𝒇𝒐𝒖𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐹𝑂𝑈𝑅𝑇𝐸𝐸𝑁  )
𝚍𝚒𝚊𝚜 𝚗𝚘 𝚝𝚊𝚗 𝚋𝚞𝚎𝚗𝚘𝚜.

El trimestre comenzó el primer lunes de enero y su primera clase fue Cuidado de Criaturas Mágicas. Normalmente Alaska tenía que esforzarse mucho en el patio para lograr animar a Hagrid y convencerlo de que la clase era divertida, pero aquel día había sido agradable. Hagrid había encendido una hoguera de salamandras, para su propio disfrute, y pasaron las dos horas de clase recogiendo leña seca y hojarasca para mantener vivo el fuego, mientras las salamandras, a las que les gustaban las llamas, correteaban de un lado para otro de los troncos incandescentes que se iban desmoronando.

Alaska se alejó intencionalmente de Blaise durante la clase y se acercó a Hagrid luego de dejar la leña seca que habían recogido cerca del fuego, el profesor se veía un poco deprimido.

—Hola Hagrid —Saludó la chica, quedándose de pie junto a él—. Harry y Hermione me comentaron sobre el juicio que llevara a cabo la Comisión de Animales Peligrosos.

El semigigante soltó un sollozó y se le dificulto hablar.

—No tienes de que preocuparte —Le aseguró—. Estuve todas las vacaciones buscando y recopilando información que puede servirnos para la Defensa, cuando lo tenga listo vendré a visitarte y te explicaré todo ¿sí? Nos aseguraremos de que Buckbeak quede libre.

Los sollozos de Hagrid se hicieron más fuerte y pronto lo tuvo abrazándola, agradeciéndole todo el esfuerzo que estaba haciendo por ayudarla.

—No tendrías que estar utilizando tu tiempo libre en ayudarme, tienes tantas cosas que hacer —Hagrid se detuvo para secarse las lágrimas—. Muchas gracias Alaska, estoy muy agradecido de tu apoyo.

La rubia volvió con su amigo, continuando con la tarea de recoger lena y hojarasca, pero ahora su preocupación volvía a estar en aquel juicio. No había mucha información que les sirviera para salvar al hipogrifo, le había sido difícil encontrar puntos concretos que respaldaran la seguridad y libertad de la criatura y temía que su ayuda no fuera suficiente para salvarlo.

Atraído por la reciente exhibición de Hagrid, Draco se había acercado a ellos, burlándose de lo patético que era el hombre con Pansy apoyándolo y riendo, al igual que Crabbe y Goyle.

—Vamos. —Le murmuró Alaska a Blaise, alejándose del grupo y yendo hacia el lado opuesto del jardín.

—¿Algún problema? —Le pregunto Draco, volviendo a acercarse.

Ninguno que quieras escuchar. —Respondió Alaska secamente.

—¡Oh, vamos! —Se quejó el chico—. ¿De nuevo estas molesta conmigo? ¿Qué hice ahora?

Alaska no quería volver a pelear con Draco, y menos en medio de una clase y frente a sus compañeros, pero ella intento dejar pasar el tema, él era quien insistió.

—¿Por qué no acabas con todo el asunto del Hipogrifo? —Le espetó, dejando caer al suelo la hojarasca que había reunido en sus brazos.

—Así que ya te enteraste del juicio. —Dijo Draco con simpleza, como si no fuera la gran cosa.

—Sí, ya me enteré. ¿Por cuánto tiempo ibas a ocultármelo? —Le cuestionó Alaska.

—El máximo de tiempo para evitar esta conversación. —Draco le hizo unas señas a Crabbe y Goyle para que se alejaran.

—Hay otras maneras de evitar esta pelea —Dijo con el mentón en alto—. Dile a tu padre que cancele el juicio con la comisión.

Pero Draco no parecía dispuesto a hacerlo.

—¿Puedes hacer eso por mí? —Le pidió, esta vez con un tono menos duro—. Por favor, Draco.

