51. París - La antesala a una tragedia

El vuelo de Paris a Lyon ha durado exactamente una hora y cinco minutos, pero a mí lo que me sorprende es lo rápido que se ha dormido Tyler tras tomarse una pastillita de valeriana y pasiflora. Antes de que llegase a despegar el avión, ya estaba hundido en el asiento de mi lado y con la boca entreabierta, dormido como un bebé en el regazo de su madre.

Cuando llegamos al aeropuerto de destino, nos subimos a un taxi mientras que Tyler habla en francés por teléfono con sus abuelos para avisarles de que ya estamos llegando. Tengo que reconocer que escucharle hablar en este idioma tiene hasta un toque sensual y excitante. Puede que la próxima vez que hagamos el amor, le pida que me hable un poco en francés. ¿Cómo sonará una grosería en francés? Tiene que sonar bien bello. Sonrío ante mi ocurrencia y Tyler, que permanece sentado a mi lado en el taxi y con el teléfono pegado a la oreja, me mira de reojo y me devuelve una sonrisa sin entender lo que me causa tanta gracia. Si él supiera...

Nos alejamos de la ciudad y nos adentramos en una zona más tranquila, hasta llegar a una urbanización con vigilancia en su entrada. Pasamos junto a unas pistas de tenis, un club social y finalmente el taxi estaciona frente a una enorme casa de ladrillo rojo, cubierta de hiedra y con muchos árboles sin hojas en la entrada. Supongo que en primavera debe ser un espectáculo ver todos esos árboles florecidos y llenos de vida y color, pero ahora lucen un tanto tétricos y oscuros. El sol brilla sobre nuestras cabezas, pese a que sus rayos no calientan pues estamos a finales del invierno. Tyler le paga al taxista y yo aprovecho para bajarme y descargar las maletas del maletero.

Hubiese preferido ir a un hotel, pero Tyler me dijo que cuando avisó a sus abuelos de nuestra breve visita, estos se empeñaron en que nos quedásemos en su casa a dormir y que bajo ningún concepto iban a permitir que durmiésemos en otro sitio. Esto me incomoda bastante porque yo prefiero estar a solas con él y nadie más. Para unos días que tenemos...

Cuando el taxista se va, me quedo mirando a mi chico cuyos ojos verdes observaban la casa con un brillo de curiosidad.

—¿Has estado aquí antes? —pregunto enarcando las cejas. Lo cierto es que no se lo he preguntado antes.

—Sí —hace una pausa—. Aunque era muy pequeño como para acordarme.

Juntos, avanzamos hasta la puerta principal de la casa y al tocar el timbre, se escucha al otro lado el ladrido de un perro de raza pequeña que corre avisando a los dueños de que hay visita. A los pocos segundos se escuchan unos pasos, la puerta se abre y por ella se asoma una señora de pelo blanco y corto, con un vestido negro, un delantal de flores, unas gafas de pasta que le dan cierto aire intelectual y los ojos llenos de emoción al ver al chico que tengo a mi lado.

—¡Mon Dieu! ¡Mon enfant! —exclama la mujer con los ojos desorbitados y abalanzándose sobre Tyler.

Parece que se alegra mucho de volver a ver a su nieto y no puedo evitar sonreír por ello. Debe ser bonito reencontrarte con un familiar después de tanto tiempo. Ahora mismo me siento como cuando veo esos programas de la tele donde familiares que estaban distanciados, reñidos u olvidados, se reencuentran tras muchos años y todo el público acaba llorando de la emoción.

De manera sorpresiva, una especie de pequeña bestia sale corriendo de detrás de la señora y como un rayo, viene directo hacia mí. El pequeño animalillo, que es un perro de la raza bulldog francés, llega hasta mi maleta de Moschino, la olfatea con curiosidad y cuando voy a agacharme para acariciarlo, levanta una pata trasera y mea la maleta con toda la tranquilidad del mundo, mientras que me mira con satisfacción y la lengua le cuelga hasta el suelo.

