Capítulo extra: Historia de Lili
—Luego me cuentas todos los pormenores, Kelly. Besos y cuídate.
Corté la llamada, aunque siempre la socarrona de Kelly solía hacerlo. Eso era lo de menos. En ese momento, solo tenía la cabeza en un nombre: Paul. Su intención era que nos encontráramos en la cafetería Freelux. Ya imaginaba nuestro encuentro, él suplicándome para que lo perdonara. Tenía cierto recelo y temor de lo que iba a pasar. No quería ponerme iracunda y destrozar todo.
Pasé de la ficción a la realidad y me alisté de forma meteórica con el vestuario más recatado y aburrido posible. Agarré el móvil y salí rumbo a la cafetería o a mi destino, aunque suene muy cursi.
Mi lento andar por las calles de Minddey, daría a entender a cualquiera que algo me perturbaba y me torturaba por dentro. Ver a la gente sonreír hacía que sintiera ganas de estar en el lugar de ellos y matarme a carcajadas. Literalmente, mandar todo a la mierda.
Llegué a la cafetería con más ganas de pasar de largo que de entrar a la misma. Ingresé al establecimiento y noté a Paul que yacía sentado en la parte izquierda del último asiento. Me acerqué hasta su mesa y me senté.
—Paul, ¿eres tú? —pregunté insegura y cohibida.
—Si, por suerte sigo siendo el mismo —dijo Paul con ganas de que riera, pero no tenía ganas.
—¿Qué tenías que decirme? —dije en un tono elevado.
Carraspeó un poco con la cabeza gacha y luego dijo:
—Sobre nosotros.
—¡Entre nosotros, nunca hubo nada porque así tú lo quisiste! —exclamé con desdén.
—Yo no siento nada por ella. Simplemente fue un juego —dijo tragando saliva.
—¡No soy estúpida! —grité.
—¿Por qué siempre te pones así?
—¡Porque yo quiero ponerme así! —grité y me levanté iracunda.
Salí de la cafetería sin ánimos de caminar más y solo me quedé apoyada en la pared mientras un raudal de lágrimas se paseaba por mi rostro pálido.
Paul salió detrás de mí.
—Perdón, Lili. No quise hacerte daño —dijo él y bajó la cabeza.
Se subió a su moto y la encendió.
Mientras sucumbía en mi tristeza, mis ojos veían cómo se alejaba de la cafetería y también de mi vida.
Con los ojos aún sollozos por el mal sabor de boca, regresé a casa. Solo quería llegar y encerrarme para no volver a salir más, a no ser que fuera el apocalipsis.
Justamente lo que quería terminó ocurriendo y me recosté en mi cama. Mi madre, por suerte, no estaba para ver mi lamentable estado. Pasaron las horas como si nada. No tenía hambre, no tenía ganas de nada. Cualquier cosa que viera lo tiraría muy lejos.
En el fondo, una voz interior me decía que estaba siendo paranoica con lo sucedido y que una sola llamada, cambiaría mi rostro deprimente por uno de esperanza.
Esa misma voz interior altruista, me decía que había cosas más tristes que llorar por un amor, así que, poco a poco, fui tranquilizándome. Suficiente tenía mi habitación con mi llanto. Eso era lo malo de ser una quisquillosa empedernida.
Agarré el teléfono decidida y, con la frente alta, lo llamé.
—Paul, soy Lili. Mira, sé que ha habido diferencias entre nosotros, pero tú sabes que te quiero, y eso no lo cambiará nadie. Nuestros problemas los podemos resolver juntos.
Desde ese momento, comencé a pensar primero en mí y después en los demás.
Fin.
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