El rubio le sostuvo la mirada por unos segundos, debatiéndose lo que debía hacer; aunque para él la respuesta era clara. Antes de contestar evito mirarla a los ojos.

—Sabes que no puedo hacer eso. —Masculló.

Alaska sonrió con incredulidad—. Es increíble que llegues al punto de poner en peligro la vida de un animal solo para restaurar tu orgullo. —La rubia recogió la hojarasca que dejo caer, preparada para irse cuando Draco volvió a replicar.

—Estoy haciendo esto por ti —Dijo—. Dijiste que no tenía que seguir intentado impresionarte.

—¿Ahora es mi culpa? Porque si recuerdo bien, también te dije que procuraras no volver a decepcionarme.

Alaska y Draco no volvieron a hablar desde ese momento. El rubio siempre la observaba cuando se encontraban en los pasillos o coincidían en algunas clases, esperando que ella se acercara para pedirle disculpas o que le hablara como si nada hubiera pasado; pero eso no ocurrió. A Alaska no le pesaba la conciencia y era fácil para ella ignorar todo lo que tenía que ver con Draco, incluso aquellos sentimientos que había creído descubrir.

Además, tenía otras cosas de las que ocuparse.

El equipo de Slytherin se enfrentó el sábado contra Ravenclaw, el día había estado particularmente despejado pero las bajas temperaturas lograban que sus movimientos fueran más torpes y bruscos de lo que acostumbraba. Ganaron, aunque por muy poco.

La rubia estaba corriendo por los pasillos, esquivando a los estudiantes, para llegar al aula donde se llevaba a cabo el Club de Encantamientos. La práctica de Quidditch había durado más que de costumbre gracias a que Flint les había dado una larga charla de porque debían ganar esa final, apenas había tenido tiempo para darse una ducha.

Cuando entró al aula, todos los integrantes del Club ya estaban dentro, con sus varitas en mano y escuchando las explicaciones del líder del club. Alaska se apresuró en dejar su bolso con el uniforme de Quidditch y libros de jugadas en el suelo para reunirse con los demás.

—Llegaste justo a tiempo, Ryddle —Le dijo Evan Smith, estudiante de Ravenclaw y el líder—. Estábamos a punto de comenzar.

En la hora dedicada al club, Evan se encargó de enseñarles el hechizo Lumos Lunae (habitualmente el profesor Flitwick era quien dirigía el club pero aquel día habia tenido unos inconvenientes). El encantamiento creaba una débil luz lunar que servía para la maduración de algunas pociones y también para ahuyentar a hombres lobo; un hechizo simple y útil.

La técnica del hechizo era simple, requería del mismo movimiento que el hechizo Lumos pero con un movimiento ligero de muñeca al final. La parte difícil era el poder de la luz, la cual dependía de la fuerza del mago o bruja.

—Al parecer hemos estado más de lo normal aquí, la cena ya dio comienzo así que será mejor que vayan a comer —Les dijo Evan, despidiéndose de todos—. ¡Nos vemos la próxima sesión!

Alaska estaba cansada. La noche anterior terminó con sus deberes a altas horas de la noche y aquel día no tuvo mucho tiempo para descansar, con la agotadora practica y lo exhausta que quedó luego de intentar crear una luz más fuerte que los demás solo podía pensar en ir a dormir.

—¿Estas bien?

Evan se había acercado a ella sin darse cuenta, los demás ya se habían ido.

—Perfectamente. —Le respondió la chica sin mucho interés, recogiendo su bolso del suelo.

—¿Quieres que te ayude con eso? —Evan la siguió por el pasillo—. Se ve pesado,

Ella camino más despacio y giro su mirada hacia el chico, analizo la actitud y el comportamiento que estaba teniendo con ella. Terminó encogiéndose de hombros y ojiazul tomó el bolso.

—¿Mucha presión estos últimos días? —Evan intentaba sacar tema de conversación—. No te ves muy bien.

—Las practicas de Quidditch han sido agotadoras —Respondió Alaska sin dar muchos detalles, desinteresada en hablar con él—. Para ganar debemos esforzarnos en mejorar nuestro juego.

