🦋O2🦋


Incluso si avanzo un poco más, si me digo que no puedo rendirme a medio camino ¿Sería capaz de esforzarme más de lo que mis manos heridas pueden tomar? Alcanzar el trofeo, tomar las medallas, colgar una diploma... Creo que necesito un descanso y no sé si es una siesta o para siempre.

Después de la muerte ¿Hay algo más doloroso?

Me pregunto si la muerte duele menos que la vida. Al menos enterrado estaría tan abajo que no se sentiría la necesidad de subir, ni de ganar, odio esta estúpida sensación; si mi vida apenas empieza a tomar forma ¿Por qué siento ya he fracasado?

—Quizás... Deba tomar otra taza de café. —intenté ahuyentar ese pensamiento pesimista, porque no pasará nada si están, no cambiarían nada y sólo me hacen entrar en terrenos desconocidos que no puedo permitirme divagar.

Otra noche de desvelo me abre las puertas, mis ojos pesan, y estos párpados ya arden de tanto estar en frente al papel y el computador. Hay un examen final de química pronto, y los partidos se acercan peligrosamente. 

El reloj da las tres a.m. apenas puedo procesar las palabras y las releo dos, tres, seis y ocho veces para que se queden atrapadas en la parte de mi razonamiento. Y podría pudrirme otros 20 minutos aquí sentado hasta que no pueda ni un poco más porque sé que si me acuesto estará esa maldita pregunta rondando mi cabeza, comiendo mis energías, y es como si toda mi vida estuviera cayéndose a pedazos sin que pudiera hacer nada: ¿Por qué es tan difícil mantener la calma estos días? ¿El recital me afecto tanto? ¿O fue lo que ocurrió después?

En verdad quiero saber si es sólo es recital, o tiene mucho que ver mi entorno familiar inestable y apócrifo. Como sea, el sueño deja de estar presente, pero las palabras danzan sobre el computador y finalmente lo cierro. 

Me convenzo de que una taza de café hará que mi cabeza comience a ir bien, no es coñac, mucho menos un fino licor, pero mientras la cafeína caiga directamente en mi sistema y mi garganta queme, eso me hará sentir como si me hubieran inyectado adrenalina; vivo, vigoroso, con la sensación de poder arreglar todo en un par de horas.

Bajo sin mucho cuidado, al fin y al cabo nunca me matarían por una taza café si es para seguir estudiando.

Me quedo momentáneamente exhorto en dos cosas al salir de la cocina con la taza caliente en mano: hay una lata de cerveza fina, seguramente asquerosa e insípida, el suelo de alfombra derramándose. Y como si eso fuera poco para una familia que esta en contra el consumo de alcohol —o es lo que me han metido diecisiete años de mi vida— mi madre esta sentada totalmente borracha. Lo sé porque de estar en sus cinco sentidos jamás tendría esa sonrisa tan bonita e inusual en sus labios.  

—YoonGi-ah... —Ella susurró bajito, tanto que casi ni la oigo. Después me sonríe ligeramente y me dice que me acerque. 

Sé que es una trampa, que sólo me hablara bonito para que vaya donde está y la acompañe en su miseria. Vaya a saber Dios, qué mierda hizo mi abuelo ahora, pero yo estuve siete meses y medio en su vientre, tiene una horrible cicatriz en su abdomen y eso es suficiente como para dejarla deshacer conmigo todo lo que sus frustraciones le permitan. Después de todo, si su vida se detuvo fue por mí.

Me toma, me acaricia, me incomodo porque algo cariñoso viniendo de ella es demasiado inusual. Sus dedos de entrelazan con la piel de mis mejillas, aprieta más fuerte ahí donde apenas hay carne. Y suelta un comentario que me eriza la piel por completo:

—Te pareces a mí... Es bueno, me gusta... Me agradas...

—Tú sientes muchas cosas, pero amor por mí no.

Me mira fijamente, con los ojos pequeños y entrecerrados. Sonríe.

—Te quiero. —Me dice, luego me da un tierno beso en la cabeza y pone la expresión más bella que he presenciado.

No le digo que me miente, porque puede ser que aún quiero que piense bien de mí, pero eso se lo dejare al pobre diablo, que se haga de cuentos en su cabeza, que lo haga él y no yo, es más sencillo cuando llega un mañana que puedo predecir por el pasado.

