Perimortem

El anzuelo alcanzó la superficie del agua, hundiéndose a una cierta profundidad con la carnada firmemente clavada. Una segunda cuerda con anzuelo llegó a su lado y prontamente el agua se quedó quieta.

Dos pescadores estaban sentados a las orillas del puente que atravesaba aquel rio que desembocaba en el mar, por lo siempre había una gran abundancia de peces ahí. Por lo que siempre estaba en movimiento o eso era así una semana tras. Ahora mismo estaba tan tranquila que podría suponer que no había ni un solo pez ahí o que estaban siendo muy sigilosos.

Algo que no tenía sentido, considerando que esa parte del rio siempre tenía afluencia de peces y facilitaba la pesca si no querías irte a mal abierto. Solo había caído un pez en el par de horas que tenían ahí. Parecía como si estos hubieran desaparecido.

El pescados frunció el ceño frustrado ante su mala racha, además de eso el clima no parecía ayudar. Había una ligera neblina que no permitía ver el final del mar que estaba a sus espaldas, ni mucho más allá el pueblo cercano. Adicional el cielo estaba gris, con espesas nubes cubriendo el sol que intentaba filtrar difícilmente su luz. Todo esto brindaba una apariencia deprimente al sitio. No iban a obtener buena pesca ese día, de nuevo.

―Pero que día tan depresivo, no llevaré nada para cenar a este paso.

Ambos miraron la cubeta que había entre ellos con cierto desaliento, suspiraron a la par cuando regresó la vista a las cuerdas de sus cañas que bajaban hasta alcanzar el agua.

―Esto apenas y alcanza para mí, nuevamente tendré que pasar hambre.

Considerando la poca afluencia de carne, se veían obligados a comer gran cantidad de arroz y vegetales en comparación con la mínima porción de carne.

―Tal parece que algo ha espantado a los peces del lugar, ya casi no hay rastros de ellos.

Los pueblos cercanos eran pesqueros, por lo que su principal fuente de ingreso y de alimento era la fauna extraída del mar. Ahora las cosas parecían bastante difíciles para cumplir con la cuota que antes conseguían con facilidad.

―Bueno, han estado pasado cosas extrañas, no solo en el rio. ― El pescador corpulento sintió un tirón fantasma y subió su anzuelo, encontrándolo vacío. ― ¿Recuerdas a Daki, el de la tienda de abarrotes a las afueras del pueblo?

―Si ¿Qué pasa con él?

―Me dijo que a media noche escuchó un sonido extraño y al asomarse por la ventana vio a un hombre caminando hacia acá, sin ningún tipo de equipaje.

El pescador más grande y delgado se quedó pensando en aquellas palabras un instante. No era para nada normal encontrar a alguien vagando en la noche y más considerando la época en la cual se encontraban. La gran mayoría eran pescadores o comerciantes, por lo que se acostaban temprano para poder madrugar al día siguiente. Por eso le costaba imaginar aquello, era improbable por el estilo de vida ahí.

―Qué extraño, aunque todo ha estado bastante raro desde que eso paso.

El pescador corpulento asintió mientras elevaba nuevamente su anzuelo encontrando un pez. Sonrió al verlo y lo lanzó a la cubeta junto con el otro. Esperaba que cayeran dos más y podría ser suficiente.

― ¿Qué fue lo que pasó?

Ambos pescadores saltaron a la par y sintieron un estremecimiento recorrer su columna vertebral al escuchar una voz profunda a sus espaldas. Asustados voltearon a ver y se encontraron un hombre con cabellera oscura, vestimenta oscura y un haori rojo de un lado y de diferentes colores del otro.

― ¿Cuándo has llegado ahí? ― Habló el pescador más robusto. ― ¿Y quién diablo eres?

Ellos no habían oído ni el mínimo sonido de unos pies aproximándose ni su propia respiración, por eso mismo verlo ahí casi les sacaba el alma de su cuerpo.

―Soy Tomioka Giyuu, cazador de demonios. ― Se presentó como introducción. ― ¿Qué fue lo que pasó? ― Repitió nuevamente el recién llegado, con mayor insistencia.

