"Paint On Me, Hyo..."
"Park Jihyo es una estudiante de Bellas Artes que para su trabajo final en su clase de óleo, debe crear un desnudo ¿Pero quién será la protagonista de dicha obra?
Bueno... Jihyo tiene alguien en mente, su mejor amiga. Minatozaki Sana, su única musa desde siempre.
— Pinta con tus dedos sobre mí, Hyo-ssi..."
→ Slow burn (un intento).
→ +11k palabras.
→ Lesbian content, smut explícito.
by: @ohyonista
—¿Y cómo te ha ido con el Profesor Yoon? —interroga su mejor amiga mientras masticaba el almuerzo. Jihyo hizo una mueca, era un hábito de la mayor que definitivamente detestaba pero toleraba en ciertos momentos, como ahora— ¿Enseña bien? Me toca esa materia el siguiente semestre, me da miedo, dicen que es súper excéntrico y-...
La voz de Nayeon sonaba como un radio averiado para ella.
—Sí, eso dicen —abrió su libreta disimuladamente.
Jihyo solo asintió desinteresada a todo, no muy inmersa en la conversación. La realidad es que aquel periodo de clases las clases de óleo del Profesor Yoon le daban igual, ella lograba entenderlas y aplicar bien los conocimientos, sabía que muchos alumnos le daban miedo porque sus clases no eran nada convencionales, pero para Jihyo eran comunes, al fin y al cabo era una materia más; la que verdaderamente le preocupaba era la clase de carboncillo que venía después de ese bloque de hora, esa no, jamás y nunca.
Aunque esa mañana si le preocupaba un poco su tarea del fin de semestre.
—Muchos me contaron que el trabajo final les tenía preocupados, ¿Así de exagerado es? —preguntó muy interesada la mayor.
Jihyo no respondió. Solo tenía ojos, manos, cuerpo y mente para aquel boceto.
No muy contenta con que su amiga la ignorará, Nayeon se quejó:—¡Agh, Jihyo! ¿Podrías prestarme atención por una vez en los malditos tiempos libres? Siempre te la pasas dibujando.
Era cierto, Jihyo en ese momento no lograba centrarse en lo que sea que estuviese parloteando Im. Para ser honesta jamás prestaba su total atención a la chica con dientes sobresalientes y cabello ridículamente perfecto.
Jihyo rodó sus ojos, sus manos jugaban nerviosamente con el estilografo que estaba lleno de marcas. Si, Jihyo era de esas, las que mordisqueaba incesante sus plumas y lapiceros cuando algo no la convencía o le preocupaba.
—¡Jihyo! —repitió Nayeon, harta de ver cómo su mejor amiga sólo parecía tener sus ojos para su libreta y no en lo que era verdaderamente importante.
Aunque Jihyo no consideraba nada en la universidad interesante.
Recibió un golpe en hombro por parte de la mayor.
—¡Auch, Nayeon-ah! —grazno molesta la pelinegra, soltó el bolígrafo a regañadientes— Ya, ahí tienes, tienes toda mi atención, ¿Contenta?
Ella, por supuesto, negó— Tú sabes que esa no era la idea. ¿Qué tanto dibujas, Ji? ¡Te la pasas en ello, joder!
—Para algo estudio en este instituto, ¿No? —dijo irónicamente, completamente consciente de que esa respuesta sólo traería la actitud de Diva que Im Nayeon cargaba desde su nacimiento.
—Cómo sea —evito el cinismo de Jihyo a la hora de responder—, ¿De qué es el maldito trabajo final? Nunca me respondiste la pregunta.
Ah, eso...
El trabajo final.
Ese maldito trabajo final que erizaba cada uno de sus vellos en nerviosismo.
Aparentemente el rostro de Jihyo demostró su consternación acerca de ese trabajo final, pues Nayeon frunció su entrecejo, sus ojos mostraron su curiosidad. ¿Qué podría haber asignado el excéntrico Profesor Yoon para que Jihyo sintiese vomitar ahora mismo en aquella mesa? Tenía que ser algo demasiado extravagante, al menos para Park Jihyo, como para que está tuviese sus ojos perdidos evitando la incógnita de Im.
—No es nada. ¿Podemos hablar de otra cosa, no quieres? Mejor cuéntame lo que me habías dicho el miércoles —mencionó Jihyo, claramente estaba tratando de evadir las preguntas de Nayeon. Conocía a la mayor desde que entró a la universidad, desde el primer año, Nayeon siempre había sido una persona muy curiosa; jamás se dejaba vencer cuando Jihyo era terca acera de ocultar sus pensamientos.
¿Vida personal? ¿Eso acaso existía? Nayeon sabía todo de su mejor amiga, y así era siempre.
Y antes de que Nayeon llegara a bombardear y hacer a Jihyo perder su paciencia, sintió el mentón de alguien sobre su hombro, reconociendo aquel peso sobre ella, cerró de golpe su cuaderno de dibujo.
Dos nuevas presencias habían llegado a su mesa.
Sintió el suave aroma de su perfume atacar su nariz. Si, era ella.
Sintió el aliento levemente tibio acariciando su oído.
Oh por supuesto que era ella...
—Hey Jihyo-yah, ¿Qué pintabas? —Hoy todos querían conocer detalles de absolutamente todo. Qué horror. Jihyo sintió como se le revolvía el estómago. Volteo su mirada levemente y se encontró frente a frente con la adorable japonesa, una de sus amigas más cercanas, Minatozaki Sana
—Ah, hola Shiba —saludó bajito la coreana.
—¿A qué se debe tanta cercanía hoy? ¿No me piensas contar? —Bromeó con ella con una sonrisa de labios juntos e infantil obviamente fingida, a sabiendas de que la cercanía a Jihyo lograba ponerla nerviosa. Amaba fastidiarla.
—Bah, la que está cerca de mí eres tú —respondió de la misma manera que ella.
Jeongyeon tosió a su lado. Aún tenían compañía.
—Sí van a empezar con sus homosexualidades, retírense de la mesa, ¡Hay varios moteles cerca, oigan! —Exclamó Jeongyeon. Y si, era con ánimos de ofender.
Sana carcajeó en lo alto, se alejo de Jihyo e inmediatamente acercó su cuerpo para recostarse en el de Jihyo, eso era común entre ellas.
—Nah —negó la castaña de cabellos largos—, Te equivocas, aquí las únicas homosexuales son Nayeon y tú— Jeongyeon sintió sus mejillas arder, y Jihyo rió burlona—, ¡Ah, hola Nayeon-ssi! ¿Sabías que Jeongyeon-ah venía a invitarte a salir? Le dije que viniese sola, pero ella siempre es tan nerviosa —alargó aquel "tan", cosa que hizo a Jeongyeon esconder la cabeza, Jihyo no podía aguantar más su risa, esa rubia definitivamente estaba enamorada de su mejor amiga—. ¡Hasta me arrastro aquí con la excusa de hablarte! ¿Qué dices, sales con ella?
Nayeon miró a su lado a una Jeongyeon recostada sobre la mesa escondiendo su cara llena de vergüenza, el tono rojizo de sus mejillas llamaba mucho la atención de Nayeon, le parecía adorable esa rubia tonta y penosa. Le gustaba saber que provocaba eso en ella. Y no era la única que le sucedía en eso en esa mesa... Nayeon tocó la espalda de Jeongyeon ligeramente y cuando la rubia levantó la vista, todas en la mesa rieron.
Ella intento no debatirse mentalmente por qué era amiga de esas idiotas, pero se armo de valor:— Nayeon... Digo, unnie, me gustaría mucho salir contigo, ¿Puede ser?
Nayeon solo sonrió. ¡Hasta que por fin! Sana había hecho algo bien después de todo—. Puede ser... —respondió adorablemente Nayeon, Jeongyeon quiso hacer un sonido de victoria pero se contuvo.
—Bien, mucho romanticismo por hoy —irrumpió Jihyo en aquel momento—, ¿Podemos hablar de otra cosa, mejor?
Nayeon se le ocurrió una idea, su sonrisa mostraba picardía:— ¡Ah claro! Estabas apunto de contarme sobre tu famoso trabajo final en clases de óleo.
Los ojos de Jihyo se abrieron y su corazón amenazó con salir de su pecho. ¡Bendita conveniencia! Nayeon tenía que abrir su bocota de loro chismoso justamente cerca de Sana, la estudiante de leyes, ¿No podía ser más inoportuna Nayeon? Le dio una mirada de regaño que ni Sana, ni ninguna en la mesa detallo.
Jeongyeon recuperando la compostura luego de su ataque de nervios, tomaba un sorbo de la malteada de Jihyo sin que esta de diera cuenta:— Mmh, ¿Cuál trabajo? ¿Ese en el que es al azar? —indagó sin mucho interés Jeongyeon. Al parecer esa rubia tonta sabía todo sobre la clase de artes.
Sana la miró con curiosidad. Apretó sus labios intrigada. ¿Qué le habría tocado a Jihyo?
Todas en la mesa la miraron con intensidad, Jihyo se sintió atrapada. Mierda, ¿cómo se huía de ahí? ¿Cómo se podía volver invisible?
—Está bien —suspiró antes de poder hablar—, El Señor Yoon me asignó un... un... —tragó grueso—. Un desnudo —soltó finalmente.
Nayeon arqueo su ceja. Así que eso era... Un desnudo. Claro que sí, Jihyo jamás en toda la carrera había llegado a ese incómodo momento.