De repente me observa detenidamente, hay una pizca de brillo en sus ojos. Aveces creo que ella no me mira mientras creo que lo hace.

—Sabía que no lo ibas a lograr. —murmura.

Es sorprendente el poder que tiene sobre mí, y como sus palabras todavía ponen mi cuerpo tenso por completo ante su voz. Trague muy fuerte, y no volteé, ni siquiera me moví. Pero se que mamá esta tocando mi mentón rogando que la mire.

Quizá porque dentro mío al pobre diablo de 7 y 8 años le ha crujido el corazón y no sabe como afrontarlo otra vez.

—No importa cuanto lo intentes—susurra dulcemente, me da escalofríos—... Parece que siempre vas a tener el mismo final. ¿No estás destinado a ser así siempre? Fracasar. 

—Nunca fue mi intención fallar. —Lo digo más firme, pero ella se está riendo de lo roto que ha sonado, de lo precioso que ha visto mi garganta cerrada.

—Lo pareció —soltó una risilla chueca—. ¿Por qué quieres llorar, YoonGi? Los niños buenos no lloran.

Y sé que todo esta perdido cuando me abraza y se aferra a mí, como si supiera que he pensado cosas horribles de ella y quisiera hacerme sentir mal.

—Mamá...

No puedo evitarlo, o negar la inminente sensación que desborda mis sentido. La cojo en brazos mordiendo mis labios, me digo a mí mismo que deje de ser un maldito perro faldero, y trato de mantener recuerdos malos, de cuando la mano no le pesaba y su boca le daba ánimos a papá para llevarme al camino recto. No hay nada y a la vez todo y es por eso que ni la suelto ni la sostengo, todo se resuelve en su respiración lánguida que se mezcla con la mía.

Alcancé mi celular cuando se durmió, apesto a cafe, ella a tabaco y alcohol, el suelo a cerveza insípida, y entonces marco un número que ya me sé de memoria.

—¿Qué ocurre? —Papá contestó al otro lado de la línea. Con un tono ligeramente más cansado de lo habitual, sólo me basta oír las teclas para confirmar que aún está en esa sofisticada oficina.

—Mamá está ebria.

Suspiró como si todo fuera una molestia. Al menos él viene. Es lo que pienso. Porque mamá jamás lo haría por él.

—Déjala en la habitación, estoy por salir del trabajo en pocos minutos.

—Está bien.

Cuando la agarro para levantarme y llevarla, se deja ser. Sube mansa tal cordero hasta su cuarto, pero ni entro a dejarla ni ella dice que lo haga, sólo se queda pegada a la puerta que nos separa, con su calor en mis manos, su extraña dulzura haciendo estragos en mi cabeza y en ese momento, donde entierro al pobre diablo en la tumba de la que sale, ella suelta una verdad muy certera:

—Justo ahora —suelta—... Pareces tan miserable como yo el día que supe que estabas en mi vientre.

—Yo no... Yo no te lo pedí. —respondo, viéndola en todo momento.

—Puedes culpar a tus abuelos, YoonGi. A ellos y sus ideas. Por mí, tú podrías estar en cualquier retrete público hace 17 años atrás —sonríe, abre poco a poco la puerta—, pero estas aquí... Aquí conmigo, y lo mínimo que puedes hacer es expiar los pagos de mi miseria con tu existencia.

—No me tendrás para siempre contigo... —murmuro.

Pero si me llama volvería, lo haría por ella. Y eso no es bonito ni agradable, pero no puedo cambiarlo.


Guarde todos mis libros restantes, uno por uno. Casi eran las 4 de la tarde y aún estaba preguntándome si debería ir a volley o debería decirle al entrenador Song WooYung, que tenía razón al decir que no tenía madera para entrar al club. Aunque probablemente JiHoo estaría algo decepcionado, después de todo, si empecé en esta intrigante competencia deportiva, fue gracias a él.

Antes de lo pensado, las cuatro de la tarde se marcaban en mi reloj de mano, aún no tenía una decisión respecto a mi futuro deportivo y presentía que esa incertidumbre me llevaría en su corriente, aún si no era mi verdadera voluntad. No sería darme cuenta, pero mientras esperaba a que el chico delante se mí se decidiera si pasar o no, la voz de mi madre me retumbó en los oídos, tan alta como para hacerme tragar seco y apretar la mandíbula y tan bajo como para no ser escuchado por nadie más.

