Seis
Habían pasado dos semanas. Cada uno estuvo inmiscuido en sus propios asuntos y no se habían tomado el tiempo ni para dedicarse alguna mirada. Chuuya no iba a admitir que el asunto empezaba a inquietarle.
Había veces en las que inevitablemente pensaba demasiado en lo que había pasado, pero no de forma positiva. Esas veces incluían culpas y vergüenzas... Estuvo a punto de tener sexo con su compañero de trabajo, a quién alegaba odiar desde que lo conoció y de quién inevitablemente fue visualizando como un pequeño crush sexual. Sabía que Dazai no le atraía de forma precisamente romántica, pero refiriéndose a únicamente lo sexual, era un hecho indeleble que él se había vuelto el principal dueño de sus fantasías lascivas.
Y el problema era que no sabía cómo lidiar con aquello.
Una parte de él agradecía ese distanciamiento adquirido, pues así no tenía que preocuparse sobre qué cara poner o cómo actuar frente a él, ¿se supone que debía fingir que nada pasó? ¿O sería el comienzo de una sarta de chistes sexuales personalizados exclusivamente para ambos? Ambas opciones sonaban problemáticas por igual.
Ah... ¿en qué se metió?
Ensimismado en sus pensamientos, caminaba hacia la salida de la sede de la Port Mafia. Tenía tiempo libre y lo primero que llegó a su cabeza fue dedicarlo a la bebida de Lupin. Seguro que a esa hora Odasaku debía estar allí y podría hacerle algo de compañía, aunque tampoco le importaba beber solo siempre y cuando tuviera cuidado en que las cantidades de alcohol ingeridas fueran lo suficiente como para poder ir a casa en sus cinco sentidos. Algo de vino no estaría mal, quizá algún coctel suave o una copa de tequila, o también...
Sus cavilaciones fueron interrumpidas por la repentina mano que lo arrastró hacia uno de los cuartos cercanos.
—¡¿QUIÉN PUTAS...?!
La mano de Dazai cubrió su boca, mientras lo miraba con un brillo travieso luciendo en sus orbes. El índice de su mano libre estaba sobre sus propios labios, presionando la sonrisa sugerente y divertida que mantenía; en una señal de silencio. Chuuya sintió como el bello de sus brazos se erizaba.
—¿Ahora que mierda quieres? —Su voz sonó amortiguada debido a la mano que Dazai seguía manteniendo encima.
—Nada. Solo quería ver como estabas después de esa noche.
Si Chuuya notó como la mano que estaba en su boca ahora bajaba y se colocaba detrás de la espalda de Dazai para asegurar la puerta, decidió no decir nada.
—¿Qué se supone que debo responder? ¿Qué quiero que se repita?
Y vaya que lo quería, pero era demasiado vergonzoso admitirlo en voz alta. Aun así, se suponía que Dazai era un experto en intuición ¿no?
—Es exactamente lo que estoy esperando que admitas, mi querido Chuuya. Ya te has tomado mucho tiempo.
Las mejillas de Nakahara bien podrían rivalizar con el color de su cabello.
—¿Y tú? ¿No deberías admitirlo también? Digo, no por nada estás tan impaciente y le pusiste seguro a la puerta.
Los labios de Dazai se curvaron hacia arriba, ostentando una sonrisa juguetona. Pasó su lengua sobre ellos, dejándolos con una capa fina de saliva que los hizo ver realmente exquisitos. Acercó su rostro hacia la cabeza de Chuuya, dónde dejó una suave lamida en el lóbulo de su oreja antes de susurrar:
—Acertaste.
Sucumbieron a sus deseos carnales y el beso inició. Chuuya lo había agarrado de su corbata para guiarlo hasta su propia boca y Dazai no dudó ni un segundo en empezar a usar su lengua. Las manos del pelirrojo fueron a parar en los botones del traje de Osamu, desabotonando uno por uno y sin mermar el ritmo del feroz beso. Mientras que las manos del castaño se colaron debajo de la camisa de Nakahara, bajando ligeramente sus pantalones para acariciar sin pudor su cintura.
