𝒇𝒊𝒗𝒆
( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐹𝐼𝑉𝐸 )
𝚛𝚞𝚖𝚋𝚘 𝚊𝚕 𝚌𝚊𝚜𝚝𝚒𝚕𝚕𝚘.
Alaska despertó a primera hora la mañana siguiente. La noche anterior ella y Draco se habían quedado dormidos sobre la cama, aun con la ropa puesta y sin ninguna cobija, pero al despertar noto que una gruesa manta estaba calentándola y el chico ya no estaba allí. Supuso que se había despertado a mitad de la noche y volvió a su habitación para estar más cómodo.
A pesar de saber que el profesor Snape llegaría en cualquier momento para llevarla de vuelta al orfanato, no quería levantarse de la cama. Fue entonces, mientras intentaba darse los ánimos necesarios para levantarse, que notó cierta incomodidad en la parte inferior de su cuerpo. Con el ceño fruncido llevó una de sus manos hacia las sabanas y al volver a sacarla noto que cierto liquido rojizo teñía la punta de sus dedos.
—¡No puede ser! —Se quejó por lo bajo, levantándose de un salto de la cama.
Las finas sábanas blancas tenían una gran mancha de sangre, en algunas partes ya parecía estar cerca mientras que en otras era lo contrario. No tuvo que observarse a través del espejo para saber que su pantalón también se encontraba manchado, y a pesar de ser una experiencia completamente nueva para ella no entro en pánico, sabia con exactitud de que se trataba.
Le hubiera gustado estar en el orfanato en lugar de la Mansión Malfoy, por supuesto, donde no tendría que molestar a nadie, pero no era algo que ella pudo controlar. Sabía que Narcissa no se molestaría y tampoco le echaría la culpa de nada, incluso la ayudaría a limpiar con un simple movimiento de varita, pero aun así quería estar presentable y no en aquella vergonzosa situación.
Se quito la ropa y dejó las prendas manchadas en remojo con agua caliente, se dio una larga ducha para quedar limpia por completo y se vistió con ropa limpia. Intento limpiar las sabanas por su cuenta, pero le era imposible hacerlo sin mojar el suelo, finalmente se rindió y le pidió ayuda a Narcissa.
—Intenté limpiarlo por mi cuenta, pero creí que podría arruinarlo más, por lo que preferí llamarla a usted —Le comentó Alaska una vez que la mujer entro a la habitación y vio la situación—. Por suerte encontré lo necesario en un cajón del baño y lo utilice, también deje las demás prendas en remojo y terminare de limpiarlo ahora. —Agregó, al no recibir una respuesta.
Era extraño observar a Narcisa, no podía entender muy bien que ocurría con su rostro, pero sabía que, por alguna razón, estaba conmocionada. Al fin parece reaccionar al escuchar las últimas palabras y se apresura a hablar.
—No es necesario que lo hagas, yo me puedo encargar de las manchas —Dijo, y luego se acercó a ella con lo que intentaba mostrar como una sonrisa tranquilizadora—. ¿Hay algunas dudad que tengas al respecto? Se que todo esto puede ser...
—En realidad no, sé todo lo necesario. —Respondió Alaska, viéndose lo suficientemente segura de sus palabras.
—No lo creo cariño.
Con un simple movimiento de varita la mujer hizo que unos productos de limpieza aparecieran sobre la cama y esos pronto comenzaron a limpiar las manchas con efectividad, la chica se alegró de que aquello no fuera un problema, aquello era lo último que quería causar allí.
—La menstruación es un proceso complicado al comienzo, pero con el tiempo te iras acostumbrando a todo —Le aseguró Narcissa—. Y gracias a diversas pociones que se han inventado a lo largo del tiempo, podrás hacer de tu proceso mucho más llevador.
—No sabía que existían pociones para esto. —Admitió la rubia.
—Por supuesto que no lo sabías, sospecho que Severus nunca te habría hablado de estas cosas. Pero no te preocupes —Se apresuró a decir—. Yo te enseñaré todo lo que necesitas.
—Muchas gracias Cissy, agradezco su ayuda. —Le dijo Alaska con sinceridad, ganándose una cálida sonrisa de la mujer.
El resto de la mañana, mientras esperaban que el profesor Snape fuera a recogerla para llevarla de vuelta al orfanato, Narcissa le enseño los detalles importantes de la preparación de cada una de las pociones y también le obsequio un libro con la receta de cada una de ellas. Era increíble la cantidad de pociones que existían, para aliviar dolores e hinchazón, regular cambios de humor o los flujos, y lo mejor era que su preparación no era tan complicada por lo que ella misma podría preparar cada una de ellas. Sin duda aquel libro la salvaría en muchas ocasiones más adelante.
