∅ 48
Paris apretó el agarre de las tiras de su mochila. ¿En serio eso había sido todo? ¿Ya debían volver?
La castaña se repetía varias veces que debería estar feliz debido al corto tiempo que estuvo en Dublith. Podría regresar a Central City para buscar al tal Hohenheim cuanto antes, y preguntarle sobre la piedra filosofal. Debería estar emocionada, feliz y ansiosa.
Pero era todo lo contrario.
La caminata hasta la estación de trenes de Dublith era silenciosa, nadie decía nada. El ambiente era pesado ya que la tristeza de los hermanos era visible a millas de distancia. El señor Sig los estaba acompañando, ya que tuvieron que partir de imprevisto y el próximo tren que salía hacia Central City era de noche.
Luego de que Izumi expulsase a Edward y Alphonse, los muchachos no se quejaron por su decisión. Pensaban que lo tenían merecido. Habían decepcionado a su maestra. Tuvieron que recoger sus cosas y simplemente irse de allí.
Una vez que los cuatro llegaron a la estación de trenes, los jóvenes se posaron al frente del señor Sig para despedirse.
– Muchas gracias por todo lo que han hecho por nosotros – dijo Edward en un hilo de voz mientras hacía una pequeña reverencia, seguida por Alphonse y Paris.
– Vuelvan a visitarnos cuando estén en la zona – respondió Sig amablemente.
Alphonse se encorvó en su lugar y bajó la mirada – Pero nos expulsaron...
Sig enarcó una ceja al escuchar el comentario de la armadura. – Izumi tiene razón... son tontos.
Los tres jóvenes lo miraron confundidos.
– Ya no hay ninguna relación de profesor y alumno. – continuó – lo que significa que de ahora en adelante pueden interactuar el uno con el otro como individuos iguales.
Al escuchar esto, Edward y Alphonse se miraron el uno al otro, al fin entendiendo ese detalle. Paris, quien estaba en medio de ellos dos, alternaba su vista del uno al otro, con ganas de ver cuales iban a ser los siguientes pasos de los hermanos.
Edward se dió una facepalm a la par que gruñía – Demonios... – se quejó. – ¿Para que fue que vinimos a Dublith? – preguntó retóricamente, recordándole a su hermano su verdadera y única razón para venir a Dublith en primer lugar.
Alphonse vió a su hermano sorprendido, pues al parecer habían olvidado su objetivo, buscar respuestas.
Y no se irían de aquí sin ellas.
– Lo siento señor Sig, ¡nos adelantaremos! – exclamó el rubio, para sin previo aviso empezar a correr en la dirección que habían venido.
Alphonse siguió a su hermano sin dudar ni un segundo, mientras Paris les seguía el paso pero a un trote más ligero, dudosa.
No estaba realmente segura si Izumi los volvería a aceptar.
– ¡Chicos! – llamó la castaña mientras aceleraba su paso para quedar a la par con los hermanos, quienes voltearon a verla sin detenerse – Procuren tener cuidado. Les aseguro que de Izumi no los podré proteger. – intentó que sonase como una broma para aliviar un poco el ambiente.
Pero todos allí sabían que Izumi era capaz de eso y mucho más.
En unos minutos llegaron de nuevo hasta la carnicería. Edward y Paris se apoyaban ligeramente de Alphonse para recuperar su respiración. El rubio mandó todo al demonio y volvió a correr para abrir de un portaso.
– ¡Maestra! – gritó al entrar.
Izumi se encontraba afilando unos cuchillos especiales para cortar carne. Al ver al enano de nuevo, se enfadó, tomó el cuchillo que estaba afilando y lo lanzó hacia Edward. – ¿¡COMO SE ATREVEN A MOSTRARSE POR AQUÍ DE NUEVO?! – vociferó. – ¡¿Y A QUIEN LE DICES MAESTRA?! ¡YA NO LOS CONSIDERO MIS ESTUPIDOS PUPILOS!
Edward, quien ahora estaba tirado en el piso por esquivar aquel cuchillo, se arrodilló en su lugar y le dio un puño al piso, decidido. – ¡Lo lamentamos! ¡Pero no nos iremos!
Alphonse entró corriendo al recinto y se arrodilló al lado de su hermano – ¡La única razón por la que vinimos a Dublith fue para encontrar algún tipo de pista que nos encaminase a recuperar nuestros cuerpos!
– ¡No nos iremos de aquí con las manos vacías! – siguió Edward, retando la mirada de la azabache.
– ¡VÁYANSE! – gritó de nuevo Izumi.
– ¡No! – respondieron al unísono los hermanos.
