⊶ 45


Luego de unas cuantas horas, por fin los jóvenes llegaron a su primera parada.

– ¡RUSH VALLEY!

Winry iba por doquier. Se movía de un lado a otro a una velocidad inhumana mientras intentaba captar todo a su alrededor. Como su pasión eran los Automails, este pueblo era su sueño hecho realidad.

Todas las tiendas y personas que los rodeaban tenían algo que ver con automails. O los reparaban, o los vendían, o los exhibían.

– ¡Soy demasiado feliz ahora mismo! – exclamaba la rubia sin poder contener ni una pizca de su emoción. – ¡MIRA! – exclamó para luego correr hasta una vitrina en donde había un brazo de metal en exhibición – ES UN MODELO ÚNICO. ¡JAMÁS PENSÉ QUE LO LLEGARIA A VER EN PERSONA! ¡ESTOY EN EL CIELO!

Por otro lugar, los tres jóvenes alquimistas estaban de pie en medio de la calle comercial mientras sus miradas seguían a Winry moviéndose por doquier. Ellos, a diferencia de la rubia, no estaban tan emocionados.

– Bueno... El paraíso de los automails huh... – comentó Alphonse irónicamente mientras caminaban lentamente para no perder de vista a la rubia, quien por su puesto los había dejado atrás.

Edward chasqueó su lengua – No entiendo para que tenemos que venir a este lugar, con el calor que hace... – se quejó, como siempre. – Debimos haber dejado a Winry atrás y simplemente ir a Dublith...

Paris, quien se había quitado su chaleco de siempre debido al calor que hacía, lo miró con una sonrisa – Oh vamos... no digas eso. ¿No te da ilusión ver lo emocionada que está?

Todos de nuevo concentraron sus vistas en la rubia quien se acercaba corriendo con brillitos y flores a su alrededor. – ¡Chicos! ¡Este lugar es como un sueño! ¡No puedo creer que por fin pude visitar este lugar! – exclamaba mientras nada pequeños saltitos en su lugar.

Edward iba a quejarse de nuevo, pero una voz ajena lo detuvo. – ¡Oye tu! ¿Tienes un segundo?

Los cuatro jóvenes voltearon hacia donde la voz provenía, y de la nada se encontraron rodeados por un montón de locales. Precisamente, todos rodeando a Edward mientras tomaban su brazo de metal sin pena alguna.

– ¡Que modelo tan inusual!

– Es cierto... ¡Oigan! ¡Vengan a ver este automail!

Todos los locales empezaron a hacer gestos de asombro mientras analizaban la prótesis del muchacho. Eso no tardó en salirse de control y de repente había todo un gentío al rededor de Edward, asfixiándolo en el intento de tener una mejor vista a su automail.

– ¡O-oigan! ¡Esperen! ¡Detengan esto! – gritaba el muchacho confundido.

– ¿Deberíamos hacer algo...? – preguntó Paris, realmente confusa por lo que estaba pasando. Ella junto con Alphonse y Winry se habían salvado de ser asfixiados por los locales.

Alphonse negó lentamente – N-no... me dan miedo.

Edward empezó a gritar cosas sin sentido y oraciones sin terminar.

Lo siguiente que fue visto, fueron las ropas del muchacho siendo arrancadas fuera de su cuerpo, dejándolo solo en calzoncillos. El asombro de los locales ahora se duplicó al ver la pierna de metal del muchacho.

Paris also ver esto, casi se ahoga con su propia saliva – M-muy bien, creo que ya fue suficiente. – se empezó a acercar a la concentración de gente, y con una fuerza medida los tomaba de los hombros a todos y los apartaba del camino. – Ya está bueno. Ya se acabó el show. Aquí no hay nada que ver. Con permiso por favor. – difícilmente llegó hasta Edward y cuando estaba apunto de tomarlo de la muñeca para sacarlo de allí, el rubio se hartó del gentío y empezó a repartir golpes por doquier hasta que la gente se apartó.

– ¡YA QUÍTENSE! ¡ESTORBAN!

Paris por suerte logró esquivar sus golpes incoherentes, y se quedó a su lado.

– Vaya que si son fanáticos fieles de los automails, huh. – comentó Paris irónicamente.

– Tch. No los soporto. ¡Están todos igual o más locos que Winry! – decía el rubio mientras se colocaba sus pantalones de vuelta.

Paris buscó con la mirada y un poco más adelante en el piso, vió la camiseta y chaleco de Edward. Caminó hasta allá, lo recogió del piso y se volteó de nuevo para llevárselo al muchacho. Pero vió que el dueño de aquellas ropas tenía una expresión de miedo puro en su cara.

