III. My Best Friend Bex


CAPÍTULO TRES
MI MEJOR AMIGA BEX

"If you're lonely in Chicago you can call me, baby. Has it been long enough that you can forgive me? Just because it didn't work doesn't mean it's meaningless to me it just wasn't meant to be"


Llevaban un día entero metidos en un coche. Ni Arielle ni Stefan sabían a donde se dirigían y por mucho que preguntaran, Klaus no parecía querer contestarles. Durante el último tramo del viaje, Arielle se encontraba recostada sobre el hombro de su hermano pequeño. Estaba muy cansada, pero la idea de dormir con Klaus observándola le ponía los pelos de punta, así que hacía todo lo posible para mantenerse despierta.

No fue hasta que el coche se adentró en lo que parecía ser un almacén, que Arielle por fin puso atención real a lo que ocurría a su alrededor.

—Bienvenidos a Chicago—anuncia Klaus, bajándose del vehículo—

Arielle frunce el ceño antes de seguirle.

—¿Qué hacemos aquí?

—Sé que a tu hermanito le encantaba esta ciudad. Rememora sus días dorados de destripador.

—Apenas los recuerdo—comenta el aludido—Mucha sangre y muchas fiestas. Los detalles son borrosos.

—Es una auténtica lástima—se queja Klaus—Los detalles crean la leyenda.

—¿Qué leyenda?—inquiere Arielle, posando su mirada en él mientras se cruza de brazos—

—Cuentan que el destripador de Monterey se sentía solo y acudió a la ciudad en busca de compañía. Era la época de la Ley Seca. Todo estaba prohibido por lo que todo resultaba mucho más divertido. Chicago era mágico.

—Si tú lo dices, me lo creo—suspira Stefan—Ya te he dicho que apenas lo recuerdo.

—Pues a trabajar—le responde—

—¿Por qué nos retienes?—le pregunta entonces Stefan—Nos divertimos, tus híbridos fallaron. ¿No quieres pasar pagina?

—Vamos a ver a mi bruja favorita. Si alguien puede ayudarnos con los híbridos es ella.



Chicago, IL
1920

Seguir la pista de su hermano no era un trabajo muy difícil. Sobretodo si dejaba un camino lleno de cuerpos desangrados por cada lugar por el que pasaba.

A Arielle no le extraño descubrir que su actual paradero era la famosa ciudad de Chicago. Estaban en mitad de la Ley Seca, y a Chicago se la conocía como una ciudad llena de fiestas y diversión.  Aún así, averiguar que lugares frecuentaba resultó algo más complicado. Estuvo varios días viajando por la ciudad en su busca, hasta que un día se topó con otro vampiro que estuvo dispuesto a contarle todo lo que sabía con la promesa de una noche a solas con ella. A veces, para obtener información, Arielle debía usar sus encantos, pero nunca llegaba muy lejos. A ese vampiro en concreto acabó matándolo antes siquiera de que le pusiera una mano encima.

Al entrar en el el bar de Gloria, Arielle se sintió extrañamente atraída por la belleza del lugar. Se enamoro de ese sitio, tal y como su hermano pequeño lo había hecho.

Aquel maravilloso lugar de fiestas, alcohol, vía libre de alimento y música, muy buena música, parecía el lugar perfecto para pasar sus noches en Chicago. Y fue allí donde su misión de ayudar a su hermano paso a un segundo plano de forma muy rápida. Sobretodo tras conocer a una hermosa vampiro rubia con la que entabló una amistad de forma casi instantánea.

Pasar desapercibida y esconderse de Stefan no resultó tarea fácil. Sobretodo cuando su amiga insistió en presentárselo. Alegaba que era un vampiro sin escrúpulos, sexy y buen bailarín. Aquellos cumplidos no serían lo que Arielle utilizaría para su hermano, pero, asustada por la posibilidad de perder a su nueva amiga y a su propio hermano, Arielle decidió seguirles el rollo. Dejarse llevar por la locura y la emoción que la vida sin normas les regalaba.



Chicago, IL
Actualmente

Stefan, Klaus y Arielle se adentran en un antiguo bar completamente vacío. Los ojos azules de la chica lo observa con intriga, pues aquel lugar le resultaba familiar, igual que a su hermano.

—Os suena, ¿no?—comenta el híbrido a su lado—

—Me sorprende que aún siga en pie—admite ella—

—No puedo creérmelo—una mujer se hace presente en el lugar, atrayendo su atención—

—Esto es un híbrido que entra en un bar y le dice a la camarera...

