues estaría lejos del cazador de vampiros, el cual se había escapado, y si algún hombre lobo la mordía ella estaría con la cura en persona.
Ellos, por supuesto, continuaron quejándose y le recordaron que en menos de dos días había tenido veneno de hombre lobo en su organismo dos veces y ella les recordó que Klaus la había curado sin pedir nada a cambio en ambas ocasiones.
A pesar de todo, ellos no estaban de cuerdo con su decisión, pero tampoco podían hacer nada. Arielle era independiente, y sabía cuidar de sí misma, sobre todo desde que era vampiro. Y si alguien podía controlar al Híbrido Original Klaus Mikaelson, esa era ella.
Por esa misma razón, en ese momento, ella y el rubio se encontraban en un coche en dirección a Milán, ciudad que no estaba muy lejos de la Iglesia donde Rebekah había enterado la espada de la Hermandad de los Cinco, la cual estaba en Brienno.
Klaus conducía el vehículo, el cual se encontraba en profundo silencio. Arielle no dejaba de mirar por la ventana, recordando así cada una de sus aventuras en ese maravilloso país, donde había conocido a la persona más importante de su vida, al amor de su vida. Por supuesto, ella creía que se podía tener más de un amor verdadero, pero siempre serían distintos.
Ella amo a William, pero cuando conoció a Carina ese amor pareció cambiar. William, fue su primer amor, aquella persona que le había enseñado la felicidad de compartir su vida con otra persona, quien le había demostrado que existían las almas gemelas. Mientras que Carina le había enseñado lo que era cambiar por alguien, lo que era la verdadera confianza, lo que eran los sueños y las esperanzas. Le había enseñado a vivir a pesar de ser un vampiro, técnicamente muerto. Carina era la persona que siempre le sacaba una sonrisa. Con ella el amor fue instantáneo y mágico, tanto que los pocos años que pasaron juntas parecieron una vida entera.
Y ahora estaban James y Klaus, por que seamos sinceros, Arielle no podía negar que Klaus le hacía sentir cosas nuevas y extrañas. Su amor con James era distinto a los demás, era como su mejor amigo, era familiar, tranquilo, estable y cómodo. Era lo que deseaba encontrar cuando aún era humana.
Pero Klaus era todo lo contrario, era una tormenta de emociones, era oscuridad y lujuria, era misterio, aventura y peligro. Damon solía decir que eso era lo que todas las personas quieren en el amor.
Klaus la consumía.
El sonido del motor siendo apagado la devolvió a la realidad, dándose cuenta de que ya habían llegado al cementerio de Milán.
—Has estado muy callada, amor—la voz de Klaus llega a sus oídos, provocando un escalofrío en su cuerpo—
—Si, bueno, este lugar me trae muchos recuerdos—le responde con obviedad—
Acto seguido abre la puerta del coche y sale de este, siendo seguida por Klaus, quien abre el maletero para sacar algo. Arielle frunce el ceño al ver un ramo de flores en sus manos.
—¿Qué es eso?
—Flores—responde con obviedad, lo que hace que ella ruede los ojos—Creía que eras lista, amor.
—¿Son dalias rosas y blancas?—cuestiona con asombro, al verlas más de cerca—
—Si. Pensé que te gustarían. Vi un cuadro en tu habitación con una de estás flores dibujada y, bueno, yo... Odio estas flores, si te soy sincero...
—Yo también—le interrumpe ella. Klaus frunce el ceño al no entenderla—Odio las dalias, pero a Carina le encantaban, así que gracias.
Klaus asiente y ambos comienzan a caminar por el cementerio en busca de la tumba. El sol les da de lleno en la cara. Klaus leía los mensajes que los híbridos que estaban buscando la espada le mandaban, mientras que Arielle simplemente observaba el lugar con atención.
—Nunca había estado en un comentario para visitar la tumba de alguien—admite Arielle de repente—
Klaus guarda su teléfono para prestar atención a sus palabras.
—Mi madre murió cuando tenía 14 años, está enterrada en el panteón familiar, pero nunca fuimos muy unidas—le explica, guardando sus manos en los bolsillos de su famosa y habitual chaqueta de cuero—
Klaus se dispone a responderle, pero sus ojos conectan con una de las tumbas. Al ver su expresión, Arielle le sigue la mirada hasta dar con la misma tumba.
In Loving Memory of
CARINA FRANCESCA DELUCA
18.09.1964 - 25.07.1989
Beloved sister, daughter and friend
—Que mierda de epitafio—se queja Arielle—Podrían haber puesto una frase que significara algo para ella.