Los pescadores abrieron la boca de la impresión al escuchar tal disparate salir de aquel hombre, muy seguramente estaba loco. Ambos pescadores se miraron a los ojos con sus corazones latiendo por la adrenalina y se levantaron tomando sus cosas. En mar abierto podrían tener un poco más de suerte, además que no vivieran esos sustos que podrían terminar matándolos. Además que ese hombre podría querer tomar su pesca por la escasez o asaltarnos, tenía una cara de pocos amigos. Comenzaron a caminar por el otro lado del puente que llevaba hasta donde estaba su bote.

Se percataron en ese momento que estaban siendo seguidos de cerca por aquel hombre, comenzaron a sentir el sudor frío en su espalda. Por eso mismo decidieron ser lo más amigables posible para deshacerse de él sin salir lastimados.

― ¿Hablas de la historia?

El hombre simplemente asintió, mientras subían la cubeta al pequeño bote de madera junto con sus cañas y sus demás herramientas. Posteriormente se subieron al bote y miraron hacia atrás, encontrando como seguía esperando una respuesta.

―Tenemos que irnos un momento, pero cuando regresemos te diremos todo. ― El pescador más grande decidió hablar, siendo el más sabio de ambos.

Avanzaron un par de centímetros cuando algo agitó el bote y ambos soltaron un grito conmocionados por tal movimiento. Miraron alrededor encontrando al mismo hombre en el bote, con su mirada seria y hasta matadora. ¿Cómo es que había alcanzado el vehículo cuando ya se encontraban un poco lejos del muelle? Además que había sido tan sigilosos que solo el movimiento del bote los alertó ¿Qué era lo que pretendía con todo esto? ¿Acaso iba a asesinarlos ahí y dejar que el agua se llevara su cuerpo? Ambos sudaban excesivamente, intentando ocultar su nerviosismo sin ser evidentes.

―Pueden decirme en el camino.

Ambos pescadores se miraron a la cara anonadados por tal cuestión. Solo querían deshacerse de ese hombre y salir ilesos de todo esto.

―No puedes ir con nosotros, espera aquí y cuando volvamos podemos hablar.

El bote regresó al muelle, hasta alcanzar el borde. El hombre más joven evaluó a ambos pescadores durante un instante hasta que saltó del bote, regresando al puente de madera que llevaba hasta la primera saliente al mar. Sin más, se bajó del bote. Ambos pescadores se miraron de nuevo y luego miraron a hombre del muelle. Esta era su oportunidad para hacer algo. Por eso mismo potencializaron el movimiento del bote, salpicando al cazador que se quedó de pie, viendo cómo se alejaban.

Shinobu Kochō llegó a aquel puente, un poco irritada por haber sido dejada atrás por su compañero. Seguía con su negativa de ser acompañado. Se había descuidado un momento comienzo una manzana y al mirar él ya no estaba. Se lo cobraría más tarde.

Al llegar al puente se sorprendió a si misma de verlo sentado en la inclinación de la tierra que daba hacia el río, abajo del puente. Estaba sentado, con un aire ausente y mirando de vez en cuando hacia donde el río desembocaba en el mar. Kochō levantó su ceja ante esa escena, parecía tan absortó en lo que hacía que pensó en no molestarlo y seguir su camino, pero la curiosidad pudo más.

―Tomioka-san ¿qué es lo que haces? ― Habló curiosa ante la escena.

―Estoy trabajando

Shinobu se queda de pie en su lugar, intentando procesar aquella respuesta. ¿Ver el agua transitar era acaso un tipo de trabajo que no conocía del pilar? Era bastante absurdo, por lo que saltó hasta quedar a su lado.

― ¿Por qué dices algo como eso?

―Estoy esperando a las personas que interrogaba, les ha surgido algo, han dicho que volverían.

Kochō miró a su alrededor sin poder encontrar un rastro de que hubo una persona antes en ese lugar, solo estaba su compañero tan solo como solía representarse. Pero estaba medianamente mojado, además que el mal clima hacía que hubiera más frio.

― ¿Y por qué estas mojado? ― Esa era una cuestión de la cual quería tener respuesta.

¿Acaso las personas as había sacado del río?

―Ellos se han ido tan rápido como pudieron en su bote y en el ajetreo el agua me alcanzó.

Shinobu se llevó un dedo a la barbilla considerando la situación y uniendo la sucesión de hecho. Sonrió al entenderlo todo y volver a repetir sobre si misma que el pilar del agua era demasiado crédulo, tanto que podían llegar a engañarlo con facilidad como ahora estaba sucediendo.