El resto de la semana Alaska busco un lugar poco visitado en el orfanato, en el último piso encontró la vieja biblioteca, y convirtió de aquel lugar en su refugio para leer lo nuevos libros de aquel curso. Su libro favorito fue el de Cuidado de Criaturas Mágicas, era de un color café grisáceo, con muchos rasgones encima y cuatro ojos color avellana en la tapa superior. No fue fácil descubrir como tranquilizarlo, pues el libro la atacaba cuando intentaba abrirlo, pero un par de días después, luego de muchos intentos, descubrió que acariciándole el lomo este se tranquilizaba y se comenzaba a mostrarse dócil.
El libro contenía información de cientos de criaturas de las cuales nunca había leído, tales como el Alizor de Westacottus, el Gringwart Goff, el Limax, criatura que le recordó al alienígena de la película muggle "ET, el extraterrestre", y un sin fin de criaturas tan interesantes que no se despegó del libro hasta leérselo por completo.
Unos cuantos días después, el primero de septiembre, Alaska se encontraba saliendo del orfanato con su bolso colgado en el hombro mientras arrastraba con dificultad el baúl por la calle. A pesar de las indicaciones del profesor Snape, ella se había negado a utilizar un auto que el Ministerio le proporcionaría, y se había excusado con el hecho de que Kings Cross no le quedaba a más de quince minutos caminando desde el orfanato y ya había hecho el viaje sola con anterioridad. Snape no se vio contento con su decisión, pues se veía convencida de ella como para intentar convencerla, y Alaska no estaba segura del porque de su actitud, ¿acaso había escuchado los mismos rumores que Ann?
Llegó a King's Cross con veinte minutos de adelanto; un trabajador del lugar le consiguió un carrito libre e hizo un ademán para ayudarla con el baúl, pero con una sonrisa de disgusto Alaska lo subió por su cuenta y se adentró arrastrando el carrito por la estación. El lugar estaba repleto de personas que esperaban por el arribo de sus trenes y la chica caminó entre ellos para dirigirse hacia la columna entre el andén nueve y diez.
No habían muchos muggles prestándole atención, por lo que le fue fácil atravesar la barrera como si ni estuviera haciendo la gran cosa y, un instante después, se encontraba en el andén nueve y tres cuartos, con la mirada en alto pudo observar el expreso de Hogwarts, el vaporoso tren de color rojo que echaba humo sobre un andén repleto de magos y brujas que acompañaban a sus hijos.
La chica se abrió paso hasta el final del tren, pasando ante compartimentos repletos de gente y finalmente encontró en un vagón a las personas que buscaba. En uno de los compartimientos que aún tenía las puertas abiertas encontró a Ann concentrada leyendo un libro y frente a ella estaban Blaise y Theo, el moreno le estaba conversando al otro chico, quién no replicaba mucho. Alaska anunció su llegada golpeando suavemente la puerta y Blaise se levantó de un saltó para saludarla con un fuerte abrazo.
—¡Lasky está aquí! —Anunció con sentimiento.
Blaise le ayudó a subir y colocar su baúl en la rejilla portaequipajes, y cuando estuvo sentada junto a ellos preguntó:
—¿Y Draco? ¿Aún no llega?
—Es curioso como ambos están tan interesados en la presencia del otro. —Comentó el moreno, con una extraña sonrisa.
—No entiendo de que hablas Blaise, sé más claro.
—Dijo eso porque Draco se apareció por aquí hace un rato —Le explicó Theo, pues Blaise no parecía tener intenciones de hacerlo—, también preguntó por ti.
—Y se fue cuando supo que aún no llegabas. —Agrego Ann, sin quitar la mirada de su libro.
Alaska, ahora que se encontraba más cerca, notó que leía un libro de adivinación.
—Sólo quería saber si había llegado —Se justificó la chica—, supongo que está con Crabbe y Goyle.
—También vimos a Daphne y a Astoria entrar a su compartimiento.
El compartimiento se quedó en un incómodo silencio, donde Ann continuaba con su lectura y Blaise miraba por la ventana de la puerta con el ceño fruncido. Alaska no entendía muy bien por qué Blaise tenía aquella expresión en su rostro y tampoco sabía si debía o no preguntar, era extraño que el moreno no estuviera diciendo lo que pensaba, pues normalmente era difícil que se mantuviera en silencio por mucho tiempo.