—¿Eso es lo que tenía tan nerviosa? ¿Un desnudo? Es sencillo, Ji, busca referencias en Twitter —se encogió de hombros.
Jihyo sonrió débil.
—No, no puedo usar referencias preexistentes, el Profesor mencionó que debo buscar... —busco las palabras, se había puesto en blanco y más con Sana mirándola atentamente—, debo buscar a alguien real, que conozca, de carne y hueso. No una maldita imagen.
Sana definitivamente se había interesado más en la conversación.
—¿Y a quién piensas elegir? —dudó Jeongyeon.
Oh cuantas preguntas, se estaba abrumando con esas tres detectives sobre la mesa.
—No lo sé, supongo que reprobaré, no conozco a alguien con la suficiente confianza para... para...
Jeongyeon la interrumpió bufando:— ¿Para verlos expuestos? ¡No puedes ser tan virgen! Alguna vez en tu vida debes de haber visto un pene, o unos senos.
Jihyo solo negó. No quería hablar sobre ese trabajo, desde que había salido del aula entro en pánico. ¿Por qué? De todas las cosas que podía hacer para su trabajo final, ¿Por qué le habían asignado únicamente a ella pintar un desnudo? ¿Por qué el Profesor Yoon no acepto su sugerencia de cambiarlo por algo más cuando se acercó a su escritorio? Estaba asustada, y también cohibida. Rechazaba totalmente la idea de buscar a alguien para pedirle que se quite la ropa frente a ella. ¡Era una locura para Jihyo!
Y es que Jihyo no era fanática de los que pintaban desnudos. Los admiraba por tenerle paciencia al modelo, saber exactamente como quería que ellos posaran, que tuvieran la seriedad y admiración por la anatomía humana como para pintar la vulnerabilidad de una piel expuesta.
Jihyo le gustaba dibujar retratos, así que sintió alivio en cierta forma, pues su fuerte jamás fueron los animales, paisajes o edificios. Desde pequeña sabía que le gustaba el arte y sus primeros pasos en ese camino, sus primeros trabajos, eran retratos de sus seres queridos.
Así que por ese lado estaba bien... por el otro... Bueno.
No tenía más opción que buscar un modelo.
—Yo creo que deberías hacerlo a la vieja escuela, pregúntale al vigilante del campus si no quiere ganarse un par de wones a cambio de desnudarse para ti —Obviamente Nayeon iba a aprovechar la oportunidad para fastidiarla hasta morir de vergüenza. Quería que la comiera la tierra.
Jeongyeon tampoco desaprovechó su chance de acompañar su cita con eso—: ¡Ey, ey! Y cuando lo hagas, él te dirá: "Pintame como una de tus chicas francesas, Jack" —Jeongyeon hizo una voz chirriante que molesto en sus oídos.
¡Joder! Es que las chicas no perdían ni una. Cada segundo en esa mesa hacia que Jihyo quisiera abandonar la carrera y trabajar en un puesto de hamburguesas de por vida.
Sana solo veía la escena.
—¿Pueden callarse de una vez? —rodó los ojos—. Son tal para cual. Enhorabuena que vayan a hacerse novias.
Nayeon y Jeongyeon cesaron sus risas para mirarse mutuamente y sonreír con timidez. ¿Novias? ¿Acaso habían hablado de eso?
—No-nosotras no hemos hablado de eso, Jihyo —aclaró la rubia—. O sea, ya sabes...
—Honestamente deberías hablar de eso a solas, ven —Nayeon tomó su mano y se largaron de la mesa. Jihyo se permitió respirar, tenía jaqueca porque las burlas de sus dos amigas aún sonaban en su cabeza.
Maldita clase de óleo. Estúpido profesor Yoon. ¡¿Por qué específicamente ver a alguien en pelotas?!
Por otro lado, la japonesa no había emitido un solo comentario. Estaba algo pensativa con todo.
Una vez las chicas abandonaron el mesón, ella decidió romper el silencio que arropaba a ambas.
—Así que... —empezó leve—, ¿no tienes a nadie para que sea tu modelo?
Jihyo se sorprendió un poco por la pregunta. Con Sana no le daba miedo hablar de ello, pues sabía que al contrario de Jeongyeon y Nayeon –unas burlonas de primera–, Sana sólo estaba buscándole conversación como cualquier otra persona.
Era mera curiosidad. Pensaba Jihyo.
—No, creo que tampoco conseguiré uno. Me da pena preguntarle a alguien —Sana río un poco—. ¿Te parece gracioso?
—No, me parece tonto que te de pena algo como eso.
Jihyo aceptaba eso, sin dudas era tonto. Aunque en su cabeza tenía sentido. ¿Quién no se sentiría a morir pidiéndole a alguien que se desnudara y expusiera de esa forma ante alguien? Sonaba hasta aterrador.
Sana analizo su expresión:—¡Ay no puede ser, que tierna!
Jihyo la miró consternada.
—¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?
—No, es que te pones roja y todo. Por Dios, Jihyo, ¿qué tan complicado puede ser pedir un favor como ese?
Ella se ofendió con esa pregunta. ¡Es que claro que sí! Sana no entendía lo preocupante que era para ella hacer eso. Encima con cualquiera.
Y es que no, y mil veces no. Nunca hubiese pasado por su mente que eso pasaría. Aunque debió anticiparlo. Su tío estudió lo mismo que ella, y sabía de primera mano, según sus historias universitarias. Que era más común de lo que parecía pintar anatomía humana.
Esa idea igual no le emocionaba mucho...
Park gruñó frustrada:— No lo sé, Shiba. Creo que simplemente debo resignarme y no entregar el final —Sana negó. Le parecía adorable las cejas arrugadas de Jihyo en ese instante. Ella tenía ese hábito incluso cuando comía algo delicioso, se acercó a ella cuando la vio recostada sobre sus brazos en el mesón— ¿Qué? ¿Por qué me miras así?
Sana tenía una idea. No estaba de acuerdo con que Jihyo se rindiera fácilmente, así que le tomo unos segundos tomar valor y hablar:
—¿Y si no es tan difícil, Hyo? Digo... Sé que parece que no te entiendo porque no estudiamos lo mismo, y jamás siendo abogada creo que me vaya a tocar pedirle a alguien se desnude, o tal vez si, me falta ponerme al día con La Ley y El Orden para saberlo —Jihyo no entendió la referencia, pero sonrío porque Sana la sonrisa en los labios de la nipona la contagiaban— Pero, creo que yo podría ayudarte a que sea menos fatídico para ti.
Al parecer Sana se había tomado la cara de tragedia que cargaba la coreana muy a pecho.
—¿A qué quieres llegar? —Confusión. Eso era lo único que había.
—¿Estás segura que no conoces a nadie con quien tengas la suficiente confianza para hacer ese trabajo?
Jihyo negó de inmediato.
Sana tomó aire:— ¿Y conmigo tendrías esa confianza?
Jihyo sintió como su cabeza empezaba a marearse. ¿Dónde quería parar Sana con todo eso?
—Sé más directa —invito Jihyo impaciente. Sentía como el nudo en su garganta la asfixiaba.
Y lo dijo. Se mordió el labio de los nervios pero lo dijo, pacientemente preguntó:
—¿No te gustaría pintarme a mí? —La sola pregunta hizo a Jihyo palidecer y a Sana enrojecer su cara completa. Mierda. Ambas estaban apenadas, el pulso de Jihyo se aceleró.
¿Pintar a Sana? ¿A ella? ¿Desnuda?
No lo parecía tan loco. No tanto. Era su amiga. De su confianza, tenía sentido para ella. Lo que no le cuadraba del todo era eso, que Sana quisiese ser su modelo.
Era extraño. Sana se le estaba ofreciendo. ¿Con que razón? O quizá Jihyo le estaba afectando la paranoia.
Sana se apresuró en cuanto vió los ojos de Jihyo demasiado inquietos mirando a todas partes. Su mano tembló y tomó la de ella —Yo solo digo... ¿sabes? No creo que sea una mala idea. Tú y yo tenemos años de conocernos.
Exactamente, muchísimo tiempo. Cerca de cuatro años conociendo a Sana, desde que la conoció jamás sintió una pizca de no confiar en ella. Le tenía aprecio, y ciertamente la nipona le estaba salvando el pellejo, pues Jihyo solo tenía unos escasos días para entregar ese trabajo; y el tiempo empezaba a partir de hoy.
Sería una ridiculez rechazar la ayuda de Sana. Solo que ahora quería ser ella la que se animara a preguntarle decentemente, y que no fuese la japonesa quien hiciera todo el esfuerzo. Después de todo era su trabajo final.
Además admitía que Sana sería una musa perfecta, lo sabía, solo ella lo sabía y el objeto de cuero sobre la mesa también.
Su libreta estaba llena de bocetos que quisiera o no, se terminaban asemejando a Sana.
Cualquier idea que cruzara su mente, cualquier silueta femenina, tenía la delicadez y facciones definidas de la nipona a su lado.
Conocía perfecto como dibujarla. Sana desconocía eso. Pues Jihyo sentía vergüenza al tomarla como inspiración algunas ocasiones.
—¿De verdad harías eso por mí? —Preguntó la pelinegra. Busco en los ojos de la japonesa algún rastro de no querer, pero al parecer fue en vano. Sabía cuan segura era Sana cuando quería algo.