《No importa cuanto lo intentes, parece que siempre vas a tener el mismo final. ¿No estás destinado a ser así siempre? Fracasar.》

《Me agradas... Pareces tan miserable como yo. Al final, todos vamos a morir de diferentes formas, aveces ni siquiera necesitas no tener pulso para estar muerto y eso es lo más increíble. 》

Luego mi padre la llevó cargando en sus brazos, me dio una mirada que no representaba indiferencia, pero tampoco algo tan humillante como la lastima, ni tan incómodo como una amorosa. Era una mirada extrañamente serena con tintes de paz, raro de ver en un hombre casi demente que se reía de cualquier minúscula cosa que pareciera hallarle la mínima gracia. No sé qué significa, ni porque estaba tan callado esa noche, pero me dijo que apagara la luz de la sala y le bajara el volumen a mi mente si quería ver con claridad. Ni ahora, ni ayer, y tal vez nunca pueda entender lo que trató de decirme, tal vez él también estaba borracho como mamá.

Y yo podría seguir divagando, ¡Por supuesto que podía! Podría charlar acerca de lo que ocurrió anoche. Sin embargo, no lo hago. No cuando estoy a punto de empujar a este chico indeciso, que sigue delante sin dejarme pasar pero tampoco sin decidirse entre huir de aquí o pasar al condenado gimnasio.

—Oye, disculpa mi interrupción, pero ¿Podrías por favor decidirte y dejarme pasar? —hablé cansado de esperar, con el tono y las palabras más cordiales le podía propinar.

El chico se dio la vuelta completamente asustado, pálido, como si hubiera visto al mismísimo Lucifer. Jesús, no puedo creer que no me haya escuchado llegar cuando la suela de mis zapato se ha estrellado incontables veces contra la cera.

El muchacho era ligeramente más alto que yo. Dos centímetros era mucho. Sus ojos enormes y redondos se enfocaron teñidos de un pavor desagradable en sus pupilas. Siempre supe que no tenía la mejor cara del mundo, y no me las podía dar de modelo o algo parecido, pero ¿Llegar a dar miedo? Eso era un nuevo récord - personal.

Sin embargo... Este tipo de situación es... Increíblemente singular.

—¿Qu-qué? —dice, con la voz temblando.

Llevé mi atención hacia lo que admiraba con tanta atención. Oh, así que se trataba de las inscripciones al club de natación. Volví mi atención a él, que parecía haber entrado en otro pánico porque además de monosílabos como "no, no ¡No!" no salía nada más de su boca.

—Las inscripciones están abiertas aún, deberías hablar con el entrenador, si es que quieres unirte. —El mocoso, que le calculo unos dos años menos que yo, me miró aterrado.

—N-no puedo ¡Ni siquiera sé nadar rápido!  Moriría de vergüenza.

Ladee mi cabeza, y apreté mis labios.

—Entonces no se puede evitar —Me encogí de hombros, y avancé delnate de él, empujando su cuerpo con mi hombro. Sin embargo, al rozar mi mirada con su rostro no pude evitar dejar unas palabras—. Oye, niño.

—¿E-eh? ¿Me está hablado?

—Es correcto —tomé uno de los lapiceros que estaban en la mesa fuera, de milagro aún intactos y se lo tendí. Él me observó, nuevamente sus ojos bañados de miedo, estoy empezando a creer que va por la vida con esa expresión—. Créeme, absolutamente todos vamos a morir sin ser recordados. Y te aseguro que nadie va a escribir un libro basado en tus intentos fallidos de clavados o quién sabe qué.

Si el chico me escuchó no, no tengo idea. Tampoco me supe si escribió su nombre en la hoja, y como en mi vida lo había visto o prestado atención, tampoco me importaba.

Una risa me llama la atención atrás de la puerta. Demonios, ni siquiera había dedicado tiempo en ver si había alguien más, inconscientemente mis mejillas arden sin una razón aparente, reconoceria a la única persona maniática que llegaría 30 minutos antes de empezar por mero morbo.

—Buenas tardes, estoy llegando, JiHoo. —avise, para desviar el tema de afuera.

—Oww, que anticuado saludo, pero yo no soy JiHoo.

Detuve mis pasos en seco e inmediatamente deslicé mi atención a esa voz.

—Oh... —dije, porqué las palabras se quedaron atascadas en mi garganta.