Izumi se les quedó viendo duramente, y luego su mirada se alzó hasta encontrar a Paris apoyada en el marco de la puerta, presenciando la escenita – ¡¿Que clase de escolta deja que ellos hagan estas locuras?! – acusó.
La castaña se tensó al ver que ella había sido metida a la discusión una vez más – Pues... eso. Mi trabajo es escoltarlos, no decirles que hacer.
La azabache achicó sus ojos, analizando bien la situación. Pues se dió cuenta de que los jóvenes iban en serio. La determinación de los hermanos la había cautivado una vez más. – Tch. Serán imbeciles. – desvió la mirada y volvió a afilar cuchillos.
Los hermanos se miraron entre sí confusos, ¿eso que significaba? ¿Se podrían quedar? ¿Tenían que irse? ¿Estaba afilando más cuchillos para lanzarlos hacia ellos? No tenían ni la menor idea. Ambos voltearon a ver a Paris expectantes.
La castaña al notar las miradas de los hermanos, enarcó una ceja – ¿Qué? ¿Piensan que yo sé que significó eso? – dijo en voz baja, no querían que Izumi escuchase esa conversación.
Edward se encogió de hombros – Las mujeres son complicadas. Tal vez tu hayas entendido. – respondió de lo más casual en voz baja.
La mente de la chica se quedó en blanco. »Como... ¿Como puede ser tan hueco...?« pensó incrédula. Miró de reojo a Izumi, quien parecía concentrada en su tarea. Luego de pensarlo unos segundos, volvió a mirar a los chicos quienes ahora estaban de pie – Creo que están bien. – explicó. Al escuchar esto, los hermanos se miraron entre sí, sonriendo.
– Vayamos a la sala. Tenemos que hablar. – avisó Izumi, llamando la atención de los tres jóvenes. Los hermanos asintieron y le siguieron el paso.
Pero la castaña dudó. Estaba siendo demasiado entrometida con los asuntos de estas personas. Es decir, si; es casi normal debido a la naturalidad de su trabajo, el cual era estar pegada a ellos 24/7. Pero aún así se sentía como una intrusa.
Luego de enterarse indirectamente que los hermanos habían hecho una transmutación humana, no supo que sentir. Ahora estaba consciente del infierno por el que estos dos habían pasado, y sin poder evitarlo su manera de verlos había cambiado por completo.
Antes, su visión de ellos eran niños revoltosos intentando recuperar sus cuerpos. Ahora, son niños desesperados por arremedar su pasado. Podrá parecer simple, pero el solo hecho de cambiar un poco las palabras daba un entendimiento completamente distinto.
Soltó un suspiro pesado a la par que veía a los otros tres perderse por la puerta que llevaba hasta el hogar de los Curtis. Decidió que sería mejor dejarlos hablar de sus asuntos. Miró al rededor y vió como Edward había dejado su maletín en el piso. Negó con suavidad y se agachó para tomar el maletín y llevarlo hasta la habitación de invitados en la cual se habían hospedado la noche anterior.
Dejó el maletín encima de una de las camas, y ella se sentó en la contraria. Con cuidado se quitó su mochila de sus hombros y estiró su cuello en todas las direcciones.
– ¿Que crees qué haces? – escuchó una voz en la puerta de la habitación. Paris se sobresaltó y giró en la dirección de la voz, encontrándose con aquellas orbes ámbar, las cuales se veían en cierto modo confundidas.
– ¿Como que qué hago? – replicó luego de unos segundos – pues ponerme cómoda, ¿que más? – respondió con obviedad.
Edward enarcó una ceja ante la actitud extraña de la chica – Pues deja de hacer eso. Ven a la sala. – avisó, y sin más se puso en marcha.
Paris miró el marco de la puerta como si fuese lo más interesante del mundo. »Oh... entonces quiere que esté presente« divagó. Aún estando un poco desconcertada, se levantó de su lugar torpemente y siguió los pasos de Edward.
Llegó hasta la sala y divisó dos muebles dobles con una mesa de café de por medio. En uno de ellos Izumi estaba sentada, y Alphonse estaba sentado en el contrario, enfrentando a la azabache.
– Tu no has visto 'la verdad' ¿no es así Al? – escuchó a Izumi hablar, por su puesto la conversación ya había iniciado.
En silencio, la castaña tomó asiento al lado de Izumi, ya que naturalmente Edward se había sentado al lado de su hermano.
– Así es... no tengo ni la menor idea de lo que eso significa – respondió la armadura.
Paris hizo memoria. »'La verdad'... ¿esa es la puerta de la que me habló Michael?« pensó a la par que ponía atención a la conversación.
