†23


Mientras que los hermanos habían sido llevados hacia la oficina del Coronel Mustang, a Paris estaban intentando internarla en un hospital debido a su herida interna. Podría ser realmente grave, podría tener un sangrado interno. Pero...

– No.

– Paris-san...

– He dicho que no.

Los doctores que intentaban llevarla hacia el hospital perdieron su paciencia.

– ¡Podría morir!

– ¡Que así sea! – contestó, terca como una mula.

La teniente Hawkeye salió de la oficina que compartían el equipo de Mustang al haber escuchado aquel escándalo en los pasillos de los cuarteles militares. – ¿Por qué tanto alboroto?

Los dos médicos, angustiados, miran a la teniente en busca de ayuda – ¡La señorita Paris no quiere ni primeros auxilios!

Riza miró a Paris, quien se encontraba sentada en una pequeña silla pegada a la pared del pasillo. Cuando la castaña se encontró con la vista de la teniente, abrió sus ojos y levantó sus cejas, retándola – ¿Qué? ¡Si estoy perfectamente bien! – exclamó, para luego toser un poco de sangre.

– Si, puedo ver eso – respondió simplemente Riza, para luego volver su vista a los doctores – Llévensela y traten sus heridas.

Los doctores solo medio voltearon a dirección de Paris, pero esta inmediatamente les dio una mirada asesina – Tóquenme y están muertos – amenazó.

Uno de los médicos gruñó – ¡Es imposible! Si no quiere que la tratemos, no podemos obligarla a nada – explicó de nuevo mirando a la teniente.

– Ella es una menor. No debería ni si quiera poder negarse – explicó de vuelta. Paris le regalo una mirada asesina también.

– ¡Mi cuerpo! ¡Mi decisión! – exclamó, escupiendo sangre de nuevo. – De todos modos... yo resolveré mi herida. Por favor dejen de malgastar su tiempo conmigo y vayan a sus jornadas de siempre – habló hacia los doctores, quienes resentidos tuvieron que irse ante la orden de la alquimista.

– ¿Estás loca de la cabeza? ¿Cómo resolverás esa herida? – preguntó Riza acercándose hacia Paris.

La castaña solo la miró con una pequeña sonrisa socarrona. De repente, se escucharon unos pasos que se acercaban velozmente al fondo del pasillo. Cuando Paris volteó, sonrió aún más – Así.

La teniente Hawkeye volteó hacia donde Paris miraba, y vió a un hombre de cabellos ceniza, ojos marrones. Bastante atractivo y alto. Se veía que estaba en sus años de juventud. Lucia con una camisa blanca de botones y las mangas arremangadas hasta sus codos, para así enfatizar la atención en sus trabajados brazos. Pantalones negros de gala con una correa, y zapatos negros que se veían pulidos. Tenía también un reloj decorando su muñeca que le daba un look... atractivo.

– ¡Paris! ¡¿Que te pasó?! ¡Recibí tu llamada! – exclamó casi que deslizándose en sus rodillas por el piso, para así llegar hacia la nombrada y estar a su altura. Tomó la cara de la chica y empezó a inspeccionar todo su cuerpo – ¡¿Esto es sangre?! ¡¿Estás bien?! – preguntaba angustiado.

– Cállate y sácame de aquí Michael – dijo la castaña levantándose, pero el dolor la detuvo a media acción – Duele... duele... – se quejaba con una mueca de dolor.

– Si no te mueres tu primero, te mato yo. Te dije que no te metieses en problemas – Michael en un movimiento rápido, pasó sus brazos por la espalda y las rodillas de la chica, cargándola completamente.

Riza veía todo esto, en completa confusión – Paris... ¿Te importaría explicar quien es este joven? – preguntó sin moverse de su lugar.

La chica vió a Riza desde los brazos de Michael – Un viejo amigo. – respondió rápidamente y volteó hacia Michael – En serio sácame de aquí que me muero – dijo para luego volver a escupir sangre, literalmente casi matando de un susto al de cabellos blancos.

– ¡Paris! ¡No te mueras! – el chico iba a empezar a caminar hacia la salida, pero una voz lo detuvo.

– ¿Fahrenheit? – se escuchó la voz de Edward saliendo de la oficina del Coronel, presenciando aquella escena tan extraña.

La chica enfrentó su mirada, sin saber que decir – ... eh...

– No hay tiempo, que en serio te mueres – interrumpió Michael – Maldita sea Paris, tienes suerte de que estaba en la Zona Este de pura casualidad – empezó a caminar rápidamente hacia la salida de los cuarteles, dejando a la teniente y al rubio súper confundidos.

– ¿Estará bien? – preguntó Edward curioso, ¿por qué se la llevó aquel tipo y no se fue directamente a un hospital? Seguía sin entender el comportamiento de la castaña.

– Supongo que si...

•••

Michael como pudo abrió la puerta de la habitación del hotel en donde se estaba quedando. Teniendo a Paris en brazos se le hizo muchísimo más difícil.

– ¡Con cuidado imbécil! – se quejó al sentir ese dolor punzante en su abdomen de nuevo.

