5

Esa noche no pude dormir. Desde algún lugar llegaban los gritos, algunos de injuria y otros, desgarradores. ¿Qué atrocidad puede hacer que un soldado grite así? En mi caso, aunque tuve cierta preparación, nunca me acostumbré al dolor físico de la forma en que lo hacían los soldados de alto rango. Mi experiencia anterior fue más que suficiente para derribarme emocional y físicamente.

Ese tiempo de vida lo utilicé para pensar en las razones por las que no acompañaba al cadáver que aún seguía en el piso de la habitación. No me era ajeno ver a un hombre muerto; ver un cuerpo desprotegido de cuidado o indigno de un entierro; ver como robaban cuerpos vivos a cuerpos muertos, como parásitos. Era la guerra. No importaba si eras enemigo o amigo, simplemente, habían cosas que sucedían y se daban de una forma no humana para humanos.

Ahora, la pregunta era: ¿cómo sigues con vida cuando todos te odian? No tenía idea; el sujeto en el suelo había muerto por cosas menores. Si lo comparaba conmigo, era un soldado espía, un problema, sí, pero al mismo tiempo no. Si eres un traidor, mueres como traidor. Sin embargo, yo era un médico, una "especie" que debía ser cazada; también, era de otro ejército, por ende no podrían utilizarme para ayudar a los asesinos de mis amigos; y, por último, no serviría como señuelo o moneda de cambio porque no tenía ningún documento que me uniera a este mundo. En otras palabras, el saco de huesos y tejidos en el suelo valía más que yo porque había alguien que lo esperaba para obtener noticias.

—¿Por qué me drogaste? —Le pregunté—.No te hubiera servido de nada. ¿Eres amigo de la enfermera? ¿Ibas a vengarte? —Suspiré—. Te acercaste demasiado a alguien que está condenado a muerte. No tengo con quién hablar... Kris dijo que soy muy conversador, no lo creo, es decir, él era mi único conocido, obviamente solo quería hablar con él. ¿Estás aburrido? ¿Cuánto tiempo llevabas como espía? —Miré el techo—. Me torturarán por tu culpa, espero que tu amiga esté feliz. —Comencé a llorar—. No quise dispararle por la espalda... yo, solo quería volver a casa... Me estoy volviendo loco. ¿Tengo fiebre? —Llevé una mano a mi cabeza, los cinco dedos seguían borrosos—. Tengo un poco de fiebre y estoy alucinando.

—¿Te autodiagnosticas? Que interesante... —Parpadeé y enfoqué mi vista en la figura que sostenía un maletín. El cuerpo era pequeño, tenía con quien compararlo, su piel estaba levemente tostada, sus ojos eran grandes; su presencia me daba una inseguridad extraña, como si no supiera qué clase de cosas podría hacerme—. Bueno, todos pueden decir si tienen fiebre o si se sienten mal, pero saber que se está alucinando es algo que no todos pueden diferenciar. —Los anteojos que llevaba reflejaron el bulto en el suelo —. Le dije que tenía que sacar la basura, no estoy acostumbrado, en casa, a trabajar en estas condiciones. Abrió el maletín, los instrumentos de acero brillaron, incluso con la poca luz que había; sacó una caja con divisiones, había toda clase de botellas en los compartimientos y, algunas pastillas—. Antes que nada, todo esto que ves aquí, —señaló con un barrido de mano— no sé cómo usarlo. No soy médico. Solo sé curar heridas leves.

—Mmm... —No tenía el suficiente coraje para contestar.

—¡¿Te cortó la lengua?! —Sus ojos se abrieron—. ¿Acaso es idiota? Tenía la esperanza de que me dijeras cómo ayudarte. ¿Qué voy a hacer ahora? —Pensé por un momento y me atreví a contestar.

—¿Qué... ¿Qué tienes en la caja? —Me miró un segundo y luego comenzó a revolver la caja.

—¿Medicamentos? ¿Vacunas? Agua oxigenada...

—Necesito agua. —Se dio la vuelta y fue hasta una esquina; noté que arrastraba un poco la pierna izquierda y que la derecha hacía todo el esfuerzo.

—¿Estás lastimado? —Su espalda se puso recta y volvió con un vaso con agua. Era evidente que no quería hablar de eso. Me levanté un poco y tomé el líquido; mi garganta sintió el alivio al instante. Fue el único que me trató como un ser humano. Debía ser agradecido, ¿no? —¿Puedo ver tu herida?