—Teniendo en cuenta que morí el mismo día que ella, no quedaba nadie que la conociera—la voz de Rachel llega a sus oídos—
Arielle y Klaus dirigen su mirada hacia ella con confusión.
—¿Cómo has sabido que estábamos aquí?—cuestiona Arielle con confusión—
—Tengo informadores. Y, créeme, se enteran cuando un Original llega a la ciudad. Sobretodo si es Klaus Mikaelson y viene acompañado—explica, cruzándose de brazos—
—¿Qué quieres?—le pregunta él, apretando su mandíbula con molestia—
—¿De ti? Nada—le asegura antes de mirar a Arielle—Pero tengo que contarte algo a ti, Arielle. Algo importante.
—¿El qué?—pregunta, interesada—
—No voy a decir nada delante de él. No confío en él y sé que tú tampoco. Intentó matar a tus hermanos y convirtió a James a sangre fría.
—Está bien, desconfiada. Me iré—habla Klaus, sorprendiéndolas—Volveré a la Iglesia. Cuando encuentre la espada volveré a por ti, amor.
—¿Vas a dejarme aquí?—cuestiona Arielle con sorpresa—
—Sé que sabes cuidarte sola y que eres lista. Volveré a buscarte para ir a Mystic Fall. Ve al punto de reunión que te mandé. Y no llegues tarde. No esperare por ti.
—Muy bien, señor mandón—suspira, quitándole las flores de las manos—
Klaus le dedica una última mirada y desaparece de su campo de visión. Arielle suspira y se agacha al lado de la tumba para poder dejar las flores con sumo cuidado, sin dejar de mirar el nombre tallado en la piedra.
—¿Qué querías decirme?
—¿Te acuerdas de los Bluemoon?
—¿La familia de brujos antigua? Si. ¿Por qué?—cuestiona, volviendo a ponerse en pie y cruzándose de brazos—
—He estado investigando más—explica, mirando la tumba de su hermana mayor—Nicholas y Amelia se han reunido con Jakeem y Olivia en Paris. Parece que van a establecerse ahí.
—Vale, ¿y eso que tiene que ver conmigo? Solo coincidí con ellos una vez—le recuerda Arielle—
—Ellos no son el problema, su tía lo es. Raven.
—Vale, si. ¿Qué pasa con ella? Dijiste que estaba dormida.
—¿Recuerdas los anillos?
—Como para olvidarlos—suspira, enseñándole su mano derecha donde llevaba puesto el anillo antes perteneciente a Andrew—
—Hay tres. Uno lo tienes tú, el que pertenecía a Olivia. El segundo continúa ejerciendo el hechizo de sueño sobre el último de los hermanos Bluemoon, aquel al que nunca encontraron ni consiguieron despertar. Y el último, pertenece a Juliette. Ese el que le quitó a Carina. Juliette lo ha recuperado. Esta en Nueva Orleans—le explica—El cuerpo de Raven desapareció, ellos creen que pronto despertara. Y cuando lo haga irá a por ti, Arielle. Ellos no saben que ella te busca, pero tú y yo si, y debía advertirte.
—¿Y cómo sabes todo eso?—cuestiona Arielle, confusa—La última vez que hablamos de esto apenas conocías los nombres de todos los hermanos.
—Y sigo sin hacerlo—le asegura ella—Pero, como te he dicho, tengo informantes. Juliette le hizo algo a su anillo, ya no puede ser utilizado por su tía. Pero el que tú llevas si. Y te está buscando. Te está buscando porque, al parecer, estás relacionada con una familia de brujas. Un aquelarre muy poderos.
—¿Qué aquelarre?
—El aquelarre Géminis—le responde, mirándola a los ojos—Tu madre no es Lillian Salvatore. Tu madre se llamaba Leah Parker. Era bruja y pertenecía a ese aquelarre.
A pesar de que todo eso era muy confuso, Arielle supo al instante que era cierto. Que todo lo que le estaba contando Rachel sobre su familia era cierto. De alguna forma siempre lo había sabido. Lily nunca fue buena con ella, le tenía envidia y la despreciaba. Ahora lo entendía. Todo era porque no era su hija. Porque Giuseppe Salvatore, su marido, la había engañado y había tenido una hija con otra mujer.
Leah Parker.
Ese nombre le trasmitía tranquilidad y comodidad, una que solo había sentido con sus hermanos.
Su respiración empezó a acelerarse y sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar a aquella mujer. La conocía. La había visto múltiples veces por el pueblo. La vio el día que se convirtió en vampiro. Era hermosa. Su cabello se movía por el viento en esa tarde de Noviembre de 1864 en aquel cementerio de Mystic Fall. Sus ojos marrones la miraban desde la cripta de la familia Gilbert y le trasmitieron una sensación de hogar.