—Para—le pide la mujer—Puede que seas invencible, pero no eres gracioso—Arielle sonríe mientras Klaus rueda los ojos y la mirada de la mujer se posa en Stefan—Me acuerdo de ti.

—Y yo—admite él—Eres Gloria. ¿No deberías estar...?

—¿Vieja y muerta?—cuestiona, elevando las cejas—Si yo muero, ¿quién llevará el local?

—Es una bruja muy poderosa—les explica Klaus—

—Puedo retrasar el envejecimiento con plantas y hechizos, pero acabará alcanzándome algún día.

Sus ojos se posan en Arielle, quien no había dejado de observar el bar.

—También te recuerdo a ti—señala Gloria, atrayendo su atención—

—Oh, si. Soy su hermana—señala a Stefan—Me llamó Arielle.

—Si, recuerdo tu nombre—le dedica una leve sonrisa—

—Stefan, ¿por qué no vais tú y tu hermana a ponernos unos tragos a la barra?—Klaus interrumpe su pequeña conversación—

—Si, claro—suspira, empujando levemente a su hermana por la cintura para alejarse de ellos—

—Estas deslumbrante, por cierto—Klaus vuelve a posar su mirada en la bruja de piel oscura—

—No—niega ella, sentándose en una de las mesas—Sé por qué has venido. El híbrido quiere crear más híbridos. Las noticias vuelan.

—¿Qué estoy haciendo mal?—inquiere él, sentándose frente a ella—Rompí la maldición.

Stefan agarra una botella de Bourbon mientas que Arielle se encarga de buscar cuatro vasos. Ambos se mantenían en silicio mientras usaban su oído sobrenatural para escuchar la conversación entre Klaus y Gloria.

—Te equivocarías en algo—responde ella—Todo hechizo tiene una fisura, pero con una maldición tan antigua... hay que contactar con la bruja que la creó.

—Lo hizo la bruja Original—le informa él—Y está muerta.

—Lo sé. Y sola no puedo contactar con ella.

Los ojos de Stefan se posan en una de las fotos situadas en un pequeño tablón junto a la barra.

—Tráeme a Rebekah.

—Rebekah—suspira Klaus—Rebekah está un poco abstraída.

Rebekah. Ese nombre resultaba muy familiar para Arielle.

—Tiene lo que necesito—le insiste Gloria—Tráemela.

—¿Qué es esto?—Stefan interrumpe su conversación, mostrándole a Klaus la foto que acababa de encontrar—

—Ya te lo he dicho, Stefan. Chicago es un lugar mágico—le responde Klaus—

—Pero este soy yo. Contigo.


—No tiene sentido—se queja Stefan al adentrarse de nuevo en el almacén—¿Por qué no me acuerdo de ti?

—Tú mismo has dicho que tienes lagunas de esa época—le recuerda Klaus—

—Si me conocías, ¿por qué no me lo has dicho?

—Ahora estoy ocupado. Tu memoria tendrá que esperar—le responde—

—Cuéntame qué está pasando—le insiste, sujetándole fuertemente del brazo para obligarle a frenar sus pasos y que le preste atención—Contéstame.

Arielle se tensa ante la mirada que Klaus le dedica a su hermano. Pero el híbrido se mantiene tranquilo, agarrando el brazo de Stefan para que le suelte.

—Digamos que no empezamos con muy buen pie. Para serte sincero, te odiaba.



Chicago, IL
1920

Arielle observaba desde la distancia cómo su hermano y su mejor amiga se alimentaban juntos del cuello una joven. Sin embargo, su atención se desvió rápidamente ante la presencia de un hombre rubio que caminaba hasta ellos bastante molesto.

Aquel hombre agarró el brazo de la rubia con fuerza, queriendo alejarla de Stefan. Aquello puso a Arielle en alerta, provocando que agudizará su oído sobrenatural para poder escuchar la conversación que mantenían.

—Nik es más fuerte de lo que parece—la voz de Rebekah es lo primero que llega a sus oídos—

—Este es el famoso Stefan Salvatore del que tanto he oído hablar—el acento inglés del rubio imitaba al de su amiga, haciendo que se estremeciera—Tienes razón, tiene un pelo peculiar. Me aburro. Quiero irme.

—Pues vete sin mi, no soy tu novia—se queja ella—

—No, eres mi hermana. Y, por tanto, tienes que hacer lo que yo diga—señala, agarrándola del brazo—

Esas palabras no solo sorprendieron a Stefan, si no también a Arielle. Rebekah nunca había mencionado tener hermanos.