—Sí. Digo, no por nada me estoy ofreciendo —sonrió suavemente para que Jihyo se relajará, sabía cuan insegura se podría poner Jihyo si pensaba que la estaba obligando, pero no, ella de verdad quería ayudarla.
Además no podía mentirse. Le parecía interesante ver que estilo usaría Jihyo para retratarla.
—¿Estás dispuesta a desnudarte para mí? —Oh, mala elección de palabras. Jihyo se dio cuenta rápidamente y miró a cualquier otro punto del campus. ¡No seas torpe Jihyo! Se regañó mentalmente.
Sana solo sonrió y le golpeó juguetonamente el hombro:—Sé que te va a encantar.
—Ay por favor, silencio —rogó ella.
Era oficial. Sana iba a ser su modelo, su musa. Pasarían tiempo juntas para terminar la odiosa pintura de un desnudo para aprobar con cien toda la jodida materia. Si, estaba decidido.
—Gracias —Sana le guiño, dándole confort.
Ninguna sabía lo que vendría después. Porque si era complicado pedirlo. Era todo un reto hacerlo.
Días después, Jihyo estaba frente al estudio de su tío. Tocó el timbre con algo de temor, sabía que él no se negaría a su petición de ningún modo. Era su pariente más cercano y con quién más charlaba cuando tenía tiempo libre.
Pero sabía que iba a querer cavar un hoyo hasta el centro de la tierra cuando su tío, Park Junho, se enterara de para que fines quería prestado su estudio.
¿Por qué su estudio y no hacerlo en un lugar más acogedor como su departamento o la casa de Sana? Simple, la luz, lo profesional y lo cómodo que era para ese tipo de trabajos, tendría espacio de sobra y una distancia saludable y discreta para no hacer sentir incomoda a su amiga. Por supuesto que desde aquel Viernes, ella y Sana habían conversado poco sobre el tema, querían tomarlo como lo que era, un favor, y algo completamente natural.
Sin embargo, Jihyo mentía muy mal, y sobre todo a ella misma. No sabía fingir muy bien lo raro que iba a sentirse tener a Sana con piernas abiertas para ella, exponiendo su intimidad durante horas. ¡No era algo de todos los días! No es como si jamas haya visto a una mujer desnuda, pero lo de Sana le alteraba porque... Bueno, ni ella entendía porque, había visto su cuerpo en trajes de baño y en ropa interior muchas veces, jamás desnuda, pero se acercaba.
Pero verla desnuda... Eso si que no sabía como tomárselo.
Después de varios minutos esperando en la puerta de aquel enorme estudio. La puerta se abrió revelando a un hombre alto, con barba y canoso. Park Junho, la versión menos seria y estirada de su padre. El hombre cargaba un traje completamente blanco y lleno de manchas negras que Jihyo reconoció como tinta china, la traía hasta en la nariz. También entre sus labios tenía un cigarro encendido, y un mechón de su cabello rebelde caía en su frente.
—¡Jihyo-yah! —Saludo alegremente el hombre mayor. Obvio amaba mucho a su adorada sobrina. Desde que Jihyo había buscado seguir su camino siempre le daba un par de consejos de vez en cuando—. ¿Todo bien? Pasa, adelante.
Jihyo ni se inmutó y paso de plano al gran estudio de Junho. Vio a sus alrededores, había visto el lugar en medio de su remodelación, había quedado perfecto. Ella añoraba algún día tener algún sitio para ella así, y decorarlo a su gusto como solo ella sabía.
Junho tomó asiento y apoyo sus pies con relajo sobre su escritorio, mientras se apoyaba cómodo sobre la silla de cuero blanco que poseía.
Pasaron unos segundos hasta que Juhno decidió preguntar:—¿Qué te trae por aquí hoy?
Jihyo sonrió—Uhm. Lo de siempre, hablar un poco contigo, pero también algo especial.
—¡Ay, algo especial! ¿Y qué es? —Se emocionó Junho.
—Se trata de un trabajo. Verás, necesito tu estudio porque me asignaron un cuadro para el final y yo pensaba que-...
Junho se levantó rápidamente y apoyo fuertemente sus dos manos sobre el escritorio.
—¡¿Un cuadro?! ¡Excelente sobrina! Felicidades. ¿Y de que es? ¿Un paisaje? ¿Alguna locación especial? —Le arrojó miles de pregunta y Jihyo no sabía cuál contestar primero.
Ojalá pudiera decir "Si" a alguna de esas opciones.
Se rascó la nuca. Bien aquí vamos...
—No —detuvo a su tío quién le mato la curiosidad ahora más que nunca—, es un cuadro con temática al azar, el Profesor me ha pedido que sea un desnudo —lo dijo así, sin ningún tipo de anestesia. Tenía que tomarlo naturalmente o iba a sentir máreos recurrentes cada vez que lo pensaba o lo mencionaba a los demás.
Su tío sonrió de oreja a oreja. Jihyo rezo para que solo le dijera que su estudio si estaba disponible y poder largarse a dormir antes de que llegara el día de pintar a Sana.
—Oh, así que vas a traer una mujer a mi estudio —Jihyo abrió los ojos y trago grueso. ¡¿Cómo sabía su tío que iba a traer a una mujer?! Junho soltó una carcajada sonora viendo la expresión asustada de Jihyo—Vamos Jihyo, mo sexto sentido jamás falla. Recuerda que yo también hice mucho eso en mi juventud.
—No insinúes cosas, solo es una amiga —Claro que ella se iba a negar, y más con su tío, por más confianza que le tuviera... ¡Sentía mucha pena de hablar sobre la situación!
—Jihyo tómalo natural. Relájate, ¿Sí? Parece que cada vez que lo recuerdas se te explota un vaso del ojo —Y se sentía idiota, muy muy idiota, pues sabía que podía pasar.
En el momento en que viese a Sana desnuda, no sabría como reaccionar.
—Cariño, todos nacimos así, sin nada. Dios no te trajo precisamente al mundo con esos pantalones cargo que llevas justo ahora, así que si Ji, debes tomarlo como si nada —Agradecía el consejo. Pero no sabía si lo tomaría o no, estaba sudando.
Ignoró completamente el tema y solo pregunto:— ¿Al menos me dejaras el estudio por estos cuatro días?
Junho lo pensó falsamente, solo para molestar a su sobrina. Obvio se lo iba a dar en bandeja de plata. No sin antes recordarle que aquel trabajo debía ser tomado como lo que era, algo simple y ya.
—Por supuesto, querida —dijo con obviedad— Solo promete que nada de sexo en mi escritorio, el resto del estudio es tuyo —Jihyo negó hastiada— No hagas eso niña, te harás más vieja si te mortificas tanto.
—No lo hago —respondió.
—Repitelo hasta que te lo creas, Ji.
Bien, al menos ya tenía las llaves y el estudio libre para el fin de semana. Y le había quedado claro que haría todo lo contrario a lo que si tío insinuó.
Nada de sexo en esa oficina. Por Dios, ¿con Sana? Era el tipo de cosas que quería evitar con ella en esa situación.
Cuatro días enteros y horas de arduo trabajo mientras Sana permanecía allí tendida para ella.
Tenía que respirar hondo y tomarlo con naturalidad. Si, eso haría.
El taxi se estacionó en frente del estudio. Sana salió con apuro pues estaba llegando diez minutos tarde de la hora acordada con la coreana. Sabía que Jihyo se estresaba fácilmente cuando las cosas no salían como que ella quería. Seguro cuando entrará por esa puerta la vería en medio de una crisis nerviosa con cuatro tazas de café sobre la mesa.
Tomo un par de billetes pagandole al conductor, quién solo de despidió tocando el claxón.
Sana ese miércoles por la tarde, asistía con ropa deportiva. Jihyo le había pedido que fuese con ropa fácil de quitar y poner para mayor eficiencia, no tenía mucho tiempo y tenía que comenzar con ese cuadro ese mismo día. Pasarían cinco horas durante esos días juntas, a puerta cerrada con el olor a pintura ahogándolas a las dos. Para Jihyo algo de todos los días, y para Sana, una experiencia completamente nueva.
Tocó el timbre dos veces y en la tercera oportunidad Jihyo apareció frente a ella:— ¡¿Qué haces ahí?! ¡Muévete!
No era sorpresa para Sana verla así, de hecho, la había visto así más veces de las que sus manos eran capaces de contar.
Siguió a Jihyo sin rechistar. Sabía que probablemente la crisis que estuviese teniendo justo ahora empeoraría si no la seguía. Soltó una risilla disimuladamente, le parecía adorable cuando la veía así.
Al llegar al cuarto donde empezaría todo. Jihyo se volteo y la enfrento:—¿Por qué tan tarde?
—¿Por qué no? —una pregunta respondida con otra, el tipo de cosas que estresaban a la de ojos grande—. No me mires así, vas a tener tiempo de regañarme mucho estos días... —Habló con falsa inocencia.
—Ya, olvídalo. Mejor te muestro donde debes ponerte y alguna de mis ideas —dijo bastante seria. Frente a Sana ahora tenía a la Jihyo aplicada de la carrera de Bellas Artes.
Jihyo tomó su mano de un apretón y la dirigió hasta un espacio con un sofá de cuero blanco en forma de "L", todo el sitio parecía tener solo blanco y tonos grises, muy minimalista para su gusto. Hizo un mohín con sus labios y arrugó su nariz, Jihyo se percato:— Es el estudio de mi tío. Él y su esposo tienen una obsesión por el blanco muy extraña.
