∅ 52 |¡Maratonaso! 3/3|


El sonido de la regadera paró luego de un largo tiempo. Aquel cuarto de baño estaba lleno de vapor y el pequeño espejo estaba empañado con leves perlas de vapor siendo condensadas al tocar el material vidrioso. Paris tomó su toalla y secó su cabello sin mucho cuidado, para luego seguir con su cuerpo. A pesar de que le era incomodo por el calor que hacía en ese lugar, se colocó sus pijamas y volvió a ponerse su parche, pero esta vez dejó su cabello húmedo suelto, tampoco tenía ganas de atarlo.

Salió del baño, siendo de repente azotada por la fresca noche en Dublith. Un cambio de temperatura así de repentino era bastante sencillo de notar.

Se dirigió al cuarto que compartía con los hermanos para dejar sus pertenencias de vuelta en su mochila. En eso, su vista se desvió hasta su chaleco usual, el cual estaba colgando de la cabecera de la cama, y de como sus guantes de alquimia sobresalían de los bolsillos de éste.

Los miró por unos segundos, perdiéndose en sus pensamientos. No sabía como sentirse al respecto. Una pequeña presión se creó en su pecho, haciéndola fruncir su ceño incómodamente. Ahora mismo su cabeza no estaba funcionando de la mejor manera posible, pues se estaba culpando a sí misma de todos los hechos recientes.

Nadie le ha dicho lo contrario, nadie le ha dicho que ella está haciendo un mal trabajo. El mayor Armstrong solo le hizo una pregunta sin fines de herir. Pero allí estaba ella, sin poder dejar de pensar sobre el tema.

Intentaba ignorar sus inminentes pensamientos negativos, pero le era imposible, ya que sus ganas de proteger a los hermanos eran mucho más grandes que su propio autocontrol.

»Tal vez... estarán más seguros con alguien más siendo su escolta...« pensó un poco desilusionada, mientras estiraba su brazo para alcanzar sus guantes. Miró fijamente los dos círculos de transmutación en los dorsos de estos. Pasó sus pulgares por ambos, sintiendo como esa pequeña presión en su pecho se volvía más intensa lentamente.

Cerró sus ojos con fuerza para luego tomar una gran bocanada de aire e inflar sus pulmones al máximo, para luego dejarlo salir lentamente. Se dió pequeñas palmadas en sus mejillas y volvió a meter sus guantes en el bolsillo del chaleco.

Salió de la habitación, dirigiéndose ahora hacia el patio trasero, pues escuchaba las voces de los hermanos allí. Se encontró con la puerta trasera abierta, y Alphonse sentado en el pequeño escalón que daba hacia el jardín de afuera. También pudo divisar a Edward al frente de su hermano con un trapo mojado y varias cubetas de agua.

Apresuró el paso para así ayudar a Edward, pues estaba limpiando toda la sangre seca esparcida por la armadura del menor.

– ¿Tienes otro trapo? – dijo apenas el rubio notó su presencia. Tuvo que subir su rostro para enfrentar la mirada de la chica, ya que el se encontraba sentado en el piso.

– Si, ten. – Edward alcanzó un trapo que estaba en uno de los baldes de agua y jabón y se lo pasó a la castaña, quien pasó con cuidado por al lado de Alphonse y se sentó en el suelo también.

Al ver que Edward estaba ocupado limpiando a fondo la cavidad abdominal interna de su hermano, Paris tomó la enorme pieza de su pecho que estaba desarmada y la empezó a limpiar también.

Edward notó el silencio vacío en el ambiente. Miró de reojo a su hermano, quien seguía en un leve estado de shock al parecer, pues no había hablado mucho desde que volvieron de aquel bar. Solo estaba cabizbajo esperando pacientemente a que su armadura fuese dejada como nueva.

Sus ojos ahora se desviaron hacia la castaña, quien también limpiaba meticulosamente aquel pedazo de armadura. A pesar de que él generalmente no era muy bueno entendiendo los sentimientos de los demás, Paris era un libro demasiado fácil de leer. O al menos, para Edward lo era. Pudo notar casi instantáneamente que ese leve ceño fruncido y esa acción de constantemente arrugar la nariz no eran signos de concentración, de hecho era todo lo contrario, estaba intentando distraerse de algo que la molesta.

