IV. Deep Secrets
CAPÍTULO CUATRO
SECRETOS PROFUNDOS
"Escriurem que tot no va ser fácil, cantarem la nostra vida en un paper"
—¿No falta una pieza del vestido?—insiste Rebekah desde el interior del probador—
—No—repite Klaus mientras observa a la chica que le acaba de servir una copa de champán—
Arielle rueda los ojos mientras camina por la tienda, observando la ropa.
—Pues las mujeres de este siglo visten como prostitutas—se queja Rebekah al salir del probador con un vestido negro—Me miraron mal por llevar pantalones.
—Los llevaste para que la mujer actual no llevara nada—le recrimina su hermano—
—¿Y qué es esa música? Parece un choque de tranvías—se queja—
—Es dance—le responde Arielle, cruzándose de brazos—
—¿La gente la baila?—cuestiona, incrédula. Ella asiente—
—¿Estás ya?—le pregunta su hermano con cansancio—
—¿Por qué estás tan gruñón?
—Necesitaba una cosa para que mi bruja averiguara por qué mueren mis híbridos. Solo una, tu colgante. Y lo has perdido.
—No lo he perdido. Lleva 90 años desaparecido—le recuerda ella—¿Qué os parece?
Da una vuelta para enseñarles el vestido.
—A mi me gusta—responde Stefan con una sonrisa. Rebekah le dedica una mala mirada—¿Qué? He dicho que me gusta.
—Sé cuando mientes, Stefan.
—Podrías ponerte algo de mi ropa—propone Arielle—
—No te ofendas, Elle, pero las chaquetas de cuero, las camisetas de grupos de música, las botas militares y los banqueros no son lo mío—le responde, volviendo a meterse en el vestidor—
—Perfecto, muy bien—suspira Klaus con cansancio—
—Tú eres el que le quito la daga—le recuerda Stefan—
—Te he oído—declara Rebekah—
—Bueno, me voy a tomar el aire.
Deposita su copa de champagne en la mesa y se pone en pie para salir de la tienda. Arielle le observa detenidamente antes de sentarse en el sitio que previamente estaba utilizando él. Agarra la copa vacía de su hermano y la estira hacia Klaus, quien se encontraba rellenando su propia copa. Con un suspiro, Klaus le rellena la suya, observándola con detenimiento.
—Hoy estás más gruñona de lo habitual, amor—comenta, dedicándole una sonrisa divertida—
—Odio ir de compras—le explica antes de tomar un trago—
—Si, yo también—admite—¡Rebekah, date prisa!
—¡Vete al infierno, Nik!
Arielle sonríe ante su respuesta. Debía admitirlo, los Originales le caían bien, a excepción de Klaus por supuesto. Incluso extrañaba a Elijah y sus elegantes trajes.
Milán, Italia
1983
—Venga, dímelo no puede ser tan malo—insiste la chica mientras caminan por las calles de la ciudad—Yo me llamo Carina Francesca Deluca. No puede ser peor que eso.
—Pues lo es—asegura ella—
—No me lo creo. Venga dímelo.
Le hace pucheros, ablandando así a la rubia, quien suspira cansada frenando sus pasos y cruzándose de brazos.
—Arielle Elizabeth Salvatore—se rinde—
—No es tan malo. De hecho es bonito. ¿Por qué no te gusta?—cuestiona, confusa—
—Mi padre me llamaba Elizabeth. Y yo le odiaba, era un cerdo maltratador. Así que odio mi nombre.
—¿Solo él te llamaba así?—Arielle asiente—¡Vaya! Lo siento. Aunque eso no quita para que sea bonito.
—Hubo un tiempo en el que me gustaba ese nombre—admite de forma distraída—Mi hermano mayor, Damon, me llamaba Lizzie de vez en cuando. Y mi madre y Stefan me llamaba Beth. Pero tras alejarme de ellos...
Su voz se apaga al llegar a esa parte. Carina lo nota y la abraza por los hombros con cariño.
—Te llamaré Beth. A partir de ahora te llamaré Beth.