—Ya veo —hizo conversación. Sana ese día también se encontraba en medio de una especie de crisis. Luego de ofrecerse a apoyar a Jihyo con el cuadro, llegó a su casa y miró a un punto fijo pensando en qué carajos estaba pasando.
¿Por qué se preocupaba? ¿No confiaba ella en Jihyo? ¿O le daba espina de que a ella no le gustaría su figura para pintarla en aquel lienzo que veía detrás de su amiga?
Paso todo el fin de semana pensando si era correcto o no seguir con eso. Pero lo hizo, no porque fuese orgullosa o algo, sino porque Jihyo podría perder la calificación por su culpa, y no quería meterla en problemas.
Jihyo soltó un suspiro. Miro a Sana unos segundos y hablo con torpeza:— Tú iras allí. Y-y... Me gustaría que, solo te sientes y practiquemos la pose.
Genial. Fantástico. Ya no podían regresar el tiempo y no meterse en ese estudio a practicar poses para un desnudo.
Sana solo hizo caso y fue hasta el sofá. Se sentó en él, esperando alguna indicación de una pensativa Jihyo. Mientras la veía detallaba su vestimenta de ese día.
Una camisa de vestir blanca, con dos botones abiertos que dejaban ver un poco sus clavículas, en su cuello veía un bonito collar dorado con una flor. Sus labios tenían un labial suave, sus ojos estaban concentrados y eso lo demostraba en todo su lenguaje corporal.
Traía unos joggers grises que acentuaban sus piernas, botas un tanto desgastadas, y algunas pulseras rústicas en su mano izquierda. Jihyo era el tipo de chica que no descataba mucho es su ropa, y menos si iba a ensuciarse un poco. Estaba cómoda, lo suficiente como para estar tanto tiempo sentada frente al lienzo. También noto algunos anillos en sus dedos. Los que siempre solía llevar a clases y a todas partes.
Jihyo estaba concentrada y pensando por mucho tiempo, mientras analizaba el espacio en el que Sana estaba sentada. Sus pisadas al suelo ponían un poco nerviosa a Sana.
—¿Sucede algo? —rompió el silencio la nipona.
Jihyo le presto atención al fin—. No, nada. Solo estoy... Pensando en como debería ponerte.
Cualquier maliterpretaría lo que tal vez pasaba por la mente de la coreana. Aunque Sana no, sabía que solo era un cuadro, un trabajo, no había nada de lo cual debía sentirse como se sentía ahora...
—Claro —jugo nerviosa con sus dedos— ¿Puedo hacer una sugerencia?
Jihyo puso atención a sus palabras— Adelante.
Sana se levantó, se acercó a su oído y le contó a detalle como le gustaría salir en aquella pintura, Jihyo se sonrojo un poco, aunque Sana no lo noto en primer instancia. Vio su rostro buscando alguna señal de que su idea ayudó a Jihyo de alguna forma.
Jihyo la miró con intensidad:—¿Estuviste buscando referencias?
Sana sonrió burlona.
—Tal vez. ¿Sí te gusta la idea?
No lo pensó tanto.
—Me parece bien. Hágamoslo.
Sana se quedó allí esperando el siguiente paso. Ya sabía cuál era. Desvestirse.
Todo estaba pasando tan rápido para ella, pero no se acobardó, y le preguntó a Jihyo donde debería cambiarse:
—¿Algún lugar donde pueda cambiarme? —Dijo con sus mejillas calientes, esperaba que su amiga no notase el rosáceo en ellas— ¿Hyo?
—¡Ah-ah! Si...si... Bueno —sonrió apenada—. Esperaba que pudieras hacerlo aquí mismo.
Ahora ambas eran dos tomates y sentían el calor en toda la habitación, y eso que había buena ventilación en ella.
—¿Aquí? ¿Estás demente?
—Te prometo que no miraré de más —aseguró. Quería que Sana confiase en ella.
Sana lo dudo unos segundos. Hasta que levanto el borde de su camisa deportiva que dejaba sus hombros al descubierto y Jihyo sintió pánico:—¡Espera, espera! ¡Deja que me voltee primero, no seas avión! —se giro agresivamente y se tapo los ojos para seguridad—. Listo, ya puedes hacerlo.
Sana rió y negó divertida. Aún así, empezó a sentir como tragar saliva se le dificultaba y como sentía algo de agitación. ¿Por qué reaccionaba así? Si hasta la misma Jihyo estaba completamente asustada de toda la situación.
Había que tomarlo natural... Solo era su cuerpo completamente expuesto, solo para Jihyo.
Si lo pensaba así, estaba todo saliendole al revés.
Jihyo espero con sus ojos bien cerrados y con sus manos sobre ellos. Con cuidado de no parecer tener interés en verla. Aunque no sabía qué debía esperar al girarse por fin...
Sana quitó poco a poco su ropa, no veía por qué tener prisa, Jihyo no la estaba presionando, en realidad la actitud que tenía la coreana al voltearse y esperar pacientemente le causaba ternura, era como una niña pequeña esperando por una sorpresa.
¿Se iba a sorprender? ¿Cómo la iba a mirar a los ojos después de eso?
Desabrochó su sostén tranquilamente dejándolo caer al suelo, el frío del estudio le erizo un poco los pezones, los cuáles le dolieron cuando los rozo contra sus brazos levemente, sintiendo como estaban erectos, hizo un pequeño sonido de queja que Jihyo no dejó pasar.
—¿Todo bien, Sana-ssi? —Sonó un tanto preocupada, Sana sólo decidió responder un pequeño "Si".—¿Segura?
—Totalmente —dijo muy segura.
Lo último que era claramente sus bragas, eso era lo que más estaba prolongando, no quería hacerlo aún, o tal vez si... Pero no sabía si era bueno admitirlo.
Finalmente las dejo caer y el frío la invadió, empezando a temblar.
Jihyo volteo sin previo aviso pero con sus ojos aún cerrados:—¿T-Tienes frío? ¿Quieres que suba un poco la temperatura? ¿Te presto una bata?
Las preguntas adorables y cuidadosas de Jihyo la hicieron sonreír, ahí se dio cuenta que Jihyo de verdad estaba tomandose aquello con cautela.
—Una bata estaría bien, ¿Sí? Puedo soportar el frío un poco.
—No te creo Sana.
—Puedo acostumbrarme y lo sabes —Jihyo no sabía si se refería al frío o a algo más, no quiso percibirlo de otra manera.
Ella tal vez, si lo hacía.
Jihyo busco en el escritorio aún con ojos cerrados y solo con su tacto una bata, Sana observó también como tomaba una corbata, y esta se la colocaba sobre los ojos.
La morena camino tambaleándose hasta donde estaba parada Sana, quien aunque nadie la estuviese viendo, se abrazaba para cubrirse así misma.
Extendió la bata hacia la japonesa:—Ten, ya me encargo del aire —se quiso ir, pero Sana la detuvo ahí.
Ya con la bata puesta, pudo hablar más confiada con Jihyo.
—No es necesario, Hyo —le transmitió seguridad en su voz—. Quiero empezar de una vez.
Jihyo sintió como su garganta se secaba, le empezaba a arder. Asintió a lo dicho por la japonesa.
Sana quiso sacarle la venda, pues ya estaba vestida aunque sea por aquella bata de baño. Pero las manos de Jihyo la dejaron a medio camino cuando las tomó sorpresivamente:
—No, Sana-ssi. Aún no quiero, yo misma me la quitaré, ¿Sí? —murmuró como si fuese algo que solo Sana debía escuchar, y eso que estaba solas.
Solas, ambas. Las próximas horas, serían ellas dos juntas.
Se ató el cabello en un moño desordenado que dejaba unos cabellos rebeldes sobre su frente, los coloco detrás de las orejas. Sana la ayudo a llegar hasta el sofá, pues se negaba a quitarse la venda de los ojos.
Ya sentada frente al lienzo. Sana se colocó en la posición que habían acordado. Quitó la bata y la dejo a un lado. Sentía como su corazón latía de adrenalina por lo que estaba a punto de pasar.
—¿Lista? —Preguntó pacientemente Jihyo, con voz tenue.
—Sí —respondió de la misma manera.
Cuando Jihyo quito la venda, aun cerraba sus ojos, con miedo. Cosa que impaciento a Sana. ¿Por qué todo era tan malditamente lento hoy? ¿Porqué no abría los ojos de una vez? Esto no estaba saliendo natural, para nada.
Los labios de Jihyo temblaban ligeramente.
—Jihyo —llamó la nipona—, Jihyo, por favor solo abre los ojos, ¿Sí? Nos estamos complicando...
Jihyo hizo caso. No podía no hacerle caso. Y cuando sus ojos se abrieron, sabía que probablemente sus piernas habían flaqueado.
Siempre había detallado lo hermoso que era el rostro de la japonesa frente a ella. El puente de su nariz, la forma de esos ojos almendrados con un brillo especial cuando reía, sus manos con dedos finos y largos. Hasta cuando Sana se atrevía a mostrar un poco más en su ropa, sabía que sus curvas conducirían a cualquiera a la locura. Lo poco que había detallado de esa mujer que ahora observaba en el cuero con su cuerpo totalmente libre, era precioso.
Y ahí agradeció a todos los dioses que probablemente la ignoraban, el que Sana se haya ofrecido a ayudarla. Iba a sacarse un diez con esa obra de arte, veía su pintura en vida real mirándola con la misma intensidad que ella.