Izumi posó una mano en su barbilla, pensativa. – Bueno... es posible que hayas perdido la memoria debido al shock. – Alphonse asintió. – ¿Por qué no intentamos recuperar tu memoria? – ofreció, llamando la inmediata atención de los Elric. – Es decir, todo tu cuerpo fue tomado, es imposible que no lo hayas visto.
– ¡Es cierto! – afirmó Edward sorprendido. – ¡Si la tarifa de nosotros dos solo fue alguna parte de nuestros cuerpos y aún así logramos ver cierta parte de la verdad, Al tuvo que estar mucho más expuesto a ella en relación a lo que el pagó! – explicó.
Paris se cruzó de brazos, escuchando atentamente... siempre dió por hecho que ella había pasado por esa puerta para llegar a este mundo, pero nunca tuvo ninguna memoria de ello, o al menos no creía tenerlo. ¿Sería posible que ella también perdiese cierta parte de sus memorias? ¿Ella también había visto 'la verdad'?
– Entonces... una vez que mis memorias regresen, ¡tendremos algún tipo de pista para recuperar nuestros cuerpos! – afirmó la armadura.
Izumi frunció su ceño, pensando con aún más intensidad – Bueno, técnicamente si... pero recordar algo como eso... – murmuró, a la par que un par de gotas de sudor bajaban por su frente.
Edward puso la misma expresión, mirando a su hermano – Hmm. Si, si.
Alphonse se alteró al instante – ¡¿Qué?! ¡¿Acaso es algo malo?!
Izumi intentó expresar el sentimiento con lenguaje corporal, mientras serpenteaba sus brazos de arriba a abajo incómodamente – No es tanto como malo... pero terrible... – explicaba la complicada memoria.
Edward de nuevo copió la acción de la azabache – Si, si. Terrible. – serpenteo sus brazos hacia arriba.
Tanto como Alphonse y Paris los veían con cierta preocupación.
– Es posible que tu mente se quiebre. –avisó Izumi en un tono sombrío.
– Es tanta información en un segundo que sentirás tu cabeza explotar. – siguió Edward en el mismo tono.
Alphonse cerró sus puños con fuerza, determinado – Aunque todo eso sea posible... si significa encontrar algún tipo de pista para recuperar nuestros cuerpos; quiero hacerlo. – sentenció, mandando escalofríos por las espaldas de los presentes. Pocas veces lograbas ver a Alphonse así de serio y decidido.
Izumi miró al menor por un momento – De acuerdo. – asintió. – Déjame preguntarle a alguien que conozco sobre cómo recuperar tu memoria. – los hermanos al oír esto, se emocionaron instantáneamente.
– Esto... – intervino Paris, ganando la atención de los presentes – Si Al recupera sus memorias de 'la verdad' – hizo comillas con sus manos para enfatizar el nombre. – ¿Eso significa que también será capaz de transmutar cosas sin necesidad de un círculo? – hizo el ademán de transmutación que Edward normalmente hacia. Juntó sus palmas y las pegó al sofá en cada lado de sus piernas.
– Pues... creo que si. – comentó Edward mientras tomaba su barbilla, pensando.
– ¡Eso sería genial! – exclamó el menor, pues para él era una sorpresa.
Paris miró a los hermanos y sonrió muy levemente »Bueno... nuevo plan. Investiga si tienes alguna pérdida de memoria y descubre si hay alguna manera de volver a pasar por esa maldita puerta« pensó irónicamente. Pero estaba agradecida, desde que empezó a juntarse con los Elrics no hacía más que descubrir cosas importantes para poder volver.
– Pero antes de eso, primero cenemos, ¿de acuerdo? – propuso Izumi mientras se levantaba de su asiento. Los jóvenes asintieron llenos de energía.
•••
Al día siguiente, Izumi no se tardó en decirles a los jóvenes que no se iban a quedar de gratis en su precioso hogar. Los puso a hacer unas cuantas tareas para que no estuviesen holgazaneando todo el día, si no iban a estar entrenando.
Mientras Edward y Alphonse se encargaban de barrer los alrededores del hogar y la carnicería, Paris se encargó de comprar algunos recados que Izumi le pidió.
La castaña recorrió la zona comercial de Dublith, buscando por distintas verduras y proteínas. Llevaba en mano una cesta con una lista atada, para que no se le olvidase nada.
En los pocos días que se habían hospedado en el hogar Curtis, había notado la habilidad culinaria que Izumi tenía. No solo eso, si no también el gustillo que tenía al hacer comidas variadas para sus visitantes.
Se le notaba que disfrutaba tener la compañía, solo que por su puesto lo mostraba a su manera y en pequeñas acciones. Y Paris podía notar eso.
– Muchas gracias, que tenga un buen día. – sonrió amablemente, pagándole al dueño de la tienda el arsenal de verduras que había comprado.