Chicago, IL
Actualmente
—Nos diste plantón—se queja Rebekah al ver a Stefan entrar en el bar de Gloria—
—Si, lo siento. Ir de compras me da dolor de cabeza—se disculpa, acercándose a su hermana—
—Dímelo a mi—suspira Klaus mientras se sirve una copa de bourbon—
—¿Qué hace?—cuestiona, posando su mirada en Gloria—
—Pifiarla.
—Es difícil encontrar algo sin ningún vínculo—señala la bruja—
—Úsame a mi—propone Rebekah, bajándose de la barra—Yo lo lleve unos mil años.
—¿Ves? Al menos ella aporta una solución—señala Gloria—A ver, dame la mano, cielo.
Rebekah se sienta en la mesa donde ella se encuentra y hace lo que le indica.
—Está buscando el colgante, ¿no?—pregunta Stefan con atención—
—Lo intenta—suspira Arielle, sacándole una sonrisa a Klaus—
Gloria comienza a pronunciar el hechizo lo que les hace quedarse en silencio y observarla con detenimiento.
—Lo he encontrado—anuncia, soltando la mano de Rebekah—
—¿Y dónde está?—cuestiona la rubia—
—No funciona así, cariño. Veo imágenes. Una chica con sus amigas....
—Lo que veras será una chica muerta si no recuperas mi colgante—la interrumpe—
—Tengo que meterme más para ver detalles.
—Pues hazlo—le ordena Klaus, acercándose a ella—
—Necesito tiempo. Y espacio. Espantáis mis buenas vibraciones.
—Podemos esperar—insiste él—
—Ya se que podéis—asegura ella con tranquilidad—Pero no os pido eso.
Ambos hermanos Salvatore no tardan en entender lo que en realidad quería decirles. La mirada de Arielle y la de Stefan conectan por unos segundos. El collar lo tenía Elena y eso era un problema.
—Oye—habla Stefan, colocando su mano sobre el hombro de Klaus—¿Por qué no salimos un rato? Ya volveremos luego. Me muero de hambre. Te dejo elegir presa.
Klaus se lo piensa unos segundos antes de ceder a su petición. Rebekah comparte una mirada con su hermano, antes de seguirles fuera del bar junto con Arielle, dejando así a la bruja a solas.
Milán, Italia
1985
—No te acerques a mi, no quiero hacerte daño—le pide con tristeza—
—Sé que no quieres—asegura Carina desde el otro lado del salón de su casa—Y también sé que no me lo harás. Porque no lo has echo durante estos dos años que hemos estado juntas.
—No me controlo Carina, no sé si esta vez será distinto—le explica formando dos puños con sus manos—Acabo de matar a una persona, tú lo has visto.
—Y aún así te he dicho que vinieras y tú lo has echo. A pesar de que tengas miedo a hacerme daño, has venido.
—Porque no podría vivir con el recuerdo de haberte hecho daño, como tampoco podría vivir sin verte una vez más. De darte una explicación—le asegura con lágrimas en los ojos—Y Carina, mi vida es eterna. Soy un vampiro.
—Eres un vampiro—repite, conectando sus miradas—
—Si, lo soy y por eso debo irme. Debo dejarte. Porque no quiero hacerte daño.
—Lo entiendo, no creas que no. Lo hago. Pero no podría dejarte marchar sin darte un último beso. Así que, por favor, déjame darte mi último deseo. Un último beso, y te dejare ir.
La respiración de Arielle se hace pesada ante su petición. Y, sin pensarlo, se coloca delante de ella con su velocidad sobrenatural. Carina sujeta sus mejillas con delicadeza y une sus labios a los de ella en un último beso. Uno que representaba todos los que ya no podrían tener. Uno que representaba la vida que ambas querían compartir juntas y que ya nunca tendrían.
Carina sabía que esa sería la última vez que la vería, en el fondo lo sabía. Así que, una vez se separan, mete una de sus manos en el interior de uno de los bolsillos de su chaqueta para coger la carta que le había escrito y entregársela. Arielle la agarra con delicadeza, guardándola en sus pantalones.
Entonces, Carina estira su mano hasta el jarrón situado en la mesa del comedor y agarra una de las flores de esté. Una perfecta dalia rosa y blanca. Arielle la observa y roza sus dedos al agarrala. Entonces mete su mano en el bolsillo de su chaqueta y saca un pequeño bote de su sangre y una nota y las deja encima de la misma mesa.