—¿Qué? ¡Pero... largo de aquí, bicho! —grito sacudiendo mis brazos y mis manos a lo que el perro ni se inmuta y sigue con la pata en alto, soltando el chorro amarillento.

¡Será cerdo! ¿Qué les pasa a los perros franceses? ¿Es que aquí no ven el encantador de perros o qué? ¿No los educan?

Busco con la mirada a la mujer que abraza a su nieto y que lo besuquea por toda la cara de forma muy sonora, para que me ayude con su molesta mascota y su más que evidente incontinencia urinaria.

—Van Ghog! Viens ici! —lo llama ella soltando a mi novio y corriendo a por el bicho de cuatro patas.

Tyler observa la escena encantado y suelta una carcajada agarrándose de la barriga en cuanto ve mi cara de horror al analizar la maleta orinada por el can. ¡Joder! Un chucho acaba de mear sobre ochocientos dólares de diseño, tendencia y buen gusto. Estoy segura de que esto para algún artista bohemio de por aquí esto será arte, pero a mí no deja de parecerme un delito atroz, además de repugnante.

La mujer mayor consigue atrapar al perro y me lanza una mirada de disculpa, mientras que le ordena al animal en repetidas ocasiones que vuelva a entrar en casa. Es curioso, pero el perro obedece y se va moviendo el rabo con alegría.

—Pardonne! El perro es muy poco educado —dice la mujer con un acento francés muy marcado—. Limpiaremos tu maleta, no te preocupes, querida. Por cierto, me llamo Marie.

Me quedo mirando su mano tendida hacia mí y se la estrechó con una sonrisa condescendiente. No quiero que piense que soy una antipática, aunque sigo molesta por lo de su perro descarado.

—Marie, ella es mi novia, Olivia —me presenta Tyler acercándose por detrás y sujetándome por la cintura con una mano.

Sus palabras son como un torbellino de emociones que logran acelerarme el corazón. ¡Me ha presentado como su novia! ¡Y nada más y nada menos que ante su abuela! Oliva, la novia de Tyler... me encanta. Si me hubiesen dicho esto cuando nos volvimos a reencontrar aquella noche en la que yo volvía a casa de una fiesta con Neal, habría pensado que se estaban burlando de mí. Recuerdo cuanto lloré aquella noche porque me estropeó mi cita con el idiota de Neal y ahora... no puedo sentirme más agradecida por lo que hizo. Si no hubiese sido por él, ahora igual estaría saliendo con ese cretino. Bueno no... no creo que hubiésemos durado tanto, la verdad.

Avergonzada y emocionada, me aclaro la garganta.

—Encantada —la saludo.

—C'est un beau nom. Es precioso tu nombre, querida. Bueno, entremos... ¡Vamos! No os quedéis ahí —dice haciéndonos señas para que entremos en la casa.

Tyler se encarga de llevar mi maleta y la suya. Entramos en la casa con olor a lavanda y leña mojada y tras dejar nuestras pertenencias en el vestíbulo, pasamos a un enorme salón con una decoración muy rústica. Una de las paredes está llena de herraduras y artilugios metálicos que desconozco para qué sirven, pero lo que más llama mi atención es la cabeza disecada de un jabalí que decora otra de las paredes.

—¡Tyler!

Al seguir la dirección de esa voz grave y profunda, veo a un señor mayor frente a una chimenea de piedra, sentado en un sillón verde a juego con toda la decoración de la estancia. El chucho meón está a sus pies mordiéndole las zapatillas.

—¡Abuelo! —exclama Tyler dejándolo todo para ir a darle un abrazo.

La abuela Marie se emociona al ver a su marido y a su nieto fundirse en un gran abrazo y se le vitrifican los ojos de la emoción, llevándose las manos a la boca para contener un suspiro. Una extraña sensación me invade y me hace sentir fuera de lugar, como una espectadora interrumpiendo en un momento familiar, íntimo y personal.