Evan soltó unas largas carcajadas.

—¿Qué están gracioso?

—Bueno, Slytherin no se destaca por su juego, más bien lo hace por jugar sucio —Alaska de inmediato le dedicó una mirada de desagrado—. No te lo tomes personal, es solo la verdad. —Añadió.

Fue una fortuna para Alaska que ya estuvieran en las puertas del Gran Comedor, pues no creía poder seguir hablando con él. Se volvió hacia él y le quito su bolso con brusquedad.

—Es una pena que debas recurrir a criticas para sentirte superior cuando es, bastante claro diría yo, que el equipo de Slytherin supera al de Ravenclaw por mucho.

—Dije que no lo tomaras personal, era solo un comentario. —Se excusó el chico.

—Y tú eres un idiota. —Finalizó Alaska, yéndose a la mesa de Slytherin.

—¿Un idiota con el que saldrías? —Le preguntó en un alto tono de voz, para que lo escuchara mientras se alejaba—. Podríamos ir juntos a Hogsmeade y...

Le dedicó un gesto obsceno con el cual logró silenciarlo al fin, y cuando llegó a la mesa Blaise la miraba con un gesto de diversión.

—Un idiota con baja autoestima que recurrió a criticar nuestro equipo de Quidditch para invitarme a salir.

A un lado, Draco tosió repetidas veces luego de atragantarse con la comida, gracias a la sorpresa que se llevo por estar escuchando su conversación. Alaska lo ignoro, tal como habia estado haciendo hace días.

Enero dio paso a febrero sin que se notara, persistiendo en el mismo frío glaciar que les congelaba las extremidades. Los contenidos de las clases comenzaron a ponerse cada vez más complicados y los profesores más exigentes, recordándoles que era importante que se mantuvieran al día.

Pedir ayuda nunca había sido algo que Alaska necesitara hacer, siempre podía arreglarse por su cuenta, pero fue nuevo para ella que Blaise le pidiera ayuda a ella. Pronto comprendió que enseñar le ayudaba a repasar los contenidos, pero era difícil hacerlo con Blaise, quien siempre estaba distrayéndose con cualquier cosa.

—No, Blaise, presta atención a mis palabras —Le volvía a decir Alaska una tarde en la sala común—. La solución para encoger es la misma que la solución reductora, solo son distintos nombres. Acabas de inventarte una nueva poción explicando que ambas son diferentes.

—¿Por qué no pueden darle un solo nombre? —Se quejó el moreno, borrando gran parte de lo que tenía escrito en su pergamino.

Theodore apareció por la puerta de la sala común y se les unió en la mesa, su expresión denotaba preocupación y parecía querer decirles algo que no se atrevía.

—¿Qué pasa con esa expresión Theo? Ya estás conmigo, puedes dejar de preocuparte. —Le dijo Blaise con su usual tono de mofa.

El castaño no lo escuchó y se dirigió a Alaska.

—¿Ann te ha dicho algo sobre mí? —Le pregunto con la voz entrecortada—. Tal vez algo que le moleste o desagrade sobre mí.

—¡Parece que alguien tiene problemas amorosos! —Volvió a hablar Blaise para molestar a su amigo.

En cambio, Alaska fue más seria con el tema.

—Por supuesto que no, de hecho Ann siempre comenta lo mucho que le agradas. Dice que le gusta pasar tiempo contigo —Le dijo la rubia para alivio de Theo—. ¿Por qué preguntas? ¿Algo sucedió?

Blaise a su lado comenzó a imitar sonidos de besos.

—Fue muy extraño...

—Así suele ser las primeras veces, pero te acostumbraras.

—Nuestras manos se rozaron por accidente, solo intentaba entregarle sus libros, pero ella actuó como su hubiera sido algo agobiante, no se como explicarlo. Y luego ella solo corrió hacia un baño cercano.

Los tres sabían que Ann no era alguien a quien le gustara demostrar afecto físico, y mucho menos en palabras, era algo a lo que se habían acostumbrado. Y si bien para ellos era normal que la castaña evitara tocar sus hombros cuando se sentaban juntos, la reacción que Theo les explico no era normal de ella.