Por un segundo se sorprendió a sí mismo, pues realmente no pensaba que estaba equivocado en aquella deducción. No le desagradaba el hecho de poder descifrar a la chica en un abrir y cerrar de ojos.

Se dió cuenta que ambos, Alphonse y Paris se encontraban mal, tal vez de maneras distintas, pero los dos estaban diferentes, distantes. ¿Estarían molestos? ¿Pasó algo en las alcantarillas de lo que no se haya enterado?

Solo escuchó en un reporte que el Führer fue quien los salvó del propio Greed. No pudo escuchar nada más, por que si no se darían cuenta de que el estaba escuchando sin ningún permiso. Y por su puesto el hecho de que Alphonse cargaba dentro suyo un cadaver. Se sentía pésimo por su hermano.

Pero descartó esa idea luego de pensarla por un segundo, no tenía sentido. Alphonse jamás estaría molesto con alguien que no fuese él... lamentablemente. Y no creía que Paris fuese lo idiota suficiente cómo para tener algún tipo de resentimiento contra su hermano menor, si es más bueno que el pan.

Dejó salir un suspiro exagerado sin darse cuenta. El no solía pensar mucho sobre ese tipo de cosas pero allí estaba, maquinando algún tipo de solución a ese ambiente decaído. ¡Entre ellos tres nunca faltaban los gritos! ¡E incluso las peleas! Por más estúpidas que fuesen. Se había acostumbrado a ese ambiente sarcástico, caótico y hasta gracioso cuando estaba al rededor de su hermano y su escolta.

Por su puesto, también entiende que la situación que acaban de pasar no es para ser tomada a juego pero... había algo más. Algo los estaba afectando de sobremanera.

Se hartó de tanto pensar. El no piensa, el actúa. – Bien. ¿Que mierda les pasa? – se enderezó en su lugar y empezó a exprimir el trapo sucio en un balde vacío.

Paris miró de reojo al rubio, repitiendo su acción – ¿De que hablas? – volvió a sumergir el pedazo de tela en agua enjabonada y siguió limpiando su parte.

Edward volteó a verla directamente – ¡Los dos están tristes o yo que sé! ¡Algo les pasa! – exclamó con su ceño fruncido – ¡dan pena!

Paris esbozó una mínima sonrisa, casi invisible – Gracias por la honestidad... – murmuró sarcásticamente.

– ¡Allí estas! ¡Bienvenida de vuelta hielitos! ¡Extrañábamos tu sarcasmo! – volvió a exclamar el rubio extendiendo sus brazos exageradamente al aire, en modo teatral.

Paris lo miró por unos segundos, juzgándolo muy seriamente –... ¿Estas bien tú?

Edward bajó los brazos y se concentró en seguir con su tarea – ¿Yo? Estoy perfecto. Solo hago un patético intento por subirles los ánimos, aparentemente. – bufó. – Malagradecidos.

La castaña puso sus ojos en blanco y negó varias veces. »Muchas gracias pero... no creo que comprendas« pensó rendida.

Se escuchó un leve golpe de metal. Edward le dió una pequeña palmada amigable en el hombro a su hermano – ¿Y tú? ¿Que te ocurre? – preguntó suavemente.

Alphonse no respondió, solo negó su cabeza levemente.

Edward presionó sus labios. Su hermano estaba pasando por un mal momento y el no estaba seguro de que hacer. »¿Que clase de hermano mayor no puede levantarle los ánimos a su hermano menor?« pensó frustrado.

Se escucharon pasos acercándose por la calle, Paris y Edward voltearon al mismo tiempo, encontrándose con la imagen del Mayor Armstrong acercándose hasta ellos.

Paris inmediatamente volteó la mirada, no quería verlo. No estaba molesta con el hombre, pero definitivamente le recordaba que hay personas que piensan que ella no está capacitada para este trabajo. Le incomodaba.

Edward no pasó esa acción por desapercibido.