Me quedo junto al umbral de la puerta observando la escena y sin saber qué hacer, hasta que Tyler se aleja de su abuelo, viene hasta mí y me toma de la mano.

—Ven —susurra. Tardo unos segundos en entender que me quiere acercar hasta el sillón donde sigue sentado su abuelo porque me quiere presentar—. Abuelo Adolf, ella es Olivia, mi novia.

¡Ay, Dios! Siento un escalofrío en la nuca. Me encanta que me presente como tal. Me encanta, me encanta y me re-encanta. El hombre asiente, me dedica una leve sonrisa y me escruta con atención inclinándose a un lado para poder verme mejor.

—Es preciosa, la muchacha. Veo que tienes muy buen gusto, Tyler —dice el hombre mirándome con curiosidad y su nieto sonríe de oreja a oreja—. Perdona que no me levante, hija, pero tengo las piernas fatal y ya casi no soportan el peso de este viejo cascarrabias —se excusa el hombre palmeando sus rodillas.

Lo primero que me sorprende es lo bien que habla mi idioma. Él no tiene acento francés y Tyler parece interpretar mi expresión de asombro cuando interviene:

—Mi abuelo Adolf es de madre francesa y padre inglés, por eso habla nuestro idioma perfectamente.

Asiento.

La abuela Marie se acerca hasta nosotros, alzando la comisura de sus labios hasta formar una gran sonrisa.

—No te has movido en quinientos años —bromea la mujer—. Ya va siendo hora de que levantes el culo del sillón, Adolf. Esta ocasión bien lo merece.

Me hace gracia comprobar que el hombre pone los ojos en blanco y niega con la cabeza. Son un matrimonio entrañable. Me encantaría llegar a tener algún día una relación así; hacerme viejita junto a él... mi Ty y gastarnos bromas de este tipo.

—Ya voy, señora sargento —contesta él, echándose a reír y sacando un bastón de detrás del sillón.

La abuela Marie apoya una mano sobre el hombro de Tyler, tratando de captar su atención.

—¿Tenéis hambre? He preparado mi famoso bizcocho de chocolate, ese que tanto te gustaba cuando eras pequeño y también hay café recién hecho. Si os parece bien podemos merendar.

—¡Claro! —responde Tyler quitándose el abrigo y con la felicidad tatuada en su cara. Adoro verlo así, eufórico y resplandeciente. Feliz como una perdiz.

Diez minutos más tarde estamos los cuatro tomando café, acompañado de un bizcocho de chocolate que está increíblemente bueno. ¡Dios! Yo pensaba que no había nada más bueno que la Nutella, pero me equivocaba. Me pregunto si la abuela Marie compartiría la receta conmigo.

Comemos del delicioso bizcocho y tomamos un café con toque a vainilla que está delicioso. Los abuelos de Tyler nos hacen preguntas y yo dejo que sea él quien conteste por mí. Parecen encantados con nuestra visita y se deshacen en atenciones para que estemos lo más cómodo posible.

—¿Dónde os conocisteis? —pregunta la abuela Marie, y noto como el trozo de bizcocho que mastico se me hace bola en la boca y soy incapaz de tragarlo.

Tyler me mira mientras se lleva la taza de café humeante hasta sus labios y pega un pequeño sorbo del líquido marrón. No sé cómo contestar a esa pregunta y de pronto me encuentro rezando mentalmente para que Tyler sepa responder y salir airoso de la situación, pero no dice nada y los segundo corren haciendo que el silencio se prolongue más tiempo del debido. Abro la boca para hablar, pero en ese preciso instante, él apoya una mano sobre mi pierna y habla primero.
Que
—Somos hermanastros —aclara dejando la taza sobre su platillo y sirviéndose otro trozo de bizcocho como si nada.