Salió del pequeño recinto con la canasta que Izumi le había dado y una bolsa de papel que cargaba apoyada en su torso. Ambas manos iban ocupadas y su vista se dificultaba un poco debido a que la bolsa era sumamente larga.
»Si me vas a dar algo para cargar las compras, asegúrate de que sea suficiente...« pensó cansada. Por su puesto aquella bolsa tuvo que comprarla de imprevisto ya que en la canasta no cabía todo lo que la azabache la mandó a comprar.
Una vez que compró todo lo necesario, empezó a caminar de vuelta al hogar Curtis. Iba caminando lenta y torpemente debido al peso que cargaba en cada brazo.
En un descuido, por poco se tropieza con sus propios pies, pero unas manos milagrosas lograron sostener la bolsa y a la chica por el hombro antes de que cayesen.
Paris miró apenada a su salvador y se disculpó – ¡Lo siento mucho! No veía por donde andaba.
– No es nada. – respondió de vuelta el extraño desinteresado, mientras que con cuidado volvía a dejar la bolsa en las manos de la castaña. – ¿No necesitas ayuda con eso?
Paris le dio un mejor vistazo al extraño, y por un momento se sintió intimidada. Su cabello puntiagudo color azabache, unos lentes de sol circulares a juego con sus pequeños ojos color magenta y dientes afilados como los de un tiburón, le daban un aspecto ciertamente de miedo.
El hombre no se quedó atrás. El mismo segundo que Paris se intimidó por su apariencia, él se centró en cierto punto del rostro de la muchacha.
Un silencio incómodo se formó, el cual no duró mucho, pero tuvo tanta presencia que el aire se tornó denso.
– E-eh... muchas gracias. – se apresuró a decir la castaña y empezó a caminar de nuevo, con un paso un poco más apresurado.
Un pequeño calor se arremolinó en su pecho. No sabía como, pero definitivamente sentía la mirada de aquel sujeto clavada en su espalda. Le ponía los pelos de punta.
Caminó hasta por fin perder de vista al extraño y llegar hasta su destino. Entró a la carnicería y divisó al señor Sig organizando la exhibición de la vitrina.
– Buenas~ – saludó Paris automáticamente, llamando la atención del hombre.
– Oh. Ya llegaste. – comentó Sig al ver a la chica – Pasa adelante y deja eso en la cocina, por favor.
Paris asintió y acudió. Entró por la puerta que daba paso a la casa y caminó hasta la cocina, encontrándose a Izumi limpiando las estufas a fondo.
Izumi alzó la mirada y sonrió levemente al ver como la chica posaba todas las compras en el mesón de la cocina a la par que dejaba un suspiro salir. – Muchas gracias hielitos.
Paris pensó que había odio mal, y volteó a todas las direcciones posibles, buscando al único ser humano (si es que se le puede decir así al piojo ese) que la llamaba de esa manera. Pero nada. Había sido la mujer al frente suyo quien la llamó por ese apodo...
– ¿Pasa algo? – preguntó la azabache, confundida.
La castaña volteó rápidamente hacia Izumi sonriendo nerviosamente – ¡N-No es nada! Y tranquila, tampoco me gusta estar tomando espacio en su casa sin aportar por lo menos un poco de ayuda. – explicó mientras se alejaba del mesón y estiraba sus atrofiados brazos.
– No te preocupes por eso. – negó amablemente la azabache, a la par que dejaba la esponja de lado y tomaba un trapo húmedo, para empezar a remover el montón de espuma y jabón rodeando las estufas. – ¿Podrías asegurarte si los hermanos idiotas están haciendo su trabajo? Conociéndolos de seguro ya están metidos en algún problema.
Paris asintió y acudió al pequeño favor pedido por Izumi. Como quedaba más cerca, salió por la puerta trasera, encontrándose de lleno con Edward mientras barría perezosamente el camino de cemento que separaba la puerta con la calle.
– ¿Todo bien por aquí? – preguntó la castaña mientras cerraba la puerta detrás de ella.
Edward al escuchar la voz de Paris, alzó la vista desinteresado y como pudo, apoyó una mano en la punta de la escoba y apoyó su peso en ésta. – Pues limpiando. ¿Que podría salir mal? – respondió con sarcasmo directo.
– Ah~ no lo sé. Es que conociéndote, más bien me sorprende que estés tan tranquilo o que aún no te hayas roto alguna prótesis. – respondió la chica de igual manera, a la par que se acercaba al contrario a paso casual.
Edward rodó los ojos y continuó con su tarea. Decidió ignorar el comentario de la muchacha, ya que muy en el fondo, a él también le sorprende.
– ¿Has visto a Alphonse? – preguntó Paris luego de entender que el rubio decidió ignorarla.
