⊶ 47


– Muy bien. Ya pueden dejar de susurrar cosas al frente mío. ¿Me quieren decir que sucede?

Los hermanos Elric se encogieron en sus lugares del susto. Pensaban que Paris no estaba al tanto de su conversación secreta.

– ¡N-no es nada! – negó rápidamente el menor de los hermanos, se podía notar nervios en su voz.

Paris enderezó su cabeza soñolienta y se estiró en su lugar, había tenido una pequeña siesta en el tren de camino a Dublith.

– ¡¿Desde hace cuanto estás despierta?! – exclamó Edward, pensando que había escuchado sobre lo que estaban hablando.

– Desde hace unos 5 minutos... – respondió con voz ronca a la par que estrujaba sus ojos. Delicadamente coló su mano izquierda por debajo de su parche para lograr dicha acción. Una vez que terminó, bajó su mano de la misma manera para que el parche cayese en el mismo lugar de siempre.

Edward se cruzó de brazos mientras veía atentamente aquella acción. – Pues eso. No pareciera que tu ojo izquierdo esté herido o algo por el estilo.

Paris soltó un pequeño quejido desde su garganta, aún soñolienta no tenía la habilidad de responder debidamente. – Es un accidente qué pasó hace mucho tiempo. – explicó. Los hermanos asintieron levemente, ya que estaban curiosos en lo que iba a decir. – No es exactamente una herida, pero es lo suficientemente feo como para querer taparlo.

– Ya veo... – asintió Alphonse. Se sentía un poco mal por hacer que la castaña contase una historia qué tal vez hubiese preferido no contar. Tal vez perdió su vista o se siente avergonzada de su apariencia debido a ello... Pero lo calmaba un poco el hecho de que ella se veía cómoda al compartir esa anécdota. – Lamento que tengas que recordar eso... solo teníamos curio—

– ¿Y como pasó? ¿Podemos ver?

Alphonse volteó a ver a su hermano rápidamente, para empezar a reprocharle su falta de simpatía. Edward por alguna razón le interesaba bastante saber que había detrás de aquel parche.

Paris se le quedó viendo al muchacho cansada. »Terco es poco para describir a este cabeza hueca... normalmente a todos a quienes les he dicho esa farsa dejan de preguntar inmediatamente« pensó frustrada. – Una pelea. Antes de convertirme en alquimista estatal. – explicó desviando su mirada hacia la ventana. – Y no, no puedes ver.

– ¿Y quedaste ciega o algo por el estilo?

– ¡Nii-san! – reprochó ahora preocupado Alphonse.

– N-no. Aún conservo mi vist—

– ¿Entonces por qué no te lo quitas?

Paris enarcó una ceja y volvió a enfrentar los orbes ámbar del rubio – Oh. Tu aún conservas la mitad de tu pierna. ¿Por qué mierda no te quitas la prótesis? – contraatacó molesta.

Edward al escuchar esto se quedó helado. Eso lo había bajado de las nubes y por fin se dió cuenta de que estaba siendo increíblemente maleducado. Apretó sus labios juntos y recostó su espalda en el asiento con la mirada fija en sus piernas.

Paris notó el comportamiento del rubio y pensó qué tal vez fue muy ruda. – Oye... lo siento pero estabas preguntando cosas que me ponen nerviosa.

– No tienes que disculparte por eso Paris-san... – intervino Alphonse.

Edward negó suavemente desde su lugar. Soltó un gran suspiro y levantó la vista – Está bien. Supongo que me lo merecía. – rascó su nuca nervioso.

Paris alzó sus cejas, incrédula. ¿Estaba de acuerdo? ¿Con ella? ¿De acuerdo con ella?

Por alguna razón aquellas palabras juntas se sentían ilegales. Completamente nuevas, nunca vistas antes y un tanto peligrosas.

Una sonrisa ladina adornó el rostro de la chica – Ojojo... pero mira que tenemos aquí... – se inclinó un poco hacia adelante – ¿Tú? ¿Pensando igual que yo? Wow. El mundo se debe estar acabando.

La antenita en el cabello de Edward se torció a la par que el se encogía en su lugar. Aquello le cayó como un balde de agua fría. – No me hagas arrepentirme, hielitos. – apretó sus dientes.

– ¿Como me crees capaz de hacer algo como eso... pulga?

Y... bueno. Aquel vagón de tren se llenó de insultos estupidos y risas ocasionales. Alphonse intentó detenerlos, pero se empezaba a dar cuenta de que esa era la manera en la que aquellos dos se llevaban.

•••

– Vaya... Dublith es bastante bonito.

– ¿A que si?

Los jóvenes habían llegado a su destino, Dublith. Era un pueblo con bastantes habitantes y en comparación con Resembool, tenía más pinta de ciudad.

No había ningún edificio ni nada por el estilo, pero estaba repleto de calles comerciales, de recintos y de hogares. Por su puesto el pueblo estaba rodeado de montañas, colinas y frondosos árboles. Al igual que había un extenso lago el cual era bastante difícil ver el final. El viento de la naturaleza se coleaba entre las calles del pueblo, trayendo consigo una brisa tibia. Ya que Dublith estaba posicionada en el sur de Amestris, tendía a ser una zona de calor casual.

Edward, Alphonse y Paris se encontraban caminando por aquellas calles. La muchacha era guiada por los hermanos hacia su destinación, ya que era la primera vez que ella visitaba aquel lugar.

– ¿Y como es su profesora? – preguntó inocentemente la castaña, mandando escalofríos por las espaldas de los hermanos.

– P-pues... ¿Como decirlo...? – tartamudeó Alphonse. No estaba seguro si decirle la terrorífica verdad o disimularlo un poco.

– Solo sé que están cagadisimos. – añadió Paris, haciendo que los hermanos voltearan hacia ella negando incontables veces.

– ¡Eso no es verdad! – se quejó Edward.

– ¡Pero si no has dejado de temblar desde que nos bajamos del tren!

