IV. Burning Up
CAPÍTULO CUATRO
QUEMÁNDOSE
"Dear reader, burn all the files. Desert all your past lives and if you don't recognize yourself that means you did it right"
Las teclas del piano eran suavemente golpeadas por los dedos de Arielle, quien se sumergía en el sonido que estas producían. Sus ojos se encontraban cerrados, para poder concentrarse y disfrutar del sonido de las notas con maxima tranquilidad.
Sin embargo, el sonido de un golpe brusco contra la pared, hace que bufé con frustración y la obliga a levantase del piano para bajar a la planta baja de la casa, donde se encuentra a Damon sujetando a Elena por el cuello.
—¿Se puede saber que os pasa? Estaba tocando el piano y odio cuando me interrumpís—habla Arielle al llegar a su lado—
—¿Qué haces aquí? Te dije que te fueras—Damon ignora a su hermana, mirando a Elena con seriedad—
—¿Pero qué te pasa?—cuestiona ella, asustada—
Arielle frunce el ceño, observando la escena frente a ella con confusión. Algo en Elena no estaba bien.
—Te has puesto su ropa, ¿te crees que va a colar?—le pregunta Damon de forma amenazante—
—¿Crees que soy Katherine?—cuestiona, asustada y confusa—¿Por qué piensas eso? Si está en la tumba.
—¿Es Katherine?—cuestiona Arielle, acercándose a ellos—
Damon no responde y continúa mirando a Elena con detenimiento.
—¿No lo está?—la mirada de Elena viaja de él a Arielle y de nuevo a él—
Es en ese momento en el Stefan baja de su habitación y les mira confuso.
—¿Qué está pasando aquí?—inquiere, mirando a Elena con confusión—
—No lo sé, yo estaba tocando el piano, pero vuestros problemas amorosos me interrumpieron—le responde su hermana—
—No... no... explicádmelo. ¿Katherine está en la tumba o no?—pregunta Elena. Su mirad asustada observa a los tres hermanos—
Stefan la mira con confusión, entrecerrando sus ojos, y luego posa su mirada en las escaleras que dan a su habitación. De un segundo a otro, sin decir nada, sale corriendo a velocidad vampírica. Elena observa a Damon con frialdad y le golpea con fuerza, alejándole de ella para poder salir corriendo tras Stefan. Su fuerza y su velocidad confirmaron las dudas de Damon.
—Esa perra—murmura Arielle, mirando las escaleras por las que Stefan y Katherine habían desaparecido—
Sin pensárselo mucho, Arielle usa su velocidad para ir tras ellos. Sus manos se encuentran rápidamente con el cuello de Katherine, acorralándola contra una de las paredes de la habitación de su hermano pequeño, quien la observa junto con Elena.
—No sabía que habías vuelto, Ari—habla Katherine, formando una sonrisa en sus labios—
—Voy a matarte.
Las palabras de Arielle quedan en el aire en el momento en el que Damon la separa de ella con rapidez.
—Suéltame—se queja, intentando soltarse del agarre de su hermano mayor—
—¿Qué está haciendo aquí?—pregunta Elena, mirando a su doble—
—Cuando matamos a Elijah, se anuló su orden y la zorra salió de la tumba—explica Damon, sujetando aún a su hermana, quien se encontraba lanzando cuchillos contra Katherine con su mirada—
Si las miradas mataran, Katherine ya estaría enterrada.
—¿Cómo es posible?—pregunta Stefan—
—Es un Original. Tiene todo tipo de peculiaridades—explica la castaña—
—No quiero ni verte—se queja Elena de forma nerviosa e incómoda—Sacadla de aquí.
—No. Voy a matarla—asegura Arielle, luchando por soltarse de los brazos de su hermano—
—Quiero verte intentándolo—la reta Katherine, mirándola a los ojos, antes de girarse hacia la humana—Pero el caso es que me necesitas, Elena. Tú y todos.
—Lo dudo—responde Arielle por ellos—
—Todos queremos lo mismo. Matar a Klaus. Pero sin mi estáis desorientados, dando palos de ciego.
—No necesito tu ayuda y no la quiero—le responde Elena, enfadada—
—Eso es muy estúpido por tu parte—le asegura Katherine—¿Sabéis dónde está Klaus? ¿Cuándo va a venir? ¿Qué aspecto tiene?
—Si sabes algo, dilo o lárgate—le pide Damon, soltando a Arielle, quien le mira enfadada—
—Vale. Me iré al Grill a comer algo—comenta Katherine—A lo mejor a Jenna le apetece un bocado.
