➵ 27
Luego de esa flamante discusión, Marcoh les pidió que se retiraran de su casa, y sin más opción, eso fue lo que hicieron. Rendidos volvieron a la pequeña parada de tren para así tomar el siguiente, lo cual muy seguramente fuese una larga espera.
Habían como mucho tres bancas para esperar el tren, y en una de esas estaban sentados Armstrong y Edward. Al lado de ellos estaba la caja que contenía a Alphonse y Paris estaba arrodillada al frente de la armadura, charlando con el.
– ¿Estas seguro de que quieres hacer esto? – comentó Armstrong dirigiéndose hacia Edward.
– ¿Huh?
– Por muy malo que esto suene, y que la piedra esté incompleta, podrías simplemente tomarla a la fuerza – dijo, sorprendiendo al rubio.
– B-bueno... en realidad haber estado tan cerca de una se veía como una opción demasiado llamativa, pero... – se detuvo a pensar.
– No queremos recuperar nuestros cuerpos tan desesperadamente... al menos no al nivel de dejar este pequeño pueblo sin su confiable médico – Alphonse termino la frase por su hermano, quien volteó hacia el y asintió, dándole la razón.
– Hmm... así que por eso buscan la piedra... – pensó Paris en voz alta, ahora captando la atención de los presentes.
Una duda apareció en la cabeza del menor de las Elric. – ¿Y tú Paris-san? – continuó – ¿Por qué buscas la piedra filosofal? – preguntó mirando expectante a la castaña al frente de él.
A la nombrada se le hizo un nudo en la garganta. »¿Como les digo que vengo de otra maldita dimensión y que este cuerpo es de una niña la cual murió hace 10 años...?« pensó retóricamente. Y descartó la idea de decirles por completo. No era para nada buena. Desvió la mirada empezando a balbucear – Hmm... B-bueno verán... – empezó a sudar frío y una mínima piquiña se apoderó de su nuca, la cual rápidamente empezó a rascarse con su mano debido al nerviosismo. No sabía por qué, pero se le estaba haciendo difícil mentirles. – Es un poco vergonzoso... – intentó evadir la pregunta.
– Aw, ¡no importa! No te juzgaremos, ¿verdad nii-san? – exclamó la armadura dirigiendo su mirada al rubio, quien no se inmutó.
Paris llevó su mirada cautelosamente hasta encontrarse con los orbes ámbar de Edward, quien le sostuvo el contacto visual, pensativo. Luego de esto suspiró y le respondió a su hermano – En realidad; si importa, Al. – dijo, sorprendiendo a su hermano.
– ¿Hah? ¿A que te refieres nii-san? – se quejó infantilmente la armadura.
– No quiero escuchar nada que no me quieran decir – sonrió pícaro. Esto le cayó como un balde de agua fría a Paris. Abrió su boca incrédula sin poder creer lo que sus oídos acababan de escuchar. La acaba de vencer en su propio juego.
»¡MIS FRASES, IDIOTA!« pensó en un mar de rabia y envidia. ¿Por qué? Porque de alguna manera el se veía 3 veces más cool que ella al decirlo. – ¡Quiero mis derechos de autor! – exclamó levantándose de su lugar con una molestia fingida. Edward empezó a reírse sin poder parar. – ¡Hablo en serio! ¡¿Como te atreves a utilizar mis propias palabras en mi contra?! – exclamó acercándose a él con fuertes pasos.
El rubio tomó su abdomen que le dolía por reírse tanto – E-es que... es que... tu cara... – intentaba hablar mientras reía pero se le hacía imposible, volvió a estallar en carcajadas.
Un tic nervioso se formó en la ceja de la chica, cruzó sus brazos y soltó un bufido. – Eres imposible – comentó para que luego se le escapase una pequeña risa que no pudo contener. Debía admitir que eso fue gracioso.
»¿Me he perdido de algo?« pensó Alphonse realmente confundido al presenciar dicha escena.
Luego de esa escena, escucharon el silbido del tren acercándose a la parada. Edward y Armstrong se levantaron de sus asientos. El Mayor tomó la caja de Alphonse y la apoyó en su hombro para así llevarlo más tranquilamente.