El rubio miró hacia abajo y apreció la vista de sus piernas temblando como gelatina. – B-bueno eso tendrá otra explicación...

– ¿A quien quieres engañar nii-san? – Alphonse suspiró y retomó el camino, haciendo que los otros dos lo siguiesen – Estamos básicamente caminando hacia nuestras tumbas... – comentó con un aura sombría.

Edward asintió rendido – Da miedo... la maestra da mucho miedo.

Paris sonrió complacida. – No la conozco pero siento que ya la amo.

– ¿Como puedes decir algo como eso Paris-san?

– ¡Debe ser genial! De seguro es súper fuerte y el hecho de que le tengan miedo es porque les impuso disciplina. – explicó con una sonrisa risueña en su rostro. Los hermanos la veían como si estuviese loca – ¡Suena como alguien a quien admirar por seguro!

Edward suspiró y volvió a mirar al frente – Ya veremos si cambias de opinión...

Siguieron caminando por aquellas calles, hasta que se detuvieron al frente de lo que parecía ser una carnicería. Tenía un cartel arriba con la palabra 'Meat' y por lo que se podía apreciar por las ventanas, habían distintas carnes en exhibición.

– Sería genial si la maestra no estuviese, ¿verdad...? – suspiró Edward de nuevo. Había perdido la cuenta de cuántos suspiros llevaba aquel día.

– Si... tienes razón... – lloriqueó Alphonse.

Paris estaba al lado de los hermanos, solo que mucho más emocionada que ellos.

De adentro del recinto se empezaron a escuchar pasos, los cuales se iban acercando rápidamente. Lo terrorífico de estos pasos era que se escuchaban pesados. Como si un maldito dinosaurio de la prehistoria se fuese a acercar a abrirles la puerta.

Edward y Alphonse se abrazaron entre sí presos del miedo al oír su peor pesadilla acercarse.

La puerta se abrió, y lo primero que fue revelado fue un cuchillo lleno de sangre. Luego, un hombre robusto. Hombros anchos, cuerpo ancho, mirada asesina y barba de machote.

Paris por un segundo dudó. Dudó si realmente fue buena idea venir aquí, y si los hermanos tal vez tenían razón al tener miedo.

Luego vió que el hombre vestía con un delantal que también estaba manchado de sangre. Esto hizo que instintivamente tragase saliva.

»Aquí fue« pensó reteniendo lo mejor que podía sus nervios.

– H-hola... – tartamudeó Edward como pudo hacia el hombre aterrador.

El hombre sin ningún aviso avanzó hasta quedar al frente de los hermanos, quienes no dejaban de temblar y Paris juró haberlos escuchado ahogar un grito agudo.

El potencial asesino de bebés posó su pesada mano en la cabeza de Edward, y empezó a moverla de lado a lado, acariciandolo – Oh. Que sorpresa verte de nuevo. Has crecido bastante. – comentó neutralmente.

Paris quedó en shock por un momento.

La mano de aquel tipo era básicamente más grande que la cabeza de Edward. Abarcaba casi todo su cuero cabelludo. Y era unos centímetros más alto que Alphonse.

Edward sufría en silencio debajo del agarre del hombre. No quería quejarse ya que no sabía que podría pasar si lo hacía.

– E-eh... ¡soy yo! Alphonse... – comentó Al cuando notó que su hermano le pedía ayuda con la mirada. Ganó la atención del hombre – Por favor perdónenos por habernos ido por tanto tiempo...

La mano ahora pasó a la cabeza de la armadura. Empezó a acariciarlo a pesar de que estuviese acariciando metal. – Vaya. Has crecido demasiado. – comentó de nuevo en ese tono neutral.

Paris notó que Alphonse, a diferencia de Edward, disfrutaba del toque. Tal vez fuese porque al tener ese cuerpo no siempre reciba ese tipo de atención.

De la nada, el hombre volteó hacia la presencia desconocida para el, Paris. La castaña al ver esto reaccionó – ¡Buenas! M-mi nombre es Paris... soy una alquimista estatal escoltando a los hermanos Elric... un gusto en conoc—

No pudo seguir hablando cuando sintió aquella mano enorme en su cabeza. La sensación era áspera y sentía que la pesadez de aquella extremidad la iba a aplastar.

Edward al presenciar aquella escena tuvo que taparse la boca para evitar soltar todas las carcajadas que estaban siendo formadas en su abdomen.

Paris, en vez de molesta por el tacto, solo estaba confundida. No sabía que estaba pasando.

– Un gusto en conocerte. – comentó neutral. Apartó la mano por fin y Paris volvió en si.

El hombre los guió por un pequeño callejón al lado de la carnicería, rodeándola. Llegaron hasta la parte de atrás del recinto. Tenía un pequeño espacio donde crecía el pasto. Una puerta de metal junto con una ventana abierta.

Se acercó hasta la ventana y se apoyó en el marco de esta. – Izumi. Los hermanos regresaron. ¿Te puedes levantar?

– Si... hoy me siento un poco mejor. – se oyó una voz femenina desde adentro.

Edward estaba parado al frente de la puerta, Alphonse al lado suyo y Paris un poco más atrás.

– Supongo que debe estar reposando porque sigue enferma... – comentó Alphonse preocupado.

– Creo que no se ha mejorado para nada desde la última vez que la vimos. – añadió Edward.

Paris los escuchaba atentamente. Nunca se imaginó que la maestra a la que tanto temen estuviese seriamente enferma.

De la nada, la puerta trasera se abrió de un portaso, y lo siguiente divisible fue un pie estampándose contra la cara de Edward, mandándolo a volar hacia la pared contraria de la calle.

Paris tuvo que agacharse de puro instinto, o si no el cuerpo de Edward se la hubiese llevado volando también. – ¡¿Pero que mierda?! – exclamó sin entender que estaba pasando. ¡¿A que lugar de locos había ido a parar?!