– Creo que está al frente de la carnicería. Barriendo al igual que yo. – respondió simplemente.
La castaña asintió y se volteó para volver a entrar por la puerta – ¡Ah! Casi se me olvida. – detuvo su paso y volvió a enfrentar al rubio, quien la miró por el rabillo del ojo mientras seguía con su tarea. – ¿Podrías dejar de llamarme hielitos? Hasta a Izumi se lo has pegado.
Edward al oír esto, no pudo evitar sonreír victorioso. – ¿Lo ves? Sé elegir apodos.
Paris achicó sus ojos, juzgando muy seriamente al más bajito – Pero yo odio ese apodo.
– Y yo odio que me digas pul... – se atragantó con su propia saliva. – p-pul-g-g....
Paris solo apreciaba como una sonrisa socarrona mental como el rubio sufría al intentar decir aquella palabra que hería su ego. Enarcó una ceja divertida y sus ojos se encontraron con los orbes ámbar del chico. Empezó a mover sus labios exageradamente, vocalizando en silencio la palabra que Edward estaba intentando pronunciar.
El rubio frunció su ceño al ver como la chica no hacía más que burlarse de él – ¡Eso mismo! – gritó molesto. – ¡Ni lo tengo que decir porque sabes lo que quiero decir! – se enredó con sus propias palabras mientras con un dedo apuntaba hacia Paris, a quien la sonrisa se le ensanchaba. Carraspeó su garganta. – ¡A lo que me refiero es que sé que tu jamás dejarás de llamarme "eso"! ¡Así que tú para mi para siempre serás hielitos! ¡O LO QUE SEA QUE TE MOLESTE MÁS! ¡UNA MALDITA SIMBIOSIS DE INSULTOS!
Paris puso sus brazos en jarra, mirando con genuina diversión al rubio. – Vaya. En serio disfrutas hacerme enojar.
Edward la miró por un segundo fijamente – No te hagas la santa. Tu eres igual.
Paris se encogió en su lugar debido a lo cierto que eso había sido. No había manera de contrarrestar aquello, porque ambos eran culpables de dicho crimen.
Soltó un suspiro y se despidió del rubio. La idea era chequear si estaban haciendo sus deberes, no distraerlos de ellos.
Entró de nuevo a la casa para así por fin ir al frente de la carnicería, a ver si encontraba al menor de los hermanos.
Pero de la nada le llegó. Se percató de un pequeño pero terrible detalle.
"Siempre"
Aquel había sido el adverbio utilizado por el rubio.
"– ¡Así que tú para mi siempre serás hielitos!"
Aquellas habían sido las palabras exactas que utilizó el muchacho para formar dicha oración. Paris por un momento sintió marearse, pero instantáneamente se le pasó.
»D-de seguro ni lo pensó... no le des tantas vueltas« pensó en un intento de recomponerse. Tuvo que presionar sus labios juntos para no hacer algún tipo de mueca...
Aunque dicen por allí que las muecas suelen ser sonrisas reprimidas... ¿pero que sabrá la narradora? *guiño, guiño*
Cuando por fin llegó al frente de la tienda, divisó a Alphonse estático sosteniendo la escoba en una mano. Se suponía que debía estar barriendo el frente del recinto, pero algo más tenía su atención.
La armadura no la había visto, y al parecer tampoco la había oído.
Al ver la oportunidad perfecta, Paris intentó caminar con sigilo en dirección hacia el menor, procurando que sus pies no hiciesen el mínimo ruido.
Al estar lo suficientemente cerca de la espalda de la armadura, pudo ver que por sobre el gran hombro del chico sobresalía el rabillo de una hoja que parecía haber sido arrugada. Alphonse estaba ocupado leyendo el contenido en la hoja. Y estaba tan concentrado que a pesar de que la muchacha estuviese a sólo centímetros de él, aún no la había notado.
Paris abandonó su idea de asustarlo, y más bien su curiosidad entró sin más – ¿Al? ¿Que es eso? – preguntó, ganándose un pequeño saltito de sorpresa por parte del menor.
– ¡Ah! ¡Paris-san! ¡Casi me matas de un susto! – exclamó a la par que volteaba a enfrentar a la muchacha.
Paris lo miró de arriba a abajo, inspeccionándolo. Parecía estar bien. – ¿Está todo bien? ¿Qué es esa hoja?
Alphonse sabía que no iba a ser capaz de ocultarle aquello que había leído en aquella extraña carta a la muchacha, así que rendido, simplemente le entregó el pedazo de papel a la contraria.