Chicago, IL
Actualmente

—Tu hermana—murmura a Stefan, sorprendido—¿Conocí a otro vampiro Original?

—Ambos lo hicisteis—señala Klaus, confundiéndoles—No me mires así, amor. Fuiste tú la que seguiste a tu hermano hasta esta ciudad para intentar transformarle en el Stefan al que conocías.

—¿Estás queriendo decir que yo también os conocí a ti y a tu hermana en esa época?—cuestiona, confusa—

—Si no puedes asumirlo, no preguntes.

—Recuerdo venir a Chicago, pero el resto es borroso.

—Los problemas de memoria son cosa de familia, supongo—comenta, caminando hasta los cinco ataúdes con los que viajaba de ciudad en ciudad—

Decidido, sus manos abren uno de ellos, descubriendo en su interior a una joven chica rubia vestida de los años 20 y con una daga clavada en el pecho. Su piel de vampiro se encontraba completamente seca, como si estuviera muerta. Era el mismo estado en el que Arielle había visto a Elijah después de que Elena le matara.

—No la reconozco—comenta Stefan, observándola con atención—

—No se lo digas. Rebekah tiene peor carácter que yo—le advierte Klaus, quitándole la daga del pecho—Hora de levantarse, hermanita.



Chicago, IL
1920

Arielle disfrutaba de una buena copa de champán sin quitar su atención de su hermano pequeño, quien bailaba junto a su amiga Rebekah. Sin embargo, la presencia del rubio con acento inglés provocó que se distrajera unos segundos.

—¿Que hace tal belleza sola?—pregunta con una sonrisa en su rostro—

—Disfrutar de sí misma—le responde, intentando ignorarle—

—¿Puedo unirme?—sonríe él con arrogancia—

—No lo creo—le responde, apartando la mirada de sus ojos azules y bebiendo un trago de su copa—

—Venga, solo un baile—le insiste—No muerdo.

Sus miradas vuelven a conectar por unos segundos. Arielle le observa de forma pensativa, sintiendo como su corazón latía con rapidez.

—Solo un baile—acepta, depositando su copa vacía sobre la barra—

Klaus sonríe y sujeta su mano con delicadeza para guiarla hasta la pista de baile, donde la hace girar para luego acercarla a su cuerpo, provocando una extraña sensación en ella.



Chicago, IL
Actualmente

Arielle caminaba por el almacén, pensativa. No podía recordar bien su estancia en Chicago. Todo estaba demasiado borroso. Recordaba haber pasado tiempo con Damon al otro lado de la ciudad, y recordaba haber estado en el bar de Gloria, pero no recordaba nada de lo ocurrido en su interior. Recordaba también como Stefan se había ido de Chicago sin decir adiós, había desaparecido, obligándola a ella y a Damon a contactar con Lexi para que está pudiera ir en su búsqueda y ayudarle.

—Es para hoy, Rebekah—se queja Klaus, observando el cuerpo inmóvil de su hermana—Se está haciendo de rogar.

—Oye, ¿por qué no nos cuentas de qué va todo esto?—se queja Stefan—Es obvio que nos quieres aquí por alguna razón, ¿no?

—Tienes muchos talentos útiles.

—Claro—suspira—

—De hecho, aprendi mis trucos favoritos de ti.

—Bien, demuéstralo—le pide Arielle, frenado sus pasos junto a ellos y mirándole a los ojos—

—Oh, no. Tú te quedas aquí, amor. Cuida de mi hermana.

—¿Quieres que haga de niñera de una Original temporalmente neutralizada?—cuestiona, incrédula—

—Dejará de estarlo en poco tiempo. No te desesperes—le responde, dedicándole una leve sonrisa—Cuando despierte que se alimente del guardia y luego la acompañas al bar de Gloria. Nos veremos ahí.


Mientras Arielle esperaba que Rebekah despertara de su largo sueño, una llamada llegó a su teléfono, obligándola a alejarse del ataúd para poder responderla sin ser interrumpida.

—Damon. No deberías llamarme—habla tras contestar a la llamada—

—Hola a ti también, hermanita—le responde él desde el otro lado de la línea—Yo también te echo de menos.

Arielle rueda los ojos ante su comentario.

—No lo parece. Stefan ya me dijo que os encontrasteis en las montañas, pero yo aún no he recibido señal de vida por tu parte.

—Culpa de Elena. Esta obsesionada con salvarle—se justifica—Él me dijo que estabas bien.