Lo que parecía ser la maestra de los Elrics salió de la casa a pasos lentos. Un aura sombría la rodeaba y sus ojos brillaban de un color carmesí. Seguramente mostrando su sed de sangre.

– ¡Vaya que eres un pupilo estúpido! – exclamó molesta. Radiaba puro odio y molestia. – ¡Oí que te convertiste en un maldito perro del gobierno!

Edward estaba básicamente noqueado en medio de la calle, así que no pudo responder.

Alphonse sin querer tocó la puerta que había sido abierta, provocando un sonido de metal chocando contra metal. Esto llamó la atención de Izumi, y como si de un demonio se tratase, volteó ahora hacia la armadura.

Alphonse al notar aquella mirada asesina sobre el, se encogió en su lugar y se pegó a la pared temblando, sintiéndose acorralado. – ¡M-maestra...! Ajajajaja.... bueno... ¿c-como se lo explico...? – balbuceó nervioso.

Izumi tardó un segundo en darse cuenta, pero al notar que aquella gigante armadura era Alphonse, su aura asesina se esfumó en un santiamén, ahora revelando su cara. La mujer tenía ojos de orbes tan oscuros que se confundían con el color negro. Las hebras de su cabello azabache estaban atados en dreadlocks y estos atados a una coleta alta, dejando algunos sueltos para enmarcar su cara. Vestía con lo que parecía ser una camisa abotonada larga que llegaba hasta las rodillas, en donde caía como una bata. Pantalones de jean que llegaban hasta un poco más abajo de sus rodillas y en sus pies, sandalias planas con dos letras de adorno en el frente "W.C" – ¿Al? ¡Que sorpresa! ¡Mira cuanto has crecido! – exclamó feliz.

Un cambio de cielo a tierra.

Alphonse suspiró, librándose del miedo el cual lo controlaba hace unos segundos, aliviándose al ver que las intenciones hostiles de su maestra habían cesado. Se acercó tranquilamente hacia la mujer para darle la mano – Pareces estar mucho mej— no pudo continuar, cuando sintió que Izumi en vez de tomarle la mano, agarró su muñeca con fuerza y de un solo tirón, lo alzó del suelo y lo lanzó detrás de ella.

Izumi se cruzó de brazos – Hmp. No han estado entrenando lo suficiente – habló fuertemente, reprochando a ambos hermanos.

Paris seguía agachada en su lugar. No había sido capaz de moverse en ningún momento. La actitud de la mujer le había puesto los pelos de punta.

Izumi por fin cayó en cuenta de la presencia de la castaña, y volteó hacia ella intrigada. – ¿Y tú? ¿Tienes algo por lo cual tenga que darte una paliza también? – preguntó duramente. Paris tragó en seco. Se levantó de su lugar, con una expresión que desconcertó a Izumi. – Oye. ¿Que crees qué haces? – preguntó confundida.

Paris estaba acercándose hacia Izumi con una sonrisa de oreja a oreja en su cara, de pura y llena admiración. – ¡Eres asombrosa Izumi-san! ¡Ya veo por qué los hermanos te tienen miedo! ¡Eres demasiado cool! – exclamó con brillitos a su al rededor.

Su emoción era enteramente real.

– ¡Te faltan tornillos hielitos! ¡¿Casi me matan y te emocionas?! – vociferó Edward quien se acercaba lentamente sobando la parte de su cara que había recibido de lleno la patada de su maestra.

– No exageres. ¡Pero no puedes negar que ella es realmente asombro—

Paris no pudo terminar de hablar, cuando Izumi le dió una patada detrás de sus tobillos, tumbándola al piso. – Eso fue porque no entiendo nada de lo que dices... Y probablemente te lo mereces. – explicó firme.

La castaña ahora en el piso no pudo negar eso, ya que no estaba para nada equivocada.

Además, la admiraba mucho como para si quiera enojarse por haberla atacado. »Sigo pensando que es genial« pensó encantada. ¿Era una pandilla de locos con la cual estaba? Si. Pero siendo sinceros ella también cabía bastante en esa descripción.

Ahora Paris y Alphonse se levantaron de sus lugares lentamente, mientras Edward al fin los alcanzó al pararse al lado de ellos.

– Oiga, pensaba que no se estaba sintiendo bien... – lloriqueó Alphonse.

Una vena sobresalió en la frente de Izumi – ¡¿DE QUE HABLAS?! ¡AHORA QUE USTEDES ESTÁN AQUÍ ME SIENTO—

Sangre.

Un chorro de sangre salió de la boca de Izumi, interrumpiéndola.

Edward y Alphonse soltaron un grito de preocupación. Y Paris se preguntaba si era posible que este encuentro fuese más peculiar.

Al hombre robusto se acercó a Izumi por la espalda y gentilmente posó su mano en su hombro. – No te deberías exigir tanto cariño – le advirtió suavemente, mientras le entregaba lo que parecía ser un pequeño frasco con pastillas.

Izumi se volteó hasta enfrentar a su esposo y lo abrazó tiernamente – No te tienes que preocupar tanto por mi amor~ – respondió como una adolescente perdidamente enamorada.

Ambos se fundieron en un abrazo que creó corazones al rededor.

Los jóvenes alquimistas presenciaban aquella escena... perturbados.

•••

Finalmente fueron invitados a pasar para por fin poder hablar sobre los asuntos que vinieron a resolver.

Se sentaron todos en una mesa de madera redonda, e Izumi les ofreció a todos una taza de té. El salón estaba decorado con algunas plantas y en una esquina había una estantería con algunos libros y decoraciones.

– ¿Y bien? ¿Que es lo que los trae por aquí? – preguntó la azabache mientras tomaba un sorbo de su taza – sé de sobra que jamás pasarían por aquí si no buscan algo.

Edward y Alphonse sonrieron apenados, pues su maestra los conocía bien.

El rubio miró fijamente a su profesora, quien estaba sentada justo al frente de él. – ¿De casualidad sabrá usted algo sobre la piedra filosofal?