Paris lo tomó en manos y leyó en voz alta – "Sabemos tu secreto. Ven al Devil's Nest." – su ceño se frunció inmediatamente. Aquello tenía toda la pinta de ser específicamente dedicado para el menor. Alzó la vista para encontrarse con la mirada expectante de la armadura. – No.
Alphonse lloriqueó mientras flexionaba levemente sus rodillas y juntaba sus palmas. – ¡Aawww vamos! ¡Ni si quiera sabemos a qué se refieren con "secreto"! – exclamó, suplicándole a la muchacha – ¡Además! ¡Podría ser una oportunidad para recuperar mi memoria!
Paris lo miró indecisa. Aquello parecía de todo menos una buena idea. – Al... no lo sé.
El menor suspiró y se enderezó. Miró fijamente a la muchacha quien aún no sabía que hacer. – Espero que no suene rudo pero... iré de todos modos. Con o sin ti.
Paris tragó en seco. Había olvidado por completo la posibilidad de que Alphonse podía ser igual de terco que su hermano.
»Además... sabes que no es tu lugar decirles que hacer« pensó rendida.
Vió como la armadura soltaba la escoba en el piso y se encaminaba hacia los adentros del pueblo, decidido a encontrar el dicho Devil's Nest.
Paris dudó por un segundo, quiso entrar a la casa y avisarle a todo el mundo lo que Alphonse quería hacer, pero si lo hacía lo iba a perder de vista en un segundo.
Soltó una maldición y se echó a correr para alcanzar al menor.
– Al, juro por mi madre, mi padre, mi gato y todo lo que amo en este mundo que si pasa algo, la culpa es completamente tuya. – avisó la castaña preocupada. No estaba realmente intentando inculpar al menor, pero dejarle en claro que esta era su idea y ella solo cumplía con su maldito trabajo.
– Entendido capitana – afirmó la armadura asintiendo. – Espera. ¡¿Tienes un gato?!
– De vuelta en casa... si.
El menor chilló de emoción, y empezó a decirle que tenía que conocerlo en algún momento.
Alphonse fue preguntando a algunas personas en los alrededores a ver si alguien conocía el tal Devil's Nest. Hasta que por fin les dieron la dirección.
Tuvieron que aventurarse un rato entre los callejones del pueblo. Parecía ser que Devil's Nest era un lugar demasiado oculto.
Cruzaron en una esquina, hasta que su campo de visión fue invadido por cuatro individuos. Un hombre calvo y bajito que vestía con lo que parecía ser un trapo viejo, cubriendo todo su cuerpo como una toga. Otro hombre que tenía toda la pinta de ser un samurai, con las ropas típicas de uno y hasta una katana traía consigo atada en su cinturón. Otro hombre robusto de cabello blanco, que vestía con lo que parecía ser una especie de traje verde oliva, y de seguro era igual de alto que Alphonse. Y por último, una chica rubia de pelo corto que vestía con una camiseta sin mangas completamente pegada al cuerpo, y unos vaqueros anchos siendo mantenidos en su lugar por un cinturón fuertemente atado a su cintura.
Los cuatro parecían listos. Ellos los estaban esperando.
Paris instantáneamente metió sus manos en sus bolsillos, teniendo a mano sus guantes por si acaso.
– ¡Te hemos estado esperando querido visitante! – exclamó amigablemente el hombre de la katana.
Alphonse avanzó un hasta quedar a una distancia prudente de ellos, y desdobló el papel que había tenido todo el tiempo en su mano. – ¿Son ustedes las personas que conocen mi secreto? – preguntó, sonando más tranquilo de lo que en realidad debería estar.
– ¡Así es! – afirmó el tipo de la katana, de nuevo. Empezó a acercarse tranquilamente hasta Alphonse – ¡Sabemos un montón de cosas! – añadió, aún en ese tono amigable.
Y hubiese seguido avanzando, si no hubiese sentido la intención hostil que emanaba la chica al lado de la armadura. Paris no había hecho nada. No se había movido ni un centímetro. Pero el hombre supo... o mejor dicho; sintió que sería peligroso acercarse más hacia ellos, así que se detuvo en su lugar.
– A mi también me gustaría saber cual es mi secreto... – murmuró Alphonse por lo bajo, un poco ido.
– ¡Eso lo hace aún más simple! – sonrió el hombre. – Solo ven con nosotros.
Paris estuvo apunto de intervenir y decirle a Alphonse que sería mejor irse de allí cuanto antes, pero la armadura se adelantó – Pero mi maestra me enseñó que nunca debería ir con extraños.
Paris miró a Alphonse. Incrédula. »Bien hecho Izumi... pero decir algo como eso en esta situación es un poco...«
El hombre puso una mueca de fastidio – Oye... ¿cuantos años tienes? – preguntó.
– Catorce.
