𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆

(☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝐸𝑁𝑇𝑌 𝑇𝐻𝑅𝐸𝐸  )
𝚞𝚗 𝚟𝚒𝚊𝚓𝚎 𝚊𝚕 𝚙𝚊𝚜𝚊𝚍𝚘.

Estaban desorientados y mil preguntas se le vinieron a la cabeza para preguntarle a Hermione, y a Harry parecía sucederle lo mismo. La castaña los detuvo antes de siquiera comenzar.

—¡Alguien viene! ¡Creo que somos nosotros! —Hermione había pegado el oído a la puerta del armario—. Pasos por el vestíbulo... Sí, creo que somos nosotros yendo hacia la cabaña de Hagrid.

—¿Quieres decir que estamos aquí en este armario y que también estamos ahí fuera?

—Sí —Respondió Hermione, con el oído aún pegado a la puerta del armario—. Estoy segura de que somos nosotros. No parecen más de tres personas. Y... vamos despacio porque vamos ocultos por la capa invisible —Dejó de hablar, pero siguió escuchando—. Acabamos de bajar la escalera principal...

Hermione se sentó en un cubo puesto boca abajo, ya dispuesta a responder algunas de las preguntas.

—¿De dónde has sacado ese reloj de arena?

—Se llama giratiempo —Explicó Hermione—. Me lo dio la profesora McGonagall el día que volvimos de vacaciones. Lo he utilizado durante el curso para poder asistir a todas las clases. La profesora McGonagall me hizo jurar que no se lo contaría a nadie, tuvo que escribir un montón de cartas al Ministerio de Magia para que me dejaran tener uno, les dijo que era una estudiante modelo y que no lo utilizaría nunca para otro fin. Le doy vuelta para volver a disponer de la hora de clase. Gracias a él he podido asistir a varias clases que tenían lugar al mismo tiempo, ¿te das cuenta? Pero, me temo que no entiendo qué es lo que quiere Dumbledore que hagamos. ¿Por qué nos ha dicho que retrocedamos tres horas? ¿En qué va a ayudar eso a Sirius?

—Quizás ocurriera algo que podemos cambiar ahora —Dijo Harry pensativo—. ¿Qué puede ser? Hace tres horas nos dirigíamos a la cabaña de Hagrid...

—Ya estamos tres horas antes, nos dirigimos a la cabaña —Explicó Hermione—. Acabamos de oírnos salir.

—Dumbledore dijo simplemente... dijo simplemente que podíamos salvar más de una vida inocente...

—Pues, ¿es obvio, no? —Dijo Alaska—. Pasamos meses intentando salvar a Buckbeak del juicio, ahora tenemos una nueva oportunidad.

—¡Claro! —Soltó Harry.

—Pero... ¿en qué ayudará eso a Sirius?

—Dumbledore nos dijo dónde está la ventana del despacho de Flitwick, donde tienen encerrado a Sirius con llave. Tenemos que volar con Buckbeak hasta la ventana y rescatar a Sirius. Sirius puede escapar montado en Buckbeak. ¡Pueden escapar juntos!

Hermione parecía aterrorizada con las palabras de Sirius.

—¡Si conseguimos hacerlo sin que nos vean será un milagro!

—¡Pues lo haremos! No podemos perder esta oportunidad. —Comentó la chica.

Harry asintió animado y pegó el oído a la puerta.

—No parece que haya nadie. Vamos...

Harry empujó y abrió la puerta del armario, el vestíbulo estaba desierto. Tan en silencio y rápido como pudieron, salieron del armario y bajaron corriendo los escalones. Las sombras se alargaban y las copas de los árboles del bosque prohibido volvían a brillar con un fulgor dorado.

—¡Si alguien se asomara a la ventana...! —Chilló Hermione, mirando hacia atrás, hacia el castillo.

—Huiremos —Dijo Harry con determinación—. Nos internaremos en el bosque. Tendremos que ocultarnos detrás de un árbol o algo así, y estar atentos.