– ¿Que pasa? ¿Por qué traes esa cara? – preguntó Paris mientras estiraba su mano para entregarle la camiseta al rubio, pero el estaba más ocupado tanteando todos los bolsillos de su pantalón.

– N-no está... – dijo mientras gotas de sudor bajaban por su cara como si de una cascada se tratase.

– ¿Que no está nii-san? – preguntó Alphonse seguido de Winry mientras se acercaba a su hermano.

– L-la única cosa que me identifica como un alquimista estatal... – respondió con su voz temblorosa. – Mi reloj de bolsillo, ¡no está! – exclamó mientras se sacaba los bolsillos de los pantalones.

– ¡¿QUE?!/¡¡JAJAJAJAJAJAJA!! – mientras Alphonse y Winry se preocupaban por el título del rubio, Paris no pudo evitar ahogarse en sus carcajadas.

– ¡¿PERDISTE TU RELOJ?! PFFFT – siguió riéndose mientras aplaudía como una maldita foca retrasada. Edward ni si quiera tenía cabeza como para defenderse en contra de las burlas de la castaña, solo le preocupaba encontrar su reloj. – ¡Ay! ¡M-mi estómago! – se quejó cuando le dio una pequeña punzada por tanto reírse.

– ¿Ahora que voy a hacer? – Soltó Edward al aire.

– ¡Pero que idiota! ¡No puedo creer que te hayas dejado robar en medio de todo ese gentío! – se burlaba Paris sin pudor, sosteniendo su abdomen debido a la risa.

A Winry le pasó una idea por la cabeza – Tú también tienes uno, ¿no Paris? ¡Podríamos usarlo para preguntar al rededor! – propuso, a lo que Edward y Alphonse asintieron.

– De acuerdo... de acuerdo... – mientras calmaba su respiración y secaba sus lagrimas debido a la buena sesión de carcajadas que acababa de tener, empezó a tantear en su bolsillo.

Y no sentía nada.

– ¿Paris-san...? – preguntó Alphonse desconcertado.

La castaña tanteó en todos los bolsillos de sus shorts. Luego buscó en su chaqueta que llevaba doblada colgando en su hombro, y nada.

No encontró nada.

No estaban ni sus guantes.

– Chicos. Creo que me han robado alma y media.

– ¡¿QUÉ?!/¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!! – ahora los papeles de los alquimistas estatales cambiaron. Mientras Paris sudaba frío y su cabeza era un lío, Edward disfrutaba reírse y burlarse de las penas de la castaña como su dulce venganza. Mientras que Alphonse y Winry seguían preocupados por ambos alquimistas.

– ¡No lo puedo creer! ¡¿Como dejaste que te robasen de tu chaqueta que ni si quiera traías puesta?! – Edward exclamaba mientras apoyaba sus manos en sus rodillas para no perder el balance y caer debido a su risa. – ¡¿Que tan idiota puedes llegar a ser?!

– ¡¿Ahora que haré?! ¡Sin guantes no tengo alquimia inmediata! – exclamó la castaña mientras en su frustración se llevó las manos a su cuero cabelludo y empezó a jalar su cabello.

– Hmm... eso suena como obra de Paninya.

Los cuatros jóvenes voltearon inmediatamente hacia la voz ajena.

– ¿Paninya? – preguntó Edward.

– Si... una ladrona que normalmente roba a los turistas como ustedes. – explicaron los señores.

– ¡¿Tienen alguna idea de donde pueda estar?! ¡Las cosas que nos robó son de prioridad! – Paris se acercó hasta los locales en desesperación.

– Hmmm... te podríamos decir a cambio de una cosa... – dijeron, alarmando a los presentes. Si ya les habían robado sus cosas de valor, ¿que más podían ofrecer? – ¡Que nos dejes ver los bonitos automails del muchacho de nuevo! – exclamaron de una manera... asquerosamente afeminada.

Paris sintió un leve aire en su nuca seguido del sonido de una transmutación. Volteó a ver que pasaba y vió a Edward con su brazo transmutado en una cuchilla enorme con una sonrisa diabólica adornando su rostro.

– ¿Está bien así... o quieren ver más de cerca...? – preguntó retóricamente el muchacho con un aura sombría rodeándolo.

Los hombres se retractaron y nerviosos apuntaron en una dirección específica – La tienda de ingeniería de Dominic. Allí podría estar. – hablaron al unísono mientras gotas de sudor caían por sus caras. Sería poco decir que estaban asustados.

•••

Debido a la zona seca en la que Rush Valley se encontraba, la intensidad con la que el sol brillaba no tenía piedad.

