➵ 26
De alguna manera, esa conversación logró cambiar el ambiente entre ambos jóvenes. Se les notaba más tranquilos el uno con el otro. Bastante simple, ¿no?
El viaje continuaba. Pasaron toda la noche en aquel tren. Edward logró dormir toda la noche de lo más cómodo. Paris por otro lado, solo obtuvo unas tres horas de sueño. Sus típicas pesadillas la atormentaron esa noche. Armstrong parecía no querer dormir, llevaba toda una pila de revistas y libros ya leídos al lado suyo.
Ahora mismo el tren se encontraba parado en una de las tantas estaciones, esperando a que pasajeros se bajasen, y que más pasajeros se montasen. Casualmente el Mayor Armstrong estaba viendo la ventana ese momento, cuando de la nada se levantó de su asiento y pegó la cara a la ventana; asustando a los dos jóvenes. – ¡Doctor Marcoh! ¡¿Es usted?! – exclamó de la nada, dirigiéndose a un hombre notablemente mayor que pasaba por la estación de tren. Paris y Edward voltearon a ver que estaba pasando. – ¡Soy yo! ¡Alex Louis Armstrong! ¡De Central! ¡¿Me recuerda?! – volvió a gritar, y cuando el hombre identificó al fortachón, se asustó y empezó a huir.
– ¿Un amigo tuyo...? – preguntó el rubio confundido.
– El es un alquimista estatal bastante capacitado, Doctor Marcoh – explicó Armstrong – Él estaba estudiando cómo aplicar alquimia al área médica, pero luego de la guerra de Ishval desapareció.
Edward luego de pensarlo por unos segundos frunció su ceño y se levantó de su asiento – Hay que seguirlo ¡vamos! – exclamó echando a correr por los pasillos del tren.
– ¡Edward! ¡Espera! – Paris le siguió confundida.
»De seguro el sabe algo sobre transmutaciones de seres vivientes... estoy casi seguro« pensaba el rubio mientras bajaba del tren apurado.
El Mayor Armstrong no tuvo más remedio que seguir a los jóvenes. Fue a buscar a Alphonse en el vagón de carga y se pusieron en marcha.
Por el tiempo que les tomó bajar del tren, habían perdido de vista al hombre. Así que su única opción fue preguntar al rededor a ver si alguien lo conocía. En cuestión de minutos, Armstrong había dibujado un retrato del doctor Marcoh. Y era demasiado acertado y bien hecho. ¿Como lo hizo? Pues, fue heredado de generación en generación, esa fue su respuesta. Con dicho dibujo y cargando la caja en donde Alphonse se encontraba, el Mayor Armstrong fue preguntando a varias personas si conocían a Tim Marcoh. Edward y Paris le seguían y escuchaban todo lo que los aldeanos decían. Lamentablemente, nadie parecía conocerlo a nombre de 'Tim Marcoh' pero que el sujeto del dibujo se parecía mucho a un tal doctor Mauro. Y así fue con cada persona que interrogaron. Incluso algunos decían que siempre curaba a sus pacientes con una luz resplandeciente, ¡y nunca fallaba! Se les veía a todos hablar del doctor Mauro con mucha apreciación.
Decidieron preguntar en dónde vivía ese tal doctor Mauro, y les dieron la dirección. Ahora se encontraban caminando hacia allá entre las calles de aquel pequeño pueblo rural.
– Estas pensando lo mismo que yo, ¿verdad? – preguntó la chica.
– Depende. ¿Eres igual de inteligente que yo? – respondió burlón Edward. Paris no se pudo ni ofender, ya que había sido una respuesta bastante divertida de hecho, así que solo se rió he ignoró el comentario.
– ¿Será una piedra filosofal...? – preguntó ahora hablando más bajo.
Edward ahora se puso más serio, frunciendo su ceño – No lo sé pero... lo averiguaremos – afirmó viendo cómo ya delante suyo estaba la casa en la cual vivía el doctor Mauro.
Subieron unas escaleras para así llegar a la puerta principal. Edward se adelantó y tocó la puerta.
– ¡Buenas! ¡¿Hay alguien en casa?! – como siempre, y muy mala costumbre que tiene el y Alphonse, no esperó a que le respondiesen y abrió la puerta el mismo. Al otro lado de la puerta se encontraba Tim Marcoh apuntando a Edward con una pistola, y no dudó en disparar. El sonido del disparo hizo que Armstrong y Paris se asustasen y corriesen hacia donde estaba Edward, quien por suerte había sido capaz de esquivar la bala.