Alarmada por lo que podría estar ocurriéndole a Ann, Alaska salió de la sala común y se dirigió al baño que Theodore le había indicado. No tardó en encontrarla.

Ann estaba sentada en una esquina del baño de chicas, escondiendo su rostro entre sus piernas y murmurando cosas que Alaska no lograba entender. Se acercó cautelosamente a ella.

—Ann... —La llamó—. ¿Estás bien?

—No lo hagas —La voz de Ann casi de escuchó como una súplica—. No te acerques.

—Esta bien, no lo haré —Aceptó, quedándose a unos metros de distancia—. ¿Quieres contarme que es lo que ocurre? Puedo ayudarte.

Una muy leve risa, casi imperceptible, brotó de los labios de la castaña.

—No puedes, nadie puede —Murmuraba. Cuando levantó el rostro Alaska pudo ver que estaba empapado en lágrimas—. No puedo controlarlo. Mi poder me esta abrumando y yo no sé cómo controlarlo.

Ella tenía razón al decir que Alaska no podía ayudarla, no era algo en lo que tuviera claros conocimientos.

—¿Ya intentaste pedirle consejos a tu bisabuela?

—Lo hice, hace semanas.

—Eso es bueno.

—Me dijo que debía encontrar por mí misma la manera de controlarlo.

Una mueca apareció en el rostro de Alaska.

—Que tal sí... —Comenzó a decir la rubia acercándose un poco más a su amiga—. ¿Qué tal si te concentras en la persona, antes de tocarla? Ya sabes, cuando tus manos rozaron las de Theo fue inesperado, un accidente y no lo viste venir. ¿Qué tal si te concentras en el tacto, antes de hacerlo? De esa manera tu mente estará ocupada pensando en ello y no veras nada más que no sea la realidad.

Las lágrimas en el rostro de Ann ya habían cesado, se limpió los restos de sus mejillas y ya se veía un poco más calmada, parecía que la idea no le parecía del todo mala.

Alaska le ofreció su mano, manteniéndola frente a ella para que intentara poner en prueba su reciente idea. La castaña dudó, levantó su mano y lentamente la acerco, concentrándose en lo que iba a suceder. Supuso que había funcionado. Una vez los dedos de Ann se posaron en su palma su expresión siguió igual, y segundos después estaba abrazando a Alaska.

—Muchas gracias, Alaska. —Era la primera vez que Ann hacía algo como eso, y le alegró que lo hiciera.

—Para eso están las amigas, para ayudarse.

El humor de Ann mejoró con el pasar de los días, aunque no tanto como para asistir al partido de Gryffindor contra Ravenclaw. El día del partido vieron entrar a Harry en el Gran Comedor con el resto del equipo siguiéndolo en modo de protección, Alaska quedó atónita cuando lo vio. El buscador de Gryffindor llevaba una de las mejores escobas del mercado, la Saeta de Fuego.

—Estamos acabados —Murmuró Blaise, quién parecía tan atónito como los demás—. Potter ya le ganaba a Draco con su vieja Nimbus 2000, ahora que tiene ese modelo...

—Gracias por los ánimos, Blaise. —Contestó la chica, comenzando a sentir preocupación por la copa.

Sin duda no era la única que se sintió indefensa ante la nueva escoba. Draco se habia acercado a la mesa de Gryffindor para ver mejor la escoba, Crabbe y Goyle estaban detrás de él.

—¿Estás seguro de que puedes manejarla, Potter? —Le dijo Draco.

—Sí, creo que sí. —Contestó Harry.

—Muchas prestaciones especiales, ¿verdad? —Dijo, con un brillo de malicia en los ojos—. Es una pena que no incluya paracaídas, por si aparece algún dementor.

Crabbe y Goyle se rieron.

—Y es una pena que no tengas tres brazos —Le contestó Harry—. De esa forma podrías atrapar la snitch.