Aunque la intensidad de Jihyo provenía del simple hecho de que, desde siempre, y desde que la dibujaba en todas sus libretas del semestre. La veía con adoración, como deberían mirarla todos, como una obra de arte, intocable, perfecta, tan perfecta que no lograba comprender como un ser así había llegado a pisar el planeta.
En sí, Jihyo estaba convencida viendo desde la curva de sus caderas, hasta la forma de sus senos, de que esa obra de arte que Sana era, dejaría a todos boquiabiertos en la sala.
Sonrió inconscientemente.
—Me darás una buena calificación —Dijo sin dudarlo.
—¿Ah, en serio Jihyo-yah? No me había dado cuenta —dijo con narcisismo. Aparentemente Sana sabía el efecto hipnotizante que había dejado a Jihyo en un trance.
—No me tortures así. Vinimos a pintar —sentenció ella.
¿Pero qué tan segura estaba de que solo podía sentarse allí, y limitarse a pintarla?
Muy segura.
Ambas estaban seguras. O al menos así fue.
Dos horas después, Jihyo seguía totalmente metida en su papel de artista. En el lienzo, sin dejar de mirarlo. Arbitrariamente miraba a Sana y luego lo que tenía en frente. Tenía varios lápices tirados sobre la mesa. Miles de papeles yacían allí, arrugados y tirados por la misma Jihyo.
Tenía un trapo sobre sus hombros, y un paleta dulce en su boca pues no había comido nada. Las mangas las tenía hasta el antebrazo, y sus cejas se juntaban en una concentración que lograba asustar a Sana.
No habían hablado mucho en aquellas horas, solo ocasionalmente cuando la coreana se acercaba a pedirle que se acomodara para mejor visión de la misma. O cuando le ofrecía agua a Minatozaki, pues estar tanto tiempo en aquella posición que le permitía ver todo de ella, era cansado.
Jihyo soltó un suspiro alarido mientras acomodaba su espalda. Sentía como crujía del dolor.
Miró a Sana quien tenía una expresión algo aburrida, pues ver a Jihyo tan ensimismada en su cuadro la verdad era una actividad que no tenía mucha emoción. Aunque, el lado positivo era verla de esa manera, podía reconocer por qué amaba tanto su carrera, la manera en la que analizaba sus pinceladas, se alejaba para hacer correcciones cada cierto tiempo, su seriedad, todo. Y el que tuviese aquella camisa con escote no ayudaba mucho.
Estaba bastante ocupada en su cuadro que cuando noto la mirada de pesadez en Sana se sintió culpable.
—Sana-ssi —llamó con pena—, ¿Te sientes bien? ¿Quieres que pare? ¿Por qué la cara larga?
Sana rodó los ojos:—Solo ignorame, Jihyo.
—No es algo que precisamente pueda hacer justo ahora, Sana-ssi —Sana sonrió apática. Si, definitivamente la chica estaba enfadada o le hastiaba algo.
—¿Por qué estás así? —Insistió la coreana.
—Porque no me has hablado desde media hora, eres una aburrida.
Jihyo rió encantadoramente. Cosa que hizo la molestia de Sana punzar. ¿Entonces se reía de ella?
—¿Quieres que te hable mientras pinto?
—¿Por qué te ríes? ¡No me parece que me ignores así, idiota! Estoy desnuda desde hace tres horas, pedazo de imbéc-...
Pero Sana no pudo terminar su insulto. Pues la muy molesta y encantadora pintora se acercó con una sonrisa juguetona entre labios. ¿Qué se traería entre manos? No estaba de humor.
Jihyo se acercó a donde estaba, ignorando la obvia desnudez:—Levántate, ¿puedes?
Sana quedo atónita. ¿Ahora le daba órdenes?
Bueno era de esperarse. Ella tenía derecho, solo era su modelo.
—¿Por qué? —preguntó entre dientes.
—Solo hazlo, ¿Sí? —la voz. El tono en que lo dijo hizo que una pequeña ola de crisis se apoderará de Sana. ¿Qué estaba pensando Jihyo?
Cuando Sana se colocó sobre sus rodillas. Jihyo no dudo en tomarle el mentón. Y la miró directamente, sin pena:—No me gusta que estés enojada conmigo —le tomo las comisuras de los labios y las apretó—. Sonríeme, ¿Sí?
¡Esa pedazo de idiota!
Sana sintió como su cara se calentaba. No había razón para que Jihyo hiciese eso, quiso empujarla. Aunque no quiso del todo, pues el tacto de las manos de Jihyo sobre sus labios no era ningún disgusto.
—No seas así conmigo. Te odio.
—Me quieres, y como me quieres vas a darme una expresión coqueta y seductora porque tu cara de grano en el culo no me ayuda para nada —dijo ella.
—¿Seductora?
—Sí. Eso siempre te ha salido bien.
—¿Y estas segura que no te da un paro cardíaco si me tienes por dos horas y media más mirándote así? —bromeó ella.
Jihyo bufó.
—No. De hecho he estado aquí sentada todo el rato y lo único que note es que un bicho paso cerca del mueble —Sana se quejó.
—¡Park Jihyo!
—Solo deja de estar enojada conmigo. Dame una buena cara, ¿va? —Hizo un puchero, Sana no se pudo negar.
—Cómo sea.
Pero cuando Sana hizo su mejor cara de seducción. Jihyo sintió que había cometido error, uno fatal para su estado mental.
—¿A-Así te vas a ver? —tartamudeó.
—Obvio —respondió con naturalidad—. ¿No te gusta?
—Me encanta —respondió—¡La cara, por supuesto!
—Jihyo.
—Obvio que me refiero a tu expresión. ¿Alguna vez has pensado en ser modelo?
—Jihyo —repitió.
—Y ni hablar de tus labios. Se ven bonitos de esa manera, ¿Ese labial donde lo compraste— siguió sin escuchar a la japonesa.
—¡Jihyo!
—¿Ah? —dijo confundida.
—Sigue la pintura, ¿Sí?
Pero ahora, Park Jihyo no podría concentrarse como era debido. Pues tener a Minatozaki Sana, seduciendola sutilmente a través del lienzo, no era de mucha ayuda.
Fueron tres horas muy largas.
Al final de la jornada, Jihyo estaba girada nuevamente esperando que Sana se vistiera. Había sido algo tenso al principio, pero ya había más confianza en el aire.
—¿Ya?
—Listo. Gracias por esperar —la vio nuevamente vestida como al llegar y por fin en su pecho sintió que podía respirar correctamente.
—No, no. Gracias a ti. En verdad, no debió ser fácil.
—No lo fue. Cualquiera romantizaría la situación y tendrían sexo en el momento. Bah, no quiero tener sexo contigo y tu cara de tragedia —Jihyo se quejó, pero era cierto.
Rieron juntas.
—Yo tampoco tendría sexo contigo, Sana —confesó—, Aunque me gusta como eres físicamente. Estoy segura que no tenemos química sexual.
—Mentirosa, te encantaría besarme —Jihyo lo medito— ¡Jihyo, deja de fingir!
—Está bien, lo haría. Si me pagan un millón de dólares lo pienso.
—No me vengas a herir de esa forma.
Jihyo quito su camisa de vestir, debajo de ella tenía una camisa negra así que no pasaría frío. Se la dio a Sana que aún no se acostumbraba a la temperatura del lugar
—¿Te gustaría un café? —ofreció Jihyo—Digo, no te di mucho durante todo este tiempo.
Le dio un asentimiento y Jihyo la dejó sola unos momentos.
Sana visualizó el cuaderno de cuero marrón sobre el escritorio. Ese que Jihyo siempre solía llevar a todas partes. Durante todo el tiempo en que estuvieron juntas, ella lo miraba muchísimo, y solía pasar las páginas muy seguido.
No sabía cuán importante era ese cuaderno para ella. Pero la curiosidad la invadía y quiso abrirlo.
Cuando tomo el cuaderno entre sus manos. Logro ver un dibujo de una mujer, su mandíbula era definida, sus ojos rasgados, y su nariz era familiar...
Sana detallo más los trazos, solo para darse cuenta, que tal vez Jihyo no la estaba dibujando por primera vez en su vida.
Soltó el cuaderno cuando escucho los pasos de la coreana de vuelta al estudio.
—¿Todo bien? —Vió un tanto rara a Sana, pero no quiso profundizar en ello.
—Erm, sí —respondió tratando de actuar normal, tomó la taza de café que Jihyo le ofrecía y tomó un sorbo—. Gracias.
Estuvieron unos segundos en silencio.
—¿Crees que este listo antes del Martes? —preguntó Sana.
—Creo que estará listo mucho antes si no dejas de venir.
—Sabes que vendré.
—Gracias, es en serio, Sana-ssi. Eres una buena amiga.
—Nada de eso. Desvistete tú.
—¿Con que sí? —jugo con ella—. No es mala idea.
—¿Eh?
Jihyo no sabía si lo que estaba apunto de decir era buena idea, ya tenía suficiente confianza con Sana.
No le dio más vueltas al asunto, y le preguntó sin más:— ¿Y si en las próximas sesiones me desnudo yo también?
Sana la miró boquiabierta:— No hablarás en serio, verdad...
Pero cuando vio el rostro confuso de la coreana. Se dio cuenta que eso iba a suceder.
