Postmortem
La penumbra dominaba aquel pequeño poblado, haciendo que solo fuera posible ver la sombra de los árboles que lo rodeaban. El viento era un simple suspiro que era casi imperceptible. Varias personas se movían en el centro de la ciudad, hablando y ordenando indicaciones sobre cómo deberían colgar los artefactos en los lugares pertinentes.
La última guirnalda de flores naturales fue colocada de un extremo al otro de la calle. Un hombre mayor, el más grande del pueblo hizo una señal que fue captada por todas las personas que la esperaban. En un rápido movimiento el fuego se acercó hasta el artefacto y las lámparas de aceite se encendieron por la calle, creando un camino luminoso.
― ¡Quedó!
Todos sonrieron al ver como los resultados eran claros y era justo como estaba planeado. Sin esperar más extinguieron el fuego de las lámparas y comenzaron a retirarse a sus hogares. Mañana temprano empezaría el festival y tenían que descansar lo suficiente para poder honrar a los que se habían ido con todo el ánimo y energía posible.
Una chica con el cabello oscuro amarrado en dos colas bajas metió el resto de flores sobrantes en la canasta que tenía ante sus pies. Se inclinó tomándola entre sus manos y sujetándola un poco con la cadera. Caminó por las calles hacía su hogar, la noche los había atrapado con profundidad. Solo había un par de lámparas encendidas en el interior de algunas casas que le ayudaban a ver por dónde iba. Aunque conocía el camino perfectamente.
Estaba a un par de metros de su destino cuando de reojo vio una figura blanca moverse con rapidez. Giró la cabeza para ver si alguien del pueblo estaba llamándola. Pero al voltear no vio a nadie. Dudó un momento en su sitio, pero al cabo de unos segundos volvió a su tarea inicial. Dio un par de pasos más, cuando nuevamente de reojo vio una figura blanca moverse rápidamente, pero esta vez de su lado izquierdo. Miró rápidamente hacia atrás, por si alguien buscaba hacerle una broma y quería encontrar a aquella persona mientras buscaba esconderse. Sin embargo, no encontró a nadie. Ni la señal que hubiera alguien cerca. Frunció el ceño, estaba comenzando a molestarse de ese tipo de bromas que algunos niños encontraban divertidas.
Al regresar su mirada hacia adelante retrocedió un paso al ver a una persona con vestimenta blanca que le daba la espalda. Estaba a unos diez metros, pero aquel porte y corte de cabello se le hicieron tan familiares como la palma de su mano. Sintió como el frio sacudió su cuerpo y fue consciente como su alma parecía intentar salirse de su lugar. No podía ser cierto, él no podía estar ahí.
Abrió la boca para pronunciar su nombre pero nada salió de sus labios, sus músculos estaban congelados. Y sin más, lo vio alejarse hasta que dobló del lado derecho de la calle, al alcanzar la esquina. Movida por la adrenalina pura, la chica salió corriendo, en un intento de alcanzarlo y ver si eran alucinaciones suyas o era real.
Prontamente alcanzó la esquina y dio vuelta, corriendo un poco más, exhalando con la boca abierta y con el rostro paralizado. Se detuvo cuando se adentraron en el bosque y luego de un par de minutos el hombre que estaba adelante se detuvo de la nada. Ella se quedó a un par de metros, intentando recuperar el aliento.
―Eiji... ― Soltó casi en un susurro, sintiendo como el aliento se detenía en su garganta, asfixiándola.
El hombre dio media vuelta lentamente y la mujer abrió los ojos conmocionada de ver aquel rostro nuevamente. Como la última vez que la había visto. Pero de una tonalidad más clara. La mujer inhaló y exhaló, en ese justo tiempo el hombre acortó la distancia en un parpadeo.
Una sonrisa amplia, deformada y un hilo de sangre.
El rostro femenino se paralizó y un grito agudo salió de sus labios de forma estridente y llenando todo el espacio del bosque, hasta que fue silenciada mientras la oscuridad se la consumía hasta convertirla en nada.