Izumi abrió sus ojos, sorprendida. No esperaba esa pregunta para nada. Carraspeó su garganta y relajó su postura – No sé mucho, ya que no tengo el mínimo interés en ella. Probablemente lo que te diga ya lo sepas.

Edward apretó sus puños los cuales estaban apoyados en sus piernas – Ya veo... – bajó la mirada.

Paris entendió la frustración del muchacho, pues ella también se sentía así. Desde que había empezado a andar con los Elric, había tenido más suerte con pistas que guiaran hacia la piedra filosofal. Últimamente se volvía impaciente por encontrarla.

El señor Curtis miró a su esposa al acordarse de algo – Oye... – llamó la atención de Izumi, y ésta volteó a verlo – El otro día conociste a un alquimista en Central City que sabía bastante sobre la piedra, ¿no?

Paris al escuchar esto sus esperanzas volvieron a subir – ¿En serio? ¿Quien era?

Izumi llevó su mano hasta su barbilla, intentando recordar – Hmm... si mal no recuerdo, su nombre era Hohenheim.

Paris sonrió hacia Izumi. Ahora tenían otra pista sobre dónde buscar. Volteó a ver a los hermanos feliz, pero se encontró con Alphonse mirando a Edward preocupado. El rubio estaba temblando de la rabia que estaba conteniendo. Sus dientes apretados y su mirada solo reflejaba odio. – ¿Que pasa? ¿Estás bien? – preguntó, pero quedó en el aire.

– Entonces está vivo... – gruñó Edward por lo bajo, dejando desconcertados a los presentes a excepción de Alphonse.

Izumi se cruzó de brazos y de piernas en su asiento mientras enarcaba una ceja – ¿Alguien que conoces?

Edward no le pudo responder debido a lo ocupado que estaba perdido en sus propios pensamientos. Alphonse al darse cuenta de esto volteó hacia Izumi – Es nuestro padre. – comentó con voz baja.

Izumi suspiró y volvió a mirar a Edward seriamente – ¿El que los abandonó?

Edward al escuchar esto su ceño se frunció aún más, si es que era humanamente posible. – ¡Ese mismísimo cabrón! ¡Es su culpa que mamá esté muerta! ¡Es todo su culpa! – dijo, haciendo su mejor esfuerzo por no ponerse a gritar como normalmente lo haría.

Paris abrió sus ojos como platos en sorpresa. No sabía que estos dos llevaban viviendo esas vidas tan difíciles.

Un silencio tenso reinó en aquella sala. La actitud de Edward los había dejado a todos desconcertados y ciertamente preocupados.

Alphonse al ver que su hermano no tenía intenciones de calmarse, decidió tomar el mismo las riendas – ¿Y qué dijo papá sobre la piedra? – preguntó, intentando omitir su propio dolor al hablar sobre su padre.

– Dijo algo sobre su más grande deseo volviéndose realidad... y también parecía muy feliz mientras lo decía. – recordó Izumi.

Alphonse y Paris escuchaban atentamente las palabras de la azabache, pero Edward ya se había desconectado del presente desde que el nombre de su padre fue mencionado en aquella mesa. Izumi notó esto, y soltó un suspiro pesado. Sin previo aviso se levantó de su lugar acercándose hasta Edward y le dio un puñetazo en toda su coronilla.

Edward reaccionó mientras se quejaba y tapaba su cabeza con sus manos.

– ¡Vamos a comer! – avisó la azabache molesta... por alguna razón.

Edward la miró confundido – De acuerdo...

Paris terminó de beber su té a la par que se cuestionaba que tipo de relación tenían los Elric con Izumi. ¿Como es que llegaron a ser sus alumnos cuando la mujer no había hecho más nada que regañarlos? »Es genial« pensó la castaña con admiración.

•••

Una vez llegada la noche, la cena había sido servida.

Se habían sentado de la misma manera que lo hicieron en la tarde.

Había bastante comida en la mesa, como filetes, ensalada, pan, puré de papas, pasta y arroz. Edward y Paris al ver la cantidad de comida no dudaron en degustarse.

El señor Curtis notó que Alphonse no estaba tan emocionado por la comida como sus dos acompañantes. En cambio, estaba sentado recto y con sus manos en sus rodillas, parecía que tuviese vergüenza de si quiera probar bocado. – ¿No vas a comer nada Al? – preguntó a la par que le daba un mordisco a un filete.

Paris casi se ahoga con su comida al escuchar esto y Alphonse básicamente saltó en su sitio. – ¡E-es que comí mucho en el tren! No tengo hambre jajaja... – respondió nervioso la armadura.

»¿Ellos no saben? ¿Desde hace cuanto no ven a su profesora?« pensó la castaña mientras se limpiaba la boca con una servilleta, avergonzada.

Edward notó que Paris no pensó en cubrir por Alphonse, así que intervino – ¡O-oye! – llamó la atención de su hermano menor – ¿Recuerdas el parto que vimos en Rush Valley? – preguntó emocionado, esperando desviar la atención del tema anterior.

– ¡Por su puesto! ¡Maestra! – la armadura volteó emocionado hacia Izumi – ¡Ayudamos en el parto de un bebé! ¡¿No es asombroso?!

Edward sonrió vagamente mirando a su hermano – Tonto... ¿llamas a eso ayudar? Me cuesta decirlo pero la que realmente ayudó fue hielitos.

Paris lo miró incrédula. ¿Ahora le estaba dando crédito? ¿Que había en el aire el día de hoy?

– ¿"Hielitos"? – repitió Izumi confundida mientras llevaba su mirada hasta la castaña.

Paris sintió que debía decir algo, pero su mente se quedó en blanco – Este... ¿como le explico...?

– Hielitos es su apodo, porque tiene un guante de alquimia de hielo. – explicó el rubio mientras le daba un mordisco a un pan.