—No sé si bien es la palabra adecuada, pero me alegro de que tú lo estés. De verdad pensé que iba a perderte.

—Y al final he acabado perdiéndoos yo a vosotros—suspira desde el otro lado de la línea—No me rendiré. Negociaré con ese hibrido hasta que os suelte.

—No, Damon—niega, bajando la mirada al suelo con tristeza—Tienes que alejarte de nosotros. O acabarás muerto.

—No me importa, Elle.

—Olvídate de nosotros, Damon. Yo estoy bien, cuidaré de Stefan. Ve a casa y déjalo estar.

—No, espera...

Su voz se corta al colgar la llamada. Sus ojos se llenan de lágrimas de frustración mientras camina de vuelta hasta el ataúd. Su corazón se paraliza al notar que éste se encontraba completamente vacío y que a unos metros de ella se encontraba el guardia de seguridad del almacén completamente muerto.

En ese momento Klaus se adentra en el lugar, haciendo que Arielle se de la vuelta para mirarle. El miedo la invade al ver como su mirada viaja hasta el guardia y luego hasta el vacío ataúd.

—¿Dónde está?—cuestiona, molesto—

—No... no lo sé—admite—Yo... estaba caminado por el lugar. No... no la he visto despertarse.

Klaus se acerca peligrosamente a ella, observándola con detenimiento. La respiración de Arielle se vuelve pesada, pero le aguanta la mirada intentando no mostrar ni un pequeño atisbo de miedo.

—Rebekah—exclama en medio de la lucha de miradas—Soy tu hermanito. Sal ahora mismo de donde estés.

La rubia aparece a velocidad vampirica a su lado, le agarra del hombro y le clava una daga en el pecho.

—¡Púdrete, Nik!—se queja, observándole con molestia—

Él la observa y se arranca la daga del pecho con facilidad, pues esta no lo afecta como a ella.

—No llores—le dice—Sabias que no me mataría.

—Ya, pero esperaba que te doliera más—le responde, dándose al vuelta sin darse cuanta de la presencia de Arielle—

—Entiendo que estes enfadada conmigo—Klaus sigue sus pasos—Lo voy a dejar pasar. Solo por esta vez. Te traigo dos ofrendas de paz.

Su brazo se extiende, señalando a Arielle, quien les mira confusa.

—¿Elle?—pregunta Rebekah con sorpresa—¿Eres tú?

La aludida la observa sin saber que responderle por lo que Klaus interrumpe su reencuentro.

—Ya puedes pasar—pide el híbrido—

La puerta del almacén se abre revelando al pequeño de los hermanos Salvatore.

—¿Stefan?

Klaus se separa de su hermana y se acerca a Stefan. Coloca una de sus manos en su hombro y le mira a los ojos.

—Ahora, recuerda.

Stefan cierra los ojos y observa a los hermanos Originales con confusión.

—Rebekah—murmura, acercándose a ella—

Entonces Klaus se acerca a Arielle y la sujeta con suavidad de las mejillas, obligándola así a que le mire de nuevo a los ojos.

—Recuerda—murmura—

Las imágenes de su hermano bailando con Rebekah. Las conversaciones de ambas sobre sus amores. Y aquel baile con Klaus. Aquel precioso baile que le hizo sentir más cosas que en toda su vida. Que le hizo olvidarse del mundo, de su hermano y de todos los problemas. Todo volvió a su memoria.

—Te recuero—murmura, sintiendo el tacto de su mano aún en su mejilla—Éramos amigos.

—Somos amigos—le aclara él con dulzura—Y ahora la razón por la que estás aquí—habla separándose de ella para mirar a su hermana—Gloria me ha dicho que sabes cómo contactar con la bruja Original.

—La bruja Original—repite Rebekah con desagrado—

—¿Qué tienes que Gloria necesita?

Rebekah lleva su mano a su cuello, pero al no sentir nada su expresión cambia radicalmente.

—¿Y mi colgante? ¿Qué has hecho con él? ¡Yo no me lo quite!

—No sé, no lo toque—le asegura él—

—Tenemos que encontrarlo, Nik. ¡Lo quiero ahora mismo!

—¡Dime que es lo que necesita!—insiste él, sujetándola de los hombros—¡Rebekah!

Ella se zafa de su agarre y se aleja de él para acercarse de nuevo a su ataúd, buscando en su interior aquel importante colgante. Sin embargo, al no encontrar ni rastro de él, Rebekah lanza el ataúd al suelo con molestia.




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