➴ 37


– Necesito que regreses a casa, podría ser peligroso.

– Y es exactamente por eso que no me iré. Últimamente no haces nada más que lastimarte y soy yo el que te tiene que curar. Así que me quedaré aquí.

Paris y Michael discutían en susurros. Ambos habían decidido perseguir a los hermanos Elric sin que se diesen cuenta. Los encontraron escabulléndose a lo que parecía ser un edificio abandonado protegido con una muralla de concreto y alambre de púas. Paris al ver dicha imagen, decidió que sería mejor detenerlos antes de que se metiesen en problemas.

– ¡Bien! Pero no dejes que te vean. Y si tardo mucho en salir, vete de aquí. – avisó sin darle tiempo de responder al echarse a correr en dirección a los hermanos.

Mientras más se acercaba, vió como Edward estaba montado en el borde del muro mientras que con su brazo de metal bajaba el alambre de púas para ayudar a subir a Alphonse.

– ¡Chicos! ¡¿Que creen que están haciendo?! – exclamó manteniendo su voz baja.

Los nombrados voltearon y vieron a Paris con sus brazos en jarra, esperando una explicación.

– ¡Paris-san! – exclamó Alphonse también hablando en un tono bajo. Pero se alegraba de ver a la castaña.

– ¿Que haces aquí Fahrenheit? – preguntó Edward sin poder ocultar su frustración. Ahora mismo no necesitaba verla.

– Los vi correr hace unas cuadras atrás y los seguí. ¿Por qué están haciendo esto? ¿Que pasó? – preguntó decidiendo ignorar la rudeza de Edward.

– No es nada de tu incumbencia. Al, rápido, sube – respondió el rubio incitando a su hermano a que tomase el alambre de púas para así pasar al otro lado del muro.

– Claro que es de mi incumbencia, grandísimo idiota. ¡Soy su escolta! ¡Es mi misión! – respondió Paris empezando a molestarse.

Alphonse miró confundido a su hermano – Pero... ¿No me habías dicho que Paris-san se tuvo que ir por qué la llamaron por otra misión? – preguntó a su hermano el cual se quedó completamente callado. – ¿Por qué me mentirías nii-san?

Edward frunció sus cejas debido al mal tiempo que la castaña decidió aparecer – Al, no tenemos tiempo para esto. Después te contaré todo pero ahora no es un buen momento. – dijo apresurado. Y es que era verdad. Tener una discusión en medio de escabullirse no era buena idea.

Alphonse no estaba del todo convencido. Algo más había pasado que el no sabía.

– Chicos no sé que estén haciendo, pero deténganse. Se meterán en serios problemas. ¿No es este un viejo laboratorio del gobierno? – dijo Paris al reconocer el edificio.

– Ya te dije que no es de tu incumbencia. ¡Solo vete por donde viniste! – Edward perdió su paciencia ya que el no iba a regresar al hotel sin haber echado un vistazo primero.

Paris frunció sus cejas y se inclinó hacia adelante – ¡Jódete Edward! ¡Solo me preocupo por ustedes! – exclamó enfurecida.

– ¡Pues no necesitamos tu preocupación! – exclamó de vuelta, alzando su tono de voz sin darse cuenta.

– ¿Quien anda allí? – se escuchó una voz ajena y a la vuelta de la muralla se podía ver la luz de una linterna acercándose. Posiblemente un guardia los había escuchado.

Todos se alteraron y actuaron en un milisegundo. Alphonse tomó la muñeca de Paris y la obligó a sostenerse de su cuello mientras el subía el alambre de púas. Una vez pasaron al otro lado, Edward alzó el alambre y lo volvió a poner en su lugar, para luego bajar hacia donde estaban Alphonse y Paris.

– ¿Huh? Que extraño... juro haber escuchado algo... – escucharon como el guardia caminaba de vuelta a su puesto. Habían evitado ser vistos por poco.

Edward volteó molesto hacia la castaña quien cuidadosamente se bajaba de la espalda de Alphonse. – ¡¿Ves lo qué haces?! ¡Si no estuvieses aquí podríamos haber pasado sin problemas! – exclamó esta vez cuidando que su tono de voz no fuese alto.

– Nii-san, ya basta. Ya estamos dentro, no hay vuelta atrás. – habló la armadura en un intento de calmar a su hermano.

– Déjalo, Al. Me queda más que claro que no quiere ni mi ayuda – habló Paris cruzándose de brazos y desviando la mirada. Se había enfadado con el rubio.

Edward resopló molesto y decidió dejar eso de lado. El no había venido a este lugar para tener una discusión con la muchacha. Tenía algo mucho más importante que hacer. – Vamos Al, busquemos una entrada. – avisó mientras empezaba a caminar al rededor de la estructura.

Alphonse miró preocupado a la castaña, quien no se movía de su lugar – Paris-san, acompáñanos.

