Fuimos nosotros, una eternidad de lluvia.

Ambos frente a un invierno infinito.

Ignorando que se nos quebraban las sonrisas.

Y el frío parecía llevarse los sentimientos.

Fuimos nosotros jugando como niños.

Ignorando como nos sangraban los corazones y nos ahogaban las lágrimas.

Riendo entre locura y lamento como un mal intento de salvarnos el alma.

Fracturados en todos los rincones.

Fuimos un pacto secreto ante estrellas moribundas.

Aquel pecado del que ríen las señoritas y se horrorizan las mujeres.

Tomaste mi mano y me dijiste que me amabas.

Y yo tonta e ingenua, te respondí lo que esperabas.

Fuimos dos aves cazadas a medio vuelo.

Tu con las alas lastimadas.

Yo con las mías refrenadas.

Con los picos amarrados en busca del silencio.

Fuimos nuestros propios demonios.

Tu aquel que se presentó bajo mi cama.

Aquel que era más pesadillas que consuelo.

Aquel que ofrecía a través de mentiras calmar mi miedo.

Fuimos nuestros propios demonios.

Yo, luciérnaga extraviada.

Hada sin magia a la que le confiaste tus deseos.

Paloma herida, sangrante, pero aún blanca.

Fuimos nosotros, una eternidad de lluvia.

Y el invierno nos encontró congelados.

Tomados de las manos.

Y no se si yo te retenía o eras tú quien intentaba no marcharse.

Fuimos nosotros jugando como niños.

Ignorantes al paso del tiempo.

Creyendo que los temblores no nos botarían.

Que la estructura resistiría, el suelo se mantendría y estaríamos a salvo.

Fuimos un pacto secreto ante estrellas moribundas.

Un ideal de ensueño en que me amabas y te amaba.

Fui tu idilio prohibido.

Fuiste mi cuento de hadas.

Fuimos dos aves cazadas a medio vuelo.

Ambos negándonos a morir.

Y no gano el miedo y la desesperación de caer aún mas rotos.

Entonces tú soltaste mi mano y yo solté la tuya.

Fuimos nuestros propios demonios.

Tú, el que a pesar de no estar, aún susurra bajo mi cama.

Yo, la que habiéndome quedado, aún danzo en tus fantasías.

Fuimos nosotros un pacto secreto bajo la noche estrellada.