—¡De acuerdo, pero iremos por detrás de los invernaderos! —Dijo Hermione, sin aliento—. ¡Tenemos que apartarnos de la puerta principal de la cabaña de Hagrid o de lo contrario nos veremos a nosotros mismos! Ya debemos de estar llegando a la cabaña.

Se echaron a correr atravesando los huertos hasta llegar a los invernaderos, donde se detuvieron un momento detrás de éstos, recuperando el aliento. Luego reanudaron el camino a toda velocidad, rodeando el sauce boxeador y yendo a ocultarse en el bosque. A salvo en la oscuridad de los árboles.

—Bueno —Dijo Hermione con voz entrecortada—, tenemos que ir a la cabaña sin que se note. Que no nos vean, es lo más importante.

Anduvieron en silencio entre los árboles, por la orilla del bosque. Al vislumbrar la fachada de la cabaña de Hagrid, escucharon que alguien llamaba a la puerta. Se escondieron tras un grueso roble y miraron por ambos lados. Hagrid apareció en la puerta tembloroso y pálido, mirando a todas partes para ver quién había llamado.

—Somos nosotros. Llevamos la capa invisible. Si nos dejas pasar; nos la quitaremos. —Era la voz de Harry.

—No deberían haber venido —Dijo Hagrid, también susurrando—. Ninguno de ustedes.

Se hizo a un lado y cerró rápidamente la puerta.

—Esto es lo más raro en que me he metido en mi vida. —Dijo Harry con entusiasmo.

—Vamos a adelantarnos un poco —Susurró Hermione—. ¡Tenemos que acercarnos más a Buckbeak!

Avanzaron sigilosamente hasta que vieron al nervioso hipogrifo atado a la valla que circundaba la plantación de calabazas de Hagrid.

—Tenemos que esperar hasta que los hombres de la comisión lo vean, o creerán que Hagrid lo ha liberado. —Les informó Alaska, observando al hipogrifo.

—Eso supone unos sesenta segundos. —Dijo Harry.

Parecía imposible, pero hace unos minutos pensaba lo mismo d ellos viajes en el tiempo, era algo que podían hacer. En ese momento oyeron romperse una pieza de porcelana.

—Ya se le ha caído a Hagrid la jarra de leche —Dijo Hermione—. Dentro de un momento encontraré a Scabbers.

Efectivamente, minutos después oyeron el chillido de sorpresa de Hermione.

—Hermione —Dijo Harry de repente—, ¿y si entráramos en la cabaña y nos apoderásemos de Pettigrew?

Hermione miraba a Harry con temor—. ¡Estamos rompiendo una de las leyes más importantes de la brujería! ¡Nadie puede cambiar lo ocurrido, nadie! Ya has oído a Dumbledore... Si nos ven...

—Sólo nos verían Hagrid y nosotros mismos.

—¡Harry! —Le dijo Alaska—. ¿no has visto Volver al Fututo? Jennifer, la novia de Marty, no lo pasó nada bien al encontrarse consigo misma.

—¿Qué crees que pasaría si te vieras a ti mismo entrando en la cabaña de Hagrid? —Le dijo Hermione.

—Creería... creería que me había vuelto loco —Dijo Harry—. O que había magia oscura por medio.

—Exactamente, no lo comprenderías. Incluso puede que te atacaras a ti mismo. La profesora McGonagall me dijo que han sucedido cosas terribles cuando los brujos se han metido con el tiempo. ¡Muchos terminaron matando por error su propio yo, pasado o futuro!

—De acuerdo, sólo era una idea. Yo pensaba nada más que...

Pero Hermione les dio un codazo y señaló hacia el castillo. Movieron sus cabezas unos centímetros para tener una visión más clara de la puerta central. Dumbledore, Fudge y Macnair, el verdugo, bajaban los escalones.

—¡Estamos a punto de salir! —Dijo Hermione en voz baja.

Un momento después se abrió la puerta trasera de la cabaña de Hagrid y Alaska se vio a si misma con Harry, Ron y con Hermione saliendo por ella con Hagrid. Sin duda era la situación más rara en la que se había visto, permanecer detrás de un árbol y verse a sí misma en el huerto de las calabazas.

—No temas, Buckbeak —Dijo Hagrid con voz suave—. No temas. Vamos márchense.

