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Mi tía me sostenía la frente mientras yo gritaba y suspiraba sin pausa. A bebé se le ocurrió nacer en medio de la noche y mientras estaba entrando a un sueño profundo y terrorífico. ¿Quería despertarme? ¿Él también estaba viendo esas atrocidades conmigo y por eso se asustó?

—¡Duele! ¡Me... duele!

Solo estábamos nosotros dos, mi tío esperaba afuera y solo tenía permitido entrar si mi tía lo llamaba. Ella no me dejaba ver más allá de sus manos, pero yo tenía experiencia indirecta en esto. Un parto puede tener una connotación de amor y vida, pero no deja de ser un proceso biológico, sangriento y algo asqueroso. Un ser humano, pequeño, saliendo de otro que pasa por terribles dolores que pueden durar horas o un día completo. Se estaba liberando a un ser que vivió nueve meses tranquilo en un recinto de calor, humedad y alimento.

—Mocoso... —articulé al oir su llanto. —Eres un pequeño mocoso llorón.

Mi pobre tía hizo enormes malabares tratando de reproducir los consejos que le había dado los días anteriores. El señor Oh intentó abrir la puerta pero desistió al escuchar el grito de bebé.

—Es un hermoso niño —, me dijo ella. En sus ojos había una dulzura acogedora y triste, no quería ese tipo de miradas para mi hijo.

—Gritó muy fuerte. Voy a arruinar tus noches de sueño.

—Cariño, esta cosita con la energía que consume no durará una hora despierto. —Lo colocó entre mis brazos y llamó a mi tío. El pobre hombre estaba sudando y con sus manos apenas podía sostener la cámara. —Toma la foto, ¿no ves que el bebé dormirá pronto?

Su ropita la había visto en una vidriera a las afueras de la ciudad, las mujeres de la tienda quedaron aturdidas cuando me notaron, pero yo solo quería memorizar algunos patrones para usarlos en bebé. Dos conjuntos me gustaron; volví al auto y tomé el camino que llevaba a la casa de mis tíos.

Transité por el vecindario y me estacioné frente a la puerta de la familia Oh. Un par de mujeres pasaron con cuidado cerca y se fueron rápidamente. No había niños corriendo por las veredas como antes.

—¿Busca a alguien, joven? —. Me di la vuelta y vi como un rostro tranquilo se transformaba en una mueca desagradable y vieja. Recordaba a ese hombre, sí, al padre de mi supuesto prometido. Parpadeó unas cuantas veces, pero no se movió del lugar.

—Busco al señor y la señora Oh. —Era redundante e innecesario decirlo, sin embargo, no parecía fuera de lugar cuando había pasado tanto tiempo desde la última visita.

—Salieron. Fueron al cementerio.

—¿Por qué? —No teníamos otros familiares allí, de mi madre no había nada en este mundo, ¿a quién fueron a ver?

—Se supone que a su unico sobrino — respondió y siguió de largo por la vereda hasta la esquina, un par de veces se giró para ver, tal vez desconfiaba de sus propios ojos.

Estaba oscureciendo y mi pies y espalda estaban lamentando el viaje de tres días por la carretera. Solo tenía hambre, la sed la había controlado con un par de botellas que encontré en un refugio de camino a la ciudad. Volver al asiento del auto terminó siendo más cómodo que esperarlos afuera, además, desde el interior podía verlos perfectamente a pesar de las manchas y el polvo.

—¡Dios mio! —mi tía cayó de rodillas y sacudió sus manos como si intentara espantar algún insecto. —¿Qué está pasando? —Sus ojos se humedecieron y se cubrió la boca.

Entre todo ese teatro de reencuentro y temor, fui llevado hasta el interior de la casa. Mi tío seguía caminando de un lugar a otro buscando comida o cosas que le pedía su esposa. El movimiento de sus cuerpos contradecía la parálisis de sus pupilas, ¿por qué no cerraban los ojos? ¿Por qué ella no soltaba mis manos?

—Debes tener hambre... —se detuvo al notar mi evidente estado. Volví con vida y, con peso extra. No pensaba culparlos si decidían echarme por no representar el modelo virtuoso que la comunidad tanto deseaba. ¿Me dolería? Sí, pero también era consciente del rechazo latente que flotaba sobre mi.

—¿Te sientes mejor ahora? —dijeron con voz nerviosa y se sentaron, con algo de dudas, frente a mi.

—Sí... —era verdad, las cosas no habían cambiado, sentía vergüenza frente a las personas que consideraba buenas y puras. Pero, frente él no tenía ningún tipo de pudor. —Gracias. 

Yo sabía que ellos esperaban respuestas o anécdotas crudas que después me ayudarían a olvidar, pero yo no quería causarles daño con la verdad. En el fondo, la promesa que le hice a mi bebé en esa caja de chatarra me empujó a bajar la vista.

—Me casé —, dije de la forma más risueña que pude y ahogado mi voz un poco al final. Ellos se acomodaron en el sillón y cruzaron sus manos sobre sus regazos. —¿Les dijeron que había muerto? — Mi tío se arrojó sobre la mesa del centro y tomó unos papeles.

—El cartero trajo esto una mañana y nos dio el pesame —, sus dedos temblaban al intentar sostener el sobre de papel.

—No fue la única encomienda que llegó al pueblo esa mañana. Fue muy pesado para digerir, de la nada había treinta lápidas más en el cementerio, todas vacías. — Sacudió su falda e intentó ordenar los documentos para volverlos a colocar en el sobre, no hubo caso, todo terminó arrugado y abandonado debajo de la mesa.

—En poco tiempo tendré a mi bebé y necesito un par de cosas—, susurré.

—¿Qué necesitas Sehun?

—No hay hospitales, por lo que debo conseguir cosas para el día de parto y ropa para el bebé. —Lo pensé por un segundo y liberé la noticia: —El papá de mi hijo está muerto, necesito que me permitan quedarme hasta que pueda cuidar bien de él.

Ambos se aturdieron entre sí al intentar responder, se interrumpían y silenciaban.

—Cariño, esta es tu casa. —Se veía orgullosa y contenta al saber que mi embarazo había sido concebido de una forma idílica o heroica por un comandante tal y un joven doctor; algo romántico que seguro le contaría a sus amigas. Por otro lado, mi tío se veía afligido. —Te ayudaré a cambiarte y mañana iremos a buscar esas cosas, muchos estarán felices por volver a verte.

El conjunto le quedaba bien. Cuando lo tuve en mis brazos, me alertó la sensación de su bajo peso, se veía muy pequeño y frágil.

—No nos cuide muy bien, ¿verdad? —me lamenté. —Lo siento, cariño. Te cuidaré mucho más de ahora en adelante.

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