– Apodo el cual detesto. – recalcó la castaña mientras miraba de reojo a Edward con desprecio – pero... si; explica bastante bien lo que hago – dijo derrotada.

Izumi miro repetidamente a Edward y a Paris con una leve sonrisa en su rostro. Al menos se divertían.

– Bueno... – volvió a retomar Alphonse, ya que se veía realmente emocionado por seguir contando su relato – La familia ayudó todo lo que pudo y la madre básicamente dejó su alma en ese parto. Todo el mundo es bendecido cuando una persona nace, ¿no es así? – habló risueño.

Izumi miró a Alphonse con un ápice de melancolía en sus ojos, pero lo disimulaba con una pequeña sonrisa – Así es. Así mismo fue como ustedes recibieron sus vidas. Así que por favor siempre siéntanse orgullosos de si mismos. – habló con cierta conciencia en su voz.

Los tres jóvenes se miraron entre sí, a la par que asentían. Esas palabras las tomaron muy enserio.

Una vez que la cena terminó, Edward, Alphonse y Paris fueron llevados a una habitación de invitados. Habían dos camas una en cada lado de la habitación y una pequeña mesa de noche en medio.

– Traeré un Futon para ponerlo en el medio. Lo lamento pero no somos ningún hotel 5 estrellas en donde podemos ofrecer una habitación para cada uno. – habló retóricamente Izumi apoyada en el marco de la puerta.

Paris ya se había sentado en la orilla de una de las camas, Edward había hecho lo mismo pero en la cama contraria. Alphonse estaba de pie de brazos cruzados viendo a su maestra.

– No se preocupe por eso. Más bien le agradecemos su hospitalidad – se apresuró a decir Paris, hablando por los demás.

– De acuerdo. – sonrió Izumi – Ya vuelvo con el Futon. – dió media vuelta y se perdió en los pasillos de su hogar.

– Muy sencillo para ti decirlo hielitos. – se quejó Edward cuando se aseguró que su maestra no los estuviese escuchando.

Paris rodó los ojos y se cruzó de brazos – Yo dormiré en el Futon. A ver si así no te quejas.

Alphonse miró a la castaña – No es necesario Paris-san... – intervino, ganando la atención de la nombrada. La armadura miró a todas las direcciones y se inclinó un poco hacia adelante – Recuerda que yo no puedo dormir... – susurró, y Paris asintió al recordar ese pequeño detalle. – Así que tú te puedes quedar con la cama. No la necesito.

– Al, a veces eres demasiado bueno. – comentó Edward mientras se quitaba sus botas. – Te ofrecen la cama y la niegas...

– Al menos el es un caballero, no como otros. – respondió Paris con un tono sarcástico.

– Como sea. – Edward rodó los ojos y se recostó en la cama con sus brazos detrás de su cabeza, utilizándolos de almohada. Un gruñido salió de su garganta al liberar la tensión de su cuerpo – Wah... de verdad que viajar en tren te deja exhausto.

Alphonse rió levemente – Al menos ahora podrás descansar.

Paris soltó un pequeño suspiro y se levantó de la cama mientras tomaba su mochila. – Iré a cambiarme por algo más cómodo. Ya vuelvo. – avisó mientras salía por la puerta de la habitación y se dirigía al baño que previamente Izumi le había enseñado en donde quedaba.

– De acuerdo~ – respondieron los hermanos al mismo tiempo neutralmente.

Unos segundos después de que Paris saliese de la habitación, Izumi volvió con el nombrado Futon. Con cuidado lo colocó en el medio de las camas junto con una almohada y una sábana. – Listo. Eso debería ser suficiente. – concluyó mientras se enderezaba en su lugar – ahora los dejaré descansar. Que tengan buenas noches pupilos estúpidos – se despidió y cerró la puerta detrás de ella.

Alphonse se quedó viendo la puerta, y luego soltó una pequeña risa – No ha cambiado nada, ¿no es así?

Edward vió de reojo a su hermano y sonrió levemente – Tienes razón. No ha cambiado ni una pizca. – sin poder evitarlo, ambos se sumergieron en un mar de recuerdos. Específicamente cuando la conocieron por primera vez.

– ¿Recuerdas lo asombrosa que se vió cuando salvó a nuestro pueblo de ser inundado? – comentó Alphonse mientras se sentaba de piernas cruzadas en el Futon.

– Por su puesto que lo recuerdo. – respondió Edward con un poco de emoción – O como la loca esa nos dejó varados en una isla por todo un mes.

Alphonse se rió – Eso jamás lo olvidaré. En realidad pensé que moriríamos en la primera semana.

– ¡Yo también! – siguió Edward – Estaba tan hambriento y alucinando que primero te mordí el brazo pensando que eras carne asada y luego me comí unas hormigas... – dijo, para luego quedarse pensando unos segundos – honestamente, ¿como fue que sobrevivimos esa prueba del infierno? – analizó divertido.

– Pues... – pensó el menor – todo es uno, y uno es todo.

Edward sonrió al recordar esa frase – Todo es el mundo.

– Uno es "yo" – concluyó la armadura.

Reinó un silencio cómodo en la habitación. Ambos atesoraban demasiado aquellas memorias y no se dieron cuenta lo mucho que necesitaban sumergirse en ellas.

El sonido del pestillo de la puerta girando los sacó de sus memorias, y automáticamente voltearon a la puerta. Vieron a Paris entrando a la habitación con su mochila en la mano.

Edward se quedó callado unos segundos. Por alguna extraña razón sus ojos no se podían apartar de la recién llegada.

Sintió una oleada de calor correr por su cara a la par que su corazón se aceleraba levemente, pero rápidamente su subconsciente interrumpió ese sentimiento y lo intercambió por una sonrisa sarcástica.

– ¿Gatitos? ¿Es enserio? – se burló. – ¿Cuantos años tienes, cinco?