La misma cabellera salvaje de ayer, se alzaba imponente —de forma literal—, por encima de mí cabeza. No pude evitar retroceder unos pasos atrás, e incluso parpadee dos veces. Era una de las pocas veces en mi vida que podría ver en vida real un cabello tan llamativo como los de este chico; naranjas, similar al artificial de los pasteles y bebidas azucaradas, un color tan brillante resaltaba con cualquier ropa ridículamente casual que llevara.

Quién pensaría que una simple camiseta blanca sin estampado, un par de pantalones azules claros y un abrigo sin marca azul vibrante podrían lucir tan estúpidamente peligrosos.

Agudice la vista y... Hala, tal vez eso explique un par de cosas. Una cicatriz muy blanca, vieja tal vez, se hallaba de forma vertical en la comisura de su labio izquierdo, no era pequeña, la punta superior casi tocaba su nariz y la punta inferior se extendía hasta dos dedos arriba del final de su mentón.

Y esa lengua rápida para lo que es era responder, todo en este chico era irremediablemente llamativo.

—Oye ¿Estás bien? Créeme, soy más inofensivo de lo que aparento.

El chico me sonrió, pero estaba demasiado ocupado pensando en qué momento o cómo demonios llegó a ese lugar.

Estoy analizando como un enfermo cada pedazo de su físico, buscando algo que me ayudara a deducir de dónde había salido este tipo que hora colgaba feliz de la vida los casilleros, una de sus piernas encima de ellos y otra colgando alegremente de un lado para otro, mientras tenía en sus labios la sonrisa más divertida del mundo, como si hubiera hecho una travesura y se hubiese salido con la suya.

Espera no, me está mirando a mí como su travesura.

—Yo... —parpadeé estupefacto, aún atado a mi trance, había visto chicos como él y mamá los había deshecho con su boca en la calle.

Pandilleros rebeldes sin futuro. Como si no lo tuvieran y aveces me preguntaba si ellos mismos lo quisieran.

—¿Tú qué? 

Sacudí rápido mi cabeza y negué. Recompuse mi postura a nueva cuenta y lo observé con neutralidad.

—¿Qué está haciendo aquí?

Él me vio y un brillo encendió el negro de sus ojos. Ladeo tanto su sonrisa como su cuello.

—Quería asustar al caradura de JiHoo, pero parece que me he encontrado con un cerebrito.

—¿Qué?

—Cerebrito —volvió a decir, con una leve sonrisa— ¡Ah! Por cierto, ya que andamos en estas, amigo, ¿no sabes dónde está JiHoo?

—Acá, pedazo de imbécil —Una mano se asentó en mi hombro, me removí inmediatamente dándome la vuelta—. Y para que sepas, no es tu amigo.

El ceño fruncido de JiHoo me recibió de buenas a primeras, volví mi mirada al teñido que... Ya tenía muy en cuenta que no tenía ninguna clase de miedo al capitán pero esto es...

—¡Oh! ¡Aquí esta mi bastardo favorito! —gritó con una sonrisa inmensa en sus labios, y saltó para caer tal pluma en el suelo.

JiHoo soltó un suspiró y me dedico una mirada indecifrable.

—No me llames así en la escuela ¿Y qué haces aquí? Tienes clases.

—No, estoy suspendido hasta mañana. 

—¿Qué hiciste ahora?

Él se encogió de hombros, supuse que no pensaba responderle y por la forma que JiHoo suspiró no debía ser nada agradable. O más o menos intuía donde iba la cosa, consideré que era el momento correcto para salir de esta incomoda y rara situación, aparté el brazo de JiHoo de mi hombro antes de que a otra persona se le ocurriera entrar.

—Sé que tu intención es vivir tu vida loca pero no puedes sólo mandar todo por el caño.

—Sí, lo tomaré en cuenta pronto —Este tipo le sonrió como si no matará una mosca—. Ah, ¿Encontraste a mi pianista? También vine por él.

La sola mención me hizo estremecer de pies a cabeza. JiHoo torció sus labios soltando un suspiró largo.

—JiMin... —enfatizó su nombre, regrese la mirada hacia el teñido, y cuando veo como parece más enfrascado con su pregunta, de repente pienso que es muy dulce ese nombre para quien es el portador— La única persona que toca el piano en la secundaria, ni siquiera te daría la hora.