—¿Cuántas veces soñaste con esto, eh, Chuuya? —Dazai preguntó en un susurro y entre suaves jadeos que secundaron la interrupción del beso. Tomaron un par de bocanadas de aire, ambos sin despegar sus manos del cuerpo contrario.
—Te aseguro que no más veces que tú.
Dazai reprimió un resoplido socarrón.
—Yo diría que es al revés.
Antes de darle tiempo a Chuuya para objetar algo, Dazai había adentrado una de sus manos directamente en su ropa interior, sintiendo entre sus dedos la textura húmeda del erecto miembro de Nakahara. Este dejó escapar un suspiro placentero y sus manos se apretaron con vehemencia en la camisa de Dazai, que poco a poco estaba abandonando su cuerpo.
—Dime ¿te gusta? —Apegó sus cuerpo completamente sin sacar sus manos, acercando sus labios al oído de Chuuya lo suficiente como para que su aliento choque contra su oreja.
—No preguntes y solo empieza —masculló apretando los dientes para evitar dejar escapar más sonidos indecorosos.
Los dedos de Dazai juguetearon con la punta de su glande, haciendo más difícil su tarea.
—No puedo seguir si no sé si te gusta o no —debatió en un tono condescendiente que sabía crispaba la paciencia de Nakahara.
Un suave apretón en la mitad del falo fue impulso suficiente para alentarlo a dar una respuesta más precisa.
—Mierda, sí, me encanta que toques así... —confesó en medio de un sonoro gemido que deleitó por completo a Dazai.
—De acuerdo, sí así te gusta —canturreó con sorna, empezando a masturbar el despierto miembro de Chuuya con más intensidad, subiendo y bajando sus dedos sobre el largo del falo y con su pulgar toqueteando la punta.
La frente de Nakahara se unió con el hombro de Osamu, intentando reprimir los jadeos que se empecinaban en salir sin control de sus labios, siendo apenas amortiguados por sus dientes apretándose entre sí. El toque era tan adictivo y sus movimientos demasiado exquisitos para su cordura. Se preguntó cuánta experiencia cargarían esos largos dedos y cuanto más estaría dispuesto a practicar con él... sin embargo, Chuuya no era de los que se quedan atrás en algo y por mucho que estuviera embelesado de placer, era ligeramente humillante estar solamente él en esa posición.
Una mano temblorosa se elevó hasta colgarse en el borde del pantalón de Dazai, dónde jugueteó un poco con la tela.
—¿Qué planeas, Chuuya? —Osamu interrogó en un susurro ronco. Había una diversión expectante en su voz, teniendo perfecto conocimiento de las intenciones del pelirrojo, pero él quería escucharlo salir directamente de sus labios.
—Yo también quiero mostrarte lo que sé hacer.
Aunque en realidad la única experiencia que tenía era con su propio cuerpo, pero al menos serviría.
—Interesante. Muéstrame. —Dazai frenó sus propios movimientos para prestar atención a los de Chuuya. Este no quiso admitir en voz alta que se sintió inseguro al respecto, mucho más al tener el juicio de Osamu sobre él, quién ya había demostrado ser lo suficientemente experimentado como para jactarse de ello, considerando que aún eran mocosos apenas.
Pero, eso no bastó para aplacarlo.
Siendo minucioso en no querer mostrar su inseguridad, fue rápido a la hora de desabrochar el cinturón y el botón del pantalón; sumergió su mano y de inmediato sintió vergüenza al reparar en que estaba tocando una virilidad ajena por primera vez. No dejó que eso lo perturbara, siguió palmando suavemente como prueba inicial, sintiendo la humedad de la tela del bóxer y moldeando el miembro con su mano. Tan solo con sentirlo con su mano ya tenía material para futuros escenarios imaginarios.
—Siéntelo, Chuuya. —El susurro contra su mejilla que fue secundado por una húmeda lamida, lo hizo estremecer.
Y sin poder esperar más, introdujo su mano directamente dentro de la ropa interior, pudiendo sentir al fin directamente el erecto miembro ya húmedo por el goteante pre semen.
Dazai soltó un gemido suave contra la oreja de Chuuya, dándole un panorama magnifico de sus propios sonidos indecorosos. Esto hizo sentir bien al pelirrojo, sintió que era capaz de otorgarle a Dazai tanto placer como él se lo daba.
Se tomó la libertad de explorar, de toquetear sin pudor y apretar para descubrir áreas sensibles, replicó los mismos movimientos de Dazai y parecía que estaba funcionando a la perfección; Chuuya lo escuchó gemir su nombre más veces de las que creyó que podría. Su voz ronca unida a gemidos lascivos y su nombre impregnado en ellos con un infinito placer era una sinfonía perfectamente exquisita que se había vuelto su nueva droga personal.
Casi al instante de que Chuuya descubriera la manera perfecta de hacerlo (tan perfecta como un novato puede hacerlo) y consiguiera un buen ritmo, Dazai volvió a atender su necesitado miembro.
Y, como todo lo que hacían juntos, en algún momento aquella masturbación mutua terminó convirtiéndose en una competencia tácita que medía que tan rápido podían ir y que tanto les tomaría eyacular.
—Enano, has tenido estas... habilidades bien escondidas, eh —Dazai declaró en medio de un jadeo, finalizando con una risita coqueta.
Fue suficiente para hacer que Chuuya sucumbiera y fuera el primero en correrse sobre la mano del otro, soltando un sonoro gemido en el proceso. Esperó una burla de parte de Dazai, pero obtuvo la misma reacción: casi al instante sintió su mano húmeda por el orgasmo recién obtenido y lo escuchó soltar un suspiro mucho más sutil, pero no menos erótico.
El proceso de aquella noche se repitió: sin decirse nada más buscaron algo con lo que pudieran limpiarse hasta por lo menos llegar cada uno a su propio departamento. Claramente trataban de no mirarse, como si intentaran fingir que lo anterior nunca pasó. Chuuya no supo dilucidar si de parte de Dazai ese comportamiento se daba por algún tipo raro de respeto o por mero bochorno... Al menos, de parte de él sí se trataba de vergüenza y en realidad no sabía si considerar afortunado o como un insulto ese comportamiento tan indiferente después de un acto sexual.
Cuando salieron del cuarto aún no estaban del todo presentables. Sí, se habían limpiado, pero la mitad superior de su ropa aún era un desastre y el rubor de la cara no desaparecía todavía, haciéndolo más notorio por la blancura de ambos. De todas maneras, no les importaba demasiado; ya era tarde y a esa hora los pasillos comúnmente estaban desolados. Ambos salieron al mismo tiempo, Dazai soltando un sonoro bostezo y Chuuya reclamándole por ser demasiado ruidoso.
—Hey, Chuuya, la pasamos bastante bien ¿no? —Dazai preguntó con tono cantarín.
Nakahara puso los ojos en blanco.
—No te emociones, idiota. Fue solo algo de un ra...
La frase murió en su boca cuando notó la nueva presencia a su lado: Akutagawa intercalaba su curiosa mirada entre ambos, definitivamente sin pasar por desapercibido el estado desastroso de ambos, pasando más tiempo en las marcas rojizas que ahora adornaban el cuello de Chuuya. Su expresión sorprendida y el repentino rubor de sus mejillas delató sus pensamientos.
—¡No es lo que crees! —Nakahara intervino antes de que el niño pudiera siquiera decir algo.
—Akutagawa, no deberías estar por aquí a esta hora ¿buscas a alguien? —Dazai preguntó efusivo, de pronto envolviendo los hombros de Chuuya con un brazo y apegándolo a su cuerpo.
Nakahara reaccionó al instante alejándose y asegurándose de parecer asqueado.
—Ah, yo... —el niño murmuró enredándose con sus palabras y agachando la mirada con vergüenza—. Y-yo solo buscaba a... quería... ¡Ah, sí! Estaba haciendo unos recados para el jefe...
—Pues, camina niño. No demores que ya es tarde —alentó Chuuya con apremio. En verdad necesitaba salir de esa incómoda situación.
—¡S-sí! —respondió para luego darse la vuelta y avanzar a pasos tensos hasta desaparecer en la oscuridad del pasillo.
Dazai se despidió con un divertido gesto de mano.
—Eso estuvo cerca.
—Ya cállate.
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