¿Qué? ¿En serio? ¿Y se lo suelta así... sin anestesia? ¿A dos octogenarios? Dios, qué vergüenza! Bajo la vista y me recojo un mechón de pelo detrás de la oreja. Trato de recuperar el aire que se ha escapado de mis pulmones de forma drástica y alzo la mirada nuevamente, sintiéndome las mejillas completamente incendiadas. 

La abuela Marie y el abuelo Adolf intercambian una mirada de profunda preocupación, lo cual me inquieta bastante. ¿Qué estarán pensando? ¿Pensarán que somos unos pervertidos? Apuesto a que juzgan esta relación y no la ven con buenos ojos. La mujer, me examina con el ceño fruncido y luego mira nerviosa a Tyler.

¡Mierda! Esto no parece que les haya hecho gracia. ¿Por qué he dejado que conteste él? Tendría que haber sido más rápida y haberme inventado algo, algo más típico como que por ejemplo nos conocimos en una fiesta o que coincidimos en un congreso de estudiantes... o yo qué sé. Cualquier cosa habría sido mejor que la verdad. 

—¿Hermanastros? —repite la abuela Marie con perplejidad.

—Sí, hermanastros —dice Tyler con total naturalidad y con una sonrisa estúpida reflejada en su cara—. Mi madre y su padre son pareja —añade para más detalle, como si no hubiese quedado lo suficientemente claro.

No sé si excusarme para ir al baño o fingir un desmayo porque de pronto, siento un nudo enorme en el estómago y noto un ligero mareo. Creo que voy a vomitar el bizcocho...

—¿Es hija del señor Dallas? —pregunta el abuelo Adolf sorprendido y levantando las cejas.

Hago un mohín y al mismo tiempo me siento avergonzada por la situación. ¿Cómo sabe quién es mi padre? ¿Lo conocen? ¿De qué lo conocen?

—Sí —dice Tyler ofreciéndome una sonrisa tranquilizadora que no consigue su objetivo.

El abuelo lo mira incrédulo y después vuelve a intercambiar una mirada sospechosa con su esposa. Un silencio extraño y sobrecogedor surge en la mesa. El ambiente ha cambiado y ahora ellos dos parecen incómodos con lo que acaba de decirles su nieto, lo cual también me incomoda a mí.

—Tyler, acompáñame un momento, por favor. Tengo que darte una cosa —dice la abuela Marie poniéndose en pie y frotándose las manos en el tejido rugoso de su delantal floreado.

—Claro.

Los dos se levanta n y desaparecen por la puerta que accede al vestíbulo. Desde aquí se escuchan sus pasos subiendo las escaleras de madera que hay junto a la entrada principal. El abuelo Adolf parece incómodo y a mí tampoco es que me parezca muy confortable la situación de quedarme a solas con él. Finalmente enciende el televisor y me ignora ateniendo a las noticias, lo cual agradezco.

Parece que el hecho de haberles confesado que somos hermanastros ha marcado un antes y un después en el matrimonio. Yo entiendo que el mundo no está preparado para comprender el amor entre hermanastros y, más aún, si se trata de dos personas mayores que crecieron en otros tiempos y con una educación más estricta, pero espero que puedan cambiar de parecer. Espero que entiendan que lo que sentimos su nieto y yo no es algo efímero o pasajero. Que nuestra relación es real y nuestro amor también lo es.

Por la noche, cenamos en un entorno tenso o por lo menos a mí me lo parece. La abuela Marie se pasa la mitad de la cena hablando en francés y yo no me entero de casi nada. Tyler, educadamente le contesta en nuestro idioma, pero ella vuelve siempre a intervenir en francés y el abuelo permanece callado y fumando pipa y lanzándome algunas miradas extrañas. Tras la cena subimos a las habitaciones y me llevo una gran decepción cuando descubro que la abuela Marie nos ha preparado habitaciones separadas a Tyler y a mí. Mi humor cae en picado con ese pequeño detalle. Yo esperaba poder dormir con él.