—¿Uhm? Me importa un carajo si no me da la hora, yo sólo quiero oírlo tocar. ¿Cómo se llama? ¿Sabes dónde lo pillo?

JiHoo exhalo aire, y se hizo a un lado viéndome de reojo.

¿Eh?

—YoonGi, ¿puedes por favor repetirme lo que me dijiste ayer?

De repente esos ojos me tuvieron en su mira, como si se le hiciera un reciente revelación y estuviera analizando las dudas de quien era, y no eran rudos, pero sí persistentes y penetrantes, torcí la punta de mi labio y le devolví la mirada inquisitivo.

—Lo lamento mucho, pero no le conozco y si alguna vez nos vimos en el pasado, le pido mis más sinceras disculpas, mi memoria no es la mejor para reconocer caras. —dije tranquilamente, acabando con el silencio que se armo entre ambos.

JiMin, me observó una cantidad limitada de tiempo. Después armó una desconcertante sonrisa muchísimo más pequeña que la anterior y disparó sus ojos hacia JiHoo.

—¿De casualidad no conoces a otro pianista por aquí, YoonGi? —JiHoo me pregunto, con una mirada aburrida demostrando que le importaba poco si decía la verdad o no.

—Tendrías que darme más información que esa.

Mire de soslayo a JiMin, para que entendiera que eso iba para él, su cabello lucía aun más desordenado que antes.

—No tengo idea —respondió relajado, con una sonrisa ladina. Inmediatamente observe a JiHoo, puedo jurar ver una vena en su frente—, yo soló venía a esta escuela de mierda y lo oí tocar de camino, me fascinó, me gusto y lo quise encontrar.

—Ay por Dios ¿Me estas diciendo que me vienes fregando la paciencia por un Don Nadie que ni siquiera te dirigió la palabra una vez? —A JiHoo parecía arder de rabia, mientras lo aniquilaba con sus ojos—, ¡Ese pianista puede pensar que eres un jodido loco!

—No le pensaba hablar.

—Y una mierda, pedazo de cono. Tu estupidez no tiene fin, me largo, tengo trabajo y tú también deberías desaparecer de aquí si no quieres que el regente te saque a patadas.

Apreté mis labios y creí adecuado borrarme de esa conversación, me metí a uno de los cubículos del baño para cambiarme al uniforme deportivo de la escuela.

Al salir me encontre con que JiMin estaba subido nuevamente arriba de los casilleros, apoyado en la pared con un cubo rubix en sus manos, arquee una ceja, por más que busque a JiHoo no lo encontré en ningún lugar.

Entonces este pobre esta solo, matando su tiempo, y a juzgar por lo que veo, esta esperando que toque el timbre para pasar desapercibido entre los demás estudiantes.

JiMin miraba con atención el rubix, tenía una bandita en la mano izquierda, de esas que le colocas a los niños después de que raspan sus rodillas y ellos se alegran al ver los colores llamativos.

—¿Tiene problemas con eso? —comenté finalmente, al verle fruncir el ceño.

Paró sus movimientos y tiro de su mirada hasta chocar con la mía, entonces me doy cuenta que tiene los ojos más claros que los míos, JiMin tiene los iris como un par de caramelos de miel, de esos que comes cuando estás enfermo e indiferente a los míos los de él no lucen tan opacos: son expresivos, brillantes, vivaces y hasta me atrevería a decir que encantadores.

Una sonrisa socarrona se asomó en sus labios, luego movió el cubo un par de veces más a manos veloces y después me lo lanzó como si nada.

—No realmente.

Estaba perfectamente hecho.

—Ya veo —dije, ensimismado un segundo en el juguete, luego en sus ojos y finalmente en el frente—. Suerte encontrando a su pianista.

Le devolví su juguete y pasé por su lado con la intención de retirarme a la cancha, lo siguiente que oí fueron unas suelas estamparse contra el piso. Y el cubo rubix ser lanzado de nuevo en mis narices prácticamente.

Alcé una ceja preguntado silenciosamente si era a mí y qué quería conmigo.

—Sí, a ti —sonrió—. Y puedo jurar que eres mayor que yo, de todos modos me agrada el lenguaje informal, háblame informal —Me pare antes de salir, y cuando me dispuse a contestar él volvió a hablar—. Tengo diecisiete años.

Esa mirada sólo decía que me tocaba contestarle.