―Tomioka-san, ellos ya no van a regresar.

El pareció confundido ante esas palabras, listo para poder interrumpir y contar la verdadera sucesión de hechos. Pero ella debía explicarlo más claramente para que pudiera entender como estaban las cosas ahora. Le ofreció su mano para ayudarlo a levantarse y este lo tomó sin dudar, poniéndose de pie.

―¿Ves? Nadie quiere estar contigo, Tomioka-san―Soltó con toda la intención de molestarlo y con una sonrisa cruel en sus labios. ― Han escapado de ti.

Eso pareció afectarle de alguna manera que hizo evidente su desaliento en sus ojos, algo de lo cual ella podría ser consciente con facilidad.

―Debemos encontrar un refugio para pasar la noche y ya de ahí partir mañana temprano para el poblado que es de nuestro interés.

Tomioka Giyuu asintió al considerar que era un plan aceptable y que si iban a encontrarse con aquella cosa que parecía provocar un descontrol entre los pueblos vecinos, lo más adecuado era descansar lo suficiente para estar con toda la energía.

Caminaron una hora más hasta que lograron encontrar una pequeña posada que estaba en medio del camino y a una corta distancia de aquel poblado. Era un lugar especialmente enfocado a los civiles que transitaban de un pueblo a otro, aunque tenía un apartado secreto, el cual era el que más le interesaba, el destinado para los cazadores de demonios.

La posada era grande, rodeada de grandes y viejos arboles de glicinas, lo cual mantenía a todos los demonios que se encontraran en el área fuera de ahí. Eso les suscitaba una gran ventaja al no ser atacados en la noche. Aunque la cuestión de las glicinas no era nada nuevo. ¿Cómo podías determinar que un hospedaje era para cazadores de demonios? Contaba con árboles de glicinas rodeando el lugar, haciéndolo el lugar más seguro. La posada se dividía en dos alas; en la derecha se hospedaban la gente ordinaria, contando con todo lo necesario; cuartos y sala de estar. Bastante acogedor. Del lado más pequeño, en el lado izquierdo estaba el ala dispuesta para los cazadores con un pequeño cuarto de curaciones, sala de estar y las habitaciones. Era suficiente para lo que necesitaban.

Fueron recibidos por una mujer con sus buenos años presentes en las ligeras arrugas que tenía. Tenía el cabello en rizos y un kimono rojo que resaltaba el tono moreno de su piel. Les sonrió al ver el atuendo específico de los cazadores y la espada colgando de su cultura.

―Buenas tardes, es un honor tenerlos por aquí.

―Buenas tardes, necesitamos una habitación para pasar la noche y proseguir con nuestro camino mañana.

La mujer sonrió mientras les pedía que los siguieran, caminando por largos pasillos de suelo de madera y una edificación modesta pero que otorgaba una apariencia cálida. Abrió una puerta corrediza revelando un cuarto sencillo, con unos futones perfectamente doblados y listos para poder usarse. Ambos pilares ingresaron al cuarto, observando que tenía un baño personal para poder asearse y una ventana que dejaba ver el bosque que los rodeaba y el brillar de las flores de los árboles de glicinas.

―En breve la cena estará lista, pueden descansar mientras esperan.

Ambos asintieron hasta que la puerta de la habitación se cerró. Shinobu se estiró ligeramente, mientras dejaba a un lado su espada y en un pequeño mueble de madera del cuarto había dos kimonos de tono lila, que servirían para que pudieran descansar.

Aquel convenio que solían tener con gente normal era tan afortunada. Sabían de su presencia, algo que debía ser en extremo secreto para todo el mundo, a menos que te encontraras con un demonio y fueras salvado en ese momento. Pero en esa relación donde gente ordinaria brindaba hospedaje a cazadores era benéfica para ambos. Ellos les brindaron el secreto para mantener a los demonios lejos y de verse en peligro, ser apoyados por los mismos cazadores. Todo eso en cambio de brindarles un lugar para poder descansar y comer algo mientras se encontraban en misiones.

Shinobu tomó el kimono entre sus manos y dio la vuelta, con el fin de informarle a su compañero que se daría un baño antes de la cena. Sus ojos se abrieron totalmente y sus pupilas se dilataron al ver al Hashira del agua despojarse de la parte superior de su uniforme, revelando su torso desnudo con algunas cicatrices de batallas pasadas.