—O a lo mejor a mi me apetece matarte—habla Arielle, acercándose a ella—
—No si quieres saber dónde está Carina—le responde ella, mirándola a los ojos—
Arielle, sorprendida, da un paso atrás, observándola con detenimiento.
—¿Qué sabes de Carina?
—Sé lo que le pasó—le responde ella—Y tú lo sabras cuando todo esto haya acabado. Pero, mientras tanto, tendré que seguir viva.
—¿Quién es Carina?—cuestiona Damon, mirando a su hermana, a la cual no veía tan tranquila con Katherine desde 1864–
—Su novia—responde Katherine—
Milán, Italia
1983
Spices, el bar que Arielle solía frecuentar estando en Italia. Un lugar donde la gente podía coger los discos de vinilo situados en las grandes estanterías y escuchar sus canciones favoritas. La Salvatore lo adoraba, la música era lo que más le gustaba en el mundo, junto al arte.
El primer disco de Queen sonaba por el lugar en el momento en el que la rubia se acercó a la barra para pedir un vaso de Bourbon.
—Buena elección—le asegura la camarera, sirviéndole la copa—
—Si, es algo familiar—admite ella con una sonrisa nostálgica formándose en su rostro—
—Pues tú y tu familia tenéis buen gusto.
Arielle suspira y levanta su mirada hacia la chica. Sus ojos castaños brillaban, reflejando las luces del bar, y su pelo estaba colocado hacia un lado de una forma que la hacía ver hermosa. O al menos eso pensaba ella.
—Arielle, Arielle Salvatore—la saluda con una sonrisa—
—Carina Deluca—le responde ella, devolviéndole la sonrisa—
Mystic Falls, VA
Actualidad
La llegada de Katherine y el recuerdo de Carina habían dejado a Arielle aislada se los planes de sus hermanos. Pero les había oído hablar de que Elijah había estado buscando un lugar donde siglos atrás varias brujas habían muerto. Si una bruja canalizaba el poder de un montón de brujas muertas, está, tal vez, tendría el poder para matar a Klaus, y ese era el plan del Original.
Se había pasado el día escuchando música y pintando, pero cuando la noche llegó, decidió bajar a ayudar a sus hermanos, ignorando la presencia de Katherine.
Sin embargo, al verla apoyada en el sofá donde se encontraba Damon, provocó que todo el odio hacia ella volviera en segundos.
—¿Puedo ayudarte?—cuestiona el pelinegro al notar a la castaña detrás de él—
—Me aburro—le responde ella—
—Pues haznos un favor y lárgate del pueblo—le pide Arielle, llamando su atención—
—Ya te gustaría—le responde, mirándola de reojo para luego posar su mirada en el libro que Damon se encontraba leyendo—"El consejo se ha llevado hoy a Emily Bennet. La han sacado de su casa y la han llevado al mismo sitio donde quemaron a sus antepasados hace 100 años". Así que Emily también murió en el lugar de la masacre.
Damon asiente, cansado de su presencia.
—¿Pone dónde es?—pregunta, intentando agarrar el libro—
—No—le asegura, alejando el libro de ella—Este rollo de la cooperación amistosa... No me lo trago.
—No tengo por qué mentiros, Damon.
—Mentira—responde Arielle, llenándose un vaso de Bourbon—
Katherine rueda los ojos, ignorándola.
—Tengo hambre—se queja—
—No eres bienvenida aquí. Sírvete tú misma.
Katherine suspira con molestia al no recibir la atención que quería por parte de Damon y decide hacerle caso a Arielle sin quejarse. Su cuerpo desaparece al bajar al sótano, cosa que Arielle aprovecha para acercarse a su hermano. Golpea levemente sus piernas, para que éste le haga sitio a su lado y así poder sentarse en el sofá. En ese momento, Stefan baja de su habitación, encontrándose con ambos en el salón principal.
—No. En estos no pone nada—les informa, dejando unos libros sobre una mesa—¿Has encontrado algo?
Damon les mira a ambos y asiente levemente, evitando hablar para que Katherine no les pueda oír.
—No—dice, disimulando, mientras le entrega el libro y le indica lo que tiene que leer—
—Pues que mal—Stefan le sigue el rollo, mientras lee lo que su hermano le había indicado. Arielle rueda los ojos ante su intento de evitar que Katherine se entere de sus hallazgos—
—Si, un fastidio.
Acto seguido, Stefan sale del salón con el libro entre sus manos.
—Sois patéticos—comenta Arielle, levantándose del sofá para volver a su habitación—
—Gracias por la sinceridad, hermanita—le responde Damon, observándola desaparecer por el pasillo—
—¡Damon!