– ¿Mayor? ¿Que hace por acá? – preguntó el rubio, volviendo a exprimir el trapo en sus manos.

– Buenas noches hermanos Elric, Paris. – saludó formalmente. – Vengo a hablar con ustedes.

Edward detuvo su acción, mirando al hombre seriamente. – ¿Pasa algo?

Armstrong carraspeó su garganta – Me gustaría preguntarles personalmente si aprendieron algo sobre Greed...

Edward abrió los ojos levemente, miró de reojo a la castaña a su lado para encontrarse directamente con su orbe marrón. Paris también había volteado hacia el por consejo.

La castaña asintió un poco dudosa, y Edward volvió a mirar al mayor – Pues... tenía la marca de Ouroboros en su mano.

– ¿Ouroboros? – repitió Armstrong.

– ¿Recuerdas de la marca que hablamos con Hughes-san? – dijo Edward, y el mayor no pudo evitar tensarse al oír aquel nombre – pues esa. Esos tipos están relacionados con la piedra filosofal.

El mayor alternó su mirada entre los tres jóvenes, a pesar de que Alphonse no es tuviese realmente prestando atención. Soltó un pequeño suspiro y se acercó aún más, se agachó hasta quedar al nivel de los jóvenes y posó una mano en el hombro de Paris, y otra mano en el hombro de Edward. Los miró a los dos seriamente. – Escúchenme los dos... pero especialmente tú, Edward Elric. – habló seriamente. El nombrado abrió los ojos como platos, pues aquello lo estaba tomando por sorpresa. Paris miraba confusa al mayor – No hagan nada demasiado descabellado... por favor.

El de orbes doradas asintió inconscientemente – S-si... – respondió incrédulo.

Armstrong se levantó de su lugar, dejando a los jóvenes con cierto desconcierto en sus pechos. – Bueno, eso era todo por ahora... espero verlos pronto. – hizo una leve reverencia para luego dar media vuelta e irse por donde había venido.

Edward volteó a ver a la castaña, quien se había quedado viendo fijamente la calle por la cual el mayor se había ido. – ¿Que habrá querido decir con eso?

– Exactamente lo que escuchaste – respondió Paris, devolviendo el trapo a la cubeta al darse cuenta que ya había terminado con su trabajo. – No hagas nada que te ponga en peligro.

Edward rodó sus ojos – Eso lo entendí, tonta – respondió como si fuese lo más obvio del mundo, también dejando su trapo de lado – pero... ¿por qué lo habrá dicho?

La castaña se levantó de su lugar, caminando hacia Alphonse para ponerle la pieza de su pecho. – ¿Por qué tú crees? Ustedes dos tienen un imán para los problemas. – se arrodilló en el piso para así cómodamente enganchar la pieza. Alphonse se enderezó un poco para facilitar la tarea de la chica.

Edward se encogió en su lugar, pues lamentablemente no podía negar eso.

Al terminar de enganchar la pieza, Paris puso las manos en los hombros de Alphonse y lo miró con una leve sonrisa en su cara – Estás listo. – avisó, para luego levantarse de su lugar y volver a entrar al hogar Curtis, dejando a los hermanos solos.

Se adentró por el pasillo principal, y la puerta al cuarto de Izumi llamó su atención, estaba abierta de par en par con la luz encendida. Apresuró el paso y cuando estuvo a punto de cruzar, una figura robusta y alta se interpuso en su camino, chocando sin querer con la castaña.

Paris retrocedió dos pasos por la colisión y se masajeó su aún adolorida nariz. Cuando alzó la vista, juró sentir como sus rodillas le fallaban por un segundo.

Había chocado con King Bradley. El mismísimo Führer estaba allí, saliendo de la habitación de Izumi.

Paris no supo como reaccionar en ese momento, abrió y cerró su boca varía veces mientras su cerebro intentaba producir palabras coherentes para decir.

– No te vi allí, Fahrenheit. – comentó el hombre mirándola por sobre su hombro. – Me disculpo.

La castaña por fin pudo procesar la situación e hizo una reverencia de 90° rápidamente – D-discúlpeme usted a mi, su excelencia...