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La luz del sol se alzaba con fuerza en lo alto del manto azul, las aves transitando perdiéndose en el horizonte. El sonido de la madera en contacto con el suelo y como en ocasiones las ruedas pasaban encima de una roca. El movimiento de la carreta parecía haber dormitado al pilar del agua, que tenía los ojos cerrados y parecía ausente de la ligera platica que tenían sobre el clima o si habían observado alguna cosa particular en los alrededores. Tal vez al encargarse de comprar cosas y moverse a diferentes poblados, el dueño de la posada podría saber algo.
Pero no obtuvo nada que sea de utilidad.
Shinobu observó a su compañero detenidamente, como parecía tan pacífico y menos severo dormir. Daba una apariencia más tranquila a su rostro y resaltaba sus facciones masculinas. Aunque disfrutaba mucho como el tono azul profundo jugaba con todo su rostro. Pensó en la idea de tocarlo movida por su gesto tranquilo pero detuvo su mano. Porque aún se recriminaba el hecho de lo que había pasado la noche anterior.
¿Qué había sido eso y de donde había cogido ese valor para subir encima de él? Había sido tan descarada y fuera de su comportamiento habitual. Aunque muy en el fondo y aunque le dolía reconocerlo, lo había disfrutado.
Tanto que si el mismo Tomioka no la hubiera alejado, de una forma tan absurda debía agregar, no sabía que hubiera pasado. Estaba segura de que la cordura había abandonado su cuerpo desde que se había colocado encima del hombre. Sentirlo tan cerca como nunca antes y no con intenciones de curación, sino más fuertes. Algo más intenso, carnal, guiado por aquellos sentimientos que sentía por su compañero y que siempre solía dejar de lado. Jamás había sido dominada de esa forma, pero esa noche, algo en el aire, la habitación, tal vez lo tenue de la luz o el sonido de su respiración es lo que la había motivado a hacerlo. Sus sentidos se habían nublado y habían sido movidos por sus más profundos estímulos.
La carroza se detuvo, alertando al pilar del insecto, mirando alrededor por cualquier posible peligro. Pero entró en detalle de que habían llegado al pueblo. Acercó su dedo y picó las costillas de su compañero que descansaba alado.
―Vamos, Tomioka-san, ya hemos llegado.
Volvió a picarlo y lo vio moverse huyendo de un tercer intento de tocar sus costillas. Ambos bajaron de un salto del vehículo de madera que era jalado por un caballo. Agradecieron por el viaje y se adentraron a aquel pequeño poblado que parecía contener un oscuro secreto y más específicamente, a un demonio oculto.
Se percataron mientras iban entrando como las guirnaldas adornaban las calles, pero especialmente tiras y tiras de lámparas en todas las calles. Además sintieron el aire festivo del lugar. Shinobu cayó en cuenta en la fecha en la cual estaban y sonrió con ironía al entender que estaban en el último día del Obon. Una celebración ancestral que busca honrar a los antepasados fallecidos. Considerando que ahora mismo buscaban la flor de la resurrección le parecía bastante curiosa tal relación.
Aunque ¿acaso era una coincidencia? Bastante dudoso debía admitir.
Caminaron por el pueblo, juntos, mirando cualquier cosa que pudiera dar una pista, pero todos parecían tan contentos al respecto. Riendo y comiendo junto con la gente del lugar. No encontraron nada significativo, no por esas calles. Tal vez no estaban buscando en el lugar adecuado.
¿Dónde se encontraban los no vivos? Se encaminaron a las afueras del pueblo, hasta que dieron con aquel lugar que podría brindarles algo de información. Había bastante gente ahí, dejando sus ofrendas y limpiando las tumbas de sus fallecidos. Estando al margen Shinobu pudo darse cuenta de varias cosas bastante...curiosas.
Campanas puestas cerca de cada una de las tumbas, sellos sintoístas rodeando y pegados en los sepulcros. La Hashira insecto levantó una ceja y sonrió con cierta complicidad ¿acaso? Tenía todo el sentido que ellos creyeran fervientemente de que los muertos podían regresar a la vida, considerando que la leyenda venía de aquí. Tal parecía que esperaban ansiosos que ese tipo de cosas pasaran. Sin embargo, ¿en qué basaban esas creencias? ¿Qué pruebas podrían tener? No había visto a nadie con apariencia de haber vuelto a la vida. Tal vez se aferraban a eso por esperanza.