—Yo cuento con dieciocho.

—Entonces estamos en una edad cercana, así que me tomaré libertades —inhaló profundo, dió dos pasos—. Mira, yo no soy quién para decirlo, tampoco para desmentir quien demonios pretendes ser en publico. Pero tocas hermoso, YoonGi.

Mi cara se descompuso, una inminente corriente de pánico circuló por cada maldia vena de mi cuerpo y la idea de coser la boca de este chico me está resultando tentativa. JiMin estaba a veinte centímetros de mí, sin ninguna pizca de miedo o dudas en sus palabras. Me permití relajarme en mi lugar unos segundos para contestarle de una forma educada y no dejar escapar la paranoia que me causó con esa sola oración. Si se da cuenta que me afecta, ¿cuántas probabilidades hay de ser tomado como juguete personal de un Don Nadie? Aún si es precipitado o exagerado, el mundo es incierto y muy cruel.

—Siendo ese el caso, te digo, JiMin, que me parece que te estas equivocando de persona. 

Él extendió la punta de sus labios. Burlón, como si viera que miento descaradamente y sólo le generará risa mis intentos por ocultarlo. Pero el dilema es que no era mentira, yo ni siquiera sabía quién demonios era ese chico, ni de dónde había salido.

—No —reiterá, y se acerca un pasó con una mirada más que determinada—. Yo no me podría olvidar del tipo más pesado, egocéntrico, y asombroso con el que me he topado. Eres tú el chico que estaba en ese recital que se presentó, el que se equivoco en una parte y se le vino el mundo abajo, como si cometer un error fuera la pena de muerte.

Abrí los ojos de par en par.

—Pero qué estás... ¿Quién se supone que eres?

—Soy JiMin, Park JiMin. Oh, y si no lo recuerdas, fui el chico que te llevó en un pieza a tu casa después de comprobar que eres mala copa —alargó su sonrisa—. Pegas fuerte para tener unas manos tan delicadas.

Un ardor se instaló en estómago, sentí una enorme cantidad de vergüenza nublarme el juicio. Me quedé mudo porque no encontré una forma de defenderme ante este chico que me dejaba cada vez más metido en ese maldito ollo negro que fue el recital, y lo que pasó después de ese maldito día. Apreté mis dientes, esta vez me encargue de verle de una forma más analítica. Y no, nada de ese sujeto encajaba con la gente que había allí, entonces ¿Quién demonios es este sujeto? ¿Y por qué mis padres no me dijeron que llegue con alguien más a casa? Aunque no sé qué es mejor o peor.

Si ellos no me dijeron nada, es porque no lo vieron conmigo, de lo contrario la mar de preguntas acerca del por qué ellos no tenian conocimiento de este chico, no hubiera parado.

Volví a ver su cara, no pueden creer que yo haya sido el responsable de ese moretón. Trague con fuerza.

—Yo no... No recuerdo haberte golpeado.

De hecho, no recuerdo nada después de tomar el autobús de regreso a casa.

—Me metí con tus libros, no lo haré la próxima.

《¿Próxima? Si no tengo planeado verte ningún sólo día más》

—Gracias, supongo. —dije, e intenté disimular el repentino dejé de desagrado y apatía que me generó enterarme de lo que sabía acerca de mí.

—¿JiHoo lo sabe?

—¿Por qué tendría que saberlo? ¿Se lo haz dicho? —arqueé una ceja.

—No, para nada. Me lo he guardado yo solo porqué me hiciste jurar que no hablaría.

Pude respirar cuando lo escuché, sobre el aire que tenía retenido y asentí.

—Bien.

—Como también me prometiste que iríamos a cenar si no te metía en problemas con tus padres.

—Imposible —respondí inmediatamente—. Yo jamás invitaría a un desconocido a un restaurante.

En ese instante saco su celular de su bolsillo, esa maldita sonrisa me tenía hasta los cojones. Mis mejillas volvieron a enrojecer de rabia y ¿A estas alturas deberá seguir considerando que tengo una dignidad que defender?

—Dios mío... ¿Qué es eso? —mire horrorizado su celular.

De no ser porque me estoy viendo, juraría que no soy yo.

—¿Qué dices, chico pijo?

JiMin esta ahí, grabando. Lo único decente es que él parece más perdido que yo.