Paris lo miró mal mientras entraba al cuarto y cerraba la puerta detrás de ella. – ¿Tienes algún problema? – lo retó. Caminó hasta su cama y dejó la mochila al lado.

– Si. Es exageradamente diabético. – respondió mientras hacía una mueca de asco.

– ¡Pero si es adorable! – se quejó Alphonse, defendiendo a la castaña.

– ¡Gracias! – comentó exasperada Paris mientras se sentaba de piernas cruzadas en su cama.

Básicamente, a Edward le había encantado como se veían las pijamas aniñadas en la chica, pero su propio subconsciente lo traiciona y automáticamente su respuesta es la contraria a lo que piensa.

Paris vestía un top holgado de mangas largas de un color rosa pálido, con un gato estampado en su pecho. Junto con esto, traía unos pantalones largos, holgados y finos de patrones de cuadros, que hacía juego con su top. Su cabello que usualmente traía atado en un chongo, ahora estaba completamente suelto y por alguna razón más desarreglado de lo normal.

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– Las pijamas son mis prendas favoritas. Son cómodas y pueden tener el patrón más loco, estúpido o tierno que quieras, porque al fin y al cabo solo las utilizas para dormir. – Paris empezó a dar un discurso con pros y contras sobre por qué las pijamas son la prenda de ropa más versátil y útil de todas – Es decir; ¡Puedes utilizar cualquier ropa que se te de la gana! ¿Y si alguien dice que tu vestimenta es rara o inapropiada? ¡Tienes las excusa perfecta! ¡Son pijamas! – seguía la chica, con tal vez demasiada pasión – además de que son malditamente cómodas. Desearía poder andar en pijamas por la vida.

– Vaya... nunca lo había visto así. – Alphonse escuchaba atentamente las incoherencias de la chica, mientras anotaba algo en su pequeña libreta que siempre traía consigo. – Anoté que cuando recupere mi cuerpo, compraré más pijamas. – Paris sonrió complacida.

Edward se apoyó en sus codos, aún estando acostado boca arriba, de manera de que su espalda se levantase un poco – ¿En serio Al? – preguntó incrédulo – esperaba más de ti hermanito. – miró de reojo a la muchacha, quien le sacó la lengua juguetonamente.

Paris estaba de buen humor, ya que veía que Alphonse compartía su manera de pensar y hasta había hecho que pensase más a futuro.

Edward abrió sus ojos como platos ante una pequeña sorpresa. No lo había notado hasta ahora, pero se levantó por completo quedando sentado en la cama. Sus ojos fijos en la cara de Paris.

Paris notó que los orbes del rubios estaban clavados en ella, y se removió en su lugar un tanto incómoda. – ¿Vas a seguir criticando mis pijamas, eh? – intentó desviar la atención de Edward, pero no lo logró.

– T-tu parche... ¿te lo quitaste...? – murmuró Edward mientras señalaba su propio ojo izquierdo con suavidad.

Paris desvió su mirada hacia la ventana que estaba en los cabeceros de las camas – Pues claro. No duermo con él puesto. – respondió un poco avergonzada, aunque intentaba hacerlo sonar bastante obvio.

Alphonse tampoco había notado ese detalle, y no se había dado cuenta si no hasta que su hermano lo había mencionado.

Es verdad que la castaña no tenía su típico parche puesto, pero tampoco había abierto su ojo izquierdo en ningún momento.

Edward seguía mirando fijamente la cara despejada de Paris. Esta vez ni su subconsciente pudo contrarrestar esa acción, ya que sin realmente darse cuenta se había quedado un tanto embobado al ver el rostro entero de la chica.

Le parecía, "lo suficientemente interesante como para admirar" se decía a sí mismo.

Un tanto idiota el niño si me preguntan a mi, pero la narradora no debería hacer ese tipo de comentarios.

– Si me permites, Paris-san... – comentó Alphonse, llamando la atención de la nombrada – no se ve como si tuvieses algún tipo de herida... – dijo con un poco de nervios en su voz. Ellos habían tenido una conversación parecida ese mismo día más temprano, pero no pudieron evitar retomarlo.

– B-Bueno... eso es porque—

– Nos estás ocultando algo de nuevo, ¿no es así? – interrumpió Edward, mientras se sentaba de piernas cruzadas en su cama. Su voz sonó un tanto firme, pero no parecía molesto.

La castaña enfrentó los orbes ámbar del chico, y sintió que la pudo leer como un libro abierto. Apretó sus labios y bajó su mirada, esperando que el rubio se molestase de nuevo con ella.

Edward notó lo incómoda que estaba al hablar de ese tema, y soltó un suspiro pesado – No sabemos nada de ti Paris. – comentó comprensivo.

Paris al darse cuenta que el chico no estaba molesto con ella, volteó a verlo incrédula – ¿N-no estas molesto...?

– Supongo que debo entender que tendrás tus razones. – explicó mientras encogía sus hombros, restándole importancia.

La castaña alternó su vista entre Edward y Alphonse, ya que ambos la veían con cierta anticipación. Tal vez la psicología inversa funcionase y si le daban su espacio, ella misma les contaría.

– Muchas gracias. – agradeció Paris, para luego acostarse por completo en su cama dándoles la espalda a los hermanos – y buenas noches. – dió por terminada la conversación.

Edward quedó con un leve sabor amargo en su boca.

En serio, esa chica estaba empezando a despertar su curiosidad.

Alphonse solo pensaba en qué tal vez ya habían hecho demasiadas preguntas. Normalmente el era el curioso, pero sabía reconocer cuáles eran los límites.

Volteó a ver a su hermano y simplemente negó lentamente. Edward al verlo entendió perfectamente lo que quiso decir.

"Deja de intentarlo" fue lo que esa acción transmitió.

Edward frunció el ceño levemente. No podía hacer eso, al menos no justo ahora cuando estaba seguro que la muchacha guardaba secretos.

Edward se volvió a recostar en su cama, mientras que Alphonse sacó un libro del maletín de Edward para distraerse y que la noche pasase rápido.