El hombre asintió levemente y siguió por su camino, el cual aparentemente era la salida principal de la casa, dejando a la castaña con el corazón acelerado y leves temblores debido al miedo.

»Es peligroso... ese hombre tiene algo sospechoso. Siento un aura hostil que proviene de el cada vez que lo tengo cerca« pensó agitada. Había dejado de respirar sin darse cuenta.

Movió su cabeza frenéticamente para despejarse. ¿Que hacia él aquí? ¿Y en la habitación de Izumi?

Se asomó por el marco de la puerta, alzó su mano hasta la altura de su cabeza y dio tres pequeños golpes a la puerta abierta, llamando la atención de la mujer que estaba sentada tranquilamente en su cama.

– ¿Paris? ¿Está todo bien? – preguntó la azabache al ver a la muchacha apoyada en el marco de la puerta.

La nombrada asintió, analizando que todo en la habitación estuviese bien. – ¿Y usted Izumi-san? ¿Que hacia el Führer aquí? – preguntó de vuelta con cierto tono de preocupación.

Izumi suspiró – ¿Honestamente? No estoy segura... – comentó pensativa.

– ¿Que quería? Ah, si me permite preguntar, claro... – preguntó la castaña sin querer sonar muy entrometida.

– Me preguntó si me quería convertir en una alquimista estatal...

Paris ladeó su cabeza, confundida – ¿Una invitación del propio Führer? Wow. – comentó incrédula. »Aunque en realidad no me sorprende, es Izumi-san después de todo.«

La azabache miró a Paris por unos segundos, específicamente el moretón que tenía en el puente de su nariz. Frunció su ceño levemente, a pesar de no haber salido gravemente herida, la muchacha tenía una mirada que no concordaba con la primera vez que la vió. Era normal que se sintiese decaída luego de algo como eso, pero había algo más.

Izumi no necesitaba conocer a Paris de toda la vida como para notar ese leve cambio de actitud. Si antes a la muchacha le salían brillitos en los ojos al verla, ahora no la ha mirado a los ojos ni una sola vez.

– Bueno... – habló Paris luego de unos segundos – Me alegra que todo este bien. Por favor descanse mucho, lamento haberla envuelto en todo este lío. – se disculpó y lo siguió con una leve reverencia.

– ¿Tú? Si todo es culpa de mis pupilos idiotas – se apresuró a decir la azabache con una pequeña sonrisa, pero sorprendente la castaña no le correspondió la sonrisa. Solo asintió cabizbaja.

– Con permiso... – avisó la castaña haciendo una leve reverencia y desapareció de la vista de Izumi.

Paris se dirigió hasta la habitación que compartía con los hermanos una vez más, solo para tomar su chaleco y ponérselo. En Dublith generalmente no hace frío, pero aquella noche en particular la brisa fresca traía consigo bajas temperaturas.

Se colocó sus zapatos torpemente y volvió a dirigirse a la salida trasera del hogar Curtis.

– Todo me parece un poco difícil de creer... – escuchó la voz de Edward.

– Así es... si realmente quería obtener información de ellos... ¿por qué los asesinó a todos? ¿Por qué no dejar ni uno solo con vida e interrogarlo? – se escuchó la voz de Alphonse.

Paris siguió caminando hasta quedar parada detrás de Alphonse, quien había notado la presencia de la castaña pero no dijo nada.

– Sea lo que sea que esté pasando... nos vamos a tener que quedar con la milicia por lo menos un tiempo más... – comentó Edward pensativo, el también había notado la presencia de la castaña pero no se molesto en apuntarlo.

– ¿Hablas del Führer? – preguntó suavemente Paris, obteniendo la atención del rubio.

Edward asintió mirando a la chica – ¿No te parece extraño? Toda esta situación no tiene mucho sentido...

Paris asintió también, cabizbaja. – Tienes razón...

Alphonse volteó y alzó su rostro, para así poder enfrentar a la muchacha. Al percatarse de que llevaba sus zapatos y chaleco puesto por encima de su pijama, se confundió – ¿Saldrás?