Los ojos grises recorrieron el torno un instante hasta que sintió su rostro enrojecer. Era una cazadora médico, ver la desnudez de los cuerpos no era algo extraño en su profesión. Estaba familiarizada de hacerlo sin ningún tipo de revuelvo en su interior, era algo de todos los días. Pero ahora mismo, no estaba en labores médicos. Estaba en un cuarto a solas con su compañero pilar, aquel que le atraía de sobremanera y el sin el menor rastro de pudor estaba desnudándose.

―Tomioka-san ― Habló tartamudeando un poco, maldiciendo por mostrar aquella duda. ― ¿Qué crees que haces?

El aludido se detuvo, cuando sus manos se dirigían a la parte posterior de su uniforme.

―Mi ropa esta mojada, tomaré un baño.

Shinobu conmocionada, desvió la mirada del cuerpo masculino, dando la vuelta para bloquear su visibilidad y contener las ganas de seguir dando un vistazo.

―No tienes que hacer esto aquí, ve al baño.

Fue consciente de como la puerta del baño se deslizó hasta cerrarse. En ese momento fue cuando pudo soltar el aire que había estado conteniendo. Sus manos sudaban un poco y sentía aún el rostro caliente. ¿Cómo podía ser tan inconsciente con su intimidad? Aunque tal vez él se sentía confiado al saber que ella muchas veces lo había visto de tal forma. No totalmente desnudo, pero gran parte de su cuerpo, más específicamente su abdomen.

Se reprendió a si misma al sentir su corazón salir aún como si fuera nueva en ello ¿qué era lo que era diferente en todo esto? Supo la respuesta en un instante, la intimidad que los rodeaba en ese momento. Mordió su labio al pensar en el pilar del agua.

Tan difícil e insoportable que muchos de sus compañeros no lo toleraban y ella misma decía que tampoco lo hacía. Aunque la realidad es que le atraía fuertemente. A pesar de aquel gesto indiferente que siempre solía tener, le resultaba atractivo. Su porte, su voz, su rostro y la forma en la cual en ocasiones la miraba, con tanta intensidad que pensaba que podía atravesarla.

Siempre intentaba silenciar lo que él le hacía sentir, porque no era el momento ni el lugar para todas esas cosas. Pero de alguna forma, cuando estaban solos surgía esa conexión entre ellos. Un enlace que sabía que lo hacía soportarlo a pesar de que era tan difícil de comprender. Él fue la única persona que la reconfortó con la muerte de Kanae.

Tomioka, junto con Sanemi, Himejima y Uzui eran los pilares existentes cuando su hermana pereció en combate. Sanemi desapareció cuando eso sucedió, tomando varias misiones en respuestas. Himejima estaba bastante dolido por sentirse culpable de tal destino de la niña que había acogido. Shinobu se hundió en su rabia y dolor, sintiendo como el mundo se le caía encima.

El Hashira de agua no es para nada expresivo, pero en aquella ocasión había acudido junto a ella, encontrándola sollozando mientras ocultaba su rostro entre sus piernas. Al verlo llegar había silenciado sus quejidos, quedándose en silencio. Él simplemente había caminado hasta sentarse a su lado, sin decir ni una sola palabra de aliento. Algo que ella misma agradecía, no necesitaba la lastima de nadie. Y sorpresivamente Tomioka había rodeado sus hombros y la había atraído hacia él. En un gesto tan indiferente pero cálido y reconfortante que la orilló a volver a llorar sin detenerse durante un largo rato.

Él se quedó ahí hasta que ella sacó todo lo que tenía y hasta que el amanecer llego hasta ellos. Se fue sin decir ni una sola palabra. Pero su compañía y calidez habían sido suficientes para ella. Tomioka había sido el único que la había visto llorar y desde ese momento se había puesto una máscara de amabilidad, aunque en su interior siempre gobernaba la ira y la sed de venganza. El pilar del agua la había entendido. Shinobu no necesitaba palabras bonitas, ni palabras de ánimo. Solo necesitaba no estar sola en todo esto.

Tomioka jamás mencionó nada respecto al tema ni ella tampoco, pero sabía que si ella le pediría ayuda en relación con la venganza de su hermana, él aceptaría sin dudar.

Esa era la clase de relación que ambos tenían, aunque no solían hablar mucho y ella misma no lo entendiera en algunas ocasiones. Pero el mismo había perdido a su hermana, por lo que podían entenderse mutuamente.