Al pasar de una hora, Edward no paraba de dar vueltas en su cama. A pesar de sus incontables intentos por dormir; no podía.

Paris básicamente se había implantado en su mente como un parásito, y su cabeza no podía dejar de maquinar. Esto lo llevó a pensar incontables cosas para intentar sacar su curiosidad hacia la castaña.

Por un lado, pensaba en la deliciosa cena que tuvo hace unas horas.

Por otro lado, pensaba en lo mucho que odiaba la leche.

Después, pensaba en lo bien que se sentía volver a visitar a su maestra.

Pensaba en lo fuerte que era Izumi, y también realmente asombrosa y talentosa.

También pensó en lo interesante que era el hecho de que ella también pudiese usar alquimia sin un círculo.

»Alquimia sin círculos... ¡¿La verdad?!« pensó alterado el rubio y de golpe se sentó en su posición. Esto asustó a la armadura quien lo vió inmediatamente.

– ¿Nii-san? – susurró Alphonse, ya que Paris era la única dormida en aquella habitación.

Edward miró a su hermano con una mueca de asombro y también preocupación – La maestra ha visto la verdad...

•••

La mañana siguiente, Paris fue despertada por voces lejanas. Frunció su ceño levemente al ver que su sueño fue interrumpido.

Lentamente se estiró en su cama y con cuidado abrió su ojo derecho. Al darse cuenta de que no había nadie en la habitación se sentó en su lugar un poco confundida.

– ¿Y los chicos...? – pensó en los alta. Su voz sonaba rasposa y ronca.

Con cansancio buscó en su mochila su parche y se lo colocó. Se levantó de la cama y se estiró por segunda vez. Pero el sonido de una transmutación la alteró. Se asomó por la ventana de la habitación que daba vista hacia el patio trasero de la casa, y divisó a Izumi atacando a Edward y Alphonse con una lanza. El problema era que aquella situación no se veía como un simple entrenamiento.

Al ver esto su primera reacción fue intentar abrir la ventana, pero estaba cerrada con algún seguro que no entendía en aquel momento. Así que recurrió a su segunda opción, y se echó a correr hacia la puerta trasera.

Al llegar y abrir de un portaso, vió como Edward transmutó su prótesis a una cuchilla y de un solo movimiento cortó la punta afilada de la lanza de Izumi.

Paris se quedó helada en su lugar. Un pequeño instinto le dijo que era mejor no intervenir.

– Lo sabía. – gruñó Izumi mientras lanzaba lo que quedaba de su lanza al piso – ¡Puedes usar alquimia sin necesidad de un círculo! – apuntó a Edward, quien ahora se veía preocupado – ¡Tu brazo y pierna son automails! ¡Y no es solo eso! – ahora apuntó hacia Alphonse, quien se veía con miedo – ¡El cuerpo de Alphonse es una armadura! ¡Vacío por dentro!

– ¿C-como...? – tartamudeó Alphonse confundido.

La azabache frunció sus cejas – ¡Desde ayer lo sospechaba! ¡Pude saber eso solo con mandarlos a volar! – vociferó.

Paris sintió qué tal vez sobraba allí. Lo siguiente sería un asunto entre alumnos y maestra. Así que intentó retroceder silenciosamente.

– ¡Y tú! – Izumi apuntó hacia la castaña, quien casi salta de la sorpresa.

– ¡¿S-si?! – respondió mientras se enderezaba y casi hacía un saludo militar.

– ¡¿Sabias de esto?!

– P-pues un poco... si...

En un milisegundo, Izumi pateó la lanza rota que estaba en el piso en dirección de Paris con tanta fuerza, que la punta plana de la lanza se clavó en el marco de la puerta, a tan sólo unos centímetros del rostro de la castaña.

»¡¿PERO QUÉ HICE YO?!« pensó en el borde del pánico. Pero no se atrevió a moverse. Izumi daba miedo, mucho miedo.

... pero seguía siendo genial.

Izumi suspiró y volvió a ver a los hermanos, esta vez un poco más calmada – ¿Lo viste, no es así?

Edward se sorprendió al escuchar esto, y tragó saliva duramente – S-si...

Izumi se quedó enfrentando los orbes dorados de Edward, su mirada reflejaba dolor. – Tch. Que se puede hacer... Ambos maestro y estudiante no tienen esperanza.

Los tres jóvenes al escuchar esto quedaron sin palabras. – Maestra... ¿u-usted también...? – murmuró Edward sin poder creerlo.

– Venga, vamos adentro. – avisó la azabache y caminó hasta la puerta.

Paris se apartó e Izumi entró sin decir ni una palabra.

Los hermanos seguían un poco en shock, así que entraron a la casa sin más que decir. Paris fue detrás de ellos, aunque sabía sin estar segura si debía estar allí.

Izumi se había sentado en la mesa de la sala de estar, Edward y Alphonse también se sentaron al frente de ella. Paris estaba de pie y había recostado su espalda en la pared, detrás de los hermanos.

La azabache liberó todo el aire retenido en sus pulmones, se veía tensa – Por mucho tiempo intentamos tener un hijo, pero por alguna razón no lo conseguíamos. – Su esposo se posó al lado de ella, y puso su mano en su hombro, brindándole su apoyo. – Pero cuando por fin salí embarazada, terminé cayendo en cama. – pausó por un momento, buscando en sí misma la fuerza de continuar aquel relato. – Nuestro hijo fue incapaz de llegar a este mundo con vida. A raíz de eso, cometí el taboo más grande para los alquimistas.

Los jóvenes se tensaron.

– Como resultado terminé perdiendo distintos órganos. Un rebound. – Izumi presionó su propio estómago, recordando aquel terrible día. – De verdad que soy una completa idiota – gruñó. Los hermanos no se habían movido de su lugar. Aquello los había dejado en completa desconexión del mundo. – Les tuve que haber dicho mucho antes... lo lamento. Fue bastante duro para ustedes, ¿no es así?