La voz de Katherine llega a los oídos de ambos. Parecía asustada, y eso no era algo típico de ella. Así que, tras compartir una mirada confusa, ambos hermanos usan su velocidad vampírica para bajar al sótano y ver que ocurría.
—¡Joder!—exclama Arielle, al ver que la chica tenia una estaca clavada en el abdomen—
—¿Qué ha pasado?—cuestiona Damon al arrancársela—
Ella no responde, simplemente dirige su mirada hacia el cuerpo de Elijah. Es entonces cuando Arielle se da cuenta de cómo la daga que tenía clavada parecía estar separándose de su cuerpo sin razón aparente. Sin duda se trataba de magia.
Antes de que Damon pueda hacer algo, Arielle corre hacia el Original y sujeta la daga para que está no salga del cuerpo. Damon la mira confuso y agarra la manguera de fuego con la que había intentando quemar el cuerpo varías veces.
—Ari, apártate—le pide—
Ella le hace caso y él enciende la manguera, apuntando hacia Elijah.
—¿Qué haces?—cuestiona Stefan al reunirse con ellos—
—¡Acabar con el ataque de tu amiguito el brujo!—le responde, sin apagar el fuego—Vete a su casa y párale los pies.
Stefan asiente y decide hacerle caso, sin hacer ninguna pregunta más.
—No sé ni para que he vuelto a este pueblo—suspira Arielle, poniéndose de nuevo en pie—En serio, no me llaméis a menos que sea de vida o muerte.
Por suerte para ella, esa noche, ni Damon ni Stefan ni la loca psicopata y zorra de Katherine la necesitaron para nada, por lo que Arielle pudo relajarse con la pintura y la música en su placentera y tranquila habitación.
El pincel dejó de hacer trazos en el lienzo en el momento en el que la pintura estuvo acabada. Los ojos de Arielle observaron su obra con delicadeza. Se trataba de una flor, una flor que Carina le había regalado el último día que la había visto. Una Dalia blanca y rosa.
Con nostalgia, y recordando las palabras de Katherine, decidió abrir la caja de madera que tenía guardada debajo de un tablón del suelo de su habitación. Sus manos temblorosas la abrieron, encontrándose con cosas que nunca dejaría que se perdieran, pues eran sus mayores recuerdos.
Una cinta de música que había grabado para Carina, pero que nunca pudo darle. Una pulsera que le había regalado Damon en su catorceavo cumpleaños. Un diario que Stefan le había regalado en Nueva Orleans antes de irse a la guerra. Las entradas de todos los conciertos a los que había ido, en especial el de Bon Jovi, que había disfrutado con su hermano pequeño y Lexi. El anillo de día que le había dado a Andrew. Y, entre otras cosas, una carta, una carta que Carina le había escrito y le había dado el día que se despidieron.
Querida Beth,
Sé que odias las despedidas, que te parecen una forma triste de no volver a ver a una persona. Sé que odias que te llamen por tu segundo nombre, a pesar de que a mi me encanta. Pero también sé que me quieres. Y sé que volveremos a vernos. Puede que no en esta vida. Pero lo haremos, porque me prometiste presentarme a tus hermanos y yo te prometí enseñarte Italia.
Si te soy sincera, el día que nos conocimos sabía que íbamos a ser cercanas, que seríamos amigas. Pero nunca pensé que llegaría a quererte tanto. Y sé que crees que estoy loca porque piensas que eres un monstruo, pero no es así. Por eso te pido una última cosa. Se feliz.
Sé que crees que no te lo mereces. Pero tienes que ser egoísta y agarra aquello que desees y quieras con todas tus fuerzas. No lo dejes escapar. Yo no he sido la persona que ha conseguido que lo hagas, pero estoy segura de que en algún lugar hay alguien que está destinado a encontrarte y hacerte ver que mereces ser feliz, que mereces ser amada. Solo te pido que le dejes hacerlo, que seas egoísta y vivas tu vida.
Con amor, Carina.
P.D: Te querré siempre, Arielle Elizabeth Salvatore.
Siempre había pensado en quemar aquella carta, cuando el momento adecuado llegara. Cuando se sintiera preparada para hacerlo. Y, por extraño que pareciera, aquel día, tras encontrase con Katherine, Arielle se dio cuanta por fin de que era el momento de dejar a Carina atrás. Quería saber que le había pasado, como había muerto, pero no podía dejar que su recuerdo condicionara su vida y sus decisiones.
Así que, con delicadeza, agarro el mechero que guardaba en la misma caja y lo encendió, preparada para, por fin, prenderle fuego a la tan especial hoja de papel. La dejo caer a su chimenea y la observo ser consumida por el fuego, con ojos llorosos y llenos de nostalgia.
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