No sabía en qué momento había comenzado a fijarse más en él, solo un día se sorprendió a si misma siguiendo sus pasos y sus labios al moverse cuando hablaba con Tanjiro. Se había reprendido a sí misma, pero sabía que ya no podía huir de eso.

Fue traída a la realidad cuando la puerta se abrió revelando a Tomioka saliendo del baño con su kimono puesto. Ella entró al momento, sin mirarlo más de lo necesario y tomando su tiempo en el baño.

Una vez que salió ambos se dirigieron hacia la taberna que igual serbia de comedor, dispuestos a comer algo llenador antes de poder acostarse. Tomaron asiento en una mesa privada que estaba pegada a la pared. Hasta ese momento fue que se atrevió Shinobu a volver a verlo. Tomioka se veía tan perdido en sus pensamientos que pensó que podía contribuir a traerlo de nuevo al presente.

―Tomioka-san ¿ahora me dirás tu especial interés en la misión?

Los orbes azul oscuro se centraron en los grises que lo observaban con diversión. Los labios masculinos no se movieron ni en el intento de poder responder algo. La fémina levantó la ceja frustrada por su nula colaboración y justo cuando estuvo a punto de decir algo más con la intensión de ejercer más presión, un ruido sordo los alertó.

Kochō se levantó de su asiento siguiendo el origen del sonido, dirigiéndose hacia la entrada de la taberna. Al otro lado había un pasillo que llevaba hacia la entrada de la posada. Ahí había un grupo de chicos rodeando a uno que se mostraba claramente alcoholizado.

― ¿Qué, porque estas mirándome de esa forma? ― El hombre que parecía más furioso lo estaba confrontando y empujándolo con total provocación.

El resto de los demás reducían el espacio que había entre el hombre alcoholizado, quien parecía solo intentar alejarse de ese conflicto.

― ¡Hey, pero dejen tranquilos a mi clientela o tendré que prohibirles la entrada aquí! ― La dueña de la posada apareció en la entrada con las manos en la cintura y un gesto severo.

Los chicos en la entrada la miraron un instante, luego regresaron a ver al chico que estaba en medio del círculo. El que parecía el líder chasqueó la lengua, saliendo de la posada, con el resto siguiéndole el paso. El chico se quedó de pie un instante mientras miraba el suelo un largo rato, hasta que finalmente volvió a sentarse en una mesa vacía del lugar, apartado de las demás mesas.

Kochō se llevó la mano a la mejilla considerando aquella situación y regresó sobre sus pasos cuando todo pareció más tranquilo. Llegó junto con Tomioka que tenía la mirada perdida en algún punto del muro, tan singular su comportamiento. Justo cuando se sentó en la mesa, la mujer con ligeras arrugas junto a los ojos llegó hasta ellos con una bandeja entre manos, depositando la comida ante ellos.

―Disculpen la tardanza, no piensen que algo así sucede a diario, solamente que esos chicos están...un poco perdidos.

La mujer enfrente de ellos sujetó la charola vacía con nerviosismo, como avergonzada por lo que había sucedido. Tal pareciera que quisiera dar una explicación más concreta de que era lo que había sucedido.

― ¿Pasó algo en particular en el área? ―Giyuu habló atrayendo la atención de las mujeres.

El pilar del insecto entendió las palabras de su compañero Hashira, sobre de querer recolectar información pertinente en relación a la misión. Cualquier cosa podría servirles en ese momento.

―Ellos no eran así, eran chicos buenos. Siempre ayudando a la gente o si había algún problema, siempre solían resolverlo. ― Ella habló con cierta melancolía. ― El chico al cual le buscaban pelea, es Takeshi Todoh. Él era el líder de ellos, pero su comportamiento cambió drásticamente cuando Satoru Tanaka falleció.

Shinobu había dejado su comida de lado un momento mientras escuchaba las palabras de la mujer con sumo interés ¿una muerte? Esa era la señal que necesitaban.

― ¿cómo murió? ―Inquirió la cazadora médico.

―Nada realmente extraño. ― La mujer habló despejando sus dudas al instante. ―Era un Samurái adiestrado, que justo vio como un par de hombres intentaban asaltar a una chica y a intentar llevársela. La salvó, pero algo salió muy mal y terminó muerto. ―La mujer parecía algo dolida por la historia. ―Aquella noticia le pegó a todos, pero a Takeshi aún más, era como un hermano para él, su ejemplo a seguir ya que era un par de años mayor.