Mi habitación es pequeña y todos los muebles son de pino. Cuenta con una cama matrimonial, dos mesillas de noche, un armario a los pies de la cama y un tocador junto a la ventana. Sobre el cabezal hay un enorme cuadro de un prado verde con flores y la colcha de la cama está hecha de patchwork. El pequeño cuarto de invitados es muy sencillo, pero bastante acogedor.

Me ducho en el cuarto de baño que tiene la habitación, me lavo los dientes y tras ponerme un camisón, me acuesto en la cama cubierta con una sábana, una manta y la colcha de colores, que apuesto a que es obra de la abuela Marie.

No pasan ni diez minutos cuando oigo la puerta de mi habitación abrirse lentamente. Me giro y veo a Tyler entrando de puntillas a mi dormitorio y con su media sonrisa pícara que le dota de ese atractivo tan sexual y sensual. Lleva una camiseta blanca ajustada que oculta sus poderosos músculos y un pantalón gris de algodón. Como si se tratase de un sueño, lo veo cerrar la puerta y deslizarse dentro de mi cama.

—¡Tyler —digo desconcertada—. ¿Qué haces aquí?

—En seguida me iré. Sólo quería darle las buenas noches a mi chica.

Me sostiene la mirada y se tumba sobre mi cuerpo hundiendo su nariz en mi cuello y apoyando sus antebrazos a cada lado de mi cabeza. Sin darme cuenta, me aferro a su cuerpo y el deseo se apodera de mí. No puedo negar la fuerte atracción que siento por él y creo que a él le sucede exactamente lo mismo. Quiero que me bese, que me acaricie, que me diga que me ama y que me haga el amor, pero no estamos solos y como nos pillen aquí en este plan, puedo morir de un infarto.

—Estás loco —susurro pasándole mis dedos por su suave pelo recién lavado y todavía algo húmedo.

—Loco por ti —responde al instante.

Se me escapa una pequeña carcajada que me obliga a taparme la boca para que no me escuchen los abuelos que se deben de haber acostado ya, porque la casa está en completo silencio.

Tyler se inclina, me mira divertido y me da un beso breve en la punta de la nariz con una ternura desgarradora. Una sonrisa dulce brota de sus labios y le miro con auténtica adoración. Estoy encantada de ser la novia de este chico tan maravilloso que me hace sentir viva, alegre, llena de energía y con ganas de sentir, ganas de enfrentarlo todo y ganas de luchar por lo nuestro. Él es sencillamente increíble y no me puedo creer la suerte que tengo de que sea mío, mío y de nadie más, también eso me resulta del todo increíble.

—¿Cómo es posible que te quiera tanto? —le digo acariciando las elegantes líneas rectas de su masculina barbilla.

Se ríe en voz baja.

—Porque soy irresistible, nena —me susurra con la voz ronca y tan baja que me parece haberlo soñado.

Se inclina y me da un beso, que empieza siendo algo inocente y cariñoso y pronto va adquiriendo fuerza e intensidad hasta que nuestras lenguas se cruzan y todo se escapa de nuestro control. Una de sus manos se cuela por debajo de mi camisón y recorre mi costado, mientras que sus labios perfectos y tan expertos, siguen pegados a los míos volviéndome loca con cada roce.

Sí, él es sinónimo de hacerme perder todos los sentidos.

—Tyler, como se enteren tus abuelos de que estás aquí, se puede formar un buen revuelo y me echarían a patadas de esta casa —suspiro sobre sus labios.

—Por eso vamos a ser muy silenciosos —contesta pícaramente y me guiña un ojo.

—¿Qué? ¿No estarás pensando en hacerlo aquí?

—Sí, estrellita brava. Estoy pensado justamente en eso —afirma con su voz oscura y baja.