Sonrió de nuevo – ¡Catorce ya es una edad en donde puedes empezar a pensar por ti mismo! No puedes ir por allí y decir 'mi maestra esto mi maestra aquello' ¡eso es para niños pequeños!
Alphonse vió al hombre de la katana justo al frente suyo por un segundo – ¡Es cierto! – exclamó ante la revelación. – Debo empezar a pensar por mi mismo...
Paris soltó un suspiro de alivio – Bien hecho Al... ahora vámon—
No pudo continuar con su oración cuando vió a Alphonse propinarle una patada al tipo que lo mandó volando, hasta caer de espaldas al piso.
– ¡AL! ¡¿SE PUEDE SABER QUE MIERDA TE PASA POR LA CABEZA?! – gritó la castaña al entender lo que había hecho. Se colocó sus guantes lo más rápido que pudo.
Alphonse volteó a ver a la chica inocentemente – Bueno... ahora que empezaré a pensar por mi mismo, pienso que lo mejor es atar a estos tipos y preguntarles sobre mi secreto. – apuntó como un niño pequeño hacia los ahora hostiles sujetos.
El hombre se volvió a levantar de su lugar, y desenvainó su katana – Entonces haremos esto de la manera difícil... ¿Hah?
Alphonse sin previo aviso, se abalanzó hacia el hombre y le dio un puñetazo en toda la cara tan fuerte que posiblemente le rompió la nariz debido a la cantidad de sangre que soltó.
Pero el tipo fue más rápido y antes de apartarse, logró que su katana se resbalase entre la cabeza y la armadura de Alphonse y de un solo movimiento, le quitó el casco.
– ¡Al! – Paris al ver esto, corrió a su socorro, pero la mujer rubia fue más rápida y como si de una serpiente se tratase, se adentró a la armadura del joven con una agilidad impresionante.
– ¡AH! ¡¿HAY ALGUIEN DENTRO?! – gritó el menor horrorizado al sentir una intrusa dentro de su armadura.
– ¡No te nuevas! – exclamó Paris mientras de un salto se montaba en los hombros de Alphonse y se asomó por el hueco del cuello del menor. Vió a la mujer estirando sus largos brazos por las extremidades del joven, dificultándole el movimiento. Paris intentó alcanzar a la mujer con su mano derecha para congelarla, pero algo la tomó del cuello y la jaló hacia atrás, provocando que cayese dolorosamente de espaldas al piso. – ¡¿Que mierda?! – cuando pudo visualizar mejor, estaba siendo ahorcada por una cola de lagartija, que salía de la espalda baja del tipo bajito y calvo.
Paris pataleó y se removió eufóricamente para intentar zafarse, hasta que se le ocurrió la maravillosa idea de morderlo con todas sus fuerzas.
– ¡AH! ¡Eso duele! – lloriqueó el calvo a la par que soltaba a la castaña y traía su cola de vuelta a el.
Paris se levanto de su lugar y en un movimiento pateó al calvo en la cara, desequilibrándolo y provocando que cayese al suelo.
Volteó a ver hacia Alphonse, y lo vió siendo retenido en el piso por el hombre robusto. Más atrás de ellos, el tipo de la katana se estaba acercando con intenciones de atacarla a ella. Escuchó como el tipo calvo también se estaba recuperando para seguramente atacarla. La situación no pintaba para nada bien.
– Mierda... – maldijo al aire, y su mano izquierda se tensó. Era ahora o nunca. – Lo siento... – tomó una gran bocanada de aire y con un pequeño chasquido de su mano izquierda, la situación cambió.
Los presentes de la nada empezaron a notar una picazón en sus gargantas, y la tos no tardó en llegar.
– M-maldita... ¿que hiciste...? – habló ahogado el tipo de la katana. Sentía que perdía sus fuerzas y se tuvo que arrodillar en su lugar, presionando fuertemente su pecho. No podía sentir nada de aire entrar en sus fosas nasales.
Paris al ver que había funcionado, intentó moverse hacia Alphonse para salir de allí, pero de nuevo fue detenida. Sintió algo afilado puesto en su cuello.
– Detén esto, ahora mismo. – demandó una voz detrás de ella.
Paris dudó por un segundo, pero al sentir el objeto afilado siendo aún más presionado contra su piel, no tuvo más opción.
El oxígeno que había sido removido del área, fue devuelto con un pequeño movimiento de su mano.
El aire volvió a los pulmones de los presentes, incluso para los de Paris.
Se pudo escuchar la respiración pesada de todos los presentes, al sentir el ardor de sus pulmones aliviarse.
– ¿Que... fue eso? – preguntó Alphonse desconcertado, aún siendo retenido por el hombre robusto. No había captado muy bien que estaba pasando, debido a que el no había sido afectado.
