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– Wow... quien se imaginaría que el hombre más querido por todas cocina tan bien.

– La única manera de llegar al corazón de una mujer es a través de su estómago.

– Me alegra que tengas las cosas claras.

Michael había hecho hotcakes acompañado de miel y unas bananas picadas.

– No es nada difícil, ¿sabes?

– El día que tengas esposa la harás la mujer más feliz del mundo – Paris hablaba con su boca llena. No podía dejar de comer aquellos deliciosos hotcakes.

– ¿Esposa? Nah~ – el chico se cruzó de piernas en su asiento y cruzó los brazos también – estoy en mis mejores años de soltería. Eso vendrá después, o tal vez nunca.

– ¡Aburrido! ¡Mujeriego! Retiro todo lo bueno que he dicho de ti – Paris puso sus ojos en blanco, burlándose del chico el cual alzó sus manos en un ademán de rendición.

– Me declaro culpable – sonrió y bajó sus brazos nuevamente.

Ambos se encontraban sentados en el mesón de la cocina de Michael. El chico les había dicho a todos sus empleados que se tomaran algunos días libres, mientras Paris se hospedaba en su casa. ¿Por qué? El chico quería que ella sintiese que ese era un lugar seguro en donde ella pudiese hablar de sea lo que sea que le esté molestando.

Luego de haber terminado su desayuno, ambos limpiaron la cocina y se dirigieron a la oficina de Michael.

– ¿Tienes una oficina en tu casa? – preguntó incrédula la chica mientras metía las manos en su chaqueta. Tenía un poco de frío.

– Pues claro. A veces hay mucho trabajo que hacer, y el tiempo que paso en la empresa no es suficiente – explicó mientras abría una puerta, mostrando detrás de ella una habitación con ventanales en el fondo, cubiertas por cortinas rojas con finos bordados dorados. Un escritorio en el medio y debajo de este una alfombra roja decorándolo. Habían dos sillas individuales enfrentando el escritorio. A ambos lados de la habitación habían estanterías llenas de libros y archivos. Un candelabro guindaba del medio de la habitación, dándole una tenue pero suficiente iluminación como para trabajar.

– Cada vez te envidio mas – comentó la chica mirando el contenido de la oficina.

– Esfuerzo puro Paris... esfuerzo puro...

– Y unos padres de los que heredes la compañía.

– ¡OYE! – volteó molesto, pero la chica alzó sus manos en ademán de rendición.

– Yo no he dicho nada... – desvió la mirada y empezó a silbar inocentemente.

Michael cerró la puerta detrás suyo y se fue a sentar en la silla giratoria de su escritorio. Le dijo a Paris que se sentase en una de las sillas al frente de él, y así fue.

– ¿Que es esto? ¿Una entrevista de trabajo o que? – preguntó la chica sarcásticamente, dado a que el escenario se veía bastante formal.

– Nada de eso, tonta. Tengo que hacer algunas cosas y quiero que me acompañes mientras tanto. – dijo mientras que en las gavetas de su escritorio buscaba algunas hojas y lapiceros. Luego sacó un pequeño estuche el cual abrió, y mostró que contenían unos lentes de botella súper gruesos. Se los puso y guardó el estuche de vuelta en su lugar. – Me puedes hablar de lo que quieras.

Paris miró fijamente como el joven empezaba a hacer sus cosas. Escribía en papeles, leía otras cosas y sacaba algunas cuentas. Sintió que su garganta se secaba e instintivamente tragó duro.

– B-Bueno... he descubierto algunas cosas...

– Hmm... – el chico no le dirigía la mirada, pero con un pequeño asentimiento le hizo saber que el estaba atento a lo que ella decía.

– ¿Recuerdas que te dije que tenía una vida antes de llegar a Amestris, verdad?

– Pues si. Igualmente sigue siendo toda una teoría el hecho de que haya vida al otro lado de la puerta – respondió simplemente mientras seguía haciendo su trabajo.

– No es del todo una teoría, Michael.

– ¿De que hablas?

– Gente que conocía en Alemania... mi hogar... las he visto aquí en Amestris.

Michael miró por un segundo a Paris, incrédulo – ¿Como así?

– Son como versiones diferentes de la misma persona. Misma apariencia física, mismos nombres. Pero, no tienen las mismas relaciones familiares o la misma edad. Tampoco la misma personalidad. – Paris explicaba mientras apoyaba su peso en el espaldar de su silla.

– ¿Me estás diciendo qué hay distintas versiones de las mismas personas... en distintas dimensiones? – preguntó apoyando uno de sus codos en su escritorio.

– Eso creo...

– O sea... qué hay un Michael Collins de dondequiera que tú vengas – supuso, y Paris dudosamente asintió – ¿y es tan guapo como yo?

Paris lo miró sin ninguna expresión en su cara. Un poco decepcionada – ¿En serio?

– ¡Es una pregunta completamente válida! – se defendió el chico enderezando su postura.

– Como sea... – Paris rodó los ojos e ignoró el comentario de Michael – Ya he conocido tres personas que eran parte de mi vida antigua... a pesar de que una de ellas no tiene la misma apariencia física.