La nombrada se sorprendió ante la petición de Alphonse, mirándolo incrédula – ¿Seguro? ¿No seré solo una molestia? – preguntó mirando de reojo la espalda de Edward, quien buscaba una entrada aun estando enfadado.

– Por favor no lo escuches. Sé que mi hermano a veces puede ser un cabeza hueca pero por favor tenle paciencia... – dijo la armadura notablemente apenado – además... Yo quiero que nos acompañes, si no es una molestia para ti.

Paris sintió que todo su enojo se esfumaba en un abrir y cerrar de ojos. Alphonse tenía un encanto tierno que simplemente podía con ella. No había espacio en su cabeza para negarse. Sonrió levemente y relajó su postura. – Está bien... solo me aseguraré de que no hagan nada muy fuera de lo normal. – dijo mientras ambos empezaban a caminar hacia Edward.

– ¿Nos has conocido Paris-san? Todo lo que ocurre a nuestro al rededor es fuera de lo normal – dijo riendo irónicamente, a lo cual Paris se le unió. Lo había extrañado, por lo menos a Alphonse.

Cuando llegaron hasta donde estaba Edward, vieron que el chico miraba fijamente a lo que parecía ser un conducto de ventilación.

– Mira, Al. – el rubio llamó la atención de la armadura, señalando el conducto de ventilación. – Creo que ésta es la única entrada. Todas las puertas y ventanas están selladas con barrotes o madera.

– Pero... es muy estrecho, no podría pasar – se quejó la armadura.

– No importa, tu solo quédate esperando aquí, no tardaré mucho. – avisó mientras Alphonse le daba impulso hacia arriba para que así pudiese alcanzar el conducto.

– ¿Seguro que estarás bien allí dentro tu solo? – preguntó preocupado.

– Si, no te preocupes. – el rubio empezó a gatear por el conducto de ventilación, ahora perdiéndose de la vista de Paris y Alphonse.

– ¿Por qué están haciendo esto Al? – preguntó Paris, ya que ella aún no sabía cual era el motivo por el que estaban escabullendo al edificio abandonado.

– ¿Recuerdas las notas de Marcoh-san? – Alphonse se sentó en el suelo apoyando su espalda en la pared del edificio.

– ¿Las que se quemaron en el incendio? – Paris copió su acción.

– Si. Encontramos una manera de reescribirlas y de descifrar el código... pero lo que encontramos no era nada bonito Paris-san... – dijo mientras su voz se apagaba.

– ¿Cual es el problema? – preguntó la chica preocupada.

– Descubrimos que el ingrediente principal para crear una piedra filosofal son vidas humanas. – Paris dejó de respirar por un segundo. Aquella revelación la había tomado por sorpresa. – Y no es solo eso... si no que se requieren múltiples sacrificios para una pequeña piedra.

La castaña desvió su mirada y llevó sus rodillas hasta su pecho, abrazándolas. – ¿El gobierno ha estado haciendo ese tipo de experimentos en secreto? – preguntó incrédula.

– Al parecer si... creemos que este es el lugar donde hacían dichos experimentos porque justo detrás hay una cárcel. Creemos que utilizaban a los prisioneros con sentencias de muerte para los experimentos – concluyó la armadura, sintiendo que hablaba de un tema prohibido.

La castaña sintió un escalofrío por todo su cuerpo. Así que no solo estaban haciendo una locura sin sentido, pero estaban intentando descubrir la verdad detrás de la fachada del gobierno.

– Que inhumanos... – resopló Paris al procesar aquella información. La piedra que ella también buscaba estaba hecha de seres humanos. Era terrorífico.

Luego de unos minutos, Alphonse y Paris empezaban a impacientarse.

– Se está tardando mucho... ¿no crees? – comentó la armadura viendo el conducto de ventilación ansiosamente.

– No sé muy bien que pueda encontrar allá adentro pero... no tengo un buen presentimiento. – dijo Paris sincerándose. Aquel lugar estaba abandonado y polvoriento. El ambiente no ayudaba con sus nervios. Soltó un suspiro derrotada y se levantó de su lugar, seguida por Alphonse quien la miraba expectante – Al, súbeme. Iré a buscar a Edward para así largarnos de aquí – avisó, sorprendiendo a la armadura.

– ¿Segura? ¿Estarás bien? – preguntó indeciso mientras la ayudaba a subir hasta el conducto.

– Por su puesto que si. Lo arrastraré de las orejas si es necesario – comentó haciendo reír levemente a Alphonse.

Cuando la chica entró por completo al conducto, empezó a gatear dificultosamente.

– Por favor ten cuidado Paris-san – escuchó la voz de Alphonse retumbar por el conducto.

– Tranquilo Al, solo aguanta un poco más.

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Pinshi Edward, bien terco que es, a veces me dan ganas de agarrarlo por la antena del cabello y trapear el piso con el lol (pero todo con amor por su puesto ayayayayyyy)

Denle amor a la sepsi estrellita que no muerde ❤️

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