– ¿Que mierda fue lo que hiciste? – el hombre de la katana aún respirando dificultosamente se acercó hasta la castaña y la amenazó con la punta de su espada.
Paris no respondió, sólo se dedicó a mirar al tipo despreciablemente.
– Vaya vaya... tenía mis dudas pero... – el hombre detrás de ella, aún sin quitar la navaja de su cuello, cuidadosamente alcanzó la mano izquierda de Paris y le quitó el guante negro. – Todo concuerda. – prosiguió a quitarle su guante derecho también. La castaña intentó zafarse del agarre del sujeto pero solo logró hacerse un leve corte en su cuello – Hey... no te muevas nena. Te vas a hacer daño.... Dolcetto. – el hombre llamó al tipo de la katana y este acudió. Relevaron lugares y esta vez era el tal Dolcetto quien retenía a Paris con su katana puesta en el cuello de la muchacha.
– ¡Déjenla ir! ¡Su asunto es conmigo ¿no es así?! – exclamó Alphonse desde el piso.
El recién llegado caminó hacia el frente, y Paris por fin pudo apreciar de quien se trataba. Era el hombre con el que se había encontrado más temprano.
El azabache miró la armadura y sonrió plenamente – ¡Wow! ¿Vienen juntos? – preguntó retóricamente, admirando la escena. – ¡Jackpot! ¡Premio doble señores! – exclamó con genuina felicidad.
Paris gruñó y lo miró con ferocidad – Óyeme. No se cual sea tu asunto con Alphonse y conmigo pero espero que sepas que no se saldrán con la suya. ¿De que mierda se trata esto? ¿Y que criaturas tan extrañas son ustedes? – escupió la castaña.
El hombre volteó para enfrentar la mirada desafiante de la muchacha – Son quimeras, y trabajan para mi. – reveló el hombre.
Paris y Alphonse ahora entendieron porque todos eran tan raros y tenían habilidades fuera de lo común.
– Llévenlos adentro muchachos. – avisó el de lentes de sol, y los demás acudieron. Primero empezaron con Alphonse, ya que la armadura había empezado a forzajear.
– ¡No! ¡No! – exclamaba Alphonse mientras intentaba zafarse de las manos de aquellos tipos, pero con la mujer dentro de su armadura dificultando su movilidad, se le hacía imposible.
– Hey chico, mejor quédate quieto si no quieres que la pequeña Emma salga lastimada. – amenazó el de lentes de sol.
Paris juro sentir como su sangre se congelaba al oír ese nombre. – ¿C-como...?
– ¿De quien hablas...? – murmuró la armadura, pero no pudo decir más nada ya que lo habían forzado a entrar al recinto llamado Devil's Nest.
Afuera solo se quedaron Dolcetto, el tipo de lentes de sol y Paris.
El hombre miró a Paris, confundido. – Oh. No me digas que vas por otro nombre para ocultarte. – comentó con falsa preocupación.
Paris estaba en completo shock. No tenía ni la menor idea de cómo reaccionar a aquello. El sabía. El conocía a Emma. Y pensaba que ella era Emma.
La reacción de la muchacha no ayudaba en nada, ya que era un completo libro abierto.
– Llévala adentro Dolcetto. – ordenó, y Dolcetto acudió. Paris se dejó llevar pacíficamente, ya que su mente no estaba presente en ese momento.
Se había metido en tremendo embrollo.
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Explicación importante sobre el guante izquierdo de Paris;
Como ya había explicado antes, básicamente manipula el oxígeno. La materia (en este caso, átomos) no puede ser completamente destruida. Solo cambia de forma o se desplaza a otro lugar. Paris es capaz de remover el oxígeno del lugar, pero no es capaz de destruirlo. Así que, cuando ella remueve el oxígeno, no lo está eliminando, solo lo está empujando hacia otro lugar. Esto también la hace capaz de devolverlo a merced.
Y por último, es un arma de doble filo. El guante es el epicentro de manipulación. Esto significa que el guante hace efecto en un radio al rededor de ella. Una vez que el oxígeno es removido del sitio, ella también se ve afectada por su efecto, y se encuentra en literalmente el centro del rango de alcance del guante. Básicamente, se encuentra en la posición con más desventaja.
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Bueno, ahora si.
ESTA. MIERDA. SE. PRENDIÓ.
Solo digo; adiós a los días tranquilos.RIP.
Also. Porfa díganme cuándo recibieron la notificación de este capítulo. A ver si el pinche Wattpad sigue en substancias ilícitas. 🙏🏻🙏🏻
Anyways, denle amor a la sepsi estrellita, que no muerde ❤️
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