¡Era increíble! Ya habían logrado pasar la barrera de lo incómodo ese día, y ahora Jihyo quería hacerlo el doble de incómodo. No entendía el por qué, pero el desnudarse ella le daba nervios, pero no tantos, de hecho fue totalmente satisfactorio hacerlo ante Jihyo solamente.
Solo que la cosa era distinta si Jihyo lo hacia...
—No es necesario.
—Me lo tomo como un sí —se encogió de hombros, no había reparo—. Buenas noches.
—Pero Jihyo...
—Buenas noches, Sana-ssi —dijo y se despidió de ella con un beso en la mejilla antes de que Sana pudiese pensar.
Esa noche Sana no durmió pensando en los miles de escenarios incómodos que se le presentarían los siguientes días.
Al día siguiente, en el estudio. Sana ya había pasado sin problema alguno, llego más temprano. Cuando abrió la puerta. Vio a Jihyo con una bata como la que ella traía el día anterior, trago grueso.
Oh, ella hablaba muy seriamente...
—¿Jihyo? —Jihyo la saludó con una sonrisa. Se acercó a ella y la abrazo, abrazo que hizo que Sana se sonrojara.
Últimamente se sonrojaba mucho con cualquier movimiento de Jihyo.
Volvieron a repetir la acción del día anterior. Solo que ahora Jihyo si se atrevía a mirarla, tener la intensa mirada de ella analizándola desde el último cabello hasta la punta de sus pies la hacía respirar pesado.
Cuando Jihyo se sentó en la conocida silla. Y Sana volvió a su lugar. Todo se sentía distinto.
Jihyo empezó a pintar. Y así fue por un largo rato.
Y luego sucedió lo que cambiaba todo.
Jihyo no se había quitado la bata a diferencia de Sana. En realidad se la había dejado a petición de ésta última.
Jihyo se acercó al sofá. Y levantó a Sana un momento. Cabe aclarar que la tomó de las muñecas, y estando sobre sus rodillas se miraron unos segundos. Jihyo bajo su mirada hasta su vientre.
—Sabes que anoche estaba pensando... —empezó suavemente— ¿Qué opinas si le agregamos algo nuevo?
—¿Algo nuevo?
—Sí. Algo nuevo. Lo hará mejor.
—¿Y qué es?
Tomó su mano izquierda, con cuidado, la puso sobre su vientre, y se alejo un poco para admirar la nueva pose.
En los ojos de ambas se podía observar un oscuro inusual. Las pupilas de Jihyo llegaron a dilatarse. Sana respiro hondo.
—Así te ves mejor.
—¿Quieres que me toque? ¿Estás segura de eso? —Dudó un poco.
—¿Te muestro como te ves? —dijo con voz ronca.
Mierda.
—¿Hyo? ¿Q-Qué haces? —Cuando vió que la coreana se levantó. Sintió su corazón latir con tanta fuerza que podía desfallecer en ese mueble.
Observó como Jihyo traía un espejo mediano, y antes ella veía la forma en la que mano estaba casi cerca de entrepierna, la tapaba un poco, así no era tan reveladora para nadie.
Jihyo volvió a acercarse. Sana pudo sentir el roce de la bata contra su pierna, cosa que la hizo perder el aliento.
Estaba todo mal. Era ella desnuda, con una Jihyo en bata, y con poca distancia que tenía mano cerca de su entrepierna.
Se sentía ilegal como había sentido humedad entre sus piernas.
—Pensé en esa pose justamente para que no tengas que... —tomó aire—, abrir tanto las piernas.
—¿No quieres que lo haga? —La sola pregunta ingenua de Minatozaki, hizo a Jihyo toser.
—No —esa negativa la delataba totalmente.
Mentira. Acababa de mentir.
Y también estaba fingiendo que no sentía el pulso acelerado en la muñeca de la japonesa.
Ni que el suyo también lo estaba.
—Bien. No lo haré.
—No lo hagas —respondió con voz ahogada.
—¿Por qué no te quitaste la bata?
—No lo sé... Hace frío —era una excusa tan barata que dolía.
Hacía de todo menos frío.
—Yo creo que no. Estas soltando aire caliente.
—¿En serio? —preguntó mientras ignoraba como Sana se removía un poco.
—Sí.
—Sí hace calor —admitió en un murmullo— Tal vez si deba quitármela.
—¿Puedo hacerlo yo? —Esperaba que se negara. Esperaba que le dijese que no.
Lo más impresionante para ambas. Es que no se negó a que Sana fuese quien la desnudara ahora.
Con un pequeño asentimiento. Sana recibió la confirmación, quitó la bata y vio los hombros descubiertos de Jihyo. su mirada viajo por sus clavículas, lenta y tortuosamemte fue revelando los senos de la mujer. Jihyo solo miraba la destreza con la que Sana parecía sacarle la bata.
Cuando vio aquellos senos, solo pudo sentir una punzada de dolor en su centro. Se sentía como una adolescente que jamás había tocado unos, cosa que no era cierta. Pero los de Jihyo solo la impresionaban.
—Yo... Jihyo yo... —No podía dejar de apreciarlos. Grandes, se veían suaves, y aquellos pezones morenos estaban llevándola al borde.
Estaba rezando que Jihyo no bajase la mirada. Pues se daría cuenta de lo mojada que se sentía.
Jihyo no permitió que Sana hablara más, pues se acercó a su nariz y la rozó levemente:— ¿Cómo te sientes? —Ahora mismo no quedaba dudas de que la pintura estaba en segundo plano. Ahora lo que veía era una Jihyo totalmente centrada en ella, sintió como la mano de Jihyo la guió hasta sus pechos. Y como su respiración dejaba de funcionar—. Anda, dímelo.
Como se sentía... Eso era una pregunta con un gran peso.
Sentía sus piernas débiles. Un calor abrasador entre ambas. Y como la distancia estaba comenzando a ser innecesaria.
Jihyo relamió sus labios, y miró los contrarios:—¿Sigo con la pintura o-...
Sana solo se dejó llevar. En realidad ya no podía más, fue como un ataque en medio de la guerra. Muchas miradas intensa desde el día anterior, mucha tensión, mucha impaciencia. Ya no podía mentir, necesitaba que Jihyo la tomara, o al menos dejara besarse justo como ahora. Donde enrredaba sus dígitos entre los cabellos oscuros y desordenados de la coreana. Tomaba con fuerza su cabeza, y Jihyo solo respondía al beso con la misma hambre que Sana.
Cuando el aire se hizo necesario. Jihyo se atrevió a mirar la linda escena de una japonesa agitada, sobre sus rodillas, con mejillas rojas, y la boca hinchada. Y lo peor fue cuando vió como intentaba buscar fricción con la bata de Jihyo.
Jihyo se sintió abrumada. Y decidió hablar:—¿M-Me dejas continuar, Sana-ssi?
Sana no podía creer esa mierda.
No era posible. No así. No era posible que se besaran de esa manera tan hambrienta y ella decidiera ignorarlo. Poner su trasero una vez más sobre el banco e ignorar el desastre que había hecho entre sus piernas.
Volvió a su posición inicial a regañadientes. Sintiendo el dolor entre sus piernas.
Bien, ya estaba empezando a despertar eso que no quería admitir desde hace años.
Aquello estaba siendo una de las pocas gotas que haría rebosar el vaso. Jihyo y Sana estaban en una manta de tensión irrompible.
Jihyo solo podía observar a su obra volverse más y más realista. Cada vello erizado de Sana estaba allí, en aquel lienzo. Cada lunar, cada curva, cada cosa que veía en toda su piel, trataba de plasmarla.
Y también estaba plasmando una de sus fantasías.
Ya no podía mentir. Ese día le había dicho a Sana que la quería de esa forma, porque había soñado con ella.
Ese día se había dejado besar, porque en el fondo. Si la dibujaba, y la tenía como su musa. Ella también la deseaba solo para ella.
El tercer día no sucedió nada en especial. Jihyo simplemente se sentó allí nuevamente, y eso solo puso a Sana de un humor irritante. Además de que ese día, la mujer decidió llevar un estúpido cigarro y el olor era insoportable. Se notaba estresada, y no hablaron en toda la sesión. Ni siquiera por mensaje como siempre hacia después de cada sesión.
Ese día visitó a Nayeon para buscar bajar el estrés. La mayor había desaparecido hace días pues ya era oficial que salía con Jeongyeon.
Nayeon la recibió con los brazos abiertos, las dos conversaban en la cocina:
—Y puedes creer que ella solo... ¡Solo se aplastó allí, y no hizo nada más! El día anterior me besa, me calienta—soltó una queja en alto—. M-Me besa de esa manera y luego decide ignorar todo con un cigarro, Nayeon, ¡¿Por qué es tan misteriosa?!
Nayeon solo la miró como si su amiga estuviese a punto de cometer un acto homicida contra la artista de tercer año.
—Sana es solo una pintura. ¿Por qué es tan importante?
Tal pregunta la ofendía.—¿Cómo que por qué? ¡Pues por qué es una lenta de mierda! Solo va, hace cosas que me ponen neurótica, y me pone los pelos de punta cada que puede. No puedo más, Nayeon. Odio ese maldito cuadro.
—¿Te gusta, Jihyo? —No, no le gustaba.—Pensé que solo eran ideas locas de Jeongyeon.
—¡¿Bromeas?! A mi no me gusta Jihyo, es una estirada, tonta y muy, muy...
—¿Estás estresada por qué se cohibe de ti, y no quiere besarte como Dios manda? Wow, estas mal.
Si era cierto.