Un silencio invade toda la estancia mientras nos quedamos mirándonos un instante. Admiro su rostro y me fijo especialmente en sus labios exquisitamente inflamados por nuestros besos tan urgentes y necesitados. Los tiene de color rosa intenso y son tan perfectos e irresistiblemente carnosos, que no puedo evitar volver a besarlos otra vez. Nunca me canso de probarlos.

—¿Eso es un sí? —comenta entre beso y beso.

Me echo a reír.

¿Para qué negarlo? Me muero por él y aunque el hecho de ser descubiertos por los abuelos de Tyler me aterra, es mayor el deseo que siento por él. Asintiendo, cojo el dobladillo de su camiseta blanca y se la quito por la cabeza mientras que él levanta los brazos voluntariamente.

—Esa es mi chica —dice con cara de triunfo.

¡Maldito cuerpo perfecto! Recorro con mis ojos los músculos de su pecho desnudo, que sube y baja al ritmo de su respiración, ahora mucho más agitada. Sólo con verlo así hace que me humedezca de inmediato. Tyler me sube el camisón hasta la altura del pecho y sus ojos se quedan fijos en un punto en concreto sobre mi vientre. Como no dice nada y se queda ahí quieto y observándome con mucho detalle, decido apoyar mis codos sobre el colchón y levantar la cabeza para mirar lo que le tiene tan embelesado. Al hacerlo, compruebo que su mirada está directamente puesta sobre mi pequeño tatuaje entre la cadera y la ingle.

—Mi estrellita brava —susurra más para él que para mí, apartando la tela del tanga que lo cubre medio cubre y acariciando la tinta negra impregnada bajo mi piel con sus dedos largos y suaves—. El amor de mi vida —concluye en un bajo murmullo casi inaudible.

No sé si es consciente de que lo he escuchado perfectamente, pero esa última frase provoca que me dé un vuelco el corazón.

—El amor de mi vida —repito mirándole ahora a él.

Sus ojos conectan con los míos y me sonríe alegremente. Los dos hemos entendido el significado. Después se inclina para rozar mi tatuaje con sus labios cálidos, depositando allí un beso tierno y lento que provoca que miles de mariposas revoloteen en mi estómago. Muchas emociones quedan fijas en ese gesto tan simple, pero lleno de amor.

Permanecemos entrelazados sobre la cama, con nuestros cuerpos ardiendo, perdidos en los brazos del otro, con besos calientes, húmedos y todo ello acompañado de suspiros y jadeos que tratamos de silenciar para no ser descubiertos. Dos amantes escondidos; la excitación es máxima.

De pronto, mi teléfono móvil empieza a sonar interrumpiendo el momento. Tyler me pide encarecidamente que lo ignore y me besa el cuello trazando un pequeño camino de besitos dulces que se detienen justo detrás de mi oreja y hacen que se me escape un suspiro. Juro que lo haría si no fuese porque no quiero que la molesta melodía del celular alerte a los abuelos de Tyler. Lo aparto de mí, empujándolo con suavidad a un lado de la cama y lo oigo resoplar con fastidio mientras me inclino sobre el colchón para ver el teléfono que sigue sonando encima de la mesita de noche. Abro los ojos perpleja al comprobar que se trata de una llamada de mi padre. Tomo el teléfono entre mis manos y cuando voy a contestar deja de sonar. ¡Mierda!

—Era mi padre —anuncio con cierto nerviosismo.

Es raro, porque no suele llamarme. El es más de mandarme mensajes de voz y además en esta ocasión, le dije que no lo hiciese pues iba a tener muy mala cobertura.

—Pues ya volverá a llamar —contesta Tyler mirando al vacío.

—Sí, supongo.

Juego con mi pelo en un estado algo alterado porque esa llamada me ha descolocado y no sé por qué, pero me da muy mala espina. A los pocos segundos recibo un mensaje de mi padre.