Paris bajó la mirada para así hacer contacto visual con el menor – A caminar un rato. Necesito pensar.

Se escuchó una leve risa por parte de Edward – ¿Pensar? ¿Que necesitas pensar? – preguntó sarcásticamente.

Paris lo miró con un fantasma de sonrisa – Cosas.

Edward achicó los ojos e hizo un leve puchero – Hmp. Da igual. Tampoco es que me interesa.

La castaña salió de la casa pasando cuidadosamente al lado de Alphonse, quien seguía sentado en el escalón del marco de la puerta. Empezó a caminar a paso lento sin ningún rumbo.

– ¡Oye! – llamó Edward.

Paris volteó a verlo justo cuando estaba apunto de cruzar la esquina de la casa – ¿Si?

El rubio la miró por unos segundos, con su ceño levemente fruncido. Parecía estar pensando muy bien las palabras que diría – ¿Estarás bien...?

Paris metió sus manos en los bolsillos de su chaleco y encogió sus hombros – Estaré bien. – asintió. Siguió su camino dejando al rubio con otras palabras en su boca.

Edward miraba la dirección en la que se fue la chica con cierta confusión. Volvió a mirar a su hermano quien se ponía de pie. – Que raro...

Alphonse se posicionó al lado de su hermano – ¿Qué?

– No me ha insultado en todo este tiempo.

•••

– Eres de lo peor.

– ...

– ¿Ahora si me buscas, verdad?

– Pero...

– ¡Pero nada! ¡Yo aquí todo preocupado por tu bienestar estos días y tú solo me llamas cuando me necesitas! – lloriqueó exageradamente.

– Lo siento...

– No creo que un lo siento pueda arreglar esto...

– ... ¿por qué?

Se escuchó silencio por unos segundos – ... No lo sé... solo tenía ganas de discutir contigo. – rió – pero... ya veo que tú no tienes ni los ánimos para eso. – observó.

Paris soltó una pequeña risa que sonó mas como un bufido – Que comes que adivinas.

– Pastelitos.

– Michael, en serio.

El chico rió, y se acomodó en su silla de escritorio. – Ya, ya, lo siento... ¿qué es lo que pasa ahora?

Paris había caminado por las calles de Dublith sin rumbo alguno. Se dejó guiar por las luces de las calles hasta que llegó a lo que parecía ser un parque con vistas al enorme lago principal del pueblo.

En realidad no sabía por qué estaba allí, o porque tuvo la inminente necesidad de salir de aquella casa por un rato, pero de lo único que estaba segura ahora, era que esa había sido una buena decisión. No estaba pensando en nada, de hecho, quería dejar de hacerlo. Quería dejar de ser tan patética como para deprimirse con cosas que solo pasan en su cabeza.

Mientras caminaba por lo largo del lago, su vista cayó en un cubículo telefónico. Pensó inmediatamente en llamar a su amigo.

Y aquí los ves ahora, Paris sentada en el piso del cubículo, con su espalda recostada en uno de los lados, y sus piernas estiradas hacia arriba, apoyando sus pies al otro extremo, y un montón de monedas esparcidas por el suelo para poder hablar tranquilamente.

Michael, por su lado, tenía instalado en la oficina de su casa una línea telefónica que era mayormente para su trabajo, pero el le había dado el número a Paris, por si acaso. El de cabellos ceniza estaba sentado en su silla giratoria con los pies apoyados encima de su escritorio, mientras en sus manos sostenía un plato de pastelitos.

Paris suspiró pesadamente – Mmm... no estoy segura.

– ¿No estás segura? ¿Entonces para que llamas? – preguntó sarcásticamente.

– ¿Si te digo no te ríes? – contestó la chica tímidamente.

– No prometo nada.

– ... Extrañaba hablar contigo.

Silencio.

– ¿M-Michael? ¿Aló? – nada. – ¿Me has dejado hablando sola? ¿O se cortó esta cosa?

Se escuchó una pequeña inhalación nasal con mocos de por medio – Madre santa del amor hermoso...

Paris enarcó una ceja – ¿Que?