El equipo de Gryffindor se rió con ganas. Draco entornó sus ojos claros y se marchó ofendido

A las once menos diez se dirigieron hacia el campo para obtener buenos puestos. El tiempo era muy distinto del que había hace tan solo unos días, era una mañana fresca y despejada, con una brisa muy ligera. A las once en punto los equipos salieron al campo y se reunieron en el centro, siendo recibidos con aplausos tumultuosos.

Madame Hooch hizo sonar su silbato. Alaska fijo su mirada en Harry, quien despegó del suelo y la Saeta de Fuego se levantó más rápido que ninguna otra escoba.

—Han empezado a jugar y el objeto de expectación en este partido es la Saeta de Fuego que monta Harry Potter, del equipo de Gryffindor —Comentaba Lee Jordan—. Según la revista El mundo de la escoba, la Saeta es la escoba elegida por los equipos nacionales para el campeonato mundial de este año.

—Jordan, ¿te importaría explicar lo que ocurre en el partido? —Interrumpió la voz de la profesora McGonagall.

—Tiene razón, profesora. Sólo daba algo de información complementaria. La Saeta de Fuego, por cierto, está dotada de frenos automáticos y...

—¡Jordan!

—Vale, vale. Gryffindor tiene la pelota. Katie Bell se dirige a la meta...

Katie consiguió el primer tanto del partido y las gradas ocupadas por los de Gryffindor enloquecían de entusiasmo. Pronto la atención de todo el estado se dirigió a los buscadores, que descendían en picado; estaban a tres metros de distancia cuando una bludger impulsada por uno de los golpeadores de Ravenclaw surgió ante Harry veloz como un rayo.

Los seguidores de Gryffindor dieron un grito de decepción y los de Ravenclaw aplaudieron a rabiar a su golpeador

—¡Gryffindor gana por ochenta a cero! ¡Y miren esa Saeta de Fuego! Potter le está sacando partido. Vean cómo gira. La Cometa de Chang no está a su altura. La precisión y equilibrio de la Saeta es realmente evidente en estos largos...

—¡JORDAN! ¿TE PAGAN PARA QUE HAGAS PUBLICIDAD DE LAS SAETAS DE FUEGO? ¡SIGUE COMENTANDO EL PARTIDO!

Ravenclaw jugaba a la defensiva. Ya habían marcado tres goles, lo cual había reducido la distancia con Gryffindor a cincuenta puntos. Los buscadores volaban por todo el campo en busca de la Snitch y cuando parecía que por cuarta vez la habían encontrado, tres dementores altos, encapuchados y vestidos de negro aparecieron en el campo. Algo blanco y plateado, enorme, apareció junto a los Dementores que pareció alejarlos. Aún así, gracias a la distracción Potter logró atrapar la snitch.

Se oyó el silbato de la señora Hooch y todos en las gradas celebraron. A un lado de Alaska, Blaise parecía estar divirtiéndose mas que nunca y la obligo a bajar para acercarse al borde del terreno de juego.

—Me vas a agradecer por esto. —Le prometió Blaise.

Y entonces los vieron. Tendidos en un confuso montón estaban Draco, Crabbe, Goyle y Marcus Flint, el capitán del equipo de Slytherin, todos forcejeando por quitarse unas túnicas largas, negras y con capucha. Delante de ellos, muy enfadada, estaba la profesora McGonagall.

—¡Un truco indigno! —Gritaba—. ¡Un intento cobarde e innoble de sabotear al buscador de Gryffindor! ¡Castigo para todos y cincuenta puntos menos para Slytherin! Pondré esto en conocimiento del profesor Dumbledore, no les quepa la menor duda.

Blaise se partía de la risa mientras veía a Draco forcejeando para quitarse la túnica, con la cabeza de Goyle todavía dentro; a Alaska no le pareció tan divertido. Las palabras de Evan Smith aparecieron en su cabeza. "Slytherin no se destaca por su juego, más bien lo hace por jugar sucio", que aquellas palabras parecieran ser ciertas la molestó, pero también la impulso a hacer lo que estuviera en su poder para ganar el Campeonato de Quidditch.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top