Sus ojos miraron hacia la puerta, quería irse. Si se negaba era porque, obviamente, no confiaba en mí. Por mi parte, no iba a insistir si él no quería. En sus ojos podía ver que dudaba; debía doler mucho.

—¿Puedo ver tu herida?

—Pero si apenas puedes levantarte.

—Solo, no me ataques... estaré bien con eso.

—¿Atacar?

—Sí, una vez un soldado estaba tan adolorido que me empujó y caí sobre mi compañero. —Sonreí—. Aunque, si te duele... bueno...

—No, estaré bien. —Me cubrí con las sábanas y bajé se la camilla, era torpe, pero por suerte podía con mi pobre existencia.

Con vergüenza se bajó el pantalón y me mostró la venda que tenía en su muslo izquierdo, pedí permiso y la retiré con cuidado. Tenía un corte que, por suerte, solo necesitaba una sutura. Busqué en algunos instrumentos en el maletín, desinfecté la herida y, con ayuda de la anestesia local realicé la sutura.

—¿Las vendas?

—En el cierre de abajo. —Revisé el maletín y tomé las vendas.

—No dejes que te golpeén. Si vas a bañarte no dejes que el agua moje las vendas.

—Sí... —Se subió con cuidado el pantalón y se volvió a sentar.

—Por cierto... —No debía ir más lejos, pero lo creía necesario—. No tomes nada, ningún medicamento extra.

—Yo, solo tomé unos antibióticos.

—Bueno, debes dejar de hacer eso. —Señalé su vientre—. Si lo haces, a alguien le puede caer muy mal.

—¿Qué? —Se miró un momento. No me extrañaba, era claro que se trataba de un primerizo.

—Estás embarazado. —Sus ojos se abrieron—. No me mires así. He atendido más embarazos de los que parece, de hecho, en mi residencia tuve que asistir a un doncel.

—No puedo estar embarazado.

—Bueno, ahora no se nota, pero calculo que debes estar de cuatro meses... Tu bebé se está mostrando lentamente, un mes más y dirá hola—. El chico se quedó en silencio—. Un doncel embarazado no debería tener ese tipo de heridas, es malo para tu salud.

—Fue... en un ataque.

—¿No le dijiste a nadie?

— ...

—¿Y tu pareja? —Me incliné un poco para ayudarlo a levantarse, pero mi muñeca fue doblada en seco sobre mi espalda.

—¡Kyunsoo! —Escuché detrás de mí.

—¿Qué mierda haces? —Él estaba por bajarse.

—¡No! —La fuerza en mi brazo se intensificó; pero me importaba una mierda—. Recuerda lo que te dije, es muy malo... —Kyunsoo me miró y volvió hacia quien me sostenía.

—¡Suéltalo! —El dolor disminuyó, pero mi brazo seguía en el aire—. ¡Suéltalo, Kai! —Caí de rodillas junto a la cama y sujeté mi muñeca; Kyunsoo bajó con tranquilidad, en su pecho podía ver que su respiración estaba alterada.

—No está rota. —Respondí y lo vi calmarse un poco—. Creo que te metí en problemas.

—¿Tienes hambre? —Me dijo.

—¿Qué estás haciendo Kyunsoo?

—¡Cierra la boca! Tus estupideces están alterando mis nervios. ¿Qué haces aquí para empezar?

—Vine a buscarte, ¿por qué todo tiene que ser tan dificil contigo?

—Bueno, puedes irte con alguien más, con lo que me importa—. Suspiró. —Me dieron la orden de estar aquí, para ayudarlo a que se recuperara y tu vienes y lo arruinas todo.

—¿Te enviaron aquí? —Sus botas pasaron junto a mí—. Tenemos que irnos—. ¿Iba a levantarlo?

—No puedes hacer eso. —Se me escapó desde algún lado.

—¿Qué? —Él tipo me miró. Estaba tan drogado, que por alguna razón me resultó divertido.

—No puedes cargarlo como un saco de papas. —Estaba cansado de estos soldados de hojalata.—. El bebé, —señalé el vientre de Kyunsoo—, puede salir lastimado.

—¡No me toques! —le gritó el más pequeño. Él grandote se quedó estático y su rostro fue reproduciendo lo que su cerebro entendía. Al parecer había pasado el test de paternidad.

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