Los jóvenes se encontraban caminando por un sendero peligroso en un cañón rocoso. El fondo de este era una corriente de agua, y la caída era inmensa. El calor era tanto que las distorsiones del ambiente se podían ver.

Paris, Winry y Edward caminaban arrastrando los pies, con sus espaldas encorvadas y notablemente agotados. El calor los deshidrataba rápidamente y los ponía de un humor de perros, pero no podían parar. En cambio, Alphonse iba caminando de lo más normal del mundo, ya que a él aquellas condiciones no le afectaban en lo más mínimo.

– Dijeron que viven muy dentro de las montañas porque por aquí se pueden encontrar minerales preciosos... pero... – empezó a hablar la rubia casi sin aliento. – ¿Este en realidad es el camino? No nos mintieron, ¿verdad...?

– Todo esto está pasando solo porque tú querías venir aquí... ¿lo sabes no? – comentó Edward, tan odioso como siempre.

– ¡Oye! ¡No es mi culpa que seas tan despistado como para dejarte robar así! – exclamó Winry molesta.

– ¡Cállate! ¡A hielitos también la robaron igual que a mi! – contraatacó Edward, se igual manera.

– ¡Hey! A mi no me metan en su discusión marital...

– ¡¿Mari-qué?! – los dos rubios voltearon hacia la castaña con fuego en sus ojos. Paris estaba lista para responderles con su mejor sarcasmo, pero Alphonse los detuvo.

– ¡Chicos! ¡Miren! – Alphonse obtuvo la atención de todos mientras apuntaba al otro lado del cañón. Todos voltearon a la dirección dicha y pudieron ver a una chica de tez morena corriendo alegremente por un puente de madera. – ¿No será ella...? – sugirió.

La morena al darse cuenta de que había gente en el cañón, volteó curiosamente a ver quienes eran, pero por la lejanía no se distinguía mucho.

Pero Edward pudo notar un destello que vino de la mano de la muchacha. Aquello había sido el destello de su reloj de bolsillo en contra del sol.

– ¡ES ELLA! ¡TIENE MI RELOJ! – vociferó Edward furioso, y sin esperar ni un segundo más, desató todo su poder en poder alcanzar a la ladrona. Juntó sus manos y luego las pegó al piso, haciendo pilares enormes de roca que formasen un camino más rápido hasta la chica. – ¡NO TE VAS A ESCAPAR! ¡DEVUÉLVEME MI RELOJ!

Paris y Alphonse reaccionaron inmediatamente y corrieron atrás del rubio mientras saltaban ágilmente de pilar en pilar. Winry también los seguía pero con un poco más de cuidado.

Paninya al ver todo el caos que se le acercaba, aceleró su paso y cruzó el puente. Se adentró a un llano rocoso con algunas colinas y montañas. La morena era más rápida de lo que cualquiera pudiese haber esperado.

Corrió sin más no poder, hasta que un muro gigante de roca fue transmutado al frente suyo, obligándola a detenerse.

Edward, quien la había perseguido con éxito, era el responsable de dicho muro. La miró furioso – Devuélvemelo.

Paninya sonrió ampliamente ante el rubio – ¡Wow! ¡Eres increíble! ¿Quien eres? – preguntó con asombro.

Edward frunció su ceño aún más y empezó a transmutar manos enormes hechas de roca a su al rededor – ¡Soy un alquimista estatal! – vociferó, para luego mandar todas aquellas manos en contra de la morena, quien empezó a esquivar los ataques con gracia. Daba saltos de aquí por allá como si no le costase ni un poco esquivar los potentes ataques del rubio. Incluso hacía piruetas saltando encima de las manos que Edward creó.

La morena logró salir de allí y saltó hasta una colina lejos de Edward. – ¡En serio que eres asombroso! – exclamó sorprendida.

– ¡Deja de moverte tanto! – Edward estaba ya demasiado frustrado, una vena sobresalía de su frente al sentirse burlado por la muchacha.

– ¡Awwww, vamos! ¡¿Ya estás empezando a sudar?! – se burló siendo juguetona, logrando que al rubio le saliesen humo por las orejas.

Saltó hacia el otro lado de la colina para seguir escapando, pero al frente suyo se encontró con Alphonse y Paris, quienes juntos habían planeado una pequeña estrategia.

– Te estábamos esperando – comentó Alphonse, para luego juntar sus manos y rayos de color azul salieran de estas.

Los jóvenes se habían tomado el tiempo de dibujar un círculo de transmutación justo donde predijeron que la morena iba a aterrizar. Paris copió la acción de Alphonse y juntos transmutaron una jaula hecha de rocas lo suficientemente grande para retener a un humano.

Paninya debido a lo asombrada que estaba por lo que pasaba a su alrededor, se le olvidó si quiera intentar escapar de aquella trampa.