Escuchó como alguien pasó atrás suyo y se encontró con aquel chico de la taberna, Takeshi, arrastrando los pies y caminando en círculos mientras veía las lapidas alzándose en aquel terreno. Su rostro estaba trastornado, como si estuviera debatiéndose por algo. Tal vez no se animaba a saludar a aquel samurái. Se mostraba muy inquieto, esperaba que aquello no les trajera problemas más tarde.
―Tomioka-san, creo que deberíamos separarnos para recolectar información.
El pilar del agua la miró un instante y asintió, mientras se iba por el lado contrario por donde habían llegado. Siempre era de tan pocas palabras y no parecía ni haber preguntado donde se encontrarían. Él era tan difícil, tan complejo.
Se encaminó por el lado contrario, primeramente hablando con una señora en un puesto de dangos, mientras adquirió unos con la excusa de poder hablar con ella. Hablando sobre las cosas que había visto en el cementerio, pero ella no dijo mucho al respecto. Además que habían sido interrumpidos con varias personas que pasaban por ahí y se detenían para obtener un bocadillo.
Shinobu no tuvo suerte con las siguientes personas, ya que el resultado siempre era el mismo. Algunos parecían esquivos de aquel tema, otros solo le contaban la leyenda que ya conocía con anterioridad. Otros parecían fingir un tipo de demencia al respecto. Sin embargo, sabía que, aunque muchos lo negaron, creían en esa leyenda de la flor de la resurrección.
Vio como unos hombres caminaban en medio del evento con una canasta grande cargada en la espalda. Agricultores. Decidió probar un poco de suerte con ellos para si eran más flexibles u obtenía algo que fuera de utilidad. Ya habían pasado un par de horas desde que estaban ahí y el hecho de no conseguir nada la estaba frustrando. Ante la idea que todo a fin de cuentas fuera simples leyendas y que gastara su tiempo en algo como eso.
Aunque toda la culpa podría recaer en su compañero, ya que le había sembrado la duda de que esto podría ser verdad y que tenía mucha más relevancia de la que realmente tenía.
―Hola, disculpen ¿podría hablar un momento con usted? ― Se dirigió al hombre que tenía más cerca, corpulento con barba abundante y una mirada dura.
El hombre la miró un instante y se detuvo, tal vez al encontrarla tan pequeña por su tamaño. Siempre daba una apariencia débil, aunque le gustaba a veces que la subestimaran de esa forma, ya que permitía que se confiaran y poder acabar con ellos con una sola dosis, esto refiriéndose a los demonios.
Con las personas, su apariencia podía ayudarla a mezclarse entre la gente.
― ¿Qué es lo que quieres? ―La voz profunda del hombre fue directamente al grano.
―Solo quería saber ¿ha notado algo raro en el pueblo en estos últimos días?
Por eso mismo Kochō decidió ir directamente al grano, sin dar rodeos de nada, porque sabía que si se iba por las ramas, el hombre se iría sin responder ninguna de sus preguntas. Era gente ocupada con muchas obligaciones, debía ser concreta con la información que buscaba. Tal vez ellos hubieran visto algo en los campos de arroz, alguien pasar o alguien extraño.
―Ciertamente no. ― Habló el hombre luego de pensarlo un poco. ―Bueno, hay algo, pero no tiene nada que ver con el bosque, sino con los cultivos.
El hombre pareció evaluarla con la mirada, tal vez intentando adivinar qué era lo que buscaba y que información le importaba.
―No, cualquier información es útil, ¿Qué pasa con los cultivos? ― Puntualizó la fémina, interesada de tener al menos algo de toda esta travesía.
―Los cultivos se han visto afectados por una plaga, de hongo, Xylaria polymorpha o dedos de muerto como muchos lo reconocen.
Shinobu se llevó el dedo a la mejilla, considerando las palabras del hombre.
―Hemos perdido muchos cultivos por ese maldito hongo, afectando la economía del poblado.