Observa lo ojos cerrados de la chica y, dejando una ráfaga de viento en el lugar, desaparece de la casa. Desaparece de Italia, y desaparece de la vida de Carina.
Chicago, IL
Actualmente
—Mi chica está muerta, me aburro—se queja Rebekah mientras Arielle termina con la suya y la deja caer al suelo sin vida—
—No exagerabas con que tenías hambre—comenta Klaus, observando cómo Stefan se alimenta—
—Si, es un día duro.
—Pues imagina ser su hermano—señala a Rebekah—
—No sé, creó que es peor ser el suyo—le contesta Stefan, señalando a Arielle—
—Muy gracioso—Arielle sonríe con ironía, dedicándole una mala mirada—
—No seas malo—le recrimina Rebekah a su hermano provocando que Stefan suelte una risa—¿Y tú también? Antes me querías.
—Han pasado 90 años, Rebekah. No le agobies—le aconseja Klaus—
—¿Por qué estás de su lado?—cuestiona ella con confusión—
—Porque, hermanita, me compadezco de cualquier hombre que no te dé lo que quieres.
—No me trates como a una mocosa. ¡No soy una mocosa!
—Mis mil años a tu lado dicen lo contrario.
—Tú tampoco eres fácil—interviene Arielle, llamando su atención—Solo he pasado un verano contigo y siento que me estalla la cabeza.
Sus palabras provocan que Rebekah se ría. Pero en Klaus provocan todo lo contrario, pues le dedica una mala mirada.
—Fantástico—sonríe la rubia—Echaba de menos a mi mejor amiga.
Stefan suspira y deja cae el cuerpo de la chica de la que se alimentaba al suelo.
—Tengo que irme—anuncia, poniéndose en pie—
—¿A dónde va?—cuestiona Rebekah—
—A escribir un nombre en la pared—le responde su hermano—Es una larga historia.
—Gloria no está, se ha largado—se queja Klaus entrando al almacén junto a Arielle—Tenemos que encontrar a otra bruja enseguida.
Las miradas de Klaus y Arielle se posan en Rebekah y Stefan, los cuales parecían incómodos entre ellos.
—¿Qué pasa aquí?
—Algo va mal. Me ha preguntado por Mikael—responde Rebekah—No está con nosotros. Puedo sentirlo.
—Se equivoca—asegura Stefan, llevando su mirada hasta el hibrido—Klaus...
El nombrado no tarda ni un segundo en atacarle, rompiéndole el cuello. Arielle se agacha junto a su hermano, observando a ambos Mikaelson.
—¿Qué es lo que tramáis? ¿Qué escondéis?—Klaus la sujeta del cuello, obligándola a ponerse en pie y alejarse de Stefan—
—No lo sé—responde con dificultad—No... no lo sé. He hecho todo lo que me has pedido. Nunca te he mentido. ¡Suéltame!
Tras observarla durante unos segundos, Klaus decide soltarla.
—Si me mientes matare a tus dos hermanos—le asegura antes de romperle el cuelo a ella también—
Arielle no sabía cuando tiempo había pasado cuando sus ojos por fin se abrieron. Estaba muy confusa y ese sentimiento solo se incrementó al encontrarse a Stefan tumbado a su lado y a Klaus observándoles. Se encontraban en el interior del camión donde tenía guardados los ataúdes de su familia.
Stefan se despierta poco después, observando a Klaus con nerviosismo.
—Por favor, solo quiero explicarme, ¿vale?—le pide al híbrido—
—No hace falta—asegura él—No estoy enfadado. Tengo curiosidad. Rebekah cree que estás ocultándonos algo. Algo de tu antigua vida. Y dado que tiene un instinto infalible, casi sobrenatural, he pensado que había que comprobarlo. Quiero ver que estás ocultando.
Sus ojos se posan en Arielle quien observaba su anillo de día, asegurándose de que seguía en su mano.
—Siento lo de tu cuello, amor. Eres un daño colateral—le dice, levantándose para abrir la puerta del camión—Bienvenidos a Mystic Falls, hermanos Salvatore.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top