—¡Yooooo! Min, YoonGi —carcajada innecesaria—, prrometo, llevar a JiMin a una ceeeenaaaa, por ser tan genial.

¿Cena? ¡¿Por qué no desayuno?!

—Porqué a esa hora mi madre estará fregando toda mi cabeza con su basura escolar ¡Ni siquiera me gusta la escuela! Jajajajaj, ni los maestros, ni amigos, ni mis abuelos ¡Ni nadie en esa estúpida familia de mier-

—Apaga eso, Jesús, ¡apaga! —empujé su celular con mi mano, deje de oír ese estúpido video.

Él guardo su celular, no me atreví a mirarlo a cara.

—Pensé que recordabas algo.

—¿Crees que me haría el tonto contigo si me acordará?

—Pues... Sí, eres capaz.

Respiré hondo, tratando de tranquilizarme. Bien, la he fregado, y lo he hecho a lo grande. Si esas grabaciones llegarán a las manos adecuadas, mi estadía aquí y toda mi reputación se iría al caño. Maldita sea ¿En qué demonios estaba pensando?

Mis manos recorrieron mis cabello a jalones, mi respiración estaba cada vez más errática y por primera vez en muchísimo tiempo, no sabía qué demonios iba a hacer.

Una mano me tocó el hombro, alcé la vista y me alejé de ese toque. JiMin estaba mirándome otra vez, sin burla o mal, sólo estaba ahí, sereno y estúpido.

—No diré absolutamente, tampoco voy a difundir esto. Lo voy a borrar si estas más tranquilo con eso.

—¿Qué quieres a cambió?

—¿Eh? —Me miró con extrañeza.

—Sí haz venido hasta acá con esos videos cuando tranquilamente pudiste borrarlo y tomarlo como una cosa de una noche, es porqué seguramente quieres algo.

Sin dejarlo decir algo más empecé a buscar mi billetera entre la mochila, aunque sólo tengo menos de mil wons ahora mismo, podría dejarle algo en garantía hasta que pueda pagar la factura de mis errores. Suspiré, castigo divino, eh.

—No quiero tu dinero —Su mano se acercó a mí, sin llegar a tocarme de último momento, pero se mantenía ahí. Detuve mi acción—, en verdad, no me interesa tu dinero en lo absoluto. Ni siquiera me interesa la cena, sólo quiero oírte tocar el piano.

—¿Sólo quieres eso? 

—He estado viniendo aquí porque me trae mal tu talento, ¿qué problema hay?

Lo miré con desconfianza. Apreté mis labios y dudosamente asentí. Jesús, ¿qué le inventó a mis padres?

—Sí tienes problema con tus padres, puedo esperar. —pareció leerme en segundos.

—¿Qué tanto sabes de mi situación familiar?

—Tu familia tiene severos problemas en la cabeza.

Que mier...

—El sábado vendré a la biblioteca a las cuatro de la tarde —titubee—, no seria mentira porqué sí estudiaré, coincidamos ahí ¿Te basta con una canción, verdad?

Pude leer en su cara que no, que pareció meditarlo. Pero finalmente asintió.

—Quiero la misma que estabas tocando ese día.

Un malestar le instalo en mi estomago, tenía que ser esa.

—Bien, nos vemos el sábado entonces —Me di la vuelta—. Y JiMin, no difundas ese video.

—Tienes mi palabra. —rectifica.

Casi suelto una risa irónica, ¿qué tipo de valor puede tener la palabra de un desconocido? No vale un solo peso. Salí del baño justo cuando tocó el timbre, JiMin salió atrás de mí pero él fue en otra dirección. Cuando pude estar en soledad, mis manos empezaron a picar ansiosas.

Abrí los ojos con sorpresa cuando noté que sostenía el cubo de JiMin, parpadeé un par de veces, quise devolver el objeto pero él ya se había ido sin dejar huella alguna. Tomé la decisión de meterlo a mi mochila y devolverlo la próxima vez, aunque el deseo de tirarlo lejos de mi cuerpo me tentaron un par de veces, por la mera frustración que me hacía sentir su portador. ¿Qué ha pasado esa noche? ¿He hecho algo más difícil de ignorar? ¿En qué situación me encontré con ese chico?, con la presión en mis labios, llegué a la conclusión de que es mejor si ningún recuerdo pasa por mi mente. Olvidarme de ese día y de ese muchacho, será más sencillo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top