Los demás campesinos, que se habían detenido junto a él cuando decidió aceptar aquellas preguntas, se quejaron malhumorados por ese hecho. Parecieron ignorar la presencia de la chica y sin más siguieron con su camino, con un gesto enojado.
Tal situación parecía enojarlos mucho, claro que podía entender algo como eso. Por eso los dejó ir por las calles del pueblo sin seguirlos. Aunque a primera vista eso podrá estar lejos de lo que buscaban, aquella coincidencia de ese hongo y los dedos del muerto era demasiado. Tenía que verse relacionado de alguna forma ¿o tal vez ella estaba exagerando?
Hablar con Tomioka le ayudaría a aclarar esa duda, pero ahora mismo debía seguir intentando colectar la mayor cantidad de información y ya de ahí decidir que podía significar todo esto. Tal vez eran indicios y el masculino haya logrado tener mejores pistas que algo tan ambiguo como lo de ella.
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Tomioka Giyuu no era nada bueno para socializar y mucho menos para lograr obtener información de forma eficaz. Siempre iba directo al grano, sin ser discreto ni ocultar que pertenecía a una organización secreta para erradicar los demonios que atormentaban la vida humana como conocían. Lograba hablar de ello sin problema para justificar su insistencia con los temas. Sin embargo, eso en vez de ayudarle con su trabajo, terminaba perjudicándolo. Por qué la gente solía alejarse o huir de él cuando mencionaba palabras como demonio, cazador de demonios o carne humana. No había logrado dar con nada.
No entendía la razón de tanta negativa y como solía alejarse de él con rapidez.
Por eso mismo ahora se encontraba a las afueras del pueblo, en las últimas casas que daban paso al bosque que rodeaba el lugar. Buscaba alguna pista que podría llevarlo hacia la flor de la resurrección o tal vez al demonio responsable de todo esto. No había personas por ese lado del pueblo, por lo que decidió dar una vuelta para ver qué es lo que podía obtener del área.
Caminando por el límite del poblado y el bosque visualizó un nido de hormigas. Había una línea que se trasladaba hacia otro hormiguero que suponía estaba cerca. Pero eso no fue lo que había atraído su atención en primera instancia. Más que nada fue ver a varias hormigas quedarse quietas luego de un par de pasos y caer muertas. Los cadáveres de otras estaban a un lado, con algo blanco encima de ellas ¿eso las había matado? Era extraño que actuaran de esa forma. Algunas otras giraban alrededor de las muertas.
Su mirada se levantó de pronto cuando escuchó un grito proveniente de la profundidad del bosque. Sin esperar más, salió corriendo, buscando el origen del grito. Avanzó con rapidez por los árboles, que se alzaban imponentes hasta que sus hojas se encontraban en lo alto, generando una sombra y un aspecto un poco sombrío a esa parte del bosque. Se detuvo de pronto cuando visualizó a dos personas de pie, a escasos seis metros.
Frunció el ceño cuando vio un cuerpo femenino en el suelo, inerte y sin un rastro de vida en ella. Su rostro estaba mirando hacia donde él estaba de pie y sus ojos se veían grises, demostrando que no había nada que salvar ahí. Se reprendió a si mismo de no haber sido lo suficiente rápido. Pudo haber llegado a tiempo...
Su ceño se endureció al ver a aquel demonio casi encima del cuerpo, aquella escena lo llenó de ira. Se encaminó para decapitarlo de un solo movimiento, pero un ligero rayo de sol filtrándose lo detuvo en seco.
Era de día, la luz estaba presente ¿cómo había un demonio en plena luz del día? Su corazón brincó asustado ante la posibilidad de algo así. No podía existir algo como eso, no aún. Muzan estaba desesperado en busca de aquella otra flor que eliminaría su única vulnerabilidad. Si había un demonio con esa habilidad, Muzan ya lo habría encontrado, entonces estarían perdidos.
De pronto aquella criatura apartó su atención del cuerpo femenino que tenía debajo y levantó la mirada hacia el cuerpo vivo que estaba enfrente.