Por suerte Theo se removió en su asiento, sacando una caja de manera de su bolso de cuero.
—¿Una jugada de Ajedrez Mágico? —Le ofreció a la rubia, quien aceptó encantada.
El expreso de Hogwarts avanzaba a hacia el norte, sin detenerse. Y con el tiempo el paisaje que se veía por las ventanas se fue volviendo más agreste y oscuro mientras aumentaban las nubes. A través de la puerta del compartimento se veía pasar gente hacia uno y otro lado.
—Creo que las salidas a Hogsmeade son lo que más me mantienen emocionado de este nuevo curso —Dijo Blaise, observando la séptima partida de ajedrez que sus amigos jugaban—. Montague me ha comentado que hay una gran variedad de tiendas interesantes.
—¡Debemos ir a Dervish y Banges! —Dijo Ann dejando su libro a un lado, con una repentina emoción—. Mi madre dice que es una tienda de instrumentos mágicos y venden todo tipo de artilugios antiguos, podría encontrar muchas cosas interesantes allí.
—¿Saben más cosas de Hogsmeade? —Preguntó Alaska—. El curso anterior, cuando Cedric volvía de una de las salidas me comentó que es una de las pocas poblaciones únicamente de magos en Gran Bretaña.
—En sí, Hogsmeade es un lugar muy interesante —Corroboró Theo—. En Lugares históricos de la Brujería se dice que Cabeza de Puerco, una de las tabernas del lugar, fue el centro en que se gestó la revuelta de los duendes de 1612.
—¡Y la Casa de los Gritos es uno de los edificios más embrujado del país! —Añadió Blaise con emoción—. ¿Quién se apunta para explorar el lugar? Será mi primera parada en la salida.
—También me gustaría ir —Señaló la rubia—. Me uno. —Terminó por decir con un asentimiento de cabeza.
—No creo que ni ustedes ni nadie debería acercarse a ese lugar —Determino Ann con los labios fruncidos—. Ese edificio es peligroso.
—¿Y tu tercer ojo es quien te dice eso? ¿o sólo te da miedo ir y echarle un vistazo? —Dijo Blaise, intentando provocar a la castaña.
Ann se limitó a dedicarle una mueca y el chico, resignado, siguió con la conversación.
—De todos modos, hay otros lugares interesantes en Hogsmeade ¡Como Honeydukes!
—¿Qué es eso?
—Es una tienda de golosinas —Le respondió, preparándose para explicarle con más detalle—. Allí tienen todos los dulces que puedas imaginar. Pildoras acidas que son capaces de hacer un agujero en tu lengua...
—¿Qué tiene de divertido eso? —Espetó Ann,
—Deliciosas bolas de chocolate rellenas de mousse de fresa y nata de Cornualles, y Droobles, el mejor chicle para hacer globos que tardan días en explotar. Los mejores Calderos de Chocolate...
Mientras Blaise seguía pensando en las delicias que podría encontrar en aquella tienda de dulces se produjo un alboroto en el pasillo, y una mujer de cara sonriente, con hoyuelos, se asomó por la puerta del compartimiento y les dijo:
—¿Desean algo del carrito?
—Justo a tiempo. —Dijo Blaise levantándose de un salto del asiento y saliendo al pasillo.
—Por Merlín... —Murmuró Alaska con fastidio, sacando su bolso del portaequipaje y buscando entre sus pertenencias las monedas que había arrojado dentro.
La chica tardó mas de lo esperado en encontrar las monedas de bronce y cuando finalmente las tuvo en mano Blaise había vuelto al compartimiento con unos dulces en sus manos y cerró la puerta tras de sí.
—¿Qué? ¿Querías comprar algo?
—No importa, iré a buscarla.
Arreglándose el suéter que llevaba puesto ese día, Alaska salió del vagón cerrando la puerta detrás de sí y camino por el largo pasillo, encontrando a la bruja con el carrito en el fondo del pasillo charlando con unos chicos. Se acercó al carrito con la mirada ya en búsqueda de lo que deseaba comprar, no le importó escuchar murmullos a su lado proveniente de los chicos que no tardaron en alejarse. Compró un jugo de calabaza, su favorito, dos pasteles de chocolate en forma de caldero y una caja metálica con dulces de menta y pimienta.
Se quedó de pie en medio del pasillo para beber de la botella, y su vista se desvió a un compartimiento cercano cuando la puerta de este se abrió y un joven alto con rasgos cincelados y pelo oscuro apareció por ella. Cedric Diggory salió de compartimiento luego de haber visto a su amiga por la ventana.