La mujer miró hacia atrás, encontrando al chico sentado en la silla de la barra, con una bebida entre sus manos, que ingirió en totalidad de un trago.

―Desde eso no es el mismo, se alejó de la banda y parece ir sin rumbo. Sé que es solo una faceta y que pronto volverá al camino que seguía.

Sin más, la mujer se alejó hacia la barra, negando lentamente la cabeza cuando el chico pareció pedirle un trago más. Parecía bastante atormentado, con un gesto lastimero en su rostro y murmurando cosas entre sus dientes.

Kochō observó la escena, mientras devoraba el alimento que tenía ante ella y vio salir al chico luego de un rato, con unos pasos bastante lentos al respecto. Se notaba como aquella noticia le había afectado, tal vez culpándose del hecho de no haber podido hacer algo para salvar al que consideraba su hermano. Kochō presionó los labios, entendía perfectamente el martirio que dicho chico tenía, el dolor que debía estarle desgarrando el pecho y que no parecía desaparecer con el paso de los días. Tal vez tomaba altas dosis de alcohol para intentar silenciarlo, entumecer el dolor lo suficiente para poder ignorarlo. El único inconveniente de aquella situación era que al despertar, el dolor era aún más agudo.

Tomioka se levantó en ese momento, dirigiéndose hacia el ala donde estaban sus habitaciones. Ella lo siguió sin demorarse, hasta alcanzarlo. Se llevó ambas manos detrás de la espalda.

Era tan difícil poder sacarle la verdad de una forma tan pacifica como preguntarle, rogando por que el abriera la boca una vez y obtener una respuesta que lo satisficiera. Había optado por ese método pero no había tenido resultados favorecedores, así que debía ir por otro sentido, algo más extremo.

Consideró sus opciones, sobre atacarlo violentamente, exigiendo una respuesta. Pero dicha acción en ese lugar solo complicaría la relación de la posada con la organización de cazadores de demonios si en una pelea de dos Hashira provocaran el daño al lugar. Mordisqueó sus labios intentando pensar otras opciones mientras caminaban por los pasillos. Una vez de fuera del cuarto que les fue asignado, el masculino abrió la puerta corrediza y se adentró al cuarto, acomodando adecuadamente su futon antes de dormirse. Shinobu entró detrás de él, cerrando la puerta detrás suyo y una idea, retorcida, desesperada y bastante atrevida llegó a su cabeza con premura.

Desechó la idea tan rápido como había venido, porque no se veía a si misma haciendo algo tal como eso. El simple hecho de haberlo pensado había alterado su corazón. Debía haber otra forma de obtener esa información. Tomioka se mantenía tan firme sobre su decisión de no hablar del tema, sin dudar ni perder la concentración en su decisión. Sabía que de forma normal no podría hacer que hable.

Así que debía hacer algo para hacer que el pilar del agua bajara la guardia. Una vez vulnerable posiblemente podría obtener la información que tanto le interesaba.

Lo vio recostarse en el futon, mientras se acomodaba listo para cubrirse y sumergirse en sus sueños antes de salir mañana para proseguir con el viaje antes de llegar a su destino. Ese era el momento adecuado y tal vez no tendría una oportunidad como esa de nuevo.

Con los sentidos dormidos y con sus pensamientos acallados, Shinobu caminó lo suficiente para acortar la distancia. Acomodó su futon cerca del contrario y se sentó. Movió los dedos de sus pies que estaban fuera de las sabanas, intentando no pensar en que era lo que planeaba hacer. Movió ligeramente su kimono, haciendo que un poco de piel de su hombro se apreciara.

―Que calor que hay ¿no lo crees, Tomioka-san?

El mencionado simplemente hizo un ademán de estar a punto de cubrirse, ignorando a su compañera pilar. En ese instante entendió que si no actuaba de una vez, sin rodeos e intentando huir de todo esto, no lograría conseguir nada. Por lo cual, en un rápido movimiento se colocó encima del cuerpo masculino.

Sintió como el cuerpo masculino se tensó ante ese acercamiento y su propia expresión facial, aquella que siempre parecía de marfil, estoica, se transformó en total ingenuidad y sorpresa palpante. Shinobu colocó sus manos en el pecho masculino, deslizándolas hacia arriba con total lentitud, hasta alcanzar ambos extremos de la cabeza del chico. Logró que pudiera hacer contacto fácilmente con sus ojos desde arriba.

― ¿Kochō? ―La voz masculina un poco insegura despertó una ligera satisfacción en la fémina, de haber causado algo como eso.

Se inclinó levemente, haciendo que sus cuerpos entraran en contacto por encima de la ropa. Su pierna derecha descansaba en el espacio entre las piernas del pilar masculino y la otra estaba a un costado. Liberó una de sus manos, acariciando muy sutilmente la vestimenta del hombre.

Acortó un poco más la distancia, hasta que tenía el rostro muy cerca del contrario. Entrecerró los ojos, mirando fijamente los labios masculinos. Con cierta coquetería subió su mirada hasta la azul profunda.

―Vamos, cuéntame que es lo que pasa. ―El aliento femenino acaricio el rostro del pilar del agua.

Tomioka sentía el cuerpo entumido ante tan abrupto acercamiento. Su piel parecía hervir en reacción y su músculo cardíaco se movía rápidamente y de una forma dolorosa. Los ojos azules bajaron hacia aquellos pequeños siempre pintados de un ligero tono rojizo. Aquellos que de vez en cuando solía mirar, en las ocasiones en las cuales coincidían. Sintió el aroma femenino ingresando a sus fosas nasales, era floral, como un aleteo libre en el aire, con tintes dulzones. Ese aroma que podía reconocer en cualquier sitio, al estar tan relacionado con la persona que lo producía.

― ¿Qué es lo que estás haciendo? ―Logró que su voz saliera de algún lado.

―Te he dicho, el clima esta frío.

Tomioka intentó desviar la mirada pero aquellos ojos grises no parecían permitírselo. La complejidad de las tonalidades te animaba a verla hasta que pudieras entenderlos. Ella de cierta manera así era, compleja.

Tomando la fuerza de voluntad de algún lugar, Tomioka en un rápido movimiento tomó la sabana que tenía por debajo, rodeando a la mujer con ella por completo y la dejó a su lado. La escuchó quejarse ante ese movimiento. El pilar del agua solo acertó a alejar su futon y cubrirse hasta la cabeza con las sabanas, en un intento de conciliar el sueño.

Kochō se quedó envuelta con aquella cobija, sintiendo como el aleteo de su corazón llegaba hasta su garganta, pensando que podría salirse en cualquier momento. La calidez del cuerpo contrario se mantuvo consigo toda la noche, hasta que en algún momento se durmió sin poder evitarlo.

Ambos no hablaron mucho a la mañana siguiente mientras se dirigieron al comedor para tomar una última comida antes de seguir su camino. Estaban perdidos en sus propios pensamientos, intentando olvidar aquella situación de la noche pasada. Kochō se sentía tan avergonzada cuando el día llegó, intentando descifrar como había hecho algo tan osado como eso. No podía ni mirarlo a los ojos sin recordar cada detalle, el aroma masculino, su calor corporal, la cercanía de su rostro y como las pupilas contrarias parecieron dilatarse.

Una vez que terminaron con la comida se levantaron para agradecerle a la mujer que los había acogido, quien hablaba con un señor de edad avanzada...

―Agradecemos mucho su hospitalidad, pero debemos partir.

―Entiendo, de regreso son bienvenidos de nuevo.

― ¿Van para el siguiente pueblo? ―El hombre de edad avanzada, que parecía ser el esposo de la mujer, los miró, a lo cual el pilar del insecto asintió. ―Puedo llevarlos en mi carreta, eso acortara su tiempo de viaje.

Shinobu sabía que eso no era posible, considerando que ellos se movían a una velocidad alarmante cuando debían. Lo cual pensaban hacer para poder llegar al fondo de todo esto de una vez por toda. Pero tal ofrecimiento, después de recibirlos en la noche, le parecía grosero rechazarlo. Por lo que aceptó por compromiso.

Sin esperar más se dirigieron hacia el pueblo vecino, su destino para poder extraer todo el misterio que embriagaba a aquella flor de la resurrección o en su supuesta existencia. Estando ahí podría encontrar información de la gente y con algo de suerte encontraría a un demonio para poder masacrarlo.

Sí, eso acallaría los pensamientos abrumantes que dominaban al pilar del insecto.

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