Tomioka vio aquellos ojos con las pupilas en línea, como la de un animal depredador, la mandíbula contraída y enseñando los dientes filosos y deformados. Gruño en respuesta y sin más se lanzó hacia él. El cazador reaccionó saliendo de su conmoción de algo como eso, esquivó los ataques feroces de aquella criatura y saltó tomando distancia.
Aterrizó en la rama baja de uno de aquellos árboles. El demonio siguió sus pasos y saltó, en busca de carne fresca. Aun cuando estaba en el aire, el pilar del agua saltó, desenvainando su espada con una velocidad sorprendente y abrió los labios mientras realizaba un movimiento con su espada.
―Ichi no kata: Minamo Giri
Prontamente Tomioka aterrizó en el suelo y envainó nuevamente su espada. A los segundos el cuerpo sin cabeza del demonio cayó a su espalda. Dio la vuelta para evaluarlo y abrió los labios sorprendido al ver como el cuerpo comenzó a moverse, hasta que se puso de pie.
Retrocedió un paso y esquivó un ataque directo mientras veía aquel cuerpo sin cabeza intentando darle caza. La mayoría de los demonios existentes tenía la facultad de regenerarse, la velocidad consistía en cuantos humanos hubiera devorado. Aunque esto no aplicaba con la cabeza. Una vez que decapitabas a un demonio, el combate acababa. El nichirin te daba la victoria, era especial para esto. ¿Por qué este demonio era diferente? ¿Había algo más fuerte que una luna superior?
Imposible, ese solo era Muzan y él aún no adquiría la invulnerabilidad ante el sol. Siguió esquivando los ataques y levantó su katana de nuevo. Debía terminar con esto de una vez.
Lo que más le sorprendía en ese punto era que aquel demonio no parecía regenerarse.
―Shi no kata: Uchishio
La marea lo atrapó aquel cuerpo sin cabeza, generando diferentes cortes en todos lados. Cuando cayó al suelo, eran pedazos de lo que antes era un organismo completo. Los brazos y piernas estaban despedazados y el torno resumido a tres pedazos.
Se quedó quieto observando los restos, pensando que volvería a unirse en cualquier momento y volvería a atacarlo. Luego de un par de minutos, y ante la completa calma, envainó nuevamente su katana, sin despegar los ojos de aquella cosa.
Considerando las características que determinaban cuando era un demonio, eso no contaba con ninguna de ellas. No tenía regeneración, toleraba el sol y su espada nichirin no parecía generar el daño que haría de forma normal con un seguidor de Muzan. Por lo que la respuesta de toda esa confusión fue palpable en el cazador de demonios.
Aquello no era un demonio.
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No había tenido más suerte luego de la plática con aquellos agricultores. Había intentado hablar con otro par de personas. Pero uno hasta pareció asustado con la mención del tema de que algo podría estar pasado con los muertos del pueblo o a que se debían aquellas campanas en el cementerio.
Otro simplemente al mencionarle al respecto se había levantado, ya que le preguntó cuándo comía un plato de miso, y se había alejado sin decir ni una palabra y sin pagar su pedido. Las cosas parecían estarse poniendo mucho más raras de lo que pensaba. Sabía que había algo que no querían decirle, veía el secreto en muchas personas. Aunque había unas que parecían no decirlo por temor, otras parecían encantadas de estar involucradas en ese secreto que atesoraban con lo más grande que había.
Caminaba por el pueblo, en busca de su compañero para saber si había tenido más suerte que ella. Aunque lo dudaba, considerando sus habilidades sociales y la forma en la cual hablaba con la gente, estos siempre solían huir de sus tontos intentos de socializar. Esquivó a un par de personas en su camino y chocó con alguien. Dio la vuelta para ver si la persona estaba bien, pero vió como se aproximaba hacia el suelo.
Kochō sujetó a la mujer antes de que ella alcanzara el suelo al haberse tropezado con el puesto de té que estaba en la plaza principal. Le sonrió una vez que se aseguró que no volvería a caerse. La mujer le agradeció inclinándose varias veces. Pero parecía bastante concentrada en algo más, algo que parecía perturbada y que mantenía su cabeza en otro lado tal que no parecía concentrada en nada de lo que hacía.