Edward tomó su brazo de acero y lo presionó. Como reteniendo algún impulso. Bajó la mirada y mostró la sonrisa más falsa qué tal vez haya dado en toda su vida – ¡N-No! Lo qué pasó me lo hice yo mismo de todos modos... – intentó que su voz sonase convincente, pero nadie en esa habitación se lo creyó ni por un segundo – N-No diría que fue doloroso o algo por el estilo.

Paris veía las espaldas de los muchachos con demasiada compasión. Ahora se había enterado de lo que habían hecho, y como habían terminado así.

– ¡Por lo menos intentamos ver lo bueno en el asunto! – interrumpió Alphonse, en el mismo tono de voz que utilizó Edward – En lugar de deprimirme, ¡siempre anoto cosas que hacer o que probar cuando recupere mi cuerpo! ¡Sé que lo conseguiré en el futuro! – exclamó, intentando sonar realmente feliz. – ¡¿Verdad, Nii-san?!

Edward volteó y le sonrió – ¡S-si!

Pero aquel pobre intento de los hermanos por verse fuertes, solo hacía que el resto se sintiese aún peor.

Izumi se levantó de su asiento – Estúpidos pupilos – susurró. Pasó sus brazos por los costados de las cabezas de los hermanos y los atrajo hasta tenerlos a ambos en un abrazo. – No tienen por qué actuar como si no les doliese. – concluyó, cerrando sus ojos con fuerza a la par que estrujaba más a los chicos contra ella.

Transmitiendo, sin duda alguna; amor maternal.

Un sentimiento abrumador se arremolinó en los corazones de los Elric. Algo que habían estado ocultando por mucho tiempo, que nunca se permitieron dejar salir.

Edward correspondió al abrazo de Izumi con fuerza. Enterró su cara en el cuello de su maestra y sin poder ni querer evitarlo, dejó salir todo el dolor retenido por tanto tiempo.

Alphonse, no se había movido de su lugar, pero disfrutaba del toque maternal de Izumi. En su lugar, su voz sonaba rota a la par que se disculpaba incontables veces con su maestra.

Sin duda alguna, un momento que los Elric estuvieron esperando por mucho tiempo, pero jamás se atrevieron a pedirlo.

Paris sintió que lloraría en ese momento.

El ambiente era pesado, pero al mismo tiempo liberador. Pudo presenciar cómo los hermanos al fin dejaban salir sus verdaderos sentimientos con alguien en quien confían.

Juraba sentir que su corazón dolía por ambos. El tan solo pensar que Alphonse ni si quiera es capaz de llorar y dejar salir todo su dolor, le hacía sentir que ella realmente no tenía ningún problema comparado con las cosas por la que ellos dos han pasado.

Pasaron minutos que parecían horas. Dejaron salir todo lo que tenían retenido. E Izumi no paro de abrazarlos en ningún momento, si no hasta que sintió que ya se estaban calmando.

Edward limpiaba el rastro de sus lágrimas torpemente a la par que intentaba calmar su respiración, y Alphonse tenía su mirada fija en el suelo. Ambos ahora empezaban a sentir la pena de haberse dejado llevar así; a pesar de que en realidad todos allí estaban felices de que por fin se hayan desahogado.

Izumi caminó hasta la ventana que daba con el patio trasero, cruzada de brazos. – Y pensar que viste 'la verdad' y viviste para contarlo... – comentó al aire, llamando la atención de los presentes – No lo puedo negar, es casi increíble. – explicó duramente.

Edward estaba apunto de decir algo, pero Izumi volvió a hablar.

– Pero... Aún así tienen que tomar responsabilidad por lo que han hecho. – dijo la azabache, mandando escalofríos por las espaldas de los hermanos. Izumi volteó y miró molesta a los chicos – Están expulsados.

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Saben que? A este punto ya ni ve voy a preocupar por horarios xd la vida toma tiempo xdxd

Okay, de nuevo, varias cosas han sucedido ;-;

1. Hemos oficialmente llegado al 1k de votos. 1k estrellitas bonitas juntas en el cielo siendo felices como perdices. 5.8k de leídas y hasta 1k en comentarios (me encanta esto en realidad, porque amo ver todas sus reacciones)

No se que decirles bro. Aquí todos somos bros. Y bueno, realmente no lo puedo creer. Cuando empecé este librito jamás imaginé esto 😂 O SEA HELLO?????? GRACIS?!????,? Ni sé que decir, me han puesto tan nerviosa que siento que nada de lo que diga es suficiente.

Pero solo sepan que tienen todo mi amor y mucho más 🥰🥺❤️ (ahora ofrezco pizza, pásense por mi casa para un pedazo cada quien)

2. ¡NUEVA PORTADA! Está la tenía lista hace RAAAAAAATOOOOOO pero la estaba guardando para una ocasión especial, y creo que llegar a los 1k votos es más que especial, joder. (Pásense por mi librito de dibujos de Future Nostalgia que voy a poner el dibujo sin editar y otro candidato xdxd) SELF SPAAAAM

3. Estos iban a ser como máximo dos capítulos, pero decidí unirlos y hacer un mega capítulo para celebrar los 1k de votos as well 🥰 (7200 palabras, que es mi récord 😂😂)

4. ¡MÁS DIBUJITOS EN LOS QUE LA BONITA DE PARIS SALE!

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Happier_Mod , bRO, te la has currado con esta eh. El estilo de súper E-girls me ha dejado en el piso convulsionando 😂 se que lo hiciste ya hace un buen rato pero bueno no había actualizado xdxd al ladito de nuestra pirata ninja está también ____ Hahn, el rayito de sol de todos en el mundo, el pan de Dios que todos necesitan -3- (OC de la bonita GBWrites300 )

Yyyy... creo que ya por ahora????

La estrellita está muy agradecida. Tiene todo el amor del mundo 🥰🥰❤️❤️❤️

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