19

—¿Por qué no me lo dijiste? —Kyungsoo levantó la cabeza y miró los azulejos.

Kris salió de la habitación y se acercó a mi. Le había pedido que me comunicaran cualquier cosa a mi primero y yo se lo transmitiría a Kyungsoo.

—¿Cómo está? —Kris seguía aturdido por mi regreso.

—Está estable, pero casi no la cuenta. —Me dijo en voz baja—. Tenía heridas internas.

—¿Y la herida de bala? —Él me vio con mala cara.

—Era una picadura de mosquito comparado con golpe del cuello y a las dos costillas rotas. —Se rascó la cabeza.

—¿Podrá caminar?

—Sí, llegó justo a tiempo... ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien. —Sacudí mi cabeza—. Necesito que revisen a Kyungsoo, está embarazo de cinco meses, aproximadamente.

—Estoy frente al mejor... —Sonrió—. Si te sientes bien, —abrió paso— la sala es completamente tuya.

Asentí y tomé la mano de Kyungsoo para que me siguiera. El pobre chico seguía absorto en las palabras que le dijo Kai antes de que lo llevaran a cirugía: —Deja de llorar. No estoy muerto. 

—Está bien. —Dije mientras encendía un ecógrafo—. Podrás verlo en unas horas. —Su cabeza se levantó como un látigo.

—¿En verdad?

—Sí, no creo que se quede en silencio y reposando si no te ve cerca. —Negué.

—No saben quiénes somos. —Se recostó en la camilla.

—No, y no deben saberlo. —Él sonrió de forma amarga.

—Es el segundo ejército que me recibe sin tener idea.

—Aquí está tu pequeño, —le señalé el monitor— es muy fuerte y sano. —Sus ojos se abrieron con sorpresa y el bebé se movió un poco—. Escuchas eso, es su corazón.

—No quiero llorar. —Se contuvo y sonrió—. ¿Es un niño?

—Sí, eso es lo que parece. —Le di unos pañuelos para que se quitara el gel. Guardó la foto de su bebé, seguramente para que Kai la viera—. Tenemos que darnos un baño y cambiarnos de ropa.

La ropa limpia y una visita, un tanto tensa, le cambiaron completamente el día a Kyungsoo. El chico tenía un carácter fuerte, pero era muy dulce y atento; no dudaba en que eso fue lo que atrajo a Kai.

Por otro lado, el comandante Choi me mandó a llamar y, después de dejar a la pareja, me dirigí a la oficina de mi superior con el peor de los presentimientos.

—¿Dónde encontraste a los refugiados? —Me preguntó un amable secretario.

—Estaban perdidos al igual que yo. Los conocí cuando buscaba refugio. —Repetí lo que me había preparado para ese día, tenía un dolor en el corazón por tener que mentirle a mi gente—. Son una pareja; uno de ellos estaba muy mal herido.

—El comandante me dijo que te esperaba. —Sonrió—. Es un gusto tenerlo de vuelta doctor Oh. —Se levantó y me abrazó—. Te extrañé tanto, Sehun.

—Yo también, Tao. —Le correspondí—. Estoy bien. —Mis dedos temblaban sobre su espalda. 

—No podía creerlo... cuando llegó el comunicado esa mañana, me desmayé y Kris estuvo con nosotros todo el tiempo. Él también la pasó muy mal, pero... estoy tan feliz.

—Me alegra volver. —Tao sonrió.

—Hablaremos después. —Me liberó.

Había extrañado a mis amigos y la vida. Extrañaba la tranquilidad y el cuidado que recibía en el hospital de campaña. Pero, estar caminando a la oficina de Minho me hacía sentir mal, como si algo estuviera fuera de lugar. Miré a mi alrededor. Los cuadros seguían siendo básicos, paisajes y flores secas, con ellos se buscaba lograr una especie de calidez hogareña o familiar. Muchos de los adornos eran donaciones de ciudadanos que querían contribuir, aunque sea un poco, a la causa de los SUBS. Nuestro logo había nacido de la misma manera, un artista entrado en años lo diseñó para inspirar a nuestros soldados y a la nación. Su creador ya no estaba entre nosotros, pero su legado quedaría para todos los que nacieran bajo el escudo de los SUBS. 

—No puedo tener una foto, pero el cuadro de girasoles pintado con lápices de colores violetas y rojos siempre estará en mi bolsillo. —Dijo Minho que me observaba desde la puerta. 

—¿La enviaron? —Lo miré sorprendido—. ¿Aún llegan correos? 

—Taemin me dijo que los gemelos querían darme un regalo de cumpleaños. —Suspiró—. El correo casi se pierde. Es una mierda que no puedan poner mi nombre o los suyos por temor; fue una odisea encontrar esa carta. —Sonrió y caminó hacia su oficina. 

—Todo es muy complicado. 

—No lo sé. —Abrió una carpeta—.  Como debería decirlo... ¿Es un milagro? —Su tono estaba apagado—. No dejaste que te revisaran. 

—No lo considero necesario. 

—Un médico nunca diría algo así. No voy a obligarte, pero debo recordarte que no debes guardarte lo que ocurrió, no importa lo que sea. De hecho, hasta para lo más pequeño debes pedir ayuda. 

—Estoy bien. —Su mirada cambió—. Estoy bien, Minho.

—Sehun, deje que lo revisen y hable con quien sea, pero hágalo.

—No voy a explotar, si eso le preocupa —argumenté—. No tengo nada que agregar a lo que informé cuando llegué.

—La base fue atacada por la noche, solo sobrevivieron tres personas, dos de ellas era espías de territorio enemigo. En medio del camino, tuve que matar a ambos para garantizar mi seguridad. —Leyó—.  Vagué durante semanas, huyendo y buscando ayuda. Encontré a una pareja, ambos debilitados, uno en especial, estaba muy mal herido. —Cerró la carpeta—. ¿Qué sucedió durante esas semanas?

—Estaba perdido y ellos me ayudaron un poco. —No era mentira, Kyungsoo había sido un gran cable a tierra para mi.

—Kai, no está en nuestros registros. —Mi cuerpo tembló ligeramente—. Y su pareja, menos. Por ahora me preocupa el primero porque Kris quiere derivar su caso a un centro especial en la ciudad. Necesitará viajar en un avión sanitario y quiero saber más cosas sobre él. —Me levanté.

—¿Por qué? ¿Qué le ocurre? ¿No estaba estable? —Sacudí mis manos.

—El doctor Kris no quiere que te sobrecargues.

—Es mi responsabilidad. —Bajé la voz—. Por favor, dígame que sucede.

—La operación fue algo de emergencia, pero si quiere volver a una vida normal debe ser atendido en  la ciudad. Hay cosas en las que no podemos ayudar aquí.

—¿Su pareja irá con él? —Mi mayor preocupación era Kyungsoo.

—Eso no es posible, sería demasiado riesgoso. —Caí en la silla—. Debemos movernos con cautela.

—Su pareja está embarazada, se necesitan.

—No puedo tomar un riesgo tan grande.

—Él no se irá. —Suspiró.

—No hay opción y lo sabes. —Colocó su sombrero sobre la mesa—. Si los dejo ir, puede que no lleguen a salvo. Conoces los viajes, los refugiados son nuestra prioridad, y si tengo que enviar uno por uno a la ciudad para garantizar su seguridad, así lo haré.

—Debo hablar con ellos. —Me dirigí a la salida.

—Entiendo lo que se siente, pero no siempre podemos hacer lo que queremos —me dijo.

Cubrí mi boca mientras caminaba por los pasillos.

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