– ¡Lo acabas de admitir! ¡Me extrañas! ¡Oh por Dios! – empezó a exclamar lleno de felicidad – ¡No lo puedo creer! Esto... ¡es un milagro! ¡¿Es posible tomarle una foto a tu voz y guardarla?! ¡Necesito salvar este momento bajo llave!

Paris puso los ojos en blanco, ya, allí se fue la cursilería, ya no lo extrañaba – Estoy segura de que esa tecnología no existe aún...

– Ah~ soy feliz... soy feliz...

Paris empezó a jugar con la tela de sus pantalones, esperando pacientemente a que su amigo calmase sus ridículos griteríos.

– Pero... ya, en serio – empezó el chico – ¿que tan triste y sola tienes que estar para decirme esto?

La castaña se encogió en su lugar. Bingo.

– ¿Es muy obvio?

– Mucho con demasiado. ¿Que ha pasado? ¿Es por la culpa de esos hermanos raros? ¿Debo darles otra charla paternal como la del otro día?

– ¡No! N-no... todo menos eso... – escuchó a Michael reírse. Suspiró pesadamente – Es solo que... no consigo hacer nada bien... pongo todo mi esfuerzo en todo lo que hago y aún así no es suficiente. – Michael soltó un pequeño 'mhmm' para no interrumpirla pero dejarle claro que estaba escuchando – Siento que no he tomado las mejores desiciones últimamente, y que también estoy decepcionando a personas que tenían su fe puesta en mi.

– ¿Y esto por qué?

Paris lo pensó por unos segundos mientras tomaba una moneda y la depositaba en el teléfono público – Pues... no he logrado hacer bien mi trabajo. Soy una inútil como escolta.

– Paris, si no te puedes cuidar ni a ti misma, ¿como vas a cuidar de unos niños revoltosos?

La castaña frunció el ceño y apretó sus puños – Oye. Deberías estar apoyándome.

– ¡Lo estoy! – exclamó rápidamente el chico – Mi trabajo es recordarte que es normal que este tipo de cosas pasen. – se acomodó en su sillón y bajó los pies del escritorio – nunca habías hecho de escolta antes, ¿no?

Paris asintió levemente – Mmhmm...

– ¡Entonces es normal que no tengas ni la menor idea de cómo hacerlo!

– ¡Pero no tiene ciencia! – exclamó frustrada – ¡Solo es asegurarme de que literalmente no pierdan un brazo!

Michael rió sarcásticamente – Bueno allí ya llegaste un poco tarde...

Michael sabía del pequeño detalle de que Edward ocupaba de dos Automails. Paris se lo había comentado en algún momento de su estadía en Central City.

– B-Bueno... tu entiendes...

Michael soltó un largo suspiro, pensando. – No sé que decirte... aparte de sigue adelante.

Paris recostó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos suavemente – ¿A que te refieres?

– Hazte más fuerte. Aprende de las malas decisiones que has tomado antes, y te llevaron a sentirte así. – explicó tranquilamente – Lo sé, suena como lo más obvio del mundo pero... realmente creo que olvidaste ese crucial detalle.

Paris no dijo nada, dejó que Michael siguiese hablando todo lo que quería.

– No me malinterpretes amiga, pero si en lo único que puedes pensar es en las veces que la has cagado y ya, pues tal vez en serio no estes lista para ese cargo. – Paris se tensó, no esperaba aquello – ¡Pero! – continuó – yo estoy 100% seguro de que en algún momento te darás cuenta de que todo ese mal estar se convertirá en experiencias y enseñanzas. Y harás de ello tu fortaleza. Porque confío en ti.

La castaña jugaba distraídamente con el borde de su chaleco, escuchando atentamente las palabras de su amigo. Abrió los ojos lentamente, incomodada ahora por la intensa luz del cubículo telefónico. Sonrió levemente al darse cuenta de que se iba a arrepentir por lo que estaba apunto de decir.

– Odio que tengas razón.

Michael sonrió también, satisfecho – siempre la tengo.

Por un momento Paris sintió esa leve presión en su pecho que llevaba molestándola desde hace unas horas, pero esta vez no le molestó, más bien le pareció necesaria para traer su mente de vuelta al mundo real.