—¡Cedric! —Vociferó Alaska con afecto en su tono de voz.
Se apresuró en cerrar su botella y ambos amigos se juntaron en un abrazo, la chica comentó con voz ahogada:
—Te extrañé.
—Y yo a ti, te he echado de menos este verano —Cedric se alejó y permaneció unos momentos observándola con una sonrisa y sus ojos grises brillando—. ¿Por qué no vienes a mi compartimiento? Puedes comer tranquila y tendríamos tiempo de hablar.
Alaska aceptó gustosa, sin duda pasar tiempo con Cedric era una de sus cosas favoritas. El chico era uno de sus mejores amigos y era, en carácter, muy distinta a ella, por lo que siempre disfrutaba de una buena charla con el chico. El compartimiento no estaba vacío, otros dos chicos estaban allí y alzaron la mirada cuando entraron en él. La chica no conocía sus nombres, pero los había visto en los partidos de Quidditch.
—Alaska, ellos son Heidi Macavoy y Malcolm Preece, tal vez los conozcas por...
—Su equipo de Quidditch, ambos son cazadores —Dijo la chica, examinando las expresiones que no manifestaban mucho.
—Al igual que tú —Comentó Malcolm—. Tienes un excelente manejo de la velocidad con tu escoba ¿una dos mil uno, no? Y una excelente agilidad con los pases y movimientos.
—Características que no suelen verse mucho en los jugadores de Hogwarts, una lástima.
Malcolm y Heidi se miraron entre sí ante la inesperada respuesta, ellos esperaban escuchar algún halago o un "gracias" como mínimo, pero no era lo que Alaska solía decir.
Con el tema del Quidditch en el aire, Cedric pronto le comentó sobre el gran Campeonato de Quidditch que se celebraría el año siguiente y luego de enseñarle una revista de deportes donde presentaban a todos los equipos y sus respectivos jugadores, una afable discusión surgió entre todos, comentando sobre los posibles finalistas, los mejores jugadores y que jugadas eran las mejores para ganar ventaja en un partido.
A media tarde había comenzado a llover y la lluvia emborronaba las colinas del paisaje. Alaska se había divertido con Cedric y sus amigos, hablando de Quidditch y de los potenciales de cada equipo, pero para ella era evidente que los amigos de Cedric se sentían incomodos con su compañía, aunque no se habían quejado en ningún momento. La rubia se excuso y se levantó para ir al baño.
Cuando ya se encontraba cerca de su destino vio a una rata escapar por la puerta entreabierta de uno de los compartimientos y pronto la puerta se abrió por completo de un solo golpe. Ron Weasley se había abalanzado por el pasillo para atrapar a su rata. Con las cejas levemente levantadas, Alaska se quedó inmóvil frente al compartimiento, pues Ron estaba tirado en el piso con su rata y le bloqueaba todo el camino.
Aclarando su garganta logró tener la atención de Ron, levantó la mirada y al ver a la chica frente a él entreabrió la boca y sus orejas se tiñeron de un color rojizo al instante, asumió que aquello se debía a la vergüenza que podría estar sintiendo y en vez de apartarse le dirigió un torpe saludo.
—Hola Ronald —Dijo, devolviéndole el saludo.
Posteriormente giró su mirada hacia el compartimiento que tenía a su derecha y vio a Harry Potter con su cabello alborotado, como era costumbre en él.
—Harry. —Pronuncio en modo de saludo.
Hermione a un lado se encontraba oprimiendo sus labios y, aunque su intención no era demostrarlo, sus ojos denotaban una combinación de miedo y desagrado. No era una tarea difícil asumir que, efectivamente, Harry les había contado todo lo que ocurrió en la Cámara de los Secretos en el curso anterior, tal como ella sospechaba.
Pero, por primera vez, no le dio importancia a aquel hecho y tampoco se sintió afectada por la mirada, ni en lo más mínimo. Ya todo el mundo mágico la miraba de esa manera, como una chica que estaba destinada a seguir los pasos de Lord Voldemort, pero ya no le importaba. Lo que los demás pensaban de ella era algo que no le interesaba cambiar. Ellos podían darse cuanta por si mismos lo equivocados que estaban.
—Si me disculpan. —Dijo entonces, pasando por el pequeño espacio que Ron dejaba libre y se alejó, sintiéndose bien consigo misma y su nueva actitud hacia el resto.
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