―Disculpe, es solo que tengo mi cabeza en otro lado.
― ¿Quisiera contarme que es lo que sucede? ―Shinobu indagó un poco al respecto, tal vez ella había vivido algo extraño momentos atrás.
La mujer tomó asiento en una banca que había cerca, mostrándose nerviosa e indecisa de sus palabras.
―Es solo que mi hija no ha aparecido desde la noche antes del Obon, la he esperado pensando que estaba con sus amigas, pero no hay rastros de ella.
La desaparición de una chica, eso indicaba con claridad que algo se lo había llevado. Se preguntó entonces si tal vez había más gente desaparecida y aunque no hizo la pregunta, pudo adivinar que así era.
― ¿Cómo es ella? Pronto saldré del pueblo y si la veo podré ayudarla.
La mujer la miró con esperanza en los ojos, tan cristalinos y con suplica que se sintió culpable al suponer, aunque estaba segura, que posiblemente ya estaba muerta.
―De verdad, se lo agradecería muchísimo. ―La tomó de la mano con fuerza, en señal de agradecimiento. ―Tiene un kimono rosado con flores rojas y un listón a juego que recoge su cabello.
Shinobu asintió y reconfortó a la señora el tiempo suficiente para que pudiera estabilizarse un poco y fuera capaz de caminar. Sabía que seguiría buscándola en el festival aunque muy en el fondo supiera que no estaba en el poblado. Kochō pensó que tal vez podría estar con sus amigas o hubiera huido del pueblo, pero las alternativas eran limitadas y la más creíble era que hubiera caído en las manos de un demonio.
Suspiró al ver a la mujer alejarse y seguir con la búsqueda de su compañero. Prontamente pudo visualizar su haori peculiar rojo y amarillo y verde del otro lado. Se detuvo abruptamente cuando este, al percatarse de su presencia, dio media vuelta.
― ¿Pero qué...?
Ante sus ojos estaba el pilar del agua, llevaba al menos unos treinta collares encima, una col en la mano derecha. Dos gallinas revoloteaban alrededor suyo y una parecía haber anidado en su cabeza, por lo que tenía varias plumas entre el cabello.
―Tomioka-san ¿qué es lo que pasa? ― La escena era tan absurda e inverosímil que pensó que posiblemente estaba soñando.
Pero ni una sola risa salió de su boca, se veía tan ridículo que la gente que pasaba alrededor solo se reía al visualizarlo.
―Estoy trabajando. ― Movió sus brazos intentando apartar a una gallina que intentaba subirse encima. ― Como cazadores de demonios tenemos que mezclarnos para evitar ser detectados antes por un demonio. ― Hablaba tan calmado, creyendo en cada una de sus palabras.
Kochō al final soltó una ligera sonrisa, de lo absurdo de sus palabras.
―Me temo que no lo haces bien. ―Declaró Shinobu divertida. ― ¿Quién te dijo que lucir así era normal?
―La anciana de ahí. ― Indicó con un movimiento de la cabeza.
Shinobu miró hacia la dirección, encontrando como la mujer guardaba el dinero en su ropa, recogía todo con una velocidad impresionante considerando su edad y huía sin dejar rastro.
La Hashira femenina a veces olvidaba que su compañero podría ser absurdamente inocente. Como si nunca hubiera socializado en su vida y no pudiera notar cuando estaban viéndole la cara. Eso trajo a colación su rostro genuinamente sorprendido por sus actos de la noche anterior.
Si, él no sabía nada acerca de las cosas más esenciales de comunicarse con la gente ni interpretar sus palabras.
Lo ayudó a deshacerse de todo aquel camuflaje ridículo y alejándose un poco de toda la gente en movimiento en el lugar. Debían ponerse al corriente pronto, que la noche comenzaba a hacer acto de presencia en el cielo. El sol se ocultaba por las colinas y prontamente sería terreno para que los demonios pudieran salir.
― ¿Caminaba en el sol? ¿Un demonio?
―No creo que sea un demonio, Kochō. ―Dejó entrever sus conclusiones. ―Lo decapité con mi Nichirin y siguió moviéndose.
― ¿Entonces que era?