Le agradeció a Michael por siempre estar allí para escucharla, y el muchacho le respondió con que le debía unos pastelitos calientes, porque los suyos se le habían enfriado mientras hablaba con ella.

La muchacha salió del cubículo luego de recoger todas sus monedas del suelo y estirarse un poco.

Esta vez, la brisa fría de la noche en Dublith no le molestaba, pero le parecía refrescante.

Caminó de vuelta hacia el hogar Curtis con otra perspectiva de la situación. Si, seguía sintiéndose mal por el pésimo trabajo que había estado haciendo, pero en lugar de concentrarse en eso, ahora intentaba pensar en que haría la siguiente vez, para que lo mismo no se repitiese.

Pérdida en sus pensamientos, no se dió cuenta de cuando volvió a llegar al patio trasero de la casa. Para su sorpresa, Alphonse seguía allí afuera, pero esta vez sentado en el pasto, apoyado de la pared y la puerta estaba cerrada.

– ¿Al? ¿Que haces aquí afuera solo? – preguntó la castaña apenas se acercó lo suficiente.

La armadura alzó la vista al escuchar la voz de la chica – ¡Paris-san! – exclamó en sorpresa – Ah~ pues... no insultaste a nii-san así que decidí esperar por ti.

Paris parpadeó varias veces sin entender – ¿...eh?

– Estabas actuando extraño – se explicó mejor al darse cuenta de la cara de confusión total de la muchacha.

– Ah~ eso... – respondió Paris rascándose nerviosamente la nuca. – Cosas mías...

– Mmm....

Paris miró fijamente al pasto debajo de sus pies. No lo había olvidado. Quería pero, se lo debía.

"Aprende de las malas decisiones" recordó la voz de Michael en su cabeza. Tomó una gran bocanada de aire para calmar sus nervios.

¿Estaba segura de lo que estaba apunto de hacer? No. ¿Era una muy mala decisión? Tal vez. ¿Estaba asustada hasta los huesos? Totalmente. ¿Se lo debía a Alphonse...?

Si.

Ella lo prometió.

Tal vez aquella sería la última noche que Alphonse la viese como una persona normal, común y corriente y la empezaría a ver como una loca desquiciada sin sentido de diferenciar lo ficticio con lo real.

Y realmente había mucho que perder si el menor no le creía, pero... los riesgos se deben tomar de vez en cuando, ¿no?

La castaña alzó la mirada y enfrentó los orbes rojos de la armadura – ¿A-al? – llamó.

El menor se enderezó un poco en su lugar – ¿Si?

Paris tembló por un segundo. No estaba segura de lo que estaba haciendo y miles de dudas se formaron en su cabeza en un milisegundo.

De un solo movimiento, la castaña tomó el parche de su ojo y lo removió por completo. Temerosa, abrió ambos ojos lentamente, teniendo vista plena del sorprendido menor al frente de ella.

– T-Te hice una promesa y... la voy a cumplir.

•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•

*C esconde

Yo sé que me quieren matar por dejar que el maratón termine así pero bueno HAHAHAHAHAHAAHAHAHAHAHAHA

MAN NO PUEDE SER, ITS HAPPENING, AL FIN, ES HOY!! ES HOY!!!

POR FIN LLEGO EL DÍA EN EL QUE SE ACABA SU SUFRIMIENTO LECTORAS, LA PIRATA VA A CONFESAR.

I'm so exited y'all have no idea :'v

(Me disculpo por cualquier error ortográfico, pero no tuve mucho tiempo para releer el capítulo porque si no entro tarde al trabajo entonces no pues xdxd) lo más seguro es que responda a sus bonitos comentarios y todo luego de unas horas, así que no se preocupen si me desaparezco apenas subo esto HAHAHA

Solo quiero decir que muchísimas gracias a todas las personitas hermosas que estuvieron pendientes de este mini maratón, es lo mínimo que puedo hacer para celebrar todo el amor que le dan a este librito uwu

Los quiero mucho a todos, en serio we :'v *modo emo; ON

Anyways, denle amor a la sepsi estrellita, que no muerde 💖

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