—Hagrid, no podemos... Les diremos lo que de verdad sucedió.

—No pueden matarlo...

—¡Márchense! Ya es bastante horrible y sólo faltaría que además se metieran en un lío.

Llamaron a la puerta principal de la cabaña de Hagrid, el grupo de la ejecución había llegado. Hagrid dio media vuelta y se metió en la cabaña, dejando entreabierta la puerta de atrás. La hierba se aplastaba a trechos alrededor de la cabaña y scucharon alejarse cuatro pares de pies.

Sus otros yo ya se habían marchado pero ellos seguían ocultos entre los árboles, podían ahora escuchar por la puerta trasera lo que sucedía dentro de la cabaña.

—¿Dónde está la bestia? —Preguntó la voz fría de Macnair.

—Fu... fuera. —Contestó Hagrid.

Escondieron las cabezas cuando Macnair apareció en la ventana de Hagrid para mirar a Buckbeak. Luego oyeron a Fudge.

—Tenemos que leer la sentencia, Hagrid. Lo haré rápido. Y luego tú y Macnair tendrán que firmar. Macnair, tú también debes escuchar. Es el procedimiento.

El rostro de Macnair desapareció de la ventana, tendría que ser en ese
momento o nunca.

—Esperen aquí —Susurró Alaska a los demás—. Yo lo haré.

Mientras Fudge volvía a hablar, salió rápidamente de detrás del árbol, saltó la valla del huerto de calabazas y se acercó a Buckbeak.

—La Comisión para las Criaturas Peligrosas ha decidido que el hipogrifo Buckbeak, en adelante el condenado, sea ejecutado el día seis de junio a la puesta del sol...

Evitando parpadear, Alaska miró fijamente los feroces ojos naranja de Buckbeak e inclinó la cabeza. El hipogrifo dobló las escamosas rodillas y volvió a enderezarse. La chica soltó la cuerda que ataba a Buckbeak a la valla.

—... sentenciado a muerte por decapitación, que será llevada a cabo por el verdugo nombrado por la Comisión, Walden Macnair...

—Vamos, Buckbeak —Murmuró Alaska, mientras levantaba unos hurones que estaban cerca—, ven, vamos a salvarte. Sin hacer ruido, sin hacer ruido...

—... por los abajo firmantes. Firma aquí, Hagrid.

Buckbeak comió el hurón que le ofrecía y lo intentó con el que tenía en la mano, pero Alaska caminó hacia atrás sosteniendo por precaución a Buckbeak con la cuerda.

—Bueno, acabemos ya —Dijo la voz atiplada del anciano de la Comisión en el interior de la cabaña de Hagrid—. Hagrid, tal vez fuera mejor que te quedaras aquí dentro.

—Eso muévete, Buckbeak. —Cada vez estaban más cerca del bosque.

—¡Alaska, date prisa! —Dijo Hermione, sacando la cabeza entre los árboles—. ¡Rápido, rápido! —Gritó Hermione, saliendo como una flecha de detrás del árbol, asiendo también la cuerda y tirando con Harry para que Buckbeak avanzara más aprisa.

Ya estaban fuera del alcance de las miradas. Desde allí no veían el huerto de Hagrid.

La puerta trasera de la cabaña de Hagrid se había abierto de golpe. Alaska, Harry, Hermione y Buckbeak se quedaron inmóviles. Incluso el hipogrifo parecía escuchar con atención. Silencio. Luego...

—¿Dónde está? —Dijo la voz estridente del anciano de la comisión—. ¿Dónde está la bestia?

—¡Estaba atada aquí! —Dijo con furia el verdugo—. Yo la vi. ¡Exactamente aquí!

—¡Qué extraordinario! —Dijo Dumbledore. Había en su voz un dejo de desenfado.

—¡Buckbeak! —Exclamó Hagrid con voz ronca.

Se oyó un sonido silbante y a continuación el golpe de un hacha. El verdugo, furioso, la había lanzado contra la valla. Luego se oyó el aullido y en esta ocasión pudieron oír también las palabras de Hagrid entre sollozos:

—¡Se ha ido! ¡se ha ido! Alabado sea ¡ha escapado! Debe de haberse soltado solo. Buckbeak, qué listo eres.