– ¿Pero es la misma persona que conocías?

– Si... creo que es una situación similar a la mía.

– ¿A que te refieres? ¿Un sello de sangre?

– Lo más seguro. Solo es una armadura andante pero con conciencia propia, memorias y sentimientos.

Michael soltó un suspiro, analizando toda la información dada – ¿Sabes que esto es demasiada información valiosa? Es decir... todo lo que la milicia busca son cosas como estas...

– Lo sé. Es escalofriante.

– ¿Y? – preguntó, desconcertando a la castaña – ¿Que es lo que te tiene así de mal que me viniste a visitar porque "no querías estar sola"? – preguntó sin rodeos.

– ¿No te parece suficiente el hecho de que ahora se que vengo de una maldita dimensión paralela? – se defendió, pero el chico solo alzó una ceja expectante – Esta bien... me tienes... – suspiró rendida. »¿Como es que me conoce tan bien?« pensó irónicamente. – Tengo un pequeño problema... del corazón.

Esto alertó inmediatamente al de cabellos ceniza y en un abrir y cerrar de ojos dejó todo de lado. Apoyó ambos codos en su escritorio y ahora tenía toda su atención en el único orbe visible de la castaña – Ay no me digas, ¿mal de amores? Cuéntamelo todo. – respondió con un tono intuitivo. Esto hizo la hizo reír.

– No es exactamente eso...

Paris empezó a contar toda su situación con los hermanos Elric. Contó detalladamente cómo era su vida en Alemania; su apartamento compartido con Edward, su trabajo, Alphonse siendo su mejor amigo de oficina, el enamoramiento entre Edward y Winry... y el enamoramiento de ella hacia Edward.

– Todo eso me hace tener sentimientos encontrados hacia sus versiones de Amestris... es decir, no son las mismas personas pero... se sienten tan reales... – explicaba desviando la mirada, en todo este proceso Michael escuchó atentamente cada palabra que la chica dijo. – Ya no se que hacer, ni que pensar. Solo quería regresar a casa lo antes posible para volverlos a ver... ¿pero ahora que sé que ellos también existen aquí? – se rió irónicamente – ¿Que hago ahora con esa información Michael? Dime, ¿que hago?

El chico no respondió por un largo tiempo, tenía que procesar la información e idear algún tipo de consejo para Paris. – Puedes dejar de actuar como una idiota.

Paris lo miró incrédula, no pareciese que Michael estuviese jugando, había dicho eso completamente serio. – ¿D-disculpa?

– Tu misma lo dijiste. Son personas distintas. Fin de la discusión. – concluyó.

Paris no sabía que responder a eso. Quería quejarse y decirle que no era cierto, que se sentía confundida. Pero muy en el fondo, ella sabía que tenía razón. Se estaba complicando demasiado por algo con tan simple respuesta.

– Pero... si es así de simple, ¿por qué me siento así?

– Ese es el verdadero problema. Por alguna razón que sigues sin decirme, no quieres aceptar ese hecho. – explicó mientras se levantaba de su asiento, estirándose por completo – El momento en el que aceptes que no son las mismas personas, te sentirás mucho mejor. – una idea fugaz pasó por la cabeza de Michael, el cual no dudó en decirla – Tal vez... incluso acostúmbrate. – empezó a caminar hacia una de las estanterías al lado de la habitación.

La castaña enarcó una ceja – ¿Acostumbrarme? ¿De que hablas?

Michael empezó a buscar un archivo en las estanterías, alzando su brazo derecho tanteando algunos libros – Paris... ¿alguna vez has pensado en que existe la posibilidad de que no seas capaz de volver? – dijo sin voltear a verla.

La castaña tenía su mirada fija en la espalda ancha y trabajada del de cabellos ceniza. – No quiero pensar en—

– Pues deberías. – Michael la interrumpió, sacando el archivo que necesitaba, ahora volteándose en sus pies y enfrentando la mirada asustada de Paris – En tu situación... deberías considerar todo tipo de posibilidades. – empezó a caminar de nuevo a su escritorio, en donde se sentó dejando suavemente el archivo al frente de él – Porque el hecho de que puedas volver o no, no depende completamente de ti.

La castaña era todo un caos. Sentía que lloraría de nuevo. Se negaba rotundamente a si quiera pensar en eso. No quería aceptarlo, y no iba a hacerlo por nada del mundo.

Sin decir nada, la castaña se levantó de su asiento y se fue de la habitación, dejando a Michael solo. Caminó rápidamente por los pasillos de la casa hasta la que conducía a la habitación en donde ella se estaba hospedando. Abrió la puerta, entró, y cerró de un portazo. Apoyó su frente en la puerta intentando calmar su agitada respiración respiración.

Tuvo ganas de llorar, gritar y hasta golpear algo.

– ¡ODIO QUE TENGAS RAZÓN!

•••

Desde la oficina, Michael pudo oír levemente el grito de frustración de la chica, provocándole una pequeña sonrisa desde la comisura de su labio. Soltó un pequeño bufido y siguió en su trabajo. – Siempre tengo razón, tonta.

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Y un segundo cap en el mismo día de regalo, por ser tan pacientes conmigo ❤️❤️

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