Pero Nayeon no tenía por qué ser tan acertiva.
—Me das miedo —hizo un puchero—, ¿Cómo hago para que deje el juego y solo vaya y me bese a lo desgraciado?
—Jihyo es de personalidad pacífica y sumisa, Sana. No irá a tomarte como una animal y cogerte sobre el escritorio, si es lo que quieres —Sana la miró con espanto— No me mires así, sabes que lo has estado pensando desde que te desnudaste frente a ella. Incluso desde antes...
No podía negar eso... Por Dios.
—Obviamente si. Pero yo-...
—Nada, amiga. Tendrás que ser tú quien de las órdenes —aconseja Nayeon— Créeme que esa chica activara todos sus sentidos si vas, y la obligas a mirarte mientras te tocas.
—No haré eso. Por favor dime que no es esa mi primera opción.
—Eso o que simplemente la hagas besarte y hacerle darse cuenta de que se gustan. Hasta a mí me duele su tensión sexual aterradoramente real.
—¿Qué crees que debería hacer?
—¿Y por qué me preguntas a mí? ¡No soy terapeuta sexual, Sana!
—Mhm. Es verdad.
Y de pronto una idea cruzó su mente.
Si, eso haría. Claro que lo haría.
El cuadro aparentemente seguía estando en proceso las horas que Sana no estaba con Jihyo. O eso era lo poco que ella le llegaba comentar por mensajes de texto cortos.
No había hablado del beso, ni como ambas se habían excitado con toda la situación. Pero Sana ya estaba harta de su silencio, sus «Perdón» y lo encantadora que llegaba a ser sin intentarlo.
Estaba harta de fingir que no le encantaba esa mujer.
Por ende. Ese día decidió llegar tarde. Sabía que Jihyo se estresaría y empezaría a darle órdenes.
Cosa que le encantaba en ella.
Y ella no se equivoco, Jihyo abrió la puerta con desgano y el enfado en ella era palpable.
—Buenas tardes, Jihyo-yah —habló felizmente ignorando la cara de desgracia en Jihyo.
—Solo pasa.
Lo estaba logrando.
Antes de que ella pudiese decir algo. Sana le hizo una proposición, algo que Jihyo podría rechazar.
La miró con cejas elevadas y brazos cruzados:—¿Qué estás esperando? Desvistete —dijo como regaño.
—Tú primero. Así no me siento tan nerviosa.
—Cómo sea —contestó amargada.
Adoraba lo caliente que se podía ver una Jihyo amargada.
Vió como quitaba su camisa, y bajaba sus pantalones cargo. No busco una bata pues la coreana solo se quedó de pie en ropa interior.
Ropa interior de encaje negro.
—Interesante elección. ¿Ibas a ver a alguien hoy? —preguntó dulcemente con cinismo Minatozaki.
—No. Solo a ti —le agradó aquella respuesta. Pues sabía que en el fondo Jihyo se estaba apartando de la idea de que le atraía la japonesa.
Pero ya no se negaría más, ni huiría de ella.
Ya había admitido esos días que le encantaba Park Jihyo.
—Perdón por estar así, tú sabes que odio que lleguen tarde.
—Lo sé —confirmo.
—¿Entonces por qué lo haces? —arqueo una ceja.
—Porque puedo Jihyo-yah. Es mi trabajo que estés al borde conmigo.
Jihyo solo se quedó en silencio.
—¿Vas a desvestirte, o tengo que hacerlo por ti yo misma? —Estaba claramente alterada. Estaba impaciente y su tiempo estaba corriendo. Cosa que la estresaba muchísimo.
—Puedes hacerlo tú. Adelante.
Jihyo se acercó de mala gana. Pero Sana se encargó de mirarla a los ojos.
Ese día había decidió ir con un top, que dejaba a la vista abdomen. También con una falda. Y poseía una gargantilla, más su cabello con ligeras ondas debido al clima de ese día.
Sana veía como Jihyo levantaba sus prendas con cuidado, y trataba de respirar con normalidad.
Normalidad. Se lo tenían que haber tomado así. Pero hace bastante dejó de ser una situación normal y natural para ellas.
—Jihyo-ssi. —Llamó la japonesa. A Jihyo se le hacía tortuoso y apretaba sus labios, llevó su mano hacia su rostro y dos dedos juntos la hicieron ver únicamente a Sana—. Jihyo-yah. Mírame a mí si no quieres morir en el intento de quitarme la ropa.
Jihyo estaba por desabrochar el brassier:— ¿De qué hablas, Sana? Silencio —intento ignorar sus ojos coquetos.
El click de la prenda y luego cayó al suelo. Jihyo estaba frente a los senos con los que mentía si no se sentía afortunada de ver todos esos días.
Sana sintió las manos de Jihyo sobre sus caderas jugando con el elástico de su ropa interior.
—¿Puedo?
—No creo que tengas escapatoria de eso, si quieres terminar el cuadro hoy mismo —dijo.
—Tienes razón.
Cuando por fin libero a Sana de aquella tortura, volviendo a la tan usual desnudez en la que estaba en cada sesión de eses estudio. Jihyo fue a su asiento.
Y Sana se giró con paso confiado hasta el sofá. Orgullosa de haber hecho sudar a Jihyo.
Jihyo quería concentrarse en el cuadro, en la pintura, en el pincel. Sana interfería con eso, pues solo se mantenía en su posición, obediente y dejándose llevar por el hecho de ser la musa de la coreana.
Eso era tan molesto para Jihyo. Ver tanta tranquilidad en Sana, aún después de que la ignoró. Tanto silencio, estaba apunto de explotar.
Gruñó un poco no esperando que ella se diese cuenta.
—¿Por qué estás enojada? —le recordaba un poco a la misma pregunta que hizo el primer día.
—Porque esto es estresante.
—¿Quieres un descanso?
Eso no sonaba buena idea. Considerando que apenas comenzaba la última parte del cuadro.
—No, tengo que acabarl-...
—Jihyo sabes que me parece gracioso. El hecho de que llevamos tres malditos días aquí encerradas, juntas. Cualquier persona saldría de esta habitación sintiendo que interrumpe algo, estamos tensas, cariño —El apodo al final, la mataba, no lo iba a aceptar.
—No viene al caso —Se sentó en el banco, y decidió ignorar a Sana. Pero en cuanto vio que ella se colocaba mal apropósito, suspiro.
—Sana-ssi, lo estás haciendo mal.
Fue hasta el sofá, y gateo, colocando sus piernas un lado al otro de ella. Aprisionandola.
Sana sonrió victoriosa. Ahí fue cuando la idea de ayer atacó su mente. ¿Debería llevarla a cabo?
Viendo a Jihyo en bragas negras, encima de su cuerpo, era un problema para negarse a hacerlo.
—Jihyo-yah. Acércate un poco, ¿Sí?
Jihyo demoró unos segundos rozo su nariz con la de Sana, supo que ya no podría regresar al banco.
Sana tomó su mentón, y decidió preguntar suavemente:—Jihyo-yah...
Jihyo no dudo en atender su llamado y conectar sus ojos con los orbes café y brillantes de Sana. La mirada y su sonrisa seductora la estaba empezando a poner mal.
—¿Sí?
—Ayer cuando me besaste...
—Tú me besaste a mi primero —se defendió.
—Y tú continuaste el beso.
Claro que era así. Lo había aceptado como si de una bendición se tratase.
—¿Qué pasa con ello?
—No debiste hacerlo, Jihyo-yah.
Jihyo sintió su cara arder. Al igual que su cuerpo. Sana se había sentido incomoda. Por la manera en la que hablaba paciente tratando de no lastimarle con sus palabras, solo era un aviso de que se sintió mal con ese beso. Ya no quería pintarla, se sentía mal si ella se había sentido mal.
—¿T-Te hice sentir incómoda? —preguntó con cautela. Con miedo, con temor. No quería hacer sentir así a una de sus amigas más confiables, Sana se estaba dejando ver de esa manera ante ella por un favor, y ella la besaba con fuerza como si fuese un jodido animal. Como una salvaje, una...
—Hyo —la llamó por aquel apodo que tanto le gustaba de su parte— Préstame tus dedos un momento por favor.
Jihyo se dejó tomar la mano por ella. Inmediatamente Sana se dejó llevar, y abrió un poco sus piernas, tendida en la cama. La guió hasta su vientre y con la mano de Jihyo empezó a acariciarse ella misma mientras cerraba los ojos. Jihyo solo se limito a sentir con sus dedos la piel suave y tersa de su abdomen. Estaban pasando muchas cosas en esas tontas sesiones. Sus dedos quemaban sobre la piel expuesta de Sana, sintió como su vientre se contraía un poco. ¿Por qué se sentía tan bien?
—Sana... —Quiso sacar sus manos de allí. Sin embargo, la japonesa sólo podía atenderse con la mano de Jihyo.
Para Jihyo todo estaba siendo peligroso. Estaba ella encima de Sana, semidesnuda, y aquella mujer aparentemente dándose placer con su mano.
Sana soltaba suspiros altos, y dejo de tocarse por unos segundos, abrió los ojos. Y miró a Jihyo sin pudor alguno.
—Hyo —ya estaba empezando a sentir como su cuerpo subía en calor—Hyo, necesito que me respondas algo. ¿S-Si? —Titubeo un poco.
Jihyo se sentía desorientada. Podía sentir el calor que emanaba el cuerpo contrario y eso la estaba matando poco a poco.