Era ella. Era Leah Parker. Su madre.
Después de averiguar todo eso, Arielle simplemente desapareció del cementerio, dejando a Rachel atrás. Espero durante horas en el lugar en el que ella y Klaus habían decidido encontrarse.
Su respiración era agitada y nerviosa, pero había conseguido retener sus lágrimas. No pensaba llorar delante de Klaus. Si lo hacía, lo haría en su casa, con sus hermanos.
Al ver el coche de Klaus, suspira y se levanta de la acera para subirse al asiento del copiloto en total silencio. Klaus le dedica una mirada de confusión, pero decide no preguntar nada. Seguramente ella se enfadaría si lo hacía.
Llegaron al aeropuerto sin intercambiar ni una sola palabra y se subieron a un avión que Klaus había conseguido con su compulsión. No estaban solos, los híbridos también iban con ellos y Klaus no se separaba de la caja de madera donde debía ir la espada de los Cinco.
—No iba a preguntar, pero creo que si no hablas tendré que obligarte—su voz llega a los oídos de Arielle, quien gira su cabeza para mirarle—¿Se puede saber que te pasa, amor?
—Nada.
—¿Nada? Tiene que ser una broma—suspira con frustración—¿Qué te ha dicho esa chica? La matare si hace falta.
—¿Por qué siempre amenazas a la gente?—señala, molesta—No me ha echo nada, es mi amiga. Tengo derecho a sentirme triste o frustrada por las cosas. Tengo sentimientos. Y, por si no lo sabías, se amplifican cuando eres un vampiro. ¡Y deja de llamarme, amor!
Las cejas de Klaus se elevan con diversión ante su actitud.
—Lo siento, amor. Es una costumbre que tengo—le responde, formando una sonrisa en sus labios —¿Cómo quieres que te llame sino?
—No sé, por mi nombre por ejemplo—le contesta con obviedad—
—Eso no tendría gracia, querida Arielle.
—Y para ti todo tiene que tener gracia, ¿no?
—Bueno, es una forma de divertirme—explica, recostándose en el asiento—¿Ahora me contarás lo que te pasa?
—No. Y deja de mirarme así.
—¿Así cómo?—cuestiona con confusión—
—Con esa sonrisa, como si todo esto fuera una película—le responde, cruzándose de brazos—Porque no lo es. La gente muere y sale dañada. Y la gente miente y te rompen el corazón, y te destrozan. Y no creas que me creo tu careta de "a mi no me importa nada. Soy Klaus Mikaelson, el híbrido Original y más malo del universo" porque no me lo creo. Estás dañado por dentro, como todo el mundo.
La observa con sorpresa ante su desahogo. No pensaba que tuviera tantos secretos, tanta ira y decepción dentro. Pero algo estaba claro, eso solo era la punta del iceberg de las emociones de Arielle Salvatore y él pensaba descubrirlas todas.
—La clave está en controlar las emociones, Arielle—le dice, provocando que su rostro se relaje—No hay que eliminarlas, ese es el camino fácil. Hay que controlarlas y saber utilizarlas a tu favor.
Su ceño se frunce ante sus palabras.
—Mi madre no es mi madre—admite entonces, sorprendiéndole—Resulta que mi padre la engañó. Rachel lo ha averiguado.
—Sé lo que es—suspira él—Al menos tú madre no intento matarte.
Una sonrisa aparece en sus labios por el comentario.
—Si, tienes razón—suspira antes de que su sonrisa se borre—No eres tan malo como dicen todos, sé que estás dolido y te sientes solo. Pero eso no justifica que lo pagues con los demás.
—Lo sé, amor.
—Deja de llamarme amor, Nik—se queja, golpeándole el brazo con diversión—
—Y tú deja de llamarme Nik—le pide—
—¿Por qué? Es tu nombre—le recuerda—
—Solo mis hermanos me llaman así. Rebekah y Kol específicamente. Elijah es más de usar mi nombre completo, ni que fuera mi padre.
La risa de Arielle le obliga a mirarla con confusión.
—Te llamaré Nik cuando quiera y tú podrás seguir llamándome amor—le propone, estirando su mano hacia él como gesto de un trato—
—Me parece bien—sonríe, cogiéndole la mano y cerrando el trato con una sonrisa—
Opiniones, dudas, propuestas.
Lo que queráis dejarlo en comentarios.
Espero que os haya gustado.
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