◊ Capítulo 5 ◊

A LA MAÑANA SIGUIENTE.

10:38

¡Me he quedado dormida!

Se supone que saldría a las nueve para hacer una buena excursión por Nueva York. ¡No puedo perder más tiempo!

20:40

¡Ha sido un día tan productivo! Hoy hice tantas cosas que creo que se me es imposible nombrarlas todas. Y es increíble que solo en el tercer día ya haya comprado regalitos para mis amigos, familiares, compañeros de trabajo y alumnos. ¡Si es que no tengo remedio! ¡Y fotos...! ¡Buaf! Tengo unas mil en la cámara.

Lástima que cuando estaba merendando en Central Park tuvo que liarse a llover. Esto me pasa por no mirar el tiempo y ser una idiota, porque estaba viendo claramente cómo el parque se quedaba vacío poco a poco. Como he dicho antes, no tengo remedio. Tuve que salir corriendo y coger un taxi, en el cual escribo ahora, decidida a regresar ya a casa.

Ya llego, seguiré contando luego con más detalle.

Lo mejor: no llueve. Lo peor: oscuridad.

A estas horas está todo oscuro, y mi mente no deja de recordarme al tigre y al pez. Ah, y a las tortugas, claro. Pero sobre todo a los otros dos.

Avanzo hacia la puerta de mi casa. Dejo las cinco bolsas en el suelo y cuando estoy cogiendo las llaves, me da por mirar hacia arriba, a la azotea de los pisos que siguen la calle. No debería haberlo hecho. Puede que tan solo sea mi imaginación por las cosas que me pasaron el otro día, pero juraría que acabo de ver cuatro sombras en las tinieblas de la noche. Miro mi reloj de muñeca. Son las 20:47. 20:48 ahora. Es tarde, pero no tanto como el día en que atacaron a Murakami.

Ya no hay marcha atrás. ¡Mi mente no para de especular cosas sobre los monstruos de nuevo! ¿Serían reales esas sombras? Antes de seguir dándole vueltas, me apresuro a abrir la puerta, entrar y echar la llave de nuevo. Segura en casa.

Me quedo apoyada en la puerta, pensando mientras miro el suelo, y a la vez nada. La verdad de todo esto y a pesar de por lo que pasé, I WANT volver al restaurante para ver cómo se encuentra Murakami. ¡Soy una buena persona y me preocupo por las demás! Y quiero también seguir a esas sombras. Sí, quiero salir y buscar respuestas.

Vale, no. ¿Qué estoy diciendo?

- ¿Qué estás diciendo?- me digo en voz alta para autoconvencerme a mí misma.

Tengo que razonar bien. Lo mejor es quedarse en casa. Corro muchísimo riesgo si salgo, y más si es por una tontería como la intriga. Está claro que no quiero morir.

Sí, no saldré.

20:57

Genial. A la big shit hacerle caso a la conciencia aunque esté en riesgo mi vida. No sé para que me pongo a razonar tanto si al final voy a hacer lo que me da la gana.

Ja, y aquí estoy, dirigéndome al restaurante del señor Murakami, lugar en el que vi por primera vez monstruos reales, y lugar donde muy probablemente vayan a volver para buscar a esas tortugas enemigas suyas, que está claro que son las buenas.

Oh. Ahora caigo que si las buscaban ahí, es porque ellas ya estaron ahí antes. Murakami...¡Murakami es amigo de esas tortugas mutantes!

Acelero el paso, expectante de respuestas. Pero al llegar, veo que está cerrado.

-Normal- suspiro. Está claro que iba a tener cerrado algún tiempo hasta que creyese estar a salvo. Ay, pobre hombre desgraciado.

Hay un señor en la puerta. Bueno, había. Ahora se está marchando. Parece ser que quería cenar aquí esta noche. Más suerte la próxima, cuando no haya mutantes acechando al encargado.

¿Y ahora qué hago yo? Supongo que me volveré.

Sin saber por qué, me quedo de pie como si tal cosa. Quizá yo no lo sepa, pero lo más profundo de mí espera a que pase algo.

Miro hacia la izquierda y veo la máquina expendedora que da las fichas para pedir la comida en el restaurante. Típico en Japón.*

*(N.A: En realidad no tengo ni puñetera idea x'D)

-¡Aaah!

El inesperado grito del hombre que he visto antes hace que pegue un brinco. Sé que es él porque viene del mismo callejón donde se acababa de meter. Al final, si que ha pasado algo. ¿Habrá sido obra de mi deseo interior?

Sin dudarlo y siguiendo el pensamiento de que una persona está en peligro, decido correr hacia el lugar. En route, me paro en el contenedor de basura, de donde cojo una vara de metal de unos noventa centímetros, no sé de qué podrá ser.

A cada paso, el corazón se me acelera más y más. No sé qué voy a encontrarme, no sé a quién voy a encontrarme.

Me pego al borde de la esquina con la vara preparada en la mano. Cojo aire. Pienso en lo estúpida que soy, ¿de verdad creo que puedo defenderme sola con una vara, que puedo proteger a alguien así? El resultado va a ser catastrófico.

Lentamente, asomo mi rostro al borde, con los nervios a flor de piel. Lo que vi, hizo que me llevara las manos a la boca, y en consecuencia, se me escapó la vara de metal. El estruendo que hizo al chocar contra el suelo difícilmente se podría dejar pasar por alto.