El masculino se quedó callado un instante y buscó la mirada gris, para transmitir aquello que sus labios no estaban seguros de decir.
Aquello la sorprendió de sobremanera, ¿contra qué se estaban enfrentando si no era un demonio? ¿Acaso la leyenda era real y los no vivos estaban por tomar el dominio de toda esa aldea? Ellos debían evitar eso lo antes posible y encontrar al responsable. Pero debían esperar a que la noche entrara en vigor. Podían intuir que el responsable haría acto de presencia cuando sus movimientos fueran ocultos por el manto nocturno.
Transitaron hasta llegar al lago que estaba a las afueras del pueblo y que desembocaba en el océano. El camino del pueblo hasta ahí estaba iluminado por un camino de lámparas de aceite. La luz amarilla resplandecía pero a la vez daba un sentimiento de privacidad en el lugar. La gente comenzaba a llegar hasta ahí, cuando el sol se ocultó entre las montañas, dando lugar a la fría noche.
Ese era el último día del festival, por lo que pronto soltarían las lámparas en el lago, para que se perdieran en el mar, encaminando a los seres queridos fallecidos hacia donde pertenecen.
―Creo que lo mejor es esperar aquí. ― La mujer se detuvo en el lugar más apartado de la gente, al límite del bosque. ―La gente vendrá aquí y si algo sucede, nos enteraremos.
Tomioka simplemente asintió y se apoyó en el tronco del árbol más cercano. El pilar del insecto se sentó en la orilla del lago. El nivel del agua estaba algo bajo, lo cual evitaba que el líquido la alcanzara. Giró la cabeza y tanteó el suelo a su lado, invitando a su compañero Hashira a sentarse a su lado. Giyuu pareció pensarlo detenidamente un instante, pero luego de un par de segundos, se sentó a su lado.
Se quedó contemplando el agua moverse en ligeras ondas con ayuda del soplo del viento. La mirada azul perdiéndose en el azul profundo del agua. Su elemento y aquel que le había otorgado, por su habilidad, el convertirse en el sucesor del pilar del agua. Un puesto que jamás se había sentido merecedor, ni siquiera el de cazador de demonios. El reflejo de la luna llena se refractaba en el líquido vital con intensidad cerca de su posición.
―Tomioka-san ¿tú piensas realmente en la existencia de la flor de la resurrección?
El volteó la mirada hacia la fémina, encontrando sus ojos más grandes de lo normal. Siendo impregnados de una total duda.
―No hemos visto rastro de ella. ― Soltó por primera vez desde que habían decidido esperar.
No era para nada un buen platicador, aunque la situación no daba para que lo hicieran. Y si fuera un caso contrario, aun así él no era de esa forma. Tan callado pero sus personalidades parecían encajar. A pesar de que ella solía molestarlo con ciertas cosas, él entendía que era su forma de comunicación con él.
La noche pareció hacerse más oscura y ambos miraron hacia el frente cuando vieron las primeras lámparas de aceite flotar en el lago. A continuación más comenzaron a hacer presencia, trasladándose con delicadeza en el líquido vital. Con movimientos tan suaves y ligeros. Prontamente todo el lago se vio iluminado de aquellas luces fluorescentes, como si fuera el cielo estrellado, dándole una apariencia sideral. Iluminando el camino hacia el lago abierto.
Giyuu Tomioka desvió su mirada de aquel espectáculo y observó a la cazadora que estaba a su lado. Las lámparas cercanas iluminaban su rostro, brindando una apariencia un tanto sombría pero fascinante, al resaltar sus facciones femeninas. La curvatura de sus labios sonrientes, el contorno de sus pómulos y lo larga de sus pestañas.
La vio voltear hasta mirarlo fijamente. Contempló las puntas moradas de su cabello y como jugaba perfectamente con sus ojos grises, su haori y con aquel broche que sujetaba su cabello. Sus labios con aquel labial rosado que los hacia resaltar.