– Bien hasta aquí llegaste – comentó Paris acercándose a la jaula – ¡Devuelve lo que robaste! ¡Los relojes y los guantes! ¡AHORA! – tomó los barrotes de la jaula con ambas manos para enfatizar su amenaza.

Edward había llegado hasta juntarse con Alphonse, detrás de la castaña.

Pero de la nada los barrotes de la jaula fueron cortados limpiamente. Paris había reaccionado y se inclinó para atrás mientras gritaba por su vida, cayendo de espaldas al piso para evitar ser cortada.

Paninya había revelado que su pierna era un automail que ocultaba una cuchilla; la cual había utilizado para liberarse. – Ver algo así no es tan extraño por estos lares, ¿verdad? – comentó aún sonriendo, a lo que los hermanos adoptaron una posición de defensa, esperando ahora una pelea cuerpo a cuerpo. Pero Paninya bajó la pierna con la cuchilla y levantó la otra – Por cierto... – de la nada, de su rodilla salió disparado un misil que se dirigió directo a los hermanos, los cuales gritaron en sorpresa. – ¡También tengo un misil incorporado! – sonrió. Edward y Alphonse no fueron heridos por el misil, pero fueron aturdidos por el humo.

La morena hizo el ademán de salir de la jaula para seguir corriendo, pero al parecer había olvidado que la castaña no se había movido de su lugar. Sintió como una mano se aferró a su pie izquierdo, y luego sintió una patada en su costado, mandándola a volar.

Paris se levantó de su lugar, y echó a correr hasta donde Paninya había aterrizado de pie. Se abalanzó en contra de ella, y Paninya le lanzó una patada con su pierna derecha. Paris fácilmente saltó en el aire y aterrizó en la pierna de la morena la cual seguía en el aire. Seguido a esto puso sus manos en la cara de Paninya, haciendo un poco de presión para que perdiese su balance y cayese al piso. Cuando cayó, Paris se apresuró en intentar colar sus manos en los bolsillos de la morena para recuperar lo robado, pero de la nada Paninya flexionó su pierna hasta el nivel de su cara, y estampó todo su pie en la barbilla de Paris, haciéndola caer hacia atrás.

– ¡Paris! – gritó Edward horrorizado. Aquel golpe parecía haber dolido como el demonio.

– ¡¿CUAL ES TU MALDITO PROBLEMA?! – gritó la castaña hacia la ladrona, mientras sostenía su mandíbula adolorida.

La morena aprovechó esta oportunidad para levantarse y seguir corriendo – ¡Atrápenme si pueden! – sonrió de nuevo, esta vez tomando gran ventaja en distancia.

Pero Paninya fue detenida una vez más, esta vez por Winry. La rubia la había tomado de la muñeca sin que la morena se diese cuenta. – No creas que te dejaré escapar... – dijo con una pequeña sonrisa en su rostro.

– ¡Muy bien Winry! ¡No la sueltes! – gritó Edward mientras se acercaba corriendo hasta las chicas.

– ¡Como si la fuese a dejar escapar! – apretó el agarre de la muñeca, haciendo que Paninya se tensara – ¡No la dejaré ir hasta que me deje ver un poco más de cerca sus súper increíbles automails! – exclamó con corazones brillantes en sus ojos.

Edward al oír esto, sus piernas le fallaron y cayó en el piso, deslizándose por una buena distancia. – ¡¿ES EN SERIO WINRY?! ¡¿ES ESO TODO LO QUE TE IMPORTA?! – exclamó como una fiera mientras su antenita se torcía de lado a lado.

Alphonse se había quedado más atrás para ayudar a levantar a Paris, quien se sentía un poco mareada debido al golpe que había recibido.

– ¿Estas bien Paris-san? – preguntó la armadura mientras mantenía una mano en la espalda de la muchacha, teniendo cuidado de que no se cayese en ningún momento.

– Si... gracias Al... – sonrió levemente la muchacha mientras empezaban a caminar hacia los demás.

De una pequeña casa que se encontraba cerca de ese lugar, salió una pareja confundidos por todo el ruido que estaba pasando al frente de su propiedad.

Al ver a la morena siendo tomada de la mano por una rubia saltando de emoción, sonrieron levemente – ¿Y esto Paninya? ¿Son tus nuevos amigos? – preguntó la mujer suavemente.

– No exactamente... – Respondió la nombrada con una sonrisa nerviosa.

La persecución por fin había terminado.

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Hola, vengo a decir que me dolió el mamonaso que le dió Paninya a Paris, bye 👋🏻

Denle amor a la sepsi estrellita, que no muerde ❤️

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