Cuatro pares de ojos miran la procedencia del ruido en el acto. No me da tiempo a mirar más, pues me han faltado piernas para echarme a correr en dirección contraria. En poco rato puedo ver la máquina expendedora de nuevo.

-¡Eh, espera!

Esa voz la reconozco. Es Leonardo. Me paro en seco y miro hacia atrás, pero no veo a nadie. Y de pronto, Leonardo salta a mi lado desde el tejado del restaurante, lo que hace que grite.

- Joder, que susto- susurro con una mano en el pecho.

-Ops, lo siento.

Escucho multitud de pasos detrás mía. Al mirar, me encuentro con las otras tortugas. Espera, hay una más, y es más alta que las otras tres.

- ¿Qué le habéis hecho?- pregunto con soberbia y ceño fruncido refiriéndome a la persona que antes tenían rodeada.

-¿De qué hablas, maja?- me responde de mala manera del de los ojos...Guao, menudos ojazos verdes.- Nosotros no le hemos hecho nada, se ha desmayado él solito al verme. Es lo que tiene ser tan guapo.

-Raph, ¡te dije miles de veces que tenías que tener cuidado al salir de la casa de Murakami por si había alguien!

-Bah, te preocupas demasiado, Leo.

Sin yo saberlo, me había quedado embobada mirando al de la bandana roja.

-Em...¿Hola?- pregunta éste al notarlo.

-Hostia- se me escapa sin querer ante el sobresalto. Me he quedado contemplándolo en toda su esencia. Menuda criatura. Sus brazos son dignos de admirar, hace mucho tiempo que no veía unos músculos así, y porta unos ojos verde luminosos que jamás había visto en ningún animal.- Eh...Perdón- digo con una sonrisa torpe.- Miraba tus ojos. Son increíbles.

La tortuga pareció sorprendida por mi comentario.

-Vaya, gracias...Supongo- su cara ahora mismo es de "es la primera vez que me dicen algo así". No me extrañaría que así fuera.

-Ehm, hola- me saluda el alto.- Nosotros no nos conocemos, me llamo Donatello.

-Bonito nombre- le sonrio. Él también lo hace de forma torpe, y puedo ver que le falta un diente. De alguna forma lo veo adorable.

-¡Oh, señorita!

De detrás de los mutantes, aparece Murakami, el cual viene corriendo, y para ser ciego sabe perfectamente dónde estoy. Me agarra de las manos y se pone de rodillas, ¿arrepentido?

-Oh, señorita, ¡que alegría verla- ¿verla?- de nuevo! Solo quería decirle que siento mucho haberla dejado sola el otro día- sí, arrepentido.- Estuvo muy mal, pero yo estaba tan asustado, yo, yo...

-Señor, no pasa nada- le digo suavemente y le obligo a levantarse.- Era comprensible- (¡Y tan comprensible!).- No se preocupe, de verdad.

- ¿Cómo podría agradecerte tu ayuda? ¡Ah! ¡Te invitaré esta noche! ¿Has cenado ya?

-No, no. De eso nada, me marché sin pagar, ¿se acuerda?

- ¡Eso no importa! ¡No te voy a exigir el dinero después de lo que pasó!

Sin previo aviso, la tortuga del pañuelo naranja se cuela entre nosotros. ¡Es Maku!

-Esperad un momento- dice.- ¡Esto puede arreglarse fácil! ¿Qué tal si...nos juntamos esta noche todos a comer rica pizza gyoza?

- ¡Mikey! ¡Hemos dicho que nos íbamos ya! ¡Para siempre!- exclama furioso Leonardo.

- No, por favor- ruega Murakami- es una gran idea.

-Señor Murakami, por favor. Ya le hemos expresado cómo nos sentimos...

El pequeño no deja hablar a su líder.

-¡Querrás decir como te sientes tú! ¡Últimamente no quieres nada con las pocas personas que conocemos, hemano! ¡Déjate fluir!

¿Déjate fluir? What the fuck?

- ¡Lo hago para protegerlos! ¿Es que no entendéis? ¡Ponemos en peligro a todos los que se nos acercan!

Siento compasión en este instante por él. Se ve que son buenas personas. Digo, mutantes. Tortugas. ¡Lo que sean! Al menos Leonardo y Makili sí. Puedo imaginarme el sufrimiento de Leonardo al no poder hacer amigos por culpa de esas bestias, el tigre y el pez.

-Oye- me atrevo a decir- yo seré tu amiga. Sin ningún problema.

He sonado ESTÚPIDA. Leonardo se me ha quedado mirando. Seguro que pensará ahora mismo lo tonta que soy. Oh, acaba de sonreírme.

- ¿Ves, Leo? ¡No hay problema!- exclama el jovencito.- ¡Vamos ya a comer pizza!

-Sí, ¡vamos, vamos todos!- apoya Murakami juntando las palmas de sus manos.

Él y el pillín no tardan en empezar la marcha. Donatello y Raphael (creo recordar) intercambian una mirada encogiéndose de hombros y optan por seguir a los primeros. A Leonardo se le escapa un suspiro de resignación, y después me dedica una sonrisa apenada. Yo suelto una carcajada suave.

- Te ha ganado la pizza, ¿eh?

Continuará.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top