Fugaz encuentro


Apenas se bajó del taxi vio que el tugurio donde había quedado en encontrarse con el padre no desmerecía para nada la zona en que se localizaba.

Cercano al puerto, el olor que se percibía era desagradable. Pensó con sorna, "es un puerto, reúne todos los olores del mundo".

Su malhumor era inversamente proporcional a lo que estaba acostumbrado a gustar.

Había logrado abrirse camino profesional el que lo llevó a viajar por todo el mundo gozando de sus placeres.

En ese momento reflexionó "no formé una familia" pero rápidamente desechó el pensamiento que lo adjudicó al próximo encuentro con el padre y no que la carencia de una propia sea un gozo del que se privó; y eso acrecentó su malhumor.

Se vio parado en la puerta del local y otra vez los olores dominaron sus cavilaciones "olores de un lugar sin vida" pero se sorprendió con ese pensamiento y se dijo: "estoy anclado en la relación que nunca tuve con mi padre".

Quiso entrar pero se detuvo; otra vez el juicio lo sorprendía antes de la acción.

"Paradójico, hasta donde conozco él siempre tuvo un buen pasar y de últimas, le ofrecí encontrarnos en mi hotel, le propuse que le mandaría un auto a buscarlo pero se negó".

De pronto se advirtió cruzando las miradas con una persona acodada en la barra, "soy yo pero más viejo". Es lo último que razonó mientras caminaba al encuentro.

No hubo abrazos ni efusiones, un simple "hola" dicho al unísono y una invitación a beber algo "estoy tomando un whisky, pido otro para vos?" preguntó el padre mientras el hijo se desentendía de la pregunta y pedía una cerveza "cualquier marca" expresó al barman (si ese puesto cupiera en el lugar reflexionó).

Padre e hijo quedaron enfrascados en sus propias ideas.

El padre incapacitado de poner en palabras el porqué del abandono cuando el hijo contaba con apenas cuatro años y al poco tiempo de la trágica muerte de la madre.

El hijo preguntándose la razón de este encuentro.

Sus padres (en realidad quienes lo habían criado con amor y dedicación exclusiva por ser hijo único) habían insistido de modo apremiante para que se realizara.

Recordó que siempre lo mantuvieron al tanto de la existencia del padre al que describían como una buena persona sin entrar en mayores detalles.

El hijo en su juventud le había escrito con muchas preguntas pero no obtuvo ninguna respuesta.

Curiosamente el hijo no tenía en esos momentos sentimientos de rencor por el abandono a pesar que toda su vida mantuvo el enojo por ello.

Miraba de reojo al padre y lo vio con su calvicie y su barba incipiente." Debo asumir que a mí caída de pelo lo único que la detendrá es el piso" se dijo con humor sombrío, momento en que terminaba su cerveza y pedía otra.

La acción de hablar le recordó el encuentro y el silencio que no podía ser quebrado por ninguno de los dos.

Se sintió incómodo. Tomó la nueva cerveza y dijo "ya vengo".

Afuera corría una suave brisa que había limpiado un poco los olores percibidos al llegar.

Bebió un trago largo y se encontró rememorando los años que había transitado con el padre y la madre.

No tuvo dificultad en ello sus padres de crianza le habían dado las fotos de esos momentos.

En ellas se veía él con el rostro idéntico al de la madre. "Raro" se dijo "al ver a mi padre me reconocí en ese rostro en mi vejez".

Las fotos los mostraban en momentos felices, fiestas y algunas de lugares que parecían de vacaciones.

Los tres riendo y con los rostros distendidos de quienes llevan una vida feliz dentro de la normalidad.

De pronto se percató que las fotos se transformaron en memoria, no de lo contado e imaginado sino de lo vivido.

Tuvo presente a una madre dulce con olores que transmitían dulzura y un padre cariñoso, siempre atento a su hijo, participando de sus juegos y se asombró por sentir una intensa alegría.

Adentro, el padre por los vericuetos del azar o del momento, había transitado el mismo camino con las mismas imágenes y se encontró con una tenue sonrisa de felicidad dibujada en el rostro.

Evocó el porqué del lugar de reunión, era el sitio que había encontrado después de la muerte de su esposa para escurrir su dolor. "nunca lo logré" reflexionó.

Cerca sucedió la tragedia que lo dejó viudo.

Su mente se situó en ese instante en las motivaciones por las que había pedido reunirse con el hijo.

Sabía lo cercano de su muerte. Cuando tuvo el diagnóstico se entregó mansamente a ese destino y rehusó cualquier tratamiento.

No buscaba el perdón del hijo por el abandono pero le parecía una traición irse y que él desconociera los porqué.

En aquellos tiempos de dolor alcohol y drogas, le resultaba desquiciante contemplar el rostro del hijo donde veía a la perfección el rostro de la esposa muerta a la que tanto amaba.

Allí decidió entregar el hijo a su hermano con el que prácticamente no tenía trato pues joven había emigrado regresando contadas ocasiones que los terminó por volver extraños.

Primero fue esa razón, después la costumbre y finalmente el olvido.

El padre nunca había podido reconducir su vida y la empatía se le fue anestesiando.

Fue en ese instante que como un rayo pensó en los años que perdió de vivir con el hijo y se sorprendió de sentir una profunda tristeza.

Mientras el hijo estaba con sus pensamientos comenzó a distinguir un llanto quedo pero que notablemente transmitía un profundo dolor.

Buscó de donde provenía y descubrió en la obscuridad a unos cuantos metros, una mujer que escondía su cara mientras lloraba.

La observó un momento y trató de ver si descubría las causas de ese doloroso llanto.

Se acercó a la mujer, le habló con las palabras que se dicen en esos momentos pero solo tuvo la respuesta del llanto.

Instintivamente la abrazó para transmitirle consuelo y no pasó un instante cuando sintió la brutalidad de una fuerza que los separaba mientras un hombre en un idioma que no conocía le hablaba y gesticulaba.

El hombre se volvió y dirigió agresivamente a la mujer mientras se le acercaba.

El hijo intuyó unos próximos golpes a ella. Se interpuso entre ambos mientras se percató que su voz tenía una tonalidad que nunca le había sentido. Era sumamente agresiva.

Fue en ese instante que la noche iluminó el perfil del cuchillo en la mano del hombre y él supo que el cuchillo había cumplido su finalidad mientras perdía la noción del lugar y del tiempo.

Adentro el padre ya esperaba con ansias al hijo, había encontrado las palabras y con los recuerdos el ánimo para intentar vivir en el poco tiempo que le quedaba lo que no se había vivido en los tiempos del abandono.

En eso estaba y no prestó atención al sonar de las sirenas que se oían cada vez más cercanas ni dirigió la mirada a la gente que alborotada se agolpaba para salir, dejando prácticamente desolado ese piringundín

Dedicado a Ambrose Gwinett Bierce

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