– ¡Esperen! – se escuchó el grito de Marcoh corriendo hacia la parada de tren. Los presentes voltearon en su dirección y lo vieron llegando con la respiración entrecortada. Se apoyó en sus propias rodillas para recuperar el aire perdido en sus pulmones.
– ¿Marcoh-san? – preguntó Edward incrédulo.
El hombre lo vió difícilmente, su frente se veía perlada por el sudor que recién transpiró. Rebuscó algo en el bolsillo interno de su chaleco para luego entregárselo a Edward. Era un pequeño papel doblado, como una nota.
– Aquí he escrito la locación de mis materiales de investigación... junto con los resultados de los estudios... – decía Marcoh respirando difícilmente – Si estás seguro de que no te arrepentirás de aprender la verdad... entonces échale un vistazo a esto... – el rubio aceptó dicho papel en sus manos pero seguía viendo a Marcoh escuchando atentamente lo que decía – conociéndote... se que llegarás a la verdad dentro de la verdad. – se enderezó apropiadamente y luego desvió la mirada – Ah~ creo que ya he dicho demasiado. – dió media vuelta y empezó a caminar por donde había venido con tanta prisa. Alzó su mano por sobre su hombro para hacer un ademán de despedida descuidado – rezaré para que cumplan su objetivo. Espero que puedan recuperar sus cuerpos. – concluyó, para luego perderse de la vista de los alquimistas.
– ¿Que dice? ¿Que dice? – Paris se apresuró hasta ponerse al frente de Edward y así tener una vista en primera fila sobre lo que decía el papel.
Edward abrió el papel con su única mano y leyó en voz alta – Biblioteca nacional de Central, primera ala.
– Ya veo... – comentó Armstrong – para ocultar un árbol, mejor es esconderlo en un bosque, ¿no es así?
– Es brillante... – comentó la chica, sintiendo una inquietud crecer por su pecho. ¡Al frente suyo tenía la mejor pista sobre la piedra filosofal que había encontrado en años!
Luego de esto, se volvieron a montar en el tren, retomando su camino hacia Resembool. De nuevo, Armstrong puso a Alphonse en el vagón de carga mientras Paris detenía a Edward quien por su puesto no estaba de acuerdo en dejar a su hermano menor como si fuese una maleta más. Pero tuvo que hacerlo.
•••
El doctor Marcoh se encontraba regresando a su casa. Cansado, subió esas tediosas escaleras hasta su puerta principal la cual abrió con su llave, entró y cerró detrás de él. Apoyó su frente en el marco de la puerta, reflexionando sobre todo lo que acaba de pasar. Estaba cansado y aún un poco asustado por haber pensado que el Mayor Armstrong había venido para matarlo luego de haber huido.
Pero, el hombre no se había dado cuenta de que no estaba solo en su hogar. En la oscuridad que cubría la mesa de madera, había una figura femenina voluptuosa, sentada con sus piernas cruzadas y apoyando un codo en la mesa. – Te he estado buscando, Marcoh~ – habló con un tono juguetón, asustando al nombrado quien se volteó inmediatamente, revelando ahora el aspecto de la mujer. Largos cabellos negros, ondulados a la perfección. Ojos rasgados de color rojo, los cuales iban a la perfección con su lápiz labial rojo oscuro. La desconocida sonrió, complacida de haber encontrado al hombre.
•••
– Ay... ¿me pueden meter presa por esto?
– Ni idea... ¿pero que harás con ella?
– Yo que se... supongo que la guardaré conmigo por ahora.
Edward y Paris decidían que hacer con el arma que Paris había olvidado devolverle a Marcoh... la cual le hubiese servido bastante en esos precisos momentos.
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NO MAMES PARÍS LE QUITÓ A MARCOH LO ÚNICO QUE TENÍA PARA DEFENDERSE AHSJAJSHJAHS (igual no hubiese funcionado pero ajá, se supone que eso no se sabe aún ayayayayayayyyyy)
Anyways chingus, denle amor a la sepsi estrellita, que no muerde ❤️
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