Por instinto Paris se colocó al frente de Edward, protegiéndolo de cualquier otra bala que pudiese salir de aquella pistola. Por otro lado, Armstrong fue la voz de razonamiento en la situación.
– Por favor cálmese doctor Marcoh, no le haremos daño – decía con una voz amigable.
– ¡Váyanse! ¡No quiero volver a un lugar como ese! ¡Todo menos eso! – exclamaba el hombre temblando.
– E-espere... no es por eso que estamos aquí... – Armstrong volvió a intentar calmarlo, pero el hombre estaba asustado a más no poder.
– ¡Entonces están aquí para silenciarme, ¿no es así?! – gritó moviendo el arma en su mano, como volviendo a amenizar que dispararía.
– No... no es eso...
– ¡No me pueden engañar! – vociferó. Era preso de su miedo y no iba simplemente a escuchar al Mayor. Al parecer no sabía cómo utilizar un arma por la manera en la que la sostenía y apuntaba. Paris se dió cuenta de esto y aprovechó una mísera de segundo para estirar su brazo y quitarle el arma de las manos. Con esa misma arma le apuntó de vuelta.
– Quieto. No venimos a hacerte daño, solo queremos hacerte unas cuantas preguntas – habló duramente. El hombre, atónito sin poder procesar aún lo que había pasado, subió sus manos a los lados de su cabeza. Rindiéndose. Paris bajó el arma lentamente y la guardó en su bolsillo trasero. – Muy bien. Ahora nos dejará pasar y responderá a nuestras preguntas... – dijo la chica, pero recordó que el plan no era exactamente 'amenazarlo' – ... por favor
Luego de esto, el hombre los dejó pasar. Se sentaron en una mesa de madera en el centro de la casa, que parecía sólo tener una pequeña habitación y la sala, cocina y comedor eran solo una gran habitación. Alphonse lamentablemente estaba metido dentro de una caja y su cabeza sobresalía de dicha caja para que así pudiese ver los alrededores. Por su puesto su armadura estaba rota y no podía moverse.
– Y pensar que cambiaste tu nombre y te viniste a vivir en un pueblo lejano... – comentó Armstrong. – escuché rumores de que cuando te fuiste, te llevaste materiales ultra secretos contigo...
Marcoh tenía sus manos entrelazadas sobre la mesa y solo veía hacia abajo. Pensativo. – No lo pude soportar más. Tener que recibir órdenes de arriba, y ensuciar mis manos estudiando tal cosa... – decía recordando cosas no que muy claramente no le agradaban. Todos los presentes escuchaban atentamente lo que Marcoh tenía por decir – Después de la guerra de Ishval, demasiada gente inocente perdieron su vida debido a eso...
Edward se inclinó hacia Paris, quien estaba sentada al lado suyo – "¿eso?" – susurró.
Paris lo miró por el rabillo del ojo – Shhh... escucha – le reprochó y Edward se enderezó de nuevo.
– Podría dar mi vida entera y aún así eso no tendría comparación al daño que causé... – continuó explicando – Pero a pesar de eso... decidí hacer lo que pudiese hacer, por muy poco que fuese. Decidí convertirme en un doctor aquí.
– Doctor... ¿que fue lo que le mandaron a investigar? – preguntó Armstrong.
– ... La piedra filosofal.
– ¡¿Qué?! – exclamaron los 3 jóvenes al mismo tiempo.
– Lo que tome conmigo cuando me fugué fueron mis notas de investigación, los materiales que usé... y la piedra en si – dijo, para la sorpresa de todos.
– ¡¿Tienes una piedra filosofal aquí mismo?! ¡¿Contigo?! – exclamó Edward, ansioso.
Paris no sabía cómo reaccionar. Sus palmas empezaron a sudar debido a la ansiedad que le causaba saber que la piedra sí existía. ¿Sería esa su oportunidad de regresar a casa? No lo sabía, pero debía intentarlo.
Marcoh suspiró y llevó su mano al bolsillo interno de su chaleco. De este, sacó un pequeño frasco de vidrio que contenía un líquido rojizo brillante.
– ¿Esa es la piedra? P-pero es líquida – comentó la castaña viendo fijamente las acciones del doctor, quien al escuchar dicho comentario, abrió el frasco y vertió el líquido en la mesa. El líquido era más bien como viscoso, tenía la densidad suficiente como para no fluir como agua, pero más bien con una textura babosa.