—¿La de los bocetos de tu libreta soy yo, no? —Jihyo abrió sus ojos, y quiso salir de allí. ¿Sana había visto sus dibujos? ¿Sabía que era ella? —¿Soy yo verdad?
El tono de voz que utilizo fue terrible para su sanidad mental.
—Sí —la confirmación hizo a Sana reír.
—¿Por qué?
Y fue honesta.
—Porque me encanta la línea de tu mandíbula, la forma de tus caderas, tus facciones, el largo de tus piernas. Me encanta todo, siempre has sido una inspiración y mi musa por completo —confesó cerca de sus labios. Cosa que a Sana le emocionó más.
—¿Tanto así te gusto? —dudó ella.
—¿Cómo quieres que te lo demuestre?
—Pintame, Jihyo. Quiero que lo hagas, quiero que me tomes, quiero que me beses, quiero que me demuestres como defines mi cuerpo con tus trazos, quiero ser tu obra de arte hoy —Mordió su labio con dificultad—. Pinta con tus dedos sobre mí, Hyo-ssi —. Fue lo último que pudo decir Sana, Jihyo la besó, con pasión, con ganas, todas esas ganas que por cuatro días se habían contenida ese par.
Sintió como los brazos de Sana descansaban en su cuello, el beso solo se profundizó más. Jihyo estaba nerviosa aunque Sana no lo notará. Tener a la mujer que había proclamado como su musa debajo de ella, besándola de esa forma, la tenía al borde.
Jihyo. Sin embargo, beso lentamente su cuello de Sana. Ella solo podía cerrar los ojos y escuchar sus respiraciones agitadas y jadeos continuos mezclarse.
La morena atacó lentamente e hincó el diente en su cuello, bajando los besos hasta sus claviculas. Mientras acariciaba con sus manos lentamente los muslos de Sana.
Sana sentía el peso de Jihyo sobre ella, ella jugo tentadoramente con el lóbulo de su oreja, mordiendolo suavemente.
—¿Sabes cual es mi parte favorita de dibujarte? —habló con su voz ronca y perdida en el deseo. Sana no quiso hablar, estaba aguantando los pequeños gemidos y quejidos que Jihyo le provocaba—. Mi parte favorita es imaginarme esos muslos alrededor mío, marcarlos con mis uñas—. Hizo dicha acción—, morderlos... besarlos... Me encanta como son.
Sana se sentía extasiada con la voz de Jihyo. Mentiría si dijera que verla soltar palabras con aliento caliente en su oído no la hacía querer correrse allí mismo.
Tomo en un puño el cabello de Jihyo cuando ésta bajo hasta sus senos. Sintió la lengua caliente y sus dientes mordisquear con paciencia, dándole la debida atención que ella siempre quiso, Jihyo habló sobre su piel soltando una risa ronca:—¿Por qué no te estoy escuchando?—La japonesa apretó sus labios tratando de no gemir. Pero Jihyo solo la animaba a hacerlo con sus palabras y su toque—. Quiero escucharte o no voy a seguir.
Sana hizo caso y en cuanto Jihyo volvió a hacer su trabajo, soltó el primer gemido. Alto, sucio, casi como un lloriqueo. Aquello solo inspiraba más a Jihyo a seguir tocándola, lenta y tortuosamente.
Sana se atrevió a pasar sus manos por su espalda, mientras que intentaba quitar aquel brassier. En cuanto pudo no desaprovechó la oportunidad y observó el torso desnudo de Jihyo como aquella vez. Ahora tenía sus senos en su cara prácticamente y eso solo lograba excitarle más.
—¿Qué tanto miras? —Era claro que Jihyo tampoco quería esperar más y sólo jugo con sus pechos. Sabía que al disfrutar de esa manera, también estaba dejando marcas en el cuerpo de Jihyo.
Cuando la mano de Jihyo acarició su entrepierna, se permitió mirar a hacia abajo. Jihyo estaba totalmente desnuda, tomando sus piernas, con uñas clavadas en cada una. El dolor de sentir sus uñas en su piel le encantaba.
Jihyo la miró antes de adentrar dos de sus dedos lentamente, sintiendo el hinchado sexo de la japonesa apretar sus dígitos.
Sana solo se permitió suspirar, mientras Jihyo la tocaba, no se apresuraba y eso le encantaba de ella, pero cuando empezó a mover sus caderas fue el indicativo para Park de que la nipona quería algo más.
Aceleró un poco el movimiento de sus dedos, mientras besaba sus muslos y dejaba besos muy cerca de su centro. El sonido obsceno de la húmeda vagina hizo a Jihyo temblar. Mientras más se movía, los gemidos desesperados de Sana en su oído y aquel delicioso sonido era el equilibrio perfecto entre un cielo e infierno sobre aquel cuero blanco.
El calor era el protagonista, al igual que el nombre de Jihyo abandonaba repetidas veces los labios de Minatozaki.
—¡Ah, Jihyo! —gimió alto, con ganas
—Sí, linda. ¿De quién eres? —preguntó poniéndola caliente—. Anda, dilo.
—De Jihyo, agh. Soy tuya, Jihyo —Intentó decir sin aliento. Sólo podía gemir el nombre de Jihyo. Sonido que quedaría tatuado en la mente de la coreana.
Curvo sus dedos dentro de la castaña. Permitiéndose sentir como se avecinaba el orgasmo de Sana. Sabía que ella estaba por llegar al clímax gracias al subir y bajar de su pecho. Su corazón se aceleró y ella también jadeo antes de seguir con su trabajo.
Y lo que vió fue lo que le hizo caer en cuenta de cuanto le encantaba esa chica. Porque esa chica era su musa.
Era Sana. Soltando un último gemido, cansado y fuerte. Anunciando finalmente el final de su clímax.
El sonido más hermoso que había escuchado Jihyo en mucho tiempo.
Jihyo sacó sus dedos poco a poco, y miró el desastre, muy lindo desastre, que era Sana en esos momentos:—¿Me dejas probar? —. Hizo petición, y probando el sabor de los fluidos de Sana, se dejó llevar por el deseo de que, mientras observaba como Jihyo introducía más aquellos dedos en su garganta. Ella miraba la excitante y erótica escena, como los labios suaves de Jihyo recibían su propio sabor. Era digno de admirar. La artista consciente del arte que hacía.
Jihyo no dudo en seguir besando y tocando cada parte del cuerpo de Sana como si de pintar con sus manos se tratase, estaba pintando su propia obra, estaba recreando la exquisitez de ver a su querida chica en descontrol, pidiendo más y perdida entre gemidos y gemidos, su mayor obra de arte en esos momentos y el significado de su cuadro siempre fue la perfección de Sana para lucir adorable y sexy al mismo tiempo.
Ver como sus cejas se juntaban y sus labios entreabiertos maldecían entre susurros, era la mayor pieza artística que se permitió apreciar.
Cuando ambas sintieron la pesadez y el cansancio invadirlas, Jihyo cayó sobre el pecho de Sana. Completamente desnudas las dos.
Sana acarició los cabellos oscuros de la artistas, los cuales se pegaban a ella con sudor.
Jihyo colocó su mano sobre el vientre de Sana y observó como este estaba lleno de marcas. Sonrió satisfecha por su cometido.
Sana abrazo más a la coreana contra ella. Y no sabía que decir, solo sabía que quería gritar de emoción. Había por fin hecho todo lo que se negaba hacer con Park Jihyo, una de sus mejores amigas.
—¿Shiba? ¿Cómo te sientes? —le parecía adorable la pregunta cuidadosa de la pelinegra—, ¿Estuvo bien? ¿Te gustó? —y le ofendía un poco la pregunta tan estúpida que le había hecho.
—Parece que no me escuchaste —rodó los ojos y Jihyo rió en su pecho desnudo—Eres increíble.
—Por ti —respondió con felicidad—Nunca pensé que pasaría esto.
—Yo si —rió levemente—. Muchas veces.
—¿Ah si? —la miró atenta—. ¿Cuantas veces?
—Las suficientes como para saber que te quiero, Park Jihyo —comentó e hizo que los ojos de Park brillaran con felicidad.
—Yo también. Es obvio, porque eres mi musa —admitió por fin después de muchos años.
—¿Lo soy?
—Sí, solo mía —Sana sonrió contenta y le dio un pequeño beso—. Y como esto significaba que es oficial que lo eres... Ya no voy a pintarte desnuda, Shiba.
Sana se sobresaltó:—¡¿Por qué?!
—Porque me niego a que el Profesor Yoon te vea desnuda —Sana la miró confundida—. Me niego a que alguien más vea a mi musa desnuda. Eres mi obra de arte y tengo derechos de propiedad intelectual sobre ti —Sana soltó una carcajada por la ternura—. Solo yo puedo pintarte, mi querida Shiba —la besó con timidez, y Sana aceptó gustosa de aquel sello amoroso en sus belfos hinchados.
La miro unos segundos mientras aún sostenía su rostro, Minatozaki respondió:—Claro que sí, mi Hyo-ssi.
Ambas sonrieron al fin dejando aquella larga tensión de años, bocetos ocultos y dedos ansiosos que tomaban el pincel, dejar de pintar sobre el lienzo.
Pues el nuevo lienzo era Sana. Y Jihyo desde ahora pintaría con sus dedos sobre ella.
Epa, este es mi primer smut, así que perdónenme, no soy buena en ello, la idea aquí era que sintieran la tensión de ellas. Espero haberlo logrado.
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