El hipogrifo empezó a tirar de la cuerda, deseoso de volver con Hagrid. Tuvieron que sujetar con más fuerza, hundiendo los talones en tierra.

—¡Lo han soltado! —Gruñía el verdugo—. Deberíamos rastrear los terrenos y el bosque.

—Macnair, si alguien ha tomado realmente a Buckbeak, ¿crees que se lo habrá llevado a pie? —Le preguntó Dumbledore, que seguía hablando con desenfado—. Rastrea el cielo, si quieres... Hagrid, no me iría mal un té. O una buena copa de brandy.

—Por... por supuesto, profesor —Dijo Hagrid, al que la alegría parecía haber dejado flojo—. Entre, entre...

Escucharon con atención: oyeron pasos, una leve maldición del verdugo, el golpe de la puerta y de nuevo el silencio.

—¿Y ahora qué? —Susurró Harry, mirando a su alrededor.

—Tendremos que quedarnos aquí escondidos —Dijo Hermione con miedo—. Tenemos que esperar a que vuelvan al castillo. Luego aguardaremos a que pase el peligro y nos acercaremos a la ventana de Sirius volando con Buckbeak. No volverá por allí hasta dentro de dos horas... Esto va a resultar difícil...

El sol se estaba poniendo en aquel momento.

—Tendremos que movernos —Dijo Harry, pensando—. Tenemos que ir donde podamos ver el sauce boxeador o no nos enteraremos de lo que ocurre.

—Tienes razón —Dijo Hermione—. Pero debemos seguir ocultos, recuérdenlo.

Se movieron por el borde del bosque, donde ningún animal podría encontrarlos, caminaban mientras caía la noche hasta que se ocultaron tras un grupo de árboles, entre los cuales podían ver perfectamente el sauce.

—¡Ahí está Ron! —Dijo Harry de repente.

Una figura oscura corría por el césped y el aire silencioso de la noche les transmitió el eco de su grito.

—Aléjate de él..., aléjate... Scabbers, ven aquí...

Y entonces vieron a otras tres figuras que salían de la nada. Observaron todo lo que ocurría, lo que habían vivido hace un rato ellos mismos.

—¡Te he atrapado! Vete, gato asqueroso.

—¡Ahí está Sirius! —Dijo Harry.

El perro había surgido de las raíces del sauce. Lo vieron derribar a Alaska y llevarse a Ron, luego de que este hubiera empujado a la rubia.

—Desde aquí parece incluso más horrible, ¿verdad? —Añadió Harry.

El sauce boxeador crujía y largaba puñetazos con sus ramas más bajas. Podían verse a sí mismos corriendo de un lado para otro en el intento de alcanzar el tronco. Y de repente el árbol se quedó quieto.

—Crookshanks ya ha apretado el nudo. —Explicó Hermione.

—Allá vamos... —Murmuró Harry—. Ya hemos entrado.

En cuanto desaparecieron, el árbol volvió a agitarse. Unos segundos después, escucharon pasos cercanos. Dumbledore, Macnair, Fudge y el anciano de la Comisión se dirigían al castillo.

—¡En cuanto bajamos por el pasadizo! —Dijo Hermione—. ¡Ojalá Dumbledore hubiera venido con nosotros...!

—Macnair y Fudge habrían venido también —Dijo Harry con tristeza—. Te apuesto lo que quieras a que Fudge habría ordenado a Macnair que matara a Sirius allí mismo.

Vieron a los cuatro hombres subir por la escalera de entrada del castillo y perderse de vista. Durante unos minutos el lugar quedó vacío. Luego...

—¡Aquí viene Lupin! —Dijo Harry al ver a otra persona que bajaba la escalera y se dirigía corriendo hacia el sauce.

Vieron que Lupin tomaba del suelo una rama rota y apretaba con ella el nudo del tronco. El árbol dejó de dar golpes y también el profesor Lupin también desapareció por el hueco que había entre las raíces.