– "La piedra de la sabiduría" "La piedra celestial" "El gran elixir" "El quinto elemento" – Marcoh empezó a nombrar todos los títulos que la piedra filosofal recibía en distintas regiones. – Se le llama de distintas maneras, y no necesariamente tiene que ser una piedra. – Edward se acercó a la piedra y empezó a tantearla, tan curioso como siempre. No podía creer la consistencia tan rara de dicho elemento sagrado – Pero está piedra esta incompleta. No hay manera de decir cuándo está piedra alcanzará su límite y se volverá inestable y/o inútil.
– Aún así... ésta piedra logró mostrar tremendo poder militar en la guerra de Ishval... – Pensó Edward en voz alta aún completamente concentrado en la viscosidad de dicha piedra. – La piedra que vimos en Liore también era falsa e incompleta, pero su poder era devastador. – el silencio reinó en la habitación por unos segundos, y luego Edward mostró una sonrisa aterradora – Si un producto incompleto es así de poderoso... entonces con un poco más de investigación, hacer una piedra filosofal en completo funcionamiento no es remotamente imposible – concluyó, inmediatamente asustando a Marcoh. El rubio se levantó de su silla bruscamente y con su única mano golpeó la mesa. – ¡Marcoh-san! ¡Por favor déjeme ver su investigación! – exigió.
El nombrado volteó hacia Armstrong, confundido – Mayor... ¿quien es este niño? – preguntó al sentirse ligeramente ofendido por la demanda de un 'mocoso'
– Estos jóvenes – Armstrong señaló a Paris y a Edward – son alquimistas estatales.
– ¿Alquimistas estatales...? ¡¿Unos simples niños?! – exclamó atónito. No podía creer lo lejos que la milicia había llegado. Poner a unos niños en un peligro tan grande como ese era demasiado.
– ¡No me trates de infante! – exclamó Edward molesto. Se molestaba inmediatamente cuando lo trataban como un crío.
– Después de la guerra de Ishval, incontables alquimistas estatales renunciaron a sus títulos porque no podían cargar con el hecho de ser armas humanas... y aún así, tú— Marcoh fue interrumpido por otro golpe en la mesa, esta vez de Paris, quien había estado escuchando todo con mucha atención, pero esta vez sintió que debía intervenir.
– No eres nadie para juzgar nuestras decisiones. Y tampoco tienes el derecho de reclamar por algo a lo cual tu renunciaste hace mucho tiempo, como el cobarde que eres – habló duramente, su ceño fruncido y su mirada era pesada, amenazante. – Conoce tu lugar. – escupió esas últimas palabras.
Alphonse, quien había estado observando y escuchando toda esta conversación, sintió miedo. Nunca había visto a Paris así de ofendida y molesta.
Edward soltó un suspiro, liberando tensión – Se que suena demasiado estúpido, y se qué tal vez no haya sido la mejor decisión... – llevó su mano a su brazo faltante – pero aún así no me puedo rendir. Tengo un objetivo que cumplir y eso lo decidí hace mucho tiempo atrás. No hay nada que me vaya a detener ahora. – habló con determinación. Marcoh se le quedó viendo fijamente, indeciso.
– Lo siento muchacho pero... no te puedo mostrar mi investigación – concluyó.
– ¡¿Pero por qué no?! – exclamó Edward, sintiendo que su única pista a la piedra filosofal se le escapaba de las manos.
– ¡No debes saber nada sobre eso! ¡Es la investigación del Diablo! – exclamó Marcoh frunciendo su ceño y desviando la mirada, notablemente dolido. – Si te atreves a intentar investigar algo sobre esta piedra... ¡pasarás por un dolor igual al infierno!
Esto fue la gota que derramó el vaso.
– ¡Yo ya he pasado por el infierno! – vociferó Edward, dejando a todos sin palabras. Paris volteó su vista hacia el rubio, y notó como a pesar de tener un semblante molesto, su mirada decía otra cosa... dolor. Recordó algo que no quería recordar, algo que le hacía doler.
»Edward... ¿cual fue tu infierno?« pensó la castaña, a la par que su molestia se esfumaba. Ella había visto ojos como los de Edward hace tiempo. Son ojos que consigo llevan el arrepentimiento y dolor ajeno. Con cicatrices del pasado que no sanarán, y que solo saben mirar hacia adelante desesperadamente, porque todo detrás de ellos se desmorona sin control.
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¡Empezamos una nueva era! WOOOOOO
Si lo notaron, cuando cambia el símbolo al lado del número de los capítulos es porque comienza algo nuevo en la historia. Puede ser el avance personal de un personaje, una parte crucial de la historia o cualquier acontecimiento importante que sea relevante para el development y unfolding de la historia. Así que, watch out for those 😉
Anyways chingus, denle amor a la sepsi estrellita que no muerde ❤️
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