La escena de la posada vino a su cabeza, la imagen de ella encima suyo con una sonrisa sugerente, como si hubiera algo mucho más fuerte detrás de ese comportamiento. Es la primera vez que había estado tan cerca de alguien y tenía que ser con ella. Shinobu alteraba su cabeza de formas que no terminaba de comprender. Cuando estaba de misión extrañaba tanto su voz y aquel gesto que intentaba demostrar que todo estaba bien, aunque él sabía que no era de esa forma. Pero a su lado todo parecía estar bien, con ella no se sentía inferior, sino simplemente...él mismo.
Por eso al tenerla ahí, con las luces iluminando su pequeño rostro, resaltando sus facciones y con sus ojos grises centellando de esa forma, algo brotó más fuerte que nunca en su interior. Tan intensamente que se sorprendió de no poder darle ni un nombre. Movido por sus propios impulsos de aquella fuerza, acortó la distancia lentamente. Tanto que dudó que lo hubiera hecho. Pero el rostro de la fémina sorprendida lo confirmó. Pero en su mente solamente podía pensar que necesitaba acercarse un poco más, solo un poco más, por un instante.
Sus ojos entraron en contacto sin desviarse ni dudar mientras la distancia desaparecía entre ellos. Él podía ver a través del escudo que ella solía poner. Su mirada era cálida, intensa y susurrante.
Al estar a escasos centímetros sus respiraciones se encontraron, y en un auto reflejo sus ojos se entrecerraron sin desviar la atención del otro.
Tomioka sentía los latidos de su corazón hasta las orejas, martillando con intensidad. Cerró los ojos cuando sus labios hicieron contacto con los femeninos y sintió como su pecho explotaba de un sinfín de emociones y sensaciones, siendo sus labios el origen de todo ese huracán.
Sus labios se movieron torpes al inicio, pero comenzó a moverlos a la par de los femeninos, en caricias de anhelo y mariposas danzantes. La calidez embriagando ambos cuerpos de forma creciente, como si por fin después de tanto esperar se hubiera encontrado.
Cortaron el contacto cuando una lámpara chocó con el pie de Tomioka, pero este no apartó la mirada de la fémina. Ella lo miraba con los labios un poco hinchados y con un encantador tono rosado en las mejillas. Sintió su corazón suspirar por tal escena.
Ambos fueron conscientes de la presencia de alguien caminando a sus espaldas. Miraron con discreción, viendo a Takeshi ingresando al bosque de forma sigilosa. Los cazadores volvieron a encontrar sus miradas y asintieron, en una extraña conversación silenciosa de que debían seguirlo, porque algo muy extraño rodeaba esa escena.
Se adentraron al bosque con cautela y permanecieron detrás de los troncos de los árboles, en plena oscuridad, mientras lo veían moverse con el temor plasmado en cada uno de sus movimientos. De la nada se detuvo en un árbol grande y con un agujero en su tronco. Pareció rebuscar algo ahí, estaba cubierto con una sábana blanca y sin esperar más se lo llevó al hombro. Caminó rápidamente mientras se adentraba aún más al bosque.
Los Hashira lo siguieron de cerca y luego de un par de pasos, la sábana blanca se atoró en la rama de un árbol y descubrió aquel objeto que cargaba con gran intensidad.
La tela blanca cayó y un rostro humano resaltó en medio de aquella oscuridad absoluta.
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¡Hola!
Solo he venido a aclarar algunos guiños que he dejado en este capítulo.
1. El hongo que menciono, Xylaria polymorpha, es uno que tiene la apariencia de unos dedos saliendo de la tierra.
2. Las campanas junto a las tumbas es una costumbre que solían usar por si una persona regresaba a la vida o si seguia con vida, al tocar la campana podían saber que vivia y sacarlo de su sepulcro.
3.En el capítulo anterior olvidé mencionarlo, pero cuando Tomioka ve a los pescadores, el tipo de clima que habia de el sol oculto entre unas nubes que impedia que la luz pasara, generando un ambiente depresivo... es una referencia al sol de los muertos. Se dice que pueden cruzar los muertos desde el otro plano.
4. El inicio de este capítulo, de la chica viendo manchas blancas de reojo es parte de una referencia a los zombies haitianos. Gente que cree ver a personas que murierpn deambulando en la noche, ellos sin querer los llevan a su perdición.
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