Papá:
Olivia, te ordeno que vuelvas con Tyler en el primer avión de regreso a Nueva York. Cuando llegues a casa canos a tener una conversación. Os quiero ver a los dos aquí mañana. Es una orden.

¿QUÉ? ¡NO PUEDE SER! ¿QUÉ VUELVA CON TYLER? ¡Y ES UNA ORDEN!

El mundo se detiene, el oxígeno se consume radicalmente y la vida se acaba. Leo el puñetero mensaje tres veces más por si me hubiesen bailado las palabras o las letras en la primera lectura, y el pulso empieza a temblarme tanto que se me cae el móvil de las manos. Mi cerebro tarda un instante en procesar el verdadero significado de ese mensaje y cierro los ojos frente al pánico tan arrollador que me invade. Sólo hay una cosa que agradezco en este momento... y es estar a más de seis mil kilómetros de distancia de mi casa, lejos de mi padre.

—¿Qué sucede? —pregunta Tyler acariciando mi espalda.

Soy incapaz de contestar a esa pregunta. Pasan largos instantes hasta que puedo hablar y cuando lo hago, mis palabras salen de mi boca agudas y confusas.

—Mi padre y creo... ya... que tú y yo... hay que volver.

Tyler se asoma por encima de mi hombro para leer el mensaje al ver que reacciono de forma tan extraña y que balbuceo como una idiota en estado de shock. Claro que el tema está en que precisamente estoy en estado de shock.

—¡Joder! —masculla pegando un brinco a mi lado—. ¿Lo saben? —grita poniéndose de pie de un salto con mi celular en sus manos. Tiene los ojos desencajados y veo que él también vuelve a leer el mensaje otra vez.

Lo saben... palabras inofensivas, pero llenas de posibles desenlaces y fatídicos desenlaces para Tyler y para mí. Nada va a volver a estar como estaba. Me temo que sí... lo saben... y mi padre me va a matar. El mundo acaba de darse la vuelta y nos acaba de tragar sin masticar a los dos.

ESTE ES EL FIN. MI FIN.

¡Hola personitas!
😘😘😘

¿Qué paso? ¿Todo bien?

Pues nada, aquí vienen los momentos tensos de la trama asi que mejor prepararos para todo lo que va a suceder a partir de este capítulo....
😅👀

Aquí os pregunto:
(me gusta leer vuestras especulaciones)

⭐️¿Por qué habrán reaccionado de forma tan extraña los abuelos de Tyler al descubrir que son hermanastros?

⭐️¿Por qué conocen al señor Dallas?

⭐️¿Por qué le pididó la abuela Marie a Tyler que la acompañase un momento cuando estaban tomando bizcocho y café?

⭐️¿Habrá descubierto el padre de Olivia que su hja está con Tyler? Si es que sí... ¿Cómo se enteró?

Quiero volver a agradecer a toda la gente que se va incorporando a leer mi historia día tras día. De verdad, estoy alucinando. En un mes, la historia ha pasado de tener 24k de lecturas a 52k. Gracias de corazón a todos los que estáis ahí y no me olvido de los que llevan tiempo conmigo y que no me abandonan en esta aventura 😍

DEDICATORIA:
Este capítulo se lo dedico a una lectora que me escribió diciéndome que le haría mucha ilusión que le dedicase un capítulo ❤️❤️❤️
GetzalKc

Dedicado especialmente para ti ☺️Muchas gracias por calificar la historia de "perfecta". Espero poder seguir contando contigo como lectora y que te quedes hasta el final de la saga 💖

Si os ha gustado el capítulo, podéis:
VOTAR (Si me lo merezco, claro)
COMENTAR (Yo os lo agradezco porque me encanta leeros).
RECOMENDAR (Para que otros también lean esta historia que aún tiene que dar muchas sorpresas).

Pd: Las pijas también sufren... y Olivia en concreto ya ni os cuento...

Hasta el próximo miércoles o jueves.
¡Besitos bien grandes! 💖💋💖💋
Sarhanda

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