– ¡Eres tú la que no quiere ir a un hospital! – respondió el de cabellos ceniza, para luego caminar hacia la cama de la habitación y colocar cuidadosamente a la castaña en esta. – Y ni si quiera me has dicho por qué.

La chica tosió de nuevo, más sangre. Miró los ojos de Michael – Dijiste que practicabas alquimia medicinal... ¿no? – recordó la charla que habían tenido cuando se encontraron, antes de que ella fuese a Liore.

El chico tragó en seco, viéndola confundido – Pues... S-si pero no soy muy bueno aún... – respondió, pero luego algo hizo click en su cabeza – Espera. ¡¿Quieres que te cure?! – exclamó histérico.

– No. Grandísimo idiota. Solo quería que tu cama de hotel fuese mi maldita tumba – respondió sarcástica, pero Michael pareció no entenderlo. Paris rodó los ojos – ¡Que si! ¡Si quiero que me cures! O en serio tendrás un cadaver en tu cama muy pronto – avisó, ya que el dolor se iba intensificando.

– Estas loca, ¿verdad? ¡¿Por qué no simplemente vas al hospital?! ¡Ellos podrán tratarte mucho mejor! – seguía poniendo excusas, estaba asustado.

– Cúrame y verás – dijo simplemente la chica para luego poner una mueca de dolor intenso. Estaban perdiendo el tiempo con esa discusión sin sentido.

El chico suspiró, nervioso – Mierda... – se alejó de la cama para ir al baño. Abrió un pequeño gabinete que estaba allí, sacando un kit de primeros auxilios. Volvió con el hacia donde Paris estaba y lo puso sobre la mesa de noche. Lo abrió y buscó unas tijeras rápidamente.

– Lo siento si invado tu privacidad, tu querías esto – avisó siendo cuidadoso, ya que sabía que Paris era impredecible.

La chica respondió con un gruñido, le seguía doliendo cada vez más – Solo apresúrate...

El de cabellos ceniza apartó la chaqueta de Paris sin quitársela del todo, ya que no podía arriesgar moverla tanto. Tomó el borde del camisón holgado y empezó a cortarlo por la mitad con las tijeras. Esto reveló el torso de la chica, por su puesto sus pechos aún cubiertos con un bra deportivo. Pero, allí Michael notó que la zona justo debajo de sus pechos se había puesto morada. Debía tener unas cuantas cosas rotas allí adentro.

– Maldita sea Paris... mira lo que le hiciste al cuerpo de Emma – comentó el chico dejando las tijeras en la mesa de noche. Luego fue rápidamente a buscar una hoja y papel. En el papel, hizo un círculo especial que se utilizaba para alquimia medicinal.

– Michael... – dijo Paris sonando ahogada – No respiro... – avisó, asustándose.

– Tranquila... tranquila... – Decía mientras terminaba de dibujar el círculo. Luego, rápidamente pasó la hoja por debajo de la espalda de la chica, con cuidado de no romperla. Suavemente colocó sus manos en la zona morada que su piel tenía, y empezó a tratarla. Una luz verde emanó de las manos de Michael, aliviando el dolor de Paris casi que inmediatamente. – ¿Como se siente? ¿Estás bien? – preguntó mirando preocupado a los ojos de la chica.

Paris asintió sin energías – Estoy bien... – respondió difícilmente – Gracias...

El chico soltó un suspiro, aliviado de que la hubiese empezado a tratar justo a tiempo. – Esto tomará por lo menos una media hora... creo que si tenías una hemorragia interna – dijo mientras tanteaba y presionaba un poco la piel de la chica. Paris asintió, dejando que Michael hiciese lo que tenía que hacer.

Los ojos del chico se vieron atraídos hacia lo que primero creyó que era una mancha negra en la piel de Paris, pero lo que vió, era otra cosa completamente distinta – P-paris... – titubeó. Lo que vió lo dejó sin palabras.

La nombrada sonrió un poco, casi sin energías – Ya ves... ¿por qué no quería ir al hospital...? – respondió, aún siendo sarcástica después de todo.

El chico tragó en seco, a pesar de estar sorprendido, no dejaba de curar a la castaña. – ¿C-como es que tienes un sello de sangre? ¿Pero está... tatuado en tu piel...? – preguntó incrédulo.

Y, así era. En la parte arriba de la zona de los pechos, justo en el medio, Paris tenía un sello de sangre, pero este ni si quiera estaba hecho de sangre como su nombre lo indica. Lo peculiar sobre este sello es que era negro, perfectamente dibujado en la piel de la castaña, y no había manera de quitarlo.

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Hola! Les traigo una foto que les ayudará imaginarse a Michael Collins, ya que quiero que sea un personaje que salga casualmente en este libro ❤️

Así me lo imagino yo. Es joven y bonito. (Con todo y el pendiente) créditos al creador del dibujo :)

Llegamos a las 400 views loco. How????? Tan rápido??????? L@S AMOOOOKAJSLABSKAJSK❤️❤️

Anyways chingus, denle amor a la sepsi estrellita, que no muerde ❤️

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