Ocho

El cuarto era sencillo pero estaba equipado lo suficientemente bien; cama matrimonial, televisor, baño y artículos de higiene. Chuuya debía admitir que era un alivio tener constancia de que no iba a encontrarse algún consolador o una botella de lubricante de dudosa procedencia en alguno de los cajones.

Dazai no perdió tiempo para tirarse sobre la cama y empezar a rodar en ella, dejando que la comodidad lo embriague. Chuuya, por su parte, se sentó en uno de los muebles para empezar a aflojar su corbata y dejar su chaleco cuidadosamente doblado a un lado.

—Chuuya —canturreó Dazai, recostado boca abajo y moviendo sus piernas con coquetería—. Ya ven aquí.

—No, ya tengo sueño —murmuró en medio de un bostezo.

—Oh, vamos. No seas aburrido.

Mientras Chuuya caminaba lentamente con los pies descalzos hacia el borde de la cama, Dazai gateó hacia esta también. Cuando estuvieron frente a frente, Osamu se paró sobre sus rodillas, posando sus manos sobre los muslos del pelirrojo y empezando un recorrido lento por sus caderas hasta llegar a su cintura. Chuuya llevó sus manos desnudas hacia la nuca de Osamu, donde revolvió su cabello con suavidad antes de atraer su rostro hacia sus propios labios.

Esta ocasión era diferente a las demás. Había un aire más íntimo, más... romántico, que a su vez traía de la mano un ambiente ligeramente más inseguro que otras veces.

Sobre la mente de Chuuya residía la incógnita sobre si realmente ese sería el día en que llevarían su juego sexual al siguiente nivel. Le preocupaba el desenvolvimiento que ambos tendrían, los posibles errores que inevitablemente se cometerían y sobre su relación después de esto. A Dazai no parecía importarle demasiado esta última, después de todo siempre fue tan fácil para él comportarse normalmente después de alguno de sus actos sexuales. Tampoco lucía muy inquieto respecto a sus actuales acciones... Lucía tan seguro como siempre.

—¿Estás nervioso, Chuuya? —Dazai susurró contra sus labios, sin despegar el agarre de su cintura. Sonó tan suave, tan atento, casi con una preocupación disfrazada.

—No, estoy bien —musitó evitando mirar las orbes cobrizas de Osamu—. Solo continuemos.

—Si algo te incomoda, dímelo. No continuaré si tú no estás dispuesto a hacerlo, enano.

Dazai sonó serio como pocas veces con él. Poseía la característica de parecer intimidante ante los demás, una persona que escondía sus misterios tras una inquietante fachada de bufón; sin embrago, su actitud era diferente con Chuuya. Con él aplicaba una familiaridad más confianzuda. El fastidioso tono cantarín que usaba para molestarlo y su semblante burlesco parecían ser más genuinos cuando se refería a él. Lo había conocido lo suficiente como para dilucidarlo.

La seriedad que aplicaba en ese momento podría considerarse un tono de preocupación autentica, pero Chuuya no diría nada al respecto; tampoco quería quedar en ridículo con una falsa impresión.

—Ya sé, solo continúa.

Dazai sonrió. En un solo movimiento tuvo a Chuuya debajo de él, con sus brazos presionados sobre los costados de su cabeza y una de sus rodillas entre sus piernas. No perdió tiempo para empezar a devorar su cuello en una serie de besos intercalados con mordidas suaves. Las marcas anteriores habían comenzado a desaparecer, pero fueron reemplazas por unas nuevas impecables.

Nakahara, por su parte, dedicó sus manos temblorosas a empezar a despojar a Osamu de su ropa. Empezó con los botones de su camisa, lo cual fue un asunto difícil debido a que sus pechos estaban casi pegados. Su pantalón fue mucho más fácil y haciendo uso de sus pies logró quitárselo junto a su ropa interior.

—¿Impaciente? --De pronto Dazai preguntó, llevando su pulgar y su índice al mentón del pelirrojo, tomándolo delicadamente.

—Cállate —respondió en un susurro azorado.

Sintió sus labios humedecerse repentinamente; la lengua de Osamu había pasado delicadamente encima. Rio por la expresión conmocionada de Chuuya y sin decir nada más, su impaciente boca se unió contra la otra, introduciendo su lengua de una vez. Un jadeo del pelirrojo murió entre los movimientos y las rozaduras de lenguas; saboreando la saliva del otro mientras sus manos vagaban libres por el cuerpo descubierto de Dazai, topándose con algunos retazos de vendas inevitablemente.

—Esta mierda estorba —reclamó, haciendo lo posible por modular su tono de voz a uno menos vergonzoso.

—Quítamelas, entonces —Osamu respondió con una sonrisa sugerente. Se incorporó, alejándose del cuerpo del otro hasta quedar arrodillado frente a él.

Chuuya le imitó, regalándose unos segundos para contemplar el cuerpo desnudo de Dazai, cubierto únicamente de la capa de vendaje en algunas partes. Extendió sus brazos, ostentando la maraña de vendas de vendas envueltas. Nakahara tomó uno entre sus manos y empezó a desenrollar con profunda delicadeza, como si tuviera miedo de encontrar alguna herida debajo o algo peor.

Afortunadamente solo lo recibió la pulcra blancura de su piel. Fue así en ambos brazos. Luego prosiguió con la de sus muslos, los cuales los encontró en el mismo estado. Dedicó una mirada completa, contemplando cada fragmento de su piel, encontrando desde lunares hasta cicatrices cuya existencia apenas conocía: una diminuta mancha marrón cerca del pezón izquierdo y una más notoria en la pelvis. Había algunas cicatrices en su abdomen, aunque ya estaban lo suficientemente camufladas como para notarlas a la lejanía.

—Tu turno —Dazai comentó adoptando una postura más relajada y cómoda.

Chuuya reprimió un suspiro. Era extraño; si bien ya habían sentido su desnudez previamente, no de esta manera. Tomarse el tiempo para contemplar el cuerpo del otro, fijarse en cada detalle que antes desconocían era totalmente nuevo. No podía evitar sentir vergüenza.

Con manos ligeramente trémulas, desabrochó su camisa y la dejó caer fuera de la cama. Seguido por sus pantalones y ropa interior. Se quedó sentado en la cama, de rodillas y con la mirada clavada hacia abajo, temiendo a Dazai y a su juicio.

—Awww, enano, eres tan tierno cuando te pones tímido.

—¡Cállate! —Levantó la mirada, encontrándose con el semblante sonriente de Osamu. No apartaba la mirada de su cuerpo y su sonrisa tampoco desaparecía.

Lo escuchó soltar una risa enternecida y las mejillas de Chuuya ardieron al instante, desviando la mirada hacia un rincón cualquiera, pero sin poder evitarlo una sonrisa sutil decoró sus labios. Una improvista emoción lo embargó y de pronto se sintió tan cómodo al lado de Dazai, lo suficiente para hacer acopio de valor y entregarse en cuerpo a él.  

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