—¡Ojalá hubiera tomado la capa! —Dijo Harry—. Está ahí... —Se volvió a Hermione—. Si saliera ahora corriendo y me la llevara, no la podría tomar Snape.

—¡Harry, Volver al Futuro! No lo olvides. —Le dijo Alaska observando con atención su alrededor.

—¿Cómo puedes soportarlo? —Le preguntó a Hermione con irritación—. ¿Estar aquí y ver lo que sucede sin hacer nada? ¡Voy a tomar la capa!

—¡Harry, no!

Hermione y Alaska sujetaron a Harry a tiempo por la parte trasera de la túnica. En ese momento escucharon cantar a alguien. Era Hagrid, que se dirigía hacia el castillo, cantando a voz en grito y oscilando ligeramente al caminar. Llevaba una botella grande en la mano.

—¿Lo ves? —Susurró Hermione—. ¿Ves lo que habría ocurrido? ¡Tenemos que estar donde nadie nos pueda ver!

—¡No, Buckbeak! —Exclamó Alaska cuando el hipogrifo hacia intentos desesperados por ir hacia Hagrid.

Los otros dos también se aferraron a la cuerda para sujetar a Buckbeak. Observaron a Hagrid, que iba haciendo eses hacia el castillo. Desapareció. Buckbeak abandonó sus intentos de escapar. Abatió la cabeza con tristeza.

Apenas dos minutos después las puertas del castillo volvieron a abrirse y Snape apareció corriendo hacia el sauce, agarró la rama que había usado Lupin para inmovilizar el árbol, apretó el nudo con ella y, cubriéndose con la capa, se perdió de vista.

—Ya está —Dijo Hermione en voz baja—. Ahora ya estamos todos dentro. Y ahora sólo tenemos que esperar a que volvamos a salir...

Amarraron firmemente la cuerda de Buckbeak al árbol más cercano. Luego Alaska sentó en el suelo seco, rodeándose las rodillas con los brazos e intentando descansar. Su cuerpo estaba cansado e iniciar aquel viaje para salvar a Sirius Black no era algo que deseaba hacer realmente, si lo hubieran preguntado ni siquiera se hubiera levantado de su cama.

—Harry, hay algo que no comprendo... ¿Por qué no atraparon a Sirius los dementores? Recuerdo que se aproximaban a él antes de que yo me desmayara.

Harry se sentó también. Explicó lo que había visto. Cómo, en el momento en que el dementor más cercano acercaba la boca a Sirius, algo grande y plateado llegó galopando por el lago y ahuyentó a los dementores.

—Pero ¿qué era?

—Sólo hay una cosa que puede hacer retroceder a los dementores. Un verdadero patronus, un patronus poderoso.

—Pero ¿quién lo hizo aparecer? —Harry no dijo nada—. ¿No viste qué aspecto tenía? ¿Era uno de los profesores?

—No.

—Pero tuvo que ser un brujo muy poderoso para alejar a todos los dementores... Si el patronus brillaba tanto, ¿no lo iluminó? ¿No pudiste ver...?

—Sí que lo vi —Dijo Harry pensativo—. Aunque tal vez lo imagine, no pensaba con claridad. Me desmayé inmediatamente después...

—¿Quién te pareció que era?

—Me pareció —Harry tragó saliva—, me pareció mi padre.

Miró a Hermione y vio que estaba con la boca abierta, la muchacha lo miraba con una mezcla de inquietud y pena. Alaska, por otra parte, estaba totalmente ajena a la conversación.

—Harry, tu padre está..., bueno..., está muerto. —Dijo en voz baja.

—Lo sé. —Dijo Harry rápidamente.

—¿Crees que era su fantasma?

—No lo sé. No... Parecía sólido.

—Pero entonces...

—Quizá tuviera alucinaciones —Dijo Harry—. Pero a juzgar por lo que vi, se parecía a él. Tengo fotos suyas... —Hermione seguía mirándolo como preocupada por su salud mental—. Sé que parece una locura. —Añadió Harry con determinación.

No hablaron más del tema y se quedaron en